Observatorio Economía Latinoamericana. ISSN: 1696-8352


ECONOMÍA POLÍTICA DEL DESARROLLO: CLAVES DEL SECTOR CAFETALERO PARA El DESARROLLO TERRITORIAL DE MANABÍ, ECUADOR

Autores e infomación del artículo

Kerly Andrea Mero Loor*

Roberto Muñoz González**

Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba

rmunoz@uclv.edu.cu

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RESUMEN
En la literatura científica se discute y reconoce a la economía del desarrollo, y pocas veces esos problemas son tratados desde la economía política del desarrollo. Como disciplina, la economía política del desarrollo posee la capacidad para descubrir las verdaderas causas y naturaleza de los fenómenos y procesos económico-sociales en los contextos histórico-culturales en que ellos se originan y despliegan, en atención a tres categorías básicas: fuerzas productivas, relaciones sociales de producción y estructuras socio-económicas. En términos de desarrollo, facilita la construcción de mecanismos multifactoriales para afrontar las deformaciones estructurales y sus determinantes socio-históricas, con vistas a progresar en los procesos del cambio estructural. En la era de la globalización esa perspectiva analítica resulta de mayor pertinencia, pues a la vez que se producen conexiones e interdependencias globales inéditas, también ha provocado que territorios y localidades de esa totalidad interconectada, tengan que buscar alternativas de autogestión para su desarrollo, destacándose el protagonismo de los actores en las comunidades. El abordaje de la temática en este trabajo se sustenta analíticamente en la metodología del materialismo dialéctico, y su propósito esencial es el de poder contribuir a una mejor comprensión de los complejos y diversos debates que se realizan en la actualidad respecto al desarrollo socioeconómico, utilizando el enfoque explicativo crítico de la economía política, en donde se incluye a manera descriptiva una perspectiva de la importancia que tiene el sector cafetalero para el desarrollo territorial de la provincia de Manabí, en la República del Ecuador.
PALABRAS CLAVE: economía política – desarrollo – crítica - política económica - Sector cafetalero.

ABSTRACT
In the scientific literature development economics is discussed and recognized, and these problems are rarely treated from the political economy of development. As a discipline, the political economy of development has the capacity to discover the true causes and nature of economic-social phenomena and processes in the historical-cultural contexts in which they originate and unfold, in terms of three basic categories: productive forces, social relations of production and socio-economic structures. In terms of development, it facilitates the construction of multifactorial mechanisms to deal with structural deformations and their socio-historical determinants, in order to progress in the processes of structural change. In the era of globalization, this analytical perspective is more pertinent, since unprecedented global connections and interdependencies have also resulted in the territories and localities of that interconnected totality having to look for alternatives of self-management for their development, standing out the protagonism of the actors in the communities. The approach of the subject in this work is based analytically on the methodology of dialectical materialism, and its essential purpose is to contribute to a better understanding of the complex and diverse debates that are currently carried out regarding socioeconomic development, using the critical explanatory approach to political economy, where a description of the importance of the coffee sector for the territorial development of the province of Manabí in the Republic of Ecuador is included in a descriptive way.
KEYWORDS: political economy (P26) – development (O2) – criticism (Y9) - economic policy (E61) - coffee sector (L7).

Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:

Kerly Andrea Mero Loor y Roberto Muñoz González (2018): "Economía política del desarrollo: claves del sector cafetalero para el desarrollo territorial de Manabí, Ecuador", Revista Observatorio de la Economía Latinoamericana, (noviembre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/oel/2018/11/sector-cafetalero-ecuador.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/oel1811sector-cafetalero-ecuador


