José Alberto Martínez González (CV)
Escuela de Turismo de la ULL,
UNED
Escuela Superior de Management, España
info@joseamartinez.com
Resumen:
El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) ha implicado cambios fundamentales en los roles que han de adoptar los profesores y los estudiantes universitarios. Desempeñarlos adecuadamente conlleva, a su vez, aplicar innovadores métodos para que el nuevo sistema fluya y se alcancen los objetivos planteados para la Educación Superior. El objetivo del presente artículo es presentar las ventajas que el portafolio del profesor y del estudiante universitario poseen para el desempeño de los nuevos roles en el EEES. Más allá de una simple herramienta de evaluación o de recopilación de información, algo típico en los procesos de enseñanza y aprendizaje tradicionales, el portafolio constituye un instrumento de gran valor para diseñar y gestionar el proceso educativo en la Universidad. Es un mecanismo favorecedor e integrador de las nuevas formas de pensar, de sentir, de relacionarse y de actuar que han de adoptar los principales agentes educativos en la Universidad: los profesores y los alumnos.
Palabras clave:
Espacio Europeo de Educación Superior, Portafolio, rol del profesor, rol del alumno
The Academic Dossier and the roles of the teacher and of the students in the European Space of Higher Education
Abstract:
The European Space of Higher Education (ESHE) has involved fundamental changes in the roles that the teachers and the university students have to adopt. To recover them adequately carries to apply innovative methods in order that the new system flows and there are reached the aims raised for the Higher Education. The aim of the present article is to show the advantages that the dossier of the teacher and of the student possesses for the performance of the new roles in the ESHE. Beyond a simple tool of evaluation or a summary of information, something typical in the traditional processes of teaching and learning, the dossier constitutes an instrument of great value to design and manage the educational process in the University. It is a favouring and of integration mechanism of the new ways of thinking, of feeling, of relating and of operating that the principal educational agents have to adopt in the University: the teachers and the students.
Keywords:
European Space of Higher Education, Dossier, Teacher role, Student role
1.- El portafolio en el Espacio Europeo de Educación Superior
El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) nace con el propósito de que, ahora más que nunca, la Universidad favorezca el desarrollo integral de los estudiantes que deciden continuar formándose más allá de la Educación Obligatoria (Villa y Villa, 2007). Favorecer dicho proceso de desarrollo conlleva, necesariamente en el EEES, el aprendizaje de competencias para la vida y para la profesión, a través de procesos de enseñanza y aprendizaje que sean modernos y flexibles, que hagan al sujeto autónomo y le permitan actualizarse. Y es precisamente en este marco en el que el portafolio académico, que nace como propuesta didáctica del Consejo de Europa, adquiere una enorme relevancia y actualidad.
El portafolio tiene su origen en el mundo del arte - en particular el de la arquitectura y el diseño - por la necesidad de demostrar las competencias profesionales en el mercado laboral. Como en tantas ocasiones, las técnicas nacidas en entornos profesionales o empresariales son transferidas al ámbito de la educación, donde adquieren significados y matices diferentes. No está de más recordar que, en gran medida, el EEES supone un acercamiento entre el sistema socio-económico y la Educación Superior.
Desde un punto de vista general en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se define “portafolio” como “cartera de mano para llevar libros, papeles…” (Barragán, 2005). En el contexto educativo y en relación al portafolio del estudiante Barrios (1998) lo concibe como un “contenedor” útil para la evaluación, que recoge todo lo que hace el alumno a lo largo del proceso de aprendizaje de una materia o de un curso. Incluye apuntes o notas de clase, trabajos de investigación, guías de actividades y su desarrollo, comentarios, resúmenes, auto-evaluaciones y otros materiales.
Muy acertada la acepción estratégica de portafolio que ofrecen investigadores como Campbell et al. (2001), Corominas (2000) y González (2007). Ellos mantienen que en la Educación Superior, basada en el aprendizaje de competencias para la profesión y para la vida, el portafolio – el del estudiante y el del profesor - deben ser algo más que un simple dossier. Puede incluir auto-evaluaciones y evaluaciones de terceros, comentarios reflexivos sobre los documentos, experiencias y sentimientos asociados a ellas, procesos, objetivos, recursos y actividades prospectivas de aprendizaje, entre otras muchas cosas.
