José Luis Muñoz Corvalán (CV)
joseluis.munoz2@murciaeduca.es
IES San Juan Bosco
1. RESUMEN.
El retraso en su desarrollo como ciencia de las Ciencias Sociales ha provocado que el proceso de institucionalización de aquellas profesiones que se sustentan en estas doctrinas se ralentice.
Este es el caso de las formaciones en Educación No Formal, que han tenido que esperar mucho para ser reconocidas y reguladas como cualificación profesional, para desarrollar una labor social. Hasta hace bien poco los animadores ejercían sin una titulación específica ni una acreditación homologada de sus conocimientos que les permitiera identificarse y situarse en el mercado de trabajo del país.
Mientras en otros países de Europa esta profesión ya gozaba del conocimiento y respeto sociales, en España hemos tenido que esperar a que la formación profesional y, concretamente, los módulos profesionales de tercer ciclo habilitaran al Animador Sociocultural para ejercer su profesión.
Más allá de los aspectos profesionales desde que el hombre moderno vive en comunidades siempre han existido personas que han movilizado a sus vecinos a realizar trabajos y actividades para el grupo.
Aunque esta figura sigue vigente, la complejidad de las relaciones sociales en la actualidad han facilitado la aparición de esta profesión que desde las instituciones pretende revitalizar el carácter espontáneo de la animación en las comunidades y la organización de las mismas para su propio desarrollo y autonomía.
PALABRAS CLAVE: Animador, funciones, valores, capacidades, actitudes.
El acercamiento a la figura del animador sirve para definir y acotar el ámbito de la Animación Sociocultural y para centrar nuestra perspectiva sobre un campo de acción tan amplio.
Hemos visto que la legislación española ya recoge y tipifica la figura de este profesional, pero mucho antes de que esto sucediera ya la CE dedicaba a este tema uno de sus Simposios sobre su Proyecto Animación, el celebrado en Bruselas en 1974 que se centró en el tema de “ la deontología, el estatuto y la formación de los animadores”.
Diferentes autores dan distintas definiciones sobre el Animador Sociocultural:
Para E. Ander-Egg, (1992), “Designa a quien realiza tareas y actividades de animación. Persona capaz de estimular la participación activa de la gente y de insuflar un mayor dinamismo sociocultural, tanto en lo individual como en lo colectivo. Actúa como un catalizador que desata y anima procesos, cuyo protagonismo se procura que corresponda fundamentalmente a iniciativas de la misma gente”.
Dice A. Valle (1993) que “El Animador es el elemento dinámico de la Animación de un grupo; su objetivo es la promoción de la colectividad, siendo su sector de acción y compromiso el tiempo libre”.
“El animador es un educador nuevo, que activa y dinamiza las posibilidades de los individuos, estableciendo entre ellos relaciones fecundas, lográndose un beneficio social y participando como grupo en la cultura que se concreta y matiza al fomentarse sus capacidades de creación cultural”. (A. Maillo, 1.979: 36)
Vemos que estas definiciones centran su atención en varios puntos de interés:
Dado que el animador no tiene por qué ser profesional, su figura no sólo puede considerarse como Ul1a profesión específica sino también como un talante, estilo o actitud que puede darse y de hecho se da en diferentes profesiones.
Así, en Francia se ha distinguido entre la animación institucionalizada, para referirse a los animadores voluntarios o profesionales, y la animación difusa para hacer referencia a la animación presente en otras profesiones.
J. M. Moeckli, quien en su informe presentado en el mencionado Simposio de Bruselas al hablar del animador distingue al profesional del semiprofesional u honorario y de los voluntarios. (V. J. Ventosa, 1.993:112).
Según lo dicho podríamos preguntarnos si cualquiera puede ser animador, a lo que E. Ander-Egg contesta de forma rotunda y contundente No cualquier persona puede ser animador por razones obvias:
No puede animar quien no está animado.
No puede animar quien es incapaz de infundir animación.
No puede animar quien no cree que los otros pueden animarse.
No puede animar quien no es capaz de establecer relaciones interpersonales productivas y gratificantes.
También cita y a continuación cita las cualidades humanas que un animador sociocultural debe poseer para realizar bien su tarea, a saber:
(Ander-Egg, 1.992:180).
Pero esta tendencia personalista de los pioneros en la Animación Sociocultural encuentra hoy sus detractores que consideran innecesarias las exigencias de cualidades personales para ejercicio profesional.