INTRODUCCIÓN
La teoría económica que estudia los problemas del desarrollo, desde su surgimiento se ha centrado más en las cuestiones del crecimiento económico que en el desarrollo mismo, y frecuentemente identifica como iguales los conceptos de desarrollo y crecimiento económico. No es hasta los años cincuenta que comienza a observarse cierta clarificación diferenciadora entre ambos conceptos.
Luego de la década de los setenta, esa tendencia resulta mucho más marcada bajo los imperativos de la propia realidad cambiante y de la ampliación y profundización de los debates teóricos, políticos y sociológicos en torno al verdadero significado humano del desarrollo y a la necesidad de superación del mismo, junto al flagelo de la pobreza y la exclusión social.
La economía neoclásica y los que hacen parte de ella como representantes de la economía del desarrollo, tienen como punto común esencial el hecho de resaltar la tesis smithiana acerca del papel determinante del mercado como regulador protagónico, en tanto posibilita “automáticamente” la división del trabajo, la especialización y el incremento de la productividad; ellos consideran que el comercio y los flujos internacionales de capital ytrabajo, generan un beneficio mutuo para países ricos y países en desarrollo y continúan centrándose más en los problemas del “modelo” óptimo o preferencial para desarrollar la economía, es decir el crecimiento económico como supuesta fuente determinante del desarrollo, que en el enfoque socioeconómico del mismo.
Generalmente en la literatura científica se discute y reconoce a la economía del desarrollo, y pocas veces esos problemas son tratados desde la economía política del desarrollo. La economía política del desarrollo resulta más pertinente para el análisis cada vez más multidimensional que presenta el fenómeno del desarrollo, pues no solo se trata de problemas económico-sociales, sino además medioambientales, los que paradójicamente provienen o son consecuencia del modelo de desarrollo de tipo capitalista predominante en la actualidad. En esa dirección resulta igualmente de mayor pertinencia científica por su carácter integral y holístico, el concepto de desarrollo socioeconómico o económico-social, y no simplemente el de desarrollo económico
Esta perspectiva permite analizar dicho fenómeno no solo en el sentido estrecho de la economía propiamente dicha, sino de las múltiples variables asociadas a ella en tanto proceso complejo; las dimensiones que lo explican no son solo económicas sino políticas, sociales, culturales, jurídicas y geográficas, entre otras (Capitán, 2011). Esas mismas razones explican el carácter multicriterial que posee, así como la complejidad que se observa en los enfoques y paradigmas en la literatura científica, círculos académicos y en los más disímiles foros de la política nacional e internacional.
La economía política del desarrollo desde la comprensión marxista, posee la capacidad para descubrir las verdaderas causas y naturaleza de los fenómenos y procesos económico-sociales en los contextos histórico-culturales en que ellos se originan y despliegan, en atención a tres categorías básicas: fuerzas productivas, relaciones sociales de producción y estructuras socio-económicas, estas últimas en su sentido multidimensional. Asimismo, ella permite revelar el carácter del fenómeno del subdesarrollo y caracterizarlo en sus expresiones generales y específicas, descubriendo la forma particular de funcionamiento de las leyes económicas y las diversas manifestaciones de la contradicción capital-trabajo. En términos de desarrollo, propone mecanismos multifactoriales que consideran la naturaleza de las deformaciones estructurales y sus determinantes socio-históricas, con vistas a progresar en los procesos del cambio estructural.
Existe una estrecha relación entre la economía política y las políticas económicas. De tal suerte la economía política como fundamento científico y base conceptual, facilita de una manera mucho más integral la concepción, diseño e implementación de las políticas económicas de cada país y región del mundo, con miras al desarrollo y superación de los obstáculos al desarrollo y todas las formas de pobreza. Son destacables en esa dirección los trabajos publicados por muchos de los más genuinos continuadores del marxismo originario, entre ellos lo llamados neomarxistas como Samir Amin, incluyendo por supuesto los trabajos paradigmáticos de Paul Baran y Paul Sweezy, por solo mencionar a algunos.
El abordaje de la temática en este trabajo se sustenta analíticamente en la metodología del materialismo dialéctico, y su propósito esencial es el de poder contribuir a una mejor comprensión de los complejos y diversos debates que se realizan en la actualidad respecto al desarrollo socioeconómico, utilizando el enfoque explicativo de la economía política. Todo ello como plataforma para mostrar una perspectiva de la importancia que tiene el sector cafetalero para el desarrollo territorial de la provincia de Manabí, en la República del Ecuador.

METODOLOGÍA
La investigación es de tipo teórica-exploratoria, lo que facilitó la identificación de las principales concepciones teóricas en la literatura acerca del desarrollo socioeconómico y particularmente del sector cafetalero en la provincia de Manabí, en el Ecuador.
El enfoque metodológico general utilizado es el materialismo dialéctico como proceder filosófico, contentivo de una serie de métodos específicos como son: hipotético-deductivo en el proceso de organización del conocimiento existente sobre el tema y la demostración de los objetivos planteados, análisis-síntesis en las concepciones teóricas relacionadas particularmente con el desarrollo socioeconómico y sus implicancias territoriales, y en el manejo de los datos, la información y los resultados abordados en la investigación acerca de las características e importancia del sector cafetalero para el desarrollo para el país y singularmente para el territorio de Manabí; observación en los recorridos por el territorio objeto de estudio; entrevistas individuales para completar la información y captar experiencias de actores sociales relacionados con el objeto de investigación. Además, en la concepción y desarrollo de la investigación fueron considerados principios y métodos propios del pensamiento socio-económico como el historicismo, la contextualización, la precedencia, las influencias, la vigencia y la proyección.
Otros métodos y técnicas fueron necesarios en el análisis de documentos y estadísticas, que proporcionaron la información necesaria para el análisis y evaluación de datos y poder establecer conclusiones validas, siendo además de mucha utilidad para la elaboración y presentación de tablas y gráficos el Microsoft Excel.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Economía del desarrollo y economía política del desarrollo: una perspectiva crítica.

