Alexander Acosta Garrido (CV)
alex@ baracoa.cug.co.cu
Alexeis Acosta López
Centro Universitario de Baracoa, Guantánamo
Resumen:
El presente artículo es una aproximación sociológica desde el continuo micro – macrosociológico no expresada de manera explícita. El estudio de las representaciones sociales y su relación con la no formalización del matrimonio tiene como sustento teórico de base el sentido que las personas le dan a los actos , pero no renuncia a las regularidades incluso representaciones sociales homogéneas que se imponen a la conducta.
Estudios etnográficos reflejan la no formalización del matrimonio como alternativa en Cuba y otros se sustentan en datos cuantitativos, este último no se considera necesario y por lo tanto no se aborda. El objetivo es apreciar como el acto de unión de pareja estable está relacionado, no como ley, con la transformación de representaciones sociales.
Summary:
The present article is a sociological approach from the continuous micro. not expressed macrosociológico in an explicit way. The study of the social representations and its relationship with the marriage's non formalization have like theoretical sustenance of base the sense that people give to the acts, but it doesn't even give up the regularities social homogeneous representations that are imposed to the behavior.
Ethnographic studies reflect the marriage's non formalization like alternative in Cuba and other they are sustained in quantitative data, this last one is not considered necessary and therefore it is not approached. The objective is to appreciate as the act of union of stable couple it is related, I don't eat law, with the transformation of representations sociales.
Introducción.
Desde los primeros momentos de la historia la familia ha sido el primer soporte social y emocional que se encuentra en la vida, los estudios de la misma son tan antiguos como los estudios de la sociología como ciencia. La familia es estudiada como grupo o institución social, en ambos casos son validos y depende de las perspectivas del investigador. Se podría decir que se complementan aunque no se reflejen de manera explícita. La familia cambia en relación con la sociedad y ello no niega que se hagan estudios de comunicación y roles en el seno de ella.
En la base y el origen de la estructura de las relaciones de pareja y constitución de familias está el matrimonio, unidad social legitimadora del intercambio sexual, aunque ha cambiado (el intercambio sexual a veces constituye una finalidad, existen prácticas cuya finalidad es la relación sexual en su expresión más estrecha, fuera del marco de familia) y de las relaciones consanguíneas paterno-filiales. Desde la antigüedad muchos factores han influido en su formación. En la actualidad el matrimonio no tiene solo por destino la procreación, suele suceder con frecuencia que las parejas decidan libremente o no puedan tener hijos, y se mantienen como una familia conyugal. El parentesco es así una dimensión que tiene una raíz biológica que enlaza a sus miembros, pero también es un vínculo social que entraña deberes y derechos entre las partes que forman la relación.
Dado a los cambios sociales de bases estructurales y aún proceso de racionalización que se potenció a partir de la revolución francesa la forma de constitución de parejas se diversifica, que sin negar las anteriores carecen de posiciones reglamentadas, pero aceptadas en la cotidianidad.
En los últimos tiempos viene ocurriendo una tendencia al incremento de la constitución de parejas y familias fuera del matrimonio. En Cuba Informaciones estadísticas de 1899 ya reflejan la presencia de las uniones consensuales. Estudios etnográficos permiten apreciar esta práctica de manera recurrente.
La constitución de parejas de manera estable no formalizados, para el desarrollo de este análisis, se reconoce a partir de lo que define el código de familia de Cuba (ministerio de justicia, 1987) como “unión singular y estable de mutuo acuerdo, entre personas de sexo opuesto y cuyo vinculo no ha sido legalmente establecido aunque con aptitud legal para ello”1 .
En este caso se precisa, limitando el campo de acción , de que no se incluyen a las personas del mismo sexo que hayan estabilizado una relación de pareja .Lo anterior no niega la definición sociológica de familia entendida desde lo afectivo y cohabitacional, sino que se trabaja en la dimensión que se hace alusión.
La relaciones de parejas con proyectos comunes, y con responsabilidades compartidas en su consecución, se aprecia independientemente de la estratificación social: del nivel escolar, solvencia económica, con experiencias matrimoniales anteriores, tenencia de hijos, en lo urbano y rural.
