Francisco Muñoz de Escalona
Dr. en economía del turismo. Científico titular del CSIC (jb.) Consultor internacional
franjomues@gmail.com
Resumen: La economía y el turismo son dos disciplinas que suelen presumir de tener la condición de ser ciencias autónomas e independientes. ¿Lo son? Por otra parte, hay quienes niegan que el turismo sea una actividad económica y que la economía tenga capacidad para conocer el turismo. ¿Llevan razón? Son cuestiones sobre las que se pronuncia el presente ensayo
Palabras clave: economía, turismo, ciencia, metodología.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Francisco Muñoz de Escalona (2019): “Relaciones entre la economía y el turismo. Similitudes y diferencias”, Revista Turydes: Turismo y Desarrollo, n. 26 (junio/junho 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/turydes/26/economia-turismo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/turydes26economia-turismo
Introducción
“Desde que el hombre bajó de los árboles encaró el problema de la supervivencia”. Así empieza la brillante Vida y doctrina de los grandes economistas (The Wordly Philosophers) que Rober I. Heilbroner publicó en 1953. Obviamente, antes de tan seminal evento, siendo todavía un animal arbóreo, encaraba el mismo problema, pero no de una forma reflexiva y consciente, sino obedeciendo al mandato de una ley universal, la de que todo ser vivo vive para seguir viviendo. Si el hombre continúa existiendo no es solo en cumplimiento de esta ley sino porque viene consiguiendo resolver el mencionado problema. Tal proeza ha consistido en poner en marcha un conjunto de medidas destinadas a satisfacer sus incontables necesidades, desde las más primarias (alimentación, vestido y cobijo) hasta las más sofisticadas (lujo, caprichos, vicios) pasando por las intermedias (defensa, seguridad, sanidad) Una proeza que se explica gracias a la destreza que pronto cultivó de cooperar en grupo. Fue así como desarrolló lo que llamamos actividad económica, consistente en un conjunto de instituciones orientadas a dar respuestas a la satisfacción de sus necesidades, el cumplimiento de sus deseos, la cobertura de sus caprichos y la perpetración de sus vicios. Dicho conjunto está compuesto de elementos físicos (recursos, herramientas, fábricas) y procedimentales (tecnológicos, administrativos, legales). La complejidad de tal conjunto aumenta conforma crecen las necesidades habida cuenta de que la cobertura de las más elementales lleva a la aparición de otras nuevas, y estas, generalmente, más exigentes. De acuerdo con Popper diremos que eses conjunto pertenece a lo que el citado filósofo llama primer mundo.
Ya en la antigüedad clásica la actividad económica fue objeto de interés por parte de los pensadores, los llamados filósofos. Para ellos, la economía era un conjunto de normas y criterios tendentes a la gestión más eficaz posible de los recursos disponibles, unos recursos que siempre eran escasos en relación con las necesidades a cubrir con ellos. Fue así como se fue desarrollando el corpus de ideas con las que se viene interpretando la realidad económica. Para seguir con Popper diremos que esas ideas constituyen el segundo mundo.
Hoy, después de siglos de fecundo pensamiento racional, disponemos de una panoplia de explicaciones más o menos acertadas sobre la estructura y el funcionamiento de la actividad económica, explicaciones entre las que se encuentran las llamadas ciencias sociales, entre las cuales destaca la teoría económica. En su desarrollo presenta una fase preliminar o preanalítica la cual fue superada en la Europa del siglo XVIII para dar lugar a la fase actual, la que algunos consideran científica, aunque su nivel sea inferior a la física, razón por la que es calificada por los más exigentes como ciencia débil.
Durante el siglo XIX tanto la actividad económica como la economía alcanzaron un desarrollo realmente notable. La riqueza aumentó gracias a los efectos de la mecanización de los procesos productivos (la revolución industrial) y con ello en la sociedad aparecieron nuevas clases y fueron desapareciendo las anteriores. Los aristócratas dieron paso a los burgueses y los campesinos sin tierras a los trabajadores industriales de los nuevos centros urbanos.
Las costumbres rurales, propias de la economía agrícola y ganadera del campo, cambiaron y se hicieron progresivamente más urbanas. La mayor complejidad de la sociedad obligó al desarrollo de las ideas que se proponen explicarla y con ello se crearon centros especializados en su cultivo. Las ciencias sociales experimentaron un desarrollo muy significativo, especialmente la economía. En este escenario fue cuando apareció lo que pronto se conoció como turismo, una actividad que algunos explican como consecuencia del efecto demostración. Las nuevas clases adineradas comenzaron a imitar los paseos que los nobles hacían en sus carruajes por sus extensas propiedades o fuera de ellas. La progresiva generalización de tal costumbre generó el desarrollo de una serie de negocios entre los que destacaron las posadas y las diligencias, negocios que la desarrollarse dieron lugar a los hoteles y al ferrocarril ya en las postrimerías del siglo XIX.