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el análisis de las características que asume el proceso de acumulación capitalista y sus consecuencias en los nuevos contextos de la fase imperialista, se realizan desde diversas visiones filosóficas intra paradigmáticas, dígase marxistas (neomarxistas), u otras posiciones comprensivas de carácter reformistas y burguesas; estas últimas generalmente asumiendo como matriz analítica la supuesta capacidad del mercado como principal regulador de las economías.
Durante todo ese período se produce un heterodoxo y polémico debate en torno al crecimiento y desarrollo económicos, las vías y los mecanismos para lograr avanzar en las transformaciones estructurales del grupo de países subdesarrollados; frecuentemente intentando poner por delante de los mismos, como “espejo” de modelo económico-social, las llamadas sociedades capitalistas del bienestar, como el mejor de los mundos posibles.
De ahí que en la literatura científica se puedan apreciar los más diversos enfoques teóricos y metodológicos sobre el tema. También pueden encontrarse diferentes clasificaciones y agrupaciones por autores y escuelas de pensamiento sobre la economía del desarrollo, desatancándose autores como Bustelo (1999), García (2006) e Hidalgo-Capitán, (2011a). Las clasificaciones siempre resultan una tarea extremadamente compleja y comúnmente mediadas por los propósitos y valores de que se parta al momento de proponer cualquier clasificación.
No es intención de los autores de este trabajo realizar clasificaciones ni cronologías históricas puntuales, porque consideramos, además, que no resulta determinante a los propósitos del mismo. Sin embargo, es preciso señalar algunas tesis guiadoras generales al respecto.
En el plano teórico —como ya ha sido anotado—, el abanico de concepciones y modelos de desarrollo se ha diversificado y profundizado. Lo cierto es que generalmente predominan en la literatura dos grandes enfoques, así llamados convencionales y alternativos; aunque según García Rabelo (2006):
[…] encontramos obras que clasifican las ideas en tres corrientes: neoclásicas, estructuralistas y neomarxistas, mientras que otros autores prefieren distinguir dos grandes campos de confrontación: la ortodoxia (clásicos, neoclásicos, keynesianos) y la heterodoxia (estructuralistas, marxistas y/o dependentistas). (García, 2006: 37).
Como en casi todos los ámbitos de la cultura y el pensamiento, resulta común denominador encontrar posiciones teóricas y metodológicas diferentes dentro de iguales paradigmas filosóficos e ideológicos en torno a los problemas del desarrollo y sus posibles soluciones. Posiciones epistemológicas que divergen dentro de un mismo paradigma, pero que pueden constituir enfoques disidentes o virajes metodológicos que no significan una ruptura radical con los principios y esencia del paradigma dominante; así sucede por ejemplo dentro de la conocida economía convencional o neoclásica, y de igual manera dentro del marxismo y de sus variantes actuales, como por ejemplo la llamada neomarxismo.
Es criterio de García (2004: 4), que en el contexto de la llamada Guerra Fría aparecen las circunstancias que promovieron la preocupación de la comunidad científica y las instituciones internacionales por colocar y darle protagonismo a los problemas del desarrollo de los países subdesarrollados dentro de la agenda política del capitalismo.
El creciente interés que despertó la investigación relacionada con las perspectivas de transformación económica y social de los países subdesarrollados, fue dando lugar a lo que se ha dado en llamar Economía del Desarrollo, es decir, una subdisciplina de la ciencia económica que se dedica al estudio de los principales problemas que enfrentan las economías del llamado Tercer Mundo. (García, 2004: 4).
Aunque la propia autora es del criterio de que la economía del desarrollo —como disciplina científica— es cuestionada por los economistas neoclásicos y solo algunos autores “moderados” admiten su existencia, ante todo debido a los propios principios comprensivos que tiene la economía neoclásica respecto a la economía y su funcionamiento “óptimo” como proceso, cuyas raíces filosóficas y epistemológicas se encuentran en el hombre económico y la conocida mano invisible del mercado, de A. Smith. Ellos tienen una suerte de fe teológica en el papel determinante del mercado como regulador protagónico, en tanto posibilita automáticamente la división del trabajo, la especialización y el incremento de la productividad; es así que ambas posiciones, dentro del mismo paradigma, consideran que el comercio y los flujos internacionales de capital ytrabajo generan un beneficio mutuo para países ricos y países en desarrollo.
Mientras que posiblemente la diferencia principal radique en que los autores neoclásicos considerados puntualmente como teóricos de la economía del desarrollo, asumen que los mercados en los países atrasados o pobres —como comúnmente suelen llamarles— funcionan peor que en los ricos o industrializados, por lo que precisan un proceso de crecimiento acelerado, de corrección de las instituciones y del cambio estructural de sus economías. Sin embargo, ellos entienden el cambio estructural como el proceso de transición de las actividades primarias de baja productividad hacia otras de mayor valor agregado, por ejemplo, en los sectores industriales y de los servicios. Esencialmente no comprenden la verdadera dimensión de la deformación estructural y mucho menos sus causas histórico-sociales.
En tanto los representantes del estructuralismo y de la teoría de la dependencia, basados en el paradigma de la teoría centro-periferia y el deterioro de los términos de intercambio, estiman que los países del “centro” explotan a los de la “periferia”. Tesis que anidó germinalmente entre los teóricos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y su principal representante Raúl Prebisch, pero que de una manera u otra fueron difundidas y asumidas en otras regiones subdesarrolladas del mundo. Aunque en las variantes neoestructuralistas de los años noventa, en condiciones de predominio del modelo neoliberal, se observa un mayor apego a los valores y principios de la teoría neoclásica. (Medina 2009).
La contradicción inherente al modo de producción capitalista entre el carácter planificado, programado o planeado al detalle del proceso de trabajo y producción interno de cada empresa, por un lado, y la anarquía de la producción social –competencia mediante-, por el otro, conlleva el necesario desajuste y desequilibrio en los mercados de bienes, servicios y capitales, por cuanto la oferta no corresponde a la demanda efectiva, toda vez que el capitalista, si le es posible, produce en economías de escala intentando producir lo más posible para cubrir una demanda ideal, que no puede realmente calcular a nivel de la sociedad en su conjunto.
[…] la discusión debería ubicarse alrededor de temas más trascendentales como las políticas económicas que permitan superar definitivamente las grandes deficiencias de un modo de producción capitalista que hace ya más de 200 años mantiene y reproduce explotación asalariada, pobreza, miseria, inequidad e injusticia para cientos de millones de seres humanos, que no acceden de forma alguna a las fementidas bondades de la «economía de mercado»[...](Angarita, 2015: 3).
Mención especial merece como pionero de la economía del desarrollo dentro del perfil neoclásico, aunque desde la “periferia”, el Premio Nobel de Economía Arthur Lewis (1915-1991), particularmente por una de sus obras más laureada: Desarrollo económico con oferta laboral ilimitada, de 1954. En ella postula que la existencia de economías duales (urbana/industrial-rural/agrícola) podría ser aprovechada para impulsar el desarrollo, en la medida en que el diferencial de salarios superará el 30 % y este despertará cierta dinámica en los sectores líderes. (Tignor, 2006).
La economía política —como ha sido enunciado desde la comprensión del marxismo— estudia el carácter de las relaciones de producción, distribución, cambio y consumo que se dan en una época histórica determinada, respecto al uso de los escasos recursos para satisfacer necesidades humanas y ambientales. Como ciencia le interesa descubrir la naturaleza económico-social de los procesos de producción y reproducción de la vida humana social en los respectivos contextos históricos en que ello ocurre, sus leyes y contradicciones más generales. Como acertadamente señaló Marx en su libro Contribución a la crítica de la economía política “[…] la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política” (Marx, 1973: 12). Esta tesis no siempre ha sido bien comprendida y sometida a verdadera taxonomía por los propios economistas políticos marxistas.
Solo desde la comprensión de la economía política crítica, es posible una compresión dialéctica del sistema capitalista como totalidad en la actualidad, de su destino histórico y de la posibilidad de poder construir respuestas alternativas ante las consecuencias depredadoras del mismo.
Por eso, un análisis económico realista de los problemas del desarrollo, tiene que valerse también de la Economía Política, para desentrañar el entramado socioeconómico de los países subdesarrollados, identificar los grupos de intereses que influyen en la asignación presente y perspectiva de los recursos productivos y quiénes resultan beneficiarios de tales decisiones […] (García, 2006: 6).
