TURISMO SUSTENTABLE: EL PLANTEAMIENTO INICIAL PARA UNA DISCUSIÓN QUE CONTINÚA…
Maximiliano Korstanje
Argentina
maxikorstanje@hotmail.com
RESUMEN
El desarrollo es un término que ha despertado un extenso debate dentro de las filas de la antropología. Dos tendencias, van a surgir en los abordajes teóricos sobre el desarrollo. Por un lado, la liberal la cual presupone que existen sociedades ubicadas en estadios diferentes de desarrollo cuya carrera es en forma lineal y se lleva a cabo por el uso de la “racionalidad”; y por el otro, la neomarxista o de la dependencia, que sostiene existen países de gran concentración del capital que dominan a los países periféricos. Para éstos últimos la figura del desarrollo adquiere una naturaleza ideológica cuyo objetivo es mantener el control social y la hegemonía. Nuestro planteamiento enfoca a la necesidad de discutir críticamente no sólo que comprendemos por desarrollo sino también por turismo sustentable.
Palabras Claves: Antropología del desarrollo, Antropología para el desarrollo, Hegemonía, Turismo sustentable.
Pulse aquí para bajarse el artículo completo en formato PDF.
1. INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo es un intento de reflexión crítico sobre la relación entre el desarrollo y el turismo moderno como forma sustentable para lograr el crecimiento local de una población. En este sentido, existe una fuerte oposición de una parte de la antropología, hacia los antropólogos prácticos. En primer lugar, están quienes creen que la antropología debe intervenir en el mejoramiento de los grupos observados y quienes (segundo) creen que como Ciencia sólo debe remitirse a describir o explicar lo que observa. En este sentido, como disciplina académica, la antropología debe remitirse al “como son” y no al “como deberían ser”. Dos puntos importantes surgen de esta tensión. A) La distinción entre antropología y desarrollo social y b) un complemento entre ambos.
Asimismo, la idea de establecer que existen sociedades “desarrolladas” es involuntariamente aceptar que existen otras que no lo son. En consecuencia, considerar que algunas sociedades deben desarrollarse es parte de los prejuicios evolutivos de los cuales la antropología moderna intenta desprenderse. Existe un contenido de tipo político en sostener que ciertos grupos en ciertos parámetros pueden configurarse o no en un grupo desarrollado. Esta idea viene de mucho tiempo atrás, del iluminismo, etapa considerada clave donde los hombres tendían a pensar que existía una carrera evolutiva hacia la racionalidad y posteriormente de la época colonialista donde la idea de progreso se consolida como un ideal palpable y una forma de medir las diferencias entre los grupos humanos.
Dos tendencias, van a surgir en los abordajes teóricos sobre el desarrollo; por un lado, la liberal la cual presupone que existen sociedades ubicadas en estadios diferentes de desarrollo cuya carrera es en forma lineal y se lleva a cabo por el uso de la “racionalidad”; y por el otro, la neomarxista o de la dependencia, que sostiene existen países de gran concentración del capital que dominan a los países periféricos. Para éstos últimos la figura del desarrollo adquiere una naturaleza ideológica cuyo objetivo es mantener el control social y la hegemonía (Escobar, 1995) (Grillo, 1985) (Hobart, 1993).
2. EL DESARROLLO Y LA HEGEMONÍA
¿Pero que entendemos realmente por desarrollo?. Según los autores de la antropología del desarrollo, la misma ha surgido en el discurso del presidente Truman el 20 de Enero de 1949. Desde ese entonces, la palabra ha adquirido un sentido específico (político) entre los hombres: los que pertenecen a un mundo desarrollado y aquellos excluidos de éste. (Escobar, 1997) (Viola, 2000) (Esteva, 2000). Con A. Isla, entendemos por lo político a “las prácticas y discursos verbales, expresados tanto en relaciones sociales como en campos de simbolización e identificación, relacionados a expresiones de poder (y por ende a formas de autoridad y jerarquía) conscientes y/o no conscientes, que se manifiestan tanto en el espacio público como en el privado” (Isla, 2005:298).