Cano e Imbernon (2003) conciben el portafolio como un instrumento que integra profesión y arte. Para ellos se trata de un producto intermedio entre la colección de trabajos típica de artistas o escritores y los archivos y registros elaborados por profesionales. Desde la perspectiva del trabajo artístico la carpeta exhibe el proceso y los logros del talento del creador, el estudiante y el profesor; desde la perspectiva profesional el portafolio da muestra del desarrollo de una serie de competencias profesionales de ambos agentes educativos. Por otra parte, el portafolio constituye tanto un instrumento para obtener esos logros mencionados como una muestra de lo conseguido.
Así es, el portafolio adquiere en el marco del EEES una función tanto de proceso como de producto, pues facilita la gestión del propio proceso de enseñanza y aprendizaje y, al mismo tiempo, puede constituir un resultado del mismo. Se perfila por tanto, en cualquiera de sus formatos digital, en línea o tradicional, como el hilo conductor y guía de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje en la Universidad, además de representar una prueba de todo ello. Y constituye un elemento pedagógico operativo y estratégico, además de ser interactivo, personal y motivador de la experiencia de enseñar y de aprender.
El portafolio debe poseer sobre todo un enfoque educativo y formativo, lejos de una visión exclusivamente evaluadora o como “receptáculo”, aunque sin erradicarla. Debe cumplir los requisitos de suficiencia, pertinencia y variedad, y poderse realizar en diferentes formatos: papel, electrónico, online. Puede incluir materiales propios o de otros agentes, bien sean profesores, compañeros, profesionales, etc., y ser utilizado en combinación con otros instrumentos (Quero, 2008). Todo ello independientemente de que, como mantiene Klenowski (2005), puedan haber diferentes tipos de portafolios, usados para distintos propósitos: aprendizaje, enseñanza, evaluación, promoción y desarrollo profesional.
Como afirman Arraiz y Sabirón (2007) en su propuesta de portafolio etnográfico, se trata de un instrumento pedagógico que está de moda en la Educación Superior y que es capaz de convulsionar la formación en la Universidad, porque de¬manda y exige un cuestionamiento de la experiencia del profesor y la del alumno. Y es capaz de facilitar el desarrollo del proyecto personal y profesional de ambos, de manera integrada, fundiendo propuestas sin confundir, potenciando una mayor satisfacción y también la calidad, al provocar y permitir la narración reflexiva de la experiencia propia y ajena.
Muchos investigadores (Alfageme, 2007; Barberá, 2005; Fernández, 2005; García y Baena, 2009) han sintetizado las ventajas que el uso continuado del portafolio proporciona a los estudiantes y a los profesores universitarios: mejorar la organización y la programación, facilitar la cooperación y la evaluación, enseñar y aprender competencias, etc. Otros como Mellado (2005, 2007) va más allá aún cuando manifiestan que el portafolio constituye un instrumento dinamizador de meta-competencias, entre las que destaca el autoaprendizaje. Y eso es así porque el portafolio, que permite aumentar la motivación intrínseca y la autonomía, posee un carácter constructivo, interactivo y retro-alimentador (Ruíz y López, 2004).
A pesar su potencial y de su creciente popularidad, Guasch, Guardia y Barberá (2009) han comprobado que las experiencias con portafolio en la Universidad española tienen sólo uno o dos años de vida, algo que es comprensible dada la reducida vigencia del EEES. Además, la mayor parte de esas experiencias se refieren al portafolio del estudiante (no al del profesor), tienen finalidad esencialmente evaluadora, poseen un marcado carácter textual y offline, y constituyen, sobre todo, “depósitos” de documentos y actividades.
2.- El portafolio del estudiante universitario y el desempeño de su nuevo rol
El portafolio del estudiante universitario constituye una herramienta de gran utilidad para que el alumno elabore, adopte y exprese las actitudes y creencias favorables al EEES que son necesarias. Especialmente las que tienen que ver con el aprendizaje autónomo de competencias, con la iniciativa, con el uso de métodos híbridos y con el desarrollo del propio portafolio. También para ayudarle a encontrar o a generar nuevos significados y un sentido a la Educación Superior. Esto puede llevarse a cabo utilizando el portafolio indirectamente, a través de actividades y de la gestión de materiales vinculados a las actitudes. O directamente, reservando un “espacio” del portafolio para trabajar específicamente estos asuntos. En definitiva, el estudiante debe decir “SI” al EEES.
