¿HAY ESPACIO PARA EL DESARROLLO LOCAL
EN
Por Sergio
Boisier§
Globalización es un tema importante en la discusión sobre la naturaleza
del orden internacional post guerra fría. No se trata de un concepto ligado a
una teoría claramente articulada, pero se transformó, de todos modos, en una
metáfora poderosa para describir numerosos procesos universales en curso. Desde
nuestro punto de vista una característica relevante de la globalización reside
en las múltiples dialécticas que ella provoca, por ejemplo, en la geografía política, al generar
diacrónicamente fuerzas que apuntan a la creación de cuasi-Estados
supranacionales y cuasi-Estados subnacionales, o en la modificación de la
geografía locacional de la industria manufacturera, poniendo frente a frente la
creación de un único espacio de mercado global y un enorme abanico de lugares
productivos discontinuos en la superficie terráquea. La primera y específica dialéctica
macro produce una suerte de esquizofrenia micro en los individuos al
tensionarlos entre la necesidad de ser universal y la simultánea necesidad de ser local, en tanto que la
segunda da lugar a un modo de producción en red, a una geografía física y
económica discontinua, en el plano de la
producción manufacturera.
Como ya es bien
sabido, existen por lo menos dos maneras de referirse a la globalización: una
metafórica y otra más científica, lo cual no niega el carácter científico que
puede tener toda metáfora, sólo que ella es siempre circunloquial y a veces hay
que descubrir la verdad oculta o disimulada en el lenguaje. En la perspectiva
metafórica, N. García Canclini se ha referido magistralmente a la globalización
como “un objeto cultural no identificado”,
Z. Bauman lo hace apuntando a ella como “un
fetiche, un conjuro mágico, una llave destinada a abrir todas las puertas a
todos los misterios presentes y pasados”, S. Boisier, a partir del cineasta
Luis Buñuel se ha referido a ella como “un
oscuro objeto de deseo” y como “el
discreto encanto de la burguesía” y, nuevamente, García Canclini ha
sostenido que “todo lo que no es culpa de
Como es conocido, ya
el mundo se encuentra dividido entre los anti y los pro globalización, más
radicales los primeros y con líderes emblemáticos como M. Bové o I. Ramonet y
más conservadores los segundos, cuyos líderes son organizacionales,
principalmente, Banco Mundial, Fondo Monetario, OMC. Los primeros quieren tapar el sol con una mano
y los segundos quieren imponer un marco ideológico y político mal llamado
Consenso de Washington. Hay mucho de folklore, mucho desconocimiento, y mucho
autoritarismo en todo este espectro. Desde un punto de vista estructural,
propio de una visión más científica, y en el espacio disponible ahora, sólo cabe aclarar—quizás si lo más
importante—que el término “globalización” es un descriptor de la actual fase
tecnológica del desarrollo del capitalismo, y como tal, se trata, la
globalización, de algo incrustado en la lógica del sistema capitalista, mucho
más allá de cualquier simplista presunción sobre la “maldad” o “perversidad” de
personas específicas: especuladores como G. Soros, intelectuales como G.
Stiglitz, tecnoindustriales como B. Gates, políticos como G. Bush, T. Blair o
J. Chirac, o, muy modestamente, intelectuales de variado pelaje.
Como cualquiera sabe, el sistema de relaciones sociales de producción
llamado “capitalismo”--que es eso precisamente y no una ideología-- nace en
El sistema capitalista, como cualquier sistema biológico o social, posee
un imperativo más que “kantianamente” categórico: su reproducción permanente.
Para ello debe recuperar a la mayor velocidad posible los recursos gastados en
invención, diseño, fabricación y comercialización del producto de generación
“n+
A manera de síntesis cabe señalar que la apertura externa, quizás si la
manifestación más visible de la globalización, obliga a países y regiones a
utilizar dicha apertura para colocar sus productos transables en dos nichos del
comercio internacional: el nicho de la modernidad de lo transado y el nicho de
la competitividad de lo transado[2].
Obsérvese, de paso, que “modernidad productiva” es algo intrínsecamente
asociado a “innovación”, que a su vez ahora se liga más y más al territorio, lo
mismo que “competitividad”.
Globalización y territorio configuran un par sobre cuya existencia misma
hay posiciones encontradas, entre quienes sostienen que la globalización
devalúa el territorio y los que sostienen, por el contrario, una revalorización
territorial en ella. Según James Simmies[3],
los especialistas en esta materia tienden
a agruparse entre aquellos preocupados por los papeles cada vez más
significativos desempeñados por las grandes corporaciones y aquellos
interesados en las empresas más pequeñas, y ambos, con las causas de la
aglomeración espacial de las actividades económicas innovadoras.
Un lado del
argumento, sostenido por ejemplo, por Froebel, Heinrichs y Kreye, Henderson y
Castells, Amin y Robins es que ha
surgido una economía global dominada por grandes corporaciones transnacionales.
Las decisiones de ellas acerca de dónde ubicar actividades tales como las
productivas o de I&D determinan en gran medida qué tipo de actividad
económica se aglomera en qué lugar. Así, el territorio se transforma en una
suerte de “variable dependiente” en la función de crecimiento innovador.
Otro
lado del argumento, representado por ejemplo, por Piore y Sabel, Porter, Scott
y Storper, Stöhr, Vázquez-Barquero, Garofoli, Cuadrado-Roura y muchos
especialistas latinoamericanos—este autor entre ellos--y del Tercer Mundo en
general, es que los lugares y localidades están siendo más, y no menos
importantes en su contribución a la innovación y a la alta tecnología.
Los
“globalizadores” se apoyan en el hecho evidente de que una fracción importante
del capital se está concentrando y centralizando a nivel de la economía
internacional y hay abundantes datos que confirman este hecho. Se sigue de este
tipo de línea argumental que las localidades, regiones, e incluso países, están
siendo “re-diseñados” de acuerdo a la economía global y a sus principales
actores: las corporaciones transnacionales. Los “localistas” se apoyan en una
supuesta reacción del consumo frente a la homogeneización de los bienes y
servicios transados y a la respuesta de una parte de las empresas vía la
“especialización flexible”, una estrategia de permanente innovación que trata
de acomodarse al cambio incesante, en vez de tratar de controlarlo. Especialización flexible que va
de la mano con escalas pequeñas de producción y con la necesidad del
“aprendizaje colectivo”, fuertemente facilitado por la cercanía geográfica, de
aquí en parte, la revalorización del territorio.
Es un
hecho que ambos argumentos comparten la verdad. La globalización afecta el tamaño
(e inevitablemente la localización) de las unidades productivas de dos maneras
opuestas y simultáneas. Las economías de escala respaldan el gran tamaño y la
concentración territorial en tanto que las economías de flexibilidad mostradas
por Storper[4],
y de diferenciación, respaldan el pequeño tamaño y la dispersión, pero como el
pequeño tamaño aislado tiene una alta probabilidad de fracaso, estas
economías empujan también la conformación de NID’s (New Industrial Districts o
Nuevos Distritos Industriales).
Desde otro punto de
vista, se pueden anotar por lo menos tres argumentos que avalan la tesis de una
revalorización del territorio, precisamente en el contexto de la
globalización.
