Maximiliano E. Korstanje (CV)
Introducción
Desde el importante trabajo de Jafari sobre la cientifización del turismo y las plataformas precautoria, adaptativa, apologética y científica, muchos investigadores supusieron que la producción de conocimiento se regularía por su propia cause, creando un verdadero marco científico y conceptual para ayudara a comprender el fenómeno (Hall, 2005; Cohen et al, 2005; Boyer, 1997; Tribe, 2006; Coles & Hall, 2006; Botterill, 2001). El problema de la investigación aplicada en turismo fue que desde sus inicios los investigadores intentaron una definición compulsiva (Thirkettle & Korstanje, 2013). En lugar de ahondar y consensuar un método específico, se apresuraron a definir al fenómeno desde al paradigma del producto, y por ende del negocio (Thirkettle & Korstanje, 2013; Korstanje, 2011). En tanto a tal, el turismo fue considerado una unidad de negocios cuyas investigaciones sólo apuntaron a una sola razón, dilucidar la mentalidad del cliente para generar mayor volumen de venta. Los estudios en turismo, desde ese entonces, prefirieron indagar en cuestiones vinculadas a la atractividad del destino, a la psicología del consumidor e incluso, en los últimos tiempos en la confección de una planificación central que permita detectar y eliminar aquellos aspectos disfuncionales a la industria. A estas cuestiones últimas se las ha llamado riesgos (Korstanje, 2011; Hall, 2011; Korstanje & Tarlow, 2012). A lo largo de los cuarenta años de existencia, la investigación turística ha creado teoría orientada a los efectos en lugar de ahondar en las causas. El sentido último de la racionalización instrumental fue plasmado en la necesidad de escribir manuales de “buenas prácticas”, de establecer programas de contención, siempre anclados en “lo que hay que hacer”. Desde sus claustros educativos, el turismólogo en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa fue entrenado para incorporar programas de preservación del producto. Como resultado, la teoría hoy lucha entre dos tendencias antagónica. La primera de ella y mayoritaria, surgida del Management europeo, establece y define al turismo como una “actividad productiva”. En tal contexto, el deber del investigador es identificar problemas que pueden afectar a la industria, y establecer planes de corrección. Por el contrario, una tendencia minoritaria nacida de las Ciencias sociales y los estudios postmarxistas estudian al turismo desde una perspectiva crítica (Virilio, 1996; 2007). Para estos especialistas no es importante seguir los pasos de las buenas prácticas, sino simplemente explicar el objeto de estudio (Maccannell, 2003; Krippendorf, 2009; Nogues-Pedregal, 2009).
Discusión inicial
En cierta forma, la copiosa cantidad de estudios, papers, tesis pueden agruparse en cinco escuelas principales. En primer lugar tenemos a aquellos estudios que focalizaron en el turismo como una “actividad productiva” cuyo costo primero es un choque de culturas, un proceso de miscegenación simbólica en donde nativos y turistas experimentan un cambio sustancial en sus respectivas identidades (Smith, 1989; Metrevelli & Timothy, 2010; Maccannell, 2011; 2012; Graburn, 1983). Segundo, la geografía trajo consigo un corpus conceptual que a lo largo de los años preconizó el apego del hombre al territorio por sobre las cuestiones de movilidad. El turismo sería para estos expertos un organizador del territorio (Boullon, 1985; Crang, 1997; Urry, 2001; 2007; Urry & Larsen, 2011). Existen interesantes trabajos que revelan la conexión del territorio con la economía, y las políticas públicas (Capanegra, 2006; Piglia, 2008; Salessi, 2013; Almirón, Bertoncello, Kuper y Ramírez, 2008; Villar, 2009; Wallingre, 2010)
