Diosveldy Navarro Lores (CV)
diosveldy@fcs.cug.co.cu
Universidad de Guantánamo
Carlos Manuel Álvarez Isalgué
Centro Universitario Palma Soriano
Resumen
Los poderes públicos son ejercidos por individuos. En todas las épocas y en todas las culturas se ha tratado de escoger a los mejores individuos para que ejerzan estos poderes.
Sin embargo, la humanidad se ha visto forzada a soportar funcionarios a los que se confiaron poderes públicos y que, en lugar de percibir a sus conciudadanos como seres humanos, los perciben como objetos.
A pesar de esto es imprescindible para los funcionarios públicos considerar las formas de agruparse los seres humanos, atendiendo a su estructura organizativa y al sentido de pertenencia de sus miembros para utilizar adecuadamente las diferentes formas de interacción poder-ciudadano común.
Pues, la lógica más elemental permite comprender que hay mecanismos de control social y estilos directivos que hacen operativa y funcional la interacción de los que ostentan el poder con unas agrupaciones humanas y con otras no.
Por lo que, los que ostentan el poder deben ajustar su estilo directivo, mecanismos de control y técnicas al tipo de personas que dirigen.
Palabras claves
Poder, funciones básicas del poder, agrupaciones humanas, mecanismos de control social, estilos directivos.
Desarrollo
Los poderes públicos son ejercidos por individuos. En todas las épocas y en todas las culturas se ha tratado de escoger a los mejores individuos para que ejerzan estos poderes.
Es elemental entender que se precisa eso, pues los seres humanos son seres sociales y requieren vivir en sociedad. Vivir en sociedad implica la aparición y organización de diversas agrupaciones humanas: pequeñas, medianas, grandes, ultragrandes, algunas informes, otras con determinada organización, etc. Esto a su vez se traduce, por un lado, en la aparición de innumerables categorías sociopsicológicas que determinan la vida cotidiana y por otro, categorías que expresan las complejas relaciones humanas que se establecen.
Un grupo humano amorfo, sin liderazgo, desorganizado, es víctima del caos y presa fácil de las peores e impensadas desgracias, penurias y desdichas.
En este sentido, es archiconocido el hecho de que algunas de las primeras agrupaciones humanas concedían los poderes a los individuos más fuertes (caciques, caudillos) otras a los de mayor experiencia (Consejos de ancianos), posteriormente, a individuos con cualidades especiales (inteligentes, humanos, valientes, fuertes, poderosos, etc).
Incluso, con la ayuda de la Iglesia, que estuvo siempre al lado del poder, legitimándolo o manipulando a las multitudes para que acepten ciegamente las influencias de los poderosos, los poderes públicos crearon modelos y mecanismos para cumplir con sus funciones básicas: dirigir, manipular o someter.
Ostentar poder se traduce en el disfrute de prerrogativas, privilegios y ventajas de los que no gozan los individuos sobre los que se ejerce ese poder. Estos privilegios generan una inevitable competición entre individuos con posibilidades de ocupar una misma posición dentro de la estructura de poder. Y esta competición, a su vez, es responsable de tantas desavenencias, discordias, situaciones sociales conflictivas, conflictos sociales, guerras, traiciones, desolación y muerte, máxime cuando la codiciada posición en la estructura directiva corresponde a un solo individuo y los aspirantes son varios.
Al margen de esto, las diferentes agrupaciones humanas necesitan ser dirigidas, gobernadas. Considerando que el ser humano es el único ser vivo cuya vida se traduce en la búsqueda constante de la felicidad, el bienestar y el éxito, resulta obvio comprender que todos quisieran confiar sus destinos a los mejores individuos. Y desafortunadamente, muchas de las diferentes agrupaciones humanas no han encontrado a los individuos que reúnan una condición especial que se requiere para cumplir con efectividad este sagrado encargo social: que vivan por y para los demás, no de los demás.
En este sentido, nos las habemos con algunos funcionarios que viven de y para sí, otros viven de los demás y para sí. Muy pocos viven para los demás. Así, la humanidad se ha visto forzada a soportar funcionarios a los que se confiaron poderes públicos y que, en lugar de percibir a sus conciudadanos como seres humanos, los perciben como objetos. A los objetos no se dirigen, se manipulan, se llevan y se traen, se aplastan, reconstruyen, se destruyen, se reparan, etc.
En cuanto a las agrupaciones humanas, en ocasiones algunas se muestran difíciles de entender. Lamentablemente vemos cumplir el siguiente proverbio árabe: “Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos”1 . Así, son muchos los casos de funcionarios públicos que han sido revocados, criticados enérgicamente y hasta maltratados por segmentos de agrupaciones humanas a los cuales les han dedicado sus mejores esfuerzos. Entonces, cabe preguntar ¿vale la pena desvivirse por alguien que retribuye el esfuerzo con su desprecio o su incomprensión?
Como un mecanismo de compensación o de defensa, muchos funcionarios públicos optan por dedicarse a cumplir con sus misiones de trabajo, se aferran a lo que está establecido en los documentos normativos y con el transcurso del tiempo pierden su esencia humana.
En este sentido es imprescindible para los funcionarios públicos considerar las formas de agruparse los seres humanos, atendiendo a su estructura organizativa y al sentido de pertenencia de sus miembros para utilizar adecuadamente las diferentes formas de interacción poder-ciudadano común.
Pues, la lógica más elemental permite comprender que hay mecanismos de control social y estilos directivos que hacen operativa y funcional la interacción de los que ostentan el poder con agrupaciones humanas que tienen un elevado nivel de organización en las que sus miembros comparten metas y objetivos comunes, permanecen juntos períodos estables de tiempo, conforman estructuras formales e informales de dirección, cultivan altos valores morales de humanismo, solidaridad, altruismo, hermandad.