Comencemos
por un argumento sociológico. Como lo señalara alguna vez Edgar Morin, la
modernidad generó en el hombre una metástasis del ego, que lo ha llevado a
creer en una nueva ciudadanía para él, la de “ciudadano del mundo”, desprovisto de cualquier lazo atávico que lo
identificase con su “terruño”, chico o grande. “I´ Been Moved”, la conocida interpretación de la sigla IBM es una
expresión de esta vanidad (de no ser de aquí ni ser de allá ni tener edad ni color
de identidad, como en la canción de Facundo Cabral) porque por el contrario, la
mayoría de nosotros ni siquiera somos “ciudadanos nacionales” (salvo en la
acepción jurídica de ello). Somos, en la generalidad de los casos, “ciudadanos
locales”, viajeros de la proximidad, habitantes de lo cotidiano.
Bastaría
hacer una pequeña investigación empírica para mostrar que la abrumadora mayoría
de la gente hace uso de su tiempo de vida acumulado en un espacio geográfico
que, imaginariamente, no supera el área de un círculo de no más de 500 Kms. de
radio. Allí vive, forma familia, trabaja, obtiene educación y salud, allí se
recrea y generalmente termina por ser enterrado en ese mismo espacio, que es el
territorio de la cotidianeidad. Es fácil inferir que para cualquier individuo,
la realización de su proyecto individual de vida depende críticamente de los
que acontezca a lo largo del tiempo en su entorno cotidiano. Por tanto para
todos es de vital importancia que al entorno cotidiano “le vaya bien” ya que
así la probabilidad de tener éxito en el proyecto individual de vida aumenta, in situ. Razón
demás para envolverse como ciudadano en la gestión de su propio territorio.
Obsérvese que un argumento semejante es válido para las PyMES. Obsérvese también
el uso de la “recursividad” en este argumento.
Desde
el punto de vista tecno-económico, la valorización del territorio es clara e importantísima.
Uno de los efectos más importantes de
No
hay que confundir entonces la inevitable desnacionalización industrial
comentada por Robert Reich[5], ex - Secretario del
Trabajo de los Estados Unidos, con una devaluación del territorio. Se trata de
dos cuestiones distintas.
Desde
el punto de vista cultural e identitario el territorio también se valoriza, eso
sí, dentro de una dialéctica globalizadora producida por la confrontación entre
las tendencias homogeneizadoras tanto tecnológicas como culturales y la defensa
del ser individual y colectivo. ¿Quién se quedaría
impávido ante una pérdida completa de la identidad, reemplazada por una
alienación total? ¿Quién vería con indiferencia la pérdida de la nacionalidad a
favor de una imaginaria ciudadanía corporativa? ¿Quién preferiría ser
“ciudadano de
Pero
las vinculaciones entre globalización y territorio no se agotan en las
cuestiones recién mencionadas.
El
conocimiento, bien se sabe, es quizás si el eje central de la globalización o
de la fase tecnológica del capitalismo y de la paulatina conformación de una “sociedad del conocimiento”. Ahora
sabemos que existen nuevas y complejas
articulaciones entre conocimiento y territorio, que incluyen temas como
innovación y territorio, aprendizaje colectivo, conocimiento tácito y codificado, regiones “cognitivas”, amplia categoría que incluye nociones tales como
regiones aprendedoras, regiones
inteligentes, medios innovadores, etc.[6]
La
conclusión de esta sección es doble: la globalización corresponde a una fase
del desarrollo del capitalismo y como tal, su conducta es una conducta
sistémica que opera por encima de las voluntades individuales o colectivas,
pero tal característica no la hace ingobernable; el territorio juega en la
globalización o en esta etapa del capitalismo, un papel más importante que en
el pasado. No hay que confundir el territorio con la distancia, ni la geografía
con el mapa. Con toda razón, Gregory Bateson decía: “el nombre no es la cosa nombrada ni el mapa es el territorio”.
Desarrollo
local: ¿hay algo detrás de la tautología?
El vocablo “desarrollo” denota un concepto que
tiene completud [7],
no necesita nada más para su cabal entendimiento. En este sentido habría que
contradecir a Bateson diciendo: “el
nombre es la cosa nombrada”, para agregar a continuación que todos
los adjetivos que suelen acompañar al sustantivo no hacen sino crear
redundancias. En efecto, como lo veremos enseguida, el desarrollo no puede
ser sino local, de igual modo que no puede ser sino “humano”, o
“sustentable”, o “endógeno”, o lo que se quiera, porque de otro modo, ¿qué
entelequia sería?
No es del caso
repetir acá largos argumentos que, este autor, entre otros, ha dado para avalar
estas afirmaciones; estas tautologías tienen, probablemente, su origen en la
creciente necesidad de separar aguas entre las nociones de “crecimiento” y de
“desarrollo”[8],
o a lo sumo, sirven para marcar un énfasis, pero no para hacer diferenciación.
Hay que hacer
justicia retrospectivamente y reconocer la enorme sagacidad de François Perroux
al señalar en aquella frase famosa de 1955 que: “El hecho, burdo pero sólido, es éste: el crecimiento no aparece en todas partes a la vez; se
manifiesta en puntos o polos de crecimiento, con intensidades
variables; se esparce por diversos canales y con efectos terminales variables
para el conjunto de la economía” (énfasis en el original). Una observación como esta, viniendo de
quien viene, debiera ser suficiente para sostener inequívocamente, que el
desarrollo (y obsérvese que Perroux hablaba del crecimiento, una cuestión mucho
más simple que el desarrollo) es claramente un fenómeno local en un
sentido geográfico y también sistémico, y no nacional en el mismo sentido y que
el concepto de desarrollo global es sólo una abstracción
construida sobre promedios. Además, aquello que usualmente se denomina como “un
país desarrollado” rara vez lo es en toda su área y bien se podría decir que un
país desarrollado es aquél que tiene una elevada proporción de su superficie
territorial y de su población en tal condición.
Si el razonamiento
puro no fuese suficiente, habría que preguntar a cualquier interlocutor: ¿es el
desarrollo—en su país—un fenómeno homogéneamente presente a lo largo y ancho
del territorio? ¿No? Entonces convengamos en que hablamos de un fenómeno local, es decir, localizado e incrustado
en las características económicas, técnicas, sociales, y culturales de ese
lugar en particular. De aquí que pueda sostenerse que el desarrollo es un
fenómeno dependiente de la trayectoria
[9] e históricamente evolutivo
y que, como tal, se inicia siempre en un lugar (o en varios, pero nunca en
todos), siempre como un proceso endógeno (aunque su base material puede ser
considerablemente exógena), siempre descentralizado, y siempre con una dinámica
capilar “de abajo hacia arriba y hacia
los lados”, que terminará por producir, en función de la dialéctica territorio/función
propia de la modernidad, una geografía del desarrollo, rara vez uniforme,
comúnmente con la forma de archipiélago o en el extremo, con la forma de la
dicotomía centro/periferia.
Admitido el carácter
territorialmente local(izado) del desarrollo, habría entonces que preguntar:
¿qué es lo que se quiere decir al emplear la expresión desarrollo local, más allá de subrayar lo evidente y lo
tautológico? ¿Hay algo sustantivamente rescatable en la expresión en
comento? Sí, lo hay.
