Florentino Rodao
Universidad Complutense
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Resumen
La cultura política japonesa esta llevando a cabo una de sus crisis estructurales, pero no parece ser que sea la definitiva sino, antes bien, una que fortalecerá a la larga al país. Y es que otra característica es la capacidad de regeneración y la conveniencia de las crisis para adoptar soluciones para el futuro. Mientras que en países occidentales es necesario que se llegue a situaciones de violencia para adoptar cambios, en Japón la propia sociedad es capaz de automutilarse voluntariamente si con ello se comprende que es en beneficio de la colectividad. El sentimiento nacional y de lealtad tan intenso, que ayuda a suplantar la falta de liderazgo y a la renuncia a los intereses particulares cuando hay conflictos, también provee un empuje esencial para solucionar situaciones críticas sin necesidad de violencia.
Palabras claves: cultura, crisis, política, liderazgo.
La evolución de la política japonesa ha sufrido convulsiones importantes desde el comienzo de la década de 1990. La prensa, tanto la local como la internacional, ha hablado repetidamente de la crisis definitiva del sistema político a raíz de los escándalos tan importantes y continuados así como de la ruptura del Partido Liberal Democrático y la consecuente victoria de la oposición en las elecciones de 1993, una de cuyas consecuencias aparentes ha sido el cambio de la Ley electoral.
Pasados los años, la apatía ha vuelto a cundir en el panorama político. Ni las elecciones realizadas bajo esa nueva ley electoral ni los cambios efectuados en la proporción de diputados obtenidos por los distintos partidos políticos han logrado hacer resurgir las expectativas de antaño. El Partido Liberal Democrático, de nuevo, ha ganado las elecciones por amplia diferencia acercándose a la mayoría absoluta. Estos últimos datos, en consecuencia, vienen a dar la razón a aquellos que ven una continuidad subyacente en el sistema y la imposibilidad de cambio, basándose en la permanencia en el poder del mismo partido. La tesis de la continuidad parece imponerse.
No obstante, es necesario acercarse a la propia filosofía política japonesa para comprender los cambios que se han ido sucediendo a lo largo de estos años, el cambio estructural que conlleva la evolución reciente y, mas concretamente la función de las crisis para la propia renovación de su sistema político. A lo largo de este trabajo vamos a intentar analizar cual es el sistema que aparentemente estaba en crisis, sus características, la crisis de los años 90 y a analizar los hechos desde perspectivas adaptadas a la propia mentalidad japonesa.
1. SISTEMA POLITICO JAPONES DE POSTGUERRA
El llamado "Sistema de 1955" o "Sistema de Partido y medio" ha caracterizado la política japonesa a lo largo de la posguerra. Este año se crearon los partidos que han dominado la escena política japonesa de posguerra, el Partido Socialista o Shakaitô y el Partido Liberal Democrático o Jimintô. Los conservadores, desde entonces, han mantenido el poder en el gobierno central gracias a haber sabido cohesionar los diferentes intereses así como a la propia debilidad de los socialistas, que no han pasado de conseguir la mitad de los diputados del partido del gobierno. Han sido parte del sistema, por tanto, pero no han sido alternativa de gobierno y las encuestas indican que, incluso, ni los mismos votantes socialistas deseaban que su partido llegara a gobernar.[1] Las aspiraciones del Shakaitô, por tanto, se han centrado en la influencia indirecta en algunos aspectos que más afectaban a su electorado, tales como la subida del salario mínimo, o las subvenciones a lo sindicatos, mientras que los principales caballos de batalla frente a los conservadores han sido la política exterior y la relación con Estados Unidos, o algunas cuestiones de importancia menor en el plano doméstico.
