Revista: Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
ISSN: 1988-5229


JAPÓN: SOMBRAS EN EL DESARROLLO

Autores e infomación del artículo

Msc. Yunier Rojas Bazail

Ex- profesor de la Universidad de la Habana

rodriguezasien@yahoo.es


Resumen: La idea de que los años setenta y ochenta habían estado preñado de circunstancias de todo tipo y forma, llevaron a Eric Hosbawn, en diversos momentos a valorarlos como inestables y críticos. Acontecimientos económicos, sociales, políticos e incluso culturales anunciaban el surgimiento de una nueva etapa histórica. La década de los años setenta marcaron, por así decirlo, un espacio temporal lleno de incertidumbres y redefiniciones a escala global, la crisis energética de 1973-1975 lo corrobora.

Palabras claves: Desarrollo, Japón, sombras, MITI, Acuerdo Plaza, economía.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Yunier Rojas Bazail (2019): “Japón: sombras en el desarrollo”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (enero 2019). En línea: https://www.eumed.net/rev/japon/34/japon-desarrollo.html


Redefinición del concepto de desarrollo

La década de los años setenta marcaron, por así decirlo, un espacio temporal lleno de incertidumbres y redefiniciones a escala global, la crisis energética de 1973-1975 lo corrobora. Fue una etapa en que el país se encaró  a una revisión de los postulados que antiguamente le habían augurado el éxito a escala mundial y que hicieron plantear a muchos estudiosos que se abría una nueva etapa marcada para la nación asiática oriental por turbulencias y ajustes. Después de un cuarto de siglo de un progreso continuo, la era del rápido crecimiento llego a su fin y Japón se enfrento a un proceso de transición. La tarea principal fue la de centrarse en redefinir el modelo y el ritmo de desarrollo y producir los cambios estructurales que la nueva situación interna y externa demandaban. 

Ahora bien,  el análisis que se realice de esa etapa demuestra que los factores reveladores del cambio – de la luz a las sombras en el éxito mismo – responden inexorablemente al mapa de la historia económica y política de esos años. Solo por medio de un contexto plural, múltiple y matizado es razonable el controvertido accionar japonés en la etapa.  

Por un lado, había que corregir las contradicciones provocadas por el rápido crecimiento y, por el otro, iniciar una profunda revisión de la estructura económica e industrial, donde una de las tareas más  desafiantes sería la de desacelerar algunas de las industrias pesadas para dar paso a otras de más alta tecnología y mayor competitividad. Se trataba de transferir cada vez mas capital y energía a la producción interna de artículos de mayor valor agregado como la maquinaria y equipos, electrónica y microelectrónica pero, paralelamente fue necesario disminuir las inversiones en industrias, tales como, de refinación de aluminios, petro-química y de textiles que consumían demasiada energía y materia prima procedentes del exterior.

Se trataba entonces de una redefinición del concepto de desarrollo, anteriormente atado a las metas del crecimiento económico. Ello supuso que el estado mostrara a partir de ese momento una mayor preocupación por los rubro sociales para garantizar mejores condiciones de vida de la población. En ese sentido, el investigador José Daniel Toledo Beltrán, especialista en estudios japoneses del Colegio de México señala:

“Japón debía reestructurar su aparato productivo y reelaborar el concepto de desarrollo asegurando un ritmo de crecimiento más bajo pero más estable para su economía, a la vez que proveía de nuevos y más avanzado servicios sociales.” 1

Depresión, respuestas y alcance

Precisamente en el contexto de la redefinición del desarrollo es que se insertan  los efectos de la crisis energética global que, como agente externo, venía  a afectar también el ritmo acelerado de crecimiento económico de la nación.

  Los estudios que ha realizado la historiografía nipona, con el afán de mantener a Japón dentro de un marco uniforme, monolítico y no cambiante, poco ha resaltado las derivaciones de la crisis a través de sus cifras. Sin embargo,  paradójicamente, ha plasmado correctamente el accionar del estado con el fin de evaluar su intervención como garante del progreso.    

Por otra parte, la historiografía occidental ignoró el impacto que tuvo sobre la economía nipona  las dificultades derivadas del desbalance energético, a conciencia de que convenía ofrecer la imagen de un gigante económico ajeno a las cíclicas crisis del capitalismo tan llevadas y traídas por el marxismo de aquellos años. Ha faltado también, el análisis en torno a la política económica nacional frente a los cambios que se dieron en el mundo de entonces. En ese sentido, poco se ha comentado.

