Guillermo Travieso *
Universidad de Buenos Aires
guitravieso@yahoo.com.ar
Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo de analizar críticamente las políticas de Shinzo Abe, las cuales probablemente lejos de revitalizar al país empeoren sus desequilibrios. Las contradicciones internas del Abenomics, sus los objetivos no logrados y los desequilibrios que genera no hacen sustentable los propósitos de estas políticas, cuyo fracaso probablemente coloque al Partido Liberal Democrático de Japón (PLD) en una nueva crisis de hegemonía.
Bastaría observar el incumplimiento o postergación de medidas centrales de políticas como el logro de la tasa de inflación del 2% en 2 años, o las indefiniciones con respecto al balance fiscal, o la caída del producto como resultado de las turbulencias internacionales, o la falta de una plena concreción de las reformas estructurales, para percibir que el Abenomics ha comenzado a dar más señales de sombras, que de luces. El descontento social ha ido creciendo de a poco en varios sectores sociales (del trabajo, de la pequeña y mediana empresa, en las comunidades rurales, etc.) Como resultado del desastre, el capital político del primer ministro y el PLD ha comenzado a erosionarse. El fracaso rotundo ambos en las elecciones regionales de Tokio (2017), junto a los escandalosos casos de tráfico de influencias que involucran al primer ministro podrían estar marcando el principio del fin del Abenomics.
Palabras claves
Abenomics, economía japonesa, neoliberalismo, inflación, pobreza
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Guillermo Travieso (2018): “Las políticas económicas Keyno-liberales de Shinzo Abe: un camino con más sombras que luces”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad de Japón (septiembre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/japon/33/politicas-keyno-liberales.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/japon33politicas-keyno-liberales
Introducción
El Abenomics (en inglés), que no es más que un acrónimo entre “Abe” y “Economics,” la Abenomía o la Abeconomía (como término que más correspondería al castellano), son el conjunto de políticas económicas reformistas que el actual Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe, viene instrumentando desde el año 2012 con la finalidad de revitalizar la economía japonesa, atrapada desde los años noventas en un serio estancamiento; y de relanzarla global y regionalmente como una potencia económica y política.
Desde su presentación en 2012, el Abenomics ha estado en la mira de no pocos economistas, periodistas y analistas políticos. Los tonos de los observadores van desde el permanente optimismo (Stiglitz J., Krugman P., Hatta T., Gil Fons A., Nieves A.) hasta el pronóstico del más rotundo fracaso (Riley Ch., Pesek W., Nakahara K., Rallo J.R.). También se pueden encontrar análisis estrictamente económicos, así como la valoración del Abenomics como un proyecto económico con un trasfondo político (Holanda T., Boesler M., Smith N.).
Lo cierto es, que ya han pasado 5 años de implementación de las políticas de Abe y la controversial evolución de la economía y la sociedad japonesas merecen que se inicie una exploración de sus aciertos y desaciertos, así como analizar sus alcances reales.
El presente trabajo tiene como objetivo de analizar críticamente las políticas de Shinzo Abe, las cuales probablemente lejos de revitalizar al país empeoren sus desequilibrios. Con ese propósito, el trabajo comienza con una presentación de los antecedentes de las políticas promulgadas por Abe. El foco de dicha precedencia serán las burbujas financieras que siguieron a los acuerdos de 1985, los nuevos desafíos que enfrentó el país con una población que envejece y decrece y un entorno regional y mundial cada vez más competitivo.
En segundo lugar, se analizan las llamadas “tres flechas” del Abenomics, sus alcances y conflictos. Creo importante discernir qué hay de nuevo en el Abenomics en lo que respecta a política monetaria, fiscal y a las reformas estructurales. Además, no debe obviarse la lectura política de este ambicioso programa.
Finalmente se exploran no sólo las contradicciones internas del Abenomics, sino también los objetivos no logrados y los desequilibrios que genera, y que definitivamente no hacen sustentable los propósitos de estas políticas, cuyo fracaso probablemente coloque al Partido Liberal Democrático de Japón (PLD) en una nueva crisis de hegemonía.
¿Por qué las políticas de revitalización de Japón?
El punto de inicio para entender las repuestas de política del Gobierno de Abe son los antecedentes de más de dos décadas de estancamiento de la economía japonesa, expresado en las bajas tasas de crecimiento y un intenso proceso deflacionario que ha retenido la inversión y el consumo. Durante estas dos décadas la tasa real de crecimiento económico fue inferior al 1 % anual y la tasa de inflación cayó en negativo después de la crisis financiera mundial de 2008. (Nezu R., 2013)
Otros factores complementan el cuadro difícil de la tercera economía mundial: la tendencia decreciente de una población que envejece aceleradamente y el deterioro de las posiciones globales de Japón en términos de competitividad, algo que comenzó desde la llegada de los Nuevos Estados Industriales (NICs) asiáticos y que se acentuó con la emergencia de China como potencia económica mundial.
Aunque a principios de los años ochentas, la combinación de un período de petróleo más barato con un yen depreciado y una recuperación en la economía estadounidense sacó a la economía japonesa de la recesión, en septiembre de 1985 las principales naciones industrializadas trataron de remediar los desequilibrios comerciales corrigiendo el dólar excesivamente apreciado. La dramática caída del dólar desencadenó una serie de ajustes monetarios que hicieron que el yen se apreciara y la economía japonesa sufriera una nueva recesión. El gobierno y el Banco de Japón adoptaron medidas fiscales y monetarias para aumentar la demanda interna, con miras a estimular la recuperación económica y reducir el superávit en cuenta corriente. Entre las medidas más importantes se destacaron 1) la reducción de la tasa de descuento oficial; 2) la fijación de un presupuesto adicional para las obras públicas; y 3) la reducción del impuesto sobre la renta.
La orientación de cuantiosos recursos hacia la especulación financiera desató una economía de burbujas que en 1988 y 1989 creció, con aumentos dramáticos en los precios de las acciones y de la tierra. Para contrarrestar la «burbuja» y para evitar la inflación que se esperaba como consecuencia del estallido de la crisis del Golfo en agosto de 1990, el gobierno y el Banco de Japón (BJ) cambiaron a una política de austeridad y la burbuja reventó, los precios de las acciones se derrumbaron, y la economía cambió a una trayectoria más baja.
A pesar de los repetidos paquetes de estímulo fiscal del gobierno para enfrentar la crisis de deuda bancaria y corporativa, y las políticas de relajamiento monetario, en la década Japón experimentó una disminución de su competitividad internacional y su Producto Interno Bruto tendió a la baja.
Después de crecer rápidamente hasta 1991, el crecimiento anual del PIB real japonés se desaceleró a aproximadamente un 1%. La inflación cayó a casi 0, con los precios bajando la mayoría de los años después de 1998.
El BJ cambió formalmente a una política de tipos de interés cero a principios de 1999 (la tasa oficial ya estaba en 0,25%) y lo siguió en marzo de 2001 con la introducción de un programa de flexibilización cuantitativa (QE). QE, la creación de nuevo dinero para la compra de activos bancarios, fue diseñada para aumentar la cantidad de dinero que tienen los bancos, para que pudieran absorber mejor las pérdidas de los préstamos incobrables que estaban desenrollando.
La política poco ortodoxa de QE también fue implementada para combatir las presiones deflacionarias en la economía: los niveles de precios habían estado cayendo lentamente desde 1998. Al inyectar más dinero a la economía, el plan era que los niveles de precios volverían a subir. La escala del programa de QE se amplió repetidamente hasta 2004, ya que no logró el efecto deseado y los precios siguieron cayendo.
