Jorge Daniel Mendoza Puertas (CV)
jormenpue@hotmail.com
Universidad de Ulsan
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Resumen: Kokoro (1914), obra emblemática de la literatura japonesa moderna y obra cumbre de su autor, Natsume Sôseki, celebra este año 2014 los cien años de su publicación. En estas páginas ofrecemos una suerte de somero análisis personal que pretende ayudar no solo a conmemorar su centenario sino a aproximar al público hispanohablante, desconocedor en general de las obras culminantes de la literatura asiática, a esta obra indispensable de la literatura japonesa.
Palabras clave: Kokoro, Natsume Sôseki, literatura japonesa moderna, centenario, análisis.
Abstract: Kokoro (1914), emblematic novel of modern Japanese literature and masterpiece of its author, Natsume Sôseki, celebrate this year 2014 the hundred years of its publication. In these pages we offer a brief personal analysis not only to commemorate its 100th anniversary but to approximate this essential work of Japanese literature to the hispanic-speaking public.
Keywords: Kokoro, Natsume Sôseki, modern japanese literature, centenary, analysis.
Tras la llegada de los barcos del comodoro Perry en 1853, soplarán en Japón vientos de cambio. En un sistema ajeno al ingente desarrollo occidental, los antecedentes de las guerras del opio en la vecina China sembraron el miedo a una posible colonización y el pragmatismo terminó imponiéndose. La apertura al exterior tras más de 200 años de aislamiento y el fin del shogunato son señales inequívocas de este giro en su devenir. La restauración del poder del emperador en 1868 abre los cauces a la modernidad, punto de inicio de una nueva época conocida como Periodo Meiji en el que la influencia extranjera sobre el archipiélago será avasalladora. El país del sol naciente entraría así en un frenesí modernizador sin parangón. Un desarrollo que afectaría a la literatura, hasta entonces en un nivel ínfimo 1, que se abrirá a las múltiples tendencias llegadas de Europa. Realismo, literatura en primera persona, Naturalismo, y Romanticismo influirán en la obra de Sôseki sin llegar a ser moldeada por ellos2 . Natsume Sôseki emerge como una indiscutible figura literaria, sobradamente reconocida en su país, pero escasamente conocida en el nuestro. Este año 2014 cumplirá su centenario, Kokoro, su obra cumbre. Ocasión que creemos más que merecida para realizarle un pequeño homenaje mediante este somero análisis.
Tan solo dos años después del fin del Periodo Meiji, momento en el que las contradicciones son más fuertes3 , se desarrolla la acción de Kokoro (1914), dando muestras de un Japón escindido, a medio camino entre Oriente y Occidente. En Sensei se refleja esa bifurcación desde su primera descripción. Con cada pie en un mundo, comparte baño con un occidental mientras lo mira atento el joven narrador. Una bifurcación en la que su alma ha vivido y se ha criado, pasando de los patrones culturales tradicionales a una vorágine cambiante que le impide definir con nitidez su identidad. A Sensei lo rodea el enigma, un halo distante y misterioso que envuelve y atrapa al joven narrador conduciéndolo a una fijación obsesiva, a una atracción sin límites que lo invadirá durante toda la novela. Es la atracción por lo diferente, es la erótica del silencio que desprende Sensei las que fortalecen su búsqueda. Es esa tumba enigmática a la que lleva flores, esa información truncada cada vez que habla, ese silencio que guarda con sus palabras lo que atrapa sin remisión al joven. Lo que inicialmente parece un juego extraño, una adivinanza que lo reta, terminará absorbiéndolo por completo en una dicotomía de admiración y decepción; abriéndole, a su vez, las puertas hacia una posible mímesis, hacia una «senseización» de sí mismo.
Y es que Sensei guarda un secreto, una parte oscura que ensombrece su rostro como «una extraña nube» (N. Sōseki, 2012, 24). Es esa leve sombra la que percibe a retazos su joven amigo detrás de ciertos gestos, detrás de ciertas palabras o silencios. Un secreto que lo hace sufrir, que lo lleva a no confiar en el género humano, ni siquiera en sí mismo. Una tragedia que hunde sus raíces en esa escisión de su alma, en esa división entre la identidad japonesa y la identidad occidental, entre el deseo y el deber, entre la individualidad y el compromiso con el grupo 4. Y esta tragedia convertida en secreto no es sino el resultado del choque de dos sistemas antagónicos que difícilmente pueden llegar a mezclarse. Es la tensión que dos concepciones opuestas de la realidad provocan en el centro del hombre en transición. Una tragedia que ha llevado a Sensei a vivir en constante tensión entre el «yo» y el «otro», entre lo que ahora es y lo que puede llegar a ser, entre su esencia y lo que aparenta ser. Bajo esa neurosis5 silenciosa, lo que se oculta no es sino la lucha del «individuo» moderno contra la conciencia confuciana de la lealtad, de la piedad con el prójimo. Sensei ha descubierto su verdadero ser, lo ha mirado de frente y ha sentido miedo. Miedo a no poder controlar a ese monstruo egoísta que vislumbró dentro de sí y volver a dañar a una nueva persona. Su falta de confianza se proyecta de sí mismo hacia los demás: «al no poder confiar en mí, tampoco puedo confiar en los demás» (ibíd., 42). De ahí su alejamiento del mundo, su aislamiento social, sus silencios del corazón. No hay nadie con quien hablar, no hay nadie a quien abrir nuestro pecho, no hay nadie a quien confiar nuestras palabras. Es, por tanto, su propio aborrecimiento el que lo ha llevado a rechazar la sociedad en la que vive, como en un gesto de desprecio, de misantropía. Una misantropía que habría dispersado sus semillas con la estafa de su tío, momento en el que arranca su odio hacia sí: «siento un gran despecho hacia mí mismo por haber sido tan ingenuo» (ibíd., 153). Punto de inicio también de su desconfianza hacia el prójimo. Pero será tras la secreta tragedia, motor oculto de la novela, cuando la misantropía lo invada sin remedio. Comenzará con un propio aborrecerse para más tarde extenderse al resto y acabar convirtiéndose en un ser solitario. Ahora bien esa soledad, ese apartarse del otro, ocultan buena parte de su identidad japonesa, ocultan un bello gesto filantrópico: es el aislamiento en pro del prójimo, es una valiente huida para no causar más daño. La bifurcación misantropía-filantropía es un hecho.
