Gabriel C. Sánchez *
Universidad Abierta Interamericana, Argentina
gabriel@gcsanchez.com
Resumen: el presente trabajo tiene como objetivo exponer el desarrollo de los aportes del feminismo a las Relaciones Internacionales. En primer lugar, se repasará el debate ontológico y epistemológico que da lugar al ingreso de nuevas visiones en la disciplina. En segundo lugar, se hará hincapié en los principales elementos del discurso del mainstream en Relaciones Internacionales, y los desafíos que el feminismo ha planteado a estos. En tercer lugar, se abordarán las diferentes corrientes existentes en las propuestas feministas de las Relaciones Internacionales. Por último, se introducirán una serie de temas actuales que, desde la óptica feminista, deben ser incluidos por las Relaciones Internacionales en su búsqueda de una comprensión amplia de la realidad.
Palabras clave: Feminismo; Relaciones Internacionales; Racionalismo; Reflectivismo; Mainstream.
Abstract: the present work aims to expose the development of the contributions of feminism to International Relations. In the first place, the ontological and epistemological debate that leads to the introduction of new visions into the discipline will be reviewed. Second, emphasis will be placed on the main elements of the mainstream discourse on International Relations, and the challenges that feminism has posed to them. In the third place, the different currents existing in the feminist proposals of the International Relations will be addressed. Finally, a series of topics will be introduced that, from a feminist perspective, should be included by International Relations in their search for a broad understanding of reality.
Keywords: Feminism; International Relations; Rationalism; Reflectivism; Mainstream.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Gabriel C. Sánchez (2018): “Lo personal es global: el feminismo en las relaciones internacionales”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (abril 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/cccss/2018/04/feminismo-relaciones-interpersonales.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1804feminismo-relaciones-interpersonales
El feminismo ha logrado visibilizar la opresión a las que históricamente han sido sometidas las mujeres. En ese sentido, la injerencia de las mujeres en las relaciones entre los actores de escenario global ha sido constantemente invisibilizada o menospreciada. El conocimiento creado en relación con esa materia tampoco ha tenido en consideración la mirada femenina a la hora de definir su campo ontológico. Sin embargo, desde la década de los ochenta del pasado siglo se ha producido una ruptura epistemológica que ha permitido una ampliación de puntos de vista sobre qué deben estudiar las Relaciones Internacionales y cómo deben hacerlo.
El presente trabajo tiene como objetivo exponer el desarrollo histórico de los aportes del feminismo a teoría de las Relaciones Internacionales, utilizando para ello una metodología de búsqueda bibliográfica y el examen de conceptos clave. Este procedimiento permitirá comprender el contexto en el que aparece y se transforma el estudio de las Relaciones Internacionales, y cuáles son las condiciones en que se da el ingreso del feminismo como un enfoque enriquecedor. En ese sentido, es importante la revisión bibliográfica y de conceptos porque posibilitará una comprensión cabal de los consensos alcanzados en la disciplina sobre el análisis de la evolución referida. Es decir, a través del recorrido por los escritos destacados de estudiosos y referentes del área, se podrán apreciar los procesos históricos y teóricos que fueron contexto y causa de la irrupción del feminismo en las Relaciones Internacionales.
El desarrollo propuesto se realizará en cuatro partes. En primer lugar, se repasará el debate ontológico y epistemológico que da lugar al ingreso de nuevas visiones en la disciplina. En segundo lugar, se hará hincapié en los principales elementos del discurso del mainstream en Relaciones Internacionales, y los desafíos que el feminismo ha planteado a estos. En tercer lugar, se abordarán las diferentes corrientes existentes en las propuestas feministas de las Relaciones Internacionales. Por último, se introducirán una serie de temas actuales que, desde la óptica feminista, deben ser incluidos por las Relaciones Internacionales en su búsqueda de una comprensión amplia de la realidad.
