Miguel Alberto González González
Magíster en Educación Universidad de Manizales
The middle age of the philosophy in the crisis of the environment
Resumen
La crisis del medio ambiente pasa por una serie de circunstancias que los humanos no hemos logrado enfrentar de manera clara. Un ejemplo de ello es la debilidad de la filosofía para enfrentar la problemática mundial en te-mas ambientales, y parece que estuviera de retorno a la edad media, donde la filosofía brilló por su ausencia para dar paso al dogma religioso que tenía perspectivas filosóficas.
En pleno siglo XXI, las discusiones ambientales pasan por intereses económicos-científicos, mientras los filósofos se adormita-ron, acallando sus plumas y no dando espa-cios para la discusión. El tema ambiental les preocupa a los demás, pero el pensar filosófico en dicho tema sigue tan pobre como en la edad media.
Se presentan unas insinuaciones para abordar el tema ambiental que supere la mera curiosidad literaria o la dictadura de lo científico que, en muchos casos, se plega a los instintos económicos.
Abstract
The crisis of the environment go through a se-ries of circumstances that the humans we have not managed to face of clear way. A clear example is the weakness of the philosophy to face problematic the world-wide one in envi-ronmental subjects, and seems that the philosophy was of return to the middle age, where the philosophy shone by its absence to take step to the religious dogma that had philosophical perspective.
In the heat of century XXI, the environmental discussions pass through interests economic-scientists, while the philosophers were sleeping themselves, silencing their pens and not giving spaces for the discussion. The environmental subject worries to the others, but philosophical thinking about this subject follows as poor as in the middle age.
It appears to approach the environmental subject that it surpasses the mere literary curiosity or the dictatorship of the scientist that, in many cases, gives up to the economic instincts.
Palabras clave: Medio ambiente, pensamiento, crisis, filosofía, edad media, responsabilidad, sugerencia, insinuación.
Key words: Environment, thinking, crisis, Philosophy, Middle age, responsibility, suggestion, insinuation.
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Si los aforismos tienen algo de cierto, la amargura de un paisaje colapsado resaltará su belleza, quizás la amargura sería por lo que se tuvo, por lo que dejamos perder, por la pobreza de la filosofía para abordar la problemática, en un movilizar os-curecido y amargo por las ansias de belleza metafísica.
Edad Media es la expresión utilizada para referirse a un período de la histo-ria europea, aunque pretende hacerse creer que es para toda la sociedad, la cual transcurrió desde la desintegración del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d. n, e, hasta la caída de Constantinopla en 1453. Asimismo fue la época de las cruzadas acaecidas entre el siglo XI y XIII. También se señala como fecha de la invención de la imprenta en 1455, o el descubrimiento de América en 1492, el mismo año en el que los moros –musulmanes- son expulsados de España después de siete siglos de dominio en la península ibérica.
La edad media se caracterizó, entre otras, por su dogmatismo, manera sesgada de mirar el mundo con la presencia de un dios cristiano que en lugar de liberar secuestraba, sometía y trituraba conciencias. Ese período de mil años, que no se puede registrar de un solo trazo o con distraídas anécdotas, tuvo momentos de resplandor que no siempre se le quiere reconocer, pero en términos generales la edad media registra una etapa en donde el pensamiento poco evolucionó para dar paso a un dominio religioso despiadado, oscurantista, en un evidente retroceso a la libertad material y de ideas, incluso se pretendió imponer un solo modelo para facilitar el control social como lo pretendió, sin ser el único, el imperio carolingio.
La Nueva Edad Media, según María Dolores F.-Fígares, se ha venido anunciando desde 1930 por el ruso Nicolás Berdiaeff, quien planteó la medievaliza-ción de la sociedad. Lo dramático es que en el siglo XXI ha tomado mayor fuerza, puesto que se dan unas similitudes como: las dificultades de comunicación –el exceso de información, afecta como la carencia-, la especialización tecnológica, la inseguri-dad y provisionalidad, el formalismo intelectual, la presencia de los señores de la gue-rra, el surgimiento de herejes e inquisidores y la pretensión de establecer una lengua común, entre otros.
Aunque idos están esos tiempos, no indica que fuesen superados. A veces, así parece que estamos hoy con la filosofía en relación con el medioambiente, como si estuviera de vuelta al oscurantismo, quizás por eso a los filósofos oscurantistas les/nos agrada buscar culpables, satanizar a los demás, mientras ellos, como los curas inquisidores, que aún existen, persisten en juzgar y condenar a los demás. En ciertas épocas la filosofía, en su fuero interno y externo, no pasa de hacer unos pequeños ruidos, en remedos de misas, que finalmente no salvan a nadie, pero si dejan, de modo parcial, un poco tranquilos tanto a los oficiantes como a los feligreses.