No obstante, en este punto es necesaria una distinción. La posibilidad de mejorar ciertos aspectos de la vida cotidiana es inherente a la capacidad humana de construir y también de destruir. A esta tendencia, se le puede poner muchos epítetos pero su sentido más amplio nos lleva a suponer que existe una oportunidad de cambio (positivo) en el entorno. Esto no significa que el desarrollo se convierta en alienante, sino es por medio de los procesos simbólicos y políticos que le han dado fuerza y nombre; “oikoumene”, “desarrollo”, “limes” o “fronteras” son construcciones sociales las cuales asignan sentido a las prácticas. El hecho de llamar “desarrollados” a ciertos grupos, inevitablemente pone en el otro lado de escena a los “no desarrollados”. Por tanto, coincidimos existe la posibilidad de mejorar el entorno pero a la vez de generar desigualdades (políticas) en ese intento.
Más específicamente, el carácter etnocéntrico de la palabra desarrollo ha sido ampliamente debatido y estudiado por Rist (1996). Es posible, que a su alrededor se haya despertado todo una serie de prejuicios y estereotipos ideológicos los cuales subyacen en marcar la diferencia entre los pueblos. Como ya observó Claude Leví-Strauss los hombres tienen una tendencia inexpugnable a diferenciarse entre sí en la vida cultural, si logran igualar sus diferentes círculos de pertenencia en la vida biológica. (Leví-Strauss, 2003)
Inicialmente, el análisis cultural se cuestiona sobre la posibilidad de que exista una hegemonía cultural univoca la cual se ubica por fuera de todas las fronteras. Escribe Dumont “así, todo el mundo sabe que hay dos clases de países, los países desarrollados y los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, y no están tan lejanos los tiempos en que el desarrollo se concebía como algo perfectamente unívoco y uniforme, aunque las cosas se hayan medianamente matizado y complicado en los últimos treinta años” (Dumont, 1988: 160).
Para nuestro autor, el problema se centra en las diversas formas de interacción cultural entre “los pueblos” y la influencia de la civilización moderna como construcción global en todas ellas bajo formas específicas de dominación (aculturación). Dumont discute directamente la noción de “metacultura” como entidad por encima de las demás constituciones culturales; la modernidad y sobre todo la ideología entonces se perfilan como mecanismos generadores de etnocentrismo. En otras palabras, “cuando, bajo el impacto de la civilización moderna, una cultura dada se adapta a lo que para ella constituye la modernidad, construye representaciones que la justifiquen a sus propios ojos en comparación con la cultura dominante” (ibid: 170). Esta clase de aleación (alienación) de ideas y valores crea dos direcciones, una mira hacia el interior en forma auto-justificativa e individualista, la otra hacia el exterior en forma universalista.
De esta manera, según el autor ciertos grupos generan dependencia sobre otros; en tal caso, la imposición/adquisición de la palabra “desarrollo” dentro de la jerga económica de mediados del siglo 20 no parece ser la excepción. Mientras ciertas culturas exportan formas ideológicas hacia una cultura universal, otras importan esas ideas tomándolas como paradigmas válidos de adaptación. El modelo del profesor Dumont, nos es ciertamente útil a la hora de explicar como una idea particular se auto justifica desde dentro para luego pasar a una cultura (exterior) dominada en forma universalista generando un doble juego de identidad global y reclamo local generando formas híbridas. En otras palabras, la difusión ideológica no es hegemónica para Dumont sino que permite a las culturas locales añadir elementos propios y singulares según por los cuales las ideas trascienden a través de los tiempos en similitud y diferencia.
Por otro lado, se torna interesante la idea de pensar al placer como una forma de desarrollo la cual -además- coadyuve en reforzar ciertas diferencias pre-existentes. Como bien criticaron Esteva (2000) y Escobar (1997) el desarrollo supone el mejoramiento de ciertas pautas o situaciones dadas por medio de la intervención y/o ayuda económica. Esto supondría que un grupo puede mejorar su formación, su nivel económico, su forma de vida sólo si aceptara la ayuda de los países llamados “desarrollados”.