Con el aumento de la demanda de paseos, salidas de los lugares de residencia, se fomentó la apertura de establecimientos comerciales dedicados a dar servicios de hospitalidad (alojamiento y refacción) en aquellos lugares a los querían ir los paseantes, pronto llamados turistas porque al paseo se le llamó tur, tour en francés. No tiene nada de extraño que los propietarios de los nuevos negocios se interesaran por conocer las técnicas de gestión propias de los demás negocios fueran estos fabriles o comerciales. Por tal razón, la fase preanalítica de la actual disciplina que se ocupa de estudiar el turismo fueron los alojadores. Y, en consecuencia, la citada disciplina se inició tomando de la economía aplicada a las empresas sus primeras aportaciones.
Fue ya bien entrado el siglo XX, en su tercera década, cuando, desde la fase preanalítica del turismo, se pasó a la académica como consecuencia de la atención que dieron al nuevo fenómeno social los profesores de algunas universidades europeas, entre ellas la de la ciudad suiza de Berna. A partir de este momento se puede hablar de la existencia de una nueva disciplina social, la dedicada a la investigación del turismo, pero no como empresa o negocio, sino como un nuevo y singular fenómeno social, con la pretensión para algunos de una original ciencia social independiente y autónoma.
Similitudes
Estamos, pues, en presencia de dos disciplinas dedicadas a la interpretación de dos realidades sociales. La economía, el sistema de satisfacción de necesidades de las sociedades humanas. El turismo, la actividad consistente en la afición de los seres humanos de realizar paseos como forma de distracción, diversión, curiosidad o mero recreo. Se trata en ambos casos de disciplinas cuya finalidad consiste en explicar de forma lógica y ordenada de actividades sociales.
Las dos alcanzaron su actual nivel actual después de un periodo inicial poco formalizado al que hemos denominado preanalítico. Hoy encuentran acomodo en las instituciones dedicadas a la investigación y la enseñanza a las que llamamos universidades y centros de altos estudios. Pues las dos aspiran a ser consideradas como corpus científicos en sus respectivas especialidades.
Tanto la economía como el turismo aspiran a ofrecer interpretaciones de la realidad objeto de estudio que sirvan para entenderlas y manejarlas al servicio de la sociedad en su conjunto y de aquellos que llevan a cabo bien la asignación de recursos, en el caso de la economía, bien de quienes sirven a los que quieren hacer paseos para ocupar el tiempo libre de obligaciones de todo tipo.
Ambas son cultivadas por comunidades de expertos que aspiran a la excelencia de los resultados de sus aportaciones. Se trata de comunidades formadas por dos grupos diferentes. Uno dedicado al avance del conocimiento y a la enseñanza de la disciplina y otro dedicado a la aplicación en las instituciones de los resultados aportados por los primeros y a través de las cuales se llevan a cabo las actividades correspondientes.
La existencia de estos dos grupos se encarna a la disposición en ambas disciplinas de obras de contenido teórico y obras dedicadas a la aplicación de las aportaciones de las primeras. En el caso de la economía se trata de lo que llamamos economía aplicada. Las de macroeconomía se conocen como obras de política económica. En el caso del turismo ambos contenidos se encuentran mezclados.
A pesar de que tanto la economía como el turismo aspiran a ser consideradas como ciencias independientes y autónomas, ninguna de las dos disciplinas ha conseguido un reconocimiento pleno de tal calificativo.
Veamos.
La economía se ocupa del valor, pero aún no ha logrado identificarlo de modo convincente. Los llamados economistas clásicos aportaron la definición del valor de los bienes como la cantidad de trabajo incorporado a su producción. Es lo que se conoce como teoría del valor trabajo, la cual fue objeto de severas críticas basadas en las diferentes habilidades que pueden tener los trabajadores, de forma que tendrían menos valor los bienes producidos por los trabajadores más eficientes.
Los economistas que hicieron la llamada revolución marginalistas trataron de fundar el valor de los bienes en la utilidad que tienen para los consumidores, pero la solución que dieron tiene el inconveniente de que, siendo la utilidad algo individual y subjetivo es imposible cuantificarla.