No es que los temas abordados por el pensar filosófico sean intrascendentes, pero, en ocasiones, abandona lo fundamental para continuar en discusiones bizantinas, en refinamientos etéreos o en academicismos que toman demasiado tiempo en resolverse en relación con los aportes vitales que entregan a la subsistencia de las especies.
Durante el desarrollo de esta ponencia se harán unas insinuaciones, que podrían constituirse en referentes de estudio, en insinuaciones de prognosis para in-cursionar en un pensamiento ambiental de orden diverso al que se viene dando des-de el ámbito filosófico.
Insinuación primera: La necesidad creó el órgano. Engels amigo y cola-borador de Marx, criticó de manera frontal los dualismos, viendo como absurdo y anti-natural la antítesis entre espíritu y materia u hombre y naturaleza, destacó que la ne-cesidad creó el órgano. De esto ser cierto, las empresas con sus capitales salvajes, habrán de ser relevadas por instituciones menos caóticas y los filósofos que continúen en universos etéreos serán reemplazados por otra generación de pensadores que compartan su mundo vital con la sociedad. ¿Cómo habrán de ser esas instituciones? ¿Cómo se forjarán esos pensadores? No olvidemos que toda época tiene su moderni-dad y su propia crisis, es decir, los humanos vivimos en, por y para la crisis, así las cosas, y para ser consecuentes con Engels estaremos en tránsito a unos pensadores diversos a los de hoy. Al encontrarnos en una necesidad de relevo, el órgano está en camino, sería un golpe certero de la evolución.
La pregunta por el medio ambiente
Preguntarle a la filosofía por el medio ambiente es exigirle que abandone, así sea por un corto espacio, los dislates metafísicos. Es forzarla a salir de su concha, de su mundo de marfil, consiste en provocar una discusión que, en un principio, ha es-tado liderada por grupos ambientalistas, organizaciones no gubernamentales e inclu-so, hasta mejor comprendida por los medios de información que por la filosofía o la educación misma.
Por si acaso, existe la filosofía del medioambiente, una rama que quiere despertar del letargo y reflexionar sobre lo ecológico. Así las cosas, el principal valor de la Filosofía del medio ambiente es poner de relieve y argumentar de forma persua-siva que las actuaciones decisivas en materia ecológica no sólo son de naturaleza éti-ca, sino que también hay imbricaciones políticas, económicas, culturales, estéticas, científicas, metafóricas y míticas entre otras. Es sabido que la ecología puede propo-ner determinadas soluciones, pero la adopción de las mejores medidas no es algo que dependa de la calidad de las propuestas, en definitiva, está sometida al vaivén de la política y a la dinámica del mercado. Si se dejan las soluciones ambientales al juego de los partidos políticos o al juego de contradicciones del mercado, las perspectivas de perlaboración no serán las más óptimas ni sanas. Queda en el medio una estela de pequeñas fuerzas entrópicas que inciden en los resultados finales, dándole razón a la pensadora Patricia Noguera, cuando escribe que falta reencantar el mundo en una re-conciliación a partir de la dimensión ambiental. Es decir, si ello no sucede y no reen-cantamos la política y el mercado de capitales, el devenir ecológico estará en frag-mentaciones y panoramas de tremor.
Hay un palimpsesto frente al medio ambiente, una escritura borrada y rees-crita encima, en una multiplicidad de voces, a veces, discordantes y atosigantes. La preocupación por lo ambiental debe estar en constante vibración en un trayecto-deyecto-proyecto, donde el preguntar se deslice instigado por las prácticas filosóficas que demande una constante re-visión, en un evidenciar los usos tecnológicos y las re-percusiones ambientales de los dispositivos tecnológicos, rescatando que cualquier acción genera una reacción y en el plano ambiental no podemos darnos el lujo de con-tinuar en la pedagogía ensayo-error sin prever las consecuencias. Ha de inquirirse ¿qué de lo político en el aula indaga o no por lo ético ambiental? Evitando alejarse de lo que es un auténtico pensar. Se rastreará en poiesis, en desocultamiento de la mi-mesis en negativo, puesto que para Aristóteles todas las artes son mimesis y la base del aprendizaje se da por mimesis o imitación. Se incursionará por las propuestas que son elementos creadores en un hacer o contemplar y establecer cuáles son copias deshonrosas de lo existente. Descubrir si hay simulación de la realidad y los pasos que propician ello. Finalmente, es necesario reconocer las actividades que conducen a la formación emancipadora o conllevan al mantenimiento de falsos ídolos. ¿Cuánto de mito es el medio ambiente? ¿Cuáles son los niveles de realidad que anuncian el holocausto ecológico?
