Mauro Beltrami*
Universidad Argentina de la Empresa
maurobeltrami@gmail.com
Resumen
Perón desde su exilio escribe “La hora de los pueblos” reinterpretando al justicialismo en términos de un socialismo nacional, asociándolo a las ideas de liberación nacional, antiimperialismo e integración latinoamericana. También abordó el problema de la violencia como método de transformación de las estructuras políticas. En el presente trabajo se indaga en los procesos sociopolíticos en el marco de los cuales se produce la aparición de dicha obra, así como también se analizan los objetivos y la línea argumentativa de cada uno de los capítulos que componen el trabajo.
Palabras clave
Perón – liberación – imperialismo - antiimperialismo - socialismo nacional - integración latinoamericana.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Mauro Beltrami (2019): “El socialismo nacional antiimperialista y la liberación en “La hora de los pueblos””, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (enero 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/cccss/2019/01/socialismo-nacional-antiimperialista.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1901socialismo-nacional-antiimperialista
Tras la Segunda Guerra Mundial, los procesos de liberación nacional (o descolonización) tuvieron un impacto notable a nivel político, generando una serie de análisis teóricos y de experiencias concretas que impactaron en la forma de entender las relaciones de poder, no sólo a nivel interestatal, sino también entre los diferentes grupos y clases sociales que coexistían dentro de los estados. Entre las independencias nacionales de la India en 1947 y de Argelia en 1962, se produjeron las grandes luchas anticoloniales en Asia y África, que tuvieron como correlato la aparición de obras que sirvieron para la formación político-ideológica de espacios políticos transformadores en términos sociales. En Latinoamérica, procesos políticos nacionalistas de carácter redistributivo, tal como lo fue el primer peronismo (1946-1955) quedaron truncos producto de golpes cívico-militares. Además, en el caso del peronismo, al golpe de estado le siguió una persecución activa por parte de la dictadura instalada en el poder y una larga proscripción que se extendió durante los gobiernos (militares o tutelados por estos) de la década de 1960.
El primer peronismo había tenido al antiimperialismo como una idea presente tanto en la orientación política como en la fundamentación de iniciativas concretas.1 En este contexto, el impacto de la revolución cubana (1959) y su deriva socialista inspiraron la aparición de organizaciones armadas revolucionarias y una radicalización de las tesis sostenidas por segmentos del nacionalismo popular peronista, en particular de algunos de sus referentes como J. W. Cooke.2 Por lo tanto, se observó un momento de confluencia de las luchas globales anticolonialistas por la liberación nacional, del triunfo revolucionario antiimperialista cubano a nivel latinoamericano y de represión y proscripción del peronismo en Argentina.
Juan Domingo Perón tuvo una intensa actividad como autor de libros, folletos y artículos en los cuales fue exponiendo sus ideas. En el marco de su exilio y proscripción, en 1968 edita “La hora de los pueblos”, en el cual realizó un análisis de los problemas de Argentina y sus relaciones con Latinoamérica y las potencias imperiales. En el mismo adoptó un tono donde priman las ideas de liberación nacional, el anticolonialismo y la integración latinoamericana. También abordó el problema de la violencia como método de transformación de las estructuras políticas.
El presente artículo, en particular, pretende indagar en el contexto de la aparición de “La hora de los pueblos”, así como sus objetivos y su estructura. También, se observa la obra en función de las relaciones entre la doctrina peronista y las ideas de socialismo nacional, imperialismo, liberación nacional e integración latinoamericana.
“No somos, como algunos nos califican, países subdesarrollados, somos países esquilmados desde afuera y destrozados desde los centros vernáculos de la oligarquía (…)”.3
Perón y el contexto de sus obras en el exilio
Luego del golpe de estado de 1955, el peronismo como movimiento político fue proscripto y perseguido, la Constitución Nacional de 1949 derogada por la dictadura militar autodenominada “libertadora” y la orientación general político-económica respondió a la adopción de un liberalismo conservador (más allá de breves experiencias “desarrollistas”).4 Durante la década de 1960 se observó una inestabilidad institucional permanente por la acción directa de las fuerzas armadas como factor de poder.5
Tal como se mencionó en la Introducción del presente artículo, conforme desde el ámbito institucional argentino sucedían estos procesos, por fuera, amplios sectores sociales fueron organizándose para luchar contra ese orden, tanto desde el peronismo como desde la izquierda.
