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Las disparidades económicas intrarregionales en Andalucía
Antonio Rafael Peña Sánchez
CAPÍTULO III. LAS DISPARIDADES ECONÓMICAS PROVINCIALES EN ANDALUCÍA 1955-1997.
La productividad y la estructura productiva como condicionantes de las disparidades económicas interprovinciales en Andalucía.
La productividad como variable objeto de análisis.
Un buen número de trabajos han puesto de manifiesto el papel clave que desempeña la productividad en la evolución de las economías territoriales , con la salvedad de que cuando nos referimos al crecimiento de esta variable, la gran diversidad geográfica del fenómeno resulta difícilmente explicable en el restrictivo marco del modelo neoclásico, sobre la base de una función de producción. Se sostiene la hipótesis (comúnmente aceptada) de que la productividad del trabajo es una de las variables fundamentales para hacer frente a los retos futuros de la economía y que las ganancias en productividad vienen dada por una serie de procesos como son: los cambios técnicos y estructurales que conllevan desde la incorporación del progreso tecnológico, la introducción de nuevos métodos de producción y de nuevos productos, hasta la reasignación intra e intersectorial de recursos, y el nacimiento y quiebra de las empresas, determinando todo ello profundamente el proceso de desarrollo territorial (Cuadrado Roura (Dir.) et. al. 1998, pág. 112; Mancha Navarro, 2000, pág. 2). Por ello, un análisis exhaustivo sobre las ganancias de productividad que nos de qué factores están detrás de esa variación exigiría un estudio particularizado de cada caso concreto, lo que se sale del objeto de esta investigación.
El concepto de productividad aparece ligado, dentro de la teoría económica, al de eficiencia técnica (Diewert, 1992a; Cuadrado Roura (Dir.) et. al., 1998, pág. 115). La aproximación empírica puede hacerse bien calculando la productividad de un factor, generalmente el trabajo, o bien la productividad global, aunque en este último caso su medición plantea importantes problemas. En este sentido, lo más habitual para cualquier estudio sobre la productividad de una economía es elegir como indicador de la misma la productividad aparente del trabajo definida como cantidad de producto por unidad de trabajo utilizado, y bajo los supuestos no reales de la homogeneidad de este factor y del uso de una dotación fija de los restantes factores productivos.
Es decir, la productividad aparente del trabajo o productividad laboral mide la cantidad de producto por unidad de trabajo utilizada. El concepto teórico supone que el factor trabajo es homogéneo, y que se emplea la misma tecnología y una dotación fija de los restantes factores productivos. No obstante, en la realidad estos supuestos no se cumplen, y, por el contrario, la productividad laboral observada está influida por la tecnología disponible, la composición del trabajo (atendiendo a rasgos como la estructura por edad, o la cualificación) y la cantidad de los restantes factores productivos utilizados. Por ello, aunque el concepto de productividad aparente del trabajo viene muy ligado al de eficiencia técnica en la teoría económica, no se puede decir que sea una medida exacta de la misma (Hernando y Vallés, 1993, pág. 165), entendida ésta como criterio discriminador entre las tecnologías disponibles en distintos periodos o por distintos agentes. En este sentido, la productividad total de los factores, al ser una relación mensurable entre la cantidad de producción y la de factores necesarios , constituye una aproximación más realista al concepto teórico de eficiencia técnica, aunque al tratar de llevarla a la práctica se acabe obteniendo mediciones que no están exentas de limitaciones, debido a la rigidez de los supuestos que los distintos procedimientos, y los elevados requerimientos de información, obligan a asumir (Velázquez Angona, 1995). En este sentido, es necesario tener en cuenta que las limitaciones de información estadística sobre el stock de capital a nivel provincial en España ha impedido estudiar el comportamiento provincial de la intensidad capitalista y la productividad del capital (Escribá Pérez y Díaz Ballesteros, 1997, pág. 43). Un conocimiento detallado de los factores que contribuyen a obtener ganancias de productividad, como el capital, la tecnología o las infraestructuras, resultaría de gran utilidad a la hora de explicar el comportamiento más o menos dinámico de las provincias andaluzas. Pero es muy difícil disponer de datos sobre estas variables. Particularmente, la no existencia de información homogénea provincial a nivel nacional impide que éste sea el enfoque elegido y conduce a que la única alternativa viable sea la productividad aparente del trabajo, en lugar de la más idónea productividad total de los factores. En los últimos años se ha producido un importante avance en la estimación del stock de capital por comunidades autónomas, desagregados por ramas productivas (Escribá Pérez et. al., 1994; Escribá Pérez y Díaz Ballesteros, 1997, pág. 44; Mas et. al., 1996), pero no a nivel provincial, por lo menos en una larga serie de periodos que pudiéramos incluir en un análisis de convergencia.