En la actualidad, ambas teorías del valor son poco convincentes y por ello se admite que la economía no ha logrado alcanzar plenamente el estatus propio de la ciencia.
En el caso del turismo nos encontramos con un panorama parecido. Mientras para unos tratadistas el turismo se ocupa de los paseos en general, entendiendo por tales los que se hacen por motivos autónomos (sin que respondan a mandatos u obligaciones), para otros no se deben excluir los que se hacen por cualquier motivo. El de las motivaciones es un elemento diferenciador de unos desplazamientos y otros que sigue sin haber encontrado una solución generalmente admitida. Lo mismo podemos decir con respecto al concepto de producto turístico o al similar de empresa turística. Los expertos en turismo aún no han logrado definir ambos conceptos de forma objetiva. Admitir que son turísticos los productos que consumen los turistas o empresas turísticas las que abastecen a los turistas es caer en indefiniciones incompatibles con las exigencias de lo científico.
La economía no se entiende de forma adecuada si no se conoce la historia del pensamiento y la historia de su pasado. Lo mismo acontece con el turismo. Pues ambas materias de estudio son de naturaleza social. Por otra parte, el avance en el conocimiento de amas disciplina se dan en un ámbito abstracto. De hecho, como sostiene Galbraith (2011), las ideas sobre la realidad social son siempre consecuencia de una época y de un lugar y por esta razón no se las puede ver al margen de ambos ya que, como la realidad que tratan de interpretar, están sometidas a intensos procesos de evolución y cambio.
Todavía queda un aspecto más en el que existe similitud entre la economía y el turismo. Se debe al hecho ya apuntado de que ambas disciplinas son de carácter social. Nos referimos a que sus propuestas se suelen ver afectadas por los intereses materiales y por la ideología de sus tratadistas.
Para terminar, debemos mencionar que tanto la economía como el turismo son materias de estudio en las que se aspira a hacer previsiones del futuro y que, tanto en una como en otra, raras veces se ven cumplidas. Como dice el ya citado Galbraith, quienes pronostican cómo será el mundo del futuro suelen padecer una inquebrantable tendencia al error.
Diferencias
Acabamos de enumerar las similitudes que existen entre la economía y el turismo en cuanto a disciplinas académicas, hayan alcanzado o no la condición propia del conocimiento científico. Las diferencias entre ambas disciplinas son también muy numerosas.
Veamos.
La primera diferencia entre ambas disciplinas es la que se refiere a sus orígenes tanto en la fase preanalítica como en la analítica. Sobre todo, en la primera. Ya nos hemos referido a la temprana aparición de ideas relativas a la gestión de los problemas derivados de la supervivencia, es decir, a las normas para administrar de la vida doméstica, que no otra cosa es a lo que apunta la materia tratada por la economía. Su fase preanalítica fue especialmente prolongada, pues llega hasta los siglos XVII y XVIII.
En el caso del turismo, la fase preanalítica no empezó hasta el siglo XIX, pero la fase analítica se inició muy pronto, hacia la década de los años treinta del siglo XX. (Conviene rechazar la muy repetida consideración según la cual el turismo es tan antiguo como la humanidad. Creen los que así creen que turismo y desplazamiento son dos realidades coincidentes. Habría que preguntarles si creen que los hombres y las mujeres disfrutaron de tiempo libre desde su aparición)
Una diferencia harto evidente entre la economía y el turismo es la de su contenido. Mientras la economía se ocupa de las medidas que se vienen proponiendo de cara a la lucha contra la escasez de recursos para cubrir de la forma más eficiente las necesidades de todo tipo, el turismo muestra un contenido mucho más acotado debido a que se ocupa de una actividad que surge en un mundo en el que la lucha contra la escasez ya había conseguido metas destacables. Pues el turismo se ocupa de propuestas destinadas a la vida en un mundo de opulencia creciente.
La mayor diferencia que existe entre la economía y el turismo es la que se refiere al nivel de desarrollo analítico alcanzado. Tal diferencia se puede atribuir al hecho de que, mientras la economía es una materia que tiene casi 250 años, el turismo no llega a 80. Los recursos destinados a ambas materias han sido y son mucho más abundantes en la investigación económica que en la turística. La comunidad científica de la economía es más numerosa y más espacialmente extendida que la turística.
