Revista OIDLES - Vol 5, Nº 10 (junio 2011)

COMPRENDIENDO LOS DESASTRES. MÁS ALLÁ DE LA PRIMERA IMPRESIÓN

Por Liobanis Rubio Ramírez (CV), Oneida Lourdes Martín y Dorys Eglis Torres Pérez

 


Usualmente suele catalogarse a los desastres como naturales o tecnológicos, cuando en realidad, no son ni una cosa ni la otra. Los que pueden ser naturales o tecnológicos son los fenómenos que dan paso a la formación de un desastre, digamos un sismo, inundaciones o la explosión de una instalación industrial. El desastre en sí es algo que tiene más que ver con nosotros como seres humanos, con las pérdidas que pueden causarnos dichos fenómenos y su gran significado para nuestro funcionamiento vital. En tal sentido no importa si las cosechas se perdieron por un huracán o a causa de un derrame de químicos (si bien cada caso tiene peculiaridades propias), la situación se percibe igualmente como una amenaza para la vida. Dicho de esta forma, los desastres son una construcción psicosocial y solo existen donde hay personas que se sientan afectadas por un determinado fenómeno. Las inundaciones en zonas deshabitadas no se consideran un desastre, tampoco una explosión en la luna. No obstante, y alejándonos de cuestiones teóricas, la realidad es que con uno u otro nombre constituyen un factor que ha estado presente en el devenir histórico de la humanidad y que seguirá haciéndole compañía en el futuro, ahora con el agravante del calentamiento global. Para ilustrar los daños no será necesario un serio esfuerzo de la imaginación ni una investigación histórica profunda pues desgraciadamente todos los años tenemos muestras recientes de sus efectos: la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia (1985), el accidente nuclear de Chernobil en Ucrania (1986), las inundaciones en Venezuela (1999), los huracanes Ike, Gustav, y Paloma en Cuba (2008), los terremotos de Haití y Chile (2010), la lista sería extensa.

Lo difícil de un evento como estos es que aunque inicialmente parezcan durar solo unos minutos u horas, sus efectos suelen ser mucho más prolongados y pluridimensionales, pues no solo dañan la economía y la infraestructura sino que también, y sobre todo, son causantes de daños a los seres humanos en diversos sentidos (mutilaciones, muertes, traumas). En tal dirección algunos especialistas creen que es necesario dividir el desastre en el antes, el durante y el después, fases que poseen características particulares. Veamos un ejemplo sencillo: un huracán. Antes de su ocurrencia habrá que tomar sobre todo medidas encaminadas a la prevención y minimización de sus posibles daños, habrá por tanto que manejar la información y los recursos de una forma, igualmente los niveles de tensión y las reacciones en la población que puede ser potencialmente afectada serán elevadas, debido sobre todo a las expectativas de lo que puede suceder (aquí intervendrán factores culturales, experiencias similares anteriores, etc.) , sin embargo durante el paso del ciclón la tensión puede tender al incremento , habrá limitación de los espacios para la locomoción y las medidas estarán enfocadas en lo fundamental a mantener la calma y a preservar las vidas, por otro lado, una vez que se decrete la normalidad vendrá entonces el encuentro con los daños, etapa en que los esfuerzos se encaminarán a la recuperación y que en lo adelante estará marcada por reacciones emocionales y conductuales diversas por parte de los damnificados como consecuencias de la inadaptación (quizás la fase más compleja desde el punto de vista psicológico).

Sin embargo, hay que decir que las consecuencias humanas de cualquiera de estos fenómenos, es decir, cuán profundas o complejas son, están en muchos casos asociadas a las condiciones preexistentes en las poblaciones afectadas y no es absurdo decir que éstas están entrelazadas con el país o lugar donde se vive, la clase social a la que se pertenece, el sexo, o incluso las creencias políticas o religiosas que se practiquen. Todos estos factores pueden hacer más o menos vulnerables en diferentes formas a las personas que se vean envueltas en situaciones de emergencia y en igual modo hacerlos más resilientes (*) o no. ¿No ha tenido usted la impresión de que en ocasiones los desastres parecieran ensañarse contra las poblaciones más pobres o precarias? Un caso recurrente: el terremoto de Haití (enero de 2010) ocasionó más de 200 000 muertes, poco tiempo después un sismo similar en magnitud azotó Chile (acompañado incluso por un tsunami) y las muertes no rebasaron la línea de los 900 ¿Por qué? Los factores pueden ser diversos y sería arriesgado aventurarse a esgrimirlos como definitivos pero podemos decir que por varias razones los haitianos eran mucho más vulnerables que los chilenos. La crisis económica y social permanente en que vive Haití ha confinado a la extrema pobreza la vida de millones de sus ciudadanos, gran parte de los cuales ha emigrado hacia la capital (Puerto Príncipe) buscando mayores posibilidades de vida, y estableciéndose en sitios marginales, con viviendas inseguras fabricadas con materiales rústicos o de mala calidad, construidas sin planificación y por ende poco resistentes a un sismo. Aunque en ambos casos fue evidente que las consecuencias del desastre sobrepasaron las capacidades de respuesta, indudablemente las regiones afectadas de Chile, con una situación económico-social bastante diferente, pudieron sobreponerse con mayor rapidez (lo que no significa que no hubo daños). Lo que quiero es resaltar lo que ya ha quedado demostrado en la experiencia internacional, que hay factores anteriores a un evento que pueden darle un giro importante a sus efectos, haciéndolos más o menos profundos.