La economía de Japón fue duramente afectada por la recesión de 2008. La recesión económica global de 2008 empeoró la situación, hundiéndose las exportaciones en un 27% y el PIB en un 5,2%. En 2013, el PIB japonés era el mismo que en 1991. 1
Desde entonces, la recuperación ha sido incompleta. El terremoto del Gran Este de Japón de marzo de 2011 y el consiguiente tsunami provocaron una fuerte contracción de la producción económica.
Otro de los fenómenos que presionan aún sobre la economía japonesa es de carácter demográfico. Japón se encuentra en una coyuntura histórica demográfica, con el rápido envejecimiento de la población y la caída de las tasas de natalidad. La población de Japón comenzó a declinar por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en 2005, dos años antes de lo esperado. La población en edad de trabajar ya había comenzado a contraerse varios años antes. La tasa de fecundidad total de Japón -el número de bebés nacidos de todas las mujeres durante sus años reproductivos- se situó en 1,29 en 2003 y 2004. Con bajos niveles de natalidad y en ausencia de patrones migratorios cambiantes, la población de Japón, ahora de 127,7 millones, se reduciría a la mitad de su tamaño del 2005 en 70 años, y a un tercio en 100 años. El porcentaje de personas de 65 años o más alcanzó el 20% de la población total en 2005 2. Luego trepó al 26.8% en 2015.
El envejecimiento de la población en Japón ha alcanzado ya niveles a los que otros países todavía no han llegado. Además, este fenómeno destaca especialmente por la rapidez con la que se está produciendo. En términos generales, la expresión “sociedad en proceso de envejecimiento” se aplica cuando la proporción de habitantes mayores de 65 años se sitúa en el 7 %, mientras que se habla ya de “sociedad envejecida” cuando el dato llega al 14 %.
En Japón se teme que se produzca un descenso de la población en edad de trabajar –personas entre los 15 y los 64 años– en momentos en los que el país se enfrenta a una baja natalidad. En el informe Predicciones demográficas del Ministerio del Interior y de Comunicaciones, se señala que en 2013 la población en edad de trabajar fue de 79.010.000 personas, una cifra inferior a los 80 millones por primera vez en 32 años. Los efectos negativos de tales tendencias demográficas están a la vista: 1) un aumento considerable de los gastos en pensiones y salud; 2) reducción de la tasa de ahorro entre los jubilados; 3) la disminución del consumo entre los activos; y 4) un aumento de la tasa de dependencia (medida como población anciana con respecto a población activa).
La tendencia deflacionaria es una situación que se alcanzó en consecuencia de la debilidad de la demanda interna. Los flagelos de esta situación no favorable para la economía son sobre todo la reducción de las utilidades de las empresas que, obligan a reducir fuerza de trabajo y, a su vez, desechar nuevas inversiones.
La deflación afectó a la economía japonesa desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en 1990 hasta el año 2006. Los salarios cayeron un 2,0% y los bonos, un 14,0%. Por su parte, el Indice Nikkei siguió bajando y el yen reevaluó un 6,0% lo cual hizo menos competitivos los productos japoneses.
Fue la burbuja especulativa de los años ochenta la que provocó la deflación. A mediados de la década de los noventa, las empresas se dieron cuenta de que sus capacidades de producción y de efectivos eran demasiado grandes y sus deudas demasiado importantes. Así que dejaron de invertir y los precios y los salarios empezaron a disminuir. Los precios bajaron un -2,6% de 1997 a 2005. Pese a ello, causó dramas y quiebras. Para muchos asalariados la deflación fue sinónimo de precariedad y de inseguridad financiera. En un informe de mayo de 2003, titulado “Deflación y vida cotidiana”, el gobierno expresó su preocupación por la emergencia de una nueva categoría social, los “freeters” –jóvenes trabajadores temporales, a veces voluntariamente– cuyo número creció un 128% entre 1990 y 2001, hasta superar los cuatro millones. Los “freeters” eran el producto de la disminución de costos impuesta por las empresas, azotadas a su vez por la deflación. Un 85% de ellos vivía por debajo del umbral de la pobreza, algo jamás visto en un país habituado a la seguridad del empleo y de los salarios. 3
A la precariedad del empleo se añadía el hecho de que, debido a la caída de los precios, era más rentable poner su dinero bajo el colchón y gastarlo lo menos posible, en lugar de invertirlo en bolsa o en la compra de una casa o de un coche.
El otro factor es la caída de la competitividad. Un estudio del Japan Center for Economic Research sobre los cambios en la competitividad internacional de 31 países de la OECD y del Este de Asia en ocho áreas (ciencia y tecnología, sector corporativo, sector financiero, gobierno, infraestructura, educación, internacionalización y tecnología informática en 1980, 1990 y 2000 arrojó que Japón había caído dramáticamente del 4to y 3er puesto en 1980 y 1990 respectivamente y al puesto 16 en 2000. Singapur ocupó el 1er puesto en 1980 y 1990, mientras que Hong Kong fue primero en el 2000. Los Estados Unidos fueron segundo en 1980 y 1990, y tercero en 2000. La mejor área de Japón fue la ciencia y tecnología, pero quedó en el puesto 21 en educación, 21 en el sector financiero, y 17 por el nivel de internacionalización. En 1990, ocupaba lugares más altos en estas categorías: 17, 3 y 11, respectivamente.
En lo que respecta al comercio, también se produjo un descenso. La participación de las exportaciones japonesas en las exportaciones mundiales bajaron de un 9.2% en 1986 a 6.8% en 2000, mientras que su proporción en las exportaciones del Este de Asia cayó del 59.6% en 1980 a 30.2% en 2000. El descenso de la importancia comercial de Japón en la región se expresó también en que la participación de las importaciones japonesas en las importaciones del Este de Asia descendió del 22.1% en 1990 a 16.5% en 2001.
Como colofón del deterioro relativo de su posicionamiento global, en 2010 la economía japonesa pierde su lugar como segunda potencia a nivel mundial, desplazada por la economía china, la cual queda detrás de los Estados Unidos, al superar el PIB de Japón. Al registrar Japón en el último trimestre de 2010 una retracción interanual de 1,1% en su PIB, su producto alcanzó los 5,47 billones de dólares, quedando detrás de China, que avanzó un 10,3% alcanzando su producto un valor de 5,88 billones de dólares.
El camino hacia las flechas tiene sello nacionalista
El primer Ministro le imprimió certidumbre y atractivo a su programa utilizando la popular fábula japonesa de las tres flechas, en la que el viejo guerrero samurái, para sorpresa de sus tres hijos, les obsequia como herencia tres flechas explicándoles que si decidían romper las flechas con sus propias manos por separado, seguramente lo lograrían sin ningún tipo de problema, pero si juntaban las tres les sería imposible romperlas4 .
El mensaje de Abe a la sociedad japonesa fue que el poder penetrante de una política monetaria, una política fiscal y una reforma estructural coordinadas restaurarían económicamente al país y lo volvería fuerte.
El programa de Abe no son sólo medidas económicas. No es sólo un intento de superar los desequilibrios y la búsqueda de los canales del crecimiento. Es una plataforma de relanzamiento político de Japón en un mundo global. Por eso no está exento de una retórica que permita la convocatoria de los ciudadanos a involucrarse en un proyecto que es declaradamente de corte nacionalista. Es por eso que en el relato del gobernante, en la presentación de su programa están los llamados a “construir un Japón fuerte”, “transformar a Cool Japan en un negocio de nivel internacional”, “hacer que Japón sea un país que cree las reglas en lugar de esperar a que otros las fijen”, “ser No. 1 en el mundo” y “recuperar el estatus de nación de primer nivel”.
