Daniel Dieguez Dané (CV)
dieguez@occ.co.cu
Resumen:
Durante los últimos años de guerra por la república (1895-1898), la situación higiénico-sanitaria del país y especialmente de Santiago de Cuba era desastrosa. Luego de la pacificación y saneamiento realizados por Estados Unidos, variadas instituciones de atención médica se crearon en la ciudad, las que durante la República poseían un marcado carácter selectivo y privado. En este contexto se enmarca el Sanatorio de la Colonia Española como clínica en sus primeros años de servicio a los socios de la Sociedad Centro de la Colonia Española, para luego sufrir un proceso de transformación progresiva en sus locales así como en sus funciones, delegando la especificidad de atención a los socios y convirtiéndose en un Hospital para la atención a hombres, mujeres y niños. Vendría a convertirse el Sanatorio en una de las instituciones privadas de mayor aceptación y una de las más dotadas de la cuidad, tanto en equipamientos médicos, como en el servicio de atención a los pacientes. Contaría con la creación de pabellones, las estructuras vitales que le confirieron el grado de amplitud y especialidad que alcanzó la institución hasta 1959.
Palabras Clave: sanidad, higiene, saneamiento, epidemias, Sanatorio de la Colonia Española, reglamento, pabellones, atención médica en la ciudad.
Santiago de Cuba: Ciudad letal de fines del siglo XIX.
La segunda guerra de independencia contra la Metrópolis española en 1895 trajo enormes cambios y dificultades a la región Oriental, que se convirtió en el escenario fundamental de la nueva gesta bélica. Los campos y ciudades se vieron enormemente afectados por el sangriento conflicto y los efectos no tardaron en hacerse sentir sobre la población y la actividad económica, ahora restringida por los peligros que entrañaba la lucha. Santiago de Cuba por su importancia económica y social queda involucrado en la guerra, pero no sufriría los efectos de los ataques hasta 1898. Pero las presiones que el conflicto ejercía fuera de la ciudad repercutirían progresivamente en la actividad comercial, haciendo la vida aún más difícil en la medida en que reaparecían otros problemas de índole higiénico-sanitaria.
La topografía de la ciudad (fig. 1) siempre constituyó un gran problema para el establecimiento de sistemas de alcantarillado, pavimentación, barrido de calles, un acueducto, una eficiente asistencia médica y otros servicios que mantuvieran un nivel mínimo de mortalidad entre la población; aunque otras características de la región conspiraban contra las esperanzas de los ciudadanos.
Como en ninguna otra región del país, a Santiago le sucedían periódicamente movimientos telúricos1 (temblores) que provocaban malestar, pánico y pérdidas materiales en la población fundamentalmente en los sectores más desposeídos, que tenían las condiciones más precarias de la sociedad clasista de la época.
Por otra parte la ciudad se veía constantemente asediada por un clima muy difícil, con abundantes precipitaciones y huracanes que arrasaban a su paso con las viviendas y los cultivos, empeoraban el escenario del abastecimiento de agua y propiciaban el aumento de las enfermedades gastrointestinales. El infortunio de ver un fenómeno climatológico de esta índole, ciertamente dejaba una profunda impresión:
Ser testigo de un huracán tropical es una experiencia inolvidable, las secuelas de la lluvia y los fuertes vientos se dejaban sentir en todos los ámbitos de la sociedad, con gran repercusión económica y psicológica en los hombres. Resulta atroz el ulular del aire y el agua sobre los techos de la ciudad, a su paso quedan las cosechas perdidas, los desperfectos en las construcciones, y el peligro de las enfermedades infecciosas, entre ellas la disentería por las aguas contaminadas y los resfriados o afecciones catarrales por la humedad ambiental y los cambios de temperatura; tras la lluvia de mayo venían las viruelas y las gripes, y durante la segunda mitad del siglo XIX con la temporada ciclónica acechaba el cólera 2.
En medio de esta difícil situación la ciudad no pudo mantener ni aumentar el crecimiento demográfico de alrededor de 7 538 habitantes que se había producido entre los años 1890-1894, durante el período de 1895-1899, porque las enfermedades contagiosas daban muerte en masa, en tanto los problemas higiénico-sanitarios persistían; por otra parte la política de reconcentración de Valeriano Weyler en 1896 agravaría las condiciones en cuanto a los suministros de alimentos por la enorme cantidad de reconcentrados que arribaron a la ciudad desamparados a su suerte, sin alojamiento, atención médica propicia, dormitando en las calles y en cualquier rincón que ofreciera abrigo y calor de la fría y húmeda noche.
La concentración de los nuevos ocupantes por la ciudad trajo como resultado la aparición de enfermedades con más fuerza y letalidad. La fiebre amarilla, el paludismo, la disentería, la tuberculosis y la viruela atacaron a la población desarticulada por el hambre y la desnutrición, ocasionando enormes pérdidas: “Los viejos las mujeres y los niños fueron castigados de preferencia por la Reconcentración. Durmiendo a la intemperie y pidiendo limosnas para alimentarse, o comiendo las sobras del rancho de los soldados, en las poblaciones principales; acorralados detrás de las alambradas en los pequeños pueblos fortificados, morían a montones víctimas de la desnutrición, de la disentería y de la fiebre” 3.
El efecto de la reconcentración fue grave para la ya maltrecha ciudad. Ni siquiera uno de los intentos humanitarios más importantes del momento, la cocina económica, logró aplacar el hambre de los desposeídos ni la cada vez mayor afluencia a esa muestra de caridad humana emprendida en lo fundamental por el Cónsul alemán Don Germán Michaelsen. Apenas bastó poco más de un año para que los recursos de la cocina económica se viesen amenazados por la demanda de los necesitados, y temporalmente abandonada la empresa en 1898 ante el giro inesperado de la situación bélica con la entrada de los Estados Unidos a la guerra, el bloqueo naval y las amenazas de bombardeo a la cuidad 4.
