Dra. Myrna Delfina López Noriega
Universidad Autónoma del Carmen, México
M.F. Lorena Zalthen Hernández
Universidad Autónoma del Carmen, México
Dra. María de los Ángeles Cervantes Rosas
Universidad Autónoma de Occidente, Unidad Guasave, México
myrna.lopezn@gmail.com
RESUMEN
La competitividad puede ser la clave del éxito en la industria hotelera que demanda de adaptación a las necesidades rápidamente cambiantes de sus invitados para su permanencia; el desempeño de las empresas hoteleras, y su presencia en el mercado dependen de la competitividad de los servicios prestados. Además, la competitividad es uno de los parámetros más utilizados para describir el desarrollo sostenible del turismo a partir de las dimensiones más importantes de la industria. Este artículo tiene como objetivo comparar el nivel competitivo del sector hotelero de dos estados mexicanos: Sinaloa y Campeche. Para realizar el estudio se ha utilizado la metodología propuesta por Saavedra (2012) que comprende aspectos internos a partir del mapa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y externos con base en el enfoque de competitividad sistémica de las Naciones Unidas-Cepal (2001). El documento está organizado en tres secciones: en la primera, se discuten brevemente los conceptos de competitividad en un contexto general, sentando las bases para el desarrollo de la investigación de la competitividad en la industria hotelera para lo cual se han considerado algunos estudios de competitividad en este sector y se contextualiza en términos de los estados de Sinaloa y Campeche. Posteriormente, se resume la metodología, instrumento y muestra utilizada. En la tercera sección se tienen los resultados parciales y se señalan las futuras investigaciones sobre el tema. Finalmente, se presentan las conclusiones.
Palabras clave: sector hotelero, turismo de negocios, ventaja competitiva
ABSTRACT
Competitiveness can be the key to success in the hotel industry that demands adaptation to the needs of their guests for their stay; the performance of hotel companies, and their presence in the market dependent on the competitiveness of the services provided. In addition, competitiveness is one of the parameters most used to describe the sustainable development of tourism from the most important dimensions of the industry. This article aims to compare the competitive level of the hotel sector of the two Mexican states: Sinaloa and Campeche. To carry out the study, the methodology proposed by Saavedra (2012) was used, which includes internal aspects of the Inter-American Development Bank (IDB) and external aspects based on the systemic competitiveness approach of the United Nations-ECLAC (2001). The document is organized into three sections: in the first, we have the concepts of competitiveness in a general context, laying the foundations for the development of competitiveness research in the hotel industry for which some studies of competitiveness in this sector. Subsequently, the methodology, instrument and sample used is summarized. In the third section we have the partial results and future researches on the subject is indicated. Finally, we have the conclusions.
Keywords: hotel sector, business tourism, competitive advantage
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Myrna Delfina López Noriega, Lorena Zalthen Hernández y María de los Ángeles Cervantes Rosas (2019): “Análisis comparativo de la competitividad en el sector hotelero en estados de los dos golfos de México”, RILCO: Revista de Investigación Latinoamericana en Competitividad Organizacional, n. 1 (Febrero 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/rilco/01/sector-hotelero.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/rilco01sector-hotelero
INTRODUCCIÓN
En el contexto global, con una economía caracterizada por la inestabilidad económica, la competitividad de las empresas se presenta como un medio para resistir las turbulencias globales. La actividad empresarial se ha visto obligada a perfeccionar sus procesos administrativos con la velocidad que las exigencias del entorno demanda en la búsqueda de la eficiencia y rentabilidad que le permita permanecer en el mercado (Senge, 2000). La posición y la ventaja competitiva, resultado de la integración de las necesidades del cliente, son elementos indispensables para destacar ante la competencia y permanecer en el tiempo (Porter, 1985). Así, gran parte del éxito de la empresa se sostiene a partir de cubrir las expectativas y demandas de los clientes, y del diálogo permanente que permita satisfacerlas (Kobyak et al., 2018).
