Virginia María Baca Mateo (CV)
bacamateo@hotmail.com
Resumen
Al adentrarnos en los entornos escolares de Institutos de Educación Secundaria,
se hace cada vez más palpable el gran interés que ha surgido por la mejora de la
convivencia escolar, tema que sin lugar a dudas, es de suma importancia para
mejorar el clima en los centros escolares. A lo largo de los últimos años se han
llevado a cabo numerosas actuaciones para mejorar la convivencia en los centros,
así como para intentar conseguir un clima de respecto y tolerancia entre
nuestros alumnos, e inculcarles la resolución pacifica de los conflictos. De
esta forma, se podrían enumerar diferentes legislaciones tanto a nivel estatal
como a nivel autonómico; así, entre las mas importantes, podemos destacar la Ley
27/2005, de 30 de noviembre, de fomento de la educación y la cultura de la paz,
la Ley 9/1999 de 18 de noviembre, de Solidaridad en la Educación, y a nivel
autonómica es importante destacar el Decreto 19/2007 de 23 de enero, por el que
se adoptan medidas para la promoción de la Cultura de Paz y la Mejora de la
Connivencia en los Centros Educativos con fondos públicos, enmarcadas en la
Década Internacional para la Cultura de la Paz (2001-2010) proclamada por las
Naciones Unidas. Vemos, pues, que este tema no es solo de importancia a nivel
autonómico y estatal, sino también a nivel internacional. A lo largo de este
artículo los términos de convivencia y conflicto van a ser analizados, así como
las causas de la aparición de posibles conflictos así como algunas directrices
para conseguir evitar los mismos. Parece ser que lo que más intimida de la
docencia son los conflictos inherentes a la convivencia en el centro escolar.
Todos nos hacemos las mismas preguntas: ¿Seré capaz de enfrentarme a los chicos
violentos de una clase de secundaria de cuarenta alumnos? ¿Qué herramientas
pueden ayudarme a mantener la disciplina en clase? ¿Qué necesito saber? Este
artículo, que está enfocado a la realidad del aula, quiere ofrecer algunas
estrategias para que no nos veamos desarmados en el peculiar campo de batalla de
un aula masificada de secundaria.
Palabras clave: convivencia, conflictos, respeto, alumnos, secundaria.
Desde hace algunos años, muchos son los centros escolares en los se vienen
implantando numerosas actividades que favorecen la convivencia. Antes de nada,
seria importante definir que entendemos por convivencia. Podríamos definir la
convivencia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como
“la acción de convivir”, definida, asimismo como “vivir en compañía de otros”.
La convivencia y los conflictos van unidos por una línea muy fina, ya que cuando
convivimos con otras personas, surgen conflictos a través de choque de
intereses.
¿Qué entendemos por conflicto? Ortega (2001, 10) nos da la siguiente visión del
conflicto: “Existe una demonización del conflicto que los asocia
indiscriminadamente a conductas no deseables, a veces delictivas. Pero el
conflicto es también confrontación de ideas, creencias y valores, opiniones,
estilos de vida, pautas de comportamiento, etc. que en unas sociedad democrática
que se rige por el diálogo y la tolerancia, encuentran su espacio y ámbito de
expresión”. Podríamos afirmar, pues, que los conflictos forman parte de nuestra
vida diaria, es mas, el conflicto no es algo ajeno a la convivencia, sino una
parte fundamental de la misma, y estos se hacen mas palpables en la escuela
secundaria, donde los alumnos, debido a su inmadurez y a la vitalidad y
espontaneidad que poseen los adolescentes. Según palabras de la profesora, Díaz
Aguado, M.J. (2009), “Por eso, para mejorar la convivencia educativa y prevenir
la violencia es preciso enseñar a resolver conflictos (incluidos los
relacionados con procedimientos de disciplina) de forma constructiva (pensando,
dialogando, negociando, a través de la mediación, de la colaboración, […]. La
construcción de la democracia desde la escuela, que permitan aplicar esta
enseñanza a los conflictos que se producen en la escuela, que de lo contrario
suelen formar parte del origen de la violencia” La Conserjería de Educación de
Andalucía ha tomado buena nota y, desde hace cinco años, viene desarrollando el
Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y No violencia, como
consecuencia de la aprobación del Decreto 19/2007, de 23 de enero, por el que se
adoptan medidas para la promoción de la Cultura de Paz y la mejora de la
convivencia en los centros educativos sostenidos con fondos públicos. Podríamos
destacar como sus principios orientadores los siguientes: promover la paz como
acción colectiva e individual, saber convivir con los conflictos y proponer
soluciones creativas y pacíficas a los mismos, y detener, disminuir y prevenir
las manifestaciones de la violencia. Estos principios son los que fundamentan el
proyecto, que ahora es tan conocido como “Escuela, espacio de paz“. Estas
“Escuelas, espacio de paz”, podrían ser definidas como aquellas en las que se
viene desarrollando un proyecto integral que tiene como principal objetivo el
desarrollar a los alumnos desde un enfoque de Educación para la Cultura de Paz.