 También se han sobredimensionado reiterativamente los aspectos de la crisis que, en comparación con el resto de los países capitalistas, tuvo más repercusiones en Japón que en ningún otro lugar y, se ha destacado en esa dirección, el descenso sustancial de su producción industrial  entre 1973 y 1975, que fue de un 22,8%, cifra que superaba con mucho el nivel alcanzado durante el período de 1929-1933, en que el archipiélago resultó ser el territorio menos afectado y el de más pronta recuperación. 2

Indudablemente la convulsa situación mundialista ayudó decisivamente a las dificultades que advirtió la nación asiática durante esos años y los siguientes. Se divisó a escala internacional un alza proverbial de determinadas materias primas y alimentos 3 ,  teniendo en cuenta la significación de las importaciones japonesas y la dependencia mayoritaria de los mercados exteriores, esto representaba una  elevación de los gastos que iban en detrimento de las posibilidades de reinserción normal y por qué no de planificación de una economía destinada a un crecimiento sostenido. 4

Durante esos años la creciente interdependencia de las economías del llamado Primer Mundo, el desarrollo de formas de división capitalista del trabajo y de especulación de la producción genuinamente trasnacionales, derivadas de la concentración y trasnacionalización del capital monopolista, condujeron entre 1973-1974 a que estas economías entraran de forma simultanea en una etapa de crisis. En esa simultaneidad cada sistema económico tenía su especificidad, Japón no podía ser una excepción. 5

 La década  auguraban a la economía, no ya índices de crecimiento estables y sostenidos, sino más bien ascendentes. Sin embargo, los primeros efectos de la depresión se hicieron sentir en diciembre de 1973 en un momento en que todavía muchos creían que el país sobrevendría a los efectos de una depresión general.   

Las consecuencias del alza del crudo fueron nefastas  desde el punto de vista económico, pues en 1974 su PBI experimentó un violento descenso de menos del 2,1%. Bien importante es poder analizar las estrategias de reajustes y cambios y la capacidad del estado para asumir su rol mediador ante el grave conflicto económico. Después de la recuperación de 1975 la economía no volvió a sus, habituales,  altas tasas de crecimiento aunque, a partir de 1976 creció nuevamente. Esto fue un proceso extraordinario que mucho tuvo que ver con la política de reacomodamiento emprendida por el estado.

Se realizó entonces una división de las industrias de acuerdo a su peso estratégico en la economía del país, tomando como base la acción conjunta y coordinada del estado y el sector privado. De hecho hay que reconocerle a este último su apoyo y colaboración en la toma de decisiones de esos años. En ese sentido, a  las industrias de tecnología de punta se les impulsó para que ante las nuevas condiciones pudieran ser el soporte del impulso progresivo del país.

 Otro grupo de la rama industrial,  estuvo integrado por las fábricas altamente consumidoras de petróleo que fueron las que enfrentaron más seriamente los efectos del hundimiento, degenerando hacia un proceso continuo de decadencia. Ante  estas condicionantes el estado se propuso conducir muy ordenadamente la declinación de las mismas con vistas a evitar la propagación de sus rasgos negativos.

La recesión condujo  inexorablemente a la reducción de las ventas en las industrias de aluminio, naval, siderometalúrgicas, textiles, de fertilizantes, entre otras. Estas eran las altamente consumidoras de petróleo o sus derivados. En total fueron afectadas catorce ramas industriales de todo el Japón. El   MITI se dio a la tarea de organizar a dichas ramas en carterles  llamados: “Los Carteles de la Recesión” con la idea de que todas las fábricas integradas fueran distribuyendo entre ellas los costos de la contracción común. Entretanto, se le extendió protección frente a la competencia externa lo que les permitió regular la oferta interna de los productos de dichas industrias, que en los años que van de 1977 a 1981redujeron su capacidad productiva de entre el 4 al 55% y transfirieron a otras ramas más productivas, luego de un reentrenamiento, a ochenta y seis mil trabajadores. 6

 Con esto se proporcionó una brillante demostración de la forma en que opera un estado que, de acuerdo con el sector privado conduce muy racionalmente la contracción productiva de las ramas industriales en depresión. En Japón, como es evidente, no se soltaron las compuertas del mercado libre para que esas industrias fueran devoradas dañando irremediablemente el aparato productivo nacional.

 Se puede percibir que el gobierno intervino de forma total controlando precios, importaciones y oferta para superar y vencer la crisis recesiva deteriorante. En conjunto estas ramas tuvieron un especial tratamiento estatal mediante créditos, preferencias fiscales y reubicación racional de sus trabajadores desplazados. 7

A mi modo de ver, lo interesante de las respuesta del gobierno no radica tanto en su política  de enfrentamiento a las  nuevas condiciones y retos ante una posición cambiante como sí en que paralelamente, se llevaron a cabo programas cuidadosamente formulados para introducir novísimas tecnologías en los procesos productivos orientados a reducir el consumo del petróleo e incrementar sustancialmente la productividad de sus trabajadores. El resultado fue una revitalización productiva que en muchos casos se  transfirió al exterior:  Taiwán y Corea del Sur fueron ejemplo de ello. 8

Paralelamente a  “Los Carteles de Recesión” las industrias de punta conocidas como “Intensivas en Conocimientos” fueron colocadas como la base del nuevo perfil industrial de las islas japonesas, de modo que se hicieron planes de todas dimensiones para asegurarles una alta intensidad de crecimiento y desarrollo. Ello modificó los procedimientos centralizadores hechos anteriormente a 1973 pero, al respecto se trazaron previsiones de inversión lo que conllevó a una programación de ahorros y fuentes de financiamiento. 9

