Marina Zalazar*
Universidad Nacional de Rosario
marinazalazar15@gmail.com
Resumen: Las relaciones entre China y Japón han experimentado en los últimos años una escalada de tensiones por diversas razones: conflictos territoriales, rivalidad histórica por liderar la región, modificaciones japonesas a la política de defensa. Frente a las políticas comerciales proteccionistas impulsadas por el presidente estadounidense, China y Japón parecen encontrar puntos de contacto en el área económico-comercial, aunque persisten conflictos de fondo que deben ser solucionados para que el acercamiento actual perdure en el tiempo.
Se sostendrá entonces que el acercamiento económico-comercial es coyuntural y que se deben resolver los asuntos potencialmente más dañinos para la relación para que la relación bilateral sea realmente pacífica.
Para confirmar la hipótesis se analizarán algunas de las principales temáticas del vínculo bilateral que impactan en la región asiática: efectos en China y Japón de los cambios en la política estadounidense hacia Asia, divergentes posiciones en torno a Corea del Norte, rencillas diplomáticas, conflicto por la soberanía de las islas Senkaku/Diaoyu e interdependencia económica y comercio bilateral.
Palabras clave: Japón, China, Asia, Trump, Senkaku, Corea del Norte
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Zalazar, Marina (2019): “Las relaciones entre Japón y China en la era Trump”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (enero 2019). En línea: https://www.eumed.net/rev/japon/34/japon-china.html
INTRODUCCIÓN
El siglo XXI de la política internacional se caracteriza por la relevancia que ha tomado Asia en los asuntos globales, de la mano del significativo protagonismo de sus países, en particular de China. En el escenario actual de incertidumbre, debido a las medidas tomadas por el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, y las modificaciones que ha introducido en la política exterior de Estados Unidos, se torna necesario analizar cómo China y Japón, dos de los actores principales del sistema internacional, se relacionan y cómo eso impacta en la región asiática.
La relación entre ambos gigantes asiáticos ha sido históricamente complicada. Como grandes imperios y por lo tanto grandes poderes asiáticos, sus vínculos no han carecido de conflictos. En general se utiliza el complejo de superioridad-inferioridad para describir la relación, sosteniendo que China ha sido históricamente superior, excepto desde la década de los 70 hasta comienzos del 2000, como consecuencia del extraordinario crecimiento económico nipón. Ya entrado el siglo XXI, el ascenso chino ha generado una escalada de tensiones entre ambos países por conflictos heredados del siglo pasado, como la disputa por la soberanía de las islas Senkaku/Diaoyu, pero también alimentados por la rivalidad histórica entre ambos, producto del complejo superioridad/inferioridad explicado antes. Hay que tener en cuenta que son procesos, que no suelen tener un comienzo y un fin tan delimitado y que para el actual escenario, tal vez sería mejor caracterizarlo como de transición, con una China en ascenso y un Japón que no quiere resignar su lugar en el escenario internacional.
Al observar la región asiática en su conjunto, advertimos la presencia de actores de envergadura para el mundo, además de Japón y de China: India, Corea del Sur, Indonesia, Rusia. También encontramos actores extra regionales como Estados Unidos, que cuenta con dos aliados militares en la región: Corea del Sur y Japón; y por lo tanto con bases militares. Y por último, actores disruptivos o conflictivos para el mundo como Corea del Norte. Asia, y en particular Asia del Este, dónde están insertos Japón y China, es una región estratégica, de relevancia para el mundo, con presencia de abundantes recursos pesqueros, recursos petrolíferos, rutas marítimas por donde pasa gran parte del comercio mundial, un alto porcentaje de la población mundial (de los 20 países con mayor población, 6 son de Asia del Este: China, Indonesia, Japón, Filipinas, Vietnam, Tailandia1 ).
El contexto actual de las relaciones internacionales evidencia una modificación en algunas políticas que Estados Unidos venía sosteniendo para la región asiática. El presidente Trump no sólo anunció su retiro de la Trans Pacific Partnership (TPP, Asociación Trans Pacífica), sino también la voluntad de sentarse a negociar con Corea del Norte por su programa nuclear de forma unilateral, el abandono de algunos ejercicios militares que se realizaban con Corea del Sur, la necesidad de que Japón se haga cargo de su defensa de forma más asertiva, sin tener que descansar de forma total en Estados Unidos, y medidas proteccionistas que afectan a China y que han derivado en una “guerra comercial”.