Entender la inspiración y orientación nacional-conservadora de las acciones de Abe requiere considerar algunos datos de su biografía política. Ante todo está el hecho de que es el nieto de Kishi Nobusuke, un renombrado y polémico personaje de la historia económica y política japonesa de los períodos de entreguerras, de la segunda guerra y de la postguerra. Kishi había sido miembro del Gabinete de Tojo durante la Segunda Guerra Mundial y después de la guerra, Kishi fue encarcelado durante tres años como criminal de guerra de Clase A y luego fue primer ministro de Japón de 1957 a 1960.
Abe perteneció a una facción del PLD que incluye a muchos neoconservadores y nacionalistas japoneses. Su padre, Shintaro Abe fue líder de esta facción (1986-1991). Los ex primeros ministros Yoshirō Mori y Junichiro Koizumi, quienes lo precedieron en su primer mandato de 2006-2007, también anteriormente lideraron la facción. Es la facción del Seiwa Seisaku Kenkyukai (清和政策研究会 "Asociación de Estudio de la Política de Seiwa"). Es la mayor facción del PLD en los últimos años5 . El SSKK es conocido por ser más de línea dura, derechista, pro-Estados Unidos y Taiwán y anti-China. Devino en una de las facciones más poderosas del PLD durante el gobierno de Junichiro Koizumi.6 . Es apoyada por la Federación Empresarial de Japón (Keidanren).
A Abe también se lo asocia con el grupo Nippon Kaigi o Japan Conference. Se trata de un poderosísimo grupo de culto religioso (aglutinador de varias corrientes, pero principalmente sintoísta) bastante conservador, con aliento revisionista histórico7 . Se afirma que Abe es el "asesor especial" del grupo. 8 El grupo aboga por hacer de Japón un "país normal", tiene claras posiciones contra China y condena la Constitución de 1947, aboga por su revisión, buscando que se retire el artículo 9 sobre la paz. Considera que la ley de Educación debe ser reformada, obligando a enseñar a los niños el patriotismo; y sus partidarios consideran honorable el tributo a los criminales de guerra que están en el santuario shintoista Yasukuni de Tokio.
En 2006 Shinzo Abe se convirtió en Primer Ministro prometiendo reforzar el perfil de Japón en la seguridad global y continuar las reformas para el crecimiento económico del país. Ya en marzo de 2007, Abe, junto con los políticos de derecha propusieron un proyecto de ley para fomentar entre la juventud japonesa el nacionalismo y un "amor por el país y la ciudad natal”.
Por la derrota sufrida en las elecciones al Senado del 29 de julio de 2007, cuando el Partido Liberal Democrático (PLD) perdió la mayoría y por el fracaso en sacar adelante la extensión de la Ley Antiterrorista, Abe dimitió, tras casi un año en el cargo por la falta de confianza del pueblo japonés en su gestión de entonces.
La situación cambió sustancialmente con la victoria del PLD en la Cámara de Diputados de Diciembre de 2012. Los liberal-demócratas, que habían gobernado el país casi sin interrupción de 1955 a 2009 (con una pequeña ausencia entre 1993 y1994), volvieron al poder. Abe asumió con promesas de hacer " lo que fuese necesario " para intentar reactivar la moribunda economía japonesa. En este segundo término explora en primer lugar, e insistentemente, la narrativa de la reforma económica principalmente como un medio de perseguir su agenda conservadora-nacional.
Una de las tareas más urgentes que tiene Abe es detener la erosión gradual de la competitividad económica del Japón, elevar su atractivo como lugar de inversión y de negocios, hacer frente al desafío del cambio demográfico y evitar la quiebra nacional. En este contexto, es prudente sopesar las perspectivas y los riesgos que entrañan la política monetaria, fiscal y estructural de Abe - la estrategia de las Tres Flechas del Abenomics.
La flecha monetaria
La primera flecha es un cambio de régimen de política monetaria. La típica manera de aumentar la inflación es bajar la tasa de interés, pero Japón ya la tiene en el valor más bajo posible. Por ello, han decidido hacerlo usando la receta de los EEUU y de Europa luego del 2008: la flexibilización cuantitativa y cualitativa (QQE). Esto implica la masiva inyección de liquidez en el sistema financiero, a través de la compra, por parte del Banco Central, de activos financieros privados o públicos. (Riley Ch. 2015)
En noviembre de 2012, el entonces candidato Abe argumentó que el Banco de Japón debería aumentar su meta de inflación y participar en un "alivio ilimitado". El BJ se adhirió a la demanda de Abe, anunciando una meta de inflación del 2%. En abril de 2013, el nuevo gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, prometió alcanzar este objetivo en dos años a través de compras de activos abiertos y una duplicación de la base monetaria.
La lógica del aumento de la inflación consiste en que se considera que cuando los precios suban, las empresas obtendrán márgenes y les darán una mayor participación a los trabajadores, quienes gastarán más en comprar bienes y servicios. De esta concatenación acciones resultaría el crecimiento económico.
Sin embargo, como explica David Lipton, economista del FMI, la flexibilización cuantitativa y cualitativa de Abe difiere de lo que se había intentado anteriormente, ya que es un compromiso más grande y más audaz, y se complementa con reformas fiscales y estructurales para levantar el crecimiento, las expectativas inflacionarias y el apoyo del impulso de los precios (Lipton D, 2014; Bojkova V., 2015).
La nueva base monetaria se duplicaría de ¥138 billones (a finales de 2012) a ¥270 billones (a finales de 2014). La relación entre la base monetaria y el PIB, que ya estaba a un nivel sin precedentes, debía duplicarse hasta casi el 60%. Internacionalmente, hasta 2007, las proporciones de la base monetaria / PIB del 5-10% eran comunes. Esto muestra cómo el banco central japonés estaba abriendo nuevos caminos. Esta inyección de liquidez en la economía llega a empujar por primera vez algunos tipos de interés en territorio negativo.
El objetivo de la política monetaria fácil es reducir las tasas de interés reales. En el caso de Japón, que tiene un efecto secundario significativo de debilitar el yen. Un yen más débil podría ser virtuoso para la economía japonesa. Lo más importante es que impulsa las exportaciones, debido a otras monedas pueden comprar más productos manufacturados japoneses.
La expansión monetaria cuantitativa se implementó (y continúa implementándose) comprando bonos del gobierno japonés (éste es el elemento "cuantitativo" de la política), incluyendo los de largo plazo con vencimiento en 6 a 8 años (esta es la parte "cualitativa" de la política), con el fin de influir en la tasa de interés del mercado de capital a largo plazo. De esta manera, el Banco quiere forzar a los bancos a buscar inversiones más arriesgadas, ya sea suministrando más préstamos a personas físicas y jurídicas o comprando otros activos (como acciones) en Japón o en el extranjero; y disminuir los tipos de interés a más largo plazo como resultado de esta demanda adicional de estos bonos, lo que puede aumentar la demanda de préstamos de individuos y empresas, potencialmente impulsando el crecimiento (Harari D., 2013). La cadena de efectos tiene la intención de conducir a mejores precios, mejores salarios, mayor inversión y mayores compras de bienes duraderos. La brecha de demanda macroeconómica se llenaría.
La política fiscal del Abenomics
La segunda flecha del "Abenomics" es el estímulo fiscal a corto plazo. Esto tiene como objetivo reactivar el crecimiento económico inmediatamente a través de una mayor inversión del consumo público y obras públicas.
La política fiscal japonesa continúa caminos trillados y enfrentando alternativas encontradas. De un lado el estímulo keynesiano a la débil demanda es una necesidad, pero por el otro, los abultados presupuestos fiscales requieren ser reducidos.
