Por la Redacción Asiared, publicado el 23/07/2007 en Asiared
La crisis financiera asiática, ni siquiera su recuerdo, pesa en gran medida en las economÃas de la región a diez años vista, a pesar de la gravedad que tuvo para muchos sectores sociales en su momento. El peso de la emergencia de China ha borrado toda traza de aquel movimiento especulativo contra divisas débiles.
En 1997, la gran preocupación en los meses posteriores a la caÃda en cadena de las divisas surcoreana, tailandesa o malaya era si China serÃa capaz de mantener el yuan estable y no provocar una segunda oleada de devaluaciones.
A pesar de la pérdida de competitividad que mantener invariable el yuan representaba para las exportaciones chinas, PekÃn hizo prueba entonces, según todos los analistas, de responsabilidad.
Probablemente se lo podÃa permitir, puesto que el yuan ya no representaba entonces el gran poderÃo del mercado emergente chino. Y hoy, cuando Estados Unidos le reclama mayor flexibilidad, China vuelve el argumento de la estabilidad a su favor para proceder a una muy lenta y paulatina apreciación de su divisa.
Una revaluación abrupta, aduce PekÃn, conducirÃa a un escenario de desestabilización puesto que las exportaciones saldrÃan seriamente perjudicadas.
Ante el papel jugado en 1997, nadie puede acusar a China de irresponsabilidad.
Con perspectiva, es obligado reconocer que la desestabilización que la crisis financiera asiática provocó tuvo sus consecuencias.
Incluso aquellas economÃas más estructuradas y cerradas como la indonesia, que resistieron bien en un principio, acabaron resintiéndose, con las consecuencias polÃticas que desembocaron en la caÃda del régimen de Suharto.
Mirando atrás, los últimos diez años se configuran como una de las etapas de mayor transformación de las economÃas regionales, al materializarse una realidad inapelable, la emergencia de China como potencia regional que condiciona cualquier realidad nacional.
El ASEAN ha tenido que reforzar sus lazos y ha intentado crecer en miembros para resistir en mejores condiciones frente al peso chino.
Incluso Birmania ha entrado en ASEAN a pesar de ser un miembro incómodo para sus socios puesto que se resiste a las presiones para que emprenda el diálogo con la oposición democrática. Rangún es, además, el mejor aliado de China en la región puesto que la junta militar cuenta con el apoyo del régimen comunista chino.
En cualquier caso, a nivel estrictamente económico, la crisis de 1997, vista hoy, tuvo consecuencias nefastas para algunas capas populares y de la incipiente clase media pero, al tiempo, forzó a los gobiernos del área a adoptar polÃticas monetarias más estables.
En definitiva, abrió un nuevo ciclo de madurez en las economÃas en vÃas de desarrollo que ha redundado en una mayor estabilidad.
En los diez años transcurridos, la consolidación de China ha venido a modificar el esquema de unas economÃas meramente orientadas a la exportación y fuertemente influidas por el cambio respecto al dólar.
Hoy el referente es China, un gran mercado que proyecta su peso sobre las economÃas del sudeste asiático pero que es, a la vez, una gran oportunidad para paÃses con una notable presencia de las comunidades chinas en el sector empresarial, lo que facilita su relación con el gigante emergente.
En la capacidad de adaptación a la nueva realidad, como la demostrada por Hong Kong, la economÃa más libre del mundo, por cierto, bajo soberanÃa polÃtica de un paÃs oficialmente comunista, radica el futuro de las economÃas medianas y pequeñas del Sudeste Asiático
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