El alumno también debe generar percepciones y expectativas realistas y positivas acerca de los procesos y métodos de enseñanza y aprendizaje vinculados a la Educación Superior. Eso es primordial para que perciba que la Universidad puede efectivamente ayudarle a desarrollar sus competencias profesionales y vitales, especialmente si él mismo se implica y participa activamente y con iniciativa. Y para que adopte atribuciones internas y acepte que es él mismo (y no los demás, la suerte o los medios) el que, en la mayoría de los casos, será responsable de las experiencias educativas que le toque vivir y de los resultados de dichas experiencias. Como ocurría con las actitudes, el portafolio del estudiante, en cualquiera de sus formatos, constituye una herramienta educativa que puede permitir el aprendizaje y el desarrollo de las adecuadas percepciones y expectativas, directa o indirectamente.
Desde el punto de vista de las competencias, una gestión adecuada del portafolio por parte del estudiante también puede hacer posible una gestión integral e integrada de su aprendizaje. Integral porque con el portafolio se puede asegurar, como afirma Sanz (2010), que las competencias incluyan “saber”, “saber hacer” y “saber ser y estar”, tanto respecto al mundo laboral como en relación al desarrollo del propio proyecto vital. Integrado porque el portafolio facilita por parte del estudiante un trabajo completo y a la vez unificado: le permite investigar acerca de las competencias, fijar objetivos y contenidos, reflexionar, programar su aprendizaje y evaluar su desarrollo.
El portafolio del estudiante hace posible también un aprendizaje sistemático y en espiral de las competencias. Sistemático en la medida en que sea gestionado también sistemáticamente, quedando siempre a disposición de los agentes educativos tanto el proceso como el producto. Naturalmente, siempre se debe tomar como base de su realización el aprendizaje autónomo, integrado e integral de competencias transversales y específicas, para la profesión y para la vida. Y en espiral porque, especialmente en su formato digital y online, el estudiante siempre puede retornar a una fase, actividad o material anterior y realizar ajustes.
Como mantienen Zabala y Laia (2007) la competencia constituye la capacidad o habilidad de efectuar tareas y hacer frente a situaciones diversas, de forma eficaz y en un contexto determinado. En el aprendizaje de competencias el portafolio del estudiante le puede permitir a éste pensar y actuar en términos de situaciones, circunstancias, contextos y logro, además de conseguir éste. Para ello el portafolio debe ser gestionado de manera abierta y dinámica, es decir, teniendo en cuenta los elementos cambiantes del entorno, de las situaciones y de las circunstancias.
Unigarro y Rondón (2005) destacan la importancia de la conciencia, la voluntad y el rigor por parte del sujeto que es competente, aspectos que también pueden desarrollarse y ponerse de manifiesto mediante el uso del portafolio, mientras el estudiante aprende competencias. El hecho de hacerse cargo de si y gestionar el portafolio con suficiente fundamento puede reforzar la conciencia y la voluntad del estudiante, especialmente si éste lleva a cabo auto-evaluación, si recibe feedback acertado y oportuno del profesor y si realiza ajustes para la mejora. Respecto al rigor, difícilmente lo habrá sin voluntad y sin conciencia.
En el EEES se establece que el estudiante universitario debe desarrollar la creatividad y el sentido crítico, además de la razón. Dichas competencias son de utilidad para asumir riesgos controlados al tomar sus propias decisiones, y para identificar, aprovechar y generar oportunidades de cambios de manera continuada y acertada. El portafolio también puede hacer todo eso posible si es gestionado de manera eficiente, de un modo diferente y buscando un resultado distinto, además de adecuado. En la medida en la que el portafolio del estudiante le obligue a desarrollar el pensamiento crítico y creativo para gestionarlo dichas competencias podrán a su vez desarrollarse.
También puede ayudar al estudiante a adoptar una postura pedagógica deportiva respecto al perfeccionamiento de si, pedagógicamente hablando. Los procesos y métodos de enseñanza y aprendizaje vinculados al EEES poseen características de los deportes tradicionales: juego estratégico-táctico individual y en equipo, planificación, entrega, respeto de las reglas, etc. El estudiante puede tomarse la gestión del portafolio y su propio proceso de aprendizaje como un juego, en el sentido más “saludable” y nutritivo de la palabra.
Uno de los principales “escollos” que debe sortearse en el desarrollo del EEES está asociado al cambio que supone dar el paso desde el aprendizaje memorístico al enfoque centrado en el logro de competencias. Eso implica la utilización de nuevas metodologías y de nuevas tecnologías por parte de los alumnos, entre las que se incluye el portafolio (De Miguel, 2005, 2006a, 2006b). El portafolio puede constituir un instrumento de alfabetización tecnológica, además de una herramienta de gran valor para el aprendizaje, para integrar y programar con acierto la utilización de diversos recursos y para aprender a utilizarlos.