Según Besnard (1980) la práctica de la profesión de Animador Sociocultural se caracteriza por:
3.1. Ámbito profesional.
Al ser una profesión relativamente nueva desde el puntpo de vista reglado el ámbito profesional está en fase de definición.
Si bien la mayor parte de los autores coinciden en señalar tres ámbitos de intervención del animador, a saber (Ventosa, 1993:24):
El Ministerio de Educación y Cultura, en el mencionado RD 2058/1995, al definir las unidades de competencia del Técnico Superior ,en Animación Sociocultural acota así los ámbitos profesionales que le corresponden:
Como vemos, la normativa vigente coincide en señalar estos cuatro como los ámbitos más frecuentes de actuación del animador. Pero en el desarrollo del RD se puntualiza también que “en general, podrá integrarse en cualquier estructura u organización empresarial que contemple la realización de actividades de intervención comunitaria, trabajo con grupos, colectivos o asociaciones, programas de dinamización cultural o de ocio y tiempo libre”. (RD 2058/1995).
3.2. Tipos.
Tan amplio como pueda llegar a ser el ámbito de trabajo es la práctica de la animación, por tanto ante una actividad tan diversificada, y a veces difusa, las posibilidades de definición de tipologías de los profesionales que la realizan son muy grandes.
Existe una literatura importante sobre el tema, que parte de la práctica que de la animación se ha venido haciendo para agrupar y reagrupar las funciones y roles que el animador desarrolla según diferentes categorías.
Siguiendo la tipología que A. Maíllo publicó en 1979, se establece:
Otras clasificaciones complementan la que acabamos de ver.
Para Gloria Pérez Serrano el animador puede ser:
J. A. Simpson recoge otra tipología atendiendo a la dedicación y el grado de profesionalidad del Animador:
4.1. Funciones.
Ya en 1972 A. del Valle proponía 1972 las siguientes funciones:
Como se hace patente A. del Valle confecciona esta lista de funciones fijándose especialmente en el trabajo del animador comunitario
Otros autores hacen aportaciones en diferente sentido. Así J. Franch y A. Martinell, basan su discurso en el animador socioeducativo y de tiempo libre y (1986) señalan como funciones las siguientes:
Por su parte, la profesora Gloria Pérez Serrano enumera las siguiente funciones:
Ya dentro de la enseñanza reglada, dentro de los ciclos formativos, el RD 2058/1995, define el perfil profesional del Técnico Superior en Animación Sociocultural, estableciendo las funciones dentro de la competencia general, las unidades de competencia, y realizaciones:
“Programar, organizar, dinamizar y evaluar proyectos de intervención social, aplicando técnicas de dinámicas de grupos y utilizando recursos comunitarios, culturales y de ocio y tiempo libre”.
Unidad de competencia 1: Organizar, planificar y gestionar una pequeña empresa de actividades de tiempo libre y socioeducativas.
Unidad de competencia 2: Organizar, dinamizar y evaluar proyectos de intervención comunitaria.
Unidad de competencia 3: Organizar, dinamizar y evaluar proyectos de animación cultural.
Unidad de competencia 4: Organizar, dinamizar y evaluar proyectos de animación de ocio y tiempo libre.
Cada una de estas unidades de competencia va unida a diferentes realizaciones que son, también, funciones que se le asignan a este perfil profesional.
4.2. Valores.
Aunque no está aún establecido el código deontológico por el que debería regirse esta profesión, sí existen valiosas aportaciones de diversos autores que ya apuntar1 en esta dirección.
Los derechos y deberes del animador sociocultural no difieren demasiado de los de otro trabajador, sin embargo por la índole y envergadura de su profesión si se coincide en exigir de él una serie de respuestas en valores:
Pese a este acuerdo no hay que pasar por alto que hay voces que se alzan para criticar las exigencias (en cuanto a cualidades y valores personales) que muchos autores hacen al animador para poder cumplir con su tarea. Voces que abogan por la objetividad y profesionalización del animador en la realización de sus actuaciones.
Mientras que otros como E. Ander-Egg consideran que el animador debe poseer un código de valores que lo posicione en una situación de compromiso social más allá de la neutralidad política.
4.3. Capacidades.
Para poder desarrollar con éxito las funciones encomendadas el animador debe poseer una serie de capacidades adquiridas ya en su formación profesional. A este respecto citaremos las capacidades profesionales que se establecen el RD 2058/1995.