La raza humana está llena de pasión o exceso de reflexión con dificultades de articulación, en donde el hombre llega a ser libre a través de los sueños y se escla-viza en el tránsito a la realidad, entendiendo que las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo, ocultar la realidad o alterar el desenlace humano ¿la verdad es un despeje, un encubrimiento o ambas? Si la exigencia de respetar el medioambiente no es real, se corre el peligro de ser un sueño, acercándose a pesadilla. Para navegar más allá del atardecer siempre se requerirá de un denuedo, de un antojo por lo veni-dero, entonces no esperemos el atardecer, el oscurantismo del medio ambiente para navegar en desconcierto, sabiendo que desde ahora aún podemos iluminar el camino para no caer al abismo inquisitorio o al régimen de la queja.
Insinuación segunda. Ecce homo, he aquí al hombre. Génesis-Apocalipsis-mesianismo. Estas categorías bíblicas de nacimiento-creación, muerte-destrucción y defensa-salvación han sido recurrentes en el acontecer humano. Es in-dudable que la preocupación por el medio ambiente viene siendo abordado por mu-chas disciplinas, por activistas, grupos religiosos, minorías étnicas, pero los filósofos, salvo los no oscurantistas, no parecen haber asumido el asunto con denuedo, permi-tiendo que con terrible impunidad emerjan grupos que se ubican entre los forjadores-en-génesis, los profetas y/o predadores-apocalípticos y los protectores-mesiánicos. En todo caso las siguientes preguntas deben ser hilvanadas y reformuladas en su régi-men de validez:
o ¿Existirá crisis del medio ambiente del modo que se anuncia?
o ¿Entramos a un epigonismo ecológico-conceptual?
o ¿Hay Apocalipsis ecológico o sólo existen unos predadores lingüísticos?
o ¿Estamos como en la edad media, sólo viendo paganos, herejes y enemi-gos?
o ¿Hemos comprendido el desenvolvimiento de la naturaleza o estamos en deuda de conocimiento?
o ¿Cuál es la utopía de los mesianismos? ¿Quizás toda su andadura?
Relación hipocresía-mentira
Este tema de cuán hipócritas somos y qué tan cercana es la hipocresía a la mentira, no es un asunto del medio ambiente, pero si lo puede afectar en tanto no re-conozcamos que la hipocresía humana para abordar los problemas con autenticidad y la mentira que se teje desde el poder no son fáciles de desocultar. Los discursos que sustentan el poder son tan potentes en su camuflaje que se requiere un esfuerzo des-comunal y aguzado ingenio para debilitarlos. ¿Si el medioambiente está en resquebra-jamiento, cuál es el poder que así lo posibilita?, ¿será el poder de la debilidad? Las mentiras, se menciona sotto voce, vienen de las grandes multinacionales y la hipocre-sía, insisten los críticos, descienden de los gobiernos que nos hacen creer que están invirtiendo en la conservación del ambiente para una vida saludable. Lo contradictorio es que cuando se descorren las supuestas verdades, aparece el gobierno con sus ac-ciones de fuerza y las empresas con un silencio brutal, no hay quien les haga sombra.
La ecología no es un asunto trivial, aunque a veces lo trivializamos de la forma más descarada. Esto por que no hay claridad en esa relación con la exterioridad que propone Foucault, esa articulación con el afuera desaparece sin que haya un due-lo al respecto. Los filósofos, en el más de los casos, abordamos el asunto del medio ambiente como si estuviéramos en una mañana de fiesta, donde el pensamiento pasa por una muerte temporal con síntomas de no resurrección, ahí, el afuera se ignora, se extingue en una pobreza sobrecogedora.
Edgar Garavito en el texto Sujeto y poder nos advierte que es propio del fi-lósofo señalar la urgencia de transformar el modo de ser del pensamiento. Esa trans-formación, muchas veces, transita por el esnobismo, sin lograr distinguir, como nos advierte el Nóbel turco de literatura Orhan Pamuk, esa conexión cotidianidad-protocolo. ¿Cuándo la cotidianidad es un protocolo?, si lo cotidiano se distancia del protocolo, entonces ¿para qué nos sirve el protocolo?
Aquí asumiremos el protocolo como los pasos para cumplir alguna activi-dad, o ese conjunto de reglas a seguirse en ciertos actos o con determinadas perso-nalidades. El protocolo, a veces, fractura lo cotidiano, en tanto que lo cotidiano es lo habitual, lo que acaece en la rutina. ¿La filosofía entró a lo cotidiano en relación con el medio ambiente, o se encuentra en los pasos del protocolo? ¿Es posible transformar el pensamiento desde la cotidianidad?