En este escenario, la importancia del vínculo sino-nipón para ambos países aumenta, dado que tienen una interdependencia económica comercial muy fuerte. Este estrecho vínculo comercial no anula los conflictos preexistentes ni las diferentes posiciones que ambos actores tienen en el conflicto con Corea del Norte. De ahí que la hipótesis que se propone trabajar en la ponencia es que el actual acercamiento sino-nipón en lo económico-comercial es coyuntural, y para que persista en el tiempo deben resolverse los conflictos de fondo del vínculo bilateral.
Para analizar la hipótesis se describirán brevemente los escenarios de la relación bilateral que se consideran más relevantes y que tienen impacto en la región asiática: relación diplomática, interdependencia económica y comercio bilateral, contencioso por la soberanía de las islas Senkaku/Diaoyu, efectos en China y Japón de los cambios en la política de Estados Unidos hacia Asia y divergencias ante el programa nuclear de Corea del Norte.
RELACIÓN DIPLOMÁTICA: CONFLICTO Y DIÁLOGO
Para comenzar el análisis hay que hacer un poco de historia, y mirar a los siglos XIX y XX. Durante la segunda mitad del siglo XIX el Imperio Japonés llevó adelante una serie de reformas que buscaban modernizar al país y acercarlo al desarrollo de las potencias capitalistas occidentales. Esta nueva era en la historia japonesa es conocida como era Meiji y es la base de las políticas expansionistas que Japón llevó a cabo a fines del siglo XIX y durante el siglo XX. En lo relacionado al vínculo con China, la invasión japonesa a Manchuria en 1931 continúa teniendo consecuencias al día de hoy. Más allá de que Japón devolvió los territorios ocupados luego de la guerra -habiendo sido uno de los vencidos-, nunca pidió perdón por las atrocidades que los soldados japoneses cometieron contra la población china.
Hoy en día las consecuencias de este conflicto se evidencian en rencillas diplomáticas cada vez que funcionarios japoneses visitan el santuario de Yasukuni, de culto sintoísta (religión principal de Japón), dónde se recuerda a los soldados japoneses caídos en diversas guerras. El santuario evoca para China (también para Corea del Sur, en tanto que la península coreana estuvo bajo control japonés desde 1910 hasta 1945) las pretensiones expansionistas de Japón del pasado y además, dentro de los soldados que figuran en el “libro de las ánimas” del templo, se encuentran criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial.
Otro de los temas que suscita conflictos diplomáticos, en los que también participa Corea del Sur, es la publicación de manuales de historia con hechos y afirmaciones que tienden a reducir y hasta obviar los crímenes cometidos por Japón antes y durante el siglo XX. China y Corea del Sur han desaprobado esta actitud japonesa, aunque también hacen lo propio con sus manuales de historia (The Economist, 2014; Soto, 2005).
Con respecto a los crímenes cometidos por soldados japoneses sobre la población china y coreana, los juicios que han sido llevados a cabo en Japón por las víctimas que pedían reparaciones no han prosperado e incluso el Tribunal Supremo japonés ha denegado las compensaciones pedidas. (Soto, 2005:2).
Tanto las visitas al templo Yasukuni, como los manuales de historia revisitada y los juicios por las reparaciones de víctimas de soldados japoneses han generado manifestaciones en la población china frente a delegaciones diplomáticas japonesas, además de boicots a productos de origen nipón.
Estos conflictos diplomáticos coexisten con el intercambio de visitas diplomáticas y con actividades de diálogo en numerosos ámbitos: asuntos marítimos, derecho internacional, terrorismo, respuestas ante desastres naturales, pesca, derechos humanos 2. De todos modos, el expansionismo japonés de la era Meiji ha dejado muchas heridas abiertas en el vínculo bilateral que aún no han sido resueltas y que obstaculizan el logro de una relación más fructífera y armoniosa.
