Anna María Fernández Poncela*
fpam1721@correo.xoc.uam.mx
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA, MEXICO
RESUMEN
Este trabajo presenta una revisión y reflexión general sobre la importancia de las palabras, la toma de palabra, los actos de habla y el discurso, de manera específica en las relaciones inter genéricas. ¿Cómo usan el lenguaje y la palabra, y cómo se comunican hombres y mujeres? Se aborda de forma particular el tema de los chistes que cuentan hombres y mujeres sobre el otro sexo y la comunicación entre ellos y ellas a través del habla.
En un primer momento se realiza un bosquejo de la importancia de las palabras, el uso del lenguaje y la toma de palabra, los actos del habla y el discurso. En segundo lugar, se presenta un acercamiento a ¿cómo hablan hombres y mujeres? Y ¿cómo usan el lenguaje? Finalmente, un tercer apartado aborda los chistes inter genéricos que emplean mujeres y hombres con objeto de generalmente calificar, o sería mejor decir, descalificar al otro sexo, con relación a la comunicación a través del lenguaje y el habla, además del insulto.
Palabras clave: habla-palabra-comunicación-chiste-insulto-género.
ABSTRACT
THE SPEECH AND THE JOKE FROM THE GENDER
This paper is a review and general reflection on the importance of words, word making, speech act and speech, specifically in the generic inter relationships. How they use the language and the word, and how men and women communicate? Addresses in particular the subject of jokes that have men and women about the opposite sex and the communication among them through speech.
At first is a sketch of the importance of words, the use of language and word making acts of speech and speech. Secondly, presents an approach to how to talk men and women? And how do they use language? Finally, a third section deals with generic inter jokes that employ women and men in order to generally qualify, or better say, disqualify the other sex, in relation to communication through language and speech, as well as insult.
KEY WORDS: speak-word-communication-joke-insult-gender.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
María Fernández Poncela (2018): “El habla y el chiste desde el género
”, Revista Académica de Investigación, TLATEMOANI (diciembre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/tlatemoani/29/elhabla-chiste-genero.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/tlatemoani29elhabla-chiste-genero
1.LA IMPORTANCIA DE LAS PALABRAS, ACTOS DE HABLA, DISCURSO Y TOMA DE PALABRA
“Todo acto de palabra y, más generalmente, toda acción, es una coyuntura, un encuentro de series causales independientes: por un lado, las disposiciones, socialmente modeladas, del habitus lingüístico, que implican una cierta propensión a hablar y decir determinadas cosas (interés expresivo) y una cierta capacidad de hablar definida a la vez como capacidad lingüística de infinita creación de discursos” (Bourdieu, 2001:12).
Para empezar, afirmar la importancia de la palabra: lo que se dice, el habla y la palabra, son importantes, no solo comunican, sino que reflejan e incluso crean el mundo social, las subjetividades personales, el inconsciente colectivo, y la estructura social, y viceversa. Las palabras habladas o escritas tienen poder y fuerza, expresan y vibran: ¿Quién no recuerda la oración de un libro que lo conmovió en su adolescencia? ¿Han podido olvidar la frase reiterada y enfática, un mandato de su madre en la infancia? ¿No les surge a veces unas líneas de una canción en su mente sin saber de dónde salieron? Las palabras, ligamento expresivo y consustancial al pensamiento y emoción, pueden alabar o maldecir, crear paraísos o construir infiernos, dar calidez a la relación interpersonal o destruirla.
Hoy vivimos en una sociedad donde se habla mucho en general, existe un lenguaje en ocasiones francamente violento y la no escucha parece ser parte de nuestra cotidianeidad. El insulto surge fácil, el parlotear parece una necesidad y, tal vez debido a la dispersión tecnológica o quizás mental, la gente no parece escuchar -problemas auditivos en ocasiones y falta de atención generalizada-.
Por lo que aquí, y entre otras cosas, vamos a intentar escuchar lo que decimos, nos decimos, cómo lo decimos y para qué, con la intención de comprendernos más y comprender más nuestra sociedad (Morin, 1999), resignificar la expresión, las palabras y dilucidar su intención (Butler, 2004). ¿Qué decimos? ¿A quién se lo decimos? ¿Para qué lo decimos? ¿Qué queremos decir? ¿Qué nos dicen? ¿Quién nos lo dice? ¿Para qué nos lo dicen? ¿Qué quieren decirnos? ¿Qué oímos? ¿Para qué necesitamos oírlo? ¿Qué aprender?
Para continuar y ligado a la reflexión anterior, varios autores se han preguntado sobre “Cómo estamos usando el lenguaje” y “Qué estamos haciendo al decir algo” (Austin, 1955:78). John Austin habla de cómo hacer cosas con las palabras y los actos del habla. Apunta que el acto locutario es decir algo simplemente. El acto ilocucionario es decir haciendo algo, esto es, llevar a cabo algo al decir algo como una cosa diferente de realizar el acto de decir algo, ejemplos de ello son el preguntar, responder, advertir, ordenar. En tercer lugar, el acto perlocutario incluye consecuencias, esto es “Tiene que lograrse un efecto sobre el auditorio para que el acto ilocutario se lleve a cabo” (Austin, 1955:76); un ejemplo es una orden obedecida, el convencer o el conmover.
Siguiendo esta cuestión cabe preguntarse también “¿Cómo se relacionan las palabras con el mundo?” y “¿Cómo representan las palabras las cosas?”, además de “¿Cuál es la diferencia entre decir algo queriendo decirlo significativamente y decirlo no queriendo decirlo significativamente?” (Searle, 2009:13). Como afirma John Searle el acto del habla es una unidad de comunicación que contiene un principio de expresividad, lo que el hablante desea decir, lo que la oración significa, lo que el hablante intenta, y lo que el oyente comprende, además de las reglas de los elementos lingüísticos. Y es que “no hay separación de estos actos de habla de los compromisos que forman parte de ellos” (Searle, 2009:201), por lo que lenguaje y sociedad están íntimamente relacionados.
El discurso es una acción e interacción social, fenómeno práctico social y cultural, en función de un contexto pragmático y de comunicación con un propósito según Teun Van Dijk (2001), donde el significado y proceso mental se relaciona con las estructuras, jerarquías y prácticas sociales, con el contexto, la cultura y la sociedad, las relaciones de poder y la ideología. Todo texto es intercambio social de sentido más allá de la lingüística, el discurso dice y hace al decir, la intención del emisor y la interpretación del receptor son importantes “En el discurso hay acciones, luchas, sometimientos y pactos” (Lozano et al., 1999: 247). Y no solo la palabra es importante, el cómo usamos el lenguaje y qué decimos al decir, o cómo se relacionan las palabras con el mundo y qué representan.