Parte de los trabajos en geografía vinculan características socio-demográficas con hábitos de viaje, y formas de experimental el espacio (Boullon, 1985; Acerenza, 2003; Wallingre, 2010). No obstante, para mediados de los 80, algunos especialistas comenzaron a notar que el turismo contemplaba ciertas características negativas como ser costos medio-ambientales, problemas de sanidad en los destinos y/o empobrecimiento de las comunidades locales (Scheyvens, 2010; Scheyvens & Momsen, 2008; Butler, 1999; Bramwell & Lane, 1993; Ritchie & Crouch, 2003). Si el turismo era empleado como mecanismo de mejoramiento para el mejoramiento de las economías regionales, no se estaba tomando en cuenta la influencia del capital financiero en el proceso (Britton, 1982), como así tampoco el apego histórico entre la periferia y su centro (Kadt, 1979). Cabe mencionar que la teoría del desarrollo, impulsada por el paradigma “apologético del turismo” generó que muchos países subdesarrollados se endeudasen frente a las grandes organizaciones financieras como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. A pesar de la ayuda económica, los países solicitantes encontraron serios problemas para mejorar su situación inicial. Como resultado, se creó una fuerte dependencia entre los países periféricos y los centros financieros que pronto despertó una crítica acérrima por parte de los intelectuales de izquierda (Korstanje, 2011c; Esteva, 2000; Escobar, 1997; Viola, 2000). Los organismos involucrados adujeron que las fallas en los programas de turistificación y desarrollo se debieron a problemas sociales como la corrupción o las guerras civiles propias de los países “anfitriones”. Reportes como el de Emmanuel De Kadt se inscriben en la necesidad de demostrar que aquellos países con un pasado “colonialista” desarrollan patologías culturales que los llevan a fracasar cuando adoptan al turismo como principal industria. De ninguna forma los organismos crediticios como así tampoco el paradigma de la turistificación fueron cuestionados. La idea de “planificación racional” sirvió como discurso hegemónico que puso a Estados Unidos como prestador universal homogeneizando sus intereses acorde a los préstamos otorgados. De un día para otro, el mundo comprendió que para alcanzar la plenitud económica, debía “desarrollarse” y que el turismo en ese proceso era la única opción. Empero ¿cómo digerir los efectos no deseados de la teoría del desarrollo?.
Como bien sugiere Jafari, una de las funciones de la plataforma precautoria fue poner tintas en los efectos no deseados del turismo con el fin de que sean corregidos. A los investigadores les preocupaban aquellas cuestiones de la actividad que de alguna forma u otra, afectaban la sustentabilidad (que no es otra cosa que la durabilidad) del producto (Sharpley, 2000; Buckley, 1995; Bramwell, 2004; Swarbrooke, 1999). La identidad, en este sentido, sentó las bases para que las comunidades abrazaran al turismo con mayor fuerza, para que sus gobiernos celebraran empréstitos millonarios con organismos de crédito internacional (Pizam, 1978; Britton, 1982; 1991, 1996; Goodwin, 1998). La escuela de la patrimonialización tomó parte de los estudios marxistas sobre el apego a la tradición y la consciencia de sí para promover una tesis por demás original, el orgullo por la propia cultura funcionaba como un mecanismo que ayuda a revertir los efectos negativos del turismo. Una comunidad que se involucra procesos de producción no solo tiene asegurado el éxito de su proyecto, sino que además propone ideas transformándose en co-gestora de su propia economía. Esta corriente del pensamiento turístico toma ciertas nociones del marxismo, disciplinadas a sus propios intereses (Prats, 2003; 2005; Espeitx, 2004; Mantero, 2003; Pastoriza & Piglia, 2013; Ashworth & Turnbridge, 2000; Lane & Waitt, 2007; Aguirre, 2007; Bandyopadhyay. & Morais, 2005; Chaabra, 2010; Duman & Kozak, 2009; Fernández & Ramos, 2010; Koftanoglu & Timothy, 2013). Por ejemplo, hace énfasis en la tesis de la alienación para promover la idea de que la participación reduce la posibilidad de experimentar despersonalización, pero no menciona los problemas ideológicos que subyacen tras la politización del patrimonio (Korstanje, 2011c; Korstanje, 2012). Otro aspecto importante en la adopción del patrimonio es el pasado colonial. Las naciones que han sido subyugadas deben dirigir su filiación hacia su tradición creando un orgullo sostenido y compartido por “lo propio” (Bandyopadhyay. & Morais, 2005; Zeppel & Hall, 1991; Weaver, 2011). Promover, en estos términos el turismo cultural es una forma de ayudar al otro (Vitry, 2003). En la superficie de lo que parece una falsa preocupación por la otreidad, metodológicamente se pone énfasis en la visión (gaze) que el turista tiene del nativo (observado).