Insinuación tercera: Anceps imago, hombre de dos caras. A la palabra le es imposible la transparencia. Abordar la anterior queja nos pone en guardia, Nietzsche dice que en toda queja hay una pequeña dosis de venganza. Esta obser-vación hay que revisarla a fondo para evitar deseos justicieros contra quienes han apabullado el medio ambiente, o para quienes no hemos hecho nada en la conserva-ción, sin olvidar que, mirado sin apasionamientos, todos somos, y para sonrojarnos, culpables de todo. Somos portadores de muchas caras, tantas máscaras lingüísticas que a la palabra le es imposible hacerse transparente.
El cronotopo de los discursos
El filósofo y semiólogo ruso Bakhtin (1895-1975) introdujo la idea de que en toda novela hay un tiempo y un espacio interior al discurso, denominándolos crono-topo del discurso. Esta categoría bien puede extenderse a cualquier actividad humana que necesariamente está enmarcada dentro del espacio y del tiempo que le son pro-pios y, en muchos casos, difieren del conjunto. Cuando ello no entra en articulación con el entorno se produce una ruptura, tal resquebrajamiento fractura la realidad, y eso es lo que, al parecer, le viene ocurriendo a la problemática del medioambiente. Hay un cronotopo del discurso filosófico que, en su mayoría, está alejado de la reali-dad ambiental, el cual luce dislocado y desbordado del espíritu de la época, igual acontece con el cronotopo de los hombres que, en pocas ocasiones, se ajusta a lo ambiental. Tres discursos que suelen ir a sus propios ritmos, la descarnada trinidad se desvanece en un deslucido e inconexo tríptico.
El presente es más pobre que el futuro y el pasado, la pobreza del presente nos hace fugar a otros tiempos, emergiendo así un problema del cronotopo del dis-curso, ese lapso de tiempo y espacio que no siempre coincide entre los hombres. Por ejemplo, para una organización económica el tiempo es dinero, para un grupo religio-so es purificación, para el medio ambiente, el tiempo constituye un andamiaje para la vida, y al cabo que para la filosofía, el tiempo es un magma para sus reflexiones meta-físicas. Con el espacio sucede algo similar, para la industria lo importante es el espa-cio para maniobrar, a la filosofía el espacio se le constituye en otro fundamento de los devaneos etéreos, mientras que para el medio ambiente el espacio que se contamina requiere de mucho tiempo, más del que el hombre está dispuesto a conceder, para recuperarse de las secuelas.
En los discursos surgen contradicciones que no siempre se logran resolver. Por ejemplo, Savater en el texto Mitos y fantasmas del fin de siglo, expone que ahora el mundo está menos contaminado que en el siglo XII, no existen las pestes que se generaban por consumo de agua contaminada, aclarando que “de modo que ecológi-camente no es verdad que nuestro mundo sea mucho peor que el de hace cuatro o cinco siglos”. Distingue que la sobrepoblación, la utilización de combustibles fósiles, la deforestación de la Amazonía, la destrucción de la capa de ozono, el aumento de ba-sura y las mismas guerras nos ex-ponen en peligro ambiental. Como se deriva, por un lado hay menos riesgos del surgimiento de una pandemia, pero, por el otro, se percibe una desolación por la finitud y riesgo en que están los recursos renovables y no reno-vables.
Esta observación venida de un pensador de la ética no puede pasarse por alto así no más. Es necesario reconocer que, en efecto, se han provocado unos daños el ecosistema, cuyos límites de resistencia aún no alcanzamos a comprender, puesto que de seguir en tales lógicas devastadoras deberíamos irnos preparando para situa-ciones descomunales e innombrables en sus devenires, así existan mayores expecta-tivas de vida. Da la impresión que a más años de vida humana, menos futuro ambien-tal, paradoja que, muy al estilo medieval, sigue sin resolverse.
Boaventura en su libro De la mano de Alicia, asevera que la degradación ambiental se da entre otras cosas por la intensificación de los cultivos de exportación, la destrucción de los bosques tropicales aunada a la poca conciencia de reforestación, la explosión demográfica y la globalización de la economía. Destaca que los países del norte se especializan en la polución industrial y quieren exportar esa polución hacia los países del sur. Tómese en cuenta lo terrible de la expresión especializan, lo que muestra una racionalizada idea de destruir y hacer dinero a todo costo, en una evidente continuidad de la propuesta de Maquiavelo, importa el fin, no los medios.
Savater y Boaventura, en sus reflexiones, algo dedican a la problemática del medioambiente, pero, evidentemente, no es suficiente ante el adverso horizonte que pronostican. Falta mayor presencia discursiva y escrita que llamen, con auténtica fuerza, la atención de la, venida a menos, masa de pensadores.