Bridget Hayden (2006) en un estudio antropológico sobre el impacto del huracán Katrina hace una afirmación radical pero interesante que quizás pueda ayudar a la comprensión de lo que estamos tratando y es que los seres humanos “creamos nuestros propios desastres”, entendible esto si pensamos en que los desastres y sus consecuencias potenciales empiezan (como ya hemos dicho) antes de que los veamos como tales. Consideremos entonces, por ejemplo, que el calentamiento global, que ha contribuido significativamente a la ocurrencia de eventos climatológicos adversos y devastadores tiene precisamente su origen en la actitud irresponsable de muchos seres humanos, igualmente los daños y las muertes causadas por los deslaves en las laderas de los cerros en países latinoamericanos es en gran medida consecuencia de fenómenos sociales, políticos y económicos que han ido confinando a esos segmentos poblacionales, al igual que en Haití, a las periferias de las ciudades importantes, sin análisis de riesgos ni planificación urbanística. El círculo se cierra.

Por otra parte, y en consonancia con lo que se ha abordado, existen y en cierta forma han sido identificados con algún detalle, a pesar de la complejidad de la interconexión entre los factores sociales y los psicológicos, algunos problemas que vienen a hacer más vulnerables a los individuos en situaciones de emergencia, entre ellos:

Problemas sociales:

 La extrema pobreza (claramente visible con el ejemplo de Haití).

 Pertenencia a un grupo social discriminado o marginado, oprimido políticamente, minorías nacionales. Puede ser terriblemente difícil y hasta imposible la recuperación ante un desastre cuando no se puede acceder a servicios o ayudas vitales por razones de discriminación, (racial, de género, religiosa), cuando otros son considerados prioritarios o superiores.

 Problemas inducidos por la catástrofe, como la separación de los miembros de la familia, desintegración de estructuras y redes comunitarias, mayor violencia.

 Problemas sociales inducidos por la asistencia humanitaria (debilitamiento de los mecanismos tradicionales de apoyo, de las estructuras comunitarias, la ayuda, aunque positiva viene a suplantar la forma tradicional en que se satisfacían las necesidades).

Problemas psicológicos:

 Preexistentes (trastornos mentales graves, alcoholismo o uso de narcóticos u otras substancias adictivas).

 Ocasionados por la catástrofe (duelo, alteraciones emocionales como depresión y ansiedad, incluyendo estrés postraumático).

 Problemas psicológicos inducidos por la asistencia humanitaria (ansiedad debido a la falta de información respecto a la distribución de alimentos; las personas pueden presentar problemas de autoestima debido a su impotencia en cuanto a poder valerse por sí mismas y la alta dependencia de la ayuda humanitaria).

Muchas más son las cosas que pudieran hablarse del tema, sin embargo con estas generalidades la pretensión es contribuir al conocimiento y comprensión de los desastres y sus esencias, partiendo del hecho de que podremos lidiar mejor con lo que mejor conozcamos.

Bibliografía consultada:

1. Hayden, B.(2007). “Katrina: la ideología y representación de un desastre natural” Rev. Ciencias sociales Universidad de Costa Rica, 113-114: 139-153/2006 (III-IV).

2. IASC (2007) “Guía de la IASC sobre Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Emergencias Humanitarias y Catástrofes”.

3. Rubio, L. (2011). “Desastres y vida cotidiana: algunas consideraciones desde la psicología.”

* Resiliencia es entendida aquí básicamente como capacidad de recuperación psicológica ante una crisis.