El estudiante universitario debe aprender a desenvolverse adecuadamente en contextos y situaciones reales (asistir a clase y a reuniones de grupo, por ejemplo) y en situaciones virtuales (participar en foros y chats, “subir” actividades, etc). También interactuará a través de blogs, correo electrónico, videoconferencia, redes sociales y otros instrumentos (móviles, iphone, etc.). El portafolio también puede constituir un elemento valioso para desarrollar esa flexibilidad y para ordenar, gestionar e integrar experiencias online y offline.
Está demostrado que el uso de determinados estilos de aprendizaje, los que implican la profundización y la reflexión frente a lo meramente pragmático y lo disperso, repercute de manera positiva en el logro académico en la Universidad (Ruiz, Trillos y Morales, 2006). El estudiante que utiliza para aprender un estilo periodístico indagatorio, elaborado, por descubrimiento, significativo e integrado (no parcelado) encuentra en el portafolio un aliado de gran valor en ese sentido. Eso no le sucede al que utilice el portafolio considerando exclusivamente materiales y actividades escasamente elaboradas, que sólo tengan aplicación inmediata o que sean las de mayor agrado.
También puede ser muy útil el portafolio del estudiante para aprender y desarrollar estrategias de aprendizaje y técnicas de estudio “antes”, “durante” y “después” del proceso de aprender. Como sucedía con los estilos de aprendizaje, también está demostrado que obtienen mejor rendimiento los estudiantes universitarios que desarrollan con acierto estrategias que incluyen todos esos momentos, no sólo uno u otro (Camarero, Martín y Herrero, 2000).
Por eso es fundamental, desde un enfoque estratégico y pedagógico, que el estudiante universitario valore el tiempo educativo dedicando momentos diferentes y suficientes a planificar y fijar objetivos, a organizarse, a buscar y asignar recursos. También a realizar un desempeño ordenado, constante y sistemático, y a auto-evaluarse durante el proceso y al finalizar éste, en base a las competencias, fijándose en cómo se transfieren los aprendizajes a otros contextos. Todo eso puede favorecer, a su vez, el desarrollo de aptitudes tan esenciales como la memoria, la organización, la concepción temporal, la comprensión, la síntesis, etc.
A través del feedback y la reflexión el portafolio del estudiante universitario también constituye una herramienta de gran utilidad para que lleve a cabo la auto-orientación y la auto-tutoría, tal y como se propone en el EEES. Y para trabajar de manera cooperativa en estos asuntos con los profesores y con el área de orientación, constituyendo el portafolio una herramienta de ordenación, integración y seguimiento de dicha labor. Esta es una buena manera de desarrollar meta-competencias para perfeccionar su propia práctica pedagógica, ganando el estudiante cada vez más confianza en si mismo. Y de desarrollar hábitos y automatismos que haga posible que el estudiante siga aprendiendo y desarrollando su proyecto vital al terminar sus estudios.
Pero el estudiante debe aprender a cooperar con otros alumnos y con los profesores más allá de la orientación y de la tutoría, en la implementación de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Debe participar cuando se deba trabajar en grupo, aprender a negociar, desarrollar habilidades sociales y de comunicación, crear y gestionar vínculos y relaciones, etc. El portafolio, que es mucho más que una agenda, constituye también una herramienta muy valiosa para gestionar las experiencias sociales y de colaboración, para reflexionar sobre ellas y para expresar sus sentimientos y opiniones.
Los procesos educativos asociados al EEES hacen inevitable que el alumno salga de su zona de confort: ahora más que nunca debe ser un sujeto activo, con iniciativa, que utilice diversos medios, que apueste por la calidad, que tome sus propias decisiones y que sea autónomo. Si a esto le unimos el hecho de que existe una correlación positiva y significativa entre gestión emocional y logro académico en la Universidad (Extremera y Fernández-Berrocal, 2003, 2004), resulta imprescindible la inclusión de la inteligencia emocional del estudiante en el proceso de aprendizaje. El portafolio constituye también una herramienta valiosa para identificar y discriminar emociones, para reflexionar acerca del mudo afectivo propio y ajeno, para expresar sentimientos y para desarrollar competencias emocionales. También para evaluar la gestión de los afectos.