Claro que, las cosas no parecen ser tan fáciles, y el inicio del siglo XXI encontró a las sociedades capitalistas en medio de fuertes cambios y en un contexto de gran incertidumbre. Desde el ataque al World Trade Center, hasta el brote de SARS en Asia se combinaron una serie de eventos catastróficos que modificaron la consciencia global planetaria en lo que Jean Baudrillard llamó “el show del desastre”. El temor y el pánico se apoderaron no solo de la opinión pública sino que modificaron profundamente todos los programas de seguridad de las principales naciones del mundo. Los expertos y planificadores en turismo pronto dejaron de hablar de las bondades de la planificación racional para la organización del territorio, para volcar toda su sapiencia al estudio del riesgo (Roehl & Fesenmaier, 1992; Sacket & Botterill, 2006; Mansfeld & Pizam, 2006; Castaño 2005, Reisinger & Macondo, 2005; Korstanje, 2009, 2011; 2013; Korstanje & Olsen, 2011; Korstanje & Tarlow, 2012; Reichel, Fuchs & Uriely, 2007). Particularmente, en lugar de ensayar métodos de comprensión del estado de crisis se apeló a planes para detectar aquellas amenazas que pueden hacer colapsar al sistema turístico (Kozak, Crotts & Law, 2007; Boniface & Cooper, 2009).
La Quinta Plataforma, la instrumentalista.
El rápido panorama que hemos realizado no muestra que desde sus inicios la posición marketinera se impuso a otras, pues se priorizó la rentabilidad del destino. Desde la sustentabilidad hasta la patrimonialización, pasando por el terrorismo, las aplicaciones metodológicas han sido siempre las mismas. Encuestas abiertas o cerradas sobre muestras, mejor o peor diseñadas, llevadas a cabo con turistas en diversos espacios recreativos. Aun cuando, los investigadores intentan por todos los medios no ser etnocéntricos, adoptando la mayor cantidad de nacionalices posibles, caen en un gran error pues el rol de turista, parece universal a todas las nacionalidades. Por ende, las respuestas (en la mayoría de los casos) tienden a ser homogéneas. Los resultados de las encuestas o del panel de expertos son tabulados siguiendo exhaustivos protocolos aritméticos que construyen puentes entre las diferentes variables. Empero en lugar de explicar porque suceden los fenómenos, en la mayoría de los casos se cae en generalizaciones descriptivas de segundo grado. Por ejemplo, al aplicar un cuestionario en una muestra estadísticamente representativa, podemos inferir que las mujeres perciben mayores riesgos que los hombres. Los estudios, entonces, carentes de una posición cualitativa, concluyen que el género es una variable altamente sensible al riesgo. Eso equivale a decir que la mujer percibe mayores riesgos en su calidad de tal, mientras el hombre es más seguro de sí. Cuando dentro de esta construcción, se introducen métodos cualitativos, la realidad sale a la luz. La mujer se encuentra socializada para demostrar los sentimientos, mientras los hombres disfrazan el miedo con la ira (Korstanje, 2010). Las explicaciones o descripciones de segundo grado son funcionales a la lógica de mercado pues intenta segmentar un nicho, para introducir una necesidad y un producto.
