Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
Vol 5, Nº 18 (septiembre 2013)

"EL VOLCÁN DE MONTREAL": UNO DE LOS MEJORES JUDOKAS DEL MUNDO (PRIMERA PARTE)

José T. Gonzáles Phillips (CV)
7º Dan de Judo. Presidente del Sumo en
Boris A. Toscano
1er Kyu de Judo. Practicante de Iaijutsu. Investigador de las Artes Marciales


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En los anales del Judo latinoamericano habrá que incluir, por derecho propio, al primer campeón olímpico del continente americano en este arte marcial: el cubano Héctor Rodríguez Torres, me­dallista de oro en la división de 63 Kg en los Juegos de Montreal’76 y miembro de los Salones de la Fama del Judo Americano y Mundial. Licenciado en Cultura Física con una fructífera trayectoria como atleta y preparador de alto rendimiento, desde 1982 hasta 1997 integró los colectivos técnicos de las selecciones nacionales cubanas, con excelentes resultados en la arena internacional, y desde 1999 está vinculado con el Alto Rendimiento de la Federación Española de Judo.
Palabras claves: Judo, deporte, arte marcial, Héctor Rodríguez, Selección Nacional, alto rendi­miento, Federación Española de Judo, Montreal.

Cuando se hable o escriba sobre la historia del Judo latinoamericano habrá que incluir, por derecho propio, al primer campeón olímpico del continente americano en este centenario arte marcial: el cubano Héctor Rodríguez Torres, medallista de oro en la división de 63 Kg en los Juegos efec­tuados en Montreal, Canadá, en 1976.
Héctor Rodríguez nació el 12 de agosto de 1951 en el municipio de Guanajay, en la actual pro­vincia de Artemisa. De procedencia hu­milde, creció en un ambiente sano y modesto junto a sus siete hermanos y su padre –la madre había fallecido en 1959–. Actualmente con 62 años, ostenta el grado de 8º Dan de Judo desde finales del 2011 y es miembro del colectivo técnico que atiende el Alto Rendimiento del Judo español. Es graduado de Profesor de Educación Física (1982) y Li­cenciado en Cultura Física desde 1987). Sus pri­meros pasos en el deporte organizado fueron en el béisbol, participando en varios eventos en su terruño natal, uno de los municipios de mayor masifi­cación en Judo que tenía la provincia, por lo que se conocía como “el Pequeño Japón”.
El entusiasmo de amigos y vecinos contagió a Héctor, que dio sus primeros pasos, a los doce años, en un gimnasio de Judo cerca de su casa. Sus primeros profesores fueron los sensei Alberto Bernal, Mario García, Félix Pérez –este último, años más tarde directivo del Judo provincial y destacado árbitro internacional–, así como también Ezequiel González, quien descubrió sus potencialidades, que lo condujeron al logro de su primera medalla (tercer lugar en los V Juegos Escolares Naciona­les). Por entonces ya era alumno de la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) de la provincia de Pinar del Río, destacándose entre un grupo de judokas adolescentes que en años posteriores integrarían las selecciones nacionales en diferentes épocas.
En 1968 es promovido a la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), en la que fue acogido con beneplácito por el Maestro Federico La Guardia (8º Dan) y, posteriormente, los Maes­tros Vicente Leal (7º Dan, ya fallecido) y Félix de la Cruz (8º Dan). Muy pronto se convirtió en la figura más destacada del grupo de atletas que integraban la Selección Nacional juvenil, ganando un puesto en la de mayores junto a la generación que catapultó al Judo cubano al nivel mundial: Rafael Rodríguez Carbonell (60 Kg), Juan Ferrer Lahera (78 Kg) e Isaac Azcuy (86 Kg) –todos subcampeones olímpicos en Moscú’80–, así como José Ibáñez Gómez (multimedallista en cam­peonatos panamericanos e internacionales en las divisiones pesada y libre) y Ricardo Lamas Camejo (70 y 71 Kg). Es imprescindible mencionar aquí al Dr. José Silvio Jiménez Amaro, atleta destacado que fuera luego presidente de la Federación Cubana de Judo, que –según nuestra con­sideración– estableció las bases científicas que contribuyeron al desarrollo actual del Judo cubano.
Desde su ingreso a la Selección Nacional cubana en 1971 hasta su retiro oficial el 11 de junio de 1981, Héctor Rodríguez se mantuvo en la elite del Judo universal –trayectoria a la que nos referire­mos en un segundo trabajo–. En los diez años como seleccionado nacional contó con la supervi­sión técnica de grandes maestros, encabezados en su primera etapa por el Shihan Han Chang Hi –de la República Popular Democrática de Corea–, y luego por los Maestros Ibrahim Cepero (hoy 7º Dan), quien tuvo la responsabilidad mayor en la obtención del oro olímpico, Félix de la Cruz y Luis Gastón –estos, en la actualidad, ostentan el grado de 8º Dan–, quienes contribuyeron signifi­cativamente a la definición y perfeccionamiento de sus variadas técnicas.