Con el fin único de reducir drásticamente el consumo de energía tradicional realizaron grandes ajustes tecnológicos en todo su aparato productivo: el televisor Trinitron fue vuelto a diseñar para que consumiera menos capacidad energética y la carrocería de los automóviles se modificó para disminuir el empleo de metales. Asimismo, los vehículos pequeños que utilizaban menos gasolina y menos cantidad de metales fueron perfeccionados. Las fábricas productoras de cemento cambiaron sus procedimientos, de modo que de inmediato redujeron el consumo de combustible en un 20 ó 30% lo que junto con la robotización hizo que el producto japonés gozara de gran competitividad. En otras palabras: todo el aparato productivo del país fue puesto en la perspectiva de la alta tecnología. 10

Es válido enfatizar  en que el papel del MITI no fue otro  que el de  insistir y establecer las principales orientaciones en cuanto a los reajustes tecnológicos que se debían emprender. Esto implicó que el estado indicaba a las empresas cuales ramas productivas tenían que  reducirse o desaparecer y correlativamente señalaba las que se creaban o impulsaban.

Justo en esos años el MITI diseñó el futuro, configurando los logros y avances tecnológicos que debería alcanzar Japón en competencia con las otras potencias mundiales, en particular Estados Unidos y Europa Occidental. En ese sentido, estructuró el manejo de los ordenadores, para ese propósito era preciso dominar absolutamente el lenguaje de las computadoras. A partir de entonces se emprendió la formulación de programación de máquinas  realmente originales. 11

Precisamente en la búsqueda desmedida de tal originalidad, que a la vez se convirtiera en peculiaridad, la enseñanza cobró matiz especial. Se estaba buscando, en el contexto de la crisis, la incorporación de miles de especialistas encargados de la instrucción y conducción del trabajo de producir programas diversos, al mismo tiempo que se continuó con el espionaje tecnológico en el extranjero sobre todo en las costas del Pacífico de Estados Unidos. Fue una etapa en la que se trabajó por todos los medios en la constante ampliación del tercer nivel de los estudios universitarios conducentes al doctorado. 

 Como respuesta sutil y habilidosa a los efectos de la crisis, el campo de la robótica se desarrolló ampliamente, el MITI delineó la directriz de diseñar y construir robots inteligentes, que ya existían pero se podían perfeccionar. Para el logro del tal objetivo se buscaba potenciar cerebros ordenadores dotándolos de propiedades equivalentes al oído y a la sensación, a la par que se organizó su producción en serie, de tal manera que remplazaron a obreros especializados  en industrias sofisticadas.

Como parte de los amplios subterfugios del modelo japonés de los años setenta no se puede omitir que, con el reacomodo de los sectores económicos, la agricultura y la pesca vieron reducido su accionar ante el empuje de la industria de construcción y comunicaciones. Ello no implicó, en modo alguno, una ampliación de los niveles de desempleo del país, al contrario el ámbito ocupacional, que no estuvo exento de los vaivenes de esos años, sufrió también  un reacondicionamiento que fue provocado por un crecimiento del nivel general de empleo en los espacios no productivos, como el sector de los servicios. Esto mantuvo a Japón a salvo de la extensión masiva de la desocupación.

La década de los años ochenta.

No debemos pasar por alto que después de llegar al punto máximo de la depresión  en el año de 1975 en Japón se inició un período de lenta recuperación en el que el estado esperaba mantener por todos los medios una tasa promedio de crecimiento anual lo más estable posible, aunque lógicamente no tan alta como en años anteriores, expectativa que se cumplió gracias al acelerado crecimiento de las exportaciones que aumentaron en un 17,4% mientras que las importaciones lo hicieron en solo el 9,4%.

Los ochenta constituyeron la síntesis de un proceso histórico donde se conjugaron los elementos fundamentales  - rearme, programas de racionalización  y formación de la burbuja – que evidenciaron el cuestionamiento real del papel del estado en la construcción del arquetipo desarrollista nipón a partir de esa fecha.

En la cimentación histórica de esos años, merecen no ser desconocidos estos aspectos, en tanto, constituyeron cada uno por separado y entre si  los temas de mayor polémica y debate en los círculos académicos nacionales e internacionales.    Las discusiones acerca de la re-militarización de la nación reaparecieron con mucha fuerza en la política oficial y en los medios de prensa de todo el planeta12 . Una de las causas fundamentales que fue utilizada para explicar este hecho fue el que el flujo de inversiones había copado ya casi todos los sectores productivos y quedaban muy pocas áreas que permitieran la expansión del capital. En cualquier caso, este giro en el sistema japonés suscitó cierta desconfianza internacional, sobre todo en las naciones del Sudeste- Asiático13 .

Aunque desde el propio estado algunos apostaban por un renacer del militarismo, el país tenía motivos varios para no materializar ese proyecto de rearme:  baste decir que  se mantenía la prohibición constitucional y que la apuesta por el desarrollo económico por encima de todo, heredada de los tiempos del Primer Ministro Yoshida, permanecía como la opción más válida y segura. Estas dos razones impedían el despliegue triunfante de  esta  estrategia, a pesar de las presiones ejercidas por los Estados Unidos.