Como resultado del avance en la “turispericia”, como bien explica Muñoz de Escalona (1992; 2004), se dio demasiada importancia a la “demanda”, es decir al turista, dejando de lado no solo el sistema todo, sino las relaciones del turismo con otros subsistemas como el político, el religioso y el económico. En lugar de profundizar en cuestiones explicativas de la conducta humana en tiempo de ocio, los turismólogos se lanzaron a construir toda una red de significación que hoy en día lamentan, cuando sienten el rechazo de las disciplinas sociales las cuales trivializan sus hallazgos (Korstanje, 2011ª; Nechar, 2007; Arias Castañeda, Nechar & Netto, 2012; Vanhove, 2012). La tendencia a la diversificación de segmentos que asegura una ganancia para todos los involucrados, también se replica en la investigación. Cada tema es etiquetado acorde al interés de nicho que puede despertar. El turismo de sol y playa hoy un producto clásico requiere de una diversificación mayor, en donde se establezcan nuevas formas de turismo que van desde el turismo dark, hasta el turismo cultural, o turismo exótico. Cada plan de acción fijado por la “plataforma instrumentalista” prepara las condiciones necesarias de segmentación para poder exhibir el espacio como un commodity (Tzanelli, 2008; Maccannell, 2011; Auge, 1995; Virilio, 2007)
La posición superficial del turismólogo se corresponde con su necesidad de proteger y legitimar un producto (el segmento de la demanda turística) de aquellas patologías o anormalidades que puedan surgir. En este sentido, se da una verdadera ingeniería de la investigación turística que se centra en estos cinco tópicos principales: cultura, patrimonio, territorio, la sustentabilidad y el riesgo. La discusión de fondo en el tema sugiere que el turismo adolece de un método conjunto, y una epistemología clara para comprender lo que pretende estudiar. Desde sus inicios el turismo, avalado y legitimado por disciplinas nacidas del mundo de los negocios, supo crear una Academia, un par de revistas especializadas en reafirmar los paradigmas principales, y la idea que a mayor cantidad de estudios en esta línea, mayor será la legitimidad del turismo como disciplina científica. Huelga decir que harto equivocados estuvieron los padres fundadores, al creer que lo que un turista puede decir sobre el calentamiento global, permite una comprensión mayor del fenómeno. En primera lugar, porque el entrevistado nunca puede romper el meta discurso narrativo de su época, y segundo porque muchas veces las personas dicen una cosa y hacen otra. En la actualidad, las revistas con mayor impacto de cita (otro indicador claro de la influencia del management) se encuentra centradas en lo que denominamos “la plataforma instrumentalista del turismo”, seguramente una quinta no observada en su momento por Jafari. Este corpus teórico, nacido principalmente en Estados Unidos, hace un corte epistemológico radical con la historia. Presupone que el turismo en tanto actividad industrial moderna nace en los albores del final de la Segunda Gran Guerra, cuando la lógica fordista se expande a otros horizontes.
Desde esa perspectiva, el turismo como fenómeno y como actividad, va más allá de ser una actividad rentada pero se cierne sobre las bases de una modernidad móvil. Es decir, que en calidad de “agentes superiores en la ética”, los ciudadanos modernos son no solo “ejemplares” por el proceso propio de la maduración de los modos productivos sino además “contemplativos” con el sufrimiento del otro. Los turistas y su omnívora curiosidad ayudan con el dinero que vierten a las comunidades pobres y reducen el conflicto entre las poblaciones locales. El turismo, sin lugar a dudas, puede ser considerado un instrumento de paz. Esta pseudo-teoría que no puede ser explicada desde la evidencia objetiva, más allá del mundo de los negocios que necesitan de estabilidad para existir, encuentra o acude a estructuras científicas preestablecidas como por ejemplo “el arbitraje por pares ciego”. Un trabajo que rechace los elementos esenciales del instrumentalismo es rechazado aduciendo falta de criterios científicos. Claro que, árbitros u editores, en este sentido se transforman en simples exegetas de la plataforma instrumentalista.
Entre las características más importantes de la plataforma instrumentalista se pueden encontrar:
Si bien existen significativos y numerosos tratados de epistemología, a raíz de no confundir al lector, discutiremos en esta sección las posiciones centrales que hacen al método científico. Esa ha sido, sin lugar a dudas, una de las fallas más representativas de Jafari cuando elaboró su tesis sobre “la scientificización”. En parte este error grave se debe a que no ha tomado en cuenta la evolución histórica de las diferentes ciencias como así tampoco su vinculación a los sistemas económicos desde donde esas disciplinas nacían.