El turismo es una industria creciente e importante no solo en los países desarrollados sino también en países en desarrollo, siendo reconocida como una de las más importantes fenómenos económicos y sociales de nuestro tiempo (Chao et al. 2005), constituyendo un motor que impulsa el crecimiento económico del país, cuyo impacto nacional es extremadamente significativo ante una economía que durante más de tres décadas dependía del petróleo.
Para Alberti y Giusti (2012), el turismo es considerado uno de los sectores más importantes del mundo; en 2016 representó el 10.2% del PIB mundial y generó 1 de cada 10 empleos en la economía global (World Travel & Tourism Council, 2017). Además, el turismo es una fuente de creación de valor y empleo (Botti et al., 2008). Esta condición se ha reflejado en una gran cantidad de trabajos publicados sobre el papel clave que juega en el desarrollo y competitividad de muchas regiones (Nunes, Estevão y Nicolau Filipe, 2017). En el caso de México, el 5.3% de las exportaciones totales en 2016 fueron generadas por visitantes a territorio mexicano y se espera un aumento de 5.9% anual en los próximos diez años (World Travel & Tourism Council, 2017). Pese a lo anterior, el sector turístico de México se ha enfrentado a diversas dificultades, entre ellas las difíciles condiciones económicas en los principales mercados de origen, desastres naturales, así como riesgos sanitarios y temas de seguridad. El potencial turístico está aún por explotarse; dividido en macro-regiones, la actividad turística mexicana se caracteriza por singularidades geográficas, algunas de ellas reconocidas a nivel internacional (Propin y Sánchez-Crispín, 1998); de manera paralela coexisten micro-regiones con recursos naturales y culturales relativamente intactos.
El sector hotelero, elemento esencial de la infraestructura turística, desempeña un papel preponderante en la economía local; como señalan Nunes et al. (2017), su efecto multiplicador permite incrementar los ingresos de la población. Sobre eso, Marques (2006) señala que sin hospedaje no hay turismo, “sin buenos establecimientos hoteleros no hay buen turismo y sin un buen servicio no hay buenos establecimientos hoteleros” (Nunes et al., 2017: 123). En ese sentido la competitividad puede ser la clave del éxito en la industria hotelera (Tsai et al., 2009); sin embargo, no hay que olvidar que la competitividad de una industria no sólo depende del entorno económico, de las instituciones y las políticas gubernamentales, sino que también es el reflejo de la competitividad de las empresas que la integran, de cómo interactúa con el entorno para producir ofertas que incrementa el valor (Porter, 1990), por lo que se hace indispensable identificar la competitividad de quienes integran este sector localmente.
Por otro lado, la industria hotelera no es ajena a la demanda de adaptación a las necesidades rápidamente cambiantes de sus invitados para su permanencia; el desempeño de las empresas hoteleras, y su presencia en el mercado dependen de la competitividad de los servicios prestados, una oferta de servicios de mayor calidad que la de sus competidores. Además, la competitividad es uno de los parámetros más utilizados para describir el desarrollo sostenible del turismo a partir de las dimensiones más importantes de la industria, como el entorno empresarial, infraestructuras, leyes y reglamentos y recursos disponibles (Balan et al., 2009); de ahí que Kim (2000) define la competitividad del sector turístico como la capacidad de las condiciones del entorno del mercado turístico, los recursos turísticos, recursos humanos y las infraestructuras turísticas de un país, para crear valor agregado y aumentar la riqueza nacional.
Bajo esa premisa, este artículo tiene como objetivo comparar el nivel competitivo del sector hotelero de dos estados mexicanos: Sinaloa y Campeche. Sinaloa, un estado con un alta derrama económica derivada del turismo de Mazatlán desde la década de 1920 (Santamaría, 2002); en tanto en Campeche, se encuentra Ciudad del Carmen, que durante cerca de cuatro décadas fue el centro neurálgico de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y cuyo dinamismo económico, gracias a la extracción de petróleo, se reflejó en una creciente demanda de alojamiento trayendo consigo una gran cantidad de hoteles relacionados con el sector de negocios que enfrenta una de sus peores crisis, evidenciando la necesidad de idear mecanismos de adaptación económica y prevención de pérdidas en un contexto de vulnerabilidad extrema (Gámez, Ivanova y Campiranon, 2014).