Igualmente, la década en Japón  asistió al fenómeno mundialista resultante de la crisis de los años de oro del capitalismo internacional. Tras la depresión energética de los setenta y sus resultados en la nación se comienzan a observar, con augurios la política de privatización, aunque no en gran escala. El sello y saldo de los años precedentes, donde el estado para sortear los efectos del trance 1973-1975 tuvo que hacer alianzas con el sector privado fue tomado como punto de referencia para en esta nueva época histórica,  volver de una manera abierta, a aplicar las nociones privatizadoras. Es por tal motivo y, también,  bajo presiones norteamericanas, que en 1984 la Empresa de Teléfonos y Comunicación fue privatizada, en 1985 deja de ser de patrimonio estatal la Empresa de Venta Monopolista de Tabaco y, en 1986 se firma la Ley de Utilización de la Vitalidad de las Firmas Privadas la cual vino a representar un reconocimiento tácito para que dichas signaturas utilizaran su capital en los diferentes espacios económicos del país. 

 Hay  que destacar también que a mediados de la década que estamos analizando el sistema educacional se vio envuelto en la vorágine desreguladora. En 1985 nació un informe del Consejo Nacional para la Reforma Educativa, que recomendaba la introducción de los principios del mercado a la administración de las escuelas públicas para promover una educación individualizada y enfrentar la crisis educativa derivada de la rápida industrialización.

 En 1987 fue privatizada la Empresa Estatal Ferrocarrilera y en ese mismo año se estampa la Ley de Desarrollo del Tercer Estado. Dicha legislación reconoció la unión del capital estatal como primer sector y del caudal privado como segundo y motivó, como es de suponer, que a partir de este momento de los ochenta, estuvo  en tela de juicio constante el accionar del papel del estado como garante del desarrollo económico alcanzado por la nación hasta ese decenio.

 A la par de esta política de desregulación emprendida, se produce como resultado de lo anteriormente expresado y, en consecuencia lógica con la redefinición del concepto de desarrollo una racionalización en todos los sentidos y esferas de la sociedad: reducción del empleo precisamente como respuesta de la desregulación económica, hay un reacomodo del retiro antes de la edad de jubilación y se introducen equipos y maquinarias  que disminuyeron la mano de obra y el consumo de energía. Por otra parte, hay un ahorro de materia prima constante y una utilización eficiente de la pequeña y mediana empresa como garante de una masa trabajadora que a la altura de 1988 se encuentra en medio de todos los reajustes, avatares y desafíos que está enfrentando la nación.

Con todo, el crecimiento económico orientado hacia la exportación resulto impopular para los socios comerciales del país, esencialmente Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea, a quienes no convenía un aumento tan acelerado del superávit japonés, en virtud de que esto afectaba a sus propias economías. Paralelamente fue un hecho que ningún estado capitalista desarrollado había podido sostener las altas tasas de producción industrial exhibidas por Japón desde la crisis petrolera, fenómeno que mantuvo muy en alto la competitividad de la nación en el mercado mundial y explica su balanza comercial extraordinariamente favorable. Ello expresa por sí solo que el monto del desequilibrio comercial con los demás países industrializados fuera impresionante. Llegamos así a lo que la historiadora cubana Yanet Jiménez Rojas ha denominado como:  “el evento más relevante en el orden económico de los ochenta fue la institución y el desarrollo de la economía de burbuja”

Camino al  Acuerdo Plaza de 1985.

La historiografía occidental poco recoge en sus páginas los antecedentes del cambio en la vida económica y, desde el punto de vista del accionar del estado, se ha limitado a mencionar únicamente las secuelas vividas por la nación en un proceso de salvación financiera. Muy a pesar de esto,  poco a poco, la recuperación económica se imponía, atrás quedaban los vericuetos severos de la crisis de los setenta y tras ella, Japón entraba en una posición internacionalmente más competitiva, razones por la cual las relaciones nipo-norteamericanas entraron  en un proceso de enfriamiento y hasta desconfianza de la parte estadounidense. No obstante, el reto mayor estaba por avecinarse.

El mismo inicio de la década definió, por así decirlo, todo el devenir japonés. En noviembre de 1980 Ronald Reagan ganó las elecciones como presidente representante del republicanismo en Estados Unidos. Entre sus principales tareas  como máximo líder del país estaba llevar a cabo más que medidas, reformas; destinadas a fortificar primero que todo su mandato presidencial y segundo su nación tanto desde el punto de vista militar como financiero. La política económica que llevó a cabo se llamó reagan-nomics que, a la vez que indujo a un vertiginoso progreso, igualmente dio origen a un aumento del presupuesto federal  y una marcada disminución de la cuenta corriente. 14  

Un hecho favorable a Japón a principios de los años ochenta fue la recesión económica mundial, que hizo que el consumo del petróleo se desplomara. En ese sentido, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC) redujo el aumento  de los precios en marzo de 1983 y, por supuesto, comenzó un período en el que el crudo resultaba mucho más barato.

