SOLO, DE PIE CONTRA UN GIGANTE
Fernando Laborde
fernando_laborde@hotmail.com
Caminando por las calles de MacLeod Ganj, en el norte de la India, donde el
Dalai Lama, principal referente espiritual y político del pueblo tibetano, se
instaló tras exiliarse hace exactamente cincuenta años atrás, uno puede
encontrar, a parte de la mayoría de población tibetana, una enorme industria
marketinera alrededor del slogan “Free Tíbet”, slogan muy adoptado especialmente
por los occidentales que boyan por estas tierras ¿Pero cuanta gente sabe de lo
irrealizable de esta idea de un Tíbet libre hoy en día?
Para citar
este artículo puede utilizar
el siguiente formato:
Laborde, F.::
"Solo, de pie contra un gigante"
en Observatorio de la
Economía y la Sociedad de
China Nº 12, septiembre
2009. Accesible a texto
completo en
http://www.eumed.net/rev/china/
Pensar en un “free Tíbet” es conocer poco de la historia de este país, ya que
durante prácticamente toda su historia como país, estuvo bajo la égida de un
poder extranjero, ya sean mogoles, la China imperial, los ingleses y finalmente
la China comunista. Al mismo tiempo no siempre fue una teocracia bajo la tutela
de los Lamas. Durante casi ocho siglos, el Tíbet tuvo un gobierno de carácter
secular, hasta que en el siglo XVI Altan Khan transfirió el poder a los Lamas,
quienes reinaron hasta la ocupación China de mediados del siglo XX.
Así como en la historia hay muchas cosas irreversibles, la ocupación china del
Tíbet también lo es, o por lo menos no existen panoramas más alentadores a corto
plazo. Si bien se llevaron a cabo determinados avances durante la ocupación
china, la pregunta es siempre la misma, ¿a qué costo? Miles de tibetanos
perdieron la vida peleando por su independencia y su identidad cultural, y otros
miles sufren de la privación de libertad, ya sea tanto física como de expresión.
Una vez que Mao tomó las riendas de China a fines de los años cuarenta, la
existencia de un estado como el Tíbet que estuviese en su esfera de influencia y
que históricamente haya sido tan importante para China, era incompatible con el
proyecto de la China comunista. El hecho de que el gobierno tibetano haya estado
regido por una autoridad religiosa y que el país tenga un sistema cuasi feudal,
donde los Lamas poseían la mayoría de la tierra, hicieron que la invasión china
tenga argumento alguno y esté encuadrada como la continuación de una lucha de
liberación para el levantamiento del comunismo en oriente.
Hoy por hoy ningún país tiene ni la influencia ni la voluntad de enfrentar a
China respecto a la cuestión Tíbet. Ningún país reconoció al gobierno en el
exilio del Dalai Lama. Más allá del Derecho Internacional, las buenas costumbres
entre estados, la cooperación internacional y las Organizaciones Internacionales
como gendarmes de la paz mundial, la realidad indica que, lamentablemente, el
Tíbet como nación independiente es una utopía imposible a corto y mediano plazo.
A su vez el crecimiento de la inmigración de la etnia Han, impulsada por el
gobierno central y las denuncias de políticas de control de natalidad más
rigurosas que en el resto de China, haciendo pensar que el gobierno de Pekín
deliberadamente busca enlentecer el crecimiento de la población de etnia
tibetana, hacen que las relaciones sino-tibetanas sean aun más tensas.
En los papeles el Tíbet figura como una región autónoma, pero la realidad nos
dice que el gobierno central chino cae con todo su peso en todas las áreas de
gobierno del Tíbet. El pueblo tibetano se encuentra hoy en una encrucijada. Se
encuentra entre el impulso vital de la libertad y la necesidad de seguir
construyendo su propia identidad luchando contra un imposible, y la resignación
ante un gigante que lo considera como parte de él buscando imponer su propia
voluntad, que muchas veces va en contra de la voluntad de los tibetanos.
Me encantaría escribir que una solución es posible sin grandes sacrificios, pero
no sería realista, y la realidad es que el pueblo tibetano para seguir
existiendo hoy por hoy y mantener parte de su identidad y su cultura viva,
tendrá que aprender a convivir y relacionarse con la China comunista.