Una revisión de la
literatura hace ver una considerable confusión en torno a este concepto. Quizás
si en parte tendría razón J. Guimaraes[10] al comentar que “desarrollo económico local” describe una
práctica sin mucho basamento teórico…”(en inglés el original). En una
rápida busqueda en la literatura resalta
con interés la definición dada por Sergio Buarque[11]: “Desarrollo local es un proceso endógeno registrado en pequeñas unidades
territoriales y asentamientos humanos capaz de promover el dinamismo económico
y la mejoría en la calidad de vida en la población. A pesar de constituir un
movimiento de fuerte contenido interno, el desarrollo local está inserto en una
realidad más amplia y compleja, con la cual interactúa y de la cual recibe
influencias y presiones positivas y negativas. El concepto genérico de
desarrollo local puede ser aplicado a diferentes cortes territoriales y
asentamientos humanos de pequeña escala, desde la comunidad (…) al municipio e
incluso a micro regiones de tamaño reducido. El desarrollo municipal es, por lo
tanto, un caso particular de desarrollo local con una amplitud espacial
delimitada por el corte administrativo del municipio” (en portugués el
original).
Otras referencias
importantes en el tema se encuentran en trabajos de Antonio Vázquez Barquero, José Arocena, Augusto de Franco,
Pierre Muller, Pierre Veltz y Michel
Savy, Francisco Alburquerque, y otros.
La globalización es
una matriz tecno-socio-económica de alta complejidad, tanto por el número de
sus elementos como por el número de interacciones y dialécticas que ella
contiene. Como se dijo, parcialmente, es más una metáfora de la
contemporaneidad que una teoría bien establecida. En el campo de las actividades
que requieren economías de escala favorece las fusiones, el gigantismo, la
concentración y la homogeneización. En el campo de las actividades que
requieren economías de la diferenciación favorece la pequeña escala, la
producción flexible y en red, la multi localización y el anclaje territorial. Es
en este último sentido que se abre un espacio para el desarrollo local en la
globalización, generando tres enfoques complementarios sobre el desarrollo
local.
Parece posible
distinguir a lo menos tres contextos no necesariamente independientes entre sí
que cobijan modalidades diferentes y sustantivas de desarrollo local, más allá, como se dijo, de su indesmentible
dimensión geográfica: el enfoque del desarrollo local como una matriz de estructuras industriales, el
enfoque del desarrollo local como un proceso
endógeno de cambio y, el enfoque del desarrollo local como empoderamiento de una sociedad local.
El enfoque del
desarrollo local como una matriz de estructuras industriales. Paul Krugman[12] habla de la “resurrección
de la geografía económica” debido al reconocimiento de la existencia de
rendimientos crecientes, que lleva a un replanteamiento de las teorías de
localización a partir del estudio de las ventajas económicas de los procesos de
aglomeración espacial de los agentes económicos[13]. Forma parte también de
esta “resurrección” la relectura de
Marshall y el redescubrimiento de los “distritos industriales” y de la
“atmósfera industrial”, como también hace parte de ella la importancia
creciente de garantizar la “competitividad” global de las actividades
industriales, tema claramente asociado a Porter, así como las evidencias que
respaldan la importancia de un “entorno” territorial facilitador de las
innovaciones, a partir de Aydalot.
El enfoque del
desarrollo local centrado en la estructura industrial ha cristalizado en tres
corrientes de análisis, de investigación y de diseminación: a) el distrito
industrial “a la italiana”; b) el
medio innovador “a la francesa” y; c)
el cluster “a la americana”.
Supongo que todos ya estamos más o menos
interiorizados acerca del contenido de estas corrientes. En el distrito
industrial, como se muestra empíricamente en el Norte de Italia, el elemento
central reside en la especialización y en la “coopetencia”, neologismo inventado para describir un “pathos” empresarial en el cual coexiste
la cooperación en ciertos eslabones de la cadena de valor y la competencia en
otros. Está suficientemente probado la fuerte base cultural de estas conductas
colectivas y la importancia del capital social[14]. En
el medio innovador, concepto inventado por el grupo GREMI (Groupe de Recherche
Europeén sur les Milieux Innovateurs), se afirma que el “medio” es un operador
colectivo que reduce los grados estáticos y dinámicos de incertidumbre que
enfrentan las firmas mediante la operación tácita y explícita de
interdependencia funcional entre jugadores (actores) locales, realizando las
funciones de investigación, transmisión, selección, decodificación,
transformación y control de información. La noción de “medio innovador” o entorno
local, tiene, según Vásquez Barquero, tres características: a] en primer lugar, hace referencia a un
territorio sin fronteras precisas pero que forma una unidad que es el lugar en
que los actores se organizan, utilizan los recursos materiales e inmateriales y
producen e intercambian bienes, servicios y comunicaciones; b] los actores
locales forman, además, una red a través de relaciones y contactos, con lo que
se establecen los vínculos de cooperación e interdependencia; c] un entorno
local contiene, por último, procesos de aprendizaje colectivo, que le permiten
responder a los cambios del entorno a través de la movilidad del trabajo en el
mercado local, los intercambios de tecnología de producto, proceso,
organización y comercialización, la provisión de servicios especializados, los
flujos de información de todo tipo o las
estrategias de los actores. En los “clusters”, cuya introducción en el análisis económico territorial se debe a
Michel Porter, éstos se definen de la manera siguiente: “Los ‘clusters’ son concentraciones geográficas de compañías e
instituciones interconectadas en un
campo [o sector] particular”[15]. De acuerdo a lo sostenido en este artículo de
Porter, los “clusters” no tienen límites geográficos definidos en un sentido
político (son “manchas” de actividad en el mapa y como tales, se superponen a
las fronteras nacionales o internacionales) y sus dos características
principales son permitir el surgimiento de actitudes empresariales que permiten
competir y cooperar en forma simultánea y permitir a cada miembro del “cluster”
beneficiarse como si él mismo operase a una escala mayor o como si se hubiese
asociado con otros sin sacrificar su flexibilidad. El mismo Porter cita a
manera de ejemplo los “clusters” del vino en California, del cuero en Italia o
de la química en Alemania y en Suiza.
La fortaleza de los “clusters” de
firmas especializadas de pequeño y mediano tamaño reside, según Bert Helmsing[16], en las
economías externas de escala y alcance (scale
and scope). Este mismo autor cita estudios recientes que muestran, primero,
la gran variedad de “clusters” existentes y, segundo, la heterogeneidad interna
de ellos. De hecho hay “clusters” ligados a actividades controladas por
corporaciones transnacionales de gran escala, como podría ser el potencial
“cluster” cuprífero en Chile.
Joseph Ramos [17], sostiene que la conformación de “clusters”
tiene mucho que ver con el hecho de que la competitividad de una empresa es
potenciada por la competitividad del conjunto de empresas y actividades
cercanas. Tal competitividad del conjunto deriva de importantes externalidades,
economías de aglomeración, spillovers
tecnológicos e innovaciones que surgen de la fuerte interacción entre empresas
situadas en la misma localización. Así, el concepto de “cluster” forma parte
del amplio campo de las teorías de localización industrial.