EL CONFLICTO POR LAS ISLAS SENKAKU/DIAOYU Y LA MILITARIZACIÓN DEL MAR DE CHINA ORIENTAL
Más allá de los conflictos diplomáticos, el conflicto potencialmente más peligroso en el vínculo bilateral es el contencioso por las islas Senkaku (para Japón) /Diaoyu (para China). Las islas en realidad son un conjunto de islotes, ubicados al suroeste de Japón, al norte de Taiwán y al sureste de China. No son habitables dado que están hechas de roca y son muy pequeñas, pero el mar que las rodea es rico en recursos pesqueros y reservas de petróleo y gas, además de permitir el trazado de espacios de jurisdicción sobre el mar de China Oriental, también rico en estos recursos mencionados.
Son 3 actores los que reclaman la soberanía sobre las islas: Taiwán, China y Japón. China tiene una política de no mantenimiento de relaciones diplomáticas con aquellos países que reconozcan a Taiwán como estado soberano, dado que Taiwán es considerado por China como parte integrante del país. Para el caso de Japón, dado que este no ha reconocido a Taiwán, mantiene relaciones diplomáticas con China y es por eso que la posición taiwanesa no se tendrá en cuenta a la hora de analizar el vínculo bilateral sino-nipón.
China sostiene que tanto desde el punto de vista histórico como geológico las islas son de su soberanía, como marca Ríos (2013:146). Desde el primer punto de vista se sostiene que las islas fueron descubiertas en 1372 por navegantes chinos, como lo demuestran mapas de la dinastía Ming; además de que las islas estuvieron bajo el mandato de la provincia de Fujian y luego de Taiwán, ambas pertenecientes a China; y por último, Japón no reclamó la soberanía a las islas previo a la guerra sino-japonesa de 1894-1895 dado que en mapas japonesas de la época las islas figuran como chinas. Desde el segundo punto de vista, China argumenta la existencia de una fosa marina que separaría a las islas de Okinawa, que es la provincia más sureña de Japón y la más cercana a las Senkaku/Diaoyu.
En la argumentación China no puede dejar de mencionarse el Tratado de Shimonoseki, que dio fin a la guerra sino-japonesa mencionada anteriormente. Esta guerra fue ganada por Japón y en el tratado China le cedía el dominio sobre la provincia de Taiwán y sus islas. Desde ese momento Japón ejerció la soberanía (de facto y no de derecho para China) sobre las Senkaku y sus alrededores (el derrotero de Taiwán fue distinto 3). En la Conferencia de El Cairo de 1943, los aliados adoptaron la decisión de que Japón le devolviese todos los territorios que había ocupado antes y durante la guerra a China, incluida las islas Senkaku. Esto no fue posteriormente rectificado por el Tratado de Paz de San Francisco, que otorgó las Senkaku a Japón, pero temporalmente bajo la administración estadounidense. China de hecho nunca reconoció este tratado (Ríos, 2016).
El Tratado de Paz de San Francisco es uno de los argumentos esbozados por Japón para justificar su soberanía sobre las islas, pero el principal es que las islas eran territorios res nullius4 , es decir, tierra de nadie, dado que China nunca ejerció efectivamente la administración sobre este territorio. Por el contrario, Japón viene ejerciendo la soberanía sobre el territorio desde el fin de la guerra de 1894-1895, y esto fue confirmado por el Tratado de Paz de San Francisco.
En el conflicto por las islas Senkaku se entremezclan rivalidades históricas con la lucha por los recursos y los espacios marítimos, la competencia por el liderazgo en la región asiática, las demostraciones de poder militar. De ahí que este sea el conflicto potencialmente más peligroso para el vínculo bilateral.
Los últimos años evidenciaron una escalada de tensiones en torno a las islas, con acciones unilaterales llevadas a cabo tanto por China como por Japón, intentando demostrar que tenían el control sobre las islas. Esto implicó la movilización de fuerzas navales de ambos países y momentos álgidos de tensión diplomática, que por el momento no han derivado en enfrentamientos directos.
De todos modos, el Mar de China Oriental se militariza cada vez más con las fuerzas navales de ambos países, alimentado esto por otros conflictos territoriales presentes en la región y que agravan el ambiente de seguridad. En todos los conflictos territoriales del Mar de China Oriental está involucrado China, excepto un conflicto protagonizado por Japón y Corea del Sur sobre las Rocas de Liancourt. La disputa por las islas Natuna enfrenta a China e Indonesia, el conflicto por las islas Paracel involucra a China y Vietnam; y por último, las islas Spratley son reclamadas por China, Vietnam, Brunei, Filipinas y Malasia (Ríos, 2013).