Aunque el Maine no tuvo relación alguna con Santiago, su repercusión se hizo sentir con mayor fuerza en la región Oriental. Ahora en cambio, la guerra parecía cernirse sobre una ciudad que apenas tenía alimentos, refugios y los recursos necesarios para soportar el peso de las armas. La reconcentración había dejado los campos y las manos que lo cultivaban, vacíos; los alimentos y víveres mandados de la Habana para el ejército español dejaron de llegar a la ciudad el día 25 de abril de 1898, y a partir de ese momento las provisiones de la población civil comenzarían a escasear de manera crítica, porque los militares bajo la Administración Militar Española, conjuntamente con la escuadra del Almirante Cervera compraban al contado los pocos alimentos que radicaban en el mercado de Concha; la escasez remanente hizo surgir la especulación e incremento de los precios, y cada vez menos personas podían adquirir los pocos y malos alimentos que quedaban.
Al término de la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana la ciudad tenía una situación totalmente desastrosa:
De los 50.000 habitantes que tenía Santiago en el momento de la rendición, 15.000 estaban enfermos […] Los pobladores regresaban de un terrible peregrinaje a El Caney hacia donde habían partido al abandonar la ciudad sitiada. Allí, unas 15.000 personas de todas las edades se habían agrupado impelidas por el miedo, y al regresar muchos morían mientras los otros estaban demasiado débiles y extenuados para darles sepultura. Las calles estaban llenas con montones de basura descompuesta y los cadáveres podridos de caballos y perros. Olores fétidos provenían de las casas abandonadas, dando prueba de los muertos que se hallaban en ellas. La viruela y la fiebre amarilla hacían estragos, mientras sobre la ciudad se pendían nubes de humo donde se quemaban los cadáveres cuyo entierro se imposibilitaba. En un solo día hubo 216 defunciones en la ciudad, y el promedio era de 200 diarias. La mitad de la población estaba amenazada de inanición 5.
Los norteamericanos que combatieron en Santiago y sus alrededores también sufrieron los efectos del clima, las enfermedades contagiosas e infecciosas, y el ejército tuvo cuantiosas bajas por esta situación. Cuando las tropas arribaron a Santiago, encontraron una ciudad […] totalmente apestosa, que carecía de un sistema de recogida de basura y de barrido de calles –estas eran furnias y lodazales, y la miseria, el hambre y las enfermedades azotaban a la población civil que sufrió una considerable merma demográfica […] 6.
El nuevo Gobernador Militar designado por los Estados Unidos, Leonard Wood, iniciaría una campaña de saneamiento por toda la ciudad para aliviar la peligrosa situación que sufrían los ciudadanos. Se inició una fase de construcción de un alcantarillado (Fig. 2), recogida de escombros de las casas destruidas, higienización de las calles, construcción de parques como áreas abiertas de ventilación para el flujo de aire puro, y otras medidas destinadas a estabilizar la situación de la ciudad.
Era tal la importancia del saneamiento para el gobierno de intervención norteamericano, y en general de toda la Isla, que el artículo V de la Enmienda Platt declaraba que:
El Gobierno de Cuba ejecutará y en cuanto fuese necesario cumplirá los planes ya hechos y otros que mutuamente se convengan para el saneamiento de las poblaciones de la Isla, con el fin de evitar el desarrollo de enfermedades epidémicas e infecciosas, protegiendo así al pueblo y al comercio de Cuba lo mismo que al comercio y al pueblo del Sur de los Estados Unidos. 7
Una vez iniciada la ocupación, se alojó en el Hospital Civil de la ciudad a las tropas norteamericanas para dar atención a los soldados heridos, mientras que para la oficialidad se ocupó un pequeño centro de Salud ubicado al Sur de la Trocha a pedido del Gobernador Militar, conocida como casa 5ta, propiedad de la Sociedad Centro Benéfico de Dependientes del Comercio, bajo arrendamiento a un costo de 75 pesos por mes. La solicitud se presentó el 4 de mayo de 18988 .
Esta sociedad fue creada en 1881 y una de sus tres secciones de apoyo, Beneficencia, estableció la creación de un centro de salud en la Trocha a comienzos de 1898. Las deudas de la sociedad propiciaron el abandono de muchos de sus miembros y el cierre de la casa de salud. Luego de ser arrendado todo el período de ocupación militar, fue cerrado temporalmente para ser vendido a la Sociedad Centro de la Colonia Española en 1900.9 Posterior a la compra, la sociedad lo puso a disposición (Fig. 3) de sus socios en 1902.
Existen sin embargo, datos contradictorios en relación a la fecha de fundación del Sanatorio según la documentación disponible. A la pluma de Carlos E. Forment Róvira, cronista de la ciudad, pertenecen las Crónicas de Santiago de Cuba en dos volúmenes, cuyo primer tomo refleja que el 25 de julio de 1902: “Abre sus puertas la Casa de Salud hoy Sanatorio de la Colonia Española en el edificio que fue “Quinta del Centro de Dependientes” o sea en los terrenos que actualmente ocupa la Trocha Sur”.10 Mientras que en los documentos provenientes de la Sociedad se da la: “aprobación por la comisión de Beneficencia y Protección del Centro de la Colonia Española de la inauguración del Sanatorio el 3 de agosto de 1902 a las 8 a.m”. 11
No está claro de dónde toma el cronista Forment la referencia para establecer la fecha de fundación del Sanatorio a fines de julio, y lamentablemente la prensa de la época no existe en los archivos de la ciudad, pero en este caso los documentos auténticos de la Sociedad Centro de la Colonia Española poseen una validez irrefutable para confirmar la fecha de apertura de la entidad Sanitaria.
Los primeros años del Sanatorio.
