COMENTARIOS SOBRE LA SATURACIÓN VISUAL:
la paradoja de la mayorÃa[1]
Maximiliano Korstanje
INTRODUCCION
Los destinos turÃsticos son producto de diversos componentes y elementos: geológicos como pueden ser un rÃo, o el mar; estructurales como lo son las empresas que operan en ellos; y humanos en los cuales se consideran los individuos que lo visitan como quienes hacen de éste su lugar de trabajo.
Durante los últimos 10 años se ha desarrollado un nuevo concepto en lo que hace al turismo sustentable y sobre todo en lo que respecta a la capacidad de carga: la saturación visual. En esta misma lÃnea, el objetivo del siguiente ensayo es indagar en las causas psicológicas y sociológicas que subyacen detrás del fenómeno. Asimismo, también es necesario demostrar cómo la saturación visual influye no sólo en el proceso cognitivo de la elección del destino turÃstico, sino en la decisión de permanecer o emigrar hacia otra plaza.
A fines de la década del 50, el antropólogo Edward Hall habÃa desarrollado una nueva teorÃa que revolucionaba el mundo de las ciencias del hombre. La tesis proxémica sustentaba la idea que el comportamiento humano estaba relacionado al espacio fÃsico y en tal sentido, la comunicación entre los sujetos se encontraba vinculada al comportamiento espacial a través de códigos “silenciosos”. A través de su método, el autor pretendÃa exponer y describir como operaban estos estereotipos dentro de la vida social. (Hall, 1958)
Nuestra tesis principal versa (entonces) sobre el hecho de que los destinos turÃsticos se saturan visualmente, y por lo tanto son los procesos cognitivos aquellos que condicionan al grupo para permanecer o irse. Más especÃficamente, la permanencia en un destino se fundamenta a través del equilibrio entre espacio y visión.
Si esta teorÃa es correcta, esto explicarÃa el motivo por el cual ciertos grupos abandonan sus lugares de vacaciones a medida que éstos se van tornando masivos; de forma inversa, los últimos en llegar adoptarÃan ese lugar como un centro de anclaje.
Existen diversos ejemplos que pueden ratificar lo expuesto pero (de todos) el más representativo es Mar del Plata. Esta plaza surgió como destino turÃstico exclusivo de ciertos grupos aristocráticos a mediados de los 50 y lo largo de su historia se ha transformado –de alguna u otra manera- en una plaza de turismo popular (Schluter, 2003) (Troncoso y Lois, 2001). A su vez, estos grupos (exclusivos) se fueron paulatinamente desplazando hacia otros destinos; mientras que los últimos (populares) se mantuvieron. ¿Qué procesos psico-sociológicos explican tal hecho?.
El enfoque que pretendemos darle al siguiente ensayo versa sobre lo que Santos ha denominado modelos espaciales. En este tipo de modelos existe consenso al señalar el turismo está en forma insoslayada relacionado con el concepto de espacio. (Leiper, 1979) (Fernandez Fuster, 1985) (Palhares, 2002) (Santos, 2007). En todo modelo turÃstico debe existir un origen de donde el viajero proviene, un destino al cual éste se dirige y una ruta de tránsito que puede ser o no recreativa. (Pearce, 2003) (Santos, 2007). Particularmente, nuestro interés principal radica en el destino y en la percepción que el visitante construye del mismo.
EL ESPACIO Y EL TIEMPO EN KANT
La primera distinción que elabora Kant sobre el conocimiento se versa sobre conocimiento puro y empÃrico. [2] El primer término se desprende de los conocimientos a priori el cual se distingue por ser independiente de la experiencia. Por ejemplo, podrÃamos estimar que en cierta temporada y para determinado hotel no encontrarÃamos ningún tipo de habitación disponible aun cuando no nos hemos percatado de ello en nuestra sensibilidad mediata.
Contrariamente, el conocimiento a posteriori o como también lo denomina Kant empÃrico, se basa en un conocimiento atado a la experiencia. Siguiendo el mismo ejemplo, sabemos que aquel hotel no tiene disponibilidad desde el momento en que hemos realizado una llamada telefónica y confirmado nuestras sospechas. (Kant, 2004:37)
El espacio y el tiempo son considerados por el autor como una interpretación o intuición a priori. Kant hace una distinción que es conveniente aclarar, el espacio es externo al sujeto por tanto debe ser intuido a priori. Por el contrario, la representación del tiempo es interna al sujeto y por tal es condición inmediata de los fenómenos internos y por eso también condición inmediata de los objetos externos. [3] El tiempo adquiere sentido sólo dentro del sujeto; asÃ, una vez salido de él no significa nada. Su validez filosófica es con acuerdo a los fenómenos.