En esa dirección, la economía política del desarrollo debe enfocar los problemas del desarrollo en su carácter multifactorial, complejo y contradictorio, en su más profunda naturaleza de construcción histórico-cultural; especialmente si se toma en cuenta que:
La dimensión cultural del desarrollo es la que permite integrar el mayor número de factores (económicos, sociales, éticos, jurídicos, estéticos, ecológicos, etc.) al desarrollo, concebido este como un proceso multidimensional e integral, y la cultura como la síntesis depurada y al mismo tiempo el medidor supremo de la calidad del desarrollo. (Molina, 2001: 150).
Obviamente que esa comprensión es esencial en los procesos de construcción de las nuevas sociedades, dado los cambios de época histórica que se vienen operando en el contexto de la globalización.
A la economía política del desarrollo le corresponde proponer mecanismos de solución que puedan tributar al cambio estructural progresivo, pero que sean sostenibles e inclusivos; de tal manera que genere cuotas crecientes de bienestar humano en un ambiente basado en el mérito del trabajo, la equidad, la igualdad y el respeto a todos los derechos humanos; estos últimos evaluados en el sentido esencial de que el valor supremo de una sociedad, necesariamente tiene que ser cada uno de los seres humanos que la conforman y fundan. Sin olvidar que el enfoque integral y multifactorial del desarrollo, “…no puede conducir a desconocer que para los países subdesarrollados crecer económicamente constituye una necesidad vital” (García, 2006: 54-55).
Una importante franja de los continuadores del marxismo originario en la actualidad, bajo el principio de la comprensión dialéctica de la práctica social, se incluyen en lo que se ha dado en llamar el neomarxismo, básicamente aquellos que sustentan sus argumentos científicos principalmente en las tesis cardinales de C. Marx, F. Engels y V. I. Lenin acerca del desarrollo socioeconómico.
En la literatura pueden apreciarse diversas visiones comprensivas respecto del neomarxismo y, en concordancia, también variadas clasificaciones dentro de la propia denominación. La heterogeneidad puede volverse no solo muy compleja sino sobre todo contradictoria, en la medida en que se incluyen como parte de ella las clasificaciones que van desde las que realiza J. Schumpeter (1954) para referirse a los que consideró marxistas de la segunda generación, es decir, los que escriben tras la muerte de Engels (1895), en especial en las primeras décadas del siglo xx, entre ellos Rosa Luxemburg, Rudolf Hilferding, Otto Bauer y Heinrich Cunow, y de una generación posterior que incluye a Henryk Grossman y Fritz Sternberg (Schumpeter, 1954: 962-963), pasando por todas aquellas versiones del neomarxismo centradas en las aportaciones de la escuela de Frankfurt, especialmente su Teoría crítica —también conocida en esa dirección como “marxismo occidental”—, pero igualmente en las de otros marxistas políticos y filósofos como Gramsci, Lukács o Althusser, hasta culminar incluyendo a los que en el ámbito propiamente económico, han sido llamados “marxistas keynesianos”, algunos tan diferentes filosóficamente como por ejemplo Joan Robinson o Paul Sweezy. (Guerrero, 2012).
Se coincide con Guerrero (2012), quien sin desconocer el carácter heterogéneo del neomarxismo, centra la importancia principal de esta corriente de pensamiento en su dimensión socioeconómica, en las ideas que aborda críticamente acerca del capitalismo monopolista, el subdesarrollo y el intercambio desigual, especialmente desde mediados del siglo xx, con los trabajos teóricos germinales de Paul Baran y Paul Sweezy.
En cualquier caso, lo importante no es la mayor o menor cantidad de ideas de origen dispar que se entremezclan en un sistema teórico determinado, sino su orden y jerarquía, es decir, cuáles se toman como base y esqueleto de la teoría, y cuáles como revestimiento y apéndices. Está claro que tomar ideas de Marx para completar sistemas teóricos incompatibles con ellas es lo contrario de lo que él se propuso: la metabolización de ideas de otros, que Marx practicó toda la vida, tiene que integrarse en un auténtico sistema para no convertirse en un contradictorio eclecticismo de elementos dispares. (Guerrero, 2012: 40).
Agregaríamos a la idea anterior de Guerrero, que esa “metabolización” que realizaba Marx acerca de otras teorías y concepciones diferentes y diversas, era una metabolización crítica y, por tanto, esencialmente creativa. Ese es también un valor cardinal del materialismo dialéctico.
Durante los años noventa esta corriente de pensamiento vuelve a revitalizarse con el debate de la globalización; destacándose varios autores, entre ellos Noam Chomsky, James Petras, y particularmente Samir Amín, con el conjunto de su obra, en la que aborda críticamente los problemas del desarrollo-subdesarrollo y el carácter cada vez más hegemónico y depredador del capital transnacional, en el contexto de la globalización. (Hidalgo-Capitán, 2011).
Es criterio de los autores del presente trabajo, que Amín resulta ser un genuino representante de la comprensión del desarrollo con base en la epistemología de la economía política y de sus determinantes de carácter metodológico. Este enfoque presente en las obras de Samir Amín, como en las de otros neomarxistas, tiene significación decisiva en el contexto actual de la globalización.
En general, los neomarxistas que pudieran ser llamados como orgánicos, han seguido siendo fieles a lo esencial de las tesis del marxismo originario en cuanto al papel de la ley de acumulación en condiciones del capitalismo monopolista y sus nuevos mecanismos de reproducción y dominación, el intercambio desigual y sus vínculos con el subdesarrollo, con todos sus efectos en la profundización del proceso de polarización a escala nacional e internacional. Como plantea el economista Joseph Stiglitz –quien precisamente no es marxista-, “… si continuamos sin aprender de nuestros errores, la globalización no solo fracasará en la promoción del desarrollo, sino que seguirá generando pobreza e inestabilidad” (Stiglitz, 2000: 345-346).
Los errores y las confusiones respecto a las oportunidades y amenazas que brinda la globalización, tienen mucho que ver con la comprensión que se tenga de la forma histórico-social en que ella se construye y transcurre.
Es importante no desestimar el hecho de que en la actualidad, el predominio de las fuerzas productivas universales capitalistas en términos de ciencia, tecnología, innovación y sus respectivas estructuras, también se refleja en el establecimiento de paradigmas culturales y maneras de pensar y hacer hegemónicos, con alta capacidad para hacerlos “positivos” y “fiables” para gestionar la economía; estableciendo patrones “válidos” por “su eficacia”, “eficiencia” y “competitividad”. Los “hace únicos”, los impone como parte del consumo de masa. Ello tiene su correlato con lo esencial de ciertas propuestas que, desde los organismos e instituciones supranacionales, hacen respecto a los problemas de los países de la “periferia”, como pueden ser la pobreza, el hambre, el daño ambiental y otros fenómenos.
Cambios en la noción del desarrollo y su enfoque hacia lo territorial y local.
Las teorías clásicas del desarrollo, tanto como los modelos estáticos y dinámicos de crecimiento neoclásicos, frecuentemente no incorporan de manera orgánica la heterogeneidad en cuanto a los factores económicos, geográficos, demográficos y sociales al interior de los territorios y regiones de cada país, ni tampoco las diversas interrelaciones entre los comportamientos de los agentes que afectan las actividades dentro de las regiones o áreas locales específicas al interior de los países. En esta dirección se hace imprescindible la perspectiva analítica de la economía política del desarrollo.
A partir de los años setenta y ochenta se amplía la producción y el consumo,  así como la necesidad de ensanchar los mercados nacionales para la realización de la producción; aparecen nuevas ramas y sectores, crece en cantidad y variedad la producción y servicios parasitarios, y dentro de ellos la de los armamentos y los asociados al proceso de innovación financiera que comienza a reconfigurarse en una nueva arquitectura, con particular empuje a partir de los años noventa.1 En términos del sistema global, estas nuevas tendencias se vinculan a múltiples condiciones y causas económicas, sociales, políticas, ecológicas y otras, estrechamente interrelacionadas.2 Las transformaciones en los mecanismos de acumulación y dominación del capital financiero transnacional en los marcos de una mayor conexión e interdependencia de las relaciones económicas, comerciales y financieras a esa escala, indiscutiblemente tienen su correlato con lo esencial de las dinámicas del proceso de la globalización.3
Se intensifican los mecanismos de la cooperación para el desarrollo desde las instituciones supranacionales, a la vez que se multiplican los movimientos solidarios y de organizaciones no guberidntales, así como otros factores de concertación política, como el surgimiento y desarrollo del Movimiento de Países No Alineados; observándose una creciente percepción sobre los daños medioambientales provocados por los modelos de desarrollo hegemónicos.