La palabra puede ser una fiesta, liberadora y terapéutica, como dice Michel de Certeau (1995) refiriéndose al mayo francés del 68; aunque también podríamos decir todo lo contrario en otros contextos o situaciones. Este autor se centra en la experiencia de la toma de palabra como impugnación, la palabra aparentemente liberada, recibida de otros, en un uso nuevo, manifestándose simbólicamente. Sin embargo, en un momento dado afirma “Significa una experiencia nueva que sólo tiene el mismo lenguaje que reutiliza” y se interroga “¿Cómo sucedió que la palabra tomada fuera tan fácilmente retomada?” (1995:57). De alguna manera apunta que somos prisioneros de la cultura, algo similar dice Butler (2004) cuando afirma que de la cultura no nos podemos salir. De Certeau (1995:60) insiste que “para tener palabra, hay que asegurarse el poder”.
En este sentido Pierre Bourdieu (2001) profundiza sobre el tema de la relación entre palabra, lenguaje, comunicación, interacción simbólica, sociedad y relaciones de poder, conocimiento y reconocimiento. La autoridad de un enunciado lingüístico no reside en el vocabulario, sino en las condiciones sociales de producción y reproducción. Las relaciones de comunicación que constituyen intercambios lingüísticos son sobre todo relaciones de poder simbólico donde tienen lugar la actualización de las relaciones de fuerza entre locutores y sus grupos. Enfatiza que no hay palabras neutras o inocentes, subraya que la lengua oficial es la lengua del estado y el poder, y que la usa a veces con intimidación y violencia simbólica. Hablar es una capacidad patrimonio biológico universal, su competencia es ya un patrimonio cultural, donde hay distinciones sociales, una lógica simbólica, e incluso, distinción. “La competencia dominante sólo funciona como un capital lingüístico que asegura un beneficio de distinción en su relación con las otras competencias” (2001:31). Destaca los enunciados performativos que bendicen, maldicen, ordenan o insultan; menciona también la fuerza ilocutoria, remarcando que el discurso está relacionado con las condiciones del agente investido con fuerza real. En fin que palabra, lenguaje y comunicación están intrínsecamente ligadas a sociedad, cultura y relaciones de poder, como ya se dijo y como se mostrará a lo largo de este texto.
2.GÉNERO Y LENGUAJE, CÓMO HABLAN HOMBRES Y MUJERES
“desde el punto de vista de las clases dominantes la adopción del estilo dominante aparece como una negación de la identidad social y de la identidad sexual” (Bourdieu, 2001:61).
Una de las pretensiones de este trabajo es revisar cómo hablan mujeres y hombres, cómo usan el lenguaje, pues el lenguaje es el mismo, su apropiación y uso es lo diferente. En este orden de cosas remarcar que el sexismo del lenguaje1 no está en el lenguaje, está en su empleo (García Meseguer, 1994).
El objetivo de este apartado es una breve revisión de una serie de características sobre la utilización del habla y la conversación que presentan hombres y mujeres aparentemente de manera diferente, en nuestra cultura y nuestro idioma, y con carácter general. Lo cual tiene lugar a través de varias investigaciones realizadas en los últimos años. Se parte de la consideración que mujeres y hombres no se expresan de manera idéntica al hablar, sin embargo, creemos que tampoco utilizan dos lenguajes distintos. Más bien proponemos que se trata de dos estilos diferentes o de preferencias por sexo en el empleo de la lengua. Por supuesto, hay excepciones y esto es sólo una breve y general aproximación al tema que pretende hacernos reflexionar sobre el mismo.
El lenguaje es parte de nuestra vida, nos construye como y nosotras/os lo construimos a él. El habla tiene lugar en un contexto y tiene que ver directamente con pensamientos y sentimientos, con sensaciones y formas de percibir el mundo y auto percibirse, de relacionarse con la vida y con los otros y otras, y con nosotros y nosotras mismas. Hay que saber y reconocer que el cerebro de la mujer y el hombre poseen ciertas diferencias innatas de carácter biológico y adaptativo (Buxó 1988). El cerebro de las mujeres tiene más neuronas en la zona específica del lenguaje, y además las mujeres emplean ambos hemisferios en el habla (Fisher 2000). Por otra parte, el estrógeno facilita también la relación interneuronal. Además de que las niñas hablan antes, de manera más clara, poseen un vocabulario más amplio y construcciones gramaticales más complejas que los niños hasta cierta edad (Bardwik 1983; Jayme y Sau 1996; Fisher 2000). En fin, que no sólo el cerebro de los hombres es 9% más grande, sino que en los últimos años “los científicos han documentado una sorprendente colección de diferencias cerebrales estructurales, químicas, genéticas, hormonales y funcionales entre mujeres y varones…tienen diferentes sensibilidades cerebrales ante el estrés y el conflicto. Utilizan distintas áreas y circuitos cerebrales para resolver problemas, procesar el lenguaje, experimentar y almacenar la misma emoción intensa. Las mujeres pueden recordar los detalles más pequeños de sus primeras citas y sus enfrentamientos mayores, mientras que sus maridos apenas recuerdan que hayan sucedido esas cosas. La estructura y química cerebrales son las causantes de que esto sea así. Los cerebros femeninos y masculinos procesan de diferentes maneras los estímulos, oír, ver, “sentir” y juzgar lo que otros están sintiendo” (Brizendine 2011:27).
También hay quien defiende que todas estas diferencias tienen más que ver con la socialización primaria y el aprendizaje (García Mouton 2003:23), si bien poco a poco se abren paso explicaciones desde la neurociencia y la biología. Sobre la socialización y el papel de ésta en las diferencias de género en el lenguaje también hay una amplia reflexión que intentaremos bosquejar muy brevemente. Como ya se mencionó existe una “superioridad verbal en las niñas” (Jayme y Sau 1996:169), la cual se relaciona con cuestiones neuronales y hormonales ya expuestas, y también con la dimensión educativa y cultural. De hecho, se afirma que esta facilidad de las niñas tiene que ver con su íntima relación con las madres (Sau 1990), o porque sean objeto de más cordialidad y que sus formas de jugar contengan mayor componente lingüístico (Bardwick 1983:179-80). En fin, lo que parece claro es la diferencia empírica observable y que seguramente tiene que ver con cuestiones biológicas y también culturales (Buxó 1988; Juliano 1992).
Las expresiones anteriores sobre el sí y el no para hombres y mujeres que tienen que ver directamente con las explicaciones que se acaban de presentar y otras que se verán seguidamente, ha sido origen y causa de varias bromas y chistes, en especial la poca claridad o expresión no directa por parte de las segundas; también la expresión aparentemente más directa y literal de los primeros, aunque no siempre y no para todos los temas, como se ha visto. En fin, que la literatura apunta como se ha mencionado, varias causas posibles en torno a las diferencias en el uso del lenguaje de hombres y mujeres, y el ingenio y el humor las recogen y exponen.