El poder político ha sido ejercido por los conservadores ininterrumpidamente, pero el poder del Jimintô ha estado muy reducido en comparación con democracias de tipo occidental. Tres grupos principales, los burócratas, los grandes negocios y los políticos han compartido la capacidad de ejercer el poder en Japón, junto con algunos grupos menos importantes que han funcionado de forma semiautónoma, tales como la policía[2] . En primer lugar, los burócratas han sido los elaboradores de las políticas por medio de leyes aprobadas después por el parlamento sin mayores cambios y sin excesivos problemas.[3] Su principal autoridad para ejercer este poder ha sido el carisma como defensores de lo que era mas conveniente para el país, habiendo recogido, de alguna manera, la antorcha que en el período de preguerra poseian los militares como "portadores del espíritu nacional". Han sido considerados como unas personas que buscan por encima de todo el beneficio nacional, dejando de lado sus propios intereses personales. Independientemente de la veracidad de esa visión, la importancia de la burocracia dentro de la pirámide de poder en Japón ha permitido políticas a más largo plazo. Después, el engranaje de la política con el mundo económico en lo que se ha llamado "zoku-giin" (los legisladores impulsando los intereses de los negocios) y de los burócratas con los negocios por medio del "amakudari" (descender del cielo, el retiro de los burócratas de élite a puestos lucrativos en las empresas que supervisaban) ha sido beneficioso para ambos, unos beneficiándose de las disposiciones aprobadas, otros recibiendo financiación para sus campañas electorales y otros ganando tras la jubilación el dinero y la tranquilidad que no pudieron tener antes. Keidanren (Federación de Organizaciones Económicas) y el resto de las organizaciones empresariales han buscado la conveniencia de las políticas generales en sus intereses particulares y han influido mucho tambien en la apertura al exterior. Los políticos, por último, han sido los encargados de cortejar a los votantes defendiendo los intereses más particularizados de sus constituencias. Su función, principalmente, ha sido drenar recursos generales a sus votantes y, en general, como "conseguidores", por usar una palabra facilmente comprensible.[4] Cada grupo, por tanto, ha tenido unos intereses definidos que han estado solidificados por una fuerte conciencia nacional.
Mientras tanto, el funcionamiento del sistema ha estado caracterizado por la falta de liderazgo, la corrupción y el auge económico. La primera característica es quizás la mas llamativa en Occidente y ha provocado denominaciones como la famosa de "pirámide truncada de poder", elaborada por Van Wolferen en el libro ya citado o la frase de que "Japón tiene política pero no gobierno". Los primeros ministros, ciertamente, han tenido un poder muy escaso, derivado de acuerdos entre las diferentes facciones o habatsu que son los que han posibilitado la obtención de los votos necesarios en el Parlamento. Su autonomía de decisión ha sido escasa a pesar de haberlo buscado, en ocasiones, mediante la convocatoria de elecciones que pudieran suponer la legitimación de su posición. Esta seguiría dependiendo, a fin de cuentas, de un partido en el que sus votos han sido siempre considerados una suma de los recibidos por cada diputado en sus circunscripciones[5] . La forma más visible de este escaso poder es viéndolo físicamente: un chalet con poco mas de cien metros cuadrados para la oficina ejecturica y con una simple oficina que es el preludio al despacho del primer ministro. Una comparación no sólo con la Casa Blanca, sino con la misma Moncloa en España haría comprender ese escaso poder.[6]
La magnitud de la corrupción ha sido otra de las características intrínsecas del sistema japonés, mayor que en países occidentales a causa del sistema electoral: la democracia ha supuesto un coste adicional puesto que la obtención del voto ha sido más cara. Las constituencias han sido de tamaño variable (entre 3 y 5 escaños) y salían elegidos los diputados con mayor número de votos, en base a un voto por elector. Ello ha permitido que pudieran ser elegidos varios diputados del mismo partido (normalmente, del Jimintô) dentro de una misma circunscripción electoral y que los propios votantes pudieran expresar su rechazo a determinados políticos sin que eso significara una oposición expresa a su partido. Había opción a votar a otro u otros candidatos, siempre presentados por diferentes facciones. Estas normas, no obstante, han impulsado a los distintos candidatos a dedicarse principalmente a buscar los votos dentro del electorado de su propio partido y a que el gasto de dinero haya sido mucho mayor que en otras campañas electorales, entre otras razones porque sin apenas diferencias políticas (no hay muchas entre los partidos, pero muchas menos entre los miembros de diferente facción) la forma de ofrecer votos ha sido buscando el contacto directo con los votantes. Asistir a bodas o funerales (y entregar sus propios sobres a la familia con una cantidad de dinero que debe estar acorde con los ingresos) o financiar agrupaciones de votantes o kôenkai que vayan por las casas solicitando el voto han sido actividades principales de los candidatos a diputados. El coste de la lucha política, por tanto, se ha incrementado con la disputa entre las diferentes facciones de un mismo partido.