Así, esta “utopía” no sólo despertó muchos adeptos sino que pronto vio o (mejor dicho) demostró su lado oscuro (Esteva, 2000). Lo que se conoce como la etapa del “Estado de Bienestar” intenta quebrar un proceso de acumulación ininterrumpida para propugnar por una mayor redistribución del ingreso; y en ese sentido, no es nada extraño que el “termino bienestar” esté presente en la mayoría de los discursos políticos tanto en los países que buscan el desarrollo como aquellos que pretenden enseñarles como obtenerlo. Al respecto, Cardarelli y Rosenfeld (1998:70) advierten “en este marco, las tensiones que aparecen más fuertes y condicionantes de la participación social en los tiempos de la democracia son: eficiencia – equidad, crecimiento – empleo e inclusión-exclusión.”
La planificación como institución racional debería (entonces) asegurar un correcto desenvolvimiento y concreción de las estrategias a seguir. De esta manera, según Esteva se extiende a todo el mundo (en forma de conquista ideológica en el mejor sentido marxiano) la noción de escasez. A tal efecto, la vida social se centraría exclusivamente en la “piedra angular de la escasez”. En resumidas cuentas y según el autor, se parte del supuesto de que los deseos del hombre son elevados en comparación a sus recursos; por tal motivo, la planificación estratégica lo ayuda a organizar racionalmente sus recursos para cumplimentar sus expectativas. Se parte, así de una visión mutilada de la naturaleza humana la cual lo subordina al orden económico vigente. El discurso de Truman marca un antes y un después no sólo en la cuestión del desarrollo sino la incursión de los Estados Unidos en la escena política mundial.
En efecto, el desarrollo se conforma como una forma de pensar la “evolución” y crecimiento de las naciones en forma lineal según el prisma nórdico occidental. Pero, no todos “crecieron” de la misma manera. Mientras la Europa (germánica) y los Estados Unidos configuraron sus sistemas productivos según sus propias lógicas, el resto de los países involucrados pusieron en tela de juicio los valores que propugnaban el desarrollo y la modernidad. En primer lugar, por una especie de comprobación empírica de las “falsas” promesas universalistas del paradigma; segundo, por las desilusiones que la racionalidad y el liberalismo trajeron consigo generando (a la vez) mayor inequidad, pobreza y dependencia de los sectores internos (Schnapper, 1988:175).
En esta misma línea, Corbalán (2004) marca el hito de la hegemonía estadounidense entre las décadas de 1980 y 1990. En ese lapso, los Estados Unidos cambiaron el eje discursivo de la “conquista”. La racionalidad como modelo de distinción dio origen, en su lugar, al concepto de “gobernabilidad”. Los especialistas, para ser más exactos los trilateralistas, propugnaron abolir la lógica intervencionista del Estado y sustituirla por la del “libre mercado”. La progresiva pérdida de hegemonía de los Estados Unidos luego de la irrupción cubana, la liberación de África, y los movimientos independentistas en el medio oriente, conllevó a un cambio de dirección en plan de control. El disciplinamiento, a diferencia del colonialismo, no se hacía sobre la población por medio de la coacción sino por medio de las fuerzas de trabajo.
3. EL TURISMO COMO FORMA DE DESARROLLO
En los últimos treinta años, el turismo ha pasado a formar parte de la economía mundial como una de las actividades más “prometedoras”. Si bien por su naturaleza posee ciertas sensibilidades hacia los estímulos hostiles del medio (como ser catástrofes o conflictos), se ha sabido ubicar en la mayoría de las culturas del globo. Entre los mecanismos que han ayudado a su consolidación podemos citar brevemente a los siguientes factores: a) una alta tecnificación capitalista que mejoró las formas de transporte, b) la reducción de las horas laborales lo cual dio mayor tiempo de ocio, c) un aumento salarial acorde en ciertas sociedades “desarrolladas”. (Khatchikian, 2000) (Getino, 2002) (Wallingre, 2007).