El nacimiento de esta disciplina se produce en los países anglosajones durante el período de entreguerras. La Gran Guerra había dejado una profunda marca en la conciencia colectiva. Se buscaba comprender cómo se iniciaban los conflictos armados entre las naciones para poder prevenir su reaparición en el futuro. Luego del fracaso de las Sociedad de Naciones, una de las iniciativas que lograba plasmar las concepciones del idealismo1, y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la pregunta inicial continuaba sin ser respondida. El escenario internacional que emerge luego de Hiroshima y Nagasaki está fuertemente influido por una de las dos nuevas superpotencias: Estados Unidos. En el mundo de las Relaciones Internacionales, el realismo se erigía como la nueva forma de entender la realidad mundial. La influencia de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes es evidente en la nueva generación de teóricos que dominarán el quehacer de la disciplina durante toda la Guerra Fría, y que ocupan un lugar privilegiado hasta la actualidad.
Entre las principales características del realismo, Celestino del Arenal destaca las siguientes: a) es una concepción normativa, ya que pretende comprender las acciones de los Estados y guiar la acción del estadista; b) tiene un enfoque histórico y se enfoca en el sistema europeo de Estados; c) parte del pesimismo antropológico; d) el Estado es la principal unidad de análisis; e) considera la interacción entre los Estados como anárquicas y conflictivas; f) el poder de los Estados define la relación con sus pares; g) el interés nacional de los Estados es la supervivencia; h) los principios morales no son limitantes para la acción de los Estados; y, finalmente, i) los Estados actúan racionalmente de acuerdo con los condicionamientos impuestos por el sistema internacional (Arenal, 2014, pp. 65-67).
El realismo ha experimentado su mayor desarrollo en la academia estadounidense, impulsada por la necesidad de legitimación para la política exterior designada por Washington, pero también cuenta con exponentes europeos. Entre los principales exponentes del realismo en esta etapa de la disciplina de las Relaciones Internacionales podemos mencionar a Hans J. Morgenthau (1946), Edward H. Carr (1946), y Martin Wight (1946). Es esa concepción la que va a dominar hasta nuestros días la actividad de las Relaciones Internacionales, ya sea a través de la definición del objeto de estudio, así como también su abordaje.
Pese a que ha sufrido alteraciones, especialmente debido a los aportes de Kenneth Waltz2, el realismo ha conformado una parte sustancial del mainstream en la disciplina. Es decir, es la corriente que predominantemente ha definido y define la actividad de la disciplina para el estudio de la realidad y la acción para su transformación (Arenal, 2014). Igualmente, ha recibido significantes aportes desde otras visiones que, frente a las anomalías presentadas por el poder explicativo de sus postulados, han sido incorporados a su corpus teórico. Este es el caso de la así llamada síntesis neo-neo, donde aportes de corrientes renovadoras dentro del liberalismo de la política internacional -el neoliberalismo3-, se entremezclan con la visión del mundo y de la producción del conocimiento que tiene el neorrealismo (Sodupe, 2003, pp. 52-58).
El debate en el que actualmente se encuentra la disciplina de las Relaciones Internacionales gira en torno a los postulados de racionalistas y reflectivistas (Wendt, 1999; Sodupe, 2003; Arenal, 2014; Kurki y Wight, 2013; Wæver, 1996). La discusión incorpora los dos aspectos fundamentales de la actividad de cualquier teoría social: qué se debe estudiar y cómo se debe hacerlo. Es decir, la definición sobre la ontología y la epistemología de las Relaciones internacionales.
En ese sentido, los racionalistas apoyan la idea de una ontología materialista e individualista, donde las fuerzas materiales definen el poder de los actores y las explicaciones teóricas reconocen la acción de las estructuras, pero sostienen la primacía explicativa de las unidades individuales: los Estados (Sodupe, 2003, pp. 63-67). Neorrealistas y Neoliberales ocupan un lugar primordial en el impulso de esta visión, que en el aspecto epistemológico sostiene postulados positivistas, al defender cierto paralelismo entre ciencias naturales y sociales. La elaboración de máximas o leyes generales en lo concerniente a las relaciones entre actores internacionales, las cuales son formuladas por un observador ajeno a la realidad teorizada, es posible, siempre y cuando estas puedan ser expuestas a procesos de verificación (Sodupe, 2003, pp. 68-71).