En ese contexto los problemas del subdesarrollo comienzan a ser abordados como un fenómeno único y global; no solo como un hecho económico y social, sino un hecho político (Castro, 1983). Luego, la cooperación y la concertación entre países y regiones aparecen como necesidad del desarrollo en la agenda internacional.
Se percibe un cambio en la noción del desarrollo y de la acumulación de capital, pues en algunos enfoques se pasó del incremento de riquezas al de satisfacción de necesidades básicas. Comenzó a darse un movimiento que fue yendo del desarrollo de riqueza a un desarrollo de no pobreza. (García, 2006).
No obstante, en la misma medida que los problemas del desarrollo se fueron “globalizando”, también se dio la necesidad de que ellos fueran abordados desde las perspectivas regionales y territoriales, como expresión de la relación de contradicción entre la totalidad y sus partes; de las propias dinámicas dialécticas que produce la mayor interconexión global en cuanto a centralización-descentralización.
Un cambio de perspectivas analítica fue impulsando progresivamente, el rescate, replanteo y re-construcción de lo territorial y local, como fuente de crecimiento, innovación de estructuras tecnológicas, generación de empleo, sistemas novedosos de capacitación y mayor grado de articulación sectorial y eficiencia productiva interna en los sistemas de creación de riquezas y mercados locales. No pocos autores explican esa perspectiva desde lo territorial como desarrollo endógeno, Arocena (1995); Boisier (1999); Alonso (2006), entre otros muchos.
Se abre paso entonces a un modo diferente de interpretar la realidad y especialmente la realidad territorial, de donde surge la propuesta de desarrollo endógeno, pues el gran cambio de la innovación y la tecnología, del desarrollo de las comunicaciones, etc., crea condiciones objetivas y subjetivas para repensar el papel que puedan jugar los factores endógenos en cada territorio, en la búsqueda de soluciones a los graves y agudos problemas que enfrentan. (Alonso, 2006: 115).
En la literatura comienzan a predominar la clasificación en teorías convencionales y alternativas de desarrollo. (Bustelo, 1999).
Entre las concepciones, teorías y modelos alternativos se incluyen, por supuesto, los enfocados al desarrollo territorial o local, en sus más variadas dimensiones; con predominio del presupuesto del desarrollo para la transformación estructural, dígase la necesidad de autogestión y participación en la toma de decisiones de todos los entes de las comunidades, tanto rurales como urbanos, para alcanzar el bienestar, que se vincula en algunos casos con las concepciones de desarrollo basadas en una serie de distorsiones y/o fracasos considerados propios o de significancia capital, en las llamadas economías subdesarrolladas o en desarrollo. Todo ello indica la necesidad de dar protagonismo a los territorios, las localidades y comunidades particulares, en los procesos de construcción e implementación de las políticas de desarrollo.
Cada territorio, cada espacio tiene una manera particular de construir sus relaciones y prácticas sociales. Únicamente la proximidad espacial, social y cultural puede permitir identificar las carencias y los factores de bloqueo e inventar con creatividad respuestas y formas adaptadas y realistas. (Munster, 2010: p. 1).
En esa dirección se destacan importantes aportaciones de autores como Arocena, J. (1995); Boisier (1999); Vázquez Barquero (1993, 2002, 2008 y 2009); Buarque  (1999); Lazo (2002); Albuquerque (2004, , 2007); León y Sorhegui (2004); Limia (2004), Silva (2005); Méndez y Lloret (2005); Guzón (2006); Alonso (2006); Tello  (2006); Urgellés (2010); Hidalgo-Capitán (2011), y muchos otros.
En todo caso, cualquier posición epistemológica que se adopte siempre estará vinculada al objeto de la disciplina de que se trate, o del objetivo específico definido por el investigador o de los hacedores de política guberidntal en cuestión.
Las capacidades existentes en regiones y territorios, las posibilidades de ampliar la colaboración y cooperación al interior de estos y entre regiones, pueden propiciar efectivos encadenamientos productivos hacia atrás y hacia adelante, y de esta manera empujar justamente el desarrollo socioeconómico y el cambio estructural. Ello es clave para el logro del verdadero desarrollo humano, la disminución y progresiva eliminación de la pobreza en todas sus formas, y el logro definitivo del bienestar de todos los seres humanos.
Resulta determinante en ese proceso la consideración del potencial humano, cultural y natural para la construcción del desarrollo económico social en los territorios, localidades y comunidades específicas; pero sin obviar las responsabilidades que tienen los Estados respecto a la nación no solo como totalidad, sino además respecto a cada una de las partes de que se compone.
Es preciso reafirmar la idea de que el proceso de desarrollo con plataforma central en los territorios o localidades determinadas, debe dirigirse a la construcción e implementación de estrategias autóctonas de desarrollo vinculante y virtuoso, mediante la gestión democrática y activa de proyectos socio-económicos, que se sustenten en diagnósticos de los recursos o riquezas tangibles e intangibles locales, para originar capacidades de auto crecimiento económico y beneficios en el sentido de medir la eficiencia de las organizaciones productivas y de servicios del espacio político-administrativo de gestión, vida y reproducción humanas, en plena armonía con la naturaleza.
Claves sobre el sector cafetalero para el desarrollo territorial de la provincia de Manabí, República de Ecuador.
Históricamente en Latinoamérica las prácticas de cooperación para el desarrollo intracomunitario, han tenido sus más efectivos despliegues germinales desde las etnias y pueblos originarios dispersos por toda su geografía, con destaque en las zonas andinas; siempre en función del bienestar de los comunitarios y en plena armonía con la naturaleza, de las cuales sobreviven contemporáneamente algunas de esas prácticas, a la vez que se vienen desarrollando otras, ya propiamente auto gestionadas por consenso de los propios habitantes de determinadas territorios o comunidades específicas, muchas de ellas mediante programas o proyectos institucionales.
Tal es el caso del Gobierno autónomo descentralizado provincial de Manabí, en la República del Ecuador, que avanza con estrategias para el desarrollo territorial y local, en donde actualmente se lleva adelante el Programa Centro de Apoyo y Desarrollo Integral Sostenible (CADIS). El Cantón Jipijapa, Parroquia El Anegado, recibe los beneficios del mencionado Programa y en entre otras acciones y actividades se destacan las del sector agropecuario, dada las particulares que tiene ese territorio. Se podrían mencionar a tales propósitos, el apoyo y ejecución de proyectos de desarrollo local auto gestionados de las comunidades, pero con enfoque de sostenibilidad, que incluyen además la asistencia técnica, por ejemplo, en cultivos como maíz, aves, cerdos, bovinos, café y otros; todos ellos vinculados a la seguridad alimentaria de los pobladores de ese territorio.
Un lugar especial dentro del Programa Centro de Apoyo y Desarrollo Integral Sostenible en la provincia de Manabí lo tiene el sector cafetalero, debido a la tradición cultural y capacidades instaladas que posee el territorio para su producción y comercialización, además de los encadenamientos ya consolidados que existen con otros diversos sectores.
Es preciso apuntar, que el café en Ecuador se ha constituido durante décadas en un producto tradicional de gran importancia dentro de la economía nacional. Es uno de los cultivos que se ha destacado en las exportaciones agrícolas del país, el mismo que conjuntamente con el cacao y el banano, han constituido fuente de empleo y de divisas para la economía ecuatoriana, y que dieron origen al desarrollo de otras importantes actividades económicas como el comercio y la industria.  De manera que el cultivo de café está relacionado con un amplio tejido socio-productivo y se encuentra entre los diez cultivos con mayor superficie del territorio nacional, además se produce en varias provincias del país.
Históricamente la provincia de Manabí ha sido uno de los lugares más importantes en los cuales se ha cultivado el café en el Ecuador, teniéndose datos que, a partir del año 1860, ya se cultivaba este producto en el lugar. La producción de café en la provincia de Manabí se concentra principalmente en los cantones Jipijapa, 24 de Mayo, Paján y Santa Ana, aunque existen pequeños cultivos a lo largo de casi toda la Provincia.
A inicios del nuevo siglo, la producción de café en Manabí enfrentó una de sus mayores crisis, producto de la caída internacional de precios. Aunque en los últimos años se observa una tímida recuperación del sector, todavía está muy lejos de alcanzar los niveles de producción y utilidades que tuvo a mediados de los años 90.  Aun así, ocupaba en el 2016 el primer lugar del país en cuanto a cultivo de café con el 32.2%; le seguía Loja con el 13.5%; Orellana 8.9%; Sucumbíos 8.2%; Guayas 6.4%; Los Ríos 6.0%; mientras que el remanente de 24.8% lo ocupaban Esmeraldas, Pichincha, El Oro, Cotopaxi, Azuay, Imbabura, Carchi, Chimborazo, Cañar, Morona Santiago y Zamora Chinchipe (COFENAC, 2017).
El sector cafetalero tiene gran importancia como parte del desarrollo socio-económico del territorio principalmente en los siguientes aspectos:

  • Importancia económica: a) la generación de ingresos para las familias cafetaleras; b) fuente de ingresos para los otros actores de la cadena productiva como: transportistas, comerciantes, exportadores, microempresarios, obreros de las industrias de café soluble y exportadoras de café en grano, entre otros.
  • Significación social: a) generación de empleo directo para las familias de productores; b) fuente de trabajo para varios cientos de familias adicionales vinculadas a las actividades de comercio, agroindustria artesanal, industria de soluble, transporte y exportación; c) ocupación de muchas familias dedicadas a la provisión de bienes y servicios vinculadas del sector; d) intervención en los procesos productivos de las distintas etnias y pueblos que hacen parte del territorio, y e) organización de un importante segmento de los cafetaleros, que forman un amplio tejido social y participan activamente en la vida nacional.
  • Importancia ecológica: a) la amplia adaptabilidad de los cafetales a los distintos agro ecosistemas de la región; b) los cafetales, en su mayor parte, están cultivados bajo árboles de alto valor ecológico y económico, en diversos arreglos agroforestales, que constituyen un hábitat apropiado para muchas especies de la fauna y flora nativas; c) contribuyen a la captura de carbono de manera similar a los bosques secundarios; d) regulan el balance hídrico de los ecosistemas; y e) en el manejo tecnificado no requieren de una alta dependencia de agroquímicos; f) los desechos que se generan del proceso productivo, pueden ser tratados y convertidos en otros subproductos, por ejemplo abonos y alimento animal.