Según las tres analogÃas de la percepción kantiana existe una sustancia que es plausible de permanencia, sucesión y simultaneidad. A esta tesis se la conoce como las tres analogÃas de la percepción la cual será explicada en detalle a continuación.
La analogÃa de la permanencia de la sustancia consiste en considerar a todos los fenómenos en el tiempo. Pero, éste último como tal no puede ser percibido. Por consiguiente, la percepción del tiempo se halla dentro del objeto (sustancia). Esto explica que todo cambio es percibido en aprehensión. Lo único que permanece (sin variación) en el objeto es su sustancia. AsÃ, todo cambio es solamente alteración (no existe la variación en esta analogÃa): nacer o morir.
La segunda analogÃa, la de sucesión se
comprende la variación de los fenómenos según la percepción. Dice Kant, “yo
percibo que se suceden fenómenos unos a otros, es decir que un estado de cosas
es en un tiempo y que su contrario era en un estado anterior. Propiamente pues
enlazó dos percepciones en el tiempo” (Kant, 2004:160). El autor, introduce aquà a la imaginación
como el enlace entre la percepción y el tiempo; y de esa forma explica los
motivos por los cuales el deseo puede ir mermando o aumentando acorde más cerca
se está de la fecha programada para el viaje. Si a 2 dÃas de Navidad me pregunto
¿tengo ganas de viajar?, la intensidad de ese deseo haya variado en comparación
con la misma pregunta 40 dÃas antes de esa fecha. En este sentido, el tiempo
contiene la imaginación. La tercer y última analogÃa, hace referencia al
principio de simultaneidad. En sÃ, Kant lo explica de la siguiente manera
“simultaneas son las cosas cuando, en la intuición empÃrica, la percepción de
la una puede seguir a la percepción de la otra y viceversa … asà puedo colocar
mi percepción primero en la Luna y luego en la Tierra o, también al revés
primero en la Tierra y luego en la Luna; y digo que esos objetos existen
simultáneamente, porque sus percepciones pueden seguirse la una a la otra y
recÃprocamente la una a la otra”. (Kant, 2004:172-173) Ejemplos de simultaneidad se encuentran por
doquier, pero en el caso de la industria turÃstica su atractivo principal
es un fiel reflejo de esta analogÃa. El mismo es percibido como un todo, pero
está compuesto por partes tales como: una montaña nevada, un cerro, un hotel, el
cielo, la tierra, un rÃo, la vegetación, otros turistas etc. Mi percepción puede
ir indistintamente dirigida al cerro y al rÃo (en simultáneo). Lo múltiple (el
atractivo) se percibe al mismo tiempo. Si por algún motivo, sólo viéramos partes
aisladas de ese escenario observarÃamos el objeto en sà mas no dirÃamos esto es
un atractivo turÃstico, sino sólo esto es un rÃo. La simultaneidad es la
que da continuidad a la percepción (entendimiento).
[4] Un conjunto de bosques, rÃos, cascadas y cerros
que son pero por obra del hombre pueden no ser (permanencia), en un
momento no estuvieron ahà para ser observados, fueron indudablemente producto de
procesos geológicos más extensos (sucesión), sin embargo recién después
de miles de años todos juntos forman a la vista, de quienes están allà para
admirarlo, un paisaje turÃstico (simultaneidad).
[5]
Kant estaba interesado por
proveer una teorÃa racionalista y cientÃfica sobre la belleza que se ubicara en
las antÃpodas de las ideas estéticas de la época; y para ello se ocupa
primordialmente del espacio y del tiempo. Hecha una breve introducción de los
postulados básicos de la escuela crÃtica kantiana, nos proponemos en el
siguiente apartado describir cuales fueron los aportes del autor al estudio
filosófico de la belleza. Por lo general, la noción de
belleza y paisaje nos parece que han estado emparentados desde antaño. Sin
embargo, esa relación (entre ambos) ha surgido no hace mucho tiempo atrás. Más
precisamente, el vÃnculo entre las nociones de belleza y paisaje surgen
entre los siglos XVII y XVIII (respectivamente) durante lo que en Alemania y
Francia se conocieron como la etapa de la filosofÃa estética. (Zuluaga,
2006) (Tonelli, 2002). Particularmente en Alemania, es
de notar que esta escuela encuentra una resistencia considerable; en principio
debido a que sus postulados se ubican directamente enfrentados con los de la
filosofÃa erudita. Pero también se debÃa a que la filosofÃa estética consideraba
que la belleza estaba disociada de las capacidades cognoscitivas de los
individuos; en consecuencia era el alma aquella que daba origen a tal
sentimiento. Para Kant, la belleza simplemente debe ser entendida como el
equilibrio de los sentidos.