La Epistemología de la posmodernidad
Cuando alguien habla de método científico, se imagina a una persona en un laboratorio con tubos de ensayos y fórmulas químicas. No obstante, el pensamiento científico se determina por medio de tres pilares básicos, a) la inferencia de leyes, b) la replicabilidad de la información y c) la explicación de fenómenos. Siguiendo este razonamiento, se puede agregar que el método científico busca siempre la aplicación de conocimiento acumulado que la posibilidad de poder inferir leyes de universalidad que expliquen la correlación entre variables. Acto seguido, sus fuentes o procesos deben estar debidamente documentados y una vez retomados por otro investigador debe ser fácilmente replicable en sus resultados. Por último, por medio de la observación la ciencia permite comprender y explicar la variabilidad y la conexión entre las variables que hacen al problema. Debido a ello, toda investigación científica nace de una pregunta, que su posterior desarrollo (método) intentará responder (conclusión).
Por desgracia, durante mucho tiempo, los positivistas desconociendo a las contribuciones de la Escuela de Viena, introdujeron la relatividad en la forma de evaluación de los resultados. De esta manera, lo científico no se determinaba por el método sino por la falsabilidad de sus resultados. Ello sugiere una inversión en la forma de producción de conocimiento en donde el resultado comienza a ser más importante que los pasos intermedios. Como resultado de esta confusión epistemológica, muchos científicos cayeron en una relatividad conceptual que los ha llevado a un gran estado de fragmentación colectiva. Ya la forma de investigación deja paso al surgimiento del subjetivismo metodológico, lo cual se vincula a la situación y política que facilita la consolidación de la modernidad como estilo general de vida.
En este contexto, cabe aclarar que toda ciencia reposa sobre dos formas diferentes de generar conocimiento (de responder a esas preguntas iniciales). La primera es denominada como “Estado 1” y se caracteriza por el aislamiento de aquellas variables que se estudia, generalmente en laboratorios, donde se busca aprender sobre las leyes que rigen el universo. La física, son algunas de las Ciencias que se rigen bajo un principio de observación directa. El ambiente, en este tipo de situaciones, se encuentra totalmente controlado. La situación apela a que el científico siempre experimente en tiempo presente para luego hacer inferencias a futuro.
No obstante, el “Estado 2 de la Ciencia” amerita una consideración totalmente diferente. Bajo ciertas circunstancias, el grado de replicabilidad no puede ser aislado en un espacio y tiempo determinados, y el investigador debe “reconstruir” desde el pasado las causas del problema. En este tipo de clasificación entras las llamadas “ciencias sociales” que van desde la psicología hasta la sociología etc. A medida que el capital comienza a expandirse quebrando las nociones de tiempo (meridiano) y espacio (globalización), el conocimiento comienza a ser producido por una cantidad de innumerables centros con escasa conexión entre sí. Sus resultados son dispersos hasta el punto que no existe diálogo entre las diferentes escuelas. Precisamente, las disciplinas más duras acusan a estas nuevas de no estar habilitadas para poder inferir leyes, y ese se convierte en el criterio discursivo de rechazo más visible. Dadas las reglas generales de la ciencia, es de notorio interés saber que su evolución histórica ha sido diferente a lo largo de los años. Podemos explicar nuestro modelo de las “tres fases de la Ciencia” de la siguiente forma:
Desde la antigüedad hasta el fin de la edad media, el hombre se interesó por aquellas cuestiones que hacían a la relación del hombre y su ciudad con el entorno. Su economía era puramente de subsistencia vinculada a la ganadería y la agricultura primarias. Existía un apego importante del hombre a su territorio y a su linaje ya que no existía el trabajo rentado como hoy lo conocemos, es decir la posibilidad de una persona de elegir a donde, bajo cual paga y para quien trabajar. Las disciplinas que regían la vida de los hombres eran la filosofía, la astrología, la medicina, y astronomía entre otras. A esta fase se la denomina “producción primaria del conocimiento”. Deviene, inmediatamente a la edad media tardía, una segunda fase, a la que denominaremos “producción secundaria del conocimiento” en donde las revoluciones industriales y Cromwelliana han dejado su huella.