El estímulo fiscal se inició en 2013 con medidas de recuperación económica por un total de 20.2 billones de yenes (210 mil millones de dólares), de los cuales 10.3 billones (116 mil millones de dólares) fueron gasto directo del gobierno. El fuerte paquete de estímulo de Abe se centró en la construcción de proyectos de infraestructura crítica, tales como puentes, túneles y carreteras resistentes a los terremotos de Japón. Un impulso de 5.5 billones de yenes siguió en abril de 2014 después de las elecciones de diciembre de 2014, y luego otro por un valor de 3,5 billones de yenes (McBride J., Xu Beina, 2017). Aunque los presupuestos suplementarios de Japón se usan en tiempos de absoluta necesidad,
Gráfico 7
Gráfico 6
Las medidas políticas específicas que el gobierno propone para hacer frente a los actuales desafíos son muchas y variadas.
Particular atención se le presta al mercado de trabajo, donde claramente pretende introducir reformas liberales. Se trata de terminar con la restricción legal del despido de trabajadores. Los empleadores están proponiendo que se modifique la legislación laboral para allanar el camino a los despidos con compensación monetaria. Esto está siendo cubierto por la feroz oposición de los sindicatos, economistas laborales y activistas de izquierda.
Abenomics introdujo prácticas laborales para crear en un plazo de cinco años “una sociedad con formas flexibles y variadas de trabajo” (Scott North, 2014). Dichas reformas incluyen la desregulación laboral destinada a diversificar las posibilidades de empleo a través del desarrollo de un mercado de trabajo más fluido. Una de las formas introducidas es el empleo regular limitado (gentei seiki koyo) como una solución que se adapte a las necesidades de los trabajadores y de los empleadores. Es una situación de empleo entre el “empleo de por vida” de Japón y el número creciente de trabajadores irregulares. Estos últimos tienen diferentes tipos de contratos de trabajos, de salario (por lo general son las mujeres y jóvenes los que sufren la condición de trabajador irregular). Los trabajadores irregulares se ubicaban en más de la mitad de los puestos de trabajo disponibles en 2014 (Mainichi Shinbun 2014).
Con el Abenomics también se ha hecho popular la llamada Womenomics, una teoría que defiende la autonomía y el rol de la mujer japonesa en la economía, con el argumento de que permitir que las mujeres tienen acceso a la igualdad de participación en la economía y la sociedad dará lugar a beneficios económicos y progreso social. El eslogan del primer ministro fue “crear una sociedad en la que todas las mujeres pueden brillar". Las mujeres representan el 42,3% de la fuerza laboral y son, por tanto, una característica importante de la economía japonesa. Sin embargo, los patrones de empleo femenino difieren de los hombres, y en consecuencia la mujer queda maltratada por el proceso productivo en términos de salarios y beneficios sociales y condenándola a la permanente dependencia del hombre y privándola del crecimiento personal.
Otro sector importante es la industria eléctrica, la cual deberá presentar grandes cambios en el programa de reformas. Ya se ha aprobado una ley que dividirá los nueve monopolios regionales verticalmente integrados en empresas de generación eléctrica y compañías de transmisión. Se permite a las nuevas empresas generar y vender electricidad, abriendo todo el mercado de la electricidad para la competencia. Habrá más suministro de fuentes renovables, tales como energía solar, eólica, biomasa y geotérmica.
Parte integrante de la estrategia de crecimiento es la decisión del gobierno de llevar a cabo una serie de negociaciones comerciales con la UE, Canadá, Australia y los países asiáticos vecinos y también unirse a las discusiones sobre la creación de una zona de libre comercio con 11 países (incluyendo Estados Unidos pero no China) que bordean el Océano Pacífico. La Oficina del Gabinete japonés ha estimado que unirse a la Asociación Transpacífica (TTP) podría aumentar el PIB japonés en un 0,7% en una década. (Harari, D. 2013) La decisión de Abe de unirse a las negociaciones TPP ha sido muy bien recibida por los líderes empresariales y economistas, pero ha tenido oposiciones dentro de su propio partido.
Los mayores obstáculos en esta área están en las decisiones sobre la liberalización de las importaciones de productos tradicionalmente protegidos por altos aranceles u otras formas de barreras en el pasado. Esto incluye artículos como arroz, carne de res, cerdo, trigo y azúcar. Los servicios médicos y de atención son otro de los sectores en bajo reforma. Esta es una industria mucho más grande que la agricultura y una industria en crecimiento debido al envejecimiento de la población. Está fuertemente regulada por las complicadas normas y reglamentos, que no favorecen las nuevas tecnologías y servicios. Aquí la resistencia a la reforma proviene tanto de agencias guberidntales, como de médicos y compañías farmacéuticas que gozan de posiciones dominantes bajo el sistema actual. (Nezu R., 2013)
Tras la reelección presidencial del Partido Liberal Democrático en septiembre de 2015, Abe Shinzō declaró que el Abenomics había entrado en su segunda fase y anunció el lanzamiento de la estrategia de tres nuevas flechas. Definía que las nuevas flechas correspondían a la búsqueda de “una economía fuerte que insufle esperanza”, proveer “un apoyo a la crianza de los hijos que permita soñar” y desarrollar “una seguridad social que aporte tranquilidad”. Las metas a lograr eran: 1) llegar a los 600 billones de yenes de PIB nominal para 2020, 2) alcanzar una tasa de fertilidad de 1,8 a principios de la década de 2020 y 3) eliminar por completo el abandono laboral para el cuidado de familiares dependientes para mediados de la década de 2020. (Hayakawa H., 2016)
Sin embargo los nuevos objetivos fueron objeto de duras críticas, toda vez que no se entendía por qué nuevas flechas, cuando las reformas de partida estaban sin cumplir. No pocos consideraron que las nuevas tres flechas constituían una política apresurada y dispersa; y que a diferencia de las viejas, las tres nuevas flechas no tenían ninguna coherencia.
Por esa razón, dada su falta de completamiento en la actualidad, es preciso explorar al plan económico original del primer ministro por dentro, exponer aciertos y desaciertos y ver sus perspectivas futuras.
Lo primero que se descubre al explorar el Abenomics es, que aunque agresivo por la forma, no es totalmente original una vez que reedita en parte proyectos de reforma y políticas iniciadas bajo el gobierno de Junichiro Koizumi (2001-2006), que habían sido abandonadas por las administraciones del Partido Democrático de Japón (2009-2012).
¿Qué es lo nuevo realmente en el Abenomics?
El gobierno de Abe no es el primero en Japón en aplicar políticas monetarias expansivas, aplicar estímulos fiscales, ni es el primero en impulsar reformas estructurales. Después del Acuerdo Plaza de 1985 la dramática caída del dólar desencadenó una serie de ajustes monetarios que hicieron que el yen se apreciara y la economía japonesa sufrió una nueva recesión. En aquel entonces el gobierno y el Banco de Japón adoptaron medidas fiscales y monetarias para aumentar la demanda interna, con miras a estimular la recuperación económica y reducir el superávit en cuenta corriente. Las medidas más importantes fueron: 1) la reducción de la tasa de descuento oficial; 2) la fijación de un presupuesto adicional para las obras públicas; y 3) la reducción del impuesto sobre la renta.
Los intentos de reforma estructural se vienen aplicando desde los años 80 (y ampliamente durante los años noventa). Después de 1980, el superávit en cuenta corriente de Japón aumentó y sus relaciones económicas con otros países se volvieron cada vez más problemáticas. Además, ya entonces se planteaban serias preocupaciones sobre nuevas realidades como la creciente competencia mundial, la disminución de la tasa de natalidad y el rápido envejecimiento de la población japonesa.