Al analizar el primer lustro de esa década el economista cubano Ernesché Rodríguez Asien comenta en un párrafo inmejorable:

La combinación de estos elementos con otros factores, como un dólar fuerte y un yen débil, junto con una recuperación de la economía japonesa en los primeros años de la década de los 80 con aumentos espectaculares en la inversiones de capital del sector privado y el crecimiento de las exportaciones, propiciaron finalmente la salida del largo túnel de la recesión  y la tasa de crecimiento real ascendió hasta un satisfactorio nivel de 4,5% en el año fiscal de 1984 (abril 1984 – marzo 1985) y un 4,8% en el año fiscal 1985. 15

Muy a pesar de su excelente síntesis en torno a  Japón, el panorama internacional guiado por el  específicamente norteamericano suscita otro comentario. El control de la masa de dinero internacional, el cobro de los créditos otorgados durante la conflagración y la reconstrucción económica de Europa, unido con las utilidades producidas por la exportación de capitales, en general habían contribuido a estimular  en Estados Unidos niveles de consumo que estaban muy por encima de los resultados de la producción nacional y, paralelamente bajos niveles de ahorro interno. A esta situación, debe agregarse que la economía debía asumir todos los gastos ocasionados por la carrera armamentista 16 y la guerra de Viet Nam. 17

 Como es lógico, estos factores  ocasionaron gigantescos déficits  presupuestarios en el gobierno norteamericano, compensados mediante el aumento de la emisión inorgánica de dólares y el crecimiento de las tasas de interés bancario. Dicha situación provocó una avalancha inflacionaria mundial y debilitó la posición de la moneda estadounidense en relación con los dineros nacionales del resto de las potencias de primer orden. 18

 Con razón el inicio de los ochenta constituye, en mi criterio, un período crítico de desafío a la supremacía absoluta adquirida por la oligarquía financiera trasnacional norteamericana a raíz de la Segunda Guerra Mundial, aquejada por la pérdida del monopolio absoluto del que antes disfrutaba como conglomerado de grupos financieros trasnacionales y por una baja considerable de la gran tasa general de ganancia industrial. Esto significaba, en otras palabras: un debilitamiento de su posición y competencia imperialista en la esfera de la producción y los servicios. Únicamente así es explicable, en toda su magnitud, los antecedentes del acuerdo Plaza de 1985.

Podría decirse que la historia económica japonesa tiene un hito singular en la década analizada, ajustado a los trajines de la economía norteamericana. A mediados de esos años existía en Estados Unidos un circuito cíclico y cerrado formado por el crecimiento del dólar y el progresivo déficit externo. Tales asuntos se convirtieron en el centro de la política y la economía del país. Fue el principal problema a resolver de ese decenio. 

Ello conllevó a que para 1984 la disminución de las exportaciones y el aumento de las importaciones convirtieran a la Unión Norteamericana en un país deudor por primera vez desde el fin de la Primera Guerra Mundial. En ese marco surgieron en el Congreso corrientes proteccionistas. 19

El proceso encuentra sus raíces y  primeros síntomas en la década de los setenta, a la que es necesario remitirnos. Cuando la crisis de 1973 se adoptó un sistema de tipos flotantes y se esperaba que los tipos de cambios actuaran como un mecanismo de autorregulación que evidentemente pusiera punto final a los desequilibrios comerciales. Se atravesaba, por un momento entonces, en que las autoridades norteamericanas se basaban en la confianza que despertaba este mecanismo de mercado. Querían, como dirían algunos: recuperar unos Estados Unidos Poderosos.  20

Justo en este ambiente de tensas relaciones, el Gobierno Norteamericano optó por devaluar el dólar cuando James Baker fue nombrado Secretario del Tesoro en 1985. La actitud de no intervención en el mercado quedaba atrás, este fue el mar de fondo del Acuerdo Plaza de ese mismo año. Para Estados Unidos significó un cambio en su tradicional política de no inmiscuirse en los mercados de divisas, por tanto, el sistema de fluctuación de los índices de cambios iniciado en 1973 pasó de ser libre a estar nada más y nada menos que controlado. 21

Ya en septiembre de 1985 los cinco países más ricos del mundo decidieron en una acción conjunta impulsar una apreciación ordenada de sus principales monedas frente al dólar que se cotizaba demasiado alto. El cónclave fue celebrado en el Hotel Plaza de Nueva York, de ahí el nombre del acuerdo. A tal asamblea concurrieron los ministros de economía y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Cinco. Para Japón como segunda economía del planeta la reunión tuvo un papel decisivo en las siguientes fluctuaciones de sus mercados financieros. 22

La economía japonesa sufrió severos reajustes que fueron más que evidentes necesarios. A partir de la apreciación del yen el sistema económico nacional se vio seriamente afectado y esto se debió a que las exportaciones eran la piedra medular de todo su entramado capitalista. Ello implicó también un gran vacío en la industria, aunque este dato puede ser muy controvertido.

A la par cayeron los tipos de interés y esto mucho tuvo que ver con la disminución del índice de inflación nacional a causa de la bajada de los precios de las importaciones provocada por la subida del yen. 23

Sin embargo, la economía volvió a recuperarse a partir de 1986 por la expansión del consumo interno provocado por la rebaja de los precios de productos importados debido a la alta cotización del yen, a la aplicación del financiamiento a gran escala y al incremento de inversión en obras públicas.

Este renacer se produjo como consecuencia de las medidas fiscales y monetarias hechas por el gobierno y el banco de Japón en 1987,  para aumentar la demanda interna con vistas a potenciar la recuperación económica y reducir el superávit por cuenta corriente.