Podemos aprecia que el ambiente de seguridad en el que se inserta el contencioso por las islas Senkaku es complejo, sumando un condimento más a su ya complicada resolución.
Para terminar con este apartado es relevante mencionar que tanto China como Japón vienen aumentando sus presupuestos militares desde hace algunos años, aunque los aumentos nipones han sido muy bajos en comparación con los chinos. Japón por sus particulares características en torno a la defensa nacional, tiene limitaciones legales para el aumento del presupuesto militar; y la opinión pública es muy sensible en torno a los asuntos militares del país y no aceptaría fácilmente un aumento desproporcionado.
De todos modos, las Fuerzas de Autodefensa (FAD) japonesas están muy bien equipadas, con tecnología de punta, proveniente más que nada de Estados Unidos, su principal aliado y no son subestimadas por China. Hay que recordar que cada vez que Japón realiza modificaciones al área de actuación de las FAD, China (y también Corea del Sur) alza la voz y le recuerda a Japón su pasado expansionista.
LA INTERDEPENDENCIA ECONÓMICA: COMERCIO BILATERAL 5
No todo es conflicto en el vínculo entre China y Japón: la interdependencia económica entre ambos es innegable. Por lo menos desde los 90 a hoy, Japón estuvo entre los principales socios comerciales de China, y viceversa. En la última década la importancia china para Japón ha aumentado e incluso el gigante asiático ha logrado superávit comercial en el intercambio con el país nipón. Japón le provee a China de muchos de los componentes que China precisa para la producción de bienes tecnológicos, como pantallas LED, circuitos integrados, autopartes, metales, productos químicos; de ahí que también sea de importancia para China el mantener este intercambio.
Más allá de los boicots que ciudadanos chinos han promovido contra productos japoneses por conflictos relacionados con consecuencias de la ocupación japonesa a Manchuria en el siglo pasado, las autoridades de ambos países han buscado mantener estos conflictos en un bajo nivel por la importancia económica de la relación. No sólo a China le es relevante el intercambio con Japón para el funcionamiento de sus industrias, muchas empresas japonesas tienen filiales en China e importan desde el vecino país los productos terminados que luego venden en el mercado nipón. De hecho, el intercambio bilateral entre ambos es comercio intra-industrial en su mayor parte: computadoras, teléfonos, productos del sector automotriz, circuitos integrados, pantallas LED, productos químicos. El rubro textil que aparece en las exportaciones de China hacia Japón saldría de esta lógica intra-industrial, pero no modifica la tendencia general.
Como se mencionó más arriba, las autoridades de ambos países no son ajenas a esta realidad y frente al contexto adverso generado por las políticas proteccionistas de Trump, rehabilitaron un mecanismo de diálogo que no se llevaba a cabo desde el 2010. En esa línea, en abril de 2018, se celebró el Cuarto Diálogo Económico de Alto Nivel en Tokyo, con la participación del ministro de relaciones exteriores chino, Wang Yiysu contraparte japonesa, Taro Kono, junto con funcionarios de las carteras económicas de ambos países. Las temáticas tratadas en la reunión, según el comunicado conjunto publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón (MOFA, 2018) fueron política macroeconómica, cooperación e intercambios económicos, cooperación en terceros países y asociación económica en Asia del Este y respuestas ante asuntos globales. Más allá de las consideraciones realizadas en la reunión sobre sobre la economía mundial, es interesante destacar la voluntad de cooperar en Asia del Este: no sólo hubo referencias al interés en promover la cooperación financiera dentro del grupo ASEAN+3 6 y a la necesidad de concluir la Asociación Económica Comprensiva Regional del Este de Asia (RECP, por sus siglas en inglés)7 , sino también aludieron a la voluntad de acelerar las negociaciones trilaterales que involucran a Corea del Sur, junto con los dos actores analizados.