Por su parte, el reflectivismo no destaca por el acuerdo entre sus defensores, sino por la férrea oposición frente a esa forma racionalista de entender la creación de conocimiento. En consecuencia, enfrenta tanto el eje ontológico como el epistemológico propuestos por el racionalismo. En primer lugar, considera que el mundo de las ideas y de lo subjetivo debe ser interpretado para evitar el minimalismo teórico (Sodupe, 2003, pp 63-67). Así, las fuerzas materiales conservan su importancia, pero relegadas siempre al significado que los actores les otorguen o a las ideas que se creen en torno a ellas. Por otro lado, el reflectivismo interpreta holísticamente la realidad internacional: las interacciones entre los actores no son suficientes para explicar la totalidad del objeto de estudio, ya que las estructuras condicionan el accionar de los individuos (Sodupe, 2003, pp 63-67). En el eje epistemológico, a los reflectivistas no les preocupa la explicación de los hechos, pero sí la comprensión de los mismos. La propuesta radica en afrontar el hecho social con metodologías que le sean acordes, reemplazando así el criterio de verdad por el de validez. El estudio busca ser interpretativamente válido para comprender la acción humana.
En resumen, los enfoques racionalistas, neorrealismo y neoliberalismo, conforman el mainstream en la disciplina de las Relaciones Internacionales. La realidad a observar está conformada por actores internacionales, primordialmente Estados, que actuarán en la escena internacional según las capacidades materiales que ostenten. La observación de esas acciones permitirá la creación de hipótesis que serán contrastadas, y aquellas que puedan ser verificadas serán las que otorguen el conocimiento más riguroso sobre la situación internacional. En la vereda opuesta, el reflectivismo, donde el constructivismo, el posmodernismo, la Teoría Crítica, la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales, y el feminismo plantean una forma alternativa de aproximación a lo internacional-mundial-global. El mundo de las ideas y lo subjetivo son incorporados al estudio de la disciplina, así como el efecto que las estructuras tienen sobre las unidades-individuos. Ese campo ontológico, por su distinción particularmente humana, no puede ser explicado por leyes generales verificables, sino que será interpretado en su carácter de social y humano.
Esta breve introducción sobre el desarrollo de las Relaciones Internacionales está apuntada a exponer la dificultad que enfrentan los discursos alternativos, entre ellos el feminismo, a la hora de generar conocimiento. Sus postulados, condenados a la marginalidad durante décadas, lograrán cierto impacto cuando la apertura disciplinar de las Relaciones Internacionales se torne evidente hacia finales de la década de los ochenta del pasado siglo. Es recién en 1988, cuando la Revista Millenium de Estudios Internacionales publica las actas de la conferencia Women and International Relations realizada en la London School of Economics and Political Science, que la investigación feminista se abre paso y “los muros disciplinarios se vuelven más permeables” (Rodríguez Manzano, 2015, p. 248).
Aquella iniciativa encontró continuidad en 1989 en la conferencia Women, the State and the War: What Difference Does Gender Make?, impulsada por el Center for International Studies (University of Southern California), y en 1990 por el encuentro Gender and International Relations, auspiciada por el Center for Research Women (Wellesley College) (Rodríguez Manzano, 2015, pp. 249-250).
En resumen, el feminismo, dentro de las posturas reflectivistas, logra hacer su entrada en uno de los últimos espacios de generación de conocimiento de lo social que aún se le resistían. No obstante, las posiciones racionalistas seguirán ocupando hasta nuestros días un lugar de privilegio en las Relaciones Internacionales, ya sea en relación con la adherencia de los investigadores a sus postulados o a la capacidad de incidencia en la formulación de las políticas exteriores y en la acción de otros actores globales.
La época inicial del feminismo en las Relaciones Internacionales está marcada por la aparición de múltiples escritos, frente a la mencionada permeabilización del muro disciplinario. Todos ellos intentaban exponer cómo los supuestos teóricos del mainstream, también llamado male-stream, eran producto de una visión masculina de lo internacional, que oculta los problemas de las mujeres y favorece la perpetuación del patriarcado (Sodupe, 2003, pp. 197-198). Hay tres autoras que destacan en esta irrupción del feminismo: J. Ann Tickner (1988), Cynthia Enloe (1990; 2014), y V. Spike Peterson (1992). Sus escritos delinearán las principales críticas feministas a la teoría de las Relaciones Internacionales.