Aquí ya no se podría continuar sindicando, sino que se exige una acción mancomunada, ahí si globalizada. Lo que sucede es que el hombre no ha logrado comprender la expresión progreso al lado de otras categorías como la seguridad o la integración. El cuestionamiento es fundamental, vale interesarnos por saber qué es-tamos entendiendo, tanto desde lo negativo como desde lo positivo por:
• Filosofía, ética, estética, ciencia, política, economía, educación, seguridad, in-tegración, medio ambiente, mito y ¿progreso?
A veces no hay ninguna ética, filosofía o política a las cuales se les pueda preguntar por las cosas. El progreso es medio o es fin, ¿cuándo se puede hablar de progreso? El interrogante hay que cuestionarlo de muchas maneras posibles, para encontrar aproximaciones desde los modelos investigativos existentes y emergentes. ¿Cuál es el cronotopo del progreso?
La internet ha hecho tanto o más por la democracia que la misma política, tal es el caso de la problemática ambiental que viene siendo observada por varias pá-ginas Web, allí es posible calcular cuantas toneladas de gas carbónico estamos arro-jando a través de la energía eléctrica o por el uso de vehículos entre otros, ello para generar una conciencia ecológica que a partir de cada persona se puede aportar para ser menos contaminantes, e incluso, contribuir económicamente para implementar tecnologías limpias.
Insinuación cuarta: Ovnis Saturati Mala, todo exceso es malo. Delirio histérico. Las exhuberancias obnubilan, el exceso de presencia o el exceso de ca-rencia afectan a los individuos, pudiendo des-encadenar delirios. ¿En qué consiste el desarrollo sostenible, sostenido, sustentado o sustentable? Los beneficiados son unos cuantos, los restantes pagan las consecuencias. ¿Qué gobierno o cuál pulpo financie-ro está midiendo las perdidas ambientales en el privilegio que se da al desarrollo so-bre la sostenibilidad? ¿Dónde duermes filosofía? En la cama de los filósofos, respon-derá un bufón de aquellos que junto a los rapsodas y sin solaparse levantaron voces aún a riesgo de sus vidas.
La historia como horizonte a las espaldas
Ver la historia como un horizonte a las espaldas implica entender que nues-tras respuestas al futuro las tejemos y extraemos del pasado, ahí está la fuente, en un conocer en conciencia histórica, en un sentir la responsabilidad social, en un decir en trascendencia individual y en un actuar en solidaridad universal. Como sabemos el hombre está poblado de contradicciones, para ello, disipar la idea de unicidad es fun-damental, puesto que mirar desde una sola perspectiva y ver el medio ambiente a modo de lenguaje universal es pretender reducir en su nombre. Así como en nombre de la democracia se han cometido iniquidades o impetrando algún credo se ha llegado a incontables atrocidades, puede suceder que invocando la urgencia de proteger el medio ambiente se intenten barbaridades disímiles como querer desaparecer a quie-nes no enfilan el pensar o las acciones a los propósitos protectores. De igual forma se podrían mutar especies o productos agrícolas sin estudiarse las consecuencias de ta-les pruebas, algo de ello se percibe en los cultivos transgénicos o con la clonación. ¿Qué se sepa muy pocos son los que protestan por las infamias que soportan los animales en los laboratorios? En la extendida hipocresía todo se silencia dizque por el llamado beneficio humano.
Llegar al extremo de la renuncia de universalidad puede ser una demanda a la humanidad, implica no ver el medioambiente a modo de reflejos de imágenes que pueden ser infinitas o des-aparecer ante la presencia de las sombras. La reflexión, en palabras de Heidegger, persigue lo idéntico, reflexión y subjetividad se copertenecen, entonces ¿Medio ambiente y filosofía se integran o se excluyen? ¿Cuáles son sus imágenes, sus espejismos, sus defenestraciones?
Insinuación quinta El sueño en rapsodias. Podría ser que nos están fal-tando rapsodas ambientales. Ana Patricia Noguera en su libro El reencantamiento del mundo indica que las prácticas eco-culturales presentes a lo largo del tiempo de occi-dente, reflejan el constante sentimiento de dominio que sólo se expresa ante aquello que está por conquistar. Desde esta óptica no puede pasarse por alto que la post-conquista tiene varias fases, la primera es la de estatuir el nuevo orden que es viejo, o sea el que se trae, la segunda, mantener, conservar lo conquistado, la tercera es la de desprecio y destrucción de vestigios, finalmente se puede llegar a una etapa de valo-rar lo que se destruyó e incluso llegar a pensar en revivirlo en una especie de culpa consentida pero no siempre admitida. Entonces, conquistada o dominada la naturale-za se pasa a su desprecio, para luego entrar en un reencantamiento, en una necesi-dad de volver a lo que se tenía. El dolor de la ausencia, el peso de la culpa.