Muchos investigadores (Caso y Hernández, 2007; Mas y Medinas, 2007) han demostrado también la alta correlación positiva existente entre motivación y logro académico en la Universidad. Además, las propuestas del EEES incluyen la motivación como una competencia a desarrollar por el estudiante. En este ámbito el portafolio del estudiante también constituye un instrumento válido para prevenir la desmotivación e intervenir ante la desmotivación, por tres razones fundamentales. En primer lugar, el desarrollo continuado y responsable del portafolio constituye en sí mismo, tanto desde el punto de vista de proceso como de producto, una muestra del logro y de la voluntad manifiesta del estudiante, además de un estímulo. En segundo lugar, también es un instrumento de trabajo directo e indirecto de los asuntos vinculados a la motivación, permitiendo la toma de consciencia y la reflexión sobre el estado y la estructura de motivaciones del estudiante. Y la programación de medidas y refuerzos de todo tipo para prevenir y corregir la desmotivación.
3.- El portafolio del profesor y el desempeño de su rol en la Universidad
El profesor universitario también tendrá que aceptar las propuestas y normas del EEES. Y adoptar nuevas formas de pensar, de sentir, de relacionarse y de actuar para desarrollar adecuadamente el proceso de enseñanza. Precisamente uno de los principales problemas a solventar en el EEES tiene que ver con el cambio que supone dar el paso desde la tradición docente, centrada en las asignaturas y la enseñanza expositiva, al enfoque centrado en la enseñanza de competencias transversales y específicas (De Miguel, 2006a). Pero debemos ser optimistas: como afirman Bosco y Rodríguez (2008), en la docencia universitaria existen importantes acicates y oportunidades para transformar los métodos tradicionales de enseñanza, sin erradicarlos. Dichas transformaciones son necesarias para que el profesor adopte adecuadamente el portafolio. Y el portafolio, a su vez, puede facilitar aquellas (Fernández, 2004; Fernández y Maiques, 2001).
Como mencionamos respecto a los estudiantes, el profesor universitario también deberá interiorizar actitudes, expectativas y creencias favorables al EEES en el desempeño de su nuevo rol. Y deberá gestionar su estructura de valores para integrar los que establece la nueva Educación Superior: el esfuerzo, la iniciativa del estudiante, el proyecto vital, las competencias, los medios tecnológicos, la autonomía del alumno, la voluntad y la calidad, entre otros muchos. El portafolio del docente constituye un instrumento esencial para facilitar y gestionar estos cambios de concepción y de valoración, tan importantes para poder desarrollar por parte del profesor hábitos y procesos de enseñanza acordes con el EEES.
Actualmente las propuestas y las normas que regulan la Educación Superior contemplan la función orientadora del docente, que además de “enseñar” está obligado a actuar como tutor y orientador de los estudiantes, en el marco de la disciplina que imparte (Escudero, 2008). En el EEES la orientación y la tutoría se enmarcan en el propio proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero muchos profesores consideren que este es un asunto propio de etapas educativas previas a la universitaria. Para ellos la enseñanza universitaria está a otro nivel y ellos creen que con las tutorías y con el apoyo se está sobreprotegiendo a los estudiantes y retrasando su incorporación responsable a la vida adulta. Pero otros docentes como Badía (2006), Benito (2009) y Pagano (2007) no sólo están a favor de la función orientadora del profesor universitario, a desarrollar en cooperación con los estudiantes y con el área de orientación, sino que consideran que el portafolio del docente constituye un instrumento de incalculable labor para dichos menesteres.
Efectivamente, el portafolio del profesor puede ser útil para detectar, diagnosticar y manejar adecuadamente los distintos estilos y ritmos de aprendizaje de sus alumnos, para solventar dificultades y para asesorarles en la organización personalizada de su recorrido curricular. Incluso mediante la gestión orientadora programada que implique, por parte del estudiante, actuaciones respecto de su propio portafolio. El profesor puede gestionar un conjunto de recursos educativos con carácter constructivo, evitando que el alumno se sienta solo, ayudándole a aclarar las metas, proponiendo vías de interacción y de comunicación, motivando, apoyando en técnicas de estudio, orientando en el ámbito de las nuevas tecnologías, etc. (Zabalza, 2006).
Ya en el ámbito de la docencia el portafolio puede facilitar el paso de una función docente centrada en el conocimiento y la enseñanza magistral a otra mucho más rica en medios, en la que el profesor sea guía, investigador crítico y gestor. También puede ser muy útil para diseñar situaciones de aprendizaje presencial y online, para combinar recursos y materiales, para utilizar diversas estrategias de enseñanza y para desarrollar actividades que combinen teoría y práctica. Por último, a través del portafolio el docente puede poner el énfasis tanto en el proceso de enseñanza (cuando planifica, diseña e imparte contenidos) como en el resultado del mismo (cuando evalúa). De este modo consigue desarrollar criterios y procedimientos de evaluación adecuados al EEES (De Miguel, 2005).