Dejando a un lado las implicaciones teóricas del cumplimiento de los supuestos anteriores y entrando en la cuestión práctica de su cálculo hay que destacar algunos problemas que el mismo nos puede plantear:
a) Con respecto a la variable producto, la alternativa que se presenta es doble: producción bruta y/o valor añadido. La elección de la segunda tiene la ventaja de evitar la doble contabilización de los consumos intermedios. Por otro lado, otro problema era elegir entre a precios de mercado o al coste de los factores. En este caso, se planteaba el caso de los distintos sistemas fiscales indirectos no homogéneos, que tendríamos que tenerlo en cuenta si estamos ante regiones con fuertes diferencias en los mismos. Como no es el caso, y como con el estudio queremos centrarnos fundamentalmente en el aparato productivo con el consiguiente coste que supone la utilización de los factores de las distintas provincias andaluzas, hemos considerado tomar el VAB al coste de los factores.
b) Con respecto a la medición del trabajo, aunque la producción horaria hubiera sido el indicador más adecuado, por cuestiones de base de datos disponibles hemos utilizado el número total de empleos, obviando lógicamente la consideración de la existencia de legislaciones laborales distintas, que tendríamos que tener en cuenta en estudios en los que los territorios considerados pertenecieran a países distintos.
La elección de la productividad en términos de valor añadido bruto al coste de los factores por empleado, dado el carácter clave que la misma juega en los intensos procesos de reestructuración y reconversión que conlleva una importante reasignación de recursos, se justifica teniendo en cuenta que, a grandes rasgos, refleja el ritmo relativo de adopción de innovaciones o difusión geográfica de las mismas en el seno de un territorio concreto. En efecto, las innovaciones de proceso incrementan la productividad por la vía de una reducción de las compras de bienes intermedios y del empleo, mientras que, por el contrario, las innovaciones de producto lo hacen a través de un aumento de la producción real y/o de los precios unitarios. Pues bien, a pesar de todas las deficiencias que tiene la productividad aparente del trabajo como aproximación al concepto de eficiencia técnica, su estudio es muy frecuente por ser una variable determinante de los procesos de convergencia (divergencia), entendida ésta en términos de VABpc . Resulta sencillo descomponer este indicador de forma que el valor añadido per cápita se iguale al producto entre la productividad y el empleo per cápita,
afirmando que, ante la estabilidad de la relación entre empleo y población, el responsable último de las variaciones en los niveles de renta per cápita, y por extensión de los procesos de convergencia (divergencia), es la productividad aparente del trabajo.