LA CONSTRUCCION DE LA BELLEZA EN LA ESCUELA CRITICA
El siguiente apartado está escrito en base a los aportes que el genio kantiano dejara plasmado en Lo bello y lo Sublime. A diferencia del resto de los trabajos del autor, la obra mencionada ha sido escrita en un lenguaje simple y ameno por lo que no hemos encontrado grandes dificultades en su lectura y posterior interpretación.
La sensibilidad (en Kant) adquiere un carácter subjetivo; cada uno tiene su propia percepción y sensación del mundo circundante. El autor parece (decididamente) interesado en profundizar las nociones de belleza y sublimidad. Para el primer caso, ésta sólo se produce cuando nos encontramos en frente de un objeto que nos causa alegrÃa mientras que en el segundo también se encuentra la alegrÃa pero entremezclada con un sentimiento de terror también. “La emoción es en ambos agradable, pero en muy diferente modo” (Kant, 2007:10), dice Kant. Surgen entonces, dos sentimientos bien diferenciados en el estudio kantiano: lo bello y lo sublime.
Por otro lado, existen grados de
lo sublime acorde a la conmoción que causa el sentimiento en nosotros: a) lo
sublime terrorÃfico, b) lo noble y, c) lo magnÃfico. Los grandes desiertos o
paisajes desolados son (a menudo) causa de leyendas terrorÃficas, nos apabullan,
nos da terror pensar quedarnos solos y aislados en esos parajes. En parte, lo
bello puede ser pequeño mientras que lo sublime encierra cierta magnificencia.
En uno de sus pasajes, Kant
señala “lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también
pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado. Una
gran altura es tan sublime como una profundidad; pero a esta acompaña una
sensación de estremecimiento y a aquella una de asombro; la primera sensación es
sublime terrorÃfica, y la segunda noble. La vista de las pirámides egipcias
impresiona, según Halmquist refiere, mucho más de lo que por cualquier
descripción podemos representarnos; pero su arquitectura es sencilla y noble”.
(Kant, 2007:11) En el proceso de su obra, Kant
establece un vÃnculo entre la belleza y los temperamentos
(personalidades) humanos, conservando aspectos inherentes a su filosofÃa moral
pero mezclados a preceptos y silogismos estéticos. Obviamente, el autor está
interesando en algo más que el atractivo turÃstico. Su amplitud de conceptos se
orienta a la construcción de una teorÃa universal sobre la belleza, la
magnificencia y su vÃnculo en las relaciones humanas; de ahà que Kant no se
contente exclusivamente con un análisis exhaustivo pero focalizado sino que
infiera cierta amplitud y aplicabilidad general en su teorÃa. Sobre eso, basamos
nuestra crÃtica a la obra de Kant aun cuando nos aporta elementos teóricos que
son de suma utilidad para la construcción de nuestro objeto de estudio.
La naturaleza inherente a la belleza y a la sublimidad, están presentes no sólo en los espacios geográficos, sino también en varios campos de nuestra vida social; y a su vez ambas generan atracción, admiración y respeto. Se suscita aquà una relación interesante con respecto a la belleza; ésta es encuentra presente en todos los individuos en forma universal. Cada uno dentro de sÃ, tiene claro que le parece bello y que no. No obstante, existe otro sentimiento en el cual Kant repara, que es lo sublime. Este último encierra, una lógica de magnificencia que puede despertar en los hombres tanto alegrÃas como terrores. Entonces, es posible comprender que la realidad de la belleza es puramente situacional y se pueda pasar de la alegrÃa al terror por medio del estÃmulo de ciertos factores exógenos.
Siguiendo esta tesis, no nos es tan extraño imaginar que el paisaje como recurso turÃstico, o por lo menos de atracción, en cierta manera pueda ejercer interés y rechazo en forma simultánea o sucesiva. Interés, por cuanto despierta un sentimiento de agrado y alegrÃa unido a su belleza y resplandor; rechazo debido a la magnificencia y el terror que despierta en nosotros vernos tan desamparados ante él. Es, precisamente, sobre esta última idea que vamos a desarrollar nuestro presente ensayo.