Sin embargo, estos mismos mecanismos no permiten obtener los mismos resultados con aquellas agrupaciones humanas informes, amorfas, que tienen un alto nivel de dispersión, su unión es temporal, situacional y esporádica, sin objetivos ni metas comunes, sin liderazgo, sin estructura ni normas.
Estas cuestiones evidencian el indiscutible valor de los mecanismos de control social y de los estilos directivos.
Por una parte, el control social que es definido como “(…) el conjunto de prácticas, actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido en las sociedades (…)”2 hace su aparición en todas las sociedades con la expresa finalidad de garantizar la supervivencia de los grupos humanos y hacer que se respeten sus normas, ya sea a través de medios persuasivos, o a través de medios explícitamente coactivos o violentos, que van desde las sanciones hasta el encarcelamiento o el confinamiento.
De manera que los medios informales de control social, definidos como “(…) aquellos que no están institucionalizados, como los medios de comunicación, la educación, las normas morales, etc, los cuales no tienen una formalización a través de normas o leyes escritas (…)” y los formales que son “(…) los que se implementan a través de estatutos, leyes y regulaciones contra las conductas no deseadas (…)”3 se proyectan en garantizar el bien común.
Por otra parte, es imprescindible comprender también la necesidad de que los poderes públicos diluciden los métodos, técnicas y recursos directivos a emplear teniendo en cuenta los sujetos o actores sociales sobre los que se ejerce la influencia, pues como se refirió en párrafos anteriores, lo que es funcional para un tipo de agrupación humana, puede ser disfuncional para otra.
En este sentido los que ejercen el poder deben “(…) actuar para ayudar al grupo a obtener objetivos mediante la aplicación máxima de sus capacidades. No deben colocarse detrás del grupo para empujarlo y aguijonearlo; sino al frente del mismo y facilitar el proceso e inspirarlo para que logre las metas organizacionales (…)” 4
Sin embargo, lamentablemente no todos los que ejercen el poder tienen como manera peculiar de darle cumplimiento a su objeto social las reflexiones contenidas en el párrafo anterior. Está suficientemente demostrado que los que ostentan el poder, se dividen en dos grandes grupos: los que perciben a los demás como seres humanos y los que los perciben como objetos. Los primeros emplean estilos directivos flexibles; los segundos, en cambio, utilizan en su gran mayoría estilos directivos inflexibles y autocráticos.
De manera que, tal parece que ha sido en vano consumir tantos esfuerzos para demostrar la tesis de que “(…) los líderes eficientes tienen suficiente flexibilidad para ajustar su estilo de liderazgo y técnicas a las personas que dirigen”5 .
En este respecto, es válido considerar que los que ostentan el poder deben atemperar su estilo directivo considerando el tipo de personas sobre la que ejercen sus influencias. No es lo mismo influir sobre individuos que pertenecen a agrupaciones humanas con una estructura organizativa bien definida formal o informalmente y con un elevado sentido de pertenencia, que sobre individuos que pertenecen a agrupaciones humanas informes, sin estructura organizativa ni sentido de pertenencia.
Los individuos pertenecientes a la primera agrupación referida anteriormente se autodirigen, son respetuosos de las normas, “(…) se aglutinan en torno a objetivos y metas de alto significado social, y conforman hermandades religiosas, asociaciones científicas, laborales, partidos políticos, etc (…)”6 y merecen ser dirigidos con métodos democráticos y participativos.
Los pertenecientes a la segunda agrupación “(…) se caracteriza por la dispersión social. Formada por los elementos degradados, desclasados y no organizados, así como aquella parte de la población que para su subsistencia desarrolla actividades al margen de la legalidad o en la marginación social (delincuencia, prostitución, narcotráfico, juegos, etc)”7 .
Con estos últimos, el estilo directivo flexible se vuelve disfuncional, pues “(…) las competencias de los que ostentan el poder deben garantizar el poder desmesurado del Estado, el cual es una instancia estatal con capacidad de castigo y represión contra el ciudadano con conducta nociva, puesto que los que controlan o tienen poder someten al resto, ya que su función principal es el mantenimiento de las leyes y del orden público”8 . Para estos casos se deben aplicar estilos directivos autoritarios, que impongan las leyes y las normas establecidas.
Por tanto, los que ostentan el poder deben ajustar su estilo directivo, mecanismos de control y técnicas a las personas que dirigen.
Bibliografía consultada
http://es.wikiquote.org/wiki/Proverbios_%C3%A1rabes
http://es.wikipedia.org/wiki/Control_social
http://es.wikipedia.org/wiki/Lumpen
http://leonpaniagua.com/archivos/Negocios/Liderazgo/ManualdeLiderazgo.pdf
http://manuelgross.bligoo.com/cinco-estilos-de-liderazgo
http://www.enciclopediadetareas.net/2012/01/que-es-el-control-social.html
Navarro Lores, Diosveldy. Las agrupaciones humanas atendiendo a su estructura organizativa. http://www.eumed.net/rev/cccss/20/dnl4.html
1 http://es.wikiquote.org/wiki/Proverbios_%C3%A1rabes
2 http://es.wikipedia.org/wiki/Control_social
3 http://www.enciclopediadetareas.net/2012/01/que-es-el-control-social.html
4 http://leonpaniagua.com/archivos/Negocios/Liderazgo/ManualdeLiderazgo.pdf
5 http://manuelgross.bligoo.com/cinco-estilos-de-liderazgo
6Diosveldy Navarro Lores. Las agrupaciones humanas atendiendo a su estructura organizativa. http://www.eumed.net/rev/cccss/20/dnl4.html
7 http://es.wikipedia.org/wiki/Lumpen
8 http://www.enciclopediadetareas.net/2012/01/que-es-el-control-social.html