Ana García Gat
jmariohv@yahoo.es
Se parte de la acertada convicción de que el grupo enseña y educa, siendo un medio natural de crecimiento y desarrollo de aspectos reveladores de la individualidad humana.
En nuestro actual sistema educativo puede comprobarse cómo los aspectos grupales no sólo son una gran preocupación para profesores y educadores, sino que tienen una gran vigencia y demanda de estudio. La producción bibliográfica en nuestros días sobre trabajo cooperativo, técnicas de conducción, dinámica de grupos… referidas a la educación es muy abundante.
La dimensión social del individuo es de tal magnitud y trascendencia que siempre ha constituido una seria preocupación para la educación en general por ser una de las facetas más importantes del ser humano. La socialización del niño y del adolescente es un objetivo y una gran finalidad de la educación que se va adquiriendo a lo largo de un proceso complicado y laborioso en el que la escuela y los maestros deben empeñar sus mejores esfuerzos, si se tiene presente que, a fin de cuentas, ninguna educación mejor que aquella que consigue formar personas de una alta valía y coherencia personal e individual, pero con amplias y positivas repercusiones para el medio social en el que convive con otros.
El proceso educativo necesita de la interacción comunicativa, la cual, supone una relación personal que afecta decisivamente a los sujetos intervinientes. Lo que caracteriza a la interacción en el aula es el esfuerzo relacional en las diversas situaciones, propias de la vida que se generan en el aula. La interacción acontecida en la clase viene determinada por el sentido de la propia tarea que concierne al profesor y al alumno; por la incidencia del entorno próximo en el que se desarrolla, por la estructura socio-organizativa del centro.
La interacción es un proceso comunicativo-formativo caracterizado por la bidireccionalidad y reciprocidad de los agentes participantes en ella. Algunas de las más importantes consecuencias de la interacción que se establece en el grupo-clase son las siguientes:
• En sus interacciones con los compañeros, los niños y niñas aprenden directamente actitudes y valores.
• Proporciona oportunidades para practicar la conducta prosocial y modelos de tal conducta.
• Frecuentemente niños y adolescentes no poseen la perspectiva temporal necesaria para tolerar demoras en la gratificación. Los compañeros proporcionan modelos, expectativas, direcciones y refuerzos para aprender a controlar sus impulsos.
• Los niños y niñas aprenden a ver las situaciones y problemas desde otras perspectivas.
• Se desarrolla la autonomía.
• Fomenta la identidad social, pues es a través de las relaciones con los compañeros como se desarrolla un marco de referencia para percibirse a sí mismo, dado que esas interacciones les permiten desempeñar diferentes roles sociales, darse cuenta de sus similitudes y diferencias con los demás, etc.
• Promueve la salud mental: La ausencia de amistades durante la infancia y la adolescencia parece aumentar el riesgo de desórdenes mentales.
Para que se produzca una interacción positiva entre los compañeros es necesario crear un clima y dinámica de aula que potencie dicha interacción. Para mejorar la dinámica del aula, debemos:
o Establecer normas claras de funcionamiento elaboradas por todos y enunciadas de forma positiva.
o Crear un clima de respeto y confianza en el aula.
o Organizar actividades complementarias, fuera y dentro de la clase, que favorezca la relación entre los alumnos.
o Favorecer actividades cooperativas y evitar en todo momento las actividades competitivas.
La escuela ha ido concediendo de una manera gradual y ascendente cada vez mayor importancia a las habilidades sociales del alumnado. Eliminar los problemas relativos a las habilidades sociales en la infancia y en la adolescencia es importante por varias razones aunque una de las más poderosas es la que nos propone Kelly “aumenta la felicidad, la autoestima e integración en el grupo”. Además, como nos aporta este mismo autor, se considera que la conducta socialmente competente durante la infancia, constituye un prerrequisito para el desarrollo y elaboración del repertorio interpersonal posterior de un individuo. La falta de habilidades en los primeros momentos puede perpetuar las condiciones de aislamiento social, lo cual impide el aprendizaje de otras nuevas.
El proceso de enseñanza de las habilidades sociales implicará:
La enseñanza de comportamientos específicos.
Un énfasis especial en los sistemas de autorregulación.
La modificación o reestructuración cognitiva de valores, creencias, atribuciones.
Una incidencia destacable en la resolución de conflictos interpersonales, a través de la adaptación del proceso de solución de problemas propuestos por Zurita:
o Identificación de conflictos interpersonales.
o Capacidad de búsqueda de soluciones y/o vías alternativas adecuadas.
o Anticipar consecuencias.
o Ejecución (puesta en marcha)
El aprendizaje de competencias sociales viene determinado por factores tales como la historia de refuerzo directo, la historia de aprendizaje observacional, el feedback y el moldeamiento o perfeccionamiento de las habilidades, la cantidad de oportunidades para practicar.
En el entrenamiento de las habilidades sociales en niños se utiliza un conjunto de técnicas conductuales y cognitivas agrupadas en un “Paquete de Entrenamiento”. Las principales técnicas componentes del mismo son:
Modelado: Exposición de la conducta por un modelo (Aprendizaje Vicario)
Moldeamiento: Refuerzo de aquellas conductas que se aproximen a la habilidad-objetivo. Algunos comportamientos están compuestos por una extensa secuencia que debe ser desglosada en pequeñas unidades de aprendizaje para reforzar cada una de ellas al ejercitarlas correctamente.