Aunque Sensei quiera aislarse no puede evitar la fuerte influencia que ejerce, casi tan fuerte como el influjo de Occidente sobre Oriente, y sus mismas tensiones comienzan a tener réplica en el joven. Las tensiones entre el «ego» y el deber, entre la propia libertad y el compromiso social se manifiestan en el joven narrador, quien se debate entre trabajar o no trabajar, entre el pueblo y la ciudad, pero sobre todo, entre sus obligaciones filiales con su padre enfermo y la necesidad de ver a Sensei. La carta de este último actuará como detonante que hará primar la libertad, y el joven antepondrá su individualidad a su compromiso.
Desde este punto de vista hallan sentido las palabras de Sensei, quien atribuye su soledad a la libertad e independencia de la gente moderna: la ruptura de la estructura confuciana de las cinco relaciones transformaba al hombre en un ser libre, pero esa liberación suponía una desvinculación de los compromisos de forma biunívoca. Una notable carga de aislamiento era el resultado. Una soledad a la que se condena Sensei tras traicionar a su amigo “K”. Este es el secreto que tan celosamente guarda y del que se avergüenza. Con la confesión del enamorado “K”, su alma queda bifurcada entre el amor hacia la señorita y la lealtad a su amigo. Lealtad que no encuentra peso ante sus deseos. Su individualidad se impone en una mueca de traición y se promete a escondidas con su amada. La quiebra del triángulo amoroso se sustenta en el abandono de su compromiso filial y termina con el suicidio de “K”. Su alma está ahora escindida entre lo que ha conseguido y lo que ha causado. Su egoísmo lo ha conducido a una nueva bifurcación donde está presente la culpa, esa «sombra oscura» que lo persigue allá a donde va.
No obstante la esperanza en la humanidad no está perdida y la generosidad se impone al egoísmo en su carta: transmitir su experiencia es el objetivo. Pero más allá de esa enseñanza, el suicidio es el único medio para unificar esa alma bifurcada, para abandonar el sufrimiento de la escisión, y es a su vez el único modo de silenciar de forma absoluta al corazón, a ese corazón sensible y fustigador, traicionado y traicionero, víctima y culpable. Un corazón que, en Oriente, es alma; un alma que también es corazón. He aquí que alma y corazón bifurcados solo pueden conducir a Sensei hacia la última salida. Y es que esa última salida es para Sôseki el único modo de «seguir al Cielo abandonando el yo» (ibíd., 296).
Bibliografía
Gessel, V. C. (2004): «Probing the Modern Heart: Natsume Sōseki’s Kokoro». Literature & Belief, vol. 24, nº 1, sin paginar.
Nae, N. (2002): «Kōkoro and the Agony of the Individual». En NUCB: Journal of Language, Culture and Communication, vol. 4, nº 2, pp. 15-23.
Nakayama, F. y Yoshida, S. (2000): «Tres hermosos locos de fin de siglo: Observación de la locura en la Sonata de primavera y Kokoro». En: F. Sevilla y C. Alvar (eds.). Actas XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (tomo II. Siglo XVIII, XIX y XX). Editorial Castalia. Madrid, pp. 315-323.
Sôseki, N. (2012): Kokoro (epílogo, traducción y notas de C. Rubio). Editorial RBA Libros, Barcelona.
Suzuki, Sh. y Nolla Cabellos, A. (2005). «Literatura japonesa moderna (I). De la literatura clásica a la modernidad literaria». En: Prado Fonts, C. (2005). Literaturas de Asia Oriental. Editorial UOC. Barcelona, cap. 5, pp. 5-53.
2 Véase N. Sōseki (2012: 287).
3 Véase Sh. Suzuki y A. Nolla (2005: 24).
4 Véanse N. Nae (2002, 16) y V. C. Gessel (2004).
5 Véase F. Nakayama y S. Yoshida (2000: 319-321).