Debemos finalizar con una referencia a la ayuda de los poderes públicos tanto por parte de los expertos en economía como de los expertos en turismo. Aunque los economistas clásicos (siglos XVIII y parte del XIX) defendían que el Estado no debía intervenir en la economía, los posteriores hasta la actualidad defienden todo lo contrario. No obstante, en el caso de los expertos en turismo claman continuamente a favor de que el Estado se ocupe de modo muy especial del apoyo, el fomento y la subvención de las que ellos tienen por empresas turísticas, especialmente por los servicios de transporte y hospitalidad, mejora de infraestructuras, realización de eventos, servicios de seguridad ciudadana, sanidad y política monetaria. Todos los Estados lo hacen de una u otra forma, pero, aún así, abundan los expertos que denuncian la escasa atención que prestan al que llaman sector tutístico.
¿Es el turismo una realidad económica?
Y si lo es, ¿debe estudiarse desde la economía? El lector debería sufrir un profundo malestar ante dos preguntas tan inesperadas como ciertamente provocadoras. Por esta razón debemos exponerle cuales son las razones por las que se plantean.
Hasta aquí hemos tratado la economía y el turismo como siendo dos materias de estudio separadas a pesar tanto de sus diferencias como de sus similitudes. Como separadas se las encuentra en el mundo académico y como dotadas de sus especificidades propias tanto en la investigación como en la enseñanza y como en la industria editorial. La exposición que sigue se basa en los planteamientos de quienes son considerados como los padres del turismo, los suizos economistas Walter Hunziker (1899 – 1974) y Kurt Krapf (. – 1963) autores del primer manual dedicado a la enseñanza de la especialidad, Fundamentos de la doctrina general del turismo, publicada en Zúrich en 1942.
Ya expusimos hace años nuestra pormenorizada y extensa visión de la citada obra en F. Muñoz de Escalona, 2010, pero, sobre todo, en nuestra tesis doctoral (Madrid, 1991). Los llamados padres del turismo codificaron en la obra citada las principales aportaciones al estudio del turismo hechas hasta entonces, destacando las que hicieron los economistas italianos Angello Mariotti y Michelle Troisi durante la década anterior y los alemanes de la escuela de Berlín (Morgenroth, Bernecker y Gluksmann).
Abandonando el enfoque empresarial de los primeros estudiosos (el suizo Guyer y el austriaco Stradner) los padres del turismo se decantaron por partir de las condiciones sociales y pautas de consumo de quienes practicaban el turismo. Desde entonces, el turismo se estudia desde el turista, figura a la que vieron como un consumidor absoluto en la medida en que aparca su condición de productor. En sus propias palabras, el turismo se debe estudiar colocando en el centro de atención del investigador al hombre, es decir, al sujeto que viaja por placer.
En el capítulo IX de la obra que comentamos, dedicado a estudiar los aspectos económicos del turismo escriben lo que sigue:
Hay en el turismo un aspecto económico que se manifiesta en un conjunto de hechos de esta naturaleza. Tal conjunto de hechos se incardina en el sistema económico, un proceso que consiste en gestionar la tensión que surge entre la aparición de necesidades prácticamente ilimitadas en un medio caracterizado por la escasez de recursos. La gestión de estos recursos para la satisfacción de las necesidades se realiza tratando de conseguir la máxima satisfacción posible con los escasos recursos disponibles. En esto radica la esencia del llamado principio económico y su correlato, el concepto de utilidad marginal obtenida del empleo de los recursos. La maximización de la utilidad marginal de los recursos en la satisfacción de las necesidades constituye, según Werner Sombart (“Der moderne Kapitalismus”, vol. I, Munich y Leipzig, 1919) la esencia de la actividad económica.