Para realizar el estudio se ha utilizado la metodología propuesta por Saavedra (2012) que comprende aspectos internos a partir del mapa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y externos con base en el enfoque de competitividad sistémica de las Naciones Unidas-Cepal (2001). El documento está organizado en tres secciones: en la primera, se discuten brevemente los conceptos de competitividad en un contexto general, sentando las bases para el desarrollo de la investigación de la competitividad en la industria hotelera para lo cual se han considerado algunos estudios de competitividad en este sector y se contextualiza en términos de los estados de Sinaloa y Campeche. Posteriormente, se resume la metodología, instrumento y muestra utilizada. En la tercera sección se tienen los resultados parciales y se señalan las futuras investigaciones sobre el tema. Finalmente, se presentan las conclusiones.
MARCO TEÓRICO
La competitividad es un concepto complejo que puede ser estudiado desde diferentes enfoques y disciplinas (Solleiro y Castañón, 2005); Saavedra (2012) señala que no se puede establecer una definición única, es un es un término multidimensional debido a los diferentes niveles y factores cualitativos y cuantitativos que intervienen en el concepto (Saavedra García, Milla Toro, y Sánchez, 2013). Pese a ello, autores como Fajnzylber (1988) han señalado que la competitividad es la capacidad de un país para sostener y expandir su participación en los mercados internacionales y elevar simultáneamente el nivel de vida de su población; mientras que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) la define como '' El grado en que un país puede, bajo condiciones de mercado libres y justas, producir bienes y servicios que cumplan con las condiciones de los mercados internacionales, mientras simultáneamente mantienen y expanden los ingresos reales de su gente a largo plazo '' (OCDE, 1992: 237).
En relación con el turismo, Velarde, Santillan y Obombo (2016: 120) mencionan que la competitividad “es la capacidad que posee un país para participar (ofertar) en los mercados internacionales de manera sostenible y con tendencia al incremento, con un crecimiento paralelo al nivel de vida de la población”. Abundando sobre esto, Tsai, Song, y Wong (2009) resumen la visión de varios autores: para Crouch y Ritchie es '' ... la capacidad de un destino para proporcionar un alto nivel de vida a los residentes del destino '' (1999: 137); la competitividad '' ... incluye variables medidas objetivamente, como el número de visitantes, la participación en el mercado, el gasto turístico, el empleo, el valor agregado por la industria del turismo, así como las variables medidas subjetivamente tales como "riqueza cultural y patrimonial", "calidad de la experiencia turística", etc. "(Heath, 2003: 9); en tanto, Bahar y Kozak indican que '' ... el destino más competitivo en el largo plazo es aquel que crea bienestar para sus residentes ''( 2007: 62).
Sobre lo señalado, Porter (1990) coincide en que la competitividad de una nación debe ser capaz de producir un alto nivel de vida para sus ciudadanos y debe estar vinculada también a la productividad utilizando sus recursos naturales, humanos, de capital, la formación de clústers y la innovación. En ese sentido, todas las aportaciones señaladas denotan la premisa de un incremento de la productividad y por ende, la incorporación del progreso tecnológico, bajo la idea de que la competitividad contribuye a que las empresas logren elevar los niveles de bienestar de la población. Sin embargo, antes de continuar, es importante entender el concepto en el contexto del sector hotelero, dado el objetivo de esta investigación, por lo que se vuelve indispensable identificar los factores que influyen en la competitividad y el modelo que puede servir para este propósito.
Moon, Rugman y Verbeke (1998) señalan como un hito para analizar las determinantes de la competitividad global el modelo de Porter considerado como el autor más representativo de la competitividad y en especial de la estrategia competitiva aplicada (Lora Suárez, 2004). Según Porter (1990) y Krugman (1994), son las empresas y no los países los que compiten en el mercado internacional y el éxito empresarial depende del entorno económico, de las instituciones y de las políticas gubernamentales. Por otro lado, Olmos (2012) indica que la competitividad es la capacidad de una organización, pública o privada, de lucro o sin fines de lucro, para lograr y mantener ventajas comparativas que le permitan lograrlo, mantener y mejorar una posición específica en el entorno socioeconómico. Rubio y Aragón (2006) señalan sobre la competitividad que “Es la capacidad de una empresa para, rivalizando con otras, alcanzar una posición competitiva favorable que permita la obtención de un desempeño superior a las empresas de la competencia”.