Representación social y matrimonio no formalizado
Notoria es la apreciación de que el hombre desde su origen, en la lucha por la supervivencia, tuvo la necesidad de conformar normas que han variado en dependencia de las peculiaridades propias de cada cultura. Tales normas han existido por la necesaria función de organizar y dirigir el grupo; no obstante, la realidad ha demostrado que aún, tratándose de normas consuetudinarias, sujetas a la simple coacción psíquica, jamás estuvieron exentas de ser violadas por los propios miembros del grupo. Ello también se ha ajustado a la esfera de las relaciones personales, fundamentalmente a la conformación de parejas. Varias han sido las leyendas narradas por la historia sobre los castigos ordinarios, que recibieron aquellos que por asunto de parejas se comportaron contrario a las reglas.
En la búsqueda por mejorar las condiciones de vida, se han conformado hábitos, costumbres, creencias, tradiciones y normas encargadas de prohibir y reglamentar formas de conductas, lo que significa el enrolado de la propia cultura; una cultura que en su amplio sentido queda clasificada en material y espiritual porque al unísono se conjugan la forma de desarrollo económico y social.
Lo anterior argumenta que las diferencias económicas influyan en las diferencias culturales, entre individuos pertenecientes a un mismo contexto temporal y espacial. Dichas diferencias, defendidas a la altura de cada tipo de intereses, presuponen la existencia de dos formas de conductas: los que se comportan de acuerdo con las normas, "lo que debe hacerse"; y los que se comportan contrario a las normas y conforme al hecho, "lo que necesito hacer".
En Cuba un primer momento corresponde al mundo aborigen, caracterizado por la presencia de matrimonios polígamos, fundamentalmente del tipo poligínico, siendo frecuente la endogamia y el incesto, peculiaridades propias de las primeras formaciones humanas.
El segundo momento queda representado con la llegada de los colonizadores y el desprendimiento de un conjunto de normativas respaldadas por factores socioeconómicos y culturales, que incidieron de forma desigual en la población, situación que dio paso en materia de familia, a la implantación del matrimonio normado, y al unísono, la unión consensual, es decir un matrimonio no formalizado como respuesta estratégica de actuación social, que no es más que una unión marital que no está respaldada por una acción de tipo legal, pero si reconocida por la sociedad, con estabilidad y responsabilidad económica.
Varios fundamentos insertados en la vida cotidiana y al mismo tiempo avalado por las condicionantes socioeconómicas, funcionaron al paso de los preceptos morales y representaciones sociales. Con dicho patrón, el matrimonio se concibió como parte del estatus socioeconómico elevado y de la idiosincrasia cultural de las clases opulentas; en cambio la unión consensual, fue propia de la idiosincrasia cultural de individuos que permanecieron en estado de pobreza. No se excluye la posibilidad de que estratos diferentes optaran por esta última forma aún en contra de las normativas vigentes.
Los interaccionistas asumen el matrimonio como una entidad total, concreta y pequeña compuesta por dos personas que interactuaban entre sí a través del ejercicio de diversos roles que eran diferentes para cada miembro. En coherencia con el sociólogo George H. Mead las relaciones de pareja es un acto que se centra en el estímulo y la respuesta expresados en cuatro fases las que están interrelacionadas dialécticamente y cuyos componentes coexisten con la relación costo-beneficio. El impulso, la percepción, la manipulación y la consumación están relacionados con lo que se recibe de la sociedad ya sea material e inmaterial, por ejemplo la sociedad no desaprueba las uniones no formalizadas ni le pone un costo adicional por lo menos tal y como lo perciben los actuantes(En Cuba), por lo tanto se manipula cuando se procesa en la mente si es viable o no, como operar, que variantes asumir para la consumación del matrimonio sea formalizado o no.Aquí lo que predomina a decir de Max Weber es una racionalidad con arreglo a fines pues se actúa hacia una meta esencial como la felicidad conyugal y el éxito de los hijos.
La pareja a partir de su decisión decide en la manera de asumir la relación, ya sea un matrimonio legal o no. Esta posibilidad contrasta con el momento en que las personas se casaban conforme a exigencias sociales expresadas en valores y representaciones sociales, que regulaban el comportamiento en relación al matrimonio.
En este caso no se debate entre los términos conciencia colectiva y representaciones sociales, el primero explicado por Emile Durkheim, sino que se entiende por el autor a partir de citerios de S. Moscovici como un cuerpo de conocimientos y de pensamiento práctico significativos que se socializan en la cotidianidad, que un determinado grupo posee y que puede llegar a alcanzar cierta distorsión en torno a la realidad.