Un trabajo emanado desde la CEPAL[18],
contiene una de las revisiones más claras y exhaustivas del concepto de
“cluster”. Rudolf Buitelaar, su autor, introduce la interesante clasificación de
“clusters” originada en un trabajo de los holandeses Roenlandt y den Hertog[19] que
distinguen los niveles Nacional-macro, Sectorial-meso y Empresarial-micro con
tres correspondientes conceptos de “clusters”: enlaces sectoriales en una
estructura económica, enlaces inter e intra-industriales, y contactos
empresariales respectivamente. Según Buitelaar, “clusters” son entonces
concentraciones geográficas de grupos de empresas e instituciones enlazadas que constituyen un sistema
de valor, cuya posición en el mercado se explica por la capacidad de
aprendizaje del conjunto.
El enfoque de desarrollo local como
un proceso endógeno de cambio. El
concepto de “desarrollo endógeno” es
tan popular ahora como el de “desarrollo
local” y no resulta fácil distinguirlos, pero es casi imprescindible
hacerlo.
En primer lugar hay que separar
aguas nuevamente entre los conceptos de “crecimiento” y de “desarrollo”, puesto
que en la corriente dominante en materia de teorías del crecimiento económico y
partir de los trabajos de P. Romer, R. Lucas, X. Sala y Martin, y otros, se ha
impuesto el concepto de “crecimiento
endógeno” para describir un proceso global en el cual el gasto en
investigación científica y tecnológica—principal factor de progreso a través
del conocimiento—es un gasto que obedece a la racionalidad económica, es decir,
se gasta en I & D porque resulta rentable, como tan expresivamente
se muestra en relación al genoma humano. El factor residual de Solow se
internaliza en la función de producción. Sin necesidad de suponer crecimientos
exógenos de alguna variable, en los modelos de esta especie se generan tasas
positivas de crecimiento de largo plazo de la economía.
Efectivamente entonces el
crecimiento global es ahora considerado como un proceso endógeno, pero extrapolar
tal situación global a una escala geográfica menor, como una localidad, resulta
a todas luces confuso ya que, a lo menos desde el punto de vista decisional (y
hay que concordar que un proceso de crecimiento económico es necesariamente el
resultado de una matriz de decisiones que toman diversos agentes), el
crecimiento local (cualquiera sea su escala precisa) inexorablemente en la
globalización asume un carácter crecientemente exógeno debido al
carácter más y más alienígeno de los tomadores de decisiones, esto es, los
tomadores de decisiones, aún actuando con la racionalidad económica más pura,
no son, en su gran y creciente mayoría, habitantes de ese lugar.
Lo que sí es perfectamente verdadero
es que todo proceso de desarrollo es, por pura definición, un proceso
endógeno, que sólo compete, en su sueño, en su diseño y en su implementación, a
una comunidad que habita determinada
localidad.
Garofoli [20], uno de los más notables
exponentes del “nuevo regionalismo” europeo define el desarrollo endógeno de la
manera siguiente: “Desarrollo endógeno significa, en
efecto, la capacidad para transformar el
sistema socio-económico; la habilidad para reaccionar a los desafíos externos;
la promoción de aprendizaje social; y la habilidad para introducir formas
específicas de regulación social a nivel local que favorecen el desarrollo de
las características anteriores. Desarrollo endógeno es, en otras palabras, la habilidad para innovar a nivel local”.
Desde otro punto de vista también podría afirmarse que la endogeneidad de los procesos de cambio territorial
habría que entenderla como un fenómeno que se presenta en por lo menos cuatro
planos que se cortan, se cruzan entre sí.
En primer lugar, la
endogeneidad se refiere o se manifiesta en el plano político, en el cual se le identifica como una creciente
capacidad local para tomar las decisiones relevantes en relación a diferentes
opciones de desarrollo, diferentes estilos de desarrollo, y en relación al uso
de los instrumentos correspondientes, o sea, la capacidad de diseñar y ejecutar
políticas de desarrollo, y sobre todo, la capacidad de negociar con los
elementos que definen el entorno del territorio.
En segundo lugar, la
endogeneidad se manifiesta en el plano
económico, y se refiere en este caso a la apropiación y reinversión local
de parte del excedente a fin de diversificar la economía local, dándole al
mismo tiempo una base permanente de sustentación en el largo plazo. En el plano
económico, endogeneizar el crecimiento local significa en la práctica intentar
conciliar la propuesta estratégica de largo plazo del territorio con las
estrategias de largo plazo de los segmentos de capital extra local presentes en
el territorio.
En tercer lugar, la
endogeneidad es también interpretada en el plano
científico y tecnológico, es decir, como la capacidad interna de un sistema
–en este de un territorio organizado—para generar sus propios impulsos
tecnológicos de cambio, capaces de provocar modificaciones cualitativas en el
sistema.
En cuarto lugar, la
endogeneidad se plantea en el plano de la cultura, como una suerte de
matriz generadora de la identidad socio territorial, cuestión ahora considerada
como fundamental desde el punto de vista de un desarrollo bien entendido.
Así pues, el enfoque
del desarrollo local como un proceso endógeno de cambio cabalga a horcajadas en el
crecimiento y en el desarrollo, y por tanto comparte elementos de exogeneidad
propios del crecimiento local con otros de endogeneidad propios del
desarrollo. Las instituciones, las
organizaciones y los actores, categorías todas que pertenecen al lugar, pasan a
ser los elementos relevantes desde el punto de vista de diseño de políticas.
El enfoque del desarrollo
local como empoderamiento de la sociedad local. Desde la OECD[21] ha surgido una nueva
propuesta de desarrollo local fundada en la “devolución” de competencias ejecutivas a los estamentos locales. Se
sostiene que la globalización exige devolución de capacidades hacia lo local.
La gente suele pensar de la
devolución y de la globalización como dos fenómenos opuestos. Uno es un proceso
de aumento en la localización de las decisiones; el otro es un proceso de
incremento en la internacionalización de las interacciones económicas. Sin
embargo ambas tendencias son interdependientes, puesto que para competir exitosamente
en una economía globalizada, los territorios necesitan crecientemente políticas
que ayuden a construir y a explotar las capacidades endógenas.
La globalización supone crecientes
flujos internacionales de capital y tecnología y un aumento de los mercados
internacionales y de la competencia. Esto está creando una necesidad de ajustes
económicos más rápidos y más profundos que en el pasado. Al mismo tiempo, la “performance” de regiones y ciudades
aparece como menos ligada a la suerte de su economía nacional y más afectada
por los desarrollos internacionales. La globalización está cambiando la
racionalidad de la intervención pública en términos de cómo regular la economía
y cómo colocar las políticas públicas en su lugar.
Queda abierta la puerta para que las
propias sociedades territoriales asuman (o recuperen) competencias que las
capaciten para intervenir en sus propios procesos de cambio social, ya sea el
crecimiento, o bien, el desarrollo. Es interesante constatar que la dinámica
globalizadora hace que las hipotéticas curvas de demanda (social) de autonomía
local y oferta (estatal) de autonomía local se crucen aquí y ahora y no casi en
el infinito. Es clara la importancia que este fenómeno adquiere en los procesos
de configuración de asociaciones supra nacionales, como el MERCOSUR, por
ejemplo. No obstante, nada es automático y todo requiere de una “inteligencia”
colectiva a ser potenciada.