3. EL HABLA DE LAS MUJERES
A continuación, enumeraremos algunas formas de expresión diferente según sea hombre o mujer el hablante que utilice el lenguaje, esperamos no caer en estereotipos, si bien hay que decir que en muchas ocasiones estos son producto de la realidad además de su utilidad en el funcionamiento mental del ser humano, esto es, no hay que estereotipar al estereotipo.
Mucho se podría decir sobre las formas de hablar de las mujeres, hacernos un breve resumen de aquellas maneras y expresiones que creemos destacadas y que varios estudios comprueban (Lakoff,1973; Zimmerman y West, 1975; Tannen, 1996; Bengoechea, 2003; García Mouton, 2003; Castañeda, 2003; Coates 2009); claro está que todo ello es en comparación a las expresiones verbales orales, sobre todo, de los hombres.
-Las mujeres usan más preguntas de apoyo o muletillas. La denominada inflexión interrogativa, interrogantes al final de la oración -¿verdad? ¿no te parece? ¿sí? -.
-Emplean frases un tanto débiles, indirectas. La pronunciación de sorpresa es habitual. Buscan el consenso, minimizan las diferencias, mantienen la conversación.
-Utilizan entonaciones más melódicas, expresivas, interrogativas, exclamativas, admirativas, y un tono de voz en general más débil.
-Emplean más adjetivos y adverbios calificativos, así como palabras con carga emocional, cuando no expresan de forma directa sentimientos.
-Usan un lenguaje más normativo y mejores modales, son más corteses y educadas en cuanto a expresión.
-Eluden temas que puedan causar conflicto, eligen temas agradables, formas indirectas, vocablos suaves, cumplidos y hasta el habitual empleo de diminutivos.
-Expresan simpatía y empatía, amabilidad, comprensión, cooperación en general.
-Interrumpen, pero se trata más bien de la llamada superposición cooperativa en la conversación no de una imposición.
-Las mujeres en contextos mixtos hablan menos que los hombres, si bien entre ellas quizás se expresen más fluidamente que en reuniones entre ellos (Fernández Poncela, 2011).
Por supuesto, lo anterior tiene explicaciones, y lo que es más importante, interpretaciones de diversa índole, en el sentido de que no se trata de un lenguaje de las dominadas -ya que éstas toman el lenguaje de los hombres- (Lakoff, 1973), más bien una expresión distinta que incluso contiene aspectos y valoraciones en torno a cómo se construye el lenguaje y a la positiva visión de cómo hablan las mujeres (Coates, 2009), más allá de la tradicional y tan traída y llevada crítica a sus formas de expresión. A las mujeres, acusadas asiduamente de hablar mucho y demasiado (Fernández Poncela, 1994), les gusta hablar, les interesa el contacto, la comunicación y la relación, los aspectos cotidianos de la vida, las necesidades prácticas, los deseos de género y las emociones y sentimientos en general. También se observa que parecen escuchar más, buscar la intimidad, cooperar y cohesionar los grupos en los cuales se intercambian expresiones lingüísticas y experiencias de vida: para ellas se trata de una relación y de externar sentimientos, para ellos informar y punto. Según un resumen de García Mouton (2003: 27): “Las mujeres se reúnen para hablar y para contarse cosas. En cambio, para un hombre hablar suele ser sinónimo de comunicar información, de decir algo concreto; para una mujer, también, pero, sobre todo, hablar significa intercambiar opiniones, expresar y analizar sentimientos, manifestar posturas de oposición, solidaridad, aprobación o negación, lo que sea. De hecho, cuando ellas quieren premiar a alguien, le hablan, como quien da algo valioso. Y, si quieren castigar o reprochar, enmudecen, retiran la palabra”. Como se ve todo es más rico y complejo de lo que parece o una interpretación superficial y lineal entendería. No obstante, todo esto que la literatura explica y la observación cotidiana confirma, tiene también sus cambios en el tiempo, se registra en determinado contexto, además de las notables excepciones, como veremos el caso aquí abordado de los chistes inter genéricos, en los cuales las frases débiles, indirectas, los buenos modales, la educación y cortesía, la elusión del conflicto, los temas agradables, las formas indirectas, los vocablos suaves, los cumplidos, en fin la amabilidad, compasión, simpatía y empatía, brillan por su ausencia.
Otro tema es la conversación entre hombres y mujeres en una pareja, lo cual ha dado lugar a muchos chistes, como se verá a continuación. “¡Es que no me estás escuchando! Si me escucharas, verías que tengo razón.” (Castañeda 2002:112). “Es verdad que a muchos hombres les cansa o les aburre esta forma de hablar, tan distinta a la suya, y entonces desconectan. De ahí que ellas puedan pensar, con cierta razón, que los hombres no saben escuchar.” (García Mouton 2003:56); mientras ellas suelen desarrollar más esa capacidad, que como se ha dicho es fruto de la adaptación biológica y la evolución cultural. Es lo que John Gray en su best seller Los hombres son de marte y las mujeres de venus apunta: ellos “se meten en sus cuevas y las mujeres hablan” (1996:45). “Cuando los hombres dejan de escuchar, las mujeres dejan de hablar con ellos de los temas que les importan. Cuando a ellas no se les escucha en casa, buscan comprensión y apoyo en otras partes: con sus amigas o hermanas…con profesionales de la salud mental. Cuando los hombres perciben esto, concluyen que las mujeres son neuróticas, o chismosas, o que les están ocultando algo. De ambos lados va creciendo la incomprensión y la desconfianza” (Castañeda 2002:112); todo un dilema. Y es que ellas a menudo platican de sentimientos y los hombres suelen ser renuentes (García Mouton 2003) y además son más expresivas al hacerlo, como ya se dijo.
Hasta aquí una breve presentación de las características del uso del habla y la conversación de mujeres y hombres, aparentemente diferentes, pero parte de un mismo idioma y cultura, con sus variantes prácticas, repetimos, y también insistimos de forma muy generalizada, por lo que se ha de relativizar a veces y siempre contextualizar, como se viene reiterando a lo lardo de estas páginas. Por supuesto, esta diversidad de expresión lingüística tiene que ver con las formas distintas de percibir y sentir, así como con construcciones diferentes de identidades genéricas. Todo ello entrelaza biología y cultura, cerebro y educación, necesidades e intereses, anhelos y sentimientos, configuraciones distintas, lo cual redunda, repetimos, en las diferentes formas de expresión social, afectiva y cultural, a través del lenguaje y el habla. Formas que, además, tienen que ver con cómo los grupos subalternos se insertan en el discurso público, desde su disidencia hasta su autoafirmación, y en el caso de los insultos en los chistes que veremos, sin disfraz ni disimulo como Scott (2000) señala para otras formas de resistencia. Y es que las mujeres actúan de acuerdo a una lógica, sujetos activos en su campo relacional que aprovechan en medios, coyunturas y contextos espacio-temporales (Juliano, 1992).