Coexistieron también por esos años una serie de elementos que contribuyeron a impulsar la lucha de los movimientos transformadores:
Por otro lado, se acentuaba la represión militar apoyada por el gobierno norteamericano, que además se encontraba inmerso en la Guerra de Vietnam. Un año antes que Perón escribiera “La hora de los pueblos”, el Che Guevara caía asesinado en Bolivia, en su intento por expandir la revolución socialista por Latinoamérica.8
A la par que el impacto de estos procesos fue evidente no sólo en los movimientos políticos transformadores, fue creciendo el respaldo del gobierno norteamericano a las políticas represivas de las dictaduras militares, agitando el fantasma del extremismo marxista y acelerando el ritmo de los golpes de estado.9 La represión abarcó tanto la dimensión política como cultural, donde se persiguió la “infiltración ideológica” que habría afectado tanto al “estilo de vida argentino” y a los “valores occidentales” en general, como a la “juventud” en particular. 10
Desde el punto de vista económico, la dictadura de Juan Carlos Onganía había adoptado una política monetarista bajo el Plan Krieger Vasena, el que comprendió una fuerte devaluación del peso (40%), acompañado por la liberación total del mercado cambiario, un congelamiento obligatorio de los salarios y una rebaja de las barreras aduaneras.11 Las consecuencias negativas del modelo económico impactaron en el descontento general de amplias capas de la población, fundamentalmente de trabajadores, incrementándose la resistencia de las bases sindicales. 12
J. W. Cooke caracterizó el programa económico de la dictadura (apoyado por las grandes patronales y con el beneplácito del imperialismo) como de tipo "desarrollismo neocapitalista", cuyos presupuestos habrían sido la "tecnocracia, la “libre empresa" y el "moralismo". 13
Para Cooke, el programa del régimen militar resultaba equivalente al de cualquier partido burgués, aunque en un marco de creciente represión dirigida especialmente hacia aquellos movimientos que cuestionaran la naturaleza del propio sistema de explotación.
A fin de resistir dicho programa económico, los sectores combativos a nivel sindical eligieron a Raimundo Ongaro como secretario general de la CGT, lo que generó la división de esta en dos: por un lado, la CGT de los argentinos, dirigida por el propio Ongaro; y por otro, la CGT Azopardo, dialoguista con el gobierno.14
A lo largo de los años en que se desarrollaba este contexto socio-institucional, Perón escribió una serie de libros de ensayo en los que estudió críticamente la realidad nacional y el contexto internacional en el marco de la Guerra Fría y las tensiones entre las dos superpotencias de la segunda posguerra mundial. Estos fueron “La fuerza es el derecho de las bestias” (1956), “Los vendepatria” (1957) “Latinoamérica: ahora o nunca” (1967) y “La hora de los pueblos” (1968).15 Además de los citados, deben observarse también otros tipos de documentos relevantes para estudiar el pensamiento de Perón, como: las instrucciones formuladas frente a la coyuntura electoral firmadas por Perón; la correspondencia que mantuvo con diferentes personas (siendo muy relevante por ejemplo la sostenida con J. W. Cooke); artículos firmados; mensajes grabados; entrevistas; delegados que son depositarios de mensajes; entre otros.
La aparición de “La hora de los pueblos”
Durante su exilio en Madrid, Perón escribió “La hora de los pueblos”, donde planteó como objetivo demostrar que el gran problema de Argentina lo constituían el imperialismo y la oligarquía, exponiendo las ideas justicialistas como solución adecuada a las necesidades de liberación nacional,16 siendo esta obra fue una reelaboración de un trabajo anterior, “Latinoamérica: ahora o nunca” (1967). Ambas aparecieron durante la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”, bajo el mando de Juan Carlos Onganía.
A pesar de la censura, no puede decirse que la palabra de Perón o sus obras hayan sido secretas o puramente privadas durante la época de su largo exilio, más con la enorme influencia que tuvo durante esos años hasta su regreso. En general, se caracterizó por una “circulación restringida”, donde los libros en particular fueron publicados durante mucho tiempo o bien fuera del país (por lo cual debían ingresar al país de forma reservada), o bien de manera clandestina,17 siendo su circulación también clandestina o fuertemente limitada, dentro de los círculos de la militancia o a través de pases de mano en mano.
La forma de construcción, impresión y circulación de “La hora de los pueblos” fue descrita con precisión por Castellucci en la edición de la Biblioteca del Congreso de la Nación, en el marco de la colección “JDP, los trabajos y los días”. Allí en el estudio introductorio abordó la forma en la que se llegó a publicar, siendo esta la causa por la cual la exposición detallada a continuación toma como fuente fundamental dicho trabajo.18 La publicación de “Latinoamérica: ahora o nunca” por parte de la Editorial Diálogo en Montevideo generó la posibilidad de ampliar los contenidos de la misma, o complementarlos con nuevas reflexiones de Perón.