La distorsión a la que se hace referencia, no es la que pueda ser percibida por el grupo poseedor de la representación social pues ellas se elaboran colectivamente, en su práctica diaria a través de las reglas, justificaciones, creencias y conductas que son pertinentes para el grupo.; sino por el sujeto que puede interpretar y comprender más allá de ella, legitimando otras formas de acción. El matrimonio concebido desde la virginalidad de la mujer o de la necesidad de que medie un acto jurídico es en esencia una racionalidad con arreglo a valores donde la representación social estimula la acción, práctica que se ha modificado.
Las disposiciones de códigos sociales establecidos en el siglo XIX, no tuvieron un cambio notable hasta la segunda mitad del siglo XX; no obstante, en esta etapa subyacen hechos significativos para valorarla como tercer periodo, perteneciente a la ocupación norteamericana en Cuba y el establecimiento de la República mediatizada. A pesar de la relativa estabilidad que anunciaron su curso en la sociedad neocolonial, en materia de derecho de familia, se pronunciaron nuevos cambios; uno de ellos fue el establecimiento del divorcio, caracterizado en un primer momento por la separación de los cuerpos, hasta la presencia del divorcio vincular en el año 1918.
Este hecho no implicó la presencia de nuevas vivencias a pasos agigantados, sino los comienzos de una nueva etapa donde resultó difícil el despojo de viejos preceptos morales. Ello explica, que los lazos matrimoniales tuvieran ruptura definitiva cuando el abuso del comportamiento del cónyuge, fundamentalmente sobre el sexo femenino, llegara a los extremos corporales.
Una mirada con intentos democráticos tuvo lugar con la disposición de 1940; donde se estipuló la igualdad de los derechos entre los cónyuges, el reconocimiento de la mujer al trabajo, la igualdad de los hijos legítimos e ilegítimos; e incluso lo concerniente a la llamada equiparación matrimonial. Por primera vez, se le dio trascendencia legal a las uniones consensuales que fuesen estables y singulares, reafirmando las relaciones económicas que hubieran surgido durante la unión, aunque sin darles trascendencia jurídica a los hijos procedentes del acto ilegal.
A pesar de los intentos, las limitadas conquistas no operaron en la vida real. Los patrones esquemáticos de la vieja moralidad social asociada a las representaciones sociales en torno al matrimonio y la persistencia de los principios clasistas impidieron su aplicabilidad.
Las representaciones sociales son, por tanto, un hecho social inmaterial presente en nuestras sociedades, que funcionan como símbolos significantes por los cuales las personas interactúan; son una forma de conocer la realidad, constituyen imágenes sociales y por lo tanto orientan las conductas respecto al objeto representado como suele ser las relaciones de parejas y que se transmiten a través de la socialización.
En la vida social, los grupos a los que se pertenece y las identidades asociadas definen la reserva de evidencia a la que un individuo puede referirse. La evidencia es el consenso social, es decir, las creencias que son compartidas por los otros en un grupo.De este modo, como bien asevera y se asume de José Luís Alvaro las "representaciones tienen una verdad fiduciaria, que es generada por la confianza que depositamos en la información y en los juicios cuando los compartimos con otras personas" 2
Esta razón permite la aprobación de una mayoría, lo que sin duda constituye un estimulo, visto desde la perspectiva de Mead, pero al convertirse en una representación menos homogénea; es decir con menos aprobación o transformada en otra, le permite a los actores sociales mayor libertad de acción.
Para algunas personas, el acto de la unión continua respondiendo a una tradición del pasado pero también finales de la década del noventa, emerge una nueva tendencia consensual, asociada a cambios culturales, muy relacionado con desarrollo económico y el nivel de preparación profesional alcanzado por los individuos. Se trata de personas que defienden la renovación de valores mediante una doctrina amorosa, sin viejos esquemas reglamentarios, simplemente necesitan un período de prueba que acate el reconocimiento mutuo y aflore la autonomía, la individualidad y la compatibilidad de proyectos funcionales de vida.
Conclusiones:
Bibliografía
1 Compendio de Normas Jurídicas, Ley No. 1289 Código de Familia, (p.43)
2 Alvaro José Luis. Las representaciones Sociales .Universidad complutense de Madrid. Pág. 59