A continuación, vamos a presentar dos cuestiones sobre el habla femenina a través de los chistes. Por una parte, se revisa el tema de la comunicación-incomunicación verbal, esto es, lo dicho sobre el habla abundante, sentimental y expresiva de ellas, frente al ostracismo, direccionalidad intencional y economía del lenguaje de ellos. Por otra parte, se reflexiona sobre la palabra de las mujeres en los chistes intergenéricos que transportan un mensaje violento e insultante hacia los hombres, igual que chistes machistas tradicionales. Si bien quizás más que toma de palabra en el sentido propositivo (De Certeau, 1995) se trate de una suerte de ruptura del silencio y cierta liberación psicológica, insultando en un acto público y en voz alta, que más que desafío también queda en el chiste disimulado y relativizado por el medio que lo contiene evitando así la sanción, como Scott (2000) dice que acontece en otros canales; significando esto reelaboraciones cuestionadoras de las mujeres más allá del victimismo (Juliano, 1992).
4.¿CHISTES O INSULTOS? REPRESENTACIÓN Y REFLEXIÓN SOBRE MUJERES Y HOMBRES
“¿Qué hubiese pasado si en vez de Tres Reyes Magos hubiesen sido Tres Reinas Magas? No se hubiesen perdido…hubiesen preguntado por el camino. Hubiesen llegado puntualmente. Hubiesen ayudado en el parto. Hubiesen limpiado el establo. Hubiesen traído regalos “útiles” y también algo para comer. Peero!!, mira lo que hubiese pasado…inmediatamente después de partir…¿Te fijaste en las sandalias que usaba María, con esa túnica? ¿Cómo se aguantan a todos esos animales en una casa? Me pregunto si me van a devolver el envase que les presté…Dicen que José está sin trabajo…el burro se ve bastante acabado…El bebé no se parece en nada a José”
Entre las cosas que se han apuntado con anterioridad respecto al uso diferente del lenguaje por parte de hombres y mujeres, las formas de comunicación conversacional destacan por los malos entendidos y los conflictos que causan, aquí se revisarán algunos chistes ingeniosos sobre el asunto. Otra cuestión es lo apuntado en torno a que ellas emplean un lenguaje generalmente más normativo y manejan mejores modales, son más educadas, rehúyen temas que puedan ocasionar conflicto, escogen temas agradables y vocablos suaves, que como se verá en este caso, nada más lejos de la realidad.
Pues bien, sin negar o contradecir lo anteriormente expuesto mostraremos que hay una serie de chistes que no solo no siguen ese uso diferencial del lenguaje de las mujeres, sino que pueden ser igual de duros y crueles que los chistes de los hombres hacia ellas cuando se burlan, ridiculizan, ironizan, satirizan, denigran y menosprecian en grado sumo. Es lo que Bourdieu (2000) señala al afirmar en el sentido que los dominados aplican a lo que les domina unos esquemas que son producto de la dominación -pensamientos y percepciones dominantes-, y se reproduce la violencia simbólica no solo de los dominadores, sino de los dominados que toman el mismo punto de vista, no obstante, en este caso en la dirección opuesta.
4.1. Los chistes
Una definición mínima de chiste es el que recoge y aparece en el diccionario: “Dicho u ocurrencia agudos y graciosos” (RALE, 2017). Desde una definición más amplia se considera que se trata de pequeños relatos o historias que persiguen hacer reír a quien escucha -o lee- en su caso. Según Kant un juego de pensamientos (Portilla, 1997), que es parte del humor verbal que aligera la rutina y el sufrimiento (Berger, 1999), expresión emotiva, instante catártico, que suspende la estructura social, crea confianza y todo lo relativiza, entre otras cosas. Hay varios tipos de chistes, si bien para efectos de este estudio mencionaremos dos, iniciando por el calificado como chiste que contiene humor benigno que provoca placer y distensión, reconforta y se adhiere con el fluir de la vida, con mensajes inocentes e inofensivos, alegra la existencia.
Hay otro tipo de chistes, hostiles y agresivos, denigratorios y hasta crueles. Son chistes violentos simbólica y verbalmente hablando, emocional y culturalmente, en el sentido de Bourdieu (2000) como violencia insensible y supuestamente invisible ejercida en la comunicación y a través del sentimiento. Denigran personas, ideas, creencias, grupos e instituciones sociales; aquí la risa puede decirse que es empleada cual arma (Bergson, 2008); son los que se denominan tendenciosos -hostiles u obscenos- (Freud, 2008). Entre estos pueden señalarse a los chistes sexistas, esto es, descalificativos, maliciosos y burlones hacia uno u otro sexo, que veremos a continuación. También hay varios tipos de humor, que mencionamos aquí. En primer lugar, decir que el humor tiene que ver directamente con el juego (Huizinga, 2000). En cuanto a las teorías sobre el humor, éste se relaciona con la incongruencia, esto es, varias incorrecciones y despropósitos provocan risa, inconsistencia repentina y sorpresiva entre pensamiento y realidad, o la realidad es imprevisible y sorprendente, un absurdo, contrasentido o cortocircuito contradictorio. Otro es la teoría de la superioridad, el humor se funda en la burla hacia el otro y además ese otro es considerado inferior, al cual se denigra y agrede, provocando risa. En tercer lugar, la teoría de la liberación de tensión -física, emocional, mental, cultural- subraya el humor como un alivio, descarga de energía toda vez que creación de placer -la gratificación sustitutoria o una forma de hacer realidad un deseo según Freud (2008)- (Fernández Poncela, 2016). Los chistes que se verán tienen que ver muchas veces con los tres enfoques humorísticos, pues son chistes hostiles y sexistas que provocan risa a través de la incongruencia, la superioridad, y además descargan tensión; fruto de cierta liberación psicológica que produce la ruptura del silencio y la expresión (Scott, 2000), como ya se dijo.