La bonanza económica ha sido el lubricante que ha permitido tanto acallar las criticas contra el régimen como permitir su propia reproducción. Evitar un número importante de marginados del sistema y contentar las demandas de los diputados para sus circunscripciones (en ocasiones justificadas, pero con mucha frecuencia proyectos costosos de difícil viabilidad economiza) sólo puede ser conseguido por medio de los crecientes ingresos del Estado. Pero junto a esta economía de crecimiento guiada, la alianza exterior con Estados Unidos ha tenido un papel clave porque Japón ha salido beneficiada de la necesidad de Washington de un bastión estratégico frente a la expansión soviética. Japón ha consiguiendo asegurar, de hecho, las dos principales amenazas exteriores a su auge económico: el acceso a materias primas y la necesidad de energía barata. La subordinación política a un país fuerte económicamente no le ha supuesto a Japón las trabas provocadas por la colonización en otros países y, mas allá de ello, también ha podido mantener sus propias opciones en política exterior allá donde sus intereses eran más vitales, tales como las relaciones con China o con Corea.
2. CRISIS DE LOS NOVENTA
Las consecuencias de la caída del Muro de Berlín en Asia están aún por ver, en parte porque aún no se han derretido los hielos de la Guerra Fria. No obstante, la política de Estados Unidos va en la dirección que se podría considerar como inevitable: las relaciones comerciales ya no se supeditan al interés político, que ahora tiende a basarse más en bloques de países que en alianzas bilaterales. Aunque siempre ha habido fricciones mutuas, ya no es posible superarlas tan fácilmente como antaño y las campañas contra los productos japoneses han forzado las privilegiadas relaciones, que ahora están más influidas por la desconfianza de parte americana que por el intento de conseguir un objetivo mutuo. La indefinicion estratégica a largo plazo, a saber, la inexistencia de un organismo de seguridad en la región que permita prever la resolución de conflictos, atenúa el debilitamiento de los lazos mutuos entre Estados Unidos y Japón y ayuda a evitar que las tensiones se desboquen. La forma en que estas tensiones puedan perjudicar la economía japonesa a largo plazo es incierta pero, mientras una mayor vinculación japonesa con Asia aparece como una alternativa para el futuro, la incertidumbre supone un elemento clave al decidir políticas a largo plazo.
Los escándalos de corrupción, por su parte, han añadido un nuevo elemento de incertidumbre, convulsionando la vida política, mas que por la magnitud, por el continuo goteo de nuevos casos. A los famosos escándalos de la Lockheed en la década pasada, se ha añadido el escándalo de la Recruit que llevó a la dimisión del primer ministro Noboru Takeshita y pocos meses después a de su sucesor Sosuke Uno. Al igual que en otras ocasiones, la necesidad de calmar los ánimos anti-Jimintô llevó a la eleccion de un ministro limpio, Toshiki Kaifu, de la minoritaria facción Komoto. Cuando después de dos años se dejó caer a Kaifu para dejar paso a las componendas tradicionales entre líderes de facciones y fue elegido Kiichi Miyazawa, se pensó que la marea había bajado. Se formó un gobierno en el que las carteras volvían a estar divididas entre facciones y cuyos miembros estaban implicados en buena parte en anteriores escándalos de corrupción; se vendió la necesidad de un gabinete de "pesos pesados" para que Japón pudiera salir de la crisis económica tras el estallido de la "economía de la burbuja". Las aguas, no obstante, no volvieron a su cauce, azuzadas por ese sentimiento de crisis y por la continuación de los escándalos políticos, principalmente el de Sagawa Kyûbin, que llevó a la detención del verdadero padrino de la política japonesa, Shin Kanemaru, y al descubrimiento de onzas de oro en su poder por un valor aproximado de 50 millones dólares.[7]
Se puede decir que el clamor por un cambio de política llegó a la opinión pública, permitiendo que las luchas internas dentro del Jimintô llegaran a amenazar la unidad del propio partido. Efectivamente, los perdedores en la lucha por el control del Partido Liberal Democrático, Ichirô Ozawa y Tsutomu Hata, pudieron escindirse del partido portando una bandera facilmente comprensible para el público: la renovación. La ocasión para ello fue una moción de censura de los grupos de oposición que salió triunfadora gracias al apoyo de un buen número de diputados escindidos y en 1993 se celebraron nuevas elecciones que dejaron al Jimintô en la posición de minoría mayoritaria.