Teoría del poder en filosofía-medioambiente
Los filósofos no han hecho más que interpre-tar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Marx
El poder de la teoría, como en tantas fases, de nuevo entra aquí a flaquear ¿Cuál es el poder de la filosofía? ¿Cuál es el poder del medio ambiente? Estamos frente a una realidad difusa, un reflejo de espejo, una imagen que se desvanece ante cualquier amenaza de sombra. Aún conservamos, y sin mucho esfuerzo, un filosofar de orden meta-físico, muy distanciado del hombre, en tanto que la tierra se desvanece con sus filósofos oscurecidos.
Esta crisis de volver a una edad media no sólo afecta a la filosofía como lo referencia María Dolores F.-Fígares, en el texto La Nueva Edad Media, donde nos in-dica que también hay paralelismos en el ámbito de la cultura. En la pasada Edad Me-dia nos encontramos un ambiente de muchas discusiones, tremendas disputas esco-lásticas por mínimos matices en la expresión, grupos religiosos divididos, corrientes enfrentadas y duramente en pugna por pequeñas definiciones dogmáticas, por pe-queños añadidos a ciertas frases evangélicas. Y bueno al amparo de ella diremos que si parece certero, puesto que en filosofía se presentan pequeñas disputas o ruidos, mientras que los grandes temas no se abordan con la entereza del caso tal como su-cede con el medioambiente.
Todo lo anterior conlleva a la tonada popular que dice: “Lo fácil se aprende enseguida, lo difícil nos cuesta la vida”, será por ello que se mundializa lo negativo o Light con extrema velocidad, al cabo que las grandes dificultades no se leen a tiempo. ¿Qué debemos hacer para mundializar una ética por la vida, una filosofía por el acon-tecimiento? La que conlleve al respeto por lo ambiental.
Para Patricia Noguera, la filosofía ambiental debe entrar en la dimensión poética (estética) de la memoria del mundo. Refiere que más que un cúmulo de con-ceptos fríos, la filosofía ambiental debe poetizar las relaciones entre los seres huma-nos y la tierra, construyendo una ética-estética del respeto, del agradecimiento, de la emoción y del culto. Este llamado urgente de la pensadora Patricia, no ha tenido el eco suficiente, puesto que los filósofos, en el más de los casos, nos dedicamos a con-gelar ideas, a momificar conceptos para luego traficar con ellos y, quizás por eso, no poetizamos en renovación para reencantar al hombre y hacerlo sentir dueño y res-ponsable del mundo.
Insinuación sexta: Reforestar el cerebro. Plantar expresiones no dichas para no dejar ampliar el desierto del cerebro, generar tsunamis que movilicen pensa-mientos, oxigenar las ideas en un pensar ecológico que perdimos, o que quizás nunca tuvimos. Si en palabras del dramaturgo francés Antonin Artaud, yo soy lo incapaz del pensamiento, ¿dónde radica la incapacidad del pensamiento humano para vivir en ar-ticulación con el medio ambiente? Las incapacidades del pensar filosófico en relación con el medioambiente son alarmantes, parece haber un oscurantismo, un vedamiento no denunciado en el debatir filosófico sobre lo ambiental.
Pensadores dominados
Falta crítica abierta de los filósofos a potencias como Estados Unidos, Ru-sia, China, India, Corea, Paquistán y Francia entre otros por sus prácticas nucleares y las subsecuentes o posibles tragedias ambientales. ¿Quién o qué domina a los filóso-fos actuales? El mito, la metáfora y el arte podrían ayudar a encontrar respuestas a este planteamiento.
Tampoco se ha exigido a los ejércitos de países ricos y pobres la retribu-ción por los daños causados al entorno al emprender ensayos belicistas, los cuales irrumpen en cualquier lugar sin medir el impacto de sus acciones. Lo mismo sucede con algunos grupos terroristas e incluso gobiernos que se financian con cultivos ilícitos para lo cual destruyen los hábitat, salvo sus enemigos declarados, raros son los filóso-fos que han fijado posición contra este tipo de vandalismos, como quien dice: en la guerra todo es permitido y el silencio admitido, ya se sabe que lo primero en empo-brecer en la guerra es el lenguaje.
En la naturaleza nada ocurre en forma aislada, cada fenómeno afecta a otro, escribió Engels. Si lo anterior es una ley, entonces los filósofos han de compren-der que el silencio generalizado tendría sus efectos tanto en lo ambiental como el po-der lingüístico que aún se les asigna. La responsabilidad de tener un conocimiento es ponerlo en circulación, es hacer en su nombre lo que es debido, esa es una norma ética que un pensador no puede soslayar.