No cabe, pues, duda alguna de que, como economistas que eran, conocían bien la “esencia de la actividad económica”. Pero unas páginas más adelante se hacen una pregunta y ofrecen su magistral respuesta. La que sigue:
¿Qué es lo que hay de económico en el turismo? Veamos el proceso que se sigue. Cuando decido hacer un viaje tengo que comprobar si me lo puedo permitir, ya que tendré que adquirir un billete de ferrocarril, pagar la cuenta del hotel, pagar los servicios de un médico si enfermo, abonar el importe de la entrada en un museo, etc. En esta reflexión estoy pensando en las utilidades que obtengo usando tales servicios. Es entonces cuando los aspectos económicos del turismo se ponen de manifiesto y salen a la luz del día, ¿Pero de qué se trata realmente? Se trata de que estos procesos no se incardinan en el turismo como tal sino en aspectos como el tráfico o en la participación de las diferentes instituciones turísticas que tienen sin duda naturaleza económica. Es decir, que, resumiendo, considerando el turismo como un todo, sus requisitos y sus repercusiones, ha de ser concebido como algo extraeconómico, aunque algunos de sus componentes tales como los servicios de transporte y los de las instituciones turísticas es obvio que son de carácter económico1 . Visto desde este ángulo es permisible hablar de demanda y de oferta en el turismo. En este caso la oferta viene representada por las instituciones del turismo y por los servicios que prestan, con respecto a los cuales tiene sentido hablar de conceptos como el del valor y el de utilidad, razón por la cual el usuario viene obligado a pagar un precio. De aquí que las instituciones y los servicios sean factores en la formación del precio y, por tanto, susceptibles de aplicarles una investigación económica2 . El juego de las fuerzas de la oferta y la demanda induce a investigar sus efectos y repercusiones desde el punto de vista de la economía tanto interior como exterior. La influencia de la balanza de pagos, la situación de la política económica exterior, las relaciones entre el capital y el trabajo, así como los aspectos relacionados con la política económica interior son aspecto que han de ser tenidos en cuenta. Además, el turismo en sí mismo es una actividad de tráfico y, por ello, junto con las instituciones a su servicio, se ve influido por factores económicos. Por ello tiene una especial importancia aquí la concepción que condiciona el sistema económico en cuestión (mercantilismo, liberalismo, capitalismo, socialismo), el cual, en definitiva, es decisivo para el turismo.
En esta extensa cita queda reflejada y explicada la concepción que tenían del turismo los padres del mismo. Observan la realidad, pero no son capaces de abstraer sus abundantes aspectos y se limitan a ofrecer una mera descripción de lo observado. Para ellos, el turista es un consumidor. Y es cierto. Pero el hecho de consumir fuera de su residencia habitual no le aporta ninguna diferencia. Por ello, los estudiosos del turismo se ven obligados a destacar las motivaciones que llevan a los hombres y las mujeres a practicar el turismo. Y, al hacerlo así (In Mitte der Mann, en el centro del turismo el ser humano), se sitúan en el campo de la psicosociología. Destacan los aspectos económicos del turismo, como hemos visto, pero sostienen que la economía no tiene capacidad como método de investigación para entender en toda su profundidad el fenómenos del turismo.
Los padres del turismo estaban convencidos de que
Para comprender la naturaleza del turismo y sus funciones hay que conocer las bases materiales que lo hacen posible. Son lo que podemos llamar el objeto del turismo, o sus instituciones, es decir, aquellos establecimientos privados (negocios) y organizaciones públicas que se ocupan de servir a los turistas. Los componentes de estas bases son:
Tales elementos son estudiados aisladamente, al margen de la función que cumplen en el turismo. En especial, cuando se trate de las empresas o industrias turísticas propiamente dichas, es decir, las del grupo 2, así como la localidad que podemos llamar turística reseñada en el grupo 1, cuyo análisis debe formar parte del estudio del turismo, habida cuenta de que no tendría sentido sin referirlo a ella.
El seguimiento que los investigadores dedicados al estudio del turismo después de ellos, ha sido tan estricto que cabe pensar en que consideran la obra de 1942 como el canon a seguir. Ninguno de ellos ha creído conveniente someter su concepción a una crítica constructiva superadora de una visión que ha terminado por encarnar todo un dogma sagrado, una actitud que se compadece mal con las exigencias de la investigación científica. El rechazo de la economía por parte de la comunidad de expertos “científicos” en turismo llega a tales extremos que algunos sostienen que la economía no solo no es adecuada para investigar el turismo, sino que si su aplicación entorpece su conocimiento.
Por el contrario, si la citada comunidad se atreviera, por fin, a investigar la actividad turística aplicando la metodología económica, se convencerían de que estaban en un error y de que tal actividad es similar a cualquier otra por la sencilla razón de que se encarna en un conjunto de industrias orientadas a dar servicios a ese consumidor desplazado que llamamos turistas. Pero, como venimos insistiendo en nuestras publicaciones, tal conjunto de industrias se comporta como oferentes de una serie de servicios con los que se produce el turismo, es decir, ese singular producto que consiste en un plan o programa de desplazamiento circular o de ida y vuelta.
Bibliogafía
Galbraith, J. K. (2012) Historia de la economía. Ariel, Madrid
Heilbroner, R. L. (1970) Vida y doctrina de los grandes economistas. Aguilar, Madrid
Hunziker, H. y Krapf, K (2019) Fundamentos de la doctrina general del turismo. www.eumed.net
Muñoz de Escalona, F. (2010) Crítica de la obra que cimentó el paradigma convencional del turismo. Los “Grundriss” de W. Hunziker y K. K.Krapf. TURYDES, vol. 3, nº 7 (abril)