A continuación presentamos algunas de las competencias técnicas que el portafolio del docente puede ayudarle a desarrollar:
Partir de las competencias genéricas y específicas
Enseñar a aprender y a reflexionar
Planificar y organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje
Asignar recursos en función de la programación
Gestionar información, sintetizarla, estructurarla, transferirla…
Gestionar recursos informáticos y medios diversos
Desempeño ordenado, sistemático, coherente y consistente
Proponer diferentes y variadas actividades, sean o no de refuerzo
Diagnosticar problemas, prevenirlos y gestionarlos
Perfeccionar su práctica pedagógica
Usar una metodología centrada en la experiencia, periodística, por descubrimiento y significativa
Favorecer el aprendizaje holístico e integrado por parte del alumno, no parcelado
Favorecer y comprobar la transferencia de las competencias aprendidas
Evaluar en base a las competencias, antes, durante y después
En general, colaborar con el alumno en gestionar los asuntos de éste vinculados al EEES (competencias, proyecto vital, etc.) y en la elaboración del portafolio del estudiante
Desde el punto de vista socio-afectivo el portafolio del profesor universitario puede ser una herramienta para prevenir y gestionar el estrés, para favorecer la integración de los alumnos en los sistemas, para generar un ambiente agradable y “amable” de aprendizaje, para fomentar la interacción constante con los estudiantes, para superar el aislamiento y para favorecer la expresión de sus sentimientos y sensaciones cuando lo necesiten. También permite potenciar la resolución de problemas mediante el trabajo cooperativo, tanto en espacios formales como informales, virtuales o no virtuales.
Las que siguen constituyen las competencias sociales y afectivas que el portafolio del docente puede ayudar a desarrollar, expresar y evaluar:
Crear, mantener y gestionar relaciones y vínculos sin apegos
Generar actitudes favorables hacia el aprendizaje autónomo de los alumnos
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación
Trabajar en equipo, cooperar y colaborar
Cooperar con el servicio de orientación
Estimular y motivar a los demás
Celebrar el logro
Negociar
Gestionar estados de ánimo
Orientar, autorizar y guiar más allá de la materia que imparte
Sugerir más que imponer
Liderar siendo flexible
Tratar a los demás con humanidad e igualdad
Ser auténtico, justo, humilde y confiable para los demás
Coordinar
Cooperar en la gestión de las emociones y de las relaciones del estudiante y la manera en la que el portafolio de éste las tiene en cuenta
Por último, el portafolio del profesor constituye también una herramienta de gran valor para que el docente desarrolle competencias que tienen que ver con él mismo, constituyendo un instrumento de programación, ordenación, expresión y auto-evaluación personal. Destacamos a continuación las más relevantes:
Aumentar la confianza en sí mismo
Potenciar la auto-motivación y la autoestima
Mejorar la competencia emocional
Conseguir auto-mejora continua y meta-competencias
Ser más adaptable y flexible
Desarrollar más vocación como docente
Generarse espíritu deportivo y de sacrificio
Mejorar su razonamiento, su creatividad, su innovación y su espíritu crítico
Tener más iniciativa, autonomía y capacidad de decisión
Desarrollar buenos hábitos
Ser más responsable
Desarrollar habilidades: memoria, organización, etc.
4.- Conclusiones
El EEES constituye un hito y un reto para la Universidad europea. Un hito porque conlleva una propuesta de cambio estructural, de principios y de procedimientos fuera de lo común. Un reto porque implica transformar formas de pensar, de sentir, de relacionarse y de actuar por parte de los estudiantes y los profesores universitarios, que ahora han de centrarse en el desarrollo de competencias para el trabajo y para la vida. Y es en este contexto en el que el portafolio del estudiante y el del profesor surgen como una herramienta facilitadota de dichos cambios, permitiendo tanto la recopilación de datos como la expresión, la reflexión o la creación, entre otras muchas cosas. El portafolio, en cualquiera de sus formatos, hace posible una gestión eficaz, completa, autónoma y genuina de las funciones del profesor y del alumno, antes, durante y después del proceso de enseñanza y aprendizaje, constituyendo también un elemento de encuentro y de desarrollo personal y profesional de los principales agentes educativos en la Universidad.
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