Conflicto (Paris, 2009) y emociones (Fernández Poncela, 2011) son el origen de los chistes que se recargan en roles y estereotipos de género 2, toda vez que apuntan a la liberación a través de la reproducción y disparan hacia la catarsis con la risa. Los chistes son narrativas sociales, expresiones estereotipadas, que como otras expresiones cuasi rituales, producen y reproducen programas de percepción y diferentes estrategias de la lucha simbólica diaria desde una postura de pretensión autoritaria, desde quién enuncia y sobre qué, quién y cómo lo enuncia, mismo que se relaciona obviamente con el poder real socialmente establecido o con el contrapoder de quien más que resistirse emplea estrategias de toma de palabra o de expresión lingüística, siempre en uno u otro caso, bajo la consigna de imponer cierta visión del mundo. Por lo que podemos hablar de las estrategias de las narrativas resistentes (Scott, 2000) y las estrategias activas de las mujeres (Juliano, 1992). Así, si en los chistes según Freud (2008) se descarga tensión y se dice o hace lo que en la realidad no se puede decir o hacer, en los chistes sexistas las mujeres hablan como espacio de expresión, defensa o ataque, en el sentido ilocutorio e incluso perlocutorio ya presentado (Austin, 1955).
Constituyen también una manera de mostrarnos la realidad social (Berger, 1999), la posibilidad de verla y vernos, observarla y comprenderla, además de su consabido reflejo-producción-reproducción; y es que los chistes revelan el inconsciente individual y colectivo, arquetipos socio culturales, estereotipos mentales-cognitivos, perjuicios emocionales-cognitivos, que derivan en actitudes, acciones y comportamientos discriminatorios y violentos. Y si eso está en los chistes, también está en la realidad social -sea lo que sea la realidad-, pues de lo contrario los chistes carecerían de gracia.
En fin, que como los chistes son humorísticos y provocan risa, y sin duda alguna cuentan con muchas virtudes, en ellos se permite usar la agresividad a través de la ironía, el sarcasmo, la sátira y el ridículo, de forma aguda desplegando la agresión hacia el otro o la otra, de una manera socialmente aceptada, e incluso aplaudida y festejada con una carcajada. Sin embargo, los chistes pueden ser considerados como violencia simbólica, verbal, lingüística y sexista como vamos a ver a continuación, y los chistes son muchas veces bajo la apariencia de hacer reír, un insulto directo hacia el otro sexo o relejo de ironía amarga de quien lo emite.
4.2. Los insultos
Insulto proviene del verbo insultar y quiere decir: “Ofender a alguien provocándolo eirritándolo con palabras o acciones” (RALE, 2017), según el diccionario. Ampliando un poco más la información diremos que el lenguaje tiene el poder de herir, y el insulto o “Ser insultado es una de las primeras formas de agravio lingüístico que uno aprende” (Butler, 2009:16) y posiblemente ejerce, todo ello en el sentido del discurso como acto social (Van Dijk, 2001) y las palabras como actos sociales (Austin, 1955; Searle, 2009), además en este caso se podría interpretar el insulto como un acto ilocutorio y/o perlocutorio, en su caso, volveremos sobre esto más adelante. El lenguaje posee agencia, se trata de una fuerza performativa y una representación con efectos, sin embargo, también es posible resignificar y la palabra que hiere puede reconvertirse en símbolo de resistencia o incluso habla subversiva (Butler, 2004). De hecho, en estas páginas mostraremos como las mujeres, lejos de su imagen de lenguaje cortés (García Mouton, 2003), esgrimen el insulto consentido por el chiste en grado similar de dureza y crueldad hacia los hombres, como los hombres contra ellas, y existen varios chistes que aquí llamaremos “intercambiables” porque tienen las mimas palabras y oración, y lo único que cambia es el sexo de quien emite y recibe el mensaje.
Los insultos son, como decimos, actos lingüísticos y actos sociales, toda vez que culturales. Se trata de “palabras cruentas e hirientes” (Martínez, 2009:3); son “un fenómeno pragmático de base semántica: todo lo que tenga un efecto cognoscitivo o contextual que pueda parafrasearse como descalificante o evaluado como acción agresiva” (Colín, 2007:51); poseen una enunciación lingüística, un valor socio pragmático y un componente etnográfico (Martínez, 2009). Además de atacar algo o a alguien, reflejan las actitudes y creencias en un contexto determinado (Martínez, 2009).
Y es que el insulto dice mucho también de quien lo dice y sus valores sociales, cuando no sus estados emocionales (Fernández Poncela, 2011), por supuesto parten de un conflicto (Paris, 2009). De hecho, otra definición de insulto señala que: “La violencia verbal puede definirse como el ataque a otros con palabras ofensivas. Se trata de un uso del lenguaje que transgrede las normas establecidas por cada comunidad o sociedad con respecto a lo que es aceptable o no, con respecto al uso del lenguaje para mantener las relaciones de respeto y tolerancia en un grupo o sociedad. Su meta es dañar la imagen del otro y derrotarlo en su estima personal. Esta violencia puede expresarse mediante palabras o gestos que ofenden, disminuyendo o humillando al otro” (Bolívar cit. Martínez, 2009:4). Y dentro de esto ubicamos a los chistes sexistas, los cuales transgreden a través del lenguaje y la permisividad del medio, el propio chiste.
Claro que el receptor ha de sentirse aludido y el emisor tener la intención: “Sin duda, un insulto es un acto comunicativo, al menos para el receptor, quien típicamente escuchará lo que decimos como un insulto si él o ella supone que nuestro propósito es insultar. Podemos, sin embargo, discrepar con énfasis y negar cualquier propósito de esa clase, y este desacuerdo puede ser el núcleo de un conflicto social relativamente común” (Bourdieu, 2001: 29). En el caso de los chistes hostiles y discriminatorios que suelen burlar y violentar a terceros, los chistes que denigran a las mujeres los cuentan en espacios de hombres, y los que denigran a los hombres se cuentan entre mujeres, si bien los primeros también usualmente se comparten en espacios mixtos.
Tras esta breve presentación sobre los chistes y los insultos y en su momento el habla y la comunicación entre mujeres y hombres, hay que decir que hay chistes que parecen insultos, lo mismo que insultos que pueden parecer chistes; otros simplemente comunican la falta de comunicación para quien quiera ver y oír, y además reírse del chiste.
4.3. La falta de comunicación intergenérica
“¿Por qué Dios hizo antes a Adán que a Eva? Para darle una oportunidad de hablar” “¿Por qué Dios creó al hombre antes que a la mujer? Porque quería que nadie le estuviera diciendo cómo hacer las cosas”
Los siguientes chistes son una selección de las diferencias del lenguaje entre hombres y mujeres, que en un apartado anterior se ha expuesto según teorías e investigación y aquí se ilustra desde el humor. 3
“Mi marido siempre ha criticado a las personas que, en su opinión, hablan demasiado. Hace poco me comentó en tono presuntuoso que había oído que los hombres pronuncian 2.200 palabras al día mientras que las mujeres decimos 4.400. Me quedé reflexionando unos instantes y luego respondí: -Es que nosotras tenemos que decir dos veces las cosas. - ¿Cómo? - preguntó mi marido- ¿Qué has dicho?”