Los elementos clave del discurso predominante en la disciplina serán reexaminados por el feminismo: el poder, la seguridad, la división entre el ámbito público y el privado, la guerra, los derechos humanos, y las desigualdades de la economía global (Sodupe, 2003, pp. 197-203). Históricamente, todas estas nociones han sido construidas a través de la noción de masculinidad, por lo que se han excluido a las categorías de género y a las experiencias de las mujeres en su definición (Tickner, 1992; Peterson, 1998).
Con el fin de la Guerra Fría, menguará la importancia de la seguridad militar en las Relaciones Internacionales, y las corrientes reflectivistas incorporarán nuevas temáticas. El feminismo bregará precisamente por la incorporación de su visión a la denominada alta política. La seguridad deseada ya no será la del Estado, principal actor para los enfoques racionalistas y principal fuente de inseguridades para el enfoque feminista (Peterson, 1992b; Saillard, 2010). Por el contrario, romper con las relaciones de dominación requiere, no solo la erradicación del conflicto armado, sino también repensar el Estado desde criterios de género en los tiempos de paz (Tickner, 1992; Saillard, 2010).
Es así como, sobre la denuncia fundacional sobre que lo personal es político, el feminismo de las Relaciones Internacionales asegurará también que lo personal es internacional (Enloe, 2014). La negación de lo supuestamente privado en la esfera pública invisibiliza la participación de la mujer en la misma, y desdeña su capacidad de agencia de cambio en la estructura patriarcal del escenario internacional (Peterson; 1992b).
También, abandonar esas dicotomías masculino/femenino y público/privado permitirá dejar de lado la noción de poder como dominación, abriendo espacios para percepciones menos parciales de lo político (Tickner, 1988). Asimismo, se propone una idea de poder como la capacidad para actuar en forma concertada (Locher, 1998; Tickner, 1992), con una clara influencia de Hannah Arendt (2012).
La correcta interpretación de las líneas previas evidenciará que la guerra no es una alternativa legitimada en nombre de la seguridad del Estado para el feminismo internacionalista. La formación misma de los soldados consagra el modelo masculino hegemónico. Pero la crítica es incluso más profunda, y avanza sobre las consecuencias de las disputas bélicas sobre las mujeres, convirtiéndose ellas y sus cuerpos en extensiones de los campos de batalla (Saillard, 2010). Los derechos de las mujeres son profundamente atacados en situaciones de conflicto armado, especialmente a través de la utilización de la violación como arma de guerra. Esa es la muestra más cruda de la apropiación masculina del cuerpo de la mujer en el juego de la alta política (Pettman, 1996, p. 49).
Asimismo, sobre los derechos humanos se denuncia la existencia de una jerarquía tácita que permite que los derechos de las mujeres sean usualmente violentados (Sarmiento, 2013). Especialmente, se hace hincapié en las violencias domésticas y cotidianas que sufren las mujeres, y en la necesidad de exponer estas situaciones en el ámbito público, impidiendo que sean entendidas como cuestiones ligadas a la tradición o la vida privada (Andrews, 2000).
Por último, el lugar que la mujer ocupa en la economía global también es puesto en observación. La falta de participación femenina en los procesos de toma de decisiones y su corrimiento de la escena pública internacional provocan también la escasa atención prestada a los problemas que enfrentan en el mundo actual: brecha salarial y techo de cristal para las mujeres precariamente insertadas en el mercado laboral, trabajo no remunerado, pobreza, analfabetismo y prostitución para aquellas que permanecen en la marginación (Wright, 1995; Aguilar, 2011; Tortosa, 2009).
El análisis feminista de las Relaciones Internacionales abre así la cantidad de temas de interés que la disciplina debe enfrentar desde una visión global. La separación de esfera pública y la privada retrasaron el ingreso de estas cuestiones al estudio de lo global. La mujer y las cuestiones de género siempre habían sido consideradas como asuntos domésticos en su doble sentido: parte de la vida privada dentro del hogar, o, en el mejor de los casos, una temática a ser dirimida por cada ente estatal hacia el interior de sus fronteras. El fin de la Guerra Fría, la crisis de los Estados-nación, y la falta de herramientas teóricas del mainstream (male-stream) para explicar la escena internacional emergente han permeabilizado los campos ontológicos y epistemológicos de la disciplina. La comprensión de estas realidades ya son parte del quehacer de las Relaciones Internacionales.