El poder, finalmente, "cambió de manos", tal como se llegó a decir, porque se formó la tan deseada alianza de la oposicion no comunista que logró desbancar, despues de casi cuatro décadas, al Jimintô. El nuevo primer ministro, Morihiro Hosokawa, fue el primero desde 1955 que no era al mismo tiempo presidente del PLD y con él se renovó la esperanza de conseguir un cambio definitivo en el panorama político japonés. Hosokawa había creado recientemente un nuevo partido político (Nihon Shinto, Nuevo Partido de Japon) y, aunque él mismo había sido diputado del Jimintô, la principal característica de su cuarentena de diputados era su inocencia política: casi todos entraban por primera vez en la Dieta.
El propio Hosokawa les dijo que su permanencia en el puesto para las próximas elecciones dependía de mantener en el candelero la Reforma Política. Y acertó, porque la propia resignación de Hosokawa al medio año a causa de un escándalo de corrupción y la llegada al poder de Hata rebajó las expectativas de reforma. Hata y el Partido que lideraba junto con Ozawa (Shinshinto, Partido de la Nueva Frontera) no eran modelo de político limpio: su salida del Jimintô había sido por una lucha de poder y la media de sus bienes personales era la mayor de todo el parlamento, por encima incluso de la de los diputados del PLD. Tras haberse aprobado la nueva reforma electoral, el panorama político sufrió un nuevo vuelco: los antiguos enemigos del período de postguerra formaron una alianza. El Partido Socialista o Shakaitô (cambiado el nombre en inglés a Partido Socialdemócrata en 1991 y después también en japonés) y el Jimintô hicieron una alianza que llevó a un gobierno conjunto en el que se repartieron el puesto de primer ministo hasta el fin de la legislatura. Lo impensable de antaño se produjo, pero eso no quiere decir que el planteamiento de los nuevos aliados fuera ilógico: eran los beneficiarios del antiguo sistema que se intentarían defender frente a los que buscaban uno nuevo.
La reforma política, de esta forma, tomó un giro que en Occidente podría haber sido considerado como una demostración de la madurez del sistema: un primer ministro socialista, Tomiichi Murayama al cargo del país. Murayama, después de un año, pasó el cargo el líder del PLD, Ryûtaro Hashimoto, quien al convocar nuevas elecciones en 1996 consiguió aumentar el porcentaje de escaños para su partido, llegando a estar cercano a alcanzar la mayoría absoluta. De nuevo hay gobierno del PLD para un buen período de tiempo, el Partido de Hosokawa ha desaparecido y, ciertamente, ya no se habla del cambio a pesar de que han sido las primeras elecciones celebradas bajo la nueva ley electoral. ¿Significa ésto que se ha superado la crisis política?
3.- CAMBIOS ESTRUCTURALES Y CULTURA POLITICA JAPONESA
La importancia de los cambios y si éstos son significativos es una pregunta recurrente al analizar el sistema político japonés, en parte porque las noticias de la prensa tienen tendencia a anunciar derrumbamientos definitivos ante cada crisis estructural. Por tanto, pensamos que una respuesta a la importancia de los cambios políticos en Japon a lo largo de la década de 1990 quizás sería mejor plantearla en función de esos cambios estructurales en lugar de limitarnos a hechos formales, tales como el nombre del o los partidos políticos o de las personas al frente de los gabinetes.