4.4. Los chistes-insulto
Una segunda agrupación de chistes que seleccionamos y mostramos es la de los chistes-insulto, sexistas hacia ambos géneros. Como se dijo en el inicio, las palabras importan, influyen, marcan; y como se señaló sobre el chiste éste pretende bromear a través de la incongruencia, la superioridad y la descarga tensional (Fernández Poncela, 2016), y se observan claramente las dos primeras teorías con la letra del chiste, en cuanto a la tercera si le produce risa o sonrisa habrá también descarga y alivio. Y como se apuntó para el insulto, el acto de habla performativo ilocutorio (Austin, 1955) se logra a través del insulto de quien insulta, y lo perlocutorio (Austin, 1955) tiene que ver con el oyente, en este caso lector o lectora que asuma el mensaje (Bourdieu, 2001).
“¿En cuántas partes se divide el brazo de la mujer? -En brazo, antebrazo y escoba”
-“¿Qué entienden los hombres por ayudar con el quehacer?
Levantar el pie para que puedas pasar la aspiradora.”
“- ¿Por qué los chistes machistas son tan cortos? -¡Para que puedan entenderlos los hombres!”
“Los hombres solo necesitan aprender cuatro letras: o, b, d, c.”
Un par de amigos comentan “- ¿Qué le compraste a tu mujer por su cumpleaños?” y el otro responde “-Un collar ¿y tú a la tuya?”, a lo cual el primero alega “-Yo nada, aún la dejo suelta”.
- “¿En que se parece un hombre a un mamey? En que está difícil encontrar uno bueno.”
“La preguntaron a un hombre de mundo: - ¿Usted qué considera más importante, las mujeres o el vino? - ¿Cuál, el blanco o el tinto?”
En una terapia el doctor sentado en su sillón dice a la mujer que yace en el sofá: “-Su problema reside en el inconsciente, tendremos que analizarlo” y ella responde “-Va a ser difícil que mi marido quiera venir a verle”
-“¿Qué le dices a una mujer que tiene los dos ojos morados? Nada. Ya le dijiste dos veces.”
“Una señora entra a una armería. –Hola, buenas. Quería una escopeta para mi marido. -¿Le ha dicho de qué calibre? -¿Qué dice? ¡Si ni siquiera sabe que le voy a disparar!”
“¿Por qué el alcohol tiene células femeninas? Porque cuando alguien se emborracha, conduce mal y no deja de decir tonterías”
“¿Por qué el psicoanálisis es más breve para el hombre que para la mujer? Porque cuando hay que hablar de la infancia, los hombres todavía están allí”
“¿Cuál es la diferencia entre una mujer y una víbora? En que la mujer es venenosa y se arrastra, y la víbora es un animalito que vive en la selva”
Sobre los chistes “intercambiables” presentamos también una pequeña muestra, se trata de lo ya dicho y sobre lo que se volverá a insistir, la “equidad de la inequidad”, esto es, ya hay equidad pues mujeres y hombres se insultan y violentan mutuamente, aunque se trate inicialmente de algo inequitativo, hiriente y que puede ser un boomerang en cierto sentido.
Hay un chiste que pregunta y se responde “¿Cuándo enviaremos a la mujer a la luna? -Cuando acabe de barrer la tierra”, y otro más que dice “Si mandamos un hombre a la luna ¿Por qué no los mandamos a todos?
-“¿Cuándo pierde una mujer el 90% de su inteligencia?- Cuando se queda viuda. ¿Y el otro 10%? Cuando se le muere el perro.”
-“¿Cuándo pierde un hombre el 90% de su inteligencia?- Cuando se queda viudo. ¿Y el otro 10%? Cuando se le muere el perro.”
“¿Cómo elegirías a las tres mujeres más tontas del mundo? Al azar”
“¿Cómo elegirías a los tres hombres más tontos del mundo? Al azar”
“¿Qué hay detrás de una mujer inteligente? Un hombre sorprendido”
”¿Qué hay detrás de un gran hombre? Una mujer sorprendida”
Los anteriores chistes son solo una selección de los que contamos, nos contamos boca a boca o circulan en la prensa e internet. Lo fundamental es que son prueba y muestra de un conflicto (Paris, 2009) que se expresa, explota, descarga, a través de un fenómeno humorístico, como cuando hacemos bromas con nuestras propias desgracias y sufrimientos, una manera de enfrentar la vida de forma colectiva. Reflejan una situación y problema real (Berger, 1999), y es que palabra y lenguaje se interrelacionan con las relaciones de poder en la sociedad y en la vida cotidiana (Bourdieu, 2001).
Lo que llama la atención de estos chistes y de otros muchos que circulan con una carga semántica igual o semejante es que, en primer lugar, hombres y mujeres hablan, especialmente estas últimas silenciadas o no presentes en otras narrativas populares -canción popular y refranero (Fernández Poncela, 2002a; 2002b)- con el mensaje hostil hacia los hombres, su actitud y comportamiento y en el sentido similar a los mensajes de ellos, ejercicio simbólico de la dominación masculina (Bourdieu, 2000). En todo caso destacar esto como una estrategia de resistencia y empleo de la palabra de las propias mujeres (Scott, 2000; Juliano, 1992); a diferencia de las otras narrativas señaladas, aquí se expresan, atacan y contraatacan, se defienden, en los mismos términos y tono que una parte de la población masculina hace hacia ellas. La equidad de la inequidad se podría decir. No se trata aquí de juzgar, sino de comprender (Morin, 1999), no obstante, llama la atención el dolor que estos chistes muestran desde los hombres y desde las mujeres, que se atreven a sacar con la ironía que es amargura y el enojo como sentimiento de quien lo emite, más que incluso ataque hacia quien va dirigido o con quien se comparte, como ya se dijo. Y si bien todo deviene en risas, y el chiste habla de un tercero muchas veces no presente con lo cual ni se entera ni lo siente, todo da que pensar e invita a la reflexión sobre quién enuncia y expresa, en qué medios, con qué intención, y para qué sirve o qué función emocional y cultural tiene esta interrelación lingüística y social, aquí y ahora, en nuestra sociedad.
Esto es lo que aquí interpretamos y redefinimos como darse cuenta a modo de toma de conciencia, estar alerta del mundo exterior e interior, de la fantasía -que opera como realidad encubierta- (Stevens, 2006). Darse cuenta de un par de cosas: con el lenguaje hacemos cosas, es un acto, creamos el mundo; además, con el lenguaje nos podemos analizar ¿para qué hacemos cosas?, ¿qué significado tiene ese acto concreto?, ¿qué mundo estamos creando? Y lo más importante y que esperamos, si no dar respuesta, sí crear inquietud al finalizar esta obra: ¿qué nos queremos decir con lo que decimos? ¿nos escuchamos y sentimos?