En abril de 1986 el Grupo Asesor sobre el Ajuste Estructural Económico para la Armonía Internacional publicó un conjunto de recomendaciones comúnmente conocidas como el Informe Maekawa y en mayo de 1987 el Consejo Económico presentó al Primer Ministro un nuevo documento conocido como el Nuevo Informe Maekawa. El nuevo documento hizo propuestas concretas para lograr la reestructuración prevista en el documento de 1986. Los informes sugirieron que Japón debía reducir su desequilibrio de pagos y coordinar su economía con la de otros países, transformando su estructura económica de la dependencia de las exportaciones a la dependencia de la demanda interna.
Seis paquetes de reformas fueron diseñados bajo la iniciativa guberidntal en un intento de introducir cambios en algunos de los fundamentos del sistema económico y social, que apoyó el rápido progreso de Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Los campos que se consideraron debían ser objeto de cambio eran la administración, la estructura fiscal, la seguridad social, la estructura económica, el sistema financiero y la educación. La reforma fiscal tenía por objeto reducir los déficit presupuestarios nacionales y locales a una magnitud del 3%, o incluso menos, del PIB, así como eliminar la necesidad de emitir bonos especiales de financiación del déficit a finales del año fiscal 2003. Se comenzaba a afianzar la enorme cantidad de deuda pública en las finanzas públicas. El problema se hizo más severo debido a la expansión de la carga de redención de bonos del gobierno. La dependencia de la financiación del déficit por "bonos de construcción" comenzó en el año fiscal de 1965. Desde entonces, esta concentración centrada en los bonos como fuente de ingresos para las obras públicas, en tiempos buenos y malos, se convirtió en una característica establecida de la estructura fiscal de Japón. (Travieso G., 2000)
La nación ha tenido presupuestos adicionales cada año desde al menos 1993, e incluso con ese gasto adicional, todavía tiene seis recesiones, un período arraigado de deflación, aumento de la deuda y un envejecimiento rápido de la población que ha dejado la tercera mayor economía del mundo todavía lucha por salir del piso.
"Mirando la historia de la economía japonesa, ha habido un montón de paquetes de estímulo fiscal", según Shinohara, quien fue un alto funcionario del Fondo Monetario Internacional hasta el año pasado. "Pero el resultado final es que no tuvo mucho impacto en la tasa de crecimiento potencial".(Curran E. y Mayger J., 2016)
En cuanto a las reformas estructurales a favor del crecimiento, la mayoría de las ideas contenidas en la última estrategia de 2017 se remontan a 2010, cuando el Partido Democrático de Japón (PDJ) estuvo en el poder y gabinete adoptó una Estrategia de Nuevo Crecimiento dirigida a revitalizar la economía estancada a través de medidas políticas que abarcaban siete áreas: 1) innovación ecológica; 2) Estrategia, (4) turismo y revitalización local, (5) ciencia y tecnología / información y comunicaciones, (6) empleo y recursos humanos, y (7) sector financiero. Las similitudes entre ese documento y las últimas estrategias de crecimiento de Abe son evidentes.
En cuanto a la reforma regulatoria, las propuestas de Abe en muchos aspectos se conectan con las de la administración del primer ministro Junichiro Koizumi (2001-06), quien mayo de 2001, presentaba los desafíos que enfrenta Japón en su lucha por recuperar la vitalidad económica y destacaba que para el gran potencial de desarrollo inherente a la economía japonesa, había que crear un sistema económico competitivo acorde con el medio ambiente del siglo XXI. Las reformas estructurales se proponían solucionar los graves problemas no resueltos con las reformas anteriores y hacer frente a los retos del siglo XXI. Las mismas se resumían en el saneamiento definitivo de los bancos, la reforma estructural en todos los campos y la reactivación de la economía impulsada por la empresa privada. Se propusieron siete programas conocidos como las “Reformas después de Koizumi”. (Rodríguez E., 2003).
El plan de reforma de Koizumi, preparado por el Consejo de Política Económica y Fiscal (CEFP), el principal órgano de formulación de políticas de Japón y aprobado por el Consejo de Ministros el 26 de junio de 2001 se tituló Reforma estructural de la economía japonesa: Políticas básicas para la gestión macroeconómica. El objetivo principal de aquel paquete de políticas era también revitalizar la economía japonesa. El mismo se planteó lograr los siguientes objetivos: (1) resolver los problemas de préstamos improductivos, (2) llevar a cabo reformas estructurales del sistema bancario, (3) llevar a cabo la reforma fiscal y restaurar el saldo primario del presupuesto del gobierno en beneficio de las generaciones futuras. También consideró proporcionar medidas que disminuyeran inevitables efectos secundarios de las reformas como el desempleo. El plan constaba de siete programas de reforma estructural: dos dirigidos a revitalizar la sociedad y la economía (la privatización y reforma regulatoria; el Programa "Apoyo a los desafíos"); tres para apoyar el logro de un mejor nivel de vida y estilo de vida (fortalecimiento del bienestar y la seguridad sociales; duplicar el stock de conocimientos ; la revolución estilo de vida); y dos para la renovación de las funciones del gobierno para lograr un gobierno rentable y pequeño, y reformar el proceso de formulación de políticas para asegurar su transparencia y responsabilidad (la independencia local y la revitalización; la reforma fiscal). (Imagawa T., Sasai I., Hasegawa T. 2001)
Entre las que incidieron positivamente en el comportamiento de indicadores económicos y financieros se destacan el saneamiento de los bancos, la creación de proyectos nuevos y el fortalecimiento de los bienes intelectuales. Se logró reducir el monto de créditos irrecuperables de los bancos. Las reformas para el desarrollo de nuevos proyectos y el fortalecimiento de los bienes intelectuales sí fueron exitosas. Fueron particularmente importantes en algunos sectores claves como la tecnología de la información y el automotriz. Sin embargo, en general ni se completaron, ni pudieron eludir el impacto de los desastres naturales (el terremoto y posterior tsunami que tuvo lugar en marzo de 2011) o los impactos de las crisis globales. Por otro lado, las reformas tuvieron un enorme costo social al incrementar el desempleo, reducir salarios y otras ventajas laborales que ofrecía el sistema japonés. (Rodríguez E., 2012).
Especialmente desfavorables en el largo plazo para la economía japonesa fueron las presiones corporativas para promover la desregulación, la cual, en efecto, se produjo. La reforma estructural de la administración Koizumi (2001-2006) permitió a las empresas contratar libremente a los trabajadores como empleados a tiempo parcial, temporarios y por contrata a fin de crear un mercado laboral más flexible que respondiera rápidamente a las demandas temporales de los empleadores. La Ley sobre el Trabajo temporal fue promulgada en 1986 e inició la desregulación progresiva del trabajo temporal. En 2004, el gobierno de Koizumi dio un paso más al levantar totalmente la prohibición del trabajo temporal en el sector manufacturero.
En consecuencia, con un mercado de trabajo desregulado desarrollado desde los años 1990 el empleo irregular aumentó dramáticamente en Japón. Se lo considera generalmente un resultado de la reestructuración dentro de las compañías japonesas para reducir costos y hacer frente a los desafíos de la globalización. Entre 1990 y 1999 el porcentaje de los trabajadores irregulares pasó de 8,7% a 11%. Luego alcanzó su pico en 2008 con un 18,6% de los trabajadores hombres en situación de empleo irregular. En 2009, el número disminuyó a 17,7 % debido al impacto de los despidos de los trabajadores irregulares después del inicio de la crisis económica. El número de mujeres trabajadoras irregulares creció del 37.9% en el 1999 a 51% en 2003 y alcanzó el 53.6% en 2009 (Assmann y Maslow, 2010).
Otro de los aspectos poco novedosos del Abenomics tiene que ver con su reforma estructural.