Para ello, quizás es conveniente comenzar analizando la diferente perspectiva japonesa en relación con la famosa "falta de liderazgo" de su sistema político. El sistema actual no sólo habría que compararlo con el de otros países sino también con el que se ha dado Japón en épocas anteriores de su Historia: el poder nunca ha sido ejercido por los propios primeros ministros, ni mucho menos por los emperadores, que en ocasiones han tenido que vender sus bienes para sobrevivir economicamente. Matsurigoto fue la primera concepción de poder en Japon y asi lo indicaba, asemejando además el la jerarquía en el gobierno con la jerarquñia de los dioses shinto o kami. Se ha disociado claramente el título del poder efectivo y los shogunes; aunque éstos eran los detentadores en el Japón anterior a la Renovación Meiji, no tenían mas que cargos de segunda fila en la Corte Imperial.[8] Y esta característica no es sólo japonesa, sino que se dan similitudes importantes en el resto de Asia; el caso más claro fue el de Deng XiaoPing quien, aunque era la persona clave en el Partido Comunista Chino, por muchos años mantuvo sólamente el cargo de Presidente de la Federación china de Bridge. Además, la comparación de los dos principales líderes en el Japón actual, Ozawa y Hashimoto, puede ser reveladora de la importancia de conocer la cultura del país para poder captar cómo se estan produciendo los cambios.
Ichirô Ozawa y Ryûtaro Hashimoto son los principales líderes de la escena política actual y comparten poco, a excepción de haber sido ahijados políticos de Kanemaru. Ozawa es el líder del principal partido de la oposición y está considerado el que tiene las ideas mas claras sobre el futuro de Japón. Sus críticas al sistema de toma de decisiones y a la incapacidad para afrontar las crisis han sido asumidas por un amplio espectro de japoneses, desde políticos o empresarios hasta burócratas, así como el objetivo de conseguir que Japón llegue a ser un país "normal" en el mundo, entendiendo por ello la necesidad de participar de sus obligaciones internacionales a la hora del envío de tropas. Su manifiesto político, "Blueprint for a New Japan", ha sido un éxito de ventas (700.000 ejemplares) desde su lanzamiento en 1993 y aun sigue siendo citado como una critica brillante del sistema político japonés, al contrario del que editó Hosokawa, por hablar de un libro contemporáneo.[9] Hashimoto, al contrario, ha estado más en el lado de los que preferían mantener la situación anterior y sólo recientemente ha empezado a abrazar la reforma política como objetivo prioritario, tomando prestadas muchas de las ideas lanzadas en su dia por Ozawa, desde la desregulación y la privatización en gran escala a la necesidad de un primer ministro que pueda actuar rápido en las emergencias.
La situación actual de ambos políticos es totalmente diferente y mientras a Ozawa se le considera un político acabado, cuya popularidad está muy por debajo de los votos conseguidos por su partido, el prestigio de Hashimoto está en lo más alto. Las razones de ello se pueden buscar en la cultura política japonesa: Hashimoto tiende a actuar lentamente, esperando a que se forme un consenso antes de tomar decisiones, mientras que Ozawa no lo hace y parece incapaz de persuadir a la gente a seguirle.[10] La forma de actuar de Hashimoto, mas propenso a escuchar y más cauto al actuar, ha tenido más validez que la brillantez mental de su oponente. Ello nos lleva a pensar que el proceso de cambio en Japón depende más de las formas y después de las ideas, al igual que en otros muchos países, pero no tanto de las personas: los líderes no son tan necesarios como en Occidente.
La cuestión del liderazgo en Japón nos puede ayudar a comprender la importancia de otros cambios estructurales en Japón. Quizás el más llamativo de todos ellos es la pérdida de la autoridad moral de la buroracia, a la que nos habíamos referido anteriormente. Casos como el del retraso en la prohibición del uso de sangre posiblemente contaminada con el virus del SIDA u otros escandalos de corrupción que han afectado no sólo a políticos sino también a burócratas, han provocado una marea antiburocracia en Japón.[11] La marea bajará pero el poso de duda sobre la infalibilidad de los burócratas será difícil de arrancar y su poder se está cercenando desde varios aspectos. Además de los ya mencionados recortes en la autoridad de regular, el periódico Asahi, por ejemplo, proponía recientemente que los servidores públicos no puedan aceptar regalos, con el fin declarado de mantener su ética, algo que habría sido impensable al principio de la década. La perdida de prestigio es irrecuperable y van siendo cada vez menos necesarios para el funcionamiento del sistema: mientras que ya no es automática la entrada como funcionarios de los mejores estudiantes de la Universidad de Tokio (que van prefiriendo entrar en empresas privadas), se buscan alternativas a las funciones para las que, hoy día, son el único cuerpo capacitado. Así, para la formulación de políticas a largo plazo, el Keidanren ha puesto recientemente en marcha un Think Tank que podría servir como alternativa a una prerrogativa que tenían hasta ahora en exclusiva los servidores del Estado y que solo había sido amenazada por pequeños Think Tank puestos en marcha por bancos o por casas de valores como Nomura.[12] Los juicios contra la corrupción también están demostrando la creciente vulnerabilidad de todos los grupos políticos ante el poder de una Justicia que se muestra cada vez más independiente y menos dispuesta a aceptar compromisos. La perseverancia de algunos jueces y los éxitos conseguidos muestran que la sociedad civil está cada vez mas incolucrada en perseguir los abusos del poder.