Por otro lado, Perón decide avanzar con la publicación de un nuevo libro, comenzando el proyecto de "La hora de los pueblos". Un conflicto con el editor hizo que considerara publicar su nueva obra ampliada en España o en Argentina. Hacerlo en Argentina era una solución a los problemas para ingresar la obra desde Montevideo a Buenos Aires para su distribución y comercialización. Y, además, el propio Perón expresó que: "yo lo podría hacer publicar aquí, pero qué interés puede tener que lo conozcan los “gallegos”. Yo lo he escrito para el pueblo argentino y quiero que hasta allí llegue cuanto antes, contando con una mayor posibilidad de difusión. Yo no escribo para los intelectuales ignorantes que suelen ser los que “mariscalean” en los cafés sobre cosas que no entienden ni conocen".19 Tras idas y vueltas con diferentes editores (producto de aspectos económicos específicos derivados de la publicación y venta así como complejidades vinculadas a lo político-sindical), el delegado de Perón terminaría acordando el contrato con Alberto Campos. Entonces, Pablo Vicente, en representación del General, y Alberto Manuel Campos firmaron el contrato el sábado 19 de julio de 1968. 20El objetivo de la publicación en Argentina se orientó a cercar y derrotar a la dictadura, a través de una distribución más eficaz, se trató de una obra de enorme importancia dentro de su contexto histórico, reconocido incluso por aquellos que tienen una mirada negativa sobre la misma.21
El sentido de “La hora de los pueblos” reside en visibilizar la idea de transformación de un sistema socioproductivo hegemonizado por la burguesía liberal a otro donde el pueblo autodetermine nuevas formaciones político-institucionales afines a sus necesidades. Casi al inicio de su obra ya manifiesta que "ha terminado en el mundo el reinado de la burguesía. Comienza el gobierno de los pueblos"22 . Para enmarcar sus ideas en el tiempo, entiende como uno de los ejes de la historia de la humanidad a la historia de la lucha de los pueblos contra los imperios. En “La hora de los pueblos”, Perón hace referencia al Che Guevara, a Fidel Castro, a Mao y a los movimientos anticolonialistas, realizando una fuerte crítica al liberalismo y al capitalismo. Entendió que la dinámica de la historia llevaría a una serie de revoluciones nacionales en Latinoamérica que liberarían a los pueblos oprimidos, y, en el marco de los mismos procesos, expuso un esquema evolutivo institucional desde el cual entendió que se irían consolidando nuevas formas políticas que dejarían atrás el demoliberalismo.
La primera edición de 1968 de la “La hora de los pueblos” está estructurada con un prólogo, una introducción, siete capítulos y conclusiones de la obra. Muy brevemente, a continuación se realizará una caracterización de cada uno de los anteriores.
En el prólogo, realizó una crítica al imperialismo norteamericano, observando que como todo imperialismo, tiende a la decadencia y a la posterior desaparición. Adoptó una postura de determinismo histórico para con los imperios, trazando un paralelismo entre EEUU y la Roma imperial.
En la “Introducción”, Perón realizó una exposición y análisis de los problemas que presentaba la sociedad contemporánea iberoamericana, a la que consideró en crisis por encontrarse en un estado permanente de perturbación del orden y de la paz. Esto lo entendió como una consecuencia de la dinámica histórica del imperialismo, donde observó una sucesión de Imperios (Español, Inglés, Norteamericano) condicionando las estructuras socioeconómicas de Argentina. En este contexto, trazó la oposición entre las dos fuerzas a las que ubicó en los inicios de la “guerra nacional” durante el proceso de organización nacional, y que luego irían configurando proyectos antagónicos: por un lado, el unitarismo de la oligarquía bonaerense (en esta línea ubicó a unitarios) y por otro, el pueblo representado por las fuerzas montoneras de los caudillos federales del interior. Desde entonces, habría coexistido una línea nacional enfrentada a otra antinacional, que se trasladó a la década de 1960 en una puja entre libertadores y colonialistas. La oligarquía y el imperialismo, por tanto, constituyen los mayores problemas que tiene Argentina, por lo cual la liberación nacional es la condición sine qua non para la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
El capítulo 1 se titula “El concepto justicialista”, que a su vez se subdivide en los siguientes apartados:
En este capítulo, Perón observó que las estructuras de la democracia liberal y el gobierno de la burguesía ya habían quedado obsoletas en un marco de decadencia del imperialismo, por lo cual la dinámica histórica llevaría a una evolución de las estructuras institucionales y políticas. Asociado a este marco, expuso la vigencia del peronismo y la Tercera Posición, marcando los logros durante sus primeros gobiernos. Estos son contrapuestos a los gobiernos posteriores a 1955 (calificados como entreguistas y cipayos), que habrían puesto a Argentina como un satélite del imperialismo norteamericano. Asimismo, integró dentro de su exposición un mensaje a los argentinos del año 2000. Finalmente, entiende a la pacificación como la condición necesaria para la implementación de las soluciones en el marco de un proyecto nacional.
El capítulo 2 tiene por título “La penetración imperialista y la tragedia del dólar”, teniendo como apartados:
Lo dedicó fundamentalmente a exponer la forma en que opera el imperialismo norteamericano, a través de dispositivos militares y financieros, que incluyen acciones directas de su propio gobierno e indirectas a través de organismos internacionales. También yuxtapuso en su argumentación referencias concretas a las acciones en los primeros gobiernos peronistas. Y traza las políticas económicas necesarias para la lucha contra el neocolonialismo.
El tercer capítulo, titulado “Plan de penetración imperialista en Iberoamérica”, se divide en los siguientes apartados:
En este capítulo, Perón describió la forma en la cual el imperialismo penetra en las diferentes esferas de la vida institucional, transformando a las naciones en neocolonias al servicio de sus intereses. El concepto que utilizó es el de “copamiento”, que opera desde la metrópoli y tiene como contrapartida el “entreguismo” vernáculo. En particular, describió golpes de estado concretos impulsados por el imperialismo en Latinoamérica, entre los cuales incluyó a su propio gobierno.
El cuarto capítulo denominado “La integración Latinoamericana” es una única exposición que prescinde de la división en apartados. En el mismo, Perón planteó la necesidad de la unión latinoamericana como forma de defensa de los recursos naturales y para asegurar la independencia económica de las naciones. Expuso un discurso dado por él en 1953 sobre la necesidad de la integración y los esfuerzos realizados con los presidentes de Brasil y de Chile en tal sentido; así como las dificultades para cumplir dicho objetivo.