El feminismo tiene un amplio recorrido en otras ciencias sociales antes de hacer su ingreso en las Relaciones Internacionales. Por eso, hay variadas clasificaciones y categorizaciones. Mónica Salomón (2002, p. 32) hace referencia a dos criterios para diferenciar los aportes feministas, el político y el epistemológico.
El criterio político, basado en la propuesta de Allison Jaggar (1983) e incorporado a las relaciones Internacionales por Marysia Zalewski (1994), divide al aporte del feminismo entre tres enfoques: liberal, marxistas/socialista, y radical.
El feminismo liberal, arraigado en la búsqueda de la igualdad entre los seres humanos, tiene sus orígenes en los siglos XVII y XVIII. Desde una concepción de individualista de la libertad, afirma que la capacidad de raciocinio iguala a todas las personas, rechazando así los argumentos naturalistas que legitiman las desigualdades entre hombres y mujeres. Esta corriente busca visibilizar la presencia de las mujeres en las relaciones entre actores internacionales y ponderar sus aportes (Rodríguez Manzano, 2015, p. 252-253).
Los enfoques marxistas y socialistas intentan profundizar la visión sobre las relaciones de dominación que afectan a las mujeres, poniendo el énfasis en las estructuras sociales y económicas que las hacen posibles. La liberación de la mujer del patriarcado, incluyendo lo sexual, se concibe como una lucha más frente al sistema capitalista (Salomón, 2002, p. 33).
El último criterio según el enfoque político, el feminismo radical, destaca por su concepción del patriarcado omnipresente que oprime a la mujer constantemente a través de los sistemas sexo-género (Rubin, 1975), ya sea en la esfera pública como privada (Rodríguez Manzano, 2015, p. 257). Más allá de la igualdad de derechos y la participación ecuánime en la cosa pública, el feminismo radical busca revalorizar lo femenino y focalizar en la mujer el protagonismo de la lucha por su liberación (Gilligan, 1982; Salomón, 2002; Comins Mingol, 2009).
Por otro lado, el criterio epistemológico es el que más impacto ha tenido a favor de la comprensión de los aportes feministas a las Relaciones Internacionales. También propone tres enfoques: feminismo empiricista, feminismo del punto de vista, y feminismo postmoderno (Harding, 1986; Salomón, 2002; Sylvester, 1994).
El feminismo empiricista considera que el sesgo sexista y androcéntrico del quehacer científico tradicional puede ser corregido mediante la correcta aplicación del método científico (Salomón, 2002). Es decir, la clave estaría en diferenciar una forma de hacer ciencia crítica, que exponga los valores y cargas culturales que cruzan a la creación de conocimiento, de la ciencia tradicional. Así este enfoque tiene una aspiración compensatoria, complementaria del feminismo liberal (Lascuarín Fernández y Villafuerte Valdés, 2016).
La epistemología feminista del punto de vista parte de la base de que la actividad científica ha estado guiada unidireccionalmente por la mirada de los hombres, lo que convierte a su producción en visiones fragmentadas e incompletas de la realidad (Salomón, 2002). Las experiencias de las mujeres deben ser incluidas para definir qué se estudia y cómo se estudia, evitando así la parcialidad en el conocimiento. Este enfoque ha recibido críticas por entender a la mujer con un concepto universal sin matices particulares que diferencien sus experiencias (Lascuarín Fernández y Villafuerte Valdés, 2016). Su foco se dirigiría exclusivamente a la subordinación al patriarcado como elemento cohesionador, dejando de lado las violencias de clase y raza a las que son sometidas las mujeres, o la riqueza de sus vivencias en relación con su etnia o el lugar del mundo en el que viven.
El tercer y último enfoque del feminismo epistemológico en las Relaciones Internacionales se apoya en el postmodernismo. Basado en las visiones de Foucault, Derrida, y Lyotard, esta visión no busca la emancipación prometida por la Ilustración, sino que reniega de las metanarrativas de progreso occidentales, haciendo hincapié en la subjetividad (Rodríguez Manzano, 2015, p. 262). El punto más importante es la deconstrucción de las categorías y los discursos creados, llegando inclusive a cuestionar el concepto de mujer (Sylvester, 1994).