5.ANOTACIONES FINALES
“La competencia lingüística…es…una de las manifestaciones de la competencia en el sentido de derecho…y al poder por la palabra” (Bourdieu, 2001:49).
El poder de la palabra y el uso del lenguaje están íntimamente relacionados con las condiciones y relaciones sociales de la utilización de la misma palabra y lenguaje. Todo depende de la posición y poder social del locutor, su poder es quien enuncia y pronuncia, y muchas veces no a título personal. Eso sí, el discurso de autoridad posee autoridad si es reconocido como tal, y es que el lenguaje de autoridad gobierna en colaboración de aquellos a quienes gobierna, con complicidad tal vez, como imposición quizás, o como parte de la hegemonía socio cultural. De alguna manera y en alguna medida todo mundo quiere tener el poder de nombrar y de hacer el mundo nombrándolo (Bourdieu, 2001), desde los discursos a los rumores, desde los chismes a los insultos, desde los refranes a los chistes. Quizás por ello la proliferación de las palabras y la incomunicación de la comunicación hablada, la verborrera verbal y la sordera mental y emocional, que como se dijo en un inicio reina en nuestros días.
En este trabajo se ha revisado la importancia de la palabra y lo que hacemos al decir; el uso diferencial del lenguaje entre mujeres y hombres según la literatura especializada, y como dicha diferencia crea incomunicación social no solo lingüística, reflejándose en el relato de los chistes que con bromas e ironía la plasman graciosamente.
Otro asunto abordado en los chistes ha sido el conflicto inter genérico, que estas narrativas recogen, presentan y expresan en clave de humor. En este caso, lo que hacemos al decir es en general insultar, las palabras representan (Searle, 2001) el sufrimiento emocional de personas y colectivos sociales -hombres y mujeres- en su relación con el prójimo y la prójima4 . Otra cosa es si lo que se dice se quiere decir significativamente (Searle, 2001) y tal parece que sí, consciente o inconscientemente, se aprovecha un medio en el cual la violencia parece permitida, el insulto admitido, y además es risible y liberadora su expresión, si no terapéutica, sí catártica (De Certeau, 1995).
Se trata del uso del lenguaje por parte de mujeres y hombres que esgrimen cual arma violenta e insulto lingüístico las características de las otras y los otros a través de los chistes. Tanto unas, como otros, entre risa y sonrisa, denigran al otro sexo, dan pruebas de violencia simbólica, verbal y lingüística (Bourdieu, 2000), así como reflejan un conflicto y una hostilidad en grado sumo (Paris, 2009). Hay que remarcar, como ya se dijo, que otras narrativas populares, tales como la canción tradicional o el refrán en general presentan una mirada desde despectiva hasta cruel hacia las mujeres, pero en pocos o en menos casos estos relatos orales populares dan muestra de lo contrario, esto es, descalifican a la población masculina en general y al hombre en particular (Fernández Poncela, 2002a; 2002b). No puede decirse lo mismo para el caso de los chistes como se ha comprobado a lo largo de estas páginas, quizás porque es un fenómeno social oral y vivo, contemporáneo y presente, además de espontáneo, anónimo, y en general divertido.
Bourdieu afirma que “el insulto tiene una eficacia simbólica muy reducida, en cuanto que solo compromete a su autor” (Bourdieu, 2001:65). Eso merece una profundización psicológica que aquí solo es posible comentar brevemente. “el insulto, como la nominación, pertenecen a la clase de actos de institución y de destitución más o menos fundados socialmente por medio de los cuales un individuo, actuando en su propio nombre o en nombre de un grupo más o menos importante numérica y socialmente, manifiesta a alguien que tiene tal o cual propiedad haciéndole saber, al tiempo, que se comporta de acuerdo con la esencia social que le es así asignada” (Bourdieu, 2001:66); en resumen el insulto es palabra que hiere y golpea (Butler, 2004).
El insulto sexista en el caso de los chistes refleja muchas veces más la emocionalidad de quien lo emite y no tanto el daño hacia quien va dirigido. Pues, en primer lugar es un fenómeno guiado por estereotipos y prejuicios y que responde a la necesidad de expresar un pesar o un enojo o un miedo -ambas emociones que se solapan mutuamente- (Fernández Poncela, 2011), incomprensión siempre hacia el otro sexo, mostrada en el chiste, algunas veces como ya se dijo, sin la presencia del o la aludida. Con lo cual, se reitera que no es tanto insultar a alguien directamente y herirlo, sino sacar esa tensión emocional y física; por lo menos en el caso aquí estudiado, lo cual no significa que sea algo aceptable pero sí comprensible. Eso sí, las palabras no son inocentes y el insulto es un enunciado performativo (Bourdieu, 2001; Butler, 2004)), y quizás esto consista aquí en la distención de reírse de algo que no se comprende, que aparenta no tener solución y cuya presión parece necesario soltar o disminuir.
Concluyendo con Bourdieu “El discurso herético no sólo debe contribuir a romper la adhesión al mundo del sentido común profesando públicamente la ruptura con el orden ordinario, sino que debe también producir un nuevo sentido común e integrar en él, investidos con la legitimidad que confieren la manifestación pública y el reconocimiento colectivo, las prácticas y las experiencias hasta ese momento tácitas o rechazadas por todo un grupo. En efecto, dado que todo lenguaje que se hace escuchar por un grupo es un lenguaje autorizado, investido de la autoridad de ese grupo, autoriza lo que designa el mismo tiempo que lo expresa, fundando su legitimidad en el grupo sobre el cual ejerce su autoridad y al que contribuye a producir como tal ofreciéndole una expresión unitaria de sus experiencias” (Bourdieu, 2001:98). Por lo que cabe pensar que el habla y el uso del lenguaje por parte de las mujeres en los chistes para atacar e insultar a los hombres, muestra la libertad de opinión y de expresión según La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, más no una liberación sexual, social, y mucho menos lingüística. Y es que como De Certeau (1995) señala la palabra tomada parece fácilmente retomada, cuando se trata de toma de palabra que en esta ocasión parece no ser el caso. O como Butler (2004) afirma, y ya se dijo, de la cultura no nos podemos salir, “La res significación del lenguaje requiere abrir nuevos contextos, hablando de maneras que aún no han sido legitimadas, y por lo tanto, produciendo nuevas y futuras formas de legitimación” (2009:73). Y como el historiador recuerda: “La lengua refleja la sociedad o la cultura en la que se usa” y “La lengua modela la sociedad en la que se usa” (Burke, 1996:19)5 . Es como decimos aquí producto y productora, y al parecer cambian los emisores pero no el lenguaje y el discurso.