El trabajo y la relación del hombre con su linaje comienzan a desdibujarse debido a la necesidad construida y consensuada de vender la fuerza de trabajo según las condiciones del contexto. El hombre poco a poco deja de estar sujeto a su Dios, su ciudad, su maestro para comenzar la aventura capitalista basada en la especulación, el control de resultados y el cálculo. En este proceso, nacen nuevas disciplinas (que van desde el siglo XIX hasta mediados del XX) como la psicología, la antropología, la geología, la sociología etc. Estas nuevas disciplinas están totalmente orientadas al estudio del hombre, pero simplemente no buscando cuestiones abstractas universales, sino particulares con énfasis en el trabajo industrial, la pobreza, el desarrollo etc. Las “ciencias sociales” entran en conflicto con las disciplinas ya establecidas, la sociología es repudiada por la filosofía y la psicología hace lo propio con la psiquiatría (medicina) entre otros ejemplos que se pueden mencionar. Sin lugar a dudas, lo que se comienza a observar (inevitablemente) es una fragmentación sostenida en la forma de generar e interpretar el conocimiento. Estas formas de producción científica no pueden ser estudiadas fuera de lo que representa la estandarización del aparato productivo pos-moderno. La estandarización sistémica (es decir la posibilidad de acumulamiento de datos comparados que todos los positivistas defendían) era directamente proporcional a la fabricación de productos en serie. La sociedad y el comportamiento humano comienzan a ser considerados como un todo sistémico en donde existen inputs, procesos y outputs los cuales indefinidamente se retroalimentan con otros sistemas. La interacción social es la base conceptual de las cuestiones que pretenden estudiar estas nuevas ciencias.
Sin embargo, la situación cambia radicalmente hacia fines del siglo XX, para ser más exactos para 1970 cuando los países capitalistas se dan cuenta que no pueden garantizar la producción en serie en forma sostenida. Ello se debe a las serias condiciones energéticas generadas por la guerra árabe-israelí en donde las industrias deben introducir un nuevo concepto de consumo para que el capital, nacido de la revolución industrial pueda virtualizarse. Ya no parecía ser tan importante la producción de capital para la compra de mercancía como explicaban los postulados marxianos, sino que, al contrario, la mercancía servía como condición para producir y acumular dinero en forma generalizada. La relación clásica entre productor y producción es reemplazada por mediadores simbólicos como el dinero generando un solipsismo total en las maneras de generar experiencias en cada sujeto (Harvey, 1989). Si la economía clásica daba las bases para que la comprensión del mundo fuese estable, la desestabilización de una economía individual generó un efecto de dicotomización e indisciplina epistemológica en todas las ciencias. A este estadio tercero, lo llamaremos “etapa fragmentada de conocimiento” en donde las nuevas disciplinas (la comunicación, el periodismo, el turismo, la gastronomía, el Management, la publicad etc) comienzan a ganar terreno frente a otras disciplinas pertenecientes a la segunda camada.
Debido a que dos de las mayores características de la posmodernidad han sido la fragmentación social y la subjetividad, estas nuevas formas del saber tienen una gran orientación al consumo y a lo estético. Estos nuevos valores de la sociedad, son repelidos y rechazados por las ciencias ya establecidas que nacen en la etapa segunda. La sociología y la antropología, sin ir más lejos, tildarán al turismo de una ciencia poco fundada en razones serias de estudio, acusaciones que ellas mismas ya habían recibido de sus antecesores. Para poder resumir este modelo y lograr una mejor comprensión del fenómeno para el lector, nos hemos permitido sintetizar los puntos principales que distinguen a las ciencias del tercer estadio son las siguientes:
Las nuevas ciencias pos-industriales, son, sobre todo, expresiones inacabadas que intenta explicar que es lo que corresponde hacer (plan) ante determinados problemas en lugar de reparar en que causa el problema. Están vinculadas a los efectos y no a la causas del comportamiento.
Conclusión
Desde entonces y en forma etnocéntrica, la plataforma instrumentalista ignora que otras civilizaciones han desarrollado similares prácticas de turismo, o que diferentes grupos no occidentales ensayan válvulas de escape similares a nuestras tan queridas vacaciones. Ciertamente, el turismo es una fase distintiva del Imperio que se orienta hacia el exterior.