Las negociaciones trilaterales entre China, Japón y Corea del Sur para un acuerdo comercial fueron lanzadas en el año 2012. En marzo del corriente año se llevó a cabo la 13° ronda de negociaciones que incluyó temas como comercio de bienes y servicios e inversiones. La continuidad de las negociaciones en el tiempo y la periodicidad con que fueron llevadas a cabo demuestran la voluntad de los 3 actores de mejorar sus relaciones comerciales por medio de la consecución de un Acuerdo de Libre Comercio. La importancia de las 3 economías para el mundo es altísima, dado que China es la segunda economía, Japón la tercera y Corea del Sur se ubica en el puesto 12, de acuerdo al ranking del Banco Mundial para el Producto Bruto Interno de cada país.
En función del análisis de las diversas iniciativas en curso, entendemos que las relaciones económicas-comerciales son las que más potencial de crecimiento tienen en el vínculo China-Japón, pero hasta ahora no han logrado derramar esta buena voluntad hacia los conflictos de fondo que persisten en la relación bilateral.
CAMBIOS EN LA POLÍTICA DE ESTADOS UNIDOS HACIA ASIA
El contexto actual de las relaciones de Estados Unidos con la región se caracteriza por la “guerra comercial” entre China y el país norteamericano, que también impacta en Japón, dado que las medidas proteccionistas han alcanzado a productos nipones.
Esta guerra comercial está enmarcada en un contexto más amplio de políticas proteccionistas de la economía estadounidense que viene llevando a cabo Trump desde que asumió la presidencia y que han afectado a muchas otras regiones fuera de Asia. La Unión Europea, América del Sur, México y Canadá también han sido destinatarios de las medidas proteccionistas (Partington, 2018). Muchos socios comerciales de Estados Unidos han intentado negociar con el gobierno de Trump y han conseguido excepciones parciales o temporales a las medidas, pero la tendencia general de las políticas comerciales del presidente norteamericano sigue siendo proteccionista. El conflicto comercial entre China y Estados Unidos se inserta entonces en un plano global complejo y de mucha incertidumbre.
Otro de los destinatarios de las políticas proteccionistas de Trump fue el TPP, que tuvo su origen en 2008 cuando el presidente Bush decidió comenzar a negociar un acuerdo comercial con un grupo de países del Asia-Pacífico. El presidente Obama hizo del TPP su principal estrategia de contención comercial hacia China en la región, y logró en 2016 que los 12 países participantes firmaran el acuerdo. En 2017 el presidente Trump anunció su retirada del acuerdo y los 11 países restantes decidieron seguir adelante con el mismo (Ámbito Financiero, 2018). Los países que firmaron el acuerdo son: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam
La retirada de Trump del acuerdo y la decisión de los restantes países de continuar evidencian una distancia entre la posición estadounidense y alguno de sus principales socios, como Japón, Canadá y México; y por otro lado siembran la duda sobre qué rol va a tener Estados Unidos en la región asiática (McBride, 2018). A simple vista parecería que China gana espacios con esta decisión de Trump, no sólo en la región asiática, sino también en el mundo; lo que dejaría a Japón en una posición debilitada. Sin embargo, en este año se produjo un acercamiento entre ambos países a través de la celebración del Cuarto Diálogo Económico de Alto Nivel, como referimos en el apartado previo. En el comunicado conjunto de la reunión ambos países afirman que: “[…] as the second and third largest economies in the world, both Japan and China shared the view to promote the liberalization and facilitation of trade and investment, protect the multilateral trade system, promote the globalization process of the economy, and play a responsible role in the development of the regional and global economy and solving global issues.”8 (MOFA, 2018) Este párrafo parecería más propio del discurso liberal de las economías occidentales, pero en el contexto actual tiene sentido que China sostenga este tipo de afirmaciones.
Por otro lado, siendo Estados Unidos un mercado de importancia para ambos países y teniendo en cuenta la interdependencia económica entre Japón y China, el encuentro estuvo destinado a ser el puntapié inicial de medidas tendientes a fortalecer el comercio bilateral para hacer frente a un contexto adverso. Como se afirmó previamente, no todo es conflicto en el vínculo y las relaciones económicas entre ambos son las que tienen más potencial de crecimiento.