En Junio de 2017 el gabinete de Abe aprobó la versión 2017 de la Estrategia de Revitalización de Japón (Estrategia de Inversiones para el Futuro 2017), que pone de relieve la innovación tecnológica en áreas como la inteligencia artificial y la Internet de las cosas para estimular el crecimiento económico a largo plazo y abordar una amplia gama de problemas sociales. Agrupa las políticas bajo cinco programas básicos para lograr el crecimiento sostenido.
Takeo Hoshi, economista de la Fundación Tokio, considera que éste, es un reciclaje de viejas propuestas de políticas, lo que demuestra que el gobierno gira en torno a poderosos intereses que continúan bloqueando las reformas regulatorias necesarias para revitalizar la economía japonesa. (Hoshi T., 2017)
Según Hoshi, las mismas ideas básicas de crecimiento aparecen bajo una variedad de etiquetas, que sugieren una falta fundamental de progreso. El gabinete regresa al viejo método de política industrial selectiva impulsada por el gobierno, aún cuando en varias ocasiones subrayó la necesidad de pasar de la política industrial dirigida por el gobierno a las reformas reglamentarias destinadas a liberar la vitalidad del sector privado. Dichas políticas muestran pocos indicios de un cambio decisivo.
Se definieron 10 objetivos principales: (1) mejorar el gobierno corporativo; (2) reformar la gestión de los fondos públicos y cuasi-públicos; (5) promover la innovación tecnológica y estimular una "revolución robótica", (6) mejorar la participación y el progreso de las mujeres, (7) facilitar estilos de trabajo flexibles y prácticas en el lugar de trabajo, (8) atraer talento del extranjero, (9) rejuvenecer agresivamente la agricultura, y (10) energizar la industria de la salud y proveer servicios de salud de alta calidad. (Hoshi T., 2017)
En la versión de 2016, el gobierno afirmó haber completado la primera etapa de su estrategia de crecimiento, en la que supuestamente había "cortado los reglamentos de base" y "había llevado a cabo reformas que antes se consideraban imposibles", pero en su mayor parte, siguieron el viejo modelo de política industrial de depender de la inversión guberidntal para impulsar los sectores destinados a un nuevo crecimiento por parte de los responsables políticos.
La única esfera en la que la reforma ha logrado avances notables (al menos en la superficie) es la gobernanza empresarial. Una iniciativa guberidntal ha introducido dos nuevos códigos de gobernanza: el Código de Gobierno de Japón (JSC) y el Código de Gobierno Corporativo (CGC). La Ley de Sociedades Comerciales se revisó en junio de 2014 para promover el nombramiento de directores externos. La adopción del CGC podría hacer que las compañías japonesas cotizadas sean más atractivas para los inversionistas nacionales y extranjeros. (Dourille-Feer E., 2015)
Sin embargo, es difícil ver reformas significativas en el mercado de trabajo o reducción de la burocracia administrativa, a pesar de que las estrategias de crecimiento del gabinete de Abe han promocionado estas reformas desde el principio.
Contradicciones internas de las políticas
Si hacemos un acercamiento a la coherencia interna del programa económico de Primer Ministro Abe, se pueden apreciar bases argumentales comprensibles de las medidas por separado, pero al mismo tiempo conflictos entre ellas.
Uno de los grandes conflictos presentes en la puesta en práctica del Abenomics y en el cumplimiento de sus postulados es la alta dependencia externa de la economía japonesa que con frecuencia disipan las expectativas de funcionamiento de las variables internas. La economía japonesa está sujeta al comportamiento de determinadas variables internas como la tasa de interés, el desempeño del consumo privado, el tipo de cambio del yen, etc., las variables externas como su dependencia de las exportaciones y un sistema financiero con fuertes lazos con el de Estados Unidos de América, el comportamiento de los precios del petróleo, o el ritmo de crecimiento de la economía mundial tienen un protagonismo cada vez mayor. (Rodríguez E., 2012)
Tomemos algunos ejemplos:
En el frente interno no hay pocas variables enfrentadas entre sí, por ejemplo:
Idas y vueltas del Abenomics: de la euforia al desconcierto
La magia de Abenomics funcionó relativamente bien durante el año fiscal 2013. Las nuevas políticas económicas arrojaron dos resultados inmediatos que superaron las expectativas: un fuerte repunte de los precios de las acciones y una caída en el tipo de cambio del yen. El dólar se apreció un 25% frente al yen, lo cual representó alivio para las industrias exportadoras japonesas. El índice de acciones Nikkei subió de 8.600 a más de 15.000 en mayo de 2013. Sin embargo, a partir del 23 de mayo (2013), todo empezó a retroceder. Los precios de las acciones cayeron y el yen volvió a subir a 93 yenes / dólar desde 103. Y las tasas de interés a largo plazo subieron de 0,3% a 0,8% durante este período. (Nezu R., 2013)
Poco después, las acciones aumentaron, la confianza de las empresas mejoró. El desarrollo positivo de la actividad empresarial alcanzó su punto culminante en el primer trimestre de 2014. En ese momento, los consumidores prefirieron comprar bienes duraderos antes del aumento del impuesto al consumo del 5% al 8%. Como consecuencia, la economía creció un 2,4 por ciento en términos reales con respecto al trimestre anterior. Sin embargo, tras el aumento de impuestos que entró en vigor el 1 de abril de 2014, el consumo privado y la actividad empresarial entraron en un colapso. En los dos trimestres siguientes, la economía se deslizó a territorio negativo.
Detener la tendencia deflacionaria de los precios es uno de los grandes desafíos del Abenomics. En el curso de la expansión monetaria, la tasa de inflación medida por el índice de precios al consumidor (IPC) volvió a las cifras positivas. Pero posteriormente la tasa de inflación cayó nuevamente, y con ella cayó la credibilidad del Banco de Japón. Esto hizo que el presidente del Banco de Japón (BJ) Kuroda intensificara aún más el crecimiento del dinero expansivo. El 31 de octubre de 2014, anunció planes para aumentar el ratio de la base monetaria al PIB a 70-75 por ciento. Con este fin, el banco central prometió aumentar el volumen anual de compra de bonos del gobierno japonés a largo plazo de ¥ 50 a ¥ 80 billones y para reforzar directa o indirectamente los mercados inmobiliarios y de valores. Como lo hizo en 2013, la política monetaria expansiva tuvo un impacto directo en los mercados financieros: los rendimientos cayeron a casi un 0 por ciento, las acciones volvieron a subir y el yen siguió perdiendo valor. Sin embargo, debido al descenso de los precios del petróleo, la tasa de inflación retrocedió al rango negativo, alcanzando -0,4 por ciento en diciembre de 2014.
La evolución posterior de la inflación dejó muy mal parada a la efectividad de la política monetaria expansiva. El IPC de Japón cayó en septiembre un 0,5% con respecto al mismo mes de 2015 (un séptimo retroceso consecutivo). El abaratamiento crudo fue uno de los factores que más ha pesado sobre la evolución de los precios, como refleja la caída interanual del 6,5 % en la factura de la luz y el agua y de los precios del combustible. Luego cayó en octubre un 0,4% con respecto al mismo mes de 2015. En 2017 IPC avanzó en enero un 0,1%, lo que representó la primera subida en 13 meses gracias a la recuperación de los precios del petróleo. Luego aumentó en Febrero un 0.2%, 0.3 % en abril y 0,4 % en mayo. Si bien esto mostró cierto cambio de tendencia en línea con la ambiciosa estrategia de flexibilización emprendida por el BJ con el objetivo de dejar en el olvido largos años de deflación, aún persiste la dificultad para que el BJ logre su meta de situar la inflación en torno al 2% como foco central de su programa de flexibilización. Es lo que determinó que el BJ en Junio volviera a retrasar la fecha para cumplir su meta de generar una inflación estable de en torno al 2%, situándola como pronto en torno al segundo trimestre de 2019 para acabar con una década de deflación.