Las consecuencias del Acuerdo Plaza tuvieron que ver con la estructura económica de Japón más que con el complejo sistema de capitales ficticios como se ha comentado en más de una ocasión. Los  grandes cambios que  se experimentaron a mediados de los ochenta apelaron al sector industrial en su concepto más amplio. Sin embargo, la industria logró superar esas transformaciones contundentes a la vez que desarrolló una política audaz de ajustes impresionantes. 

En primer lugar, se produjo una inversión en instalaciones que hacían posible la economía de combustible  y la revalorización de varios productos. Esto redundó en la reducción de las operaciones de fábricas estancadas mediante el traspaso del centro de las industrias pesada y química hacia las de electrónica con productos como semicomputadores.

Por otra parte, se produjo con toda  fuerza una expansión de la inversión directa en el exterior, o sea, el traslado de las bases de producción al Sudeste Asiático implicó una minimización  en los costos de producción y, al mismo tiempo, un abastecimiento completo de las plantas  de la materia prima barata de esos países.

Con todo, lo más llamativo de esos años es el giro que se da en materia de respuesta alternativa a una crisis que se estaba engendrando: si antes las exportaciones eran el eje central del crecimiento, en estos años la ampliación del joven mercado interno  tuvo un rol importante en la amplificación del capital nacional.

En mi criterio, lo más importante en el decursar  de los años ochenta en la historia  del archipiélago radica en las respuestas inteligentes, pensadas y el nunca sobredimensionado papel del estado como contrapartida rápida y eficaz para solucionar los problemas que ya estaba  ocasionando  una depresión generalizada que recién mostraba sus primeros síntomas.

Formación y estallido de la burbuja

Dentro del campo de la historia propiamente dicho no se ha comentado mucho respecto a la burbuja y sus consecuencias. Al asunto se le han dedicado un centenar de páginas, todas con sus buenas intenciones han mostrado las causas del estallido; pero no han valorado hasta que punto el dirigismo estatal conllevó a su formación y colapso. Así y todo, su gestación y estallido  ha suscitado entre los especialistas  que estudian tal caso, más de un debate, e inclusive, aún  no hay un consenso de opiniones acabadas al respecto.

Iniciándose los años noventa la palabra estaba de moda en los periódicos y revistas niponas; pero en torno a su significado no había una definición exacta y rigurosa. En su acepción más simple figura una elevación excesiva del nivel racional o lógico de los precios de ciertos bienes y esto fue lo que ocurrió entre 1987 y 1989 en la nación asiática oriental. 24

Los precios de las acciones y el suelo se inflaron aceleradamente sin fundamento real en la economía. Las acciones y el valor del terreno subieron porque de cierta forma sobraba dinero en el archipiélago en la segunda mitad de los años ochenta, la especulación inundó el país cuya economía no se caracterizaba por ello.

Es necesario aclarar que el fenómeno especulativo 25 ha tenido no muy felices interpretaciones. No obstante, la realidad se encargó de demostrar que esta situación se debió a la tasa de interés. Los bajos intereses significaron a su vez que los precios de los activos 26 fueran altos, ambas tendencias  relacionadas, una caída en los tipos de interés implicó que a largo plazo se incrementaran las previsibles ganancias.

Otro factor no menos importante,  esquemáticamente  analizado y, por tanto, no matizado en la formación de la burbuja es el exceso de créditos otorgados por el estado mismo, lo que indica que los japoneses fomentaron la formación de tal fenómeno. En otras palabras: el proceso no tiene una única y simple visión externa como han tratado de dogmatizar los apologistas occidentales. Los nipones estaban necesitados de una burbuja en tanto, el estado había acumulado en su larga y exitosa historia todo un engranaje traducido al lenguaje económico como capital, el cual permitía otorgar créditos a bajos intereses.  Estos facilitados por las instituciones financieras indican que la mayor parte de los fondos durante el período iban destinados a la adquisición de activos, es por ello que me atrevo a plantear que el excedido elemento crediticio facilitó la formación de la burbuja. 27

Este hecho suele omitirse tratando de brindar la imagen de un país que después de la crisis de 1973-1975 no se logró reponer jamás, cuanto la apreciación real indicó que tal alusión es totalmente falsa y carece de argumentos para sostenerla.

Particularmente interesante en la articulación de esos años fue que los tipos de interés no cambiaron; pero los precios de las acciones y bienes raíces experimentaron alzas. Esto explica claramente la decisión de las personas, sobre todo de las familias en su conjunto, de aprovechar los créditos otorgados con una baja tasa de interés 28 para invertir en la economía del país. 29

Por su parte, la desregulación financiera de la etapa acompañó a la emisión monetaria total que aumentó en un promedio de un 10% anual, lo que provocó  un excesivo auge especulativo que mucho tuvo que ver en la compra de terrenos, acciones, pinturas y hasta artículos de lujo. Ante el desequilibrio económico y financiero nacional el Gobierno japonés tomó la decisión de adoptar intereses bajos. 30

La caída del dólar tras el Acuerdo Plaza mejoró sustancialmente la balanza de pagos estadounidenses en 1988. Los japoneses al hacer el análisis de su situación y en contrapartida ante la debilidad del dólar se lanzaron a comprar propiedades en Estados Unidos. Realizaron grandes adquisiciones en activos en el extranjero, adquirieron inmuebles y hasta empresas norteamericanas de todo tipo, lo que produjo en la nación norteña un ambiente nacionalista que precipitó la adopción de medidas para apoyar el dólar.