Todo ello explica el significado socioeconómico que tiene el sector cafetalero en la provincia de Manabí para el desarrollo territorial y local; fomentando así un amplio tejido social y económico de participación activa de los habitantes de esas comunidades.
Se precisa sin embargo, que los hacedores de políticas, junto a los principales actores comunitarios del territorio, valoren de conjunto no solo las mejores experiencias internacionales, sino además las buenas prácticas de los productores de café del territorio y del país, de manera que pueden concebir, diseñar e implementar mecanismos económicos-productivos, financieros y comerciales sostenibles, que tributen al incremento de las cuotas de eficiencia y eficacia de todo el proceso que se asocia al sector cafetalero de la provincia, y con ello empujar el desarrollo económico-social y el bienestar de la población.

CONCLUSIONES
Es frecuente en la literatura científica que se discuta y reconozca a la economía del desarrollo, y pocas veces esos problemas son tratados desde la economía política del desarrollo. La economía política del desarrollo resulta más pertinente para el análisis debido al carácter cada vez más multidimensional que presenta este fenómeno, pues no solo se trata de problemas económico-sociales, sino además medioambientales.
La teoría económica que estudia los problemas del desarrollo, desde su surgimiento se ha centrado más en los problemas del crecimiento económico que en el desarrollo mismo, y frecuentemente identifica como iguales los conceptos de desarrollo y crecimiento económico. No es hasta los años cincuenta que comienza a observarse cierta clarificación diferenciadora entre ambos conceptos. Luego de la década de los setenta, esa tendencia resulta mucho más marcada bajo los imperativos de la propia realidad cambiante y de la ampliación y profundización de los debates teóricos, políticos y sociológicos en torno al verdadero significado humano del desarrollo y a la necesidad de superación del mismo, junto al problema de la pobreza y la exclusión social.
La perspectiva del desarrollo desde la crítica de la economía política se hace imprescindible, como fundamento científico y base conceptual, para la toma de decisiones desde las políticas de cada país, región y territorio del mundo, con miras al desarrollo y superación de la pobreza. Existiendo una estrecha relación entre la economía política y las políticas económicas; la primera como base conceptual holística, la segunda como instrumento para la acción transformadora.
Se considera que es posible avanzar de manera mucho más óptima en la producción del café y, en concordancia, en el desarrollo territorial y local de la provincia de Manabí dado los encadenamientos hacia adelante y hacia atrás que provoca este sector, si los decisores tomaran como plataformas analíticas las perspectivas de la economía política del desarrollo, en el entendido de que esta disciplina ofrece instrumentos epistémicos y metodológicos efectivos a tales propósitos, debido a su carácter integradora.