Una modificación relevante de la política estadounidense para la región es la que involucra a Japón y su política de defensa. Haciendo un poco de historia, Japón heredó una particular condición como consecuencia de haber perdido la Segunda Guerra Mundial: según el artículo 9 de la constitución no puede recurrir a la guerra en sus relaciones internacionales por lo que tampoco puede tener un ejército regular. Este artículo de la constitución nipona fue varias veces reinterpretado y dio lugar aun "pacifismo ligeramente armado" como sostiene López Vidal (2007:192), por la creación de las FAD en 1954 y la firma del tratado de seguridad con Estados Unidos en 1960. La ley que creó las FAD no permitía su salida al exterior, sino que sólo podrían actuar en defensa propia y siempre en concordancia con Estados Unidos, país que se encargaría de la seguridad japonesa. El siglo XXI y los nuevos desafíos del escenario internacional motivaron modificaciones en la ley de las FAD que fueron ampliando los escenarios en los cuales podría actuar: primero se permitió su actuación en Operaciones de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas, luego su asistencia a la coalición en la guerra de Irak en el 2003. Pero la modificación más importante hasta ahora fue llevada a cabo en el 2015 cuando el parlamento japonés aprobó una ley que permitía la actuación de las FAD en caso de un ataque armado contra un país aliado que amenazase también a Japón. Esta modificación, que dejaría abierta la actuación de las FAD en todo el globo, pero con condicionantes bastante claros, suscitó la crítica de China y de Corea del Sur, que ven con recelo el proceso de "normalización" de la política de defensa nipona.
Durante la campaña electoral, Trump hizo mención en repetidas ocasiones al rol mucho más relevante que Japón debería tener en su propia defensa porque le costaba mucho dinero a Estados Unidos mantener a uno de sus principales aliados: “The countries we are defending must pay for the cost of this defense, and if not, the U.S. must be prepared to let these countries defend themselves”9 . Las alarmas se encendieron en Japón porque la alianza con Estados Unidos es un elemento disuasorio contra posibles amenazas chinas o norcoreanas por ejemplo; pero también en China, entendiendo en tanto un abandono estadounidense del tratado con Japón, llevaría a este último a acelerar el proceso de normalización de su política de defensa. La llegada de Trump a la presidencia no necesariamente confirmó los temores de ambos países asiáticos: por un lado, el gobierno japonés comandado por Shinzo Abe buscó acercarse al nuevo presidente norteamericano, confirmando la continuación de la alianza y evitando avanzar en medidas de recorte del funcionamiento de la alianza. Por otro lado, la opinión pública nipona no se muestra a favor de un cambio drástico en la política de defensa porque los horrores de la guerra también fueron sufridos por la población japonesa. Hay que recordar que Japón es el único país en el mundo que recibió el impacto de bombas atómicas sobre su territorio y población. Las bombas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial son entendidas en parte como consecuencia del militarismo japonés, de ahí la sensibilidad de la opinión pública sobre el tema.
Japón progresivamente va a continuar el proceso de “normalización” de su política de defensa y este culminará con el establecimiento de un ejército regular. Esto no implica que el país nipón volverá a tener prácticas expansionistas, pero sí es altamente probable la tensión en la relación con China porque ambos países pujan por el poder en la región asiática y el proceso de normalización de la defensa nipona amenaza el equilibrio de poder detentado hoy por China en Asía del Este.
Un tema no menor en la región asiática es el programa nuclear de Corea del Norte y el cambio en la política de Estados Unidos hacia este país. Dada la importancia del tema, se tratará de forma integral en el próximo apartado.
PROGRAMA NUCLEAR DE COREA DEL NORTE
Las posiciones de los actores analizados en la ponencia son divergentes en este punto. Mientras China se muestra favorable al régimen de Kim Jong Un, Japón considera al programa nuclear norcoreano una amenaza a su seguridad. China es el principal aliado del régimen norcoreano. No sólo es su principal socio comercial, al proveerle comida y energía, sino que también ha apoyado políticamente a los sucesivos regímenes norcoreanos y se ha opuesto a las sanciones internacionales contra Corea del Norte. Esto no quiere decir que China apoye el desarrollo nuclear para fines no pacíficos del país norcoreano. De hecho ha condenado en repetidas oportunidades el accionar de Kim Jong Un y ha apoyado numerosas resoluciones de Naciones Unidas sobre el tema. El año 2017 fue clave para la relación sino-norcoreana porque China comenzó a aplicar algunas sanciones sobre el régimen como la suspensión temporal de la compra de carbón a Corea del Norte, la suspensión de ventas de combustible por parte de la empresa petrolera gubernamental y la reducción de las actividades financieras de banco chinos en el país norcoreano (Albert, 2018). Johnson (2018) sostiene que esto habilitó a Corea del Norte a negociar con Donald Trump, confirmando la importancia de la posición china en el conflicto.