La Reserva Federal con el único fin de contrarrestar la política financiera japonesa aplicó medidas restrictivas en marzo de 1988 iniciando un momento drástico y radical destinado a fortalecer el dólar. Ello indujo, como era de esperar, cambios decisivos en los mercados financieros japoneses; pero el país no ofreció resistencia a tal proceder porque pensaba que actuaba como proveedor de capital al resto del mundo y además no podía subir su tipo de interés sin causar serias dificultades a un país como Estados Unidos que sufría un déficit en su cuenta corriente y dependía de la afluencia del capital nipón. 31

Pero la historia se complejiza todavía más cuando en mayo de 1989 el Banco de Japón subió finalmente el tipo de interés, terminando la época de la tasa de interés baja y el yen alto. Dicha medida se debió, por supuesto,  a factores como  que el superávit comercial de Japón había disminuido  y el alza del precio de los productos importados, unido a ello se había producido un recalentamiento de la economía engendrado por el aumento del consumo interno.

Más que toda la formación, proceder, explosión y alcance de la burbuja económica esta como quiera que sea no convino al complejo mundo financiero y bancario  del archipiélago, poco se invirtió en la esfera productiva auspiciando una inflación doble, escasez de productos, subida de precios lo cual redundó en la devaluación del yen.

Desde principios de 1990 la riqueza comenzó a evaporarse, se veía venir el acelerado desplome del precio de las acciones sumándole la restricción financiera y el estallido de la Guerra del Golfo. Todo esto cayó con fuerza sobre los precios de los terrenos, de las obras de arte y de los metales preciosos.

El razonamiento inherente a las consecuencias del crash indican que bancos y empresas medianas o grandes comenzaron un terrible deterioro que conllevó a un desmejoramiento de la economía nacional. Pero hay más, en mi criterio, el fenómeno, escándalo o proceso burbuja como quiera que se le atribuya se ajusta evidentemente a un círculo o circuito vicioso de antagónicas relaciones económicas entre Estados Unidos y Japón. Hoy no hay duda alguna de que la economía nipona  sufrió los efectos de la crisis de los años noventa en un momento marcado por subvertir un superávit comercial favorable al país asiático desde los años ochenta.

Conclusiones

 Entendiendo el asunto de esa manera, es improbable pensar en un Japón aislado y de una economía totalmente cerrada al margen de las interacciones e interdependencia de un sistema financiero internacional más que complejo y confuso completamente desenfrenado y abierto. En suma: “el imperio del sol naciente” aplicó una política cuestionada y muy reconsiderada basada, sobre todas las cosas, en juicios y consideraciones desde afuera o externas. El grado de globalización estuvo otra vez presente. A partir de entonces las deudas fueron incobrables. La economía había colapsado.

Es decir que, la interconexión de políticas estructurales desde arriba y la emergente conciencia nacional de la nueva juventud japonesa que alcanzó plenitud de madurez hacia la década de los años ochenta propiciaron, también, que Japón tuviese niveles insospechados de crecimiento económico después de la Segunda Guerra Mundial.