Puede concluirse que la
globalización, en tanto proceso que simultáneamente busca formar un solo espacio de mercado y múltiples territorios de producción, contiene
fuerzas que empujan la diseminación territorial de segmentos de variadas
cadenas de valor, al tiempo que hace surgir fuerzas de descentramiento y de
descentralización, así como de centralización y concentración y desde tal punto
de vista, de un “mix” de efectos, puede
afirmarse que la globalización estimula el surgimiento de procesos de crecimiento local, de lo cual no
puede inferirse sin embargo que estimule también procesos de desarrollo local. La localización
de segmentos de cadenas de valor en forma discontinua sobre el territorio
mundial puede potenciar estructuras latentes o puede crear estructuras a partir
de las cuales se configuren “distritos”, “medios”, o “clusters”, pero no parece haber nada de
mecánico en ello. Potenciados o creados, fenómenos como los descritos, ellos
pasan a ser condiciones de entorno
para sostener procesos de desarrollo, los cuales requerirán, más que los
primeros, de intervenciones sociales inteligentes. Si la globalización estimula
o no procesos de cambio social altamente endógenos en algunos territorios
dependerá de las dialécticas que se pongan en juego y ello estará ligado a la
devolución de capacidades y competencias que las exigencias de la
competitividad harán recaer en el Estado. Lo que parece claro es la necesidad
de contar con sociedades locales informadas, motivadas, poseedoras del
conocimiento mínimo para entender el propio proceso globalizador, y consensuadas
para actuar proactivamente, o sea, socialmente organizadas.
Como
lo señala Paulo R. Haddad[22] en un
informe sobre el desarrollo humano en el MERCOSUR: “Esta capacidad de organización social de la región es el factor
endógeno por excelencia para transformar el crecimiento en desarrollo, a través
de una compleja malla de instituciones y agentes del desarrollo, articulados
por una cultura regional y por un proyecto político” (en portugués el
original), basándose en trabajos previos de este autor[23].
La conformación de
espacios supra nacionales en la globalización latinoamericana: efectos sobre
los procesos locales de crecimiento y desarrollo
A partir de la década de los ochenta la integración económica
latinoamericana ha resurgido con un dinamismo notable. Este proceso ha tenido
lugar en un contexto económico nacional e internacional radicalmente distinto
del pasado. En efecto, mientras que antes se privilegió una estrategia
sustitutiva de importaciones, en un entorno mundial donde el proteccionismo era
un fenómeno de importancia relativa mayor, en la actualidad los diferentes
países profundizan la apertura, desregulación y privatización de sus economías,
en un marco externo de creciente globalización.
En este marco, a comienzos de los noventa, Argentina, Brasil, Paraguay y
Uruguay constituyen el MERCOSUR con el objeto de formar un espacio económico
a fines del año 1994, donde sea libre la circulación de bienes, servicios y
factores productivos entre los países miembros, donde se establezca un sistema
de tarifas externas comunes, con coordinación de las políticas macroeconómicas
y sectoriales y con armonización de las legislaciones de los países miembros.
En 1994 se firma el Tratado de Ouro Preto, dando origen formalmente al
MERCOSUR, una unión aduanera semi completa (95 % del comercio intra regional
circula sin derechos aduaneros) y también una unión aduanera imperfecta (las
tarifas externas comunes cubren cerca
del 85 % de los productos comercializados por el bloque con terceros países).
En 1996, el MERCOSUR y Chile firman un Acuerdo de Complementación Económica (ACE) que agrega al programa de liberación para el
comercio de los bienes que cumplan el requisito de origen, un Protocolo de
Integración Física, cuyo objetivo es promover el desarrollo y la utilización de
la infraestructura física, con particular énfasis en el establecimiento de corredores
bioceánicos, una cuestión que provoca por sí misma considerables impactos
territoriales, pero que avanza con lentitud debido a varias restricciones,
financieras y de otra índole.
Es perfectamente obvio que el resultado inmediato más buscado
mediante los diversos tipos de acuerdos surgidos al amparo de la globalización
es el aumento de los flujos de comercio de bienes y servicios al interior de
los nuevos espacios económicos. Al desaparecer las barreras y al unificarse el
mercado se modifican o pueden modificarse tres conjuntos de precios: el precio relativo
entre transables y no transables, el de
la divisa, y el del salario real. Unificado el mercado, el comercio de bienes y
servicios homólogos dependerá estrictamente de las competitividades relativas,
en parte basadas en ventajas comparativas estáticas y en parte en ventajas
comparativas dinámicas. Por ejemplo, es difícil para el sector cárneo de la
pecuaria chilena y de sus regiones de base competir con la producción de la
pampa húmeda argentina, si tal competencia se basase sólo en ventajas
estáticas; es más fácil o más amplia la competencia cuando entran en juego
algunas ventajas dinámicas, como puede ser la tipificación o la capacidad para
controlar la aftosa.
En
todo caso, es claro que la emergencia de un nuevo patrón de comercio, que no
sólo resulta de una ampliación de una relación comercial previa, sino
principalmente de la introducción de nuevos ítems y de un cambio en las
proporciones del intercambio, tiene un impacto definido sobre las “antiguas”
regiones y sobre el proceso de reconfiguración de ellas, al generar nuevos
espacios de comercio y al obligar a muchas regiones a enfrentar procesos de
reconversión productiva que no se encontraban en su horizonte inmediato.
Difícilmente, por ejemplo, las regiones o los territorios chilenos productores
de arroz, podrán soportar a largo plazo la competencia uruguaya.
Aquí el abanico se despliega en
procesos simultáneos de aumento y reducción de producción. Nuevamente y en forma
similar al surgimiento de un nuevo ordenamiento territorial, ahora lo que se
está produciendo, bajo el empuje del capital que compite en un espacio
ampliado, es un generalizado y exógeno proceso de reconversión productiva. Este
proceso plantea nuevamente la cuestión de si un país aceptará la reconversión
generalizada de una manera reactiva o de una manera proactiva.
Un aspecto de particular interés en
relación a los impactos territoriales del MERCOSUR en algunos países resulta
del hecho de que la remoción de las barreras al comercio tiende a integrar
completamente las regiones fronterizas[24]
y a cambiar la magnitud y las fuerzas de aglomeración que operaban dentro de
las fronteras nacionales. Regiones pequeñas o periféricas pueden pasar a
integrarse y conformar espacios mayores, que operen como centros de
aglomeración. En este sentido, afirma Vaillant[25],
“la evolución en la especialización
productiva no tiene una trayectoria parsimoniosa. …por lo tanto empiezan a
pesar otras consideraciones al momento de definir el lugar de localización”.
Demás está recordar que en el peculiar caso chileno, todas las regiones son
regiones de frontera, algo poco internalizado en el difuso discurso oficial
sobre regionalización y desarrollo.