Es interesante la posición en este tema de los sociólogos marxistas por cuanto que su concepción del turismo, no obedece a la naturalización de sus dinámicas productivas. Es decir, no dan por supuesto que las relaciones de producción en el turismo sean un fenómeno natural sino que cuestionan críticamente como una mercantilización del Tiempo libre. Así, Zamora y Garcia (1988:15) explican que “existe para nosotros un axioma que opera como punto de partida metodológico en el estudio del tiempo libre como fenómeno social. Es el siguiente: consideramos que la cultura de la sociedad en general y del hombre en particular (cultura en el sentido antropológico) tiene dos fuentes: el trabajo, que es la fuente primitiva y fundamental, y las actividades de tiempo libre. A su vez, en términos de categorías socio-económicas, trabajo y actividades de tiempo libre constituyen un binomio inseparable”. En otras palabras, la oposición entre trabajo y tiempo de no trabajo es anterior la actividad turística y en consecuencia también al desarrollo.
Por su lado, De Kadt cuestionó seriamente las bases del desarrollo turístico como una forma de mejoramiento en la calidad de vida de aquellos pueblos que incursionaban por primera vez en este rubro. En concordancia, con la tesis de la periferia, de Kadt sostiene que en aquellos países los cuales han tenido un pasado de subyugamiento y dominación colonialista, tendrán menores posibilidades de experimentar “el desarrollo turístico” en forma positiva; en comparación con aquello quienes no experimentaron ningún lazo de dominación. (Kadt, 1992).
Para el caso de Turner y Ash, el turismo era simplemente una forma más de dominación ideológica capitalista. Los grandes centros de acumulación del capital, se conformaban como los centros emisores de turistas e inversionistas, quienes a su paso hacían uso del consumo como su principal característica. Los países “no desarrollados” sólo cumplían un rol pasivo en albergar a estas verdaderas “hordas doradas” (turistas) las cuales agotaban todo recurso disponible a su alrededor. (Turner y Ash, 1975). En la actualidad, diversos investigadores y reconocidos académicos recomiendan al turismo como forma segura y sostenida de generar riqueza, participación social, endo-crecimiento, la revalorización o rescate cultura, y el desarrollo de ciertas localidades o sitios que no poseen una infraestructura industrial previa.
Esta postura (corriente) crítica dio como origen la noción de Turismo Sustentable, el cual a diferencia de su predecesor (el turismo convencional) tenía como objetivo el cuidado del medio ambiente, y el desarrollo de la población anfitriona. La planificación (como instrumento de la racionalidad humana) sería capaz de organizar y articular los diferentes componentes del sistema turístico para paliar las consecuencias negativas del mismo.
4. CONCLUSIÓN
Con la antropología del desarrollo puede considerarse la hipótesis que la hegemonía de los Estados Unidos se ubica a mediados del siglo XX con los primeros discursos sobre ayuda económica para los países “del tercer mundo” y se ha consolidado (posteriormente) con la tesis trilateralista de los préstamos de los organismos financieros internacionales sobre ciertos Estados solicitantes. A ello se agrega, la conformación del Turismo (dentro de otras muchas industrias o actividades) como un fenómeno económico o instrumento de “desarrollo”; recomendando por los “expertos” y instituciones de ayuda financiera funcionales al poder estadounidense y europeo.
En la actualidad, diversos investigadores y reconocidos académicos recomiendan al turismo como forma segura y sostenida de generar riqueza, participación social, endo-crecimiento, la revalorización o rescate cultura, y el desarrollo de ciertas localidades o sitios que no poseen una infraestructura industrial previa. (Acerenza, 1991) (Bullon, 1985) (Vitry, 2003) (Dos Santos y Antonini, 2004).
Una postura crítica hacia el tema, nos lleva a cuestionar en forma directa la noción de turismo sostenible por varios motivos: a) se establece como forma económica en grupos marginados histórica y socialmente acentuando aún más la dependencia; b) se construye bajo la noción de que existen sociedades “desarrolladas” y “subdesarrolladas”; c) considera a los grupos humanos como ubicados en un continuum lineal evolutivo; d) interviene en el campo desde una perspectiva moral occidental interpelando uni-culturalmente a las culturas no occidentales (indoeuropeas); y por último e) toma como “paradigma” al ordenamiento de los recursos existentes (racionalidad) como uno de los parámetros universales aplicables al común de la humanidad; creando por defecto, sub-humanidad en aquellos grupos que no comprenden este concepto.