En un informe trimestral publicado después de la reunión, el BJ dijo que esperaba que la inflación alcanzara el 1,1% en el año fiscal 2017 hasta marzo siguiente, frente al pronóstico de abril de 1,4%. También adelantaba que los precios aumentarían un 1,5% en el año fiscal 2018, por debajo del 1,7% anterior.
Este último retraso es un signo de la continua dificultad que enfrenta el BJ11 en la creación de un ciclo "virtuoso" en el que los fuertes ingresos corporativos conducen a mayores salarios, estimulando el gasto de los hogares y dando a las empresas confianza para elevar los precios.
El BJ decidió mantener sus compras de bonos estatales por valor de unos 80 billones de yenes (645.538 millones de euros) al año para que el rendimiento del bono japonés a 10 años -principal referente de los tipos a largo plazo en el país asiático- permanezca en torno al 0 %.12
Uno de los epígrafes que no han aportado lo suficiente a contrarrestar las presiones deflacionarias son los salarios. El Gobierno lleva años tratando de impulsar subidas salariales de cara a crear un circuito de crecimiento en beneficios corporativos, sueldos y consumo, pero no lo ha logrado13 , no es suficiente. El salario medio mensual en 2016 subió un 0,7% en términos reales con respecto al año anterior, en lo que supone el primer incremento anual de este tipo en un lustro, pero se sabe que es un incremento ajustado a la inflación. Cuando se trata de la expresión nominal, entonces puede que no hayan tales incrementos, sino por el contrario, retrocesos. Esto ha ocurrido en mayo de 2016 cuando los sueldos descendieron en términos nominales. El salario mensual medio en el país asiático ascendió en mayo a 267.933 yenes (2.660 dólares), lo que supone un 0,2% menos que en el mismo mes de 2015, según informó el Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar de Japón14 . El Ejecutivo atribuyó este descenso al incremento de la proporción de empleados con contratos temporales, cuyos sueldos medios son inferiores a los de los trabajadores fijos.
El Abenomics es un éxito…para pocos
El Abenomics no ha sido completado aún, pero la evolución y los contratiempos enfrentados señalan que no ha tenido un éxito, ni rotundo, ni importante. Basta observar el incumplimiento o postergación de medidas centrales de políticas como el logro de la tasa de inflación del 2% en 2 años, o las indefiniciones con respecto al balance fiscal, o la caída del producto como resultado de las turbulencias internacionales, o la falta de una plena concreción de las reformas estructurales para percibir que el Abenomics comienza a dar más señales de sombras, que de luces. Y las percepciones e inseguridades la tienen los propios ciudadanos japoneses, que por cierto, son sujeto y objeto de las políticas.
Las mediciones del pulso de la opinión pública pueden arrojar una claridad de cuál es el verdadero alcance del Abenomics. En un sondeo de Enero de 2014 de la Agencia Kyodo, el 73 % de los japoneses dijo no sentir los beneficios del programa económico implantado por el primer ministro de Japón.15Solo el 25 % dijo percibir sus efectos. Eso ocurría mientras que el líder japonés, aseguraba en el Foro Económico Mundial que la economía de Japón estaba en proceso de recuperación.
Para fines de ese mismo año, la valoraciones no se movían cuando una extensa mayoría de los consultados -casi el 85 %- consideraba que la economía nipona no había mejorado gracias al “Abenomics”16 , pasando factura al Gobierno por la subida de IPC del 5 al 8% que había entrado en vigor en abril, y por la insistencia de Abe en poner bajo discusión la controvertida revisión de la Constitución nipona pacifista. Una encuesta publicada por la agencia local Kyodo17 encontró que la mayoría de los japoneses opinaba que la política económica impulsada por el primer ministro Shinzo Abe, no lograría impulsar el crecimiento del país. El escepticismo entre los japoneses ante la estrategia promovida por el político conservador y su partido, el PLD, era creciente.
Pero lo particularmente alarmante era que se debilitaba la confianza de los inversores, quienes también tienen un rol muy importante como focos de atención en el programa de revitalización de Japón18 . En un sondeo de la consultora Eurekahedge de Singapur, sólo el 16% de los que respondieron dijeron que el programa había sido un éxito, muy por debajo del 72% que lo afirmó en un sondeo realizado en 2015.
El Abenomics es criticado por haber profundizado la inequidad en el país. Se dice que el programa de estímulo económico lanzado ha contribuido a aumentar la fortuna de alrededor de la mitad de las 50 personas más ricas de Japón, según la revista Forbes. Por ejemplo, Masayoshi Son, presidente de la compañía de telecomunicaciones Softbank, está catalogado como el hombre más rico de Japón. Desde la llegada de Abe, su patrimonio se incrementó en un 116%, llegando a la impresionante suma de 19.700 millones de dólares19 . Otros mecenas mencionados por Forbes son Yusaku Maezawa, artífice del minorista de comercio electrónico Zozotown, Shigenobu Nagamori, propietario del fabricante de motores eléctricos Nidec, Yasuhiro Fukushima, dueño de la empresa de videojuegos Square Enix, cuyas fortunas crecieron en un 97, 81 y 47 %, respectivamente.
Por último, aunque Abe ha buscado crear un ciclo económico virtuoso en el que la recuperación de los beneficios empresariales provoque una mejora del empleo, un aumento de los salarios y un fortalecimiento del consumo, las personas de bajos ingresos y los habitantes de zonas rurales en Japón no han recibido los beneficios de la política de reactivación económica del primer ministro. El 70 % de los japoneses encuestados por Mainichi Shimbun percibían que la brecha entre ricos y pobres se estaba ensanchando y el 86 % consideró que el Abenomics no ha tenido efectos positivos fuera de las grandes ciudades20 .
En 2015, el economista de la Universidad Hitotsubashi, Takashi Oshio, comparó la distribución del ingreso y la riqueza entre los hogares japoneses antes y después del advenimiento de Abenomics a partir de los datos de la Encuesta de Economía Doméstica (del gobierno). ¿Y qué encontró? que el porcentaje de hogares en el grupo de ingresos de ¥4 millones a ¥7 millones se había reducido después de que las políticas del Abenomics entraron en vigor, mientras que los de los grupos con mayores ingresos y los de menores ingresos habían crecido. Oshio señala que los datos indican una distribución de ingresos en Japón cada vez más bipolar y una evidente y pronunciada erosión de los sectores medios.
Shigeki Morinobu, un economista de The Tokyo Foundation, explica que un factor importante detrás de este crecimiento de la desigualdad de ingresos es el creciente porcentaje de empleos clasificados como empleo no regular, que típicamente se paga menos que el tipo de empleo permanente a tiempo completo y que alguna vez fue considerado la norma. La promesa de las políticas de revitalización del Abenomics era que un yen más débil aumentaría los beneficios de las empresas exportadoras, lo que conllevaría a una suba de salarios y más inversión de capital, y que estos beneficios alcanzarían a las pequeñas empresas y economías regionales. Sin embargo, este "círculo virtuoso de crecimiento y prosperidad para todos" no ha logrado materializarse. (Morinobu Sh., 2016)
Se podrían mencionar varias nuevas realidades que responden a los impactos sociales del Abenomics. Hoy, se han hecho tan presentes que son temas frecuentes expuestos en los medios de comunicación 21. Algunos de ellos son, por ejemplo:
El PLD está en problemas
Los círculos virtuosos del Abenomics devenidos en falacias, los objetivos dudosos, el derrumbe de las promesas de implementar las mayores reformas en Japón desde el fin de la guerra, la imposibilidad de lograr un crecimiento sostenido, la acentuación de la desigualdad social, son realidades que no han pasado inadvertidas para los japoneses. El descontento social ha comenzado mostrarse de a poco en la sociedad japonesa. Un descontento en varios sectores sociales (del trabajo, de la pequeña y mediana empresa, en las comunidades rurales, etc).