Estas escuelas, implican en sus procesos participativos a toda la comunidad
educativa, es decir, padres, madres, profesores y alumnos, en los que con la
unión de todos ellos se constituye una comunidad de aprendizaje donde se aplican
estrategias para la mejora de la convivencia, así como la prevención y el
aprendizaje a través de la resolución pacifica de conflictos.
La pregunta que nos hacemos ahora es: ¿vamos a ser, nosotros como profesores de
Educación Secundaria, capaces de lidiar con estos conflictos? Por supuesto que
sí que seremos capaces de hacer frente a los conflictos de un aula, pero antes
debemos tener algunas ideas claras y reflexionar acerca de la noción de
disciplina.
En primer lugar, debemos cambiar la concepción que tenemos de los conflictos.
Como anteriormente se ha señalado en este artículo, los conflictos no son
problemas, al contrario, suponen oportunidades magníficas para analizar la
socialización de los sujetos que conforman toda la comunidad educativa: alumnos,
profesores, padres. En estos procesos de socialización, cada uno de los sujetos
asume un rol distinto y es la adopción de un determinado rol lo que permite al
alumno moldear su identidad y relacionarse con los otros roles de la comunidad.
Lo que sucede con los estudiantes conflictivos es que han asumido un rol que les
aleja del centro educativo. ¿Es posible transformar ese desafecto en compromiso?
Sí, pero sólo es posible si el alumno conflictivo asume otro rol dentro de la
comunidad educativa, lo que implica que moldee su identidad (la adolescencia
sirve, entre otras cosas, para eso).
El conflicto es una herramienta para generar el consenso del grupo y asegurar la
complicidad entre formadores y jóvenes. Es necesario y productivo conceder a los
estudiantes protagonismo en la resolución de los conflictos. Solo así podremos
elevar el grado de implicación del grupo en nuestro programa educativo y,
consecuentemente, asentar normas compartidas. No aportamos nada nuevo cuando
aseguramos que el peso de pertenecer al grupo puede más que el deseo de desafiar
a la institución. Nada nos duele tanto —ni es tan efectivo— como el rechazo del
grupo o de una persona a la que realmente apreciamos. Todos nos hemos sentido
terriblemente mal cuando hemos defraudado a una persona que confía en nosotros.
Por eso es importantísimo crear vínculos entre el alumno y el profesor y entre
el centro educativo y la familia. Si facilitamos la implicación de todos los
agentes crearemos expectativas que tienen que ver con cuestiones de orden social
y moral. Hemos de ir más allá de la mera compensación académica. Esa es la
respuesta a las situaciones conflictivas.