El capítulo quinto llamado “El Mercado Común Latinoamericano y la Alianza para el Progreso”, se divide en:
A lo largo del capítulo, Perón abordó críticamente las acciones de las organizaciones paidricanistas y de las alianzas y acuerdos internacionales que responden a los intereses del imperialismo norteamericano, entre las cuales incluyó a la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEA), a otras organizaciones colaterales a la misma y a la “Alianza para el Progreso”. Además, entendió que las dictaduras militares que asolaban Latinoamérica respondían directamente al Pentágono, por lo cual caracterizó a dichas fuerzas armadas como “tropas de ocupación”. Asimismo, explicó las razones por las cuales consideró que sus primeros gobiernos fueron pioneros de los movimientos socialistas transformadores.
El capítulo número seis, titulado “El problema político argentino”, posee los siguientes apartados:
Perón expuso aquí que toda política nacional está condicionada (y fundamentalmente determinada) por las relaciones internacionales (entendiendo que el año 2000 iba a ser el de los continentes integrados), siendo este último el ámbito en el que debe actuarse. Por lo tanto, caracterizó al problema político argentino como el de un pueblo que lucha por su liberación frente a los sectores reaccionarios vernáculos respaldados por el imperialismo. Asociado a esto, analizó el problema económico en función de la caída del poder adquisitivo del salario, con la correspondiente caída del consumo y de la inversión; que, a su vez, es consecuencia de la influencia del imperialismo en la primarización de la producción. Por otro lado, trató el problema de lo que denomina el transvasamiento generacional y de las traiciones en el seno del movimiento, ponderó también el diálogo católico-marxista, tratando el problema de la violencia como método. En última instancia, retomó elementos doctrinarios presentes en el primer peronismo, marcando que el sustrato filosófico del movimiento posee continuidad histórica.
El último capítulo, el séptimo, denominado “Los deberes de la juventud”, se subdivide en:
Aquí detalló los desafíos futuros que tienen las naciones y el rol que debería tener la juventud en los mismos, siendo esta última el principal destinatario del libro de Perón. Realizó una caracterización del golpe de estado de 1966 y de la dictadura de Onganía, afirmando que defendía una “economía libre” que no era tal. Dejó entonces una de sus más conocidas citas respecto al tema, afirmando que “la economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste”. 23 A continuación, explicó a los jóvenes los principios del movimiento justicialista, caracterizando su gobierno como una revolución que había preparado al país para ir recibiendo paulatiidnte una ideología socialista nacional cristiana.
Finalmente, las “Conclusiones” de la obra se dividen en treinta enunciados, que resultan en una síntesis de lo expuesto en los capítulos precedentes, planteando una serie de orientaciones para influir en la realidad política argentina.
Perón apeló a un lenguaje directo, simple y costumbrista, cercano a la conversación directa con los múltiples destinatarios de su obra (siendo la juventud en el caso particular de “La hora de los pueblos”). En el prólogo, Perón afirmó que “no me ha interesado tanto la dialéctica ni la retórica como la verdad y, la verdad, como dicen los árabes, “habla sin artificios”. La política suele tener sus características originales; una de ellas es la necesidad de llamar a las cosas por su nombre”.24 Puede afirmarse que su forma de escribir es equivalente a una “charla entre compañeros”, donde las explicaciones vertidas clarifican rápidamente un concepto o idea, vinculándolo a la doctrina peronista y presentando directrices para la acción. En sus intervenciones, Perón “se muestra hábil en el manejo de la frase irónica, colorida, de todo ese lenguaje resentido pero burlón que los sometidos, entre guiños, hablan secretamente de sus patrones. Pronuncia los nombres prohibidos, aquellos que la respetable fraseología oligárquica trata de enmudecer (…)”. 25
En “La hora de los pueblos” manifestó críticas a la utilización de argumentos y términos que pudieran no ser comprendidos por el público, en particular en los temas económicos. En particular, en el capítulo 2 de su obra, al explicar el significado de la adhesión de un país al Fondo Monetario Internacional, indicó que la ventaja que tenía su persona al explicar las razones por las cuales consideraba al FMI como un “nuevo engendro putativo del imperialismo”, consistía básicamente en que no era economista.26
A esta forma de expresión, agregó un uso de figuras que permitieron graficar un concepto que podría aparecer como difuso. Cuando en el capítulo 1 de “La hora de los pueblos” argumentó que las sociedades se componen en un mínimo porcentaje de idealistas y mayoritariamente de materialistas, apeló a la comparación del hombre con el comportamiento de animales domésticos como perros y gatos.27
Esta forma de comunicación con el lector logra amenizar la lectura, cumpliendo con uno de los principales objetivos: impactar en la máxima cantidad de actores sociales para persuadirlos de adherir al movimiento peronista.