En el decurso de los años, con el fragor de los entrenamientos diarios, Héctor batalló sin cuartel y con los medios disponibles en ese tiempo para mantener el peso adecuado, aspecto que se le hacía cada vez más difícil, y contra las lesiones, de las cuales un ejemplo significativo fue la producida (en las costillas) durante la preparación para la Olimpíada de 1976, que luego se resintió durante el combate final en ese evento. La combinación de ambas situaciones –principalmente el sobrepeso– influyó de manera adversa en algunos de sus resultados, como las derrotas sufridas en las Olimpia­das de Moscú’80, que provocaron su eliminación de la competencia.
Durante su carrera deportiva recibió numerosos reconocimientos de diversa índole. Isao Inokuma –oro en la división pesada (+80 Kg) en los Juegos de Tokyo’64–, quien llegara a convertirse en una de las figuras más prominentes del Judo en todos los tiempos y secretario personal del presi­dente de la Federación Internacional de Judo, manifestó que, durante años observando el desarro­llo del Judo en todos los continentes, nunca antes había visto a un judoka negro, y menos a un latinoamericano, dominar con tanta maestría las variadas técnicas de ese arte marcial. Agregó que Héctor Rodríguez fue un excelente judoka y por eso sería capaz de convertirse también en un excelente entrenador; “no pasarán muchos años sin que él suba nuevamente al podio olímpico, esta vez por sus discípulos”, terminó diciendo. Otro grande del tatami, el holandés Johannes Anto­nius Geesink, campeón olímpico en la división sin límite de peso en los juegos de Tokyo’64 –primer europeo en derrotar a un japonés en competencias olímpicas–, al coincidir con Héctor Ro­dríguez en el Campeonato Panamericano Juvenil en México, D.F., lo buscó y le manifestó en presencia de los Maestros cubanos Carlos Leal y Juan Mesa, directivos del Judo cubano, que “que­ría conocer al judoka cubano más temido en Europa, sobre todo por su postura izquierda difícil para repeler los ataques del criollo”.
A inicios de 1982, Héctor Rodríguez se incorpora al cuerpo técnico que preparaba a los atletas de la Selección Nacional juvenil masculina de Judo en su sede, la ESPA de la capital cubana, donde se mantuvo hasta 1989, contando entre sus resultados más relevantes la medalla de plata obtenida por su alumno Bismar Reyes en el Campeonato Mundial Juvenil en Argentina (1992). En 1989 fue promovido al colectivo técnico que atendió a la Selección Nacional femenina en sus inicios en el país, participando en el Campeonato Mundial Juvenil en Dijon, Francia (1990) con las atletas Leg­na Verdecia (oro), Kenia Rodríguez (bronce) y Daima Beltrán (oro). En 1995 integra el colectivo técnico de la Selección Nacional masculina, participando en el Campeonato Mundial de París, en 1997, con el atleta Israel Hernández, presea de bronce en 65 Kg.
Ese mismo año la Federación Española de Judo solicitó sus servicios hasta 1999, participando en el Campeonato Iberoamericano en San Sebastián, España, evento que ganaron los locales con un gran número de medallas. Desde el 2001 se reincorporó a esa Federación, en la que presta sus servicios hasta hoy, siendo recompensado con las medallas obtenidas por la atleta Cristina Casas (44 Kg): plata en el Campeonato Europeo Junior y bronce en el Mundial Junior de Turquía, ambos en el 2011. También obtuvo la medalla de oro Carmen Herrera (70 Kg) en las Paralimpiadas de Londres 2012.
Sus servicios técnicos y pedagógicos son apreciados en todos los lugares donde aporta su vasta ex­periencia, manteniendo su jovialidad y sencillez, su preocupación y ocupación por familiares y amistades, sabiendo que es querido y reconocido por la familia del Judo, en especial la cubana, que celebra cada 30 de julio el Día del Judo en honor del primer Campeón Olímpico del Judo Cubano.
Cuando este primer artículo vea la luz, Héctor Rodríguez habrá sido uno de las veintiuna perso­nalidades del Judo a nivel mundial presentados y homenajeados como miembros del Salón de la Fama de la Federación Internacional de Judo durante el Campeonato Mundial a celebrarse en Río de Janeiro, Brasil, a finales de agosto del año en curso. Además, exhibe la condición de miembro del Salón de la Fama del Judo Panamericano, único judoka del continente americano que ha merecido el honor de figurar en dos Salones de la Fama.

“Honor a quien honor merece”

8 de agosto de 2013


 

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