Podríamos analizar donde empieza a fallar el sistema y cuando es cuando los
alumnos empiezan a desobedecer a los profesores; para esto seria interesente
retroceder en el tiempo y preguntarnos a nosotros mismo, en que ocasiones, o que
circunstancias eran las que nos alentaban o hacían que desobedeciéramos a
nuestros padres o profesores en el instituto; seguro que todos piensan lo mismo:
cuando nos obligaban a hacer algo. Así, deducimos que la imposición de un
sistema de normas rutinarias, autoritarias y memorísticas es contraproducente, y
la aplicación del castigo mondo y lirondo totalmente insuficiente. Si nos
valemos de este método con cuya ineficacia estamos todos familiarizados no
solo habremos fracasado en nuestro objetivo de mantener la disciplina en clase,
sino que la rebeldía de nuestros alumnos se intensificará. En cambio, si optamos
por un sistema reglamentario que no sea rutinario, autoritario y memorístico
sino espontáneo, consensuado y flexible será más fácil para los alumnos
interiorizar las normas y para los docentes controlar el aula. Por tanto, según
uno de los consejos que a nosotros como docentes nos propone las normas de
Convivencia, elaboradas por las Conserjería de Educación de la Junta de
Andalucía, y que debemos de tener muy en cuenta es: “Las normas, en vez de
enumerar prohibiciones, deben recoger lo que hay que hacer. A veces no es fácil
reformularlas en positivo, pero conviene hacer este esfuerzo”. Es muy importante
tener en cuenta como vamos a abordar la descripción de una norma, ya que, como
hemos señalado antes, nosotros las personas, y especialmente los adolescentes,
actuamos de una manera u otra depende de cómo se nos formulen las peticiones,
prohibiciones o normas.
A veces, los conflictos llegan a más, sobre todo cuando nos encontramos con
alumnos violentos, ¿Cómo debemos de afrontar, superar y conseguir resolver estos
conflictos? Nos podemos encontrar en nuestro camino como educadores con alumnos
violentos, que no respetan ni a sus compañeros ni a sus profesores, en
definitiva, no respetan ninguna autoridad, llegando a la agresión en algunos
casos. Al mismo tiempo carece de motivación alguna para aprender y acudir al
instituto.
En primer lugar, debemos analizar de donde puede provenir la actitud de este
alumno. Esta actitud violenta, por desgracia cada vez más frecuente en los
institutos españoles, podría deberse a diferentes factores:
Primeramente, analizamos el factor familiar: existen multitud de alumnos que
llegan a los institutos con la carga de los problemas que poseen en sus hogares.
Las bases familiares cada día son más frágiles y se encuentran hoy en día con
numerosos problemas tales como agresiones, paro o la disolución familiar, por
nombrar algunos. Entre los resultados en sondeos elaborados en varios institutos
en la provincia de Málaga, el mayor temor de los alumnos, se encuentra el miedo
al abandono. Además no podemos olvidar que la familia es un modelo de
comportamiento que los alumnos imitan, aprenden a ser iguales que ellos. Si los
padres tienen conductas agresivas o piensan y hablan en forma violenta, para un
hijo, lo que hacen los padres es lo que está bien aunque éstos sean
delincuentes. Por tanto, lo que aprende ese niño es a no respetar a las
autoridades, porque los valores se transmiten con los hechos no con las
palabras.
Por otra parte, podríamos destacar entre los factores que hacen que algunos de
nuestros alumnos sean violentos, la falta de valores integrados en la
personalidad del alumno provoca que su estado de angustia y desesperación lo
canalice a través de la agresividad, sólo unos pocos pueden defenderse con
mecanismos adecuados, esto, como hemos mencionado anteriormente se acentúa en la
pubertad y la adolescencia, edades que como sabemos, son muy difíciles de
afrontar para muchos de nuestros alumnos.
Además también encontramos la publicidad que recibe la violencia por parte de
películas, videojuegos, etc. Los alumnos, empiezan a considerar la violencia
como algo normal. Además, el problema básico es la dificultad de estos chicos
violentos, para establecer vínculos normales, porque muchas veces las agresiones
son la única forma que tienen de comunicarse. Es muy importante, que nosotros,
los docentes, enseñemos a hacer a nuestros alumnos a saber respetar a los demás,
sus ideas, pensamientos, así como enseñemos a expresarse de una manera que
aprendan a resolver conflictos de una manera pacifica.