La incomunicación y el insulto reflejado en algunos de los chistes revisados se origina en el conflicto social, el conflicto que siendo oportunidad de crecimiento (Perls et al. 2006; Simmel 2010) si no se transita deviene en general en violencia (Galtung, 2003); pero además de encontrar el origen de la violencia, lo importante es saber para qué sirve y cómo tratarla.
Y para finalizar con una mirada algo más propositiva y posicionada, mencionar que la violencia en los chistes que reflejan la incomunicación inter genérica y el conflicto son parte la sociedad, de la mente personal e individual, del consciente y del inconsciente cultural colectivo, parte de creencias y emociones, vertidas en palabras y expresiones, que golpean y denigran. Pero a la hora de expresarse ¿qué es lo que se hace? Por un lado, parece obvio que reproduce el orden social establecido, en este caso y en principio la dominación masculina (Bourdieu, 1990), aunque a ésta hay que sumar la expresividad de las mujeres que surge y se muestra libremente (Juliano, 1992) en los chistes. Por otra parte, también se observa cómo hay una suerte de liberación, expresividad (Bourdieu, 1995; De Certeau, 1995) y descarga de tensión por parte de ambos sexos.
Recordemos que si el discurso es un acto social y las palabras con actos sociales (Austin, 1955; Searle, 2001; Van Dijk, 2001), como se afirmó con anterioridad, y el lenguaje hiere (Butler, 2004), como y también se dijo, discurso y lenguaje son un instrumento de socialización potente en todos los espacios sociales donde imparten su cátedra popular. La violencia en el lenguaje adoctrina, sin embargo, si la violencia se aprende y también se puede desaprender y cambiar la cultura de la violencia por una cultura de paz. En todo caso, el verla (Stevens, 2006) en el lenguaje nos sirve para darnos cuenta de que detrás de ella hay un conflicto no resuelto, o mejor dicho no transitado (Galtung, 2003), por lo que el solo hecho de escucharla o de pronunciarla es una oportunidad para hacer consciencia sobre el tema, y para eso nos sirven los chistes de los cuales hemos hablado y presentado en estas páginas.
El siguiente paso es una propuesta y cuestión de carácter práctico ¿qué hacer con este tipo de violencia? Combatir no lleva a ninguna parte, lo que se resiste persiste, si atacas hay contraataque, y así se reproduce la violencia de forma infinita. Lo que es posible hacer es crear conciencia de la existencia de este tipo de expresiones lingüísticas con su valor moral y la retirada, esto es, decidir no pronunciarlas y no participar en su reproducción social. Una posible solución es por la vía de la educación, pero y también en paralelo la concientización, desde el darse cuenta hasta la reflexión más profunda que elige no reproducir los mensajes sexistas de la violencia cultural. Si el insulto y la violencia se aprenden –en la familia, la escuela, y hoy en día los medios de toda índole- también puede desaprenderse, como estamos viendo en estas páginas, por medio como se dijo de la concientización y una educación para la paz.
Por ejemplo, existe la propuesta de Galtung sobre que las culturas y estructuras violentas no se pueden solucionar mediante la violencia, pues ello conduce a nuevas estructuras y culturas violentas; un poco en el sentido de Gandhi de unidad de la vida y de unidad de los fines y los medios. Por lo que ésta se remontará a través de una cultura y una estructura de paz con los medios necesarios para transitar conflictos. Y ¿Cómo transformar el conflicto por medios pacíficos? A través de empatía, creatividad y no violencia, si quieres paz prepárate para la paz (Galtung, 2003), la paz se obtiene por medios pacíficos, puede ser enseñada y aprendida. O en palabras de Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”; para él fines y medios habían de coincidir, por lo que la violencia sólo puede generar violencia, y la no violencia generará por lo tanto no violencia. Galtung (1998) apunta a la reconstrucción y reconciliación tras la violencia, y sobre todo la transformación de los conflictos que están en la base de la misma.
Otra propuesta es la de Rosenberg (2010), cuando plantea la comunicación no violenta. Afirma que las palabras pueden ofender y herir a la otra persona y a nosotros mismos, y que es posible reestructurar la forma de expresión, para lo cual hay que no juzgar, observar sin evaluar, no comparar y sobre todo asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos. Entre otras cosas, propugna la atención respetuosa y empática, la escucha atenta y profunda, así como descartar las reacciones habituales automáticas y sustituirlas por palabras de respeto consciente. La base está en el observar qué hace y dice el otro, y cómo me siento yo con eso, y expresar nuestras necesidades con relación al otro o a nuestros sentimientos, de la forma más clara, directa y equilibrada posible.
En fin, propuestas que más que prohibir chistes sexistas y violentos, lo que pretenden es elevar nuestro nivel de conciencia y desarrollar sentimientos útiles para la vida. Regresando a las preguntas iniciales y con relación a los mensajes inscritos en los chistes -¿Qué decimos? ¿A quién se lo decimos? ¿Para qué lo decimos? ¿Qué queremos decir? ¿Qué nos dicen? ¿Quién nos lo dice? ¿Para qué nos lo dicen? ¿Qué quieren decirnos? - es posible concluir que en los chistes-insulto-sexistas se trata de un intercambio lingüístico que muestra las relaciones de poder simbólico (Bourdieu, 2000; 2001), toda vez que las estrategias de resistencia de las mujeres en este caso (Juliano, 1992), y más que eso, las relaciones de incomprensión y conflicto inter genérico. Se puede interpretar esto como sino la toma de palabra que impugna, sí la expresión libre de habla que libera, reutilizando el mismo lenguaje (De Certeau, 1995), y esto es muy claro en el caso de los chistes de las mujeres contra los hombres, ya que emulan y reiteran el insulto de los hombres hacia ellas, incluso en ocasiones con idénticas palabras, lo que hemos dado en llamar los chistes “intercambiables”.
De ahí que un sexo increpe al otro y viceversa, en lo que también denominamos la equidad de la inequidad. Lo que hacemos al decir (Austin, 1955) y las palabras están íntimamente relacionadas con el mundo en un principio de expresividad (Searle, 2001); no obstante, es posible pensar que más que decir-hacer para herir, se haga y diga, sí performativamente, pero para descargar tensión que es uno de los enfoques del humor y la risa como Freud (2008) entre otros autores señalan y los chistes ejemplifican (Fernández Poncela, 2016).
Y qué queremos decir o qué quieren decirnos estos chistes, yo quisiera pensar que además de ser reflejo y producción social, un interludio en la vida (Berger, 1999), son una llamada de atención (Stevens, 2006), un grito que si no libera del todo sí señala un dolor, relativizándolo y apuntándolo al mismo tiempo, desde la aceptación sanadora hasta la necesidad de toma de conciencia que nos haga reflexionar. Quizás esto es lo que necesitábamos oír para darnos cuenta de emociones y necesidades, responsabilizarnos de lo que hacemos y decimos en todo momento y lugar.
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