LAS RELACIONES ENTRE SUJETO Y DESTINO TURISTICO
Es posible como afirman varios
estudiosos del marketing y el turismo que existan elementos exógenos
(disuasivos) en la psicologÃa del consumo, tales como la confiabilidad, la
seguridad, y la empatÃa del destino a visitar o también se cree que la
satisfacción del cliente estimula (por sà sólo) el deseo de permanencia y
retorno (Parasuraman, Zeithaml y Berry, 1988) (Carman, 1990) (Fornell, 1992)
(Kotler, Haider y Rhein, 1994), (Moraes, 2007) Sin embargo, todos estos
elementos adquieren una función secundaria ya que -si bien tienen cierta
influencia en el proceso de percepción- no lo fundamenta o por lo menos sus
defensores no han podido demostrar que lo fundamente. En este sentido, Spreng y
Mackoy señalaron que la calidad percibida no está vinculada a la falta de
expectativas sino que está relacionada con el proceso de sentimientos interno
del consumidor. (Spreng y Mackoy, 1996) Parte del supuesto que la
satisfacción genera repetición, viene de ciertos aportes erróneos de las
ciencias sociales sobre todo de la economÃa y la psicologÃa. En principio la
escuela utilitarista que presupone que el individuo tiene la necesidad
compulsiva de buscar para sà el mejor resultado (Smith, 2001) (Bentham, 2005).
La segunda confusión versa sobre el hecho de considerar al sujeto como una presa
hidráulica en donde los deseos y motivaciones van acumulándose hasta ser
satisfechos para luego retornar al estado inicial de insatisfacción (Nisbett y
Kanousse, 1969). La noción de sensación y
selección ha generado un sinnúmero de interrogantes en la investigación de la
percepción. La teorÃa de los umbrales apunta a que existe un piso mÃnimo por el
cual ser percibe y es el individuo aquel que tiene la capacidad de realizar los
ajustes necesarios para que ese umbral sea percibido. Sin embargo, no supone que
por medio de la experiencia el sujeto repita la sensación (Celma y DuBois,
1999). En este punto los autores
señalan “el fenómeno de adaptación sensorial demuestra que la sensación no
actúa de manera mecánica sobre un organismo pasivo, todo lo contrario, el
individuo participa directamente en aquello que él siente. Esta intervención no
se limita a un ajuste sino que se acompaña de una severa selección efectuada de
los estÃmulos propuestos. La sensación por lo tanto deriva de la atención”.
(Celma y Du Bois, 1999:51) En esta lÃnea de pensamiento,
podemos mencionar un interesante estudio sobre la percepción de calidad en una
lÃnea de bandera en la Isla de Chipre el cual demostró que los factores visuales
que los investigadores denominaron “tangibles” tenÃan una mayor correlación o
influencia (9.87) en la percepción del viajero con respecto otros factores como
personal y empatÃa entre otros. (Hussain y Ekiz, 2007). En España, Marzo y otros
corroboraron los hallazgos de los autores anteriores. En un estudio llevado a
cabo en hoteles y restaurantes, los investigadores no dudaron en señalar “se
observa que el rendimiento percibido en lo tangible muestra relaciones directas
más fuertes con la satisfacción que el rendimiento percibido en lo intangible.
En todo caso, lo que parece desprenderse de estos estudios realizados es que el
constructo clave para predecir la satisfacción de los clientes en los servicios
estudiados es el rendimiento percibido en lo tangible”. (Marzo y otros,
2002:769) Los resultados fueron validados
por otros colegas en la República Argentina quienes también confirmaron que la
mayor correlación entre la percepción de calidad y el servicio está vinculada a
los “aspectos tangibles”. Según la escala SERVQUAL (service quality) adaptada
para empresas turÃsticas, los tópicos relacionados a la tangibilidad son
uniformes y apariencia del personal de la empresa, comida y bebida abordo,
confort y distancia entre los asientos, calefacción o refrigeración e Higiene en
los baños (Tamagni, Lombardo y Gazzera, 2000) (Gazerra y Lombardo, 2007)
Lo expuesto hasta aquÃ,
demuestra que la formación perceptiva está ampliamente ligada a la sensación de
satisfacción que tiene el cliente antes, durante y después de consumir un
servicio. Sin embargo, todos los investigadores que han aplicado el modelo de
Pasuraman, Zeithaml y Berry, concluyen en los diversos problemas que encuentran
a la hora de poder establecer una teorÃa general aplicable a empresas de varios
rubros del turismo. Los crÃticos del modelo SERVQUAL aducen problemas de tipo
metodológico- conceptuales como la causa principal de las limitaciones que este
modelo no puede resolver. En este sentido, el modelo SERVPERF (service /
performance) elimina el problema de la expectativa antes del consumo ya que
analiza la satisfacción del cliente o turista una vez concluido el servicio.