Esto hace que la situación política comience a cambiar. El Abenomics ha tenido sus oportunidades, pruebas y fracasos. Ya no es 2014 cuando el PLD del primer ministro, Shinzo Abe, arrasó en las elecciones al Gobierno Metropolitano de Tokio obteniendo el respaldo del electorado a su gestión de cara a las cruciales elecciones a la Cámara Alta, cuando un Shinzo Abe eufórico decía: “Hemos recibido un buen respaldo a nuestra gestión en el Gobierno”22 . Entonces Abe sabía que esas elecciones en la prefectura de Tokio (la zona más poblada de Japón con más de 13 millones de habitantes) eran importantes para medir el apoyo al primer ministro.
No estamos en el 2015 cuando el PLD lograba una aplastante victoria en los comicios locales de Japón que le permitía dar un nuevo impulso a sus políticas de reactivación económica aún a pesar de la recesión que llegó después del impuestazo de Abril del 2014, a pesar de que no llegaba aún a las zonas rurales, castigadas por el envejecimiento demográfico y la disminución de la población, y a pesar de que su agresivo programa económico había beneficiado principalmente a grandes empresas y a capitales financieros.
Tampoco es Julio de 2016 cuando PLD consiguió la mayoría en la Cámara Alta de Japón tras las elecciones donde el partido del primer ministro y sus socios revalidaban el control de las dos cámaras de la Dieta (Parlamento).
En Julio del 2017 la situación cambió. Más de 11 millones de votantes tokiotas acudieron a las urnas en lo que era un auténtico referéndum sobre la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike. Fueron las elecciones regionales de Tokio y el PLD de Abe sufrió una histórica derrota. Al conseguir 49 escaños de los 127, el nuevo partido formado por la gobernadora de Tokio, Koike, arrasó en las elecciones a la Asamblea metropolitana de la capital nipona. Hasta ese momento el dominio del Gobierno de Tokio lo ostentaba el PLD de Abe, sumido en una crisis de popularidad. La aprobación pública para el Gabinete de Abe había tenido una caída de 9,1 puntos desde Junio y en Julio se ubicaba en un 35,8%, la más baja desde que asumió el cargo en diciembre de 201223 .
El descontento social expresado la caída de la aprobación pública se amplificó con otras decisiones controvertidas de Primer Ministro como: 1) el empeño del mandatario por introducir cambios en la Constitución para que Japón adopte una papel militar más activo a nivel mundial, o la reciente aprobación de una polémica ley de antiterrorista; 2) el llamado escándalo de Kake Gakuen, en el que el equipo del Primer Ministro Abe supuestamente dio un trato preferencial a una escuela dirigida por su amigo de toda la vida, Kotaro Kake, para ayudar a facilitar la apertura de una nuevo departamento de Veterinaria en la prefectura de Ehime; y 3) su relación con el dirigente de una guardería privada de Osaka (oeste), que promovía contenidos ultranacionalistas.
Lo que sí está claro es que el capital político de Abe y el PLD está comenzando ha erosionarse, lo que no es buena noticia para el Abenomics, porque la gestión por la revitalización económica de Japón no ha recibido el nuevo impulso buscado, sino espaldarazo; se debilita en virtud de sus conflictos internos y la imposibilidad de que sus partes constituyentes puedan integrase hacia adentro y más allá de las fronteras. Las luces del Abenomics que en su lanzamiento lo acompañaban ahora comienzan a parpadear.
Conclusiones
El primer ministro Shinzo Abe asumió en 2012 con la promesa de hacer " lo que fuese necesario " para intentar reactivar la estancada economía japonesa. Se comprometió a detener la erosión gradual de la competitividad económica del Japón, elevar su atractivo como lugar de inversión y de negocios, hacer frente al desafío del cambio demográfico y evitar la quiebra nacional.
Usando la fábula de las tres flechas le imprimió certidumbre a su programa y ganó la confianza de la mayoría de los japoneses. La primera flecha resultó un cambio de régimen de política monetaria. Para aumentar la inflación y bajar la tasa de interés favoreciendo las exportaciones, optó por la flexibilización cuantitativa y cualitativa. La segunda flecha del "Abenomics" resulto el estímulo fiscal a corto plazo. Con estos dos programas encarando la demanda el Abenomics no se apartaba de los manuales de Economía y definía su preferencia por las recetas keynesianas.
La flecha que todos señalan como decisiva eran las reformas estructurales: una ambiciosa estrategia de crecimiento. Son las políticas más importantes a largo plazo para revitalizar la economía de Japón. Si bien la política monetaria y fiscal pueden compensar la debilidad de la demanda, sólo se puede lograr un mayor crecimiento potencial aplicando medidas del lado de la oferta. En esta área, dos programas esenciales definen su vocación liberal conservadora: la desregulación de ciertos sectores, como el mercado laboral, la energía y la atención sanitaria; y la búsqueda de avances en desarrollo de tratados de libre comercio y en especial de PPT.
El Abenomics no aporta novedad en sus programas internos por separado porque en muchos aspectos se observa el reciclaje de viejas propuestas de políticas, pero sí lo es en la audacia y la conjunción de los tres.
Si hacemos un acercamiento a los detalles de la coherencia interna del programa económico Abenomics, se pueden apreciar confrontaciones entre sus metas. Por ejemplo, la alta dependencia externa de la economía japonesa con frecuencia disipan las expectativas de funcionamiento de las variables internas. Esta es una de las causas de los tropiezos de la marcha.
Los fracasos del Abenomics es lo que hace pensar a algunos observadores (Holanda, Noah) que el Primer Ministro sólo ha creado una ilusión de un programa temporal de reactivación económica, para comprar popularidad y seguir adelante con sus políticas de revitalización nacionalista y militar. Una de ellas: poner en marcha las herramientas necesarias para cambiar la Constitución del Japón.
Pero más allá de estas sospechas, el Abenomics ya tiene suficiente trayectoria para ser declarado no sólo como un fracaso, sino como un experimento que ha venido a profundizar desequilibrios y a alterar aún más la estabilidad social en Japón.
¿Por qué es un fracaso? Porque no ha podido alcanzar sus metas centrales.
Basta observar el incumplimiento o postergación de medidas centrales de políticas como el logro de la tasa de inflación del 2% en 2 años, o las indefiniciones con respecto al balance fiscal, o la caída del producto como resultado de las turbulencias internacionales, o la falta de una plena concreción de las reformas estructurales, para percibir que el Abenomics comienza a dar más señales de sombras, que de luces. Y las percepciones e inseguridades la tienen los propios ciudadanos japoneses, que por cierto, son sujeto y objeto de las políticas.
Los círculos virtuosos del Abenomics devenidos en falacias, los objetivos dudosos, el derrumbe de las promesas de implementar las mayores reformas en Japón desde el fin de la guerra, la imposibilidad de lograr un crecimiento sostenido, la acentuación de la desigualdad social, son realidades que no han pasado inadvertidas para los japoneses. El descontento social ha comenzado a mostrarse de a poco en la sociedad japonesa. Un descontento en varios sectores sociales (del trabajo, de la pequeña y mediana empresa, en las comunidades rurales, etc.)
Como resultado del desastre, el capital político de Abe y el PLD ha comenzado a erosionarse, porque ya empieza a ser mayoría el disenso y el descontento con la gestión de Abe. Recientemente el programa de revitalización económica de Japón no ha recibido el nuevo impulso necesitado. El PLD y Abe fracasaron rotundamente en las elecciones regionales de Tokio probablemente marcando el principio del fin del Abenomics.
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