Por otro lado, Sigal y Verón realizaron un interesante abordaje sobre los objetivos del proyecto peronista en relación con el estudio discursivo.28 En este sentido, observaron que las etapas que encuadran los objetivos del peronismo resultan fácilmente identificables:
Claramente, “La hora de los pueblos” corresponde a la segunda etapa identificada, donde la idea de liberación es uno de los ejes discursivos más visibles a lo largo de todos los capítulos. 29
La dicotomía leal/traidor es sustancial para entender cualquiera de las obras de Perón. Fundamentalmente porque cuando escribe, es el conductor del movimiento exponiendo claves interpretativas y directrices acerca de la forma en la que debe realizarse la lectura de la realidad en pos de la construcción de la patria peronista. 30 El propio Perón reafirmó la importancia de la lealtad en un movimiento político a lo largo de sus escritos y exposiciones. La lealtad como idea está incorporada a las celebraciones del propio 17 de octubre, el día simbólicamente más importante del peronismo.31 La lealtad es además parte de la comunión y solidaridad de los integrantes del movimiento en la búsqueda del cumplimiento de los fines del proyecto político. 32 Sobre todo, teniendo en cuenta que en los gobiernos que se resisten al imperialismo, este último opera mediante lo que Perón entendió como la costumbre de “comprar a los amigos”, según expone en el capítulo 3 de “La hora de los pueblos”. 33 En el mismo capítulo de su obra, Perón expuso como ejemplo de la traición el asesinato de Sandino en Nicaragua.
Si bien el peronismo como movimiento no es unidireccional ni tampoco unívoco, el que fijaba los principios doctrinarios era naturalmente Perón. Y para Perón, como conductor del movimiento, era peronista “todo aquel que cumple la ideología y la doctrina peronista”.34 El verticalismo era un principio de construcción estratégica que aseguraba que la totalidad se orientara hacia los objetivos que Perón determinara.35 Entonces, dentro de los términos que forman parte de los textos de Perón, la lealtad y la traición son conceptos que están ligados no sólo a las alianzas momentáneas, sino al universo simbólico de valores compartidos por el espacio. 36 "La traición es un tópico de larga data en la cultura política de las izquierdas y el peronismo, dos tradiciones que a fines de los años sesenta se fundieron junto al cristianismo liberacionista para formar una cultura política montonera (...) En el discurso peronista, la traición no se puede entender sin su principal opuesto, la lealtad, un término tomado del lenguaje militar que sirvió para diferenciar amigos y enemigos de acuerdo a valores morales, intereses políticos y relaciones interpersonales (Balbi, 2007: 26)". 37
Al tratar el problema del transvasamiento generacional en “La hora de los pueblos” (capítulo 6), Perón naturaliza el papel que cumplirían las traiciones dentro de un movimiento popular, comparándolas con la que cumplen los microbios en un organismo vivo. Por lo tanto, en palabras de Perón, “es precisa la existencia de tránsfugas y aún traidores, que son los microbios de lo institucional, para que la masa desarrolle sus autodefensas orgánicas y con los propios anticuerpos generados por aquellos”.38 Para Perón, esta sería una enseñanza que se debiera tomar en cuenta, generando así divisiones que dificultaron el mantenimiento de la unidad y solidaridad necesaria para la construcción del proyecto político popular.
De este modo, también en “La hora de los pueblos”, Perón dejó claro que el peronismo es un movimiento vertical, donde un mérito significativo es la lealtad hacia la conducción, siendo deber de la masa identificar posibles traiciones dentro del movimiento. Respecto a la conducción estratégica, no dejó de ponderar a la "clase trabajadora organizada", la cual, según Perón, "ha sido el refugio de los valores morales de la comunidad argentina".39 Su liderazgo y su rol de único conductor quedaron plasmados además en su carácter autorreferencial a lo largo de diferentes pasajes de la obra. Por lo tanto, Perón sería el único autorizado para incorporar nuevas interpretaciones y actualizaciones sobre la doctrina, planteando los límites del movimiento y enmarcando claramente cuáles son los objetivos y los métodos válidos en el seno del peronismo.
En síntesis, en “La hora de los pueblos” Perón realizó nuevas lecturas de la doctrina peronista en función de los cambios de contexto, dejando claro que el movimiento tiene un conductor que es el que formuló y readaptó dicha doctrina, siendo la idea de lealtad parte inherente de la misma. En síntesis, quienes quisieran estar dentro del peronismo debían seguir las indicaciones del conductor, dado que sin principio de verticalidad no podría haber movimiento.
“(…) Una rápida observación de lo que está pasando en el mundo actual nos presentará a los justicialistas como precursores de lo que está siendo un socialismo nacional cristiano que terminará con las viejas estructuras políticas, económicas y sociales en todos los continentes”. 40
Más allá de las principales ideas descritas en cada uno de los capítulos de “La hora de los pueblos”, hay una serie de conceptos que son analizados en el marco del presente artículo.
Perón realizó una exposición de la doctrina peronista en base a la idea de construcción de un socialismo nacional cristiano. Justamente en 1968, es la primera vez que entendió al peronismo bajo esa idea, en un contexto de lucha antiimperialista y de impulso a las luchas por la liberación nacional. Perón reinterpretó al peronismo en esos términos porque consideró que los pueblos demandan cambios estructurales en el sistema político institucional para poder dar respuesta a sus demandas sociales. La causa radicaba en que el demoliberalismo capitalista ya había quedado superado por el devenir histórico, 41 por lo que, aquellos cambios los entiende como inexorables y para inspirarlos y así transformar al demoliberalismo, existían dos tendencias: el socialismo nacional cristiano y el socialismo internacional dogmático.