Indistintamente del autor, no hay que olvidar que la competitividad de una industria es el reflejo de la competitividad de las empresas que la integran; según Crouch y Ritchie (1999), la competitividad de un sector en particular es una determinante crucial para su desempeño en el mercado global, de suerte que la competitividad se ha convertido en una preocupación transversal de las sociedades contemporáneas (Costa et al., 2004). Por ello, también es importante considerar cuatro categorías en que puede agruparse la competitividad de los diferentes sectores industriales. Estas categorías son: la estructura y dinamismo de la demanda, de la oferta, el desempeño del sector industrial y las regulaciones que afectan la operación de la industria. Por lo tanto, un destino turístico y sus organizaciones serán competitivos en la medida que logren alinear sus estrategias con los cambios generados por el turbulento medio ambiente de negocios.
Modelos para determinar la competitividad de las empresas
Saavedra García (2012) resume, a través de diecisiete indicadores, los estudios de Rubio y Aragón (2006), De la Cruz, Morales y Carrasco (2006), Solleiro y Castañón (2005), Quiroga (2003) y de la OCDE (1992) que han buscado generar modelos para determinar la competitividad en las empresas; en 2013, Saavedra García et al., incluirían en ese análisis la propuesta de Martínez et al. (2009). Por consiguiente, Saavedra García (2012) clasifica esos indicadores concluyendo que la competitividad de una empresa depende de la productividad, la rentabilidad, la posición competitiva, la participación en el mercado interno y externo, las relaciones inter-empresariales, el sector, el entorno macroeconómico y la infraestructura regional.
Los autores señalados consideran indicadores de medición basados únicamente en aspectos internos a la organización, además los trabajos empíricos analizados sólo han tomado en cuenta aquellos indicadores que son controlables por la propia organización; cabe señalar que los aspectos analizados han sido en las variables del Mapa de Competitividad del BID: planeación estratégica, producción y aprovisionamiento, aseguramiento de la calidad, comercialización, contabilidad y finanzas, recursos humanos, gestión ambiental y sistemas de información. Con el análisis de esas variables se estaría obteniendo no sólo el mapa de competitividad de la empresa, sino también de cada una de las áreas que la integran, pudiendo graficar los resultados obtenidos (Ibid).
En cuanto al enfoque de la competitividad sistémica, se basa en la teoría formulada por un grupo de investigadores del Instituto Alemán del Desarrollo (Esser, Hillebrand, Messner, y Meyer-Stame, 1994) bajo la premisa de la integración social; proponen no sólo reformas económicas, sino también un proyecto de transformación de la sociedad, con lo que enriquecen la teoría de la ventaja competitiva de Porter (1990) a la que incorporan factores socioculturales y ambientales, por lo que se le conoce como ventaja competitiva sistémica. Dentro del nivel macro se señalan principalmente, las políticas como la monetaria, presupuestaria, fiscal, comercial, y otras, que hacen posible una asignación eficaz de los recursos y al mismo tiempo exigen una mayor eficacia de las empresas. En el nivel meso, se localizan todas las políticas de apoyo específico que fomentan la infraestructura física, la política educacional, tecnológica, ambiental, entre otras. Bajo el nivel meta, se señalan a las estructuras básicas de organización jurídica, política y económica, como los factores socioculturales, la escala de valores, la capacidad estratégica, entre otras, y en el nivel micro, se coloca la capacidad de gestión de una empresa, sus estrategias empresariales, la gestión de innovación, tecnologías, redes inter-empresariales, entre otros elementos que diferencian una empresa de otra (Esser et. al., 1996).