Para finalizar, vamos a realizar una seria de estrategias para nosotros, como
docentes, aplicar en nuestras aulas para conseguir reducir la violencia en
nuestros centros escolares, ya que hoy en día, muchos docentes y centros
escolares se enfrentan a la problemática de la indisciplina por parte de sus
alumnos
En primer lugar debemos establecer y mantener un contacto más personal con los
familiares y con los propios alumnos, tratar de conocer sus problemas y de
mejorar las condiciones de los alumnos. Sabemos que los alumnos no sólo aprenden
de sus profesores sino que también se identifican con ellos, por eso las clases
representan una gran oportunidad para que vean nuevos modelos a seguir. Es
decir, como se dice al principio de este artículo, debemos de implicar a todo el
conjunto de la comunidad educativa, ya sean padres, madres, como alumnos y todo
el equipo educativo del instituto.
Es muy importante incentivar la práctica de deporte y organizar competiciones
con otros institutos para fomentar el hábito de la participación en equipo,
elevando la autoestima del grupo y fortaleciendo su sentimiento de pertenencia.
No olvidemos que los alumnos, mas en las edad adolescente, necesitan de la
identificación de pertenencia a un grupo. “Sin conciencia de grupo, sin
considerar que quines nos rodean tienen los mismos derechos que nosotros, las
normas de convivencia son mas una imposición que un valor social” (Acosta Mesas,
A (2007)).
Dentro de la enseñanza deberíamos utilizar el refuerzo positivo, ya que todos
hacemos lo que nos proporciona placer y evitamos las que nos producen dolor.
Igualmente, es frecuente que nuestra realización personal vaya unida a un
reconocimiento de quienes nos rodean respecto a nuestro esfuerzo. Según el
investigador de psicología en educación, Thorndike, la recompensa fortalece las
conexiones estímulo—respuesta y el castigo no las debilita directamente. El
castigo es un método poco valioso para el control de la conducta, ya que produce
efectos sólo temporales y efectos emocionales que pueden resultar indeseables,
además de que el alumno siga haciendo la mala acción a escondidas para evitar el
castigo. Según el Cuaderno de Convivencia que nos ofrece la Junta de Andalucía:
“Si se decide utilizar el castigo como corrección, debemos intentar usarlo con
la máxima eficacia, junto a otras estrategias educativas que ilustren en
positivo lo que debe hacerse e intentado reconducir su coste sentimental. El
castigo tiene como objetivo disminuir la frecuencia de un comportamiento
inadecuado, pero no es una guía positiva de lo que debe hacerse. […], por tanto,
hay que complementarlo con otras estrategias que ilustren y hagan explicito el
comportamiento deseable”. Por tanto, se debería cambiar el castigo por
penitencias leves, como pueden ser la supresión temporal de algún beneficio u
objeto placentero, de manera que sirva de advertencia frente a una conducta
indeseable que puede haber provocado conflicto o daño. Pero lo que resulta muy
importante y necesario para los alumnos es, que además de corregirles sus
conductas, reciban mucho reconocimiento por sus logros.
BIBLIOGRAFIA
- Acosta Mesas, A. (2007). “Normas de Convivencia”. Sevilla: Conserjería de
Educación. Junta de Andalucía.
- Díaz Aguado, M.J. (2009). “Convivencia Escolar y Prevención de la Violencia”.
Madrid: Universidad Complutense.
- Ortega, P.(2001). Presentación. En Ortega, P. (coord) Conflicto, violencia y
Educación. Actas del XX Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación.
Murcia. Cajamurcia.
- Lozano Andrade, J.I.(2007) “La disciplina en la escuela secundaria.
Significados de alumnos en riesgo de exclusión”. Actualidades Investigativas en
Educación. Costa Rica, 2007 [en línea]
http://revista.inie.ucr.ac.cr/articulos/3—2007/archivos/disciplina.pdf
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