Resulta notable que Perón coloque en un mismo plano al justicialismo y al socialismo. Pero mucho más, como apunta Ollier, que presente a su Movimiento como la opción al socialismo. 42 En el contexto descrito anteriormente, en las bases juveniles había una creencia en que el socialismo era la etapa hacia la cual debían marchar los pueblos del Tercer Mundo en su lucha antiimperialista. En este sentido, Feinmann afirma que “cuando Perón lanza el concepto de socialismo nacional lo hace para dar satisfacción a este espíritu que latía en sus bases juveniles. (…) Además lo “nacional” de este socialismo entroncaba con el pasado argentino: con los caudillos, con el federalismo, con las montoneras del interior. (…) era el socialismo peronista”.43 Joseph Page está entre quiénes impugnan esta asociación entre peronismo y socialismo. Page escribió que “la transformación que él [Perón] produjo en la Argentina entre 1946 y 1955 de ninguna forma podía ser considerada socialista”; y renglón seguido, anota que “la caracterización hecha por Perón del justicialismo como “socialismo nacional” es altamente sospechosa y parece ser más la consecuencia del aumento, durante la década del 60, del atractivo ejercido por la extrema izquierda, especialmente entre la gente joven de Latinoamérica”. 44 Es decir, para Page, Perón relacionó las ideas de peronismo y socialismo únicamente como estrategia para poder incrementar su influencia en las masas juveniles. Por supuesto que la de Page es una mirada diferente a la de las bases peronistas. La idea del peronismo como un tipo de socialismo es estudiada por Feinmann casi contemporáneamente a “La hora de los pueblos”, en una obra con tono militante. En aquel momento, entendía que el socialismo nacional que proponía Perón se caracterizaba por no ser dogmático (como el soviético) y por haber sido producto de los movimientos de liberación de la periferia impulsando formas superiores de justicia. 45 La referencia al peronismo como un tipo de socialismo no fue tampoco una excepcionalidad de “La hora de los pueblos”. Perón posteriormente volvió a asimilar justicialismo y socialismo, exponiendo en un mensaje de 1971 que su derrocamiento en 1955 debía atribuirse a que su gobierno marchaba entonces hacia el socialismo nacional. 46 Por último, para entender las ideas sustanciales de Perón respecto a la organización económica, es válido referenciar la Constitución Nacional de 1949, base jurídica de sus primeros gobiernos. El capítulo 4, titulado “La función social de la propiedad, el capital y la actividad económica”, es quizá el más significativo para entender las ideas generales en lo económico del primer peronismo, y que además, se encuentran presentes en “La hora de los pueblos”; en particular aquellas vinculadas a la función social de la propiedad privada y al capital como instrumento para el bienestar social.47
Tras el análisis de peronismo y socialismo, se observa a continuación al nacionalismo que también es parte inherente de la idea de “socialismo nacional cristiano”. En “La hora de los pueblos”, Perón dejó muy claro que el peronismo es una doctrina nacionalista más allá que la conceptualice como un tipo de socialismo. Y al nacionalismo lo entiende como oposición a un internacionalismo que no contemple la dinámica de las relaciones sociales y territoriales de cada una de los Estado nación de Latinoamérica. Para explicar esto, Perón narró que en 1950 se negó a la propuesta de simpatizantes peronistas de diferentes países latinoamericanos de hacer una “Internacional Justicialista”, a lo que él se negó. Su argumento fue el siguiente: “consideramos entonces inapropiado que una doctrina nacionalista se transformara en ideario internacional”; agregando que “seguimos pensando lo mismo, pero ofrecemos a los hermanos de América del Sur nuestra experiencia, nuestras ideas por si, de alguna manera, pudieran serles útiles en sus casos y situaciones particulares”. 48Esta argumentación se complementó con la forma en la que rebatió el ideario internacionalista del socialismo, concibiendo como antagónicas las ideas de nacionalismo y socialismo. En cambio, concibiendo al socialismo como elemento liberador de los pueblos y en el marco de sus luchas por la liberación, “se puede ser nacionalista y socialista a la vez”.49
En síntesis, Perón entendía que en el orden de las dinámicas sociohistóricas de cada Estado nación, se fueron moldeando tipos de relaciones y significados particulares (es decir, identificaciones político-culturales propias) que debían dar como resultado propuestas y formas de ejecución también particulares para reemplazar al demoliberalismo capitalista.