De la globalización emergen cuestiones
nuevas, como si fuera una Caja de Pandora, por ejemplo, emergen nuevos códigos,
así como una nueva geografía (ya descrita), nuevos patrones de comercio, nuevos
idiomas (mejor dicho, se consolida una megaidioma, el inglés), nuevas
tecnologías de interconexión, etc. De acuerdo a la lexicografía común, “código”
es tanto un conjunto de reglas y preceptos sobre cualquier materia, como un
libro en el que se insertan las palabras más comunes en el comercio poniendo
junto a cada una un grupo arbitrario de letras o números. Sirve para
comunicarse…en secreto. En cualquiera de estas acepciones, parece claro que la
globalización está introduciendo un nuevo código, que es precisamente, su
código, el código de la globalización, sin cuyo entendimiento o decodificación
no es posible pretender beneficiarse de este proceso.
En la perspectiva de los nuevos
códigos de la globalización hay que llamar la atención al papel de la pedagogía
y de la educación, para capacitar a las personas en entender y comprender
las nuevas lógicas en juego, única forma de ser sujeto y no objeto de la
globalización, única posibilidad de transformar en incluyente un proceso
globalizador que hasta ahora muestra preferentemente su naturaleza excluyente.
Una consecuencia sutil y al mismo
tiempo muy importante de la globalización, radica en la incorporación de
países, regiones, empresas y personas a una red mundial que se configura como
la función generatriz del crecimiento económico en el Siglo XXI. La cuestión
es ésta: si se está en la red, se crece; si no se está, no se crece. Pero también
puede agregarse una sutileza a una afirmación tan gruesa: hay que estar y hay
que saber estar.
INTERNET ejemplifica de una manera
expresiva el argumento anterior: hay que estar conectado, qué duda cabe, pero hay
que saber usar la conexión. Para un territorio organizado bajo cualquier
modalidad (comuna, provincia, región), estar acoplado institucionalmente a
INTERNET es vital, pero si no se tiene la capacidad para crear una página WEB,
se está desaprovechando casi todo el potencial de la globalización.
La
conformación de nuevos espacios supra nacionales al amparo de la globalización
pone frente a frente dos tendencias opuestas de localización. Haddad (op.cit.)
cita varios argumentos a favor de una reconcentración espacial: a) las
innovaciones más rápidas y los ciclos de productos más cortos estimulan una
mayor proximidad espacial entre las actividades de I & D y de manufacturas;
b) las economías en la mano de obra en la producción flexible hace que los costos
salariales sean un factor de interés menor para la deslocalización en dirección
a áreas de menor costo de mano de obra; c) la mano de obra polivalente y de
alta calificación está concentrada en los centros más complejos; d) la
necesidad de proximidad física entre productores y sectores subcontratados
estimula la concentración. Pero el mismo Haddad también presenta argumentos a
favor de la deslocalización hacia áreas
periféricas: a) la reducción de la fricción de la distancia como subproducto de
De manera que en síntesis, es difícil
hacer predicciones de mediano plazo sobre la geografía resultante de los
acuerdos supra nacionales. Hay, como se dijo, tendencias que podrían
considerarse como de apoyo al surgimiento de procesos localizados de
crecimiento que pudiesen ser asimilados a las formas discutidas de crecimiento
local que a su vez constituirían basamentos para un desarrollo local futuro,
como también hay tendencias que apoyan el aumento de la concentración allí
donde ya se ha establecido, conforme al viejo principio que señala que la concentración es el momento generatriz de
la concentración, tanto más verdadero cuanto más evidentes son los
rendimientos crecientes.
¿Qué pueden aportar las universidades a
estos procesos?
La globalización está poniendo en
jaque a muchas instituciones (normas, arreglos jurídicos, leyes, tradiciones
informales) y a muchas organizaciones. Peter Drucker ha dicho, quizás
exageradamente, pero no equivocadamente, que las universidades no sobrevivirán
al paso del Siglo XXI. Ello podría ser el resultado de la enorme y exponencial
presencia del conocimiento en redes virtuales acompañado del uso de entornos y
plataformas virtuales así como de software para el diseño de materiales
educativos digitales y el uso de portafolios y equipos distribuidos que hacen
viable estudiar programas de postgrado principalmente, sin presencialidad, y, sobre
todo, en mi opinión, a la lentísima velocidad de respuesta al cambio por parte
de estas organizaciones que datan en el Occidente desde el Siglo XI.
José Joaquín Bruner escribe al
respecto: “El gran riesgo es que
realmente América Latina se quede excluido del orden global emergente de una
economía basada en conocimientos, de la sociedad de la información, simplemente
porque no hemos tenido la capacidad en uno de los sectores claves para la
incorporación a ese nuevo orden, no solamente de hacer los cambios necesarios,
sino de hacer los cambios con la velocidad necesaria. Porque en realidad hoy
día ya no es un problema decir vamos a cambiar o no vamos a cambiar. Tal vez
cambiar 10 años después de lo que era necesario ya no sirve; es una cosa muy
dramática, pero en realidad, por primera vez ahora el mundo está conectado de
tal manera que la velocidad de los procesos de cambio tiene una importancia
esencial. Eso al final tiene un solo test, y es, si en las instituciones de
Educación Superior, en cada una de las universidades uno ve o no, que hay el
predominio de una dinámica de cambio por sobre una dinámica de conservación o
de cerrazón corporativa o de temor
frente a la sociedad”[26].
Sobre esta preocupación de Bruner se
sobrepone todavía lo que he denominado como “la ley universal de la
descentralización” que dice que: La
eficacia y velocidad decisional de todo organismo público es inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia al centro nacional de decisiones”
una forma irónica para referirse a la parsimonia fatal de las organizaciones—universidades
en primer lugar-- ubicadas en “la periferia de la periferia”, es decir, en las
lejanas provincias. No hay dudas que en el contexto de la globalización,
cualquier organización ubicada en “la periferia de la periferia” está
obligada—si quiere sobrevivir—a ser por lo menos el doble de eficaz y veloz
en comparación con sus competidoras más centrales, que se benefician
mucho más de su propio entorno.
Siendo como es la globalización, un
proceso profundamente ligado al proceso de innovaciones y siendo éste un
resultado del incremento del conocimiento, aparece claro que la condición
básica, para cualquier organización-- sea funcional como una empresa o una
universidad, sea territorial como una región o país-- para acoplarse al
“centro” de la globalización, es decir, a su núcleo dinámico cognitivo, reside
en disponer del “saber” necesario y pertinente para ello. Se ha sostenido, por
ejemplo, que para los países latinoamericanos “la ventana” de las manufacturas
microelectrónicas ya se cerró con candado, cuya llave está en manos de algunos pocos
países asiáticos y europeos y que por tanto acoplarse ahora al núcleo dinámico
de la globalización presupone intentar abrir “ventanas” todavía más complejas,
tal vez “ventanas” biogenéticas, de servicios, de nuevos materiales, etc. ¿Cómo
pretender hacerlo sin disponer del conocimiento necesario?
Pretender que la generación de ese
conocimiento pudiese ser todavía una responsabilidad única de la universidad
sería un error fatal, en una época en que hablamos de “conocimiento
distribuido”, comunidades de conocimiento, redes cognitivas, sinergia inter
organizacional, y en general, de nuevos tipos de aprendizaje.