La Sociedad Centro de la Colonia Española, fundada a fines de 1899, era una entidad dedicada a la atención de las necesidades de los españoles residentes en la Isla así como sus descendientes; “allí los individuos de esa ciudadanía recibirían asistencia médica, instrucción y recreación”12 . El centro rector de la Sociedad en Santiago estaba constituido por una Junta Directiva, encargada de dirigir las secciones creadas para su funcionamiento mediante tres comisiones denominadas: Comisión de Instrucción, Comisión de Recreo y Comisión de Beneficencia. La comisión de Beneficencia y Protección poseía un presidente encargado de dirigir y controlar el funcionamiento del Sanatorio, aunque la Junta Directiva podía actuar directamente sobre las facultades de esta comisión en cuanto estimase conveniente.
El Sanatorio durante los primeros años de funcionamiento estuvo concebido como clínica privada que aceptaba solamente a personas de color blanco, españoles y sus descendientes, privándose de todo derecho de atención médica a las mujeres, los niños y las personas de color. Esta postura se mantendría por muchos años, hasta aprobarse la inclusión de mujeres y los niños, a finales de la década del 20.
Mientras se daban los primeros pasos para articular el correcto funcionamiento del Sanatorio, se efectúa la inauguración del local social (Fig. 4) del Centro de la Colonia Española el 4 de enero de 1903 13 en la antigua calle Catedral, donde habría de residir la Sociedad hasta el cese de sus actividades.
La sección de Beneficencia poseía un reglamento encargado de dictaminar los requisitos para los socios, previa solicitud al ingreso al sanatorio. Entre estos se pueden nombrar el abono de una cuota de un peso y cincuenta centavos mensuales por adelantado, y efectuando el pago el primero de cada mes; la aprobación de los médicos de la institución y el cumplimiento de tres prescripciones: hallarse al corriente de los pagos, solicitar por escrito al Presidente de la Sección de Beneficencia el reconocimiento de asociado y no padecer enfermedades epidémicas, crónicas o mentales14 .
Los requisitos pertinentes a las enfermedades estaban basados en que el Sanatorio no disponía de una instalación capaz de albergar a los asociados con enfermedades infeccio-contagiosas durante el primer año de su creación, pero tal situación se vería rectificada en el mes de julio de 1903 mediante una carta redactada por Antonio Battle Romagosa, Vicepresidente del Centro de la Colonia Española, al Secretario de Gobernación de la ciudad, donde se le comunicaba sobre:
La conclusión de uno de los departamentos para enfermos infecciosos ó enfermedades infeccio-contagiosas (tifus, fiebre amarilla, paludismo, tuberculosis) y su situación: está aislado de todos los demás por telas metálicas, cerrados con doble puerta, y con las precauciones necesarias para la aireación. Se ha montado además un gabinete de Bacteriología y análisis microscópico en general, contando con un microscopio Binocular de Norchet (inmersión, aumento 1425 d) cámara clara, cámara microfotográfica, Hematímetro Hayen, estufa para cultivos y todos los accesorios necesarios15 .
La importancia de ese nuevo departamento sería vital para el tratamiento de los casos de enfermedades y brotes epidémicos que años después llegarían a la ciudad, muchos de los cuales serían recluidos en el Sanatorio.
Por otro lado el sistema de Salubridad e Higiene de la isla estaba en una situación crítica ante la imposibilidad de fomentar un sistema sanitario con personal médico disponible y medicinas por la falta de recursos monetarios. Esta situación tenía un carácter nacional, y la Junta de Beneficencia emitió, como posible medida temporal, una circular No 21 de obligatorio cumplimiento a todos los Hospitales estatales del país para atender los casos de enfermedades y epidemias ante la carencia de recursos médicos 16.
En tanto, la situación sanitaria de la ciudad seguía siendo difícil aún después de culminada la campaña de higienización realizada por Estados Unidos; quedaban cientos de aspectos para tratar en relación al acueducto, el pavimentado de más calles, los mecanismos de atención médica eficiente, los presupuestos del Municipio, etc. La situación tocó fondo en julio de 1904 cuando el Ayuntamiento de la ciudad se reunió en sesión extraordinaria para tratar el problema sanitario, considerado grave, y solicitar un presupuesto al Secretario de Hacienda para tratar de solventar la situación, que de salirse de control podría desembocar en una intervención por parte de Estados Unidos de acuerdo al tratado Permanente de 1903 sobre el cumplimiento de los planes de saneamiento contra enfermedades epidémica o infecciosas. Es probable que el incentivo de la reunión haya sido entre otras cosas el azote de un ciclón que cruzó por la ciudad el mes anterior a la reunión, que dejó innumerables daños en viviendas, afectó las tuberías del acueducto seriamente provocando escasez de agua, y que produjo la inundación de los barrios bajos.
Pese a la situación de los Hospitales e instituciones públicas de la ciudad, el Sanatorio tenía la obligación de dar alojamiento y atención médica a los sectores desposeídos ante epidemias, naufragios, incendios, inundaciones, terremotos u otros desastres naturales, porque estaba estipulado en el reglamento interno de la entidad. Todas las actividades internas del Sanatorio, del personal médico y de los pacientes estaban reglamentadas, especialmente los últimos que poseían obligaciones a cumplir una vez alojados dentro. El cuidado de los enfermos estaba a cargo de las Hermanas de los Desamparados, cuya congregación había celebrado un contrato con la directiva del Sanatorio.
El empeño y celo de las hermanas para con el cuidado de los pacientes era enorme, y estos tenían prohibido tomar más remedios que los indicados por el doctor, ni retirarse del local si previa autorización médica y un minucioso examen que otorgara las condiciones necesarias para dar el alta. Se incluían otros requisitos como no estar fuera de cama después de realizadas operaciones u otras curaciones. Todas estas reglamentaciones para el cuidado de los socios, que poseían identificaciones (Fig. 5), la estructura del minucioso funcionamiento de la institución sanitaria, el personal médico adjunto y la dotación de recursos modernos conjuntamente con las áreas de atención creadas, posibilitaron el aumento de socios para llegar gradualmente a más de 1000 en el año 1906.