Las combinaciones entre las variables del criterio político y epistemológico ciertamente están restringidas. Así, las afirmaciones del feminismo liberal hacen que en general trabaje con criterios empiricistas, mientras que los feminismos marxistas, socialistas, y radicales tienden a trabajar con criterios de punto de vista o postmodernos (Salomón, 2002).
En el segundo apartado del presente escrito se hacía referencia a las cuestiones claves que el male-stream, corriente predominante en la definición ontológica y epistemológica de las Relaciones Internacionales, había establecido como esenciales para la disciplina. El poder, la seguridad, la división entre el ámbito público y el privado, la guerra, los derechos humanos, y las desigualdades de la economía global son los temas que trabajó y cuestionó el feminismo primigenio de las Relaciones Internacionales.
Luego de diez años desde la realización de la conferencia Women and International Relations realizada en la London School of Economics and Political Science, la inserción del feminismo en las Relaciones Internacionales era evidente, pero no había logrado la atención suficiente por parte de los programas de investigación (Halliday, 1998; en Rodríguez Manzano, 2015). No obstante, a la hora de hablar de la disciplina actual de las Relaciones Internacionales, el feminismo es una referencia obligada en la demostración de que las temáticas principales, como la seguridad del Estado y el interés nacional, no son neutrales a la construcción social de los géneros (Halliday, 2006).
En ese sentido, y en coincidencia con las lógicas epistemológicas comprensivas y transdisciplinarias, es necesario ampliar los límites de la agenda de investigación desde las Relaciones Internaciones. En este apartado se avanzará en la propuesta de líneas de investigación que deben ser incluidas en las Relaciones Internacionales.
La feminización de la pobreza ha sido mencionada en las líneas previas, ya que el feminismo ha cuestionado el lugar que ocupa la mujer en la economía global al liderar los índices de analfabetismo, pobreza e indigencia. En ese sentido, el efecto de la globalización ha sido analizado siempre bajo una neutralidad de género, cuando en realidad los programas económicos recomendados por las instituciones multilaterales de financiación y aplicados por los Estados profundizan las diferencias de las condiciones materiales entre los géneros (Campbell, MacKinnon, y Stevens, 2010, pp. 244-245).
El ecofeminismo, que encuentra en Vandana Shiva a su principal exponente, también debe ser considerado en el estudio de las Relaciones Internacionales. El análisis de los actores transnacionales, puntualmente los económicos, no puede ser completamente emprendido si no es a través de la compresión de la relación utilitarista que el hombre mantiene con la mujer y la naturaleza (Mies y Shiva, 1997; 1998). Visibilizar el vínculo entre cambios económicos en el mundo global y el lugar que ocupan tanto la mujer como la naturaleza en dicho fenómeno permitirán un entendimiento más cabal de fenómenos tan acuciantes y vigentes como las migraciones.
Por último, es necesario hacer una reflexión referente a los polos de producción de conocimiento. Las Relaciones Internacionales como disciplina nacen en Europa Occidental y el mundo anglosajón, y tienen su mayor desarrollo durante la Guerra Fría en Estados Unidos. El reflectivismo, desde finales de los ochenta, claramente ha abierto los espacios para la generación de un conocimiento plural en relación con los temas de interés y el modo de abordaje. Es el deber de los investigadores de los países del sur aprovechar la coyuntura de cambio y ebullición. Se deben introducir visiones alternativas y ponderar la recuperación de saberes marginados por la construcción racionalista del saber, trabajando hacia una comprensión integra de la realidad internacional-mundial-global.
En ese sentido, una propuesta interesante es el feminismo postcolonial, que centra sus propuestas en las alternativas feministas a las experiencias de las mujeres blancas de Occidente. Chandra Mohanty y Gayatri Spivak, entre otras, denuncian la visión occidental de la mujer de los países periféricos, que la identifican como ignorante, pobre y apremiada por una vida agrícola y tradicionalista. Esta corriente busca una deconstrucción del feminismo occidental que identifique los discursos colonizadores, para luego generar una representación de la mujer de los países no occidentales acorde a todos los factores que cruzan su existencia (Rodríguez Manzano, 2015; Tyagi, 2014).