Admitiendo entonces un papel
importante, pero lejos del papel propio del pasado, a las universidades de los
nuevos espacios—como
Según Francisco Pérez[30]
los factores que refuerzan o que debilitan el aporte de las universidades a la
competitividad de su entorno son:
a)
Las características del entorno: Nivel de
desarrollo económico y tecnológico; Entorno empresarial y organizativo;
Dotación y uso de capital humano; Especialización de la economía e intensidad
tecnológica.
b)
Las características de las universidades: Recursos
humanos y financieros; Especialización científica; Cultura organizativa y
valores predominantes; Eficiencia, productividad y calidad docente e
investigativa.
c)
El funcionamiento de los enlaces: El sistema
de I&D+i y el desarrollo y difusión de resultados; Financiamiento de
La pregunta clave es, por cierto, ¿en qué pueden contribuir las
universidades a un mejor posicionamiento, basado en el conocimiento, de “su”
territorio en la globalización? La respuesta es múltiple, como se describe a
continuación.
En relación a la formación:
a)
Preparar a más ciudadanos para asimilar más
conocimientos y para participar en un proceso de cambio permanente y rápido;
b)
Mejora del capital humano formando más
científicos e ingenieros fuertemente impregnados de valores;
c)
Mejorar la inserción laboral de los
egresados, mediante una formación que fomente la vocación empresarial y que les
prepare para contribuir al proceso innovativo;
En relación al binomio I&D
a)
Reforzar la investigación: más y de mejor
calidad;
b)
Reforzar la conexión entre innovación y
empresa;
En relación al cambio estructural de la economía:
a)
Apoyo a
la creación de empresas de base tecnológica mediante “incubadoras” y otros
mecanismos de apoyo;
b)
Apoyo a
la mejora tecnológica de las empresas y sectores existentes mediante programas
sistemáticos de transferencia tecnológica;
En relación al desarrollo regional:
a)
Contribuir
a las estrategias locales y regionales para el desarrollo del territorio en la
contemporaneidad (conocimiento+valores).
Este punto requiere una ampliación y
profundización. ¿Qué significa “contribuir a las estrategias…”?, ¿cuál puede
ser tal contribución? Parece evidente que ella no podría limitarse a
contribuciones a nivel micro, esto es, a nivel de empresas o
actividades; un nivel meso parecería ser el nivel apropiado para
concretar tales contribuciones.
Si se admite que tanto el crecimiento
económico de un territorio como su desarrollo son procesos colectivos y
sinérgicos, se sigue que el logro de ambos presupone una forma de coordinación
de los diversos agentes (tomadores de decisiones) involucrados de manera que la
matriz decisional resultante muestre una elevada coherencia interna y una
direccionalidad pre establecida.
Esta coordinación es por definición,
horizontal y heterárquica, ya que de otra forma sería una imposición. ¿Cómo
llegar a este resultado? La respuesta parece encontrarse en el campo de la
lingüística, es decir en el uso de la palabra, el discurso y la conversación
para crear un futuro y para generar consenso social.
Esto no puede sino ser el resultado de un
complejo proceso de introducción en el cuerpo colectivo de un energía externa,
una forma de negentropía, que la hemos denominado como “sinergia cognitiva”, definida como un conocimiento científico
compartido por la mayoría (aunque no necesariamente por unanimidad) de los
agentes sociales, acerca de la naturaleza y dinámica de los procesos de cambio
social que se dan en el territorio: el crecimiento y el desarrollo,
estructuralmente diferentes pero no del todo independientes[31].
En síntesis, esto equivale a “descubrir” y a adoptar dos cuerpos cognitivos que
“empoderan” al colectivo para intervenir contemporáneamente en la promoción
tanto del crecimiento como del desarrollo.
Se
trata en primer lugar de adoptar en la práctica diaria una visión territorial
que permite entender el territorio—cualquiera sea su escala—como, primero, un
sistema, segundo, como un sistema abierto, y tercero, como un
sistema abierto y complejo. No es muy sencillo, pero en definitiva no hay
nada que inventar desde el punto de vista cognitivo, sólo adaptar conocimiento
ya creado, venciendo, por cierto, toda clase de rigidez mental.
Se trata en segundo lugar, de abrir espacio
mental para un segundo marco cognitivo, nuevo, que permite entender cuáles son
hoy día los factores determinantes tanto del crecimiento como del desarrollo y
bajo que modalidad de relacionamiento sistema/entorno ellos se producen.
Ello lleva, en apretada síntesis, a sostener
que el crecimiento de un territorio depende ahora de seis factores: i) la
acumulación de capital; ii) la acumulación de progreso técnico; iii) la
acumulación de capital humano; iv) la demada externa; v) los efectos
territorialmente diferenciados del cuadro de política económica macro, y; vi)
el proyecto nacional o proyecto país y sus desdoblamiento territorial. Como se anticipó más atrás, siendo la mayoría
de los agentes decidores externos al territorio, es legítimo sostener que el crecimiento
subnacional es esencialmente un proceso exógeno desde este punto de vista.
Puede agregarse, sistémicamente, que el crecimiento territorial es una función
de la interacción entre el sistema y su entorno.
Por otro lado y considerando el carácter
estrictamente endógeno del desarrollo territorial, puede sostenerse que éste
proceso depende de la sinapsis y de la sinergia que opera entre seis
subsistemas pertenecientes al sistema territorial en cuestión y que definen su
complejidad: i) el subsistema de acumulación; ii) el subsistema axiológico;
iii) el subsistema decisional; iv) el subsistema procedimental; v) el
subsistema organizacional y; vi) el subsistema subliminal. El desarrollo es
visto entonces como una emergencia
sistémica o como una propiedad evolutivamente
emergente de un sistema territorial complejo.
En tercer lugar, como ha sido insinuado en
varias oportunidades, ambos procesos territoriales de cambio están profundamente articulados con
el nuevo entorno territorial, un
complejo de procesos que están
cristalizando en la actualidad y que se asocian al surgimiento de tres nuevos
escenarios para los territorios: un nuevo escenario contextual (apertura
externa e interna), un nuevo escenario estratégico (nueva geografía y nuevas
modalidades de gestión) y un nuevo escenario político ( modernización del
Estado y nuevas funciones de gobierno subnacional).
Parece perfectamente evidente, admitida aún
a priori la validez de las hipótesis anteriores, que el entendimiento de estas
cuestiones es una condición sine qua non
para minimizar los errores de las intervenciones o, a la inversa, para
maximizar las probabilidades de éxito de ellas.