La búsqueda de una alternativa política con posibilidades de alcanzar el poder, por su parte, es otro de los cambios estructurales que se van dando tras la puesta en marcha del nuevo sistema electoral que favorece la existencia de mayorías. Es previsible que se llegue en un futuro a una alternancia de partidos con unas diferencias que serían equiparables a las que existen en el modelo estadounidense y, tras varios años en que los partidos se creaban con clara intención de servir de refugio temporal (Shintô Sakigake o Nuevo Partido Precursor, Nihon Shintô o Nuevo partido de Japón, Shinseitô o Partido Renacimiento o más recientemente, Taiyotô, o Partido del Sol) ha sido fundado el Partido Democrático o Minshutô con una definición ideológica que, si bien es vaga, denota una intención de durar. Por de pronto, no obstante, el sistema es más equiparable con el coreano (donde la izquierda no consigue alcanzar el poder), o con el thailandés, (donde las coaliciones de gobierno son extremadamente frágiles) que con el norteamericano y mucho menos con ninguno europeo. Y es que, ciertamente, las tendencias socioeconómicas de voto en Japón son diferentes a las de Occidente: los jovenes tienden a votar mas a la izquierda, no se ha encontrado relación entre nivel de renta y elección de partido, está muy marcada la tendencia de voto a la izquerda de los trabajadores de cuello blanco y el voto a los partidos de izquierda se incrementa directamente con el nivel de educacion.[13] De estas cuatro características, sólo la primera es equiparable con Occidente.
En la actual búsqueda de opciones para el futuro, también es necesario conocer esta cultura japonesa para comprender los ritmos de cambio. En el caso de las relaciones exteriores, la alternativa a la Alianza con Estados Unidos se está buscando en un marco y bajo unas formas específicamente asiáticas; así, aunque se participa en foros como APEC (Asia Pacific Economic Conference) o ASEM (Asia Europa Meeting), la opción que cuenta con mayores perspectivas es el ARF o Asean Regional Forum. Puesto en marcha por la ASEAN u Organización del Naciones del Sudeste Asiático como un órgano consultivo en materia de seguridad, ARF permite una resolución de conflictos mas informal y agrupa no solo a los miembros de este club, sino a las grandes potencias (China, Japón, Rusia, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea) en calidad de observadoras. Alrededor de este foro se van resolviendo algunos de los problemas más recientes, como la soberanía de las islas Spratly o el control del caudal del río Mekong, sin titulares de prensa llamativos, "regla número uno de la diplomacia japonesa".[14] En el caso del marco político interno, la modificación de la Constitución redactada por los Americanos durante su período de ocupación es un proceso que está llevando su tiempo, pero que en su día alcanzará frutos. Mientras que hasta ahora el debate estaba viciado por la defensa a ultranza del artículo pacifista y por otros términos, recientemente han pasado a considerarse la necesidad de un cambio desde otros puntos de vista. La necesidad de una modificación de la Constitución (o de una nueva Constitución), mientras cala hondo en la sociedad civil, ha pasado a ser impulsada por el periódico más leído últimamente, Yomiuri, que desde noviembre de 1994 ha iniciado una campaña. Tras establecer un comité, ha propuesto cambios concretos que se pueden ver en su pagina web[15] . La forma de proponer los cambios es muy propia de la cultura política japonesa, permitiendo tiempo para la búsqueda de consenso.