Por otro lado, dado que el tipo de socialismo definido en “La hora de los pueblos” además de ser nacionalista, fue adjetivado como cristiano, se realiza una breve referencia a esta caracterización. La íntima vinculación entre peronismo y cristianismo aparece reflejada no sólo en discursos de su primer gobierno o en “La hora de los pueblos”, sino que incluso posteriormente apeló a esta correspondencia. Es así que en “Actualización política y doctrinaria”, Perón expuso que el Justicialismo como ideología tiene como base filosófica firme el concepto que “obedece a un concepto cristiano y humanista de la política”.50
Perón entendió que el sustrato doctrinario y el método elegido serán variables en función de las condiciones sociohistóricas de los pueblos, compartiéndose sustancialmente el objetivo de instaurar nuevas formas adecuadas a las necesidades populares actuales. Es así que en este sentido, realizó una valoración del diálogo entre diferentes filosofías como el marxismo y el cristianismo, dado que observó este hecho como beneficioso para el pueblo.51
“Las ideologías han sido superadas y el dilema ha dejado de ser comunismo o capitalismo para pasar a ser liberación o neocolonialismo”.52
El tipo de socialismo nacional propuesto además es antiimperialista. De hecho, "La hora de los pueblos" entrecruzó las banderas históricas del justicialismo con la lucha anticolonial y con la idea de liberación. "Nosotros debemos liberarnos de las fuerzas de ocupación que hacen posible la explotación y dominación imperialista".53 La Tercera Posición sostenida por el primer peronismo fue reformulada en “La hora de los pueblos” (o mejor dicho reinterpretada) para asociarla con las luchas de liberación nacional, es decir, con el antiimperialismo.54
A lo largo de las páginas que componen dicha obra, no puede decirse que hay un apartamiento de Perón de la doctrina de sus primeros gobiernos, más allá de los matices mediante las cuales se la observe.55
Perón sostuvo que la lucha fundamental para había que realizarla contra el neocolonialismo sostenido por las oligarquías vernáculas. Las políticas neocoloniales eran identificables en un régimen político porque estas sostienen posiciones liberales de intercambio centradas en el mantenimiento de una matriz agroexportadora, lo que resulta en relaciones asimétricas con los imperialismos dominantes (relaciones de dominación entre centros industriales y posindustriales y periferias proveedoras de materias primas).56 Para Perón jugaron aquí un papel relevante los dispositivos financieros e institucionales destinados a profundizar los vínculos de dependencia, citando por ejemplo los enmarcados en la Alianza para el progreso. Enunció los objetivos de la Alianza para estudiar críticamente las políticas implementadas en dicho marco para visibilizar su carácter neocolonial: "En efecto, nuestros países no son subdesarrollados (...), sino que como consecuencia de confiar en esas "ayudas" hemos sido descapitalizados primero y endeudados luego (...)".57 No sólo la Alianza para el progreso es enmarcada como un dispositivo de penetración neocolonial, sino también hay organismos como el FMI, la OEA y otras organizaciones asociadas que fueron entendidas como mecanismos “blandos” e invisibilizados mediante los cuales el imperialismo ejerce su posición de poder. Estos se complementan con otros de carácter militar (incluyendo apoyo a golpes de estado) y por último, mediante la presión financiera. Como signo de la descomposición del sistema y por la conciencia creciente por parte de los pueblos, los gobiernos civiles (tutelados de forma más o menos visible) estaban en proceso de retroceso, reemplazados ya por regímenes militares que responden al interés imperial. El interés imperial no sólo estaría en el suministro de materias primas en tanto insumo presente para su industria, sino también a largo plazo en los recursos naturales y las reservas de alimentos latinoamericanas.58
Como contrapartida, la industrialización de la economía sería un elemento clave para la lucha por un porvenir independiente y la integración latinoamericana. En el presente artículo, se hará una breve referencia a este último aspecto. Para Perón, la política interna "ha pasado a ser una cosa casi de provincias; hoy toda esa política es internacional, que juega dentro o fuera de los países, influenciando la vida de las naciones y de los pueblos en forma decisiva". 59 La transformación institucional deseada era posible a través de una articulación que excediera los ámbitos del estado nación burgués, dado que todo tendería a internacionalizarse. Más aún, el año 2000 para Perón, sería el de los "continentes integrados".60 Es en este sentido también que expone lo sustancial de su defensa de las políticas de integración latinoamericanas, bajo su conocido planteo acerca que "el año 2000 nos va a sorprender unidos o dominados". 61 Perón defendió en este sentido, las iniciativas mantenidas durante su gobierno "orientadas a la necesidad de esa unión". 62 Sin unión latinoamericana, la independencia económica y la soberanía política tenderían a erosionarse, dado que el imperialismo se habría visto favorecido en la correlación de fuerzas frente a cualquier nación de forma individual. En cambio, la integración de diferentes naciones latinoamericanas permitiría equilibrar el poder, favoreciendo una política autónoma. En palabras del propio Perón, “quién lea esto comprenderá que contra la política de los imperialismos de “dividir para reinar” e antepone la de “unirse para no ser dominados””.63
El peronismo cuestiona las políticas imperialistas y los programas económicos liberales, lo cual produce una creciente represión por parte del régimen a aquellos militantes que no sean dialoguistas o partícipes directos del mismo, dado que el temor de la dictadura era que las masas peronistas se tornaran revolucionarias. La revolución peronista, o socialista nacional cristiana según la caracterización de Perón en “La hora de los pueblos”, era el instrumento para la liberación nacional. El problema que surgiría entonces está vinculado a los métodos para poder realizar dicha revolución, y en particular, si dichos métodos incluyen la utilización de la violencia.
Con respecto al primer peronismo, puntualizó que “precisamente, uno de los milagros del Justicialismo, que algunos no han podido o no han querido comprender, reside en haber realizado los cambios estructurales incruentamente a través de una reforma racional”. 64 Cooke 65 al igual que Perón, entendió la revolución y la liberación nacional son deberes a los cuales el peronismo debe proponer estrategia, táctica y método.
