Diosveldy Navarro Lores (CV)
diosveldy@fcs.cug.co.cu
Omar Vega Garzón
omrv@ucp.gu.rimed.cu
Universidad de Guantánamo
Resumen
El poder encuentra su expresión a través de los sistemas políticos, los cuales nacieron enfermos y en todas las regiones legitiman la mentira, el engaño y la manipulación. Y los funcionarios públicos que ostentan el poder ejercen sus funciones básicas mediante políticas sociales, económicas, educativas, etc.
En el argot popular se confunde frecuentemente el término “política” con el acto público de dar explicaciones y detalles de determinadas acciones, decisiones o los resultados que se han obtenido.
Este acto ofrece ventajas e inconvenientes a los políticos, pues inciden sobre la espiritualidad de agrupaciones humanas, y de su gestión y proyección depende en gran medida la formación o depauperación de los valores humanos necesarios para una adecuada convivencia humana, disciplina social, orden, armonía y climas psicológicos favorables.
Para cumplir su objeto social, además de utilizar mecanismos de influencias psicológicas y de control social, hacen uso y abuso de los discursos. Los mismos permiten dilucidar de primera mano dudas, confusiones, ambigüedades, etc.
Sin embargo, es necesario su utilización honesta, pues algunos discursos canalizan informaciones ambiguas potenciadotas de confusiones, otros utilizan códigos matemáticos a través de los cuales se establecen relaciones numéricas que ocultan informaciones.
Tal es el caso de los porcientos. Estos se emplean cuando no es necesario dar a conocer el dato exacto. Pero cuando en un discurso se utiliza este código y los individuos no poseen un dato numérico que les sirva de referencia, entonces, se está en presencia de un lamentable caso de subterfugio o artimaña y en el fondo lo que se persigue es ocultar la verdad.
Estos subterfugios y artimañas apoyados en esos y otros códigos matemáticos que permiten a los políticos “decirlo todo sin que se comprenda nada”, es generador de desconfianza y malestar, lo que encuentra su expresión en la pérdida de la fe de las diferentes agrupaciones humanas en los que les dirigen y gobiernan. La reiteración de estas lamentables vivencias pueden dar lugar a la gestación de situaciones sociales conflictivas y a la aparición de conflictos sociales.
Palabras claves
Poder, política, mecanismos de influencias psicológicas y de control social, poderes públicos, sistemas políticos, subterfugios, mentiras, discursos, valores humanos.
Desarrollo
El poder encuentra su expresión a través de los sistemas políticos, los cuales nacieron enfermos y en todas las regiones legitiman la mentira, el engaño y la manipulación, sin embargo, la humanidad no puede prescindir de ellos. Al menos, los sistemas políticos son garantes de los niveles de disciplina social, convivencia humana, relaciones socioeconómicas.
Y el poder, que se solapa detrás de los sistemas políticos, a través de los “mecanismos de influencias psicológicas y de control social”, ejercen sus funciones mediante políticas sociales, económicas, educativas, etc.
En el argot popular se confunde frecuentemente el término “política” con el acto público de presentar argumentos, datos, explicaciones y detalles de determinadas acciones, decisiones o los resultados que se han obtenido, con la finalidad de convencer o persuadir a otro (s) y lograr la aprobación o aceptación incondicional de estas acciones o decisiones.
Este acto ofrece ventajas e inconvenientes a los políticos.
Por un lado, este acto es observable, perceptible. A través de los órganos sensoriales los individuos que reciben las influencias del poder (mediante las diferentes políticas) tienen la oportunidad de medir indicadores y parámetros que les permiten evaluar y/o valorar a los funcionarios que ejercen el poder y tienen en sus manos la sagrada responsabilidad de conducir y decidir sus destinos.
Y de hecho, el acto de presentar y exponer a los individuos dirigidos los detalles de las gestiones del sistema político o de los poderes públicos, sienta precedentes positivos entre los individuos siempre que no se manipulen los datos e informaciones, o no se canalice la mentira y el engaño, o no se oculte la verdad, esto último más dañino que la mentira declarada.
La verdad, por dura que sea, siempre es preferible. Un político honesto y valiente difícilmente es traicionado por sus conciudadanos. Se convierte en un símbolo o modelo cuyas facetas positivas son dignas de imitar, lo que a su vez permite la formación y desarrollo de valores humanos.
Por otro lado, si se utilizan subterfugios, mentiras, artimañas en los discursos o se utilizan códigos que oculten la verdad el efecto es contraproducente en magnitudes insospechadas. El ser humano tiene la cualidad de creer hasta tanto no se le defraude. Y la mentira u otro subterfugio es potencialmente generador de opiniones negativas, malestar, resistencia, indiferencia, desmotivación, descontento y lo peor de todo es el hecho de que el funcionario público que haya decepcionado a una agrupación humana no cuenta con una segunda oportunidad para ganarse nuevamente la confianza de la misma. Una mentira obliga a utilizar al menos 20 mentiras más para que la primera parezca verdad. Y así se genera una especie de reacción en cadena y se incrementan las mentiras en un número incalculable e imparable.