El presente escrito ha intentado examinar la incidencia del pensamiento feminista en la producción de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Para ello se ha emprendido un recorrido por la bibliografía relativa al desarrollo de la disciplina y los aportes de autores feministas.
En el primer apartado se hizo una pequeña mención a cómo nace la disciplina en el período entreguerras, y cómo ha evolucionado hasta la actualidad. La referencia al mainstream o male-stream en la especialidad deja en claro que la invisibilización de la mujer y las cuestiones de género ha sido amplia. La aparición del desafío reflectivista permitió cierta diversidad ontológica y epistemológica que permitió el ingreso de autores feministas al ámbito académico de las Relaciones Internacionales.
En la segunda sección, se realizó un acotado repaso sobre las posturas feministas en relación con conceptos clave de la disciplina: el poder, la seguridad, la división entre el ámbito público y el privado, la guerra, los derechos humanos, y las desigualdades de la economía global. La mencionada revisión estuvo orientada a percibir como el feminismo internacionalista ha roto con el mito de que esos conceptos son neutrales al género.
En la tercera parte, estuvo dedicada a los puntos de vista utilizados para abordar la realidad internacional desde el feminismo. Así, diferenciando entre el criterio político y el epistemológico, se examinaron las propuestas de liberales, marxistas/socialista, y radicales, por un lado, y, por el otro, el feminismo empiricista, feminismo del punto de vista, y feminismo postmoderno.
Por último, se han abordado las nuevas temáticas que deben ser incluidas en el camino hacia la realización feminista de una disciplina de las Relaciones Internacionales más plural y transdisciplinar: feminización de la pobreza, globalización y género, ecofeminismo, migraciones, producción de conocimientos desde el sur, y postcolonialismo feminista.
El recorrido realizado deja manifiesto que, aunque el feminismo se ha insertado con fuerza en las Relaciones Internacionales, aún queda trabajo por hacer. Los enfoques racionalistas todavía ostentan un lugar de privilegio en la producción de conocimiento, así como en la influencia de formulación e implementación de políticas públicas. El nuevo escenario surgido luego de la finalización de la Guerra Fría demanda nuevas aproximaciones y en el campo disciplinar ha generado las condiciones para ello. La responsabilidad en la proposición de alternativas es de aquellos que creen que una realidad distinta es posible. Es por eso que, frente a un mundo dinámico y desafiante, es necesario afirmar que lo personal es global.
El Idealismo como tradición de pensamiento en las Relaciones Internacionales surge como producto de las inquietudes provocadas por el conflicto armado de mayores proporciones hasta el momento, la Primera Guerra Mundial. Entre sus premisas sostiene la fe en el progreso humano, una visión no determinista del mundo, la correlación entre racionalismo y moral, y la armonía natural de los intereses de los Estados. Además, partiendo desde una visión del hombre positiva, confían en la solución pacífica de las disputas entre Estados (Arenal, 1990, p. 109-110). Los Catorce Puntos, propuestos en 1918 por Woodrow Wilson, son reconocidos como la influencia más profunda de la visión idealista en la política internacional.
2 En Relaciones Internacionales se habla de la existencia de cuatro debates que han moldeado el avance de la disciplina. El primero, entre idealismo y realismo, al cual ya se ha hecho mención en las líneas que anteceden. El segundo, entre realismo y behaviorismo, sobre los elementos constituyentes de una teoría científica. El tercero, entre realismo, transnacionalismo, y estructuralismo. Este debate, conocido como interparadigmático, se salda con la emergencia del neorrealismo, el cual, gracias a los aportes de Kenneth Waltz (1959; 1979), logra conciliar aportes centrales del realismo político con el modo de producción científica propuesta por el behaviorismo. Así se dota a la principal corriente teórica de las Relaciones Internacionales de una apariencia positivista (Barbé Izuel, 1987; 1995). Por último, el cuarto debate, entre racionalismo y reflectivismo, que es explicado en las líneas subsiguientes.
3 El término neoliberalismo en Relaciones Internacionales hace referencia a los aportes, entre otros, de Robert Keohane y Joseph Nye (1977), quienes continúan la tradición del liberalismo clásico.
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