(Cronin y Taylor, 1992) En parte los aportes tanto de
los estudiosos del marketing con su modelo Service quality y service perfomance
son notables y útiles a nuestro tema. Al margen de ciertos particularismos y
discusiones metodológicas que pueden ser o no criticables, la raÃz del problema
radica en comprender los factores visuales son altamente significativos para la
percepción intra-psÃquica y por ende a su posterior simbolización de la imagen
que genera el destino turÃstico. Quizás parte de la perspectiva que este tipo de
estudios no ha podido recrear apunta a descuidar la influencia que el medio
social tiene sobre la opinión individual. Sobre este asunto, intentaremos en las
secciones siguientes hacer nuestro humilde aporte.
CONTAMINACIÓN VISUAL
El desarrollo desmedido de los
diversos centros turÃsticos ha despertado preocupación en los claustros
académicos. El optimismo casi mitológico (derivado de la escuela austriaca) que
propugnaba por las bondades del turismo ha quedado atrás. (Escalona, 2004).
En la actualidad se habla de
turismo sustentable como aquel que puede equilibrar las ventajas económicas que
presupone la actividad con los requisitos de capacidad de carga acordes al
paisaje o atractivo. Se asume, de esta forma, que si el turismo puede adaptarse
a las necesidades locales entonces éste se transforma en una herramienta eficaz
para el cuidado del medio ambiente y la inserción social. (Boullon, 1985)
(Swarbrooke, 2000) (Capacci, 2003) (Zuluaga, 2006) (Sampaio y otros, 2007) El ya celebre antropólogo
francés Claude Lévi-Strauss sostuvo que el individuo tiene una tendencia a
concebir el mundo que lo rodea como una estructura ordenada. Sin embargo, este
“mundo” en nada parece ser tan ordenado como lo concibe la mente subjetiva. Esto
supone que existe dentro de nosotros un conjunto de estructuras sensoriales
construidas previamente. Una especie de programa tal como aquel que tienen los
ordenadores personales en la actualidad. Esta figura que el autor denomina “bricoleur”
o artesano, tiene la función de reciclar los desperdicios o los residuos
visuales y cognitivos y articularlos en forma de un todo ordenado. La unidad de
pensamiento humana es en este sentido artificial (Lévi-Strauss, 2003) (Leach,
1965). En efecto, las estructuras
cognitivas son producto de la historia y del devenir de la experiencia del
sujeto. Asà como existen experiencias individuales también las hay sociales. En
ese sentido, las estructuras (combinadas o no) tienen una tendencia a la
diferenciación pero también a asimilarse entre sÃ. El punto interesante que
aporta Claude Lévi-Strauss, es que si partimos de la base de que la percepción
es socialmente subjetiva, también podremos afirmar igual relación para lo que se
considera la contaminación visual. Por lo tanto, el sentido o significación
estructural que une esas partes del bricolage, se encuentran unidas al lenguaje.
La contaminación visual, es
decir, aquello que molesta nuestra percepción –que puede ser una fábrica, un
edificio demasiado alto, cualquier otra construcción arquitectónica o
aglomeración excesiva de personas- nos obliga hacia un repliegue sobre sÃ
mismos. Optamos, en estas circunstancias, a emprender el regreso o directamente
a fugarnos hacia otros espacios. En la literatura que ha tratado el tema de la
contaminación visual existe una clara tendencia negativa hacia ella. Obviamente,
en este contexto uno deberÃa preguntarse internamente, que ha llevado o -mejor
dicho -cuales han sido los factores que coadyuvaron para que se produjese la
concentración (humana-arquitectónica). El mismo principio de atracción
del propio espacio o destino, genera una especie de saturación sensorial; para
tal caso parece que estamos en presencia de lo que se conoce como una paradoja;
es decir una definición de supuestos verdaderos que encierra una contradicción
lógica. Precisamente de este problema nos ocuparemos en el siguiente apartado y
al cual nos hemos esmerado en llamar la paradoja de la mayorÃa.