De manera que, los poderes públicos inciden sobre la espiritualidad de agrupaciones humanas, y de su gestión y proyección depende en gran medida la formación o depauperación de los valores humanos necesarios para una adecuada convivencia humana, disciplina social, orden, armonía y climas psicológicos favorables.
Una agrupación social, comunidad, nación que no tenga establecido formar y desarrollar determinados valores humanos, cuenta con muy pocas probabilidades de sobrepasar los umbrales mínimos de barbarie. Entre los valores humanos compartidos, el humanismo debe ser uno de los eslabones fundamentales. Los sistemas políticos, educativos, judiciales, etc, deben proyectarse porque los diferentes estratos de la pirámide social se perciban y perciban a los demás como lo que somos: seres humanos. En esa misma medida, los poderes públicos deben percibir a los demás como seres humanos.
En este respecto es imprescindible recordar algo que se ha olvidado: los buenos dirigentes no son los que empujan, son los que arrastran. Un funcionario de cualquier nivel de dirección evidencia su falta de humanismo cuando ante una duda razonable, vota por el más poderoso, y lamentablemente es lo que con más frecuencia sucede en las diferentes geografías. De un funcionario público que no perciba a los demás como seres humanos, es muy difícil e improbable que proyecte acciones para el bien común y sus decisiones, con poco margen de error, van en detrimento de los demás.
Otro valor humano que debe ser un eslabón fundamental es la transparencia. No es humanamente posible calcular el daño que en el cerebro social y en la espiritualidad de los individuos a niveles micro, meso y macrosocial, provoca un funcionario público que no sea transparente. Incluso, repercute también negativamente en los niveles de cumplimiento de políticas económicas, sociales, etc. Son frecuentes y mundialmente conocidos los escándalos por corrupción en las élites de poder. Agrupaciones humanas de las diferentes latitudes piden a gritos que se controlen las cleptocracias, o sea, los gobiernos de ladrones, que existen a contrapelo de lo que a través de secretismos de bambalinas se pretenden ocultar.
Un tercer valor humano que debe ser eslabón fundamental es la solidaridad. ¿Qué salida tiene la humanidad cuando el hombre no se percibe hermano del hombre? Hay que retomar la idea del poeta oriental Yibran Jalil Yibran cuando expresó: “(…) la tierra es mi patria y la humanidad mi familia (…)” 1 Pero al margen de esta interrogante cuya respuesta no llega, nos asalta otra ¿Qué le espera a la humanidad cuyos funcionarios que ejercen los poderes públicos perciben a los demás seres humanos como objetos? Pregunta que no precisa comentarios.
Los poderes públicos para cumplir su objeto social, además de utilizar mecanismos de influencias psicológicas y de control social, hacen uso y abuso de los discursos. Los discursos permiten la interacción con seguidores y detractores. A través de ellos es posible dilucidar de primera mano dudas, confusiones, ambigüedades, etc. Así, los políticos inciden directamente en la mente y el intelecto de los dirigidos, aglutinan agrupaciones humanas en torno a objetivos, programas, proyectos, etc.
Sin embargo, es necesario su utilización honesta, pues los discursos están adoleciendo de un denominador común: algunos canalizan informaciones ambiguas potenciadotas de confusiones, otros utilizan códigos matemáticos a través de los cuales se establecen relaciones numéricas que ocultan informaciones.
Hay determinados códigos matemáticos que permiten establecer relaciones numéricas. Tal es el caso de los porcientos. Estos se emplean cuando no es necesario dar a conocer el dato. Ejemplo: “el 50% de los participantes en el festival recibió fuertes aplausos del público”. Pero cuando en un discurso se utiliza este código y los individuos no poseen un dato exacto que les sirva de referencia, entonces, se está en presencia de un lamentable caso de subterfugio o artimaña y en el fondo lo que se persigue es ocultar la verdad. Ejemplo: “se obtuvo un 3,5% de crecimiento en el producto interno bruto. Esto representa un 2,1% de crecimiento superior a igual período del año anterior.” En este ejemplo no se posee la más mínima idea de lo que en dinero líquido se creció.
Estos subterfugios y artimañas apoyados en esos y otros códigos matemáticos que permiten a los políticos “decirlo todo sin que se comprenda nada”, es generador de desconfianza y malestar, lo que encuentra su expresión en la pérdida de la fe de las diferentes agrupaciones humanas en los que les dirigen y gobiernan. La reiteración de estas lamentables vivencias pueden dar lugar a la gestación de situaciones sociales conflictivas y a la aparición de conflictos sociales.
Bibliografía consultada
1 Luis Sexto. “A quien le sirva el sayo”. Periódico Juventud Rebelde. Cuba. 3 de diciembre de 2012. pág. 2