Es necesario tener en cuenta en este trabajo los efectos que tiene la productividad en el tiempo, considerando entre el corto y el largo plazo. En efecto, hemos de tener en cuenta que cuando el empleo se ajusta de forma lenta, en el corto plazo las variaciones en la productividad están ligadas con modificaciones positivas en la producción; mientras que si la producción es fija dicha variación se relaciona con una disminución en el empleo. Sin embargo, cuando se producen procesos de ajuste estructural a largo plazo, la importancia de la productividad se modifica, de tal manera que ganancias en la misma conllevan incrementos de competitividad, con mejoras en la producción y en el empleo, y viceversa. Compartimos, pues, la idea expuesta por Krugman cuando afirma que la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo (Krugman, 1990) . En este sentido, las diferencias entre territorios en términos de variaciones de productividad se justifican por la interconexión de tres factores fundamentales: la diferente composición de las economías territoriales , el cambio en la composición de las mismas (procesos de reestructuración), y la difusión geográfica de las innovaciones (Cuadrado Roura (Dir.) et. al., 1998, págs. 112-113). Por tanto, conocer la naturaleza de los cambios que se producen en las estructuras productivas territoriales a través de la evolución de la producción, el empleo y la productividad aparente del trabajo resulta interesante, no sólo para valorar la capacidad competitiva de los diferentes territorios considerados y ordenarlos de acuerdo con su comportamiento, sino también para proponer una tipología de territorios de acuerdo con un esquema conceptual en el que se tenga en cuenta la interrelación de las tres variables anteriormente mencionadas.
Los resultados que se obtienen de cualquier estudio sobre la evolución y otros aspectos de la productividad son muy importantes para el desarrollo de la política económica a llevar a cabo en los territorios en cuestión. Si el factor fundamental de las desigualdades interterritoriales es la tasa de paro, por ejemplo, la política que más claramente incidiría sobre las diferencias interregionales sería el estímulo de la demanda de los productos de las regiones atrasadas. En este caso, además, las pérdidas en eficiencia derivadas de la política económica territorial serían pequeñas porque, al ser secundarias las diferencias en productividad, no estaríamos estimulando sectores ineficientes. Por el contrario, si el factor explicativo principal de la desigualdad es la diferencia de productividad por empleado, la política territorial debería dirigirse hacia aquellos factores que pueden aumentar la productividad de las regiones atrasadas. En este caso, por ejemplo, la política de inversiones en infraestructura quedaría justificada. También hay que tener en cuenta que las diferencias interregionales en el porcentaje de población ocupada pueden no ser debidas exclusivamente a factores que dependen de la demanda agregada. En efecto, las diferencias en la pirámide de edades y/o en la tasa de participación pueden desempeñar un papel fundamental. En tal caso, las diferencias se deberían a factores idiosincrásicos y culturales sobre los que no habría mucha posibilidad de incidencia a corto plazo. Ni tan siquiera habría razones claras para recomendar una acción al respecto (Esteban, 1999, pág. 80-81).
Nos encontramos, por tanto, con una variable económica que recoge un conjunto de factores que no resulta fácil determinar, pero que desempeña un papel muy importante a la hora de explicar la dinámica de desarrollo seguida por las economías territoriales. En este sentido se pronuncia el profesor Mancha Navarro (2000) cuando, refiriéndose a la convergencia de la renta per cápita, expone que una vía de aproximación interesante es la del análisis de la variable productividad, por dos motivos: por el carácter clave que la misma juega en los intensos procesos de reestructuración que se vienen sucediendo y por su impacto en la difusión geográfica de las innovaciones. Con ello no queremos decir que otras variables como el capital, la tecnología o las infraestructuras no desempeñen un papel importante a la hora de analizar las causas por las que los distintos entes territoriales tienen resultados diferenciales en general, o en el terreno de la convergencia en particular, sino que nuestra pretensión en esta parte del trabajo se centra exclusivamente en la productividad aparente del trabajo, que lógicamente se encuentra muy influida por los factores anteriormente mencionados.
Entendemos, pues, que el diferente comportamiento de la productividad territorial, tanto a nivel global como a nivel sectorial, constituye uno de los principales factores explicativos del nivel y de la evolución de las desigualdades interterritoriales, por lo que en la presente parte del trabajo intentaremos encontrar la conexión existente entre la evolución de la convergencia regional en VAB (tanto a nivel global como per cápita) con la evolución que presenta la productividad.
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