Gerardo Daniel Juárez Mtz. (CV)
gerardo_juarez@my.uvm.edu.mx
Introducción
Ante los alarmantes índices de violencia, y enterado del amplio contacto que mediante los diversos medios -tanto de comunicación como informáticos- tienen los jóvenes hoy día con ésta, me permito compartir unas reflexiones.
Si aceptamos que la educación tiene entre otras misiones la de transmitir una cultura, y vemos que la escuela es el espacio natural para ello, no podemos desconocer que el clima que se vive en algunas de ellas, es reflejo de lo que la cultura vive el día de hoy.
Revisé algunos conceptos que propone la UNESCO al efecto y las iniciativas existentes, como la de “Educadores para la paz y la sostenibilidad”.
No es un tema menor el que ahora se comenta. Si deseamos garantizar de algún modo una calidad de vida distinta, no en lo material, sino en la tranquilidad humana -si se me permite llamarla así-, considero que debe reflexionarse e investigarse todo lo relativo a esto para comprenderlo y ver cómo se permea a la escuela, previniendo desde ésta, conductas indeseables.
Espero que el presente artículo sea el inicio de una académica discusión, que permita discernir propuestas aplicables a nuestro entorno educativo.
I. La génesis de la violencia
¿Dónde inicia la violencia? Es muy difícil determinarlo. Si aceptamos la versión judeo-cristiana, se narran hechos de sangre desde la misma muerte de Abel, a manos de su hermano Caín.
Se puede entender que mucha de la violencia existente en la humanidad, sea debida al bajo control de pasiones o -siguiendo con lo teológico- por la incurrencia en pecados capitales. Cuántas veces leemos en la prensa que los excesos llevan a personas aparentemente comunes, a cometer acciones que lesionan la sana convivencia social.
Siglos de supuesta evolución han transcurrido, y de una u otra manera nos enfrentamos a un escenario de salvajismo y barbarie, pretendidamente menor a la que en otras épocas ocurría, pero imperdonable a la luz de la supuesta postmodernidad que vivimos.
Lo que empeora las cosas, es ver como natural la violencia que ocurre, pretender que aquí no pasa nada, o al menos no nos ocurre en lo individual, y continuamos tan campantes como si nada pasara. Ello, sin sospechar que tarde que temprano, a la vuelta de cualquier esquina o en la pretendida tranquilidad de nuestro hogar, podemos ser sujetos de ésta violencia.
Otra de las visiones que perjudica, es la relativa a la agenda global. De alguna manera uno o varios países se erigen en supuestos garantes del orden y la justicia, y crean una campaña comunicativa permanente, que mediante cinematografía, programas de televisión, noticieros y música, establece dos cosas fundamentales: un mercado consumista que deifica productos de consumo ideales y estandarizados globalmente, y una visión poco crítica de los problemas internacionales, permitiéndoles solucionarlos de la manera que mejor corresponda a sus intereses. Las imágenes de los soldados cometiendo barbaridades con los prisioneros en Irak son solo la punta del iceberg.
Es la paradoja de nuestros tiempos, se tienen las herramientas y los medios para comunicarnos, pero nuestra comunicación tiende a banalizarse porque se carece muchas veces del ingrediente fundamental para discutir y proponer soluciones a nuestras problemáticas: el intelecto.
No se puede esperar que cabezas tan poco preparadas para abordar los problemas del mundo puedan siquiera definirlos, mucho menos intervenir en su solución.
No voy a abogar por un control de