Retroalimentación: Proporcionar información a la persona con relación a las habilidades-objetivo exhibidas en el ensayo conductual previo, con el fin de moldear estas conductas.
Reforzamiento: Técnica de modificación de conducta. Cuando la actuación del alumnado ha sido correcta, se la refuerza a la vez que se le proporciona feedback informativo verbal en el que se aclaran las conductas bien realizadas. Cuando la ejecución no ha sido completamente correcta, se provee a la persona de un feedback correctivo que informa de los aspectos que necesita mejorar y simultáneamente se refuerzan los componentes correctos de la conducta.
Role-playing: Técnica basada en la interpretación de papeles o roles , para simular una situación.
Generalización: El objetivo de cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje es que los cambios que se han producido se mantengan en el tiempo y lleguen a generalizarse a otras situaciones y a otras personas.
El conflicto como oportunidad
Para afrontar el aprendizaje de la buena convivencia resulta imprescindible concebir el conflicto como algo inevitable y necesario. La conflictividad entre personas en un centro educativo, puede abordarse de dos formas que podrían llamarse: “curativa” y “preventiva”. Siguiendo el primer método estaremos hablando de disciplina como principal instrumento de evitar el conflicto. Por la segunda, será la convivencia la principal herramienta. Nosotros apostamos por la segunda forma y a ella responden las siguientes pautas de actuación:
• Democracia en el centro y en el aula:
Para ello, se hace necesario ir definiendo y concretando qué entendemos por ello y las consecuencias que puede tener en las relaciones que crea entre el alumnado y alumnado-profesorado.
Para que exista un aula democrática se deben dar dos condiciones: que se dé la participación y que se acoja a todo el alumnado en base a una igualdad de derechos. Entendemos la participación en una doble vertiente: Como principio que debe existir en las escuelas y centros de aprendizaje, pero también como ámbito de aprendizaje dirigido a la intervención y contribución futura del alumnado a una sociedad democrática. La participación puede educarse de varias formas:
- Desde el ámbito curricular: como objetivo explícito.
- Desde el ámbito institucional: La organización del centro debe ir acorde con este principio.
- Desde el ámbito personal: A través de lo que transmite el profesorado (implícito)
• Generar un trato positivo y de aprendizaje entre iguales:
Las relaciones en el centro y el aula son múltiples. La educación es un hecho colectivo y su riqueza puede estar en esa variedad de relaciones y aprendizajes mutuos.
Generar un trato positivo, pasa por conocer la variedad de circunstancias que se vivencian. También debemos observar si nuestro grupo está formado por un conjunto de pautas de comportamiento muy diferentes o semejantes, si el alumnado es o no todavía muy influenciable o van teniendo su personalidad más definida, si tienden a participar siempre las mismas personas.
Otras pueden crear desigualdades, como el género o la cultura. Aún así en el aula y el centro, habrá que enfrentarlas como cuestiones que afectan a la persona.
También evitar o combatir situaciones como:
- Alumnado agredido.
- Que siempre intervengan las mismas personas.
- La existencia de personas marginadas.
• Uso del diálogo como elemento de comunicación:
Nuestra práctica debe estar basada en el diálogo. Detrás de este principio se esconden bastantes aspectos a tener en cuenta en la práctica: saber ponerse en situación de…, comprometerse a…, etc. Trabajar desde el diálogo necesita de una doble acción:
- Desarrollo de una actitud determinada “de apertura”, de adquisición de compromiso.
- Un aprendizaje en habilidades sociales.
• Perseguir la autonomía individual y organización del grupo:
Debe avanzarse hacia la participación, hacia el compromiso y la responsabilidad pero con el objetivo general de lograr la autonomía.
• Atender la diversidad de personas y situaciones:
Dando un paso más allá debemos pensar en la convivencia ciudadana y no únicamente en térmicos académicos. Así, esta atención a la diversidad se convierte en un elemento de aprendizaje por el que el alumnado llegue a tener en cuenta la diversidad de personas y situaciones que la rodean.
En líneas generales, podemos decir que educar al alumno pasa por educar al grupo y para el grupo, pues ser miembro de un colectivo promueve aspectos individuales que pueden facilitar o no, entre otros, el aprendizaje escolar.
Bibliografía:
Álvarez, M y Bisquerra, R (1996): “Manual de orientación y tutoría”. Praxis. Barcelona.
Anduela, M. (1994): “Dinámica de grupo en educación”. Trillas. México.
Fernández Prados, J.S. (2000): “Sociología de los grupos escolares, sociometría y dinámica de grupos”. Universidad de Almería. Almería.
Gil, F. y León, J.M. (1998). Habilidades Sociales: teoría, investigación e intervención. Madrid: Síntesis.
Verdugo, M.A. (1997). PHS. Programa de habilidades sociales. Programas conductuales alternativos. Salamanca: Amarú ediciones.
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Los autores interesados deben enviar sus textos en formato DOC a: lisette@eumed.net junto a un resumen actualizado de su CV.
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