En la práctica, todo esto se transforma en
un verdadero imperativo docente, investigativo y de extensión para las
universidades locales. Son las instituciones privilegiadas, pero no las únicas,
para desarrollar permanentemente estos conceptos, para entregarlos en programas
contemporáneos de formación de pre y pos grado, en este último caso, en
programas dirigidos al tema del desarrollo territorial, y para difundirlos
hacia un público más amplio. Después de todo,
Yehetzel Dror[32]
tiene mucha razón al sostener que “Se
requieren élites de gobernación democráticas, y adecuadamente cualificadas para
representar el futuro y los intereses de la humanidad , y para perfeccionar el
eslabón entre conocimiento y poder. Al mismo tiempo deben hacerse vigorosos
esfuerzos para elevar el nivel de entendimiento popular en relación con temas
complejos”
Conclusiones
El proceso de globalización produce
importantes cambios en la geografía de la producción, no sólo manufacturera,
sino en su acepción más amplia, incluyendo actividades como la agricultura y el
turismo. La libre circulación del capital en nuevos espacios ampliados de
comercio y los procesos de reconversión a los que se ven empujados los
territorios sumados a las innovaciones tecnológicas generan nuevos mapas
productivos, con sus inevitables balances de pérdidas y ganancias.
Nuevas actividades en nuevos espacios abren
posibilidades ciertas de generar procesos de crecimiento local, los
cuales pueden servir de base y entorno para procesos más complejos de desarrollo
local endógeno. Que los procesos de crecimiento se asimilen o no a los
modelos comentados—distritos, clusters, y cambio endógeno—dependerá de la
calidad de la respuesta local, influenciada a su vez por la catálisis que los
sistemas locales de I&D, universidades principalmente, puedan introducir en
el medio local.
El papel de las universidades subnacionales
especialmente, resulta de la mayor importancia, no sólo en términos de la
transferencia tecnológica a procesos fabriles y organizacionales; el aporte
crucial de las universidades debe manifestarse en su contribución a la creación
y difusión de marcos cognitivos nuevos, contemporáneos y pertinentes para dar
respaldo científico a las intervenciones de la propia sociedad sobre los dos
procesos de cambio social más importantes para ella misma: el crecimiento y el
desarrollo territorial.
Usando el lenguaje de moda, “hay que apostar a ganar en la globalización”.
§ Economista chileno, ex Director de
Políticas y Planificación Regionales del ILPES/CEPAL. Presidente Ejecutivo del Centro
de Anacción Territorio y Sociedad (CATS). Contacto: sboisier@vtr.net
[1] Y, paradojalmente, como se verá, múltiples
espacios de producción. Naturalmente que la lógica del sistema no coincide
plenamente en el corto plazo con la lógica de defensa de las economías
nacionales, pero es fácil adivinar cuál será el contendor que impondrá su modo
de organización del mundo.
[2] Véase el excelente estudio de Iván Silva: Disparidades,
competitividad territorial y desarrollo local y regional en América Latina,
2003, ILPES/CEPAL, Serie Gestión Pública, Santiago de Chile
[3] Simmies
J. “Innovation, Networks and Learning Regions?”, Regional Policy and Development # 18, 1997,
RSA, J. Kingsley Publishers,
[4]
Storper M., The Regional World,
1997, The
[5] Reich R., El trabajo de las naciones.
Hacia el capitalismo del Siglo XXI, Javier Vergara, Editor S.A, 1993,
Buenos Aires, Argentina
[6] Boisier S., “Knowledge Society, Social Knowledge, and Territorial Management”,
Regional Development Studies vol. 9, 2003, UNCRD, Nagoya, Japan y también del
mismo autor: El lenguaje emergente en desarrollo territorial, 2002,
policopiado, Santiago de Chile
[7] “Completud” pareciera ser un sacrilegio
lingüístico. Si Octavio Paz la usa (La llama doble, Seix Barral, 1993:
41) cuando dice: “somos seres incompletos
y el deseo amoroso es perpetua sed de ´completud´”, todos los simples
mortales estamos autorizados a su uso.
[8] Véase el trabajo de S. Boisier titulado
“Desarrollo (local): ¿de qué estamos hablando?” que forma parte de su libro El
desarrollo en su lugar , Instituto de Geografía de
[9] Path
dependence como se le conoce en inglés. Se trata de un concepto
asociado a la irreversibilidad del tiempo, algo propio de la física no
newtoniana.
[10] Guimaraes J.P., “Local Economic Development: The Limitation of Theory”, B. Helmsing
and J. Guimaraes (eds.) Locality, State and Development, 1997, ISS,
[11] Buarque S., Metodología de Planejamento do
Desenvolvimento Local e Municipal Sustentable, 1999, IICA, Recife, Brasil
[12] Krugman P., Geography and Trade, 1991,
[13] La revista española Investigaciones
Regionales, en el número 4 de 2004, reproduce un notable y relajado e informal
diálogo entre Krugman y Fujita acerca de “The
new economic geography: Past, present and the future” que merece una atenta
lectura.
[14] Para un enfoque crítico acerca de la
replicabilidad de los distritos italianos véase Patricio Bianchi y Lee. M.
Miller: Innovación y territorio, 1999, Editorial JUS, México
[15] Porter
M., “Clusters and the new economics of
competition”, en Harvard Business Review, Nov-Dec.,1998
[16]Helmsing
B., Externalities, Learning and Governance. Perspectives on Local Economic
Development, 2000, ISS,
[17] Ramos J., Una estrategia de desarrollo a
partir de los complejos productivos (clusters) en torno a los recursos
naturales, CEPAL, LC/R.1743, Santiago de Chile, 1997
[18] Buitelaar R., ¿Cómo crear competitividad
colectiva?, documento policopiado, CEPAL, Santiago de Chile, Enero, 2000.
[19] Consúltese el artículo anterior de
Buitelaar para las referencias bibliográficas.
[20] Garofoli G., “Desarrollo económico, organización de la producción y territorio”,
en A. Vázquez-Barquero+ G. Garofoli (eds.) Desarrollo económico local en
Europa, Colegio de Economistas de Madrid, 1995
[21] OECD: Devolution
and Globalisation. Implications for Local Decisión-Makers, 2001,
[22] Haddad P.R. Relatorio sobre o
Desenvolvimento Humano do MERCOSUL, s/f, Belo Horizonte, MG, Brasil
[23] Boisier S., Política económica,
organización social y desarrollo regional, 1991 (5ª ed.), ILPES, Santiago
de Chile
[24] Sobre el tema de regiones fronterizas puede
verse: S. Boisier, “Notas en torno al
desarrollo de regiones fronterizas en América Latina”, Revista del
Instituto de Estudios Internacionales de
[25] Vaillant M., Pradera,
frontera y puerto, otra vez, Montevideo, 1997
[26] Bruner J.J., citado por Javier Medina: Por
un nuevo liderazgo para facilitar el desarrollo de comunidades y cultura del
conocimiento en la formación avanzada, 2002, policopiado, Universidad del
Valle, Cali, Colombia
[27] Boisier S., “Universidad, inteligencia social y desarrollo regional” Revista EURE # 60, 1994, Universidad Católica
de Chile, Santiago de Chile
[28] Nadie sabe más de esto que los
productores de vino
[29] Por ejemplo, un brillante egresado de
la educación media en Chile que quisiese estudiar Medicina Veterinaria,
elegiría con toda seguridad como primera
opción
[30] Pérez F., La mejora de la
competitividad: la contribución de las universidades, ponencia presentada en
[31] Boisier S., El desarrollo en su
lugar, op. cit. y del mismo autor, Conversaciones sociales y desarrollo
regional, 2000, Editorial de
[32] Dror Y., La capacidad de gobernar. Informe al Club de
Roma,