Insinuación séptima: Tempos fugit, el tiempo vuela. Mitos que hechi-zan. Las culturas han tenido innumerables dioses que protegían el medio ambiente, destinados a interceder y en ayudar a los hombres o en su caso controlarlos frente a sus atrocidades. La mitología griega rica en hipérboles no escasea en divinidades de orden ambiental, Neptuno dios de los mares, Apolo de la agricultura y los rebaños, Hefestos del fuego, Demeter de la tierra cultivada, Dionisio del vino y de la vegetación, Artemisa de la Caza, semejante panteón ecológico indica el sitial que para los helenos ocupaba el medioambiente. Como si ello no fuera suficiente poseían las Ninfas, hijas de Zeus, que personificaban las fuerzas de la Naturaleza. Eran las deidades de los bosques, los ríos, las fuentes, las montañas, los árboles, los cultivos, la caza etc. y re-cibían nombres especiales según la función asignada. Las más conocidas eran las Náyades, o ninfas de las fuentes y de los ríos, las Nereidas, o ninfas del mar, las Oceánides, o ninfas de las montañas, las Hamadríades, o ninfas de los árboles. Se las representaba en la forma de mujeres jóvenes de gran belleza y semidesnudas. En su honor, se les erigían templos o altares en los bosques, junto a los ríos y las fuentes. En lo opuesto estaban las sirenas que encantaban a los marinos para devorarlos y los Sátiros o demonios de los bosques, borrachos, libidinosos y peligrosos para la convi-vencia, de ellos nació el género poético la sátira. Hoy precisamos de Ninfas que cui-den la naturaleza, puesto que de Sátiros no andamos mal. Visto así, nos falta construir puentes entre las épocas, conectores para comprendernos en los medios y en los ex-tremos, en las carencias y en las exhuberancias, en las negaciones y en las afirma-ciones.
La anterior referencia debería servirnos para preguntarnos el porqué esas culturas erigieron tales dioses para proteger la naturaleza. Es probable que sabiendo la procacidad del hombre, optaron por ingeniarse a unos dioses para decirles a los humanos que no podían sobrepasarse o sobre explotar su entorno, puesto que recibi-rían su castigo. En tal caso, precisamos aprender más simbología de las antiguas cul-turas y sus deidades protectoras e interventoras. Algo nos ocurrió que no volvimos a erigir guardabosques a escalas religiosas, políticas o filosóficas.
Para salvar el mundo
Se sabe que, indica Andrew Zolli, empiezan a escasear productos básicos como el agua potable, combustibles fósiles, tierra cultivable, aire limpio, aluminio, ace-ro e incluso la silicona. Esto que parece una mala noticia también podría ser favorable en la idea de ingeniar productos ecológicos más duraderos y, por lo tanto, menos contaminantes. Eso nos forzará a volvernos mejores para extraer, reciclar y usar ma-teriales sustitutos. ¿Qué hace la filosofía al respecto? ¿Dónde se encuentran los filó-sofos para aventurarse a explorar estos asuntos?
Si en Singapur existen filtros que purifican las aguas del alcantarillado en un 100%, qué pasa con las ciudades del tercer mundo que poco hacen por desconta-minar las aguas que impunemente vierten a los ríos. Ahí es donde debería aparecer el filósofo para indagar por la responsabilidad de los gobernantes. No es seguro que ne-cesitemos hombres pensando en almas, en Platón e ideas eternas, en Kant y sus im-perativos, en Nietzsche y la muerte de dios o en Hegel y lo absoluto, pero si es evi-dente que requerimos filósofos terrenales, ocupados por las calidades de los gober-nantes en el manejo de los recursos, en la igualdad de oportunidades, en el acceso a la educación, en fiscalizar las decisiones de la justicia, en pro-promover el respeto por la vida e intrigarse por la preservación del medioambiente, cuando menos.
Existen tarjetas de transacciones financieras que informan cuanto se está contaminando el entorno con la compra de un producto, y a su vez, sugiere suminis-trar un dinero para plantar árboles y resarcir el daño causado ¿será que necesitamos componentes similares a estos para que nuestros filósofos sepan cuanto están apor-tando en la contaminación de ideas? ¿Cuánto están haciendo para descontaminar su mundo? ¿Qué vienen emprendiendo para ocuparse de la realidad ecológica? Hay vestuarios que vigilan el estado de salud de las personas, aún no tenemos dispositi-vos creíbles ni suficientes pensadores que estén vigilando como proteger la salud del planeta.