LA PARADOJA DE LA MAYORIA (una aproximación final)
Mary Douglas se encuentra muy
interesada en desarrollar el modelo de Olson en referencia al bien público.
Siguiendo a este autor, Douglas asume que la acción colectiva pública está (en
cierta forma) condicionada por la cantidad de individuos que forman parte del
grupo. AsÃ, el autor sostiene que el cálculo racional individual instará a
disuadir al individuo de participar en la acción en la medida en que éste
perciba que otros pueden aportar igual resultado. El ejemplo más claro al
respecto, lo encierra la conocida frase “que trabaje rita” (Olson, 1965)
(Douglas, 1986:43). Si bien la teorÃa olsoniana del
grupo latente, fue muy criticada por no tener en cuenta precisamente que
los costos y beneficios pueden explicar los sentidos de pertenencia (Douglas,
1986:64), el punto central de su idea nos resulta interesante: lo que el
individuo intuye que percibe la mayorÃa condiciona sus propias prácticas
sociales (laborales). La posibilidad de fugarse o
mantenerse en un lugar está (inconcientemente) más vinculada a la comodidad
propia que a los beneficios esperados. Tal como demostrara Halbwachs, el
individuo tiene una tendencia a la auto preservación y al mantenimiento de las
normas dadas más que a la ganancia en sà misma (Halbwachs, 1952). Su propio
maestro Emile Durkheim, también habÃa probado que los asensos repentinos (en la
posición social) son generadores de angustia o frustración y que
consecuentemente conducen el suicidio anómico al igual que los descensos
(Durkheim, 2004). A mediados del 50, el psicólogo
Salomón Ash llevó a cabo un experimento muy particular. A los voluntarios se les
mostraban tres lÃneas y cada uno debÃa señalar cual de ellas le parecÃa más
larga; la tarea resultaba sencilla y los sujetos no demostraban grandes
limitaciones para acertar en la lÃnea correcta. No obstante, en una segunda
fase, el investigador y algunos voluntarios (en complicidad con Asch) empezaban
a señalar como más larga la lÃnea incorrecta. Este hecho no permanecÃa ignorado
por aquellos voluntarios que no estaban al tanto del objetivo real que seguÃa el
experimento, y por lo tanto señalaban a la primera lÃnea como la más larga;
opción que obviamente era incorrecta e inducida por una mayorÃa. (Asch, 1951) Después de muchos años en
investigación con encuestas electorales, Elisabeth Noelle- Neumann nos explica
que los individuos poseen una habilidad para detectar cual es el pensamiento de
la mayorÃa (colectivo) y sacrificar o decidir no expresar sus propias ideas con
el fin de no ser excluido por medio de la sanción social. (Noelle-Neumann,
1995). “Identificar una clase de
objetos significa polarizar y excluir. El punto en común que surge de
los hallazgos en estos investigadores es que como individuos producimos un todo
ordenado del entorno que nos rodea. El mundo lejos de ser un conjunto articulado
de imágenes visuales coherentes, se torna un puñado de piezas desordenadas y
fragmentadas; es nuestra estructura cognitiva aquella que le asigna
entendimiento a ese caos. Existe cierto consenso en la
comunidad cientÃfica en cuanto a las causas de la temporalidad en los destinos
turÃsticos; sobre todo aquellos destinados a sol y playa.
Particularmente, este tipo de destinos posee una demanda irregular cuya
variación y temporalidad resultan notables. Existen diversos factores (micro y
macro) que explican los motivos que subyacen tras esta temporalidad como a)
climatologÃa, b) decisiones individuales, c) aspectos culturales, d) tradición o
apego a las costumbres y e) disponibilidad laboral entre otras (Butler, 1994)
(Baum y Hagen, 1999) (Bonilla y Bonilla, 2007). ¿Empero que puede decirse sobre
las decisiones individuales?, ¿cuáles son los motivos que llevan a que se use
masivamente este tipo de destinos?; y por último ¿por qué también se abandonan
masivamente?. En otras palabras, los flujos de
sol y playa muestran una gran estacionalidad; en temporadas de verano se
desplazan masivamente hacia estos destinos para luego regresar en invierno y
otoño. Aquà surgen dos cuestiones que son interesantes de poder analizar
separadamente. Nada indica que necesariamente la temporalidad marque el destino,
ya que un segmento de sol y playa puede complementarse en temporada de invierno
con otra alternativa como ser (por ejemplo) “museos” o “gastronomÃa” y por ende
mantenerse con ocupación homogénea todo el año. La decisión de no viajar en
invierno a una playa está compartida con un mundo social que valida esa
decisión, y en tal caso la legitima. En segundo lugar, la temporalidad indica
una diferencia o brecha de ocupación entre temporadas, de lo cual se desprende
la influencia que el mundo cultura o social tiene sobre las decisiones
individuales.