En consecuencia, un entorno de competitividad se encuentra conformado por un sistema de normas, reglas, valores, instituciones e incentivos que definen el comportamiento de las empresas (Esser et al., 1994). Dado lo anterior, Saavedra García (2012) propone en su modelo, el enfoque de competitividad sistémica de la Cepal (Naciones Unidas-Cepal, 2001) para medir los aspectos externos de la competitividad empresarial, cuyas variables se establecen a nivel micro, meso y meta, con lo que obtendría una descripción de las oportunidades y amenazas por cada uno de los niveles considerados, mientras que, para la medición interna, utiliza la metodología del Mapa de Competitividad del BID.
El sector hotelero en Sinaloa y Campeche
De acuerdo al Consejo para el Desarrollo Económico de Sinaloa (CODESIN), hasta hace un par de décadas el turismo en el estado de Sinaloa se concentraba en Mazatlán, aunque sigue formando parte de la oferta turística, nacional e internacional, actualmente no es la única alternativa en Sinaloa, ya que dada la riqueza en biodiversidad ofrece alternativas de turismo de aventura, turismo ecológico, y de pueblos coloniales caracterizada por su diversidad y complementariedad; es un destino relativamente pequeño en términos territoriales, con un importante potencial para la integración de productos turísticos (CODESIN, 2018). Sin embargo, el destino no ha podido maximizar la comercialización de su oferta turística debido a la contracción de la demanda como resultado de la percepción de inseguridad y situación económico financiera desfavorable en los mercados emisores principales (estadounidense y canadiense) que ha reducido el flujo de turistas (Velarde Santillán y Obombo, 2016). Adicional al turismo recreativo, Sinaloa cuenta con turismo de negocios; la infraestructura de Mazatlán y Culiacán con centros de convenciones y hoteles para ese segmento representan las opciones más comunes en el estado, que en gran medida responde a las necesidades de la actividad agrícola.
Sinaloa cuenta con un total de 20,333 habitaciones repartidos en 455 hoteles que incluyen aquellos de 1 a 5 estrellas y sin categoría; cuenta con cuatro Pueblos Mágicos: Cosalá, El Fuerte, El Rosario y Mocorito. En el 2017 visitaron Sinaloa un total de 3 millones 553 mil 811 turistas, de los cuales Mazatlán concentró el 69.45%; Culiacán el 16.25%; Los Mochis 9.91%; El Fuerte 1.79%; Escuinapa 1.35%; y El Rosario 1.25% (CODESIN, 2018). Por lo que es evidente el lugar que ocupa Mazatlán en el turismo sinaloense. Por otro lado, a nivel nacional, Mazatlán ocupa la posición número cinco dentro de los veintiún principales centros de playa mexicanos; con 9,975 cuartos disponibles, en el 2017 tuvo una un 6.22% de participación sobre el total registrado a nivel nacional, arriba de destinos turísticos de gran renombre a nivel mundial como Los Cabos en Baja California Sur.
En cuanto al estado de Campeche, con igual extensión territorial que el estado de Sinaloa, de acuerdo a la Secretaría de Turismo, SECTUR (2.9%), cuenta con 9,210 habitaciones en 335 hoteles de 1 a 5 estrellas; de lo cuales el 41% se localizan en Ciudad del Carmen con el 53.33% de habitaciones, en tanto en San Francisco de Campeche, capital del estado, cuenta con el 25% de los hoteles y un 25.323% del total de habitaciones del estado. En el territorio campechano solo existe un Pueblo Mágico: Palizada (SECTUR, 2017). La mayor oferta de hoteles y habitaciones en Ciudad del Carmen era la expresión clara de la actividad petrolera; caracterizada por una población flotante de miles de trabajadores, su principal huésped era el trabajador emergente petrolero, caracterizando el turismo de negocios. La crisis petrolera ha frenado la derrama económica en el municipio y por ende del estado. Así, en el turismo se vislumbra una oportunidad para repuntar la economía estatal; pese a ello uno de los factores que limitan el desarrollo del turismo radica en que la oferta y la demanda de productos y servicios están casi completamente adecuadas a la actividad petrolera, por lo que existen serios problemas para el proceso de adaptación, entre los que destaca la falta de competitividad, especialmente entre los hoteles de Ciudad del Carmen.