De otra parte, aparecen los cultivos transgénicos que tampoco han sido abordados desde el pensar filosófico con adecuada autoridad. Esas mutaciones gené-ticas se le dejaron a la industria, a la agricultura, pero el debatir filosófico no se ha hecho sentir con suficiente fortaleza al respecto. De seguro, ello se opone al pensar débil propuesto por Vattimo, más bien constituye un pensar en abatimiento, en una prolija pereza.
Para Heidegger, el olvido más profundo es no-recordar, entendido en un abandonar la imagen que consigo se trae, es el estar fuera de lo sucedido. ¿Cuáles serán los elementos de olvido del pensar filosófico en torno al medio ambiente? Espe-remos que no todos.
Esto podría propiciar una expulsión de realidad, dada bien por exceso, bien por defecto, la cual precisa leerse con abundante amplitud para no caer en un estre-chamiento conceptual. Es indudable que la existencia, en un llevarse-a-sí-mismo, im-plica la movilidad con y en otros. En ese caso ¡Estás en deuda filosofía! De seguir así, los filósofos estaremos en proceso de desaparición y, de pronto al estilo de los dino-saurios, moriremos antes que el medioambiente o que aparezca el órgano sugerido por Engels.
Se requiere hacer una perlaboración, la cual designa un proceso psíquico que integra una interpretación del acontecimiento, y se va más allá de las resistencias que ella suscita. Se trataría de un trabajo mental de maduración, ligado a una nueva visión de las cosas que permitiría abandonar ciertos hábitos adquiridos como la repe-tición neurótica que conduce al desborde de la razón. La perlaboración pide tiempo para realizarse, un tiempo que depende del ritmo biológico y psíquico de cada uno. Estamos sobrediagnosticados y no hemos perlaborado lo suficiente para enfrentar el problema medioambiental tanto desde lo filosófico como desde las ciencias.
Insinuación octava. Carpe Diem: La expresión latina carpe diem, designa aprovechar el día, si ello es posible ¿cómo podremos aprovechar el día para no per-der los años? ¿Cómo aprovechar la oscuridad para encontrar la luz? ¿Cómo aprove-chan el día los filósofos?
Dejar correr el tiempo, no asumirse en conciencia histórica como lo sugiere Zemelman, es un mal síntoma para el hombre que es viajero entre las nadas. El exce-so de pragmatismo no deja anclar el amor de los marineros. ¿Si todos están despier-tos quién soñará?
Insinuación novena: Vita Flumen, la vida fluye. No exceder la vigilia. La vida fluye en corrientes, espasmos, rupturas. La vida fluye en el tiempo, sustentada en energías y verificada en la materia que adquiere formas, estas formas al ser alteradas en sus ciclos internos conllevan a otros estados que muchas especies no soportan, ingresando a una oscuridad infinita. ¿Será que toda civilización debe pasar por un pe-ríodo oscurantista? Apenas se anuncia una oscuridad ambiental ejecutada por las multinacionales, patrocinada por los gobiernos y silenciada por la filosofía, la que se supone es la vigilante de todo, mostrando con ello que viene en regreso al medioevo y ratificando aún más el apotegma de Nietzsche: toda filosofía es una filosofía de facha-da. ¿Hasta cuando? ¿Estamos en la edad media de la filosofía y del medio ambiente? ¿Cuándo nos llegará el renacimiento? ¿Lo necesitamos?
Yo soy aquello que siempre debe conquistarse a sí mismo. Nietzsche
REVISION BIBLIOGRAFICA
• Boaventura de Sousa Santos. DE LA MANO DE ALICIA. Ediciones Uniandes Bogotá D. C. 1998.
• Engels, Federico. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Libros Pia-monte, Bogotá, 2000.
• Hayman, Ronald. Nietzsche. Editorial Norma, Bogotá 1998.
• Heidegger, Martín. Nietzsche. Tomo 1 y 2. Ediciones destino. Barcelona 2000.
• Noguera Ana Patricia. EL REENCANTAMIENTO DEL MUNDO. Gráficas JES. Manizales 2004.
• Quintar, Estela. La enseñanza como puente a la vida. Editorial instituto de pensamiento y cul-tura latinoamericana, México 2006.
• Vattimo, Gianni. El pensamiento Débil. Ponencia en Manizales 2000. Editorial Universidad de Caldas. Manizales, 2002.
• Zemelman, Hugo. Necesidad de conciencia. Editorial Antropos, México 2002.
• Zolli, Andrew. Negocios del Futuro. Revista Avianca. Junio 2007. Pág. 130-142
• María Dolores F.-Fígares. La Nueva Edad Media. editorial-na@arrakis.es, http://www.revistaesfinge.com/
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