David Riesman, en su libro The Lonely Crowd, explica que existe una estrecha relación entre el aparato productivo, la demografía y el carácter de una sociedad. Éste último se lo entiende como algo más que la personalidad, como la característica cultural y social de un grupo humano cuyos valores hacen a su identidad. En efecto Riesman explora históricamente las evoluciones y cambios de las grandes civilizaciones para determinar tres grandes predisposiciones: a) orientado a la tradición (tradition-directed), orientado hacia uno mismo (inner-directed) y orientado hacia el otro (other-directed). Cuando la sociedad se encuentra en su apogeo, se da la convergencia de una gran mortalidad junto a una gran natalidad para poder alcanzar un balance que permita la subsistencia. El tipo que prima en esta faceta es el de primer tipo, la persona se orienta hacia la tradición fundiendo su individualidad a la ciudad, al grupo, al clan o linaje. Se vive y se muere por la protección de la ciudad. Los mandatos de los padres son obedecidos a raja tabla sin cuestionamientos expresos. Cuando la sociedad logra estabilizar su sistema de producción, el confort y el bienestar reducen drásticamente la tasa de mortalidad. Los nacimientos pronto también empiezan a disminuir pues no son necesarios debido a que la sociedad ha podido estabilizar su demografía negativa. Surge el segundo tipo, conocido como orientación hacia uno mismo. El Ethos protestante-puritano de Nueva Inglaterra (EEUU) en la fase de conquista es un ejemplo de cómo funciona esta forma adaptativa. El sujeto recibe las coordenadas y las normas dentro de su hogar, y aun cuando demuestra una gran curiosidad por el exterior, jamás se despega de su unidad familiar en lo psicológico. Cuando por último, la sociedad logra un nivel de acumulación material significativo, la tasa de natalidad baja drásticamente. Ello crea una sobreoferta de bienes de consumo que llegan a todas las unidades de reproducción. Todas las familias acceden a servicios, tecnologías o bienes que antes les estaba vedado. La industria de la comunicación crea un abismo entre la persona y su familia. Esa brecha es llenada por mensajes que son ajenos a la unidad familiar, o de la ciudad y que de algún modo representan realidades disímiles. En ese momento, el ego tiende hacia un nuevo subtipo orientado hacia el exterior, hacia el otro. Riesman sugiere que el interés no solo de hechos que suceden fuera de la comunidad, sino también el apego al consumo masivo son dos indicadores claros que la sociedad está atravesando por el último de los tipos. La curiosidad por grandes eventos que han sucedido en el pasado, la nostalgia del pueblo grande, el apego por otras culturas son algunos de los aspectos que se definen cuando se adopta un tipo orientado hacia el otro. A diferencia del puritano, el hombre moderno nacido de las clases medias urbanas cultiva un gusto especial por la distinción, por aspectos culturales que le son lejanos, están conscientes de las noticias más importantes del mundo, a la vez que planifica sus vacaciones en destinos lejanos, paradisíacos. En este sentido, Riesman aclara que no solo los tres subtipos descriptos coexisten en la misma sociedad a lo largo del tiempo, sino que el orientado hacia el otro ha estado presente en diversos climas imperiales que van desde Grecia, a Roma. La necesidad de expandir las fronteras, mejorar los caminos para extender los viajes son indicadores claros del poder imperial (Riesman, 1989).
Los grupos humanos frecuentemente han tendido a crear instituciones que permitan un escape temporal a las normas y reglas de la sociedad, desde las saturnalias hasta las vacaciones modernas, lo que sin embargo caracteriza a la urbanidad moderna es la captación de señales externas, y lejanas con el fin de condicionar la propia estructura familiar. Esta suerte de escape ficcionalizado a escenarios que nada tienen que ver con uno, es una característica de la cultura moderna urbana. Riesman, como muchos otros sociólogos, reconocen sus tipos ideales se aplican tanto a civilizaciones antiguas como a la moderna Estados Unidos. Lo que define a la expansión no es la época, ni la capacidad tecnológica sino la lógica productiva y la forma de disponer y circular los bienes producidos. Por ese motivo se hace necesario refundar epistemológicamente las bases de la investigación turística apelando a la incorporación de nuevos paradigmas conceptuales.
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Recibido: 29/1/2014
Aceptado: 10/03/2014
Publicado: Junio 2014
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