Por otro lado, Japón considera a Corea del Norte como una amenaza y le sobran las razones para hacerlo. La retórica anti japonesa del líder norcoreano se ha traducido en los hechos con el lanzamiento de misiles que en un principio caían en el Mar de Japón y hasta llegaron a sobrevolar territorio japonés. Una de las motivaciones detrás de las modificaciones introducidas a la política de defensa nipona en el siglo XXI ha sido este comportamiento norcoreano.
La decisión de Donald Trump de sentarse a negociar con Kim Jong Un para tratar la desnuclearización de Corea del Norte ha modificado el escenario de seguridad asiático, con lo que parecería ser la voluntad de negociar de Corea del Norte. Japón se mostró expectante ante las negociaciones, aunque la línea sostenida por el primer ministro Abe ha sido la de que sólo con sanciones y una mayor presión internacional Corea del Norte abandonaría su programa nuclear con fines no pacíficos. Corea del Sur no se mostró contrario a las negociaciones, pero por similares razones a las japonesas y por la historia particular de conflicto con su vecino del norte, también ha mantenido la postura de apoyar las sanciones internacionales. Es más, tras el anuncio de Trump del abandono de los ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur como muestra de buena voluntad negociadora hacia el régimen norcoreano, las alarmas se encendieron en Seúl, uno de los aliados militares históricos del país norteamericano en la región.
La desnuclearización de la península coreana es uno de los conflictos más complejos para la región. Involucra a 3 de los actores más relevantes para Asia del Este, China, Japón y Corea del Sur; pero también a actores extra-regionales: Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia. Estos últimos actores en el transcurso de la historia se han involucrado en negociaciones con Corea del Norte que hasta el momento no han dado sus frutos. Por otro lado, es un asunto que complica el ambiente de seguridad de Asia del Este y potencialmente puede ser de mucha peligrosidad para las relaciones sino-niponas-surcoreanas.
CONCLUSIONES
Las relaciones entre China y Japón son claves para la región asiática. El entendimiento entre estos dos países es central para muchas iniciativas bilaterales que se están llevando a cabo en el plano económico, pero también es fundamental para mejorar el ambiente de seguridad en la región.
La mejora del ambiente de seguridad es tal vez el problema de más difícil resolución: dos países poderosos económicamente, con una historia conflictiva entre ambos, con contenciosos territoriales no resueltos y con la primacía clara de uno de ellos (China) por sobre el otro (Japón), son elementos que se pueden conjugar para generar una escalada de tensiones mucho mayor en Asia del Este.
El contexto actual de adversidad económica acercó posiciones entre Japón y China, y esto no es casual dado que los temas económico-comerciales han sido los de más fluidez en la relación. Por ese motivo, entendemos al acercamiento actual como coyuntural, frente a un escenario de políticas proteccionistas de Estados Unidos que afecta a ambos países.
Los conflictos de fondo persisten: la cuestión de la soberanía por las islas Senkaku/Diaoyu no se ha resuelto y ninguno de los países muestra voluntad de sentarse a negociar; no hay un diálogo en las cuestiones de seguridad regional; la cuestión norcoreana no es un tema en el que Japón y China puedan acercar posiciones en el corto plazo; las divergencias históricas continúan latentes y se utilizan como demostraciones de nacionalismo en el plano doméstico pero con consecuencias en el plano bilateral.
En el corto y mediano plazo se vislumbra como difícil la resolución de todos estos conflictos de fondo y se necesita más que un acercamiento coyuntural para el derramamiento de la fluidez de las relaciones económico-comerciales en los otros asuntos de la agenda bilateral.
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