En otras palabras, la decisión de permanecer en el destino visitado está sujeta a muchas variables como ser ingreso, costos, tiempo y obligaciones sociales entre otros, pero también existe un factor que pocos investigadores se han preocupado por estudiar por su complejidad: el efecto y la experiencia visual.
La prosaica narrativa de Carlos
Castrogiovanni no está errada al señalar el espacio turÃstico como la conjunción
o un sus propias palabras “reintroducción” de la comunicación aplicada al
espacio y al conocimiento. En otras palabras, el autor sostiene que el espacio
turÃstico es más que espacio geográfico; “para la comprensión del espacio
turÃstico –en cuanto fenómeno complejo- se aplica el principio dialógico pues es
la consecuencia de la propia organización social. Esto significa que ese
principio está repleto de acciones contradictorias (orden/desorden), algunas
legitimadas por el poder de la comunicación que informa o desinforma conforme se
manifiesta la relación objetiva-subjetiva entre comunicación y dominación”
(Castrogiovanni, 2007:16). El autor, no se equivoca cuando
afirma que la comunicación permite la construcción social del espacio simbólico
(lugar) y en este punto ofrece una interesante teorÃa sobre la comunicación como
institución reguladora del orden y el caos. No obstante, su teorÃa posee una
limitación que consideramos importante mencionar. EspecÃficamente, considerar a
la comunicación como el aspecto creador de los lugares llevarÃa
(innecesariamente) a suponer un sentido auto-poético o dicho en otros términos
de auto-referencia, que implica un carácter cerrado del sistema social. Si esto
fuera asà de fácil, no surgirÃan nuevos centros turÃsticos ya que la
auto-referencia colocarÃa ciertas barreras de entrada a los nuevos actores.
No es extraño observar que en
ocasiones, ciertos grupos selectos comienzan a desplazarse hacia otros destinos
cuando perciben el ingreso de nuevos actores en su entorno. Particularmente,
existe cierta inflexión y falta de permeabilidad en la teorÃa de Castrogiovanni,
ya que ésta parece explicar sólo parte del problema. De todos modos, mediante
nuevos aportes creemos que puede ser mejorada. Aquà surge, lo que consideramos
correcto mencionar como la paradoja de la mayorÃa, la cual se explica por
medio del efecto visual de saturación. Particularmente, los individuos se
sienten atraÃdos a ciertos destinos turÃsticos los cuales en primer lugar poseen
infraestructuras similares a las que se encuentran en sus sociedades de origen;
en segundo lugar, se buscan destinos en donde exista una cohorte de turistas
previamente establecidos. Sin embargo, llega un momento en que el grupo de
turistas comienza a ampliarse hasta un punto de inflexión en donde el sujeto se
encuentra visualmente saturado. Ante esta nueva situación invasiva, el turista
opta por abandonar el destino donde se establecÃa originalmente. La paradoja, precisamente,
radica en que necesitamos de las mayorÃas para sentirnos seguros (belleza) pero
bajo distintas circunstancias y en ciertos momentos elegimos prescindir de
ellas. Por el contrario, sin esas mayorÃas estarÃamos presentes ante un
espectáculo de gran belleza pero que nos despertarÃa gran temor e inseguridad
(sublimidad). Si bien existen casos de personas que buscan la soledad
absoluta para poder disfrutar, obviamente, que estamos hablando de casos
contados. En esta misma lÃnea de
pensamiento podemos afirmar que la belleza de una playa o un paisaje y por ende
la decisión de seguir contemplándolos obedece (precisamente) a que ciertas
cuestiones que pueden alterar nuestro equilibrio psÃquico no se observan. En un
destino turÃstico con escaso público, es muy posible que los defectos (visuales)
que hacen a su funcionamiento (perceptivo) sean más evidentes. En este sentido, abandonamos una
playa semidesértica (por más bella que está resulte) cuando nos damos cuenta que
el sol nos lastima la piel; mientras que aún con temperaturas extremadamente
elevadas nos quedamos cuando observamos que mucha gente permanece en el lugar
(aunque esto derive en quemaduras que requieran atención médica al dÃa
siguiente). La dimensión que adquieren esto hechos en el sujeto depende en gran
medida de su contexto ambiental. Ahora bien, en realidad la
paradoja de la mayorÃa (como se ha expuesto) no implica que los turistas se
aglomeren buscando seguridad en un sentido estricto (aunque esto también suceda)
sino que esa solidaridad permite ocultar aquellos elementos visuales que atentan
contra el mundo creado y consecuentemente afectan nuestro sentimiento de
seguridad. En resumidas cuentas, los
defectos de un centro turÃstico (espacio) y las contradicciones
(fragmentaciones) visuales son más evidentes en nuestra percepción en forma
inversamente proporcional a la cantidad de personas en él. Ora, a cuantas menos
personas se encuentren en el destino visitado, mayor será la probabilidad de
emprender la fuga. Esta idea, lisa y llanamente, desafÃa a toda una corriente de
pensamiento que sostiene que los visitantes abandonan el destino turÃstico
debido (inexorablemente) a la contaminación visual.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
- (2004). CrÃtica de la Razón Pura. Buenos Aires: Ediciones Libertador.