Perón no dejó una postura unívoca respecto al uso de la violencia como método, al menos, en lo escrito en "La hora de los pueblos". Por un lado, sostuvo que en ocasiones la violencia sería un derecho "los únicos que tienen derecho al empleo de la violencia son los pueblos cuando peligran sus derechos esenciales".66 También, dirigiéndose a la juventud, entendió que esta, frente a la descomposición del régimen, debería rebelarse y organizarse para la lucha por la liberación, incluso utilizando la violencia como método. "(...) En tanto los idealistas, que en la juventud abundan, se enrolan en las guerrillas para luchar por la liberación o preparar insurrecciones para el mismo fin", agregando que "(...) así como no nace el hombre que escape a su destino, no debiera nacer el que no tenga una causa noble por la cual luchar, justificando así su paso por la tierra". 67
En estas consideraciones pareciera cercano a lo sostenido por Cooke, quien afirmó que la rebelión es un derecho del pueblo frente a la violencia represiva del sistema. 68 Concretamente, en el capítulo 8 de "Peronismo y revolución" ("Convocatoria a los deberes de nuestro destino nacional y americano"), Cooke menciona que: "nosotros no tenemos ningún deseo de ser reprimidos. Nos gustarían las soluciones pacíficas y sin víctimas. Pero no somos quienes hemos cerrado esa posibilidad: es la oligarquía, el imperialismo, los gendarmes de la explotación. No acataremos en silencio el holocausto de nuestro pueblo (...). El peronismo es más que un partido. No lo disuelven por decreto ni lo amansan por intimidación". 69Para entender la dinámica de sus definiciones respecto al uso instrumental de una guerrilla, Perón declaró algún tiempo después a la Revista Panorama que “la vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado en la mesa de las negociaciones. Sin los guerrilleros del Viet Cong atacando sin descanso en la selva, la delegación vietnamita en París tendría que hacer las valijas y volverse a casa”.70 También y a los efectos de terminar de observar el alcance que Perón daba a la violencia como método, en “Actualización política y doctrinaria para la toma del poder”. Allí expuso que el objetivo era que el peronismo pueda participar en elecciones limpias y sin proscripciones, pero que si esto no se lograra, entonces la resolución “será empeñar la lucha con todas las fuerzas a fin de llegar a esas elecciones. O de lo contrario, forzar la situación para que las soluciones vengan por una línea cruenta que nosotros no deseamos, pero que estamos obligados a tomar de acuerdo con las circunstancias”. 71
No obstante, es difícil en este sentido encontrar una única línea de argumentación sobre el tema en “La hora de los pueblos”. En determinados apartados de esta obra, Perón expuso posturas contrarias a la violencia como método y a favor de la pacificación, lo cual podría entrar en contradicción con lo anterior. En el capítulo 1, dentro del apartado “Soluciones”, consideró como condición para un proyecto político la pacificación de la población, terminando con el estado de violencia y revanchismo que sucedía en Argentina. Por lo tanto, para Perón no habría soluciones sin la pacificación. En el capítulo 6, resulta muy explícito cuando escribe que "las soluciones políticas, económicas y sociales no pueden llegar sino por el camino de la paz y la confianza (...)".72 Una forma de entender la validez o no de la violencia es que Perón entendió que el método ideal para cumplir con los fines del movimiento peronista era eleccionario y pacífico. No obstante, las circunstancias podrían generar que tácticamente la violencia pudiera ser válida en tanto sea una forma de obligar al régimen a negociar.
Finalmente, es bueno cerrar este apartado con una buena síntesis realizada por Feinmann sobre la violencia como método y su grado de legitimación por parte de las masas peronista. En este sentido, menciona que “lo que no advirtió el “entrismo” de la izquierda peronista es que el pueblo que esperaba y amaba a Perón vivía recordando los años de “la patria de la felicidad”. No era un pueblo combativo. La lucha nunca iba a ser la de un pueblo armado más una guerrilla acompañándolo (…). Lo había formado para ser un pueblo protegido por el estado de bienestar”.73
“La hora de los pueblos” no permite interpretaciones unívocas, por lo cual, resulta fundamental estudiar el contexto de su aparición, así como las ideas globales presentes en la obra. Esta tiene un doble sentido estratégico. Clarificar sobre la doctrina y la acción del movimiento, por un lado, y plantear la inserción del movimiento en las luchas globales de los pueblos oprimidos en la búsqueda de su liberación. Justamente el título de la obra hace referencia a una nueva conciencia social, a un despertar de los pueblos en la búsqueda de conquistar su bienestar y felicidad siguiendo su propio proyecto nacional. “La hora de los pueblos” se propuso mostrar que la doctrina peronista es la adecuada para conducir las luchas para el cumplimiento de los mencionados fines. Los proyectos nacionales debían a su vez integrarse en proyecto más amplios, marcando Perón que la unión de las naciones latinoamericanas era una necesidad para hacer frente al imperialismo. Respecto a la violencia como método para la liberación nacional, Perón no la descartó de manera definitiva, aunque priorizó las opciones políticas en el marco de elecciones limpias y sin proscripciones.
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