4.- CONCLUSION
El sistema político japonés funciona de forma diferente: ya hemos visto que el consenso se busca y se necesita, y que ello lleva a un proceso de decisiones mas lento. La cultura política japonesa esta llevando a cabo una de sus crisis estructurales, pero no parece ser que sea la definitiva sino, antes bien, una que fortalecerá a la larga al país. Y es que otra característica es la capacidad de regeneración y la conveniencia de las crisis para adoptar soluciones para el futuro. Mientras que en países occidentales es necesario que se llegue a situaciones de violencia para adoptar cambios, en Japón la propia sociedad es capaz de automutilarse voluntariamente si con ello se comprende que es en beneficio de la colectividad. El sentimiento nacional y de lealtad tan intenso, que ayuda a suplantar la falta de liderazgo y a la renuncia a los intereses particulares cuando hay conflictos, también provee un empuje esencial para solucionar situaciones críticas sin necesidad de violencia.
La capacidad de autoregeneración, por tanto, es quizás una de las principales características del sistema político japonés y ello ayuda a comprender las fases que está viviendo la crisis política japonesa. Un claro ejemplo ha sido la capacidad de supervivencia del Jimintô a lo largo de esta crisis: de la derrota y la amenaza de saltar en pedazos ha sabido adaptarse lo suficiente como para volver a triunfar, a pesar de la grave crisis económica y del cansancio hacia el Partido. Para que el sistema siga funcionando, es necesario la existencia de situaciones críticas, pues en Japón se saben aprovechar. No se necesita la violencia para que se tome un giro decisivo y, por tanto, quizás debamos aprender en Occidente de su evolución política y, mas aun, comparar mas frecuentemente las crisis con el caso japonés.
Citas
[1] Delage, Fernando y Manuel Alcántara: "Estabilidad y Capacidad como Legitimidad: El Partido Liberal Democrático Japonés", en Revista de Estudios Políticos, Nº. 75, Madrid, 1992, pp. 297-298.
aponés", en Revista de Estudios Políticos, Nº. 75, Madrid, 1992, pp. 297-298.
[2] Wolferen, Karen Van: The Enigma of Japanese Power. London, PaperMac, 1990, p. 53.
[3] Kyogoku, Jun-Ichi: The Political Dynamics of Japan. Tokyo, University opf Tokyo Press, 1987, pp. 213-16.
[4] Ibid., p. 113.
[5] Ibid., p. 103.
[6] Tase Yasuhiro: "The Power-short Prime Minister", en Japan Echo, vol. XX, number 2, p. 45.
[7] Para un breve semblante de su vida, ver "Shin Kanemaru. Obituary", The Economist, 6-IV-1996.
[8] Para un estudio completo desde el punto de vista japonés, el famoso libro de Kyogoku, op. cit., p. 101.
[9] Un resumen del libro en la revista Time Magazine, 13-VI-1994.
[10] "Pitfalls of a Prophet", por Peter Landers. Far Eastern Economic Review, 19-IV-1997.
[11] Takashi Inoguchi, "Bureaucrats feeling heat from the public" (Nikkei Weekly, 1-IV-1996) muestra las herencias del pasado, al igual que Bernard S. Silberman "The Continuing Dilemma: Bureaucracy and Political Parties", en Social Science Japan N. 7 (Agosto 1996), Shaken, Universidad de Tokio. Ver también el editorial de Asahi Shimbun, "Words of advice toyoung bureaucrats: Do right thing", 14-IV-1997.
[12] The Straits Times, 23-III-1997.
[13] Abe, Hitoshi, Muneyuke Shindô y Sadafumi Kawato: The Government and Politics of Japan. Tokyo, University of Tokyo Press, 1994, p. 163.
[14] Ron Bevacqua, "JP Prime Minister Hashimoto's threating the US", Lista de Discusion H-JAPAN. 25-VI-1997.
[15] Http://www.yomiuri.com. Ver editorial de 24-III-1997 "Constitutional reality check needed". También, sobre esta cuestión, informe de Japan Echo (1993), vol. 22, no. 1.
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