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*Promotora Técnica del departamento de Fomento Productivo del Gobierno autónomo descentralizado provincial de Manabí, República del Ecuador. kerlymeroloor@yahoo.com.
** Profesor de Economía política, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. rmunoz@uclv.edu.cu.
1 “Este servicio se traduce en una serie de instrumentos, servicios y productos financieros que sirven para gestionar el riesgo y dinamizar la internacionalización financiera, a partir de nuevos vehículos de la globalización financiera” (p. 102). Olga Pérez Soto (2009): Internacionalización del capital: respuesta socialista, Editorial Félix Var
2 Véase, Ramón Pichs Madruga (2008): Cambio climático, globalización y subdesarrollo, Instituto Cubano del Libro, La Habana. y Fidel Castro Ruz, (1992). Discurso pronunciado en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro: versiones taquigráficas. Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos.
3 Véase, I. Wallerstein, (1991): El moderno sistema mundial, Editorial Siglo xxi, México; Samir Amin (1999): El capitalismo en la era de la globalización, Ed. Paidós, Barcelona; Joseph. E. Stiglitz (2002): El malestar en la globalización, Santillana Ediciones, Taurus, S.A., Buenos Aires, Argentina; James Petras (2004): Imperio vs resistencia, Casa Editora Abril, La Habana; Olga Pérez Soto (2009): Internacionalización del capital: respuesta socialista, Editorial Félix Varela, La Habana; Osvaldo Martínez y colectivo de autores (2011): Crisis económica y financiera global. Interpretaciones e impactos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.

Recibido: 20/09/2018 Aceptado: 26/11/2018 Publicado: Noviembre de 2018

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