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  • Craig, Albert. East Asia. Boston: Harvard University, 1973.
  • Crouzet, Maurice. Historia General de Las Civilizaciones. Barcelona: Editorial Destino, 1983. V.VI.
  • Dore, Ronald Philip. La Reforma Agraria en Japón. Ciudad de México: Editorial Fondo de Cultura Económica, 1964.
  • Eccleston, Bernad. State and Society in Post – War Japan. Gran Bretaña: Polity Press, 1989.
  • Guillain, Robert. El Japón, tercer grande. Madrid: Ediciones Martínez Roca, 1970.
  • Rodríguez Asien, Ernesché. La Economía de Burbuja en Japón. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1999.
1 Toledo Beltrán, José Daniel. Japón: su tierra ...p, 287.
2 Durante la crisis económica mundial de 1929-1933 el volumen de la producción industrial japonesa solo descendió un 10,7%, a pesar de que fue mucho más extensa y abarcadora. Ver: Amuchástegui, Domingo. Historia Contemporánea de Asia y África. T.III, p.241.
3 En el marco de las importaciones japonesas de este período el petróleo clasificó como una de las materias primas fundamentales teniendo en cuenta su importancia vital como generador de energía. Fue siempre para esta nación el oro negro la materia prima de primer orden y a través de las cuales se operacional izaban vastísimos trabajos, si en 1969 su costo era de seis dólares el barril  para 1979 se había elevado su precio casi siete veces llegando a los cuarenta dólares
4 Jiménez Rojas, Yanet. Construcción Histórica del Modelo de Desarrollo Japonés. Una Mirada Contemporánea. Tesis de Diploma. Departamento de Historia. Facultad Filosofía-Historia. Universidad de La Habana, 2002. (Inédito).
5 Colectivo de Autores. Trasnacionalización y desnacionalización. Ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. pp. 114-115. 
6 Roel Pineda, Virgilio. “Políticas económicas nacionales frente a los grandes cambios. La política económica japonesa ante la tercera revolución industrial”. http://www.sisbib.unmsn.edu.pe/revoluc/indice.htm. Consultado el 19 de enero de 2004
7 Ibídem
8 El caso de Taiwán y el de Corea del Sur son una muestra inequívoca del despegue económico del Sudeste Asiático este fenómeno es uno de los procesos más relevantes que ha tenido lugar en la segunda mitad del siglo XX. De hecho el protagonismo de Asia en la contemporaneidad ha encontrado parte de su vanguardia en estos dos territorios. A partir de la década del setenta estas naciones comenzaron a experimentar profundos cambios que impresionaron sobre todo por la vertiginosa industrialización que experimentaron sus economías y que les permitió alcanzar índices de crecimiento superiores a cualquier otro conocido por el mundo.  En ese proceso de dinamismo económico sin precedente en la historia de ambos países tiene mucho que ver la revitalización productiva de Japón transferida al exterior.
9 Roel Pineda, Virgilio. Ob. Cit.
10 Para ampliar sobre esta información diríjase a: Hideo, Otake. El eje de la confrontación política japonesa. Ciudad México. Editorial del Colegio de México. pp. 89-92. 
11 Roel Pineda, Virgilio. Ob. cit.
12 Indudablemente, esta cuestión alcanzó su más alto nivel durante el premierato de Yasuhiro Nakasone entre 1982 y 1987 que coincidió, por demás, con el período de gobierno de Ronald  Reagan en los Estados Unidos y la revitalización de la Guerra Fría. Este fue un fenómeno muy atendido por la historiografía soviética que desarrolló  a lo largo de esos años y los siguientes, numerosas investigaciones sobre el tema, algunas de las cuales fueron recogidas en la revista Problemas del Extremo Oriente anteriormente citada aquí.
13 Ampliar en: Amuchástegui, Domingo. Ob. cit, Tomo III, pp 242-243.
14 También ocasionó tal política un crecimiento desmedido de los intereses inmobiliarios y un afianzamiento del dólar. Ampliar en Rodríguez Asien, Ernesché. Ob. cit., pp. 37-38.
15 Ibídem. p. 38
16 Se empieza a dar después de la Segunda Guerra Mundial cuando han emergido el Sistema Socialista Mundial como bloque antagónico al capitalismo, o sea, socialismo y capitalismo inmersos dentro de la guerra fría. Cada uno de ellos trata de lograr una superioridad militar. En el caso norteamericano surge el Complejo Militar Industrial principal pilar y beneficiario de la carrera armamentista.
17 Guerra que estremeció al mundo en los años sesenta y parte de los setenta. Fue la última etapa de la larga contienda de la nación vietnamita por alcanzar su plena soberanía e independencia contra la intervención de grandes potencias. En ella Estados Unidos decidió desarrollar una escalada militar que pretendía la total destrucción de Viet Nam del Norte. Su aviación comenzó a bombardear criminalmente desde el 5 de agosto de 1964 a la República Democrática de Viet Nam. La inutilidad de los planes norteamericanos obligó a Estados Unidos a aceptar el 27 de enero de 1973 los Acuerdos de París. En ellos se reconocía la independencia y unidad territorial del país, se reglamentaban las condiciones del cese del fuego y prohibía la intervención norteamericana en los asuntos internos vietnamitas. En 1975 se inició la reconstrucción del país. 
18  Finalizando los años setenta y comenzando los ochenta, la posición monopolística de los capitalistas estadounidenses había sido desafiada en una industria tras otra: la automotriz,, la electrónica y la de tecnología de computadoras. La competencia provenía fundamentalmente de Japón y Alemania Occidental y a ello se añadiría Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán.
19 Uekusa, Kazuhide. “La formación y el estallido de la burbuja económica”. Cuadernos de Japón  (Tokio)4(2): p.31.
20 Rodríguez Asien, Ernesché. Ob. cit., p. 39
21 Ibídem. p. 39
22 Ibídem. p. 40
23 Uekusa, Kazuhide. Ob. cit., p.31
24 Ibídem. p.32
25 Especulación: compra o venta cuyo objetivo es obtener beneficios aprovechando diferencias de valor en el tiempo. Cuando se aprovechan las diferencias de precios entre diversos lugares recibe el nombre de arbitraje.
26 Activos: riqueza de la empresa.
27 Entre 1987 Y 1989 la cantidad de circulante monetario experimentó un aumento medio del 10,8% anual y superó el crecimiento del producto nacional bruto (PNB) nominal en una media de 4,5 puntos. Esta liquidez monetaria estaba también por encima del incremento del PNB nominal entre 1980 y 1986, pero solo en una media de 2,4 puntos anuales. Un crecimiento excesivo de liquidez sirve para realizar transacciones de activos, o en otras palabras para inflar la burbuja especulativa.
28 Pago utilizado por la utilización del dinero de otra persona. Pago realizado por la obtención del capital. Precio del dinero.
29 Aquino, Carlos. “La economía japonesa en crisis y sus posibilidades de recuperación.” http://wwwgeocities.com /Eureka/articjapopr.html. Consultado el 9 de enero de 2003.
30 Rodríguez Asien, Ernesché. Ob. cit., p.48
31 Ibídem. p.50


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