5. REFERENCIAS
Acerenza, Miguel A. (1991). Administración del turismo: conceptualización y organización. México: Editorial Trillas
Boullon, Roberto (1985). Planificación del Espacio Turístico. México: Trillas.
Cardarelli, Graciela y Rosenfeld, Mónica. (1998). Las participaciones de la pobreza: programas y proyectos sociales. Buenos Aires: Editorial Paidos.
Corbalán, María A. (2004). “Intervención y disciplinamiento: función política de los organismos internacionales de crédito”. Ciclos, año XVI, Volumen XVI. Número 27. Pp.:1-15.
Dos Santos Correa, Roselys y Antonini Oliveira, Bianca. (2004). “La gastronomía típica de la Isla de Santa Catarina, Brasil: su identidad como atractivo para el turismo cultural”. Estudios y Perspectivas en Turismo. Volumen 13. números 1 y 2. Pp.:89-110.
Dumont, Louis. (1988). “El Individuo y las culturas o como la ideología se modifica por su misma difusión”. En Todorov, Tzvetan. Cruce de Culturas y mestizaje cultural. Madrid: Ediciones Jucar. Pp. 159-172.
Escobar, Arturo.
o (1997). “Antropología y Desarrollo”. Revista Internacional de Ciencias Sociales. Número 154. UNESCO.
o (1995). Encountering Development: The Making and unmaking of the Third World. Nueva Yersey: Princeton UP.
Esteva, Gustavo. 2000. “Desarrollo”. En Viola Andreu (Compilador). Antropología del Desarrollo. Barcelona: Editorial Paidos.
Getino, Octavio. (2002). Turismo: entre el ocio y el neg-ocio. Buenos Aires: Ediciones Ciccus.
Grillo, Ralph. 1985 “Applied Anthropology in the 1980s: retrospect and prospect”; en: Grillo, R. y A. Rew (ed.) Social Anthropology and Development Policy. Londres: Travistock.
Hobart, Mark (1993) An Anthropological Critique of Development. Londres: Routledge Ed.
Isla, Alejandro. (2005). “Cultura política y desarrollo: controversias en torno a un proyecto de producción comunal”. En Isla, Alejandro y Colmegna, Paula (comp.) Política y Poder: en los procesos de desarrollo. Buenos Aires: Editorial de las Ciencias.
Kadt, De Emanuel. (1992). Turismo: ¿pasaporte al desarrollo?. México: Editorial Endymion.
Khatchikian, Miguel. (2000) Historia del Turismo. Lima: Universidad San Martín de Porres.
Lévi-Strauss, Claude. (2003). El Pensamiento Salvaje. México: Fondo de Cultura Económica.
Rist, Gilbert. (1996). Le développement histoire d une croyance occidentale. Paris : Prensa de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas.
Schnapper, Dominique. (1988). “Modernidad y Aculturaciones a propósito de los trabajadores emigrantes”. En Todorov, Tzvetan. Cruce de Culturas y mestizaje cultural. Madrid: Ediciones Jucar. Pp. 173-205.
Turner, Louis y Ash, John. (1975). The Golden hordes: International Tourism and the pleasure Periphery. Londres: Constable Edit.
Viola, Andreu. (2000). “La Crisis del desarrollo y el surgimiento de la antropología del desarrollo”. En Antropología del Desarrollo. Barcelona: Paidos.
Vitry, Christian. (2003). “Fiesta Nacional de la Pachamama: el ritual de alimentar a la tierra”. En Gastronomía y Turismo: cultura al plato. Lacanau Gloria y Norrild Juana (coordinadores). Buenos Aires: CIET. Pp. 227-244.
Wallingre, Noemí. (2007). Historia del Turismo argentino. Buenos Aires: Ediciones Turísticas
Zamora, Rolando y García, Maritza. (1988). Sociología del Tiempo libre y consumo de la población. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Comit Director: |