Capacidades profesionales:
4.4. Actitudes.
Siguiendo a Rogers las actitudes del que el animador debe tener son:
La profesora Pérez Serrano añade a lo dicho una serie de cualidades en las que se contemplan actitudes que el animador debe mantener para que su trabajo no encuentre obstáculos:
¿Debe el animador convertirse en el líder del grupo o debe interactuar con él desde una posición más marginal?
La experiencia ha llevado a los investigadores a distinguir tres tipos de liderazgo en la intervención socio cultural, a saber:
Con las matizaciones pertinentes se considera el liderazgo democrático, el más adecuado a la metodología propia de la animación, y esto se explica desde la perspectiva de la democracia cultural como base para una verdadera participación. Uno de los objetivos comunes a cualquier modo y tiempo de la animación es lograr la participación del grupo en su propio proyecto de mejora.
El líder democrático es el que a la larga consigue resultados más duraderos y positivos. Ya que al compartir el grupo la toma de decisiones también se sentirá más comprometido con la responsabilidad final, lo que genera una mayor cohesión grupal y un más alto índice de independencia. Y ni esta participación ni la autonomía se podrán lograr desde el autoritarismo de un líder autocrático que ahoga los intentos de los individuos por comunicar y desarrollar sus propias iniciativas.
Son de muy diversos tipos las relaciones que el animador puede o debe establecer con el grupo, por eso a esta altura es conveniente descifrar el papel que el animador cumple o tiene asignado en un marco más amplio, esto es en referencia no sólo a los destinatarios sino también a la institución.
Para ello nos vamos a servir de lo que J. V. Ventosa denomina el triángulo contractual de la animación. Se trata de una definición de cuáles son los agentes principales de la animación y qué interrelaciones se establecen entre ellos:
El A11imador: debe actuar como intermediario entre las necesidades y demandas de una población determinada y el potencial de respuesta a las mismas propio de la Institución con que trabaja. Es el impulsor ejecutivo encargado de transformar, dados unos medios y presupuestos institucionales concretos, las aspiraciones y demandas de una población, en un programa organizado y sistemático de intervención.
Como toda profesión incluida en el campo del trabajo social, el animador deberá colaborar con otros profesionales cercanos que puedan aportar otros puntos de vista y conocimientos teóricos a la intervención.
Podemos, pues, hablar de la interdisciplinariedad de los profesionales de la educación y del trabajo social, formando un equipo o simplemente manteniendo un contacto que permita a todos una perspectiva más amplía de la realidad social en que trabajan.
Así, un animador comunitario deberá mantenerse en contacto con los colegas que puedan trabajar en otras asociaciones o instituciones de la zona, con los agentes sociales, los representantes comunitarios y los profesionales de los servicios sociales que intervengan en el mismo escenario.
Los asistentes sociales de un barrio, los educadores de los centros escolares, los educadores de familias, educadores de calle y animadores socioculturales deben encontrar un espacio común de intercambio de información y opiniones que pueda revelar la situación en que se encuentran los destinatarios, y así procurar la mayor adecuación de sus respectivos proyectos.
Por otro lado estos encuentros facilitarán que los objetivos y recursos puestos al servicio de la población no se solapen mientras otras necesidades estén desatendidas e incluso pasen desapercibidas.
Por su parte en el RD 2058 en el apartado de formación en el centro de trabajo (capacidades terminales), refiere cómo el animador debe comportarse en el centro de trabajo y qué relaciones debe mantener con sus compañeros. A saber:
Debe integrarse en el equipo de trabajo asignado de forma activa y responsable, coordinándose con otros profesionales:
ANDER-EGG, E., (1992): La Animación y los Animadores. Madrid: Narcea.
BESNARD, P., (1980): Animador Sociocultural: una profesión diferente. París: EFS.
FRANCH, J. y MARTINELL, A., (1994): Animar un proyecto de educación social. Barcelona: Paidós.
MAILLO, A., (1979): Un método de cambio social. La animación socio cultural. Madrid: Fondo Cultural Popular / Marsiega.
PEREZ SERRANO, G., La Animación Socio-cultural. Madrid: UNED.
VALLE, A. (1972): La Animación Social y Cultural. Madrid: Fondo Cultural Popular / Marsiega.
VENTOSA PEREZ, J. V., (1993): Fuentes de la Animación Sociocultural. Madrid: Ed. Popular.