- (2007). Lo Bello y Lo Sublime: metafÃsica de las costumbres. Buenos Aires: Ediciones Libertador.
2004. “PolÃticas turÃsticas y Peronismo: Los atractivos turÃsticos promocionados en visión de Argentina (1950). Pasos: revista de turismo y patrimonio cultural. Vol 2. (2):281-294.
[1] Maximiliano Korstanje es Licenciado en Turismo por la Universidad de Morón (Argentina). Ha cursado estudios de postgrado en FilosofÃa y SociologÃa en la PontificÃa Universidad Católica Argentina. Es candidato a Doctor en PsicologÃa Social por la Universidad John F. Kennedy. Se ha desempeñado como asesor de Ceo en la firma Hertz Argentina, galardonada con el premio bitácora a la mejor rentadora de autos (2006). Es idoneo en turismo por la Secretaria de Turismo de la Nación. En la actualidad se desempeña como profesor de la materia Comportamiento de la Clientela turÃstica, de la Escuela Internacional en Administración hotelera y turÃstica VATEL. Executive MBA in International Hotel Management. Ha publicado diversos artÃculos en revistas especializadas en turismo y ciencias sociales en Argentina, Chile, España, Portugal, Brasil, México, Estados Unidos, Colombia, Venezuela y Guatemala.
[2] “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experienciaÂ… mas si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origÃnase todo él en la experiencia”. (Kant, 2004:33)
[3] “Si puedo decir a priori: todos los fenómenos externos están determinados en el espacio y según las relaciones del espacio a priori , puedo decir, por el principio del sentido externo con toda generalidad: todos los fenómenos en general , es decir, todos los objetos de los sentidos son en el tiempo y están necesariamente en relaciones de tiempo” (Kant, 2004:58)
[4] Kant es muy claro al respecto cuando señala “admitid empero que, en una multiplicidad de sustancias, como fenómenos, estuviera cada una de ellas totalmente aislada, es decir, que ninguna tuviera acción sobre las otras, ni recibiera recÃprocamente influjo de éstas; yo digo entonces que la simultaneidad de esas substancias no serÃa objeto de percepción posible y que la existencia de una de ellas no podrÃa conducir a la existencia de las otras por ningún camino de la sÃntesis empÃrica”. (Kant, 2004:174)
[5] Se debe distinguir el pensamiento kantiano del idealismo inglés o pragmatismo. A diferencia de este que cuestionaba la realidad y validez de los objetos externos fuera de la imaginación. En Kant, El orden externo legitima el interno. “El idealismos admitÃa que la única experiencia inmediata es la interna y, por tanto, que las cosas exteriores son sólo inferidas, pero de un modo incierto, como siempre que de efectos dados se concluye a causas determinadas, porque las causa de las representaciones puede estar también en nosotros mismos, quienes, acaso falsamente, las atribuimos a cosas exteriores. Pero aquà se demuestra que la experiencia externa es propiamente inmediata, que sólo por medio de ella es posible no ciertamente la conciencia de nuestra propia existencia, pero sà la determinación de la misma en el tiempo, es decir la experiencia interna (pp.184-185) Â… lo único que aquà tenÃamos que demostrar es que la experiencia interna en general no es posible más que mediante la experiencia externa en general”. (Kant, 2004:186)
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