No hubo cambios significativos dentro del Sanatorio ni en la Sociedad durante el resto del año, así como tampoco la situación de la ciudad parecía mejorar. Para más infortunios los temblores regresaron para azotar las mentes de los santiagueros en el mes de junio al temblar la tierra 5 veces en menos de tres días, provocando pánico y molestias; además de ello la fatídica predicción de un tal Dr. Norwack sobre horrendos terremotos e inundaciones marinas que acabarían con el mundo, no hizo más que alterar los nervios de los ciudadanos ante la posibilidad de que le sucediese a Santiago lo mismo que le había acontecido a la ciudad San Francisco anteriormente- un horrendo terremoto que tomó dimensiones catastróficas. Para males mayores, varios expertos en meteorología del país confirmaron las predicciones del Dr. Norwack y, cuando el día 6 de ese mismo mes la tierra volvió a estremecerse por un temblor, los ciudadanos creyeron que el fin del mundo había llegado y que destruiría a la “Muy noble y muy leal” ciudad de Santiago.
En marzo de 1907 se nombra Director del Sanatorio al Dr. Pedro Suárez Solar y 5 meses después se modifica el reglamento de la Sección de Beneficencia para la dirección y funcionamiento del Sanatorio. A partir de ahora la institución sanitaria sería regida por la Junta Directiva de la Sociedad más un delegado por cada 200 socios, eliminando así los poderes ejecutivos de la Sección de Beneficencia y pasándola a intermediaria en las ejecuciones de la Junta Directiva de la Sociedad.
Esto implicaba nuevas responsabilidades y una reglamentación más amplia, distribuida en varias atribuciones, entre las que se encontraban:
I-Inspeccionar y resolver cuanto se relacione con la asistencia sanitaria y administración del Sanatorio.
II-Separar de la Asociación a los individuos que no cumplan con sus deberes en el Sanatorio.
Estas modificaciones para el control del Sanatorio, dentro de la administración fundamentalmente, otorgaba otras obligaciones a la sección de Beneficencia, como la de dotar al centro sanitario de todos los medios posibles hasta donde lo permitiese el tesoro para una mejora de los servicios. A su vez el reglamento dictaminó que el Sanatorio estaría dirigido por un Director que sería Facultativo y por un Administrador. Se exponía que en caso de ausencia del primero por enfermedad, sería sustituido por el médico de visita. Esto se realizaría a nivel ejecutivo dentro de la sección de Beneficencia, mientras que las modificaciones reglamentarias se centraban en los socios y los pensionistas 17.
Para los socios del Sanatorio, se planteaba que podían estar asociados a dicha institución todo aquel que lo solicitase, sean Españoles o extranjeros, pertenezcan o no al Centro de la Colonia Española. Pese a los cambios, los socios poseían otros derechos como la asistencia médica en su domicilio particular, en el Sanatorio o la asistencia en el domicilio particular del médico a la hora que este tenga señalada.
En tanto, se consideraban denegados estos derechos a todos los socios que padecieran enfermedades incurables declaradas así después de un plazo de observación por los médicos, antes de los 60 días. Por último, el artículo 57 del nuevo reglamento de Beneficencia con el objetivo de solidificar todos los cambios realizados en esta sección anunciaba la anulación reglamentaria de […] todas las disposiciones anteriores 18.
Mientras, el Sanatorio se preparaba para dar ampliación a sus locales y servicios, todo dentro de las posibilidades que el tesoro de la Sociedad lo permitía. El 8 de junio de 1908 el Centro de la Colonia Española nombra director del Sanatorio al Doctor Rafael Parladé Peña y médicos a los doctores Antonio Guernica y José A. Ortiz. Dos años después, el 21 de agosto de 1910 se da la inauguración de dos nuevos pabellones, uno de los cuales poseía una sala de cirugía […] montada, a la altura de las mejores extranjeras19 .
La ampliación de los servicios de atención médica.
Al arribar la segunda década de la nueva República, la situación de los servicios médicos públicos en Santiago no parecía mejorar; algunos pequeños avances en el alumbrado público, el gas y el transporte parecían impulsar la ciudad, pero el mayor de todos los problemas, el del agua, se había transformado ya en una maldición. Desde la sequía de 1906 que afectó el suministro del líquido por toda la urbe hasta el error casi fatal de 1907 de agregar un purificador de sulfato de cobre a las aguas del acueducto, que terminó por contaminarlas e intoxicar los peces del embalse, el tema y las soluciones efectivas para que la ciudad se viese libre de la sed no parecieron resultar.
En junio de 1909 golpeó otra vez la escasez, y el mal estado que tenía el acueducto era un factor de peligro para ingerir el líquido, pero las soluciones aún distaban de hacerse notar. Por si fuera poco, la situación empeoró y en enero de 1911 se transformó en una crisis total. La escasez se hizo sentir en la ciudad, los tranvías eléctricos dejaron de funcionar por falta de agua en las bombas de la planta eléctrica, no hubo alumbrado el día 13, se suspendieron los espectáculos públicos y se cerraron múltiples negocios. El día 15 la situación había empeorado hasta tal punto que se hizo preciso el envío de un tren de Guantánamo con 40.000 galones de agua, más posteriores envíos que se hicieron. La “Juraguá Iron Company” dispuso del envío de 8.000 galones diarios para aliviar la situación. Eventualmente las compañías de las zonas mineras cerca de la ciudad se vieron comprometidas suministrando agua hasta que la situación comenzó a mejorar paulatinamente a partir día del 20 del propio mes20 .
Cuando la Sociedad renueva la directiva en enero, esta vez quedando bajo la presidencia de Manuel Fernández Rosillo21 , el Sanatorio ya comenzaba a mostrar las características de una institución en pleno proceso de ampliación tanto de los servicios médicos, los locales de la entidad, la atención a los asociados y los pensionistas, así como con la capacidad de extender sus servicios fuera de la ciudad. En este sentido la sección de Beneficencia incorporó nuevos convenios con otras sociedades que quedaron activos a partir del 7 de marzo, cuando se hizo formal la entrada al Sanatorio de 102 socios de la Colonia Española de Mayarí y a socios de la Colonia Española de Bayamo. Los convenios siguieron ampliándose y en 1912 se aceptaron a socios de la Colonia Española de Banes y Holguín 22. Una muestra de los servicios prestados a los socios fuera de la ciudad es una operación realizada el 8 de septiembre de 1912 al Sr. Rafael Meléndez Chacón en el Sanatorio. Esta intervención quirúrgica culminó con la amputación del brazo derecho del paciente, que se desempeñaba como funcionario judicial en Bayamo. Posteriormente a la operación se trasladó a Santiago y estableció como procurador público. Poco tiempo después fue sometido a una nueva intervención quirúrgica que lamentablemente le costó el brazo izquierdo, pues padecía la misma afección que en el anterior. Pese a sus limitaciones prosiguió con el ejercicio de su profesión, y para ello aprendió a firmar sus documentos sujetando la pluma con la boca 23.
Durante 1914 la ciudad presenciaría otra amenaza, esta vez proveniente de la Habana. En 1913 se reportaron los primeros casos de Peste Bubónica (Yersinia Pestis) en la capital que no tardó en llegar a Santiago. El día 25 de junio se reportó el primer caso en un dependiente de comercio de nombre Patricio Alvarado que fue recluido de manera inmediata en el Sanatorio y atendido por el Dr. Recio y el Dr. César Cruz Bustillos, este último médico de la institución. Varios doctores provenientes de la Habana llegaron para apoyar en las investigaciones del caso, que fue monitoreado todo el tiempo en el Sanatorio.
El acontecimiento provocó pánico en la población santiaguera y el impacto del caso repercutió en los Estados Unidos, que decretó la cuarentena a todos los barcos procedentes del puerto de la ciudad.24 Por esta fecha era poco conocida la enfermedad en Santiago, sus vías de transmisión y los efectos de la misma. Por tal motivo el Dr. César Cruz Bustillos comienza sus investigaciones y estudios, que publicaría inicialmente en el periódico El Cubano Libre el 27 de marzo de 1913 25. Este trabajo, acaso el primero de su tipo, ofrecía las conceptualizaciones de la enfermedad, tenía carácter informativo para el público en general y puede considerarse uno de los primeros métodos de prevención mediante la educación de la población26 . Unos años más tarde en 1918, cuando la ciudad vio los primeros casos de Fiebre Tifoidea, el Dr. Bustillos aún médico del Sanatorio, ofrecía sus conocimientos al público santiaguero en la guía y prevención de esa enfermedad.
Pese a los tormentos de la población de la ciudad, el Sanatorio da inauguración a un nuevo pabellón como clínica, bajo el nombre: “Manuel Fernández Rosillo” el 1 de marzo de 1914, en honor al director de la sociedad elegido el 23 de enero de 1911 y que se mantuvo en la dirección de la Sociedad por más de tres años. Este pabellón sería reconocido posteriormente como pabellón Administración, y estaría ubicado en la posición frontal de los terrenos del Sanatorio, a primera vista en la entrada.
Una vez más la estructura ejecutiva del Sanatorio realiza nuevos cambios en aras de perfeccionar su efectividad. Se sometió a una división en el ejercicio de poder quedando integrada por dos divisiones o secciones. La primera sección se denominaría Facultativa y la segunda Administrativa, cada una con atribuciones propias y con personal de trabajo propio, sujetos a deberes y atribuciones en el caso respectivo de cada sección. De esta manera el jefe de la sección Facultativa que debía ser médico, sería el Director del Sanatorio, y se consideraba como el primer funcionario inmediato de la institución sanitaria. Se designaba un Vice-Director Facultativo para la sustitución del primero en todos los casos o motivos de ausencia, sea por enfermedad o por viajes de trabajo. Por último se dejaba por sentado que el que fuera jefe de la sección Administrativa sería el Administrador del Sanatorio el cual sería considerado el segundo funcionario del establecimiento 27.
En este mismo período se trata de implementar un servicio de atención a la mujer fuera del que ya tenía como pensionista, sino como asociada al Sanatorio. Las discusiones con respecto al tema quedaron eventualmente en un punto muerto. Debe recordarse que la Sociedad poseía unos estatutos bastante rígidos que excluían la inserción de la mujer, así como la prestación de los servicios correspondientes. La negativa de insertar a la mujer como asociada al Sanatorio volvió a ser sometida a prueba una vez más a fines de los años 20, hasta que finalmente se aprobó la creación de una sección que le ofreciera atención, en parte porque la apertura de este servicio médico posibilitaría un aumento de los ingresos para el tesoro de la Sociedad, implicaría además el reemplazo de varios locales de la institución y aumentaría el número de asociados al Sanatorio.
La expansión benéfica: La asociación “La Milagrosa”.
El 15 de abril de 1928 se dio la aprobación para la creación del servicio de atención médica a la mujer bajo el nombre: “Asociación La Milagrosa”, institución que promovió un aumento de 2000 nuevas solicitudes de ingreso, reconocidas por la Junta Directiva de la Sociedad reunida en sesión el 9 de septiembre del propio año. 28 La nueva sección contaría con un reglamento propio y estarían sujetas a determinadas reglas de asociación todas las solicitantes. Este nuevo acuerdo propició el aumento de ingresos, caudal que posibilitó el mantenimiento de la Sociedad Centro de La Colonia Española en el período de la crisis financiera de 1929-1933, que afectó fuertemente el sistema bancario nacional y repercutió en las finanzas de todo el país. 29
Esta nueva sección de atención autorizada por la Junta Directiva de la Sociedad eliminó las estipulaciones del reglamento de Beneficencia de 1907, sobre el derecho de la mujer de ser pensionista del Sanatorio abonando 3.00 pesos de cuota diaria más que los propios pensionistas masculinos, pues ofrecía una nueva posibilidad de abonar una cuota en dinero menor, y en pago por un mes de retribución de servicio médico. La sección de asistencia sanitaria a la mujer estaba dirigida por un reglamento confeccionado el 24 de abril de 1928, donde se exponía que el servicio de atención “Asociación la Milagrosa” estaba destinado a las señoras y señoritas entre 12 y 45 años (Fig. 9) pertenecientes a la raza blanca que solicitaran su inscripción como asociadas.
El reglamento dividía a las asociadas en dos clases: Numerarias y de Mérito. Las Numerarias podían ser […] las que abonen la cuota de 1.50 pesos por mes […] mientras que las de Mérito eran consideradas […] aquellas que hayan prestado relevantes servicios a la Sociedad y por acuerdo previo de la Junta Directiva, así como todas aquellas que acrediten previo certificado, haber inscrito 100 o más socias30 .
A pesar de esta escisión, ambos tipos de secciones estaban sujetas a los mismos derechos de atención médica. Las asociadas tenían el derecho de ser asistidas por las comadronas de la Sociedad en casos de alumbramiento o aborto, así como por el médico, previa solicitud de la comadrona. Se establecía además que este derecho solo podía ser disfrutado bajo la condición de estar asociada en no menos de 10 meses y que en los casos de un aborto prematuro no se tendría en cuenta el tiempo de asociada.
El no tener en cuenta el tiempo de asociada en caso de aborto prematuro es un elemento que le concedía a la mujer una posibilidad que estaba por encima de las condiciones sociales y económicas a las que se viera sometida. Las consideraciones sobre esta posible situación, en caso de que sucediese, le otorgaban un grado de mayor reconocimiento a los derechos que por ley de atención médica nacional debían poseer las mujeres en estado de embarazo durante el período. Se incluía además para esta sección que en cualquier caso de fallecimiento ocurrido en el Sanatorio, las asociadas poseían el derecho a un entierro decoroso si la fallecida o sus familiares carecieran de recursos, incluyéndose el derecho de inhumación en el Panteón Social cuando los familiares lo solicitasen.
Para dar una firme consolidación a la nueva sección de atención femenina, en 1930 se proyecta un concurso arquitectónico por la Directiva del centro de la Colonia Española para la construcción de un pabellón para mujeres en el Sanatorio, proyecto por un costo de 25.000 pesos con un premio al mejor proyecto presentado. Se presentan al concurso cuatro proyectos y solo dos son aprobados como posibles variantes de los requisitos que pedía la Junta Directiva, uno de los cuales consistía en conectar el futuro pabellón con la sección frontal derecha del pabellón Administración, Fernández Rosillo.
Al paso en que se proyecta el concurso para la sección femenina, en 1931 la Directiva de la Sociedad da un paso crucial en el historial de atención del Sanatorio, con la aprobación y apertura de un servicio de atención médica a niños entre 0 y 14 años, que sería llamado: “Asociación Infantil del Centro de la Colonia Española”. Esta sección (Fig. 10 y 11) estaría vinculada de cerca a la femenina con una reglamentación similar en cuanto a las bonificaciones, o pagos a realizar para mantener la afiliación.
El vínculo que tenían estas dos secciones se vio confirmado luego de la culminación del pabellón femenino en 1939 tras un período de edificación de 6 meses (pese a que el requisito de unificarlo al Fernández Rosillo no se cumplió) al dársele apertura el día 11 de Enero de 1939.
El nuevo pabellón llevaría por nombre: “Cuba” y estaría destinado a Maternidad e Infancia. Contaba con 16 camas y servicio intercalado para dos habitaciones. Poseía una sala de partos dotada de instrumentos científicos modernos y las habitaciones del local contaban con dos camas sanitarias y una intermedia. Poseía un pantry, un cuarto de infección, un cuarto de consultas, y otras dos salas quirúrgicas para casos graves. Este pabellón, de extrema importancia en el Sanatorio y que sería reestructurado varias veces, fue clave para solidificar los servicios de atención a la mujer y los niños, con todo el instrumental, equipos y especialistas necesarios para su funcionamiento.
La prensa ofreció detalles el día del acto, dando cuenta de que el Presidente de la Sociedad José Rodríguez Martínez estuvo acompañado por el Arzobispo Monseñor Zubigarreta y la Administradora de las Hermanas de la Caridad, Sor Asunción Masó, incluyendo la presencia del Doctor Posada Recio, director del Sanatorio. El costo total del Pabellón fue de 42.000 pesos por una asignación de 32.000 pesos ofrecida por la Sociedad y otros 10.000 a obtener de las recaudaciones mensuales como sobrantes de la nueva estructura.31
Los últimos años de la expansión.
El Sanatorio de la Colonia Española que contaba con pocos servicios de atención médica en su primera década de existencia y de manera exclusiva para hombres, ahora se había convertido en una institución médica respetable y de nivel; la atención no estaba ya limitada al sexo masculino, y las mujeres y niños ahora recibían una gran atención a cargo de las Hermanas de los Desamparados. Estas hermanas de la caridad con su empeño y cuidado desempeñaron múltiples labores dentro de la institución, residiendo en ellas el legado de las primeras enfermeras de la ciudad.
Desde la fundación del Pabellón “Cuba” a fines de la década del treinta, el Sanatorio crecería en estructura y tamaño (Fig. 13); proyectos de construcción y remodelación se comenzarían a observar en fases de ampliación así como de conservación. Algunos terrenos del Sanatorio se expandieron para crear nuevas áreas en busca de extender las posibilidades y servicios del centro. Con el crecimiento de los locales y la prestación de mayores servicios, los gastos de la entidad se elevaron, en relación a los primeros años en que su uso, solo para hombres, era menor.
La apertura y eliminación de la rigidez de los estatutos de la Sociedad permitió el incremento de socios y el aumento de los erarios, cuyos fondos eran destinados a variadas actividades y al perfeccionamiento de la entidad sanitaria. Entre 1940 y 1950 el Sanatorio contaba con salas quirúrgicas, laboratorios, áreas de atención para enfermedades infeccio-contagiosas, un pabellón de maternidad y otro infantil de nombre “Bosch”.
Con un total de 8 pabellones para atención médica en general, los servicios del Sanatorio que incluían la atención fuera del local según las reglamentaciones ya expuestas, se habían expandido con tal magnitud que para 1948 cuatro servicios importantes de atención como los que se muestran a continuación observaban los siguientes gastos:
Transfusiones de sangre |
$ 30.00 |
Exámenes Anatomopatológicos |
$660.00 |
Servicio Radioterapia |
$1,725.00 |
Servicio comadrona exterior |
$1,784.00 |
Los gastos hechos por el Sanatorio en abastecimiento de varios productos claves para su funcionamiento también crecieron:
Compras de leña y carbón |
$ 2.473.04 |
|
Compras de hielo |
$ 1.273.58 |
|
Compras de alcohol |
$ 320.00 |
|
Compras de alimentos |
$ 24.682.91 |
|
Compras de suministros |
$ 26.969.37 |
|
Compras de medicamentos |
$ 16.623.70 |
|
Compras de envases |
$ 1.740.10 |
|
Compras Dpto. de ropería. |
$ 86.420.12 |
|
|
Total |
$ 106.502.85 |
Estos datos evidencian cómo el Sanatorio poseía un volumen de gastos bastante elevados en las dos funciones claves de su ejercicio: la atención al personal (los pacientes) y el abastecimiento de los suministros necesarios para su funcionamiento.
Otro ejemplo de los gastos que la Junta Directiva realizó sobre el Sanatorio, se expresan en la “Memoria Anual” de junta general de asociados del Centro de la Colonia Española de 1955 donde se expone el costo de la remodelación del pabellón “Sagrado Corazón”, por un total de $ 7.278.52 en embozado de paredes y pasillos, pintura de interiores y escaleras, cuyo resultado se vio en el aumento de los servicios, duchas y el confort del pabellón.
En este mismo año el Sanatorio como muestra del crecimiento en sus funciones había prestado 6.160 servicios de gastoquimogramas y drenajes, 138 investigaciones y tratamientos en vías urinarias, había realizado 342 anestesias por iguala practicadas, aplicado 240.600 inyecciones en el sanatorio y los dispensarios médicos, y había realizado 132.248 radiografías y fluoroscopías. 32
No se puede pasar por alto al personal médico que realizaba intervenciones quirúrgicas de diversas magnitudes. La siguiente tabla muestra la cantidad de operaciones realizadas por solo 11 Doctores en el año 1955:
|
Operaciones |
|
|
Doctores. |
Mayores |
Menores |
Total Op x Dr. |
Posada Recio |
237 |
29 |
261 |
Guasch |
257 |
23 |
280 |
Soto Méndez |
65 |
96 |
161 |
Ruiz Velazco |
65 |
--- |
65 |
Bayés |
51 |
70 |
121 |
Feria |
35 |
--- |
35 |
Hernández Vera |
48 |
--- |
48 |
Antúnez |
56 |
128 |
184 |
Posada Gómez |
88 |
67 |
155 |
Magranz |
17 |
8 |
25 |
Camp Romero |
8 |
--- |
8 |
Total Op. |
922 |
421 |
|
Total General |
1.343 |
|
En 1956 el Sanatorio poseía una capilla funeraria, un almacén y una nave de lavandería con caldera, y estructuras del local para la amplitud de sus necesidades. La capilla funeraria fue construida en una sección de terreno en la parte Noroeste del centro (la posición está referida por un plano topográfico de los terrenos del Sanatorio) y su ubicación coincide con la prolongación de dos calles: Néstor R. Sánchez y la calle hermanos Collazo.
Uno de los últimos logros de la Sociedad en relación al Sanatorio fue la inauguración del pabellón “Camp” como unidad quirúrgica para hombres y mujeres el 6 de febrero de 1959. El Presidente de la Sociedad era en esta fecha el Señor Juan Herrero Llópiz, pero el acuerdo de edificar este pabellón vino de la directiva anterior, a cargo del Sr. Henrique Canto. La entrega oficial se le hizo al director del Sanatorio, el Dr. Alejandro Posada Recio.
Previo a la inauguración de este pabellón, la Sociedad y el Sanatorio ya se habían involucrado en el respaldo a las actividades clandestinas contra de la dictadura de Batista y sus medidas represivas en la ciudad desde el 26 de julio de 1953, brindando asilo y apoyo a los refugiados en el Sanatorio, y curándolos según fuese el caso. Luego de los sucesos de 1956, el Sanatorio se vio más involucrado en tanto los métodos represivos crecían, y la persecución contra todos aquellos colaboradores del movimiento clandestino acarreaba la muerte.
El día de la inauguración del pabellón, el Dr. Posada ofreció un discurso en la sala que llevaba su nombre, donde expuso las actividades de apoyo del Sanatorio al movimiento 26 de julio y a los hombres de la Sierra Maestra mediante el envío de medicinas y accesorios médicos. Todos los miembros de la entidad se vieron involucrados de una u otra forma en el respaldo a los jóvenes de la clandestinidad. Desde las monjas hasta el personal de trabajo, pasando por los médicos, los métodos usados –como la extracción de apéndices a los que llegaban ocultándose de la represión- sirvieron para evitar el derramamiento de sangre que buscaba la policía represiva del sistema. Sería este pabellón el último de los proyectos realizados por la sociedad, dado que un mes antes ya había acontecido la revolución en el país que desde 1956, bajo su forma armada, intentaba despojarse de la dictadura existente.
El Sanatorio eventualmente pasó a manos del Gobierno, como entidad pública, para la atención a toda la población sin distinción de raza, color o posición social, y fue transformado luego en un Hospital Pediátrico, conocido como “Hospital Pediátrico Sur”, inaugurado en 1970.Sin embargo este centro, aún a 110 años de su fundación, se le sigue conociendo y llamando “La Colonia” por todos los pobladores del área; y rara vez un madre que lleva a su hijo(a) en busca de atención allí repara en el nombre actual de la entidad. Solo se le sigue llamando La Colonia. Es quizás otra forma que tiene el santiaguero de apegarse a su pasado, aun cuando viva en el presente.
Bibliografía:
Bacardí Moreau, Emilio: Crónicas de Santiago de Cuba. Tipografía Arroyo Hermanos, Santiago de Cuba, 1924.
Cruz Ruiz, Reinaldo: Santiago de Cuba en el tránsito de la Colonia a la República. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2008.
Fleitas Monnar, María Teresita: La Modernización urbana en Santiago de Cuba. (1899-1930). Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2011.
Fleitas Salazar, Carlos Rafael: Medicina y Sanidad en la Historia de Santiago de Cuba. 1515-1898. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2003.
Forment Róvira, Carlos E: Crónicas de Santiago de Cuba. Vol. I. Editorial Arroyo, Santiago de Cuba, 1953.
Forment Róvira, Carlos E: Crónicas de Santiago de Cuba. Vol. II. Ediciones Alqueza, Santiago de Cuba, 2006.
Potuondo, Fernando: Historia de Cuba. 1492-1898. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1965.
Roig de Leuchsenring, Emilio: Historia de la Enmienda Platt. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1961.
Tesis:
Pevida Pupo, Manuel: La Sociedad Centro de la Colonia Española en Santiago de Cuba. (1899-1940). Tesis de Maestría de Estudios Cubanos y del Caribe. Santiago de Cuba, 2006.
Prensa:
Periódico “Oriente”. Enero 11-1939. “El Cubano Libre”. Marzo 27-1913.
Archivos:
Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC)
Fondo: Colonia Española. Legajos 1, 2657, 29.
Fondo: Gobierno Provincial de Oriente. Legajo 765.
2 Carlos Rafael Fleitas Salazar: Medicina y Sanidad en la Historia de Santiago de Cuba. 1515-1898. pp. 46-47.
3 Fernando Portuondo: Historia de Cuba. 1492-1898. p. 550.
4 La cocina económica solo se emprendió nuevamente luego de la capitulación española en la ciudad, en julio de 1898.Véase: Reynaldo Cruz Ruiz: Santiago de Cuba en el tránsito de la colonia a la República, pp 49-51.
5 Philip Foner: La Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana y el surgimiento del imperialismo yanqui. Vol. 2, p. 49. Apud: Reynaldo Cruz Ruiz: Santiago de Cuba en el tránsito de la colonia a la República, p. 47.
6 Carlos Rafael Fleitas Salazar: ob.cit. p 71.
7 Emilio Roig de Leuchsenring: Historia de la Enmienda Platt. p 23.
8 Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba. (AHPSC) Fondo: Colonia Española, Legajo 1, expediente 1.
9 AHPSC: Fondo: Gobierno Provincial de Oriente, Legajo 765, expediente 17.
10 Carlos E. Forment Róvira: Crónicas de Santiago de Cuba, Volúmen I, p. 32.
11 AHPSC. Fondo: Colonia Española. Legajo 3. libro 3.
12 María Teresita Fleitas Monnar: La modernización urbana. Santiago de Cuba. (1899-1930), p. 33.
13 Carlos E. Forment Róvira. ob. cit, p 51.
14 AHPSC: Fondo: Colonia Española. Legajo 2657, expediente 3.
15 AHPSC. Fondo: Gobierno Provincial de Oriente. Legajo 765, expediente 17.
16 Lorchen E. Rodríguez Ávila: El Hospital Civil de Oriente y los dilemas de la atención médica en Santiago de Cuba. (1858-1960) p 29.
17 Los pensionistas constituían el grueso de personas con derecho a la atención médica en el Sanatorio pagando una cuota diaria de dos pesos para los hombres y tres para las señoras. Estos no estaban asociados directamente a la Sociedad Centro de la Colonia Española, aunque sí al Sanatorio.
18 AHPSC: Fondo: Gobierno Provincial de Oriente. Legajo 2657, expediente 4
19 Carlos E. Forment Róvira. ob. cit, p 371.
20 Véase: Carlos E. Forment: ob cit, vol I, pp 182, 245, 316-317, 320, 403-407.
21 La Sociedad modificaba periódicamente su directiva. Entre 1904 y 1911, se hicieron 5 renovaciones en los cargos más importantes.
22 Manuel Pevida Pupo: La Sociedad Centro de la Colonia Española en Santiago de Cuba. (1899-1940). Tesis de Maestría de Estudios Cubanos y del Caribe. Santiago de Cuba, p 68.
23 Carlos E Forment Rovira: ob. cit, vol II, p 61.
24 Carlos E. Forment Rovira: ob. cit, vol II, p 173
25 Los primeros reportes sobre la enfermedad se dieron en Europa y Norteamérica desde 1912, y las medidas se tomaron en Santiago por la presencia de casos en Puerto Rico que por su cercanía a la costa Sur-oriental del país podría, mediante el comercio marítimo, introducir la enfermedad. Más sin embargo la infección provino de la Habana.
26 Estos trabajos serían publicados por César Cruz Bustillos en un ensayo titulado: “Divulgación científica. Brotes epidémicos ocurridos en Santiago de Cuba desde 1910 hasta 1922 y algunos trabajos de carácter profiláctico”. 1954.
27 AHPSC: Fondo: Gobierno Provincial de Oriente. Legajo 2657, expediente 4.
28 AHPSC: Ídem.
29 Manuel Pevida Pupo: ob. cit. p 22.
30 AHPSC: Fondo: Gobierno Provincial de Oriente. Legajo 2657, expediente 4.
31 Biblioteca Provincial Elvira Cape (BPEC): Fondos Raros y Valiosos. Periódico: Oriente. 11 de enero de 1939.
32 AHPSC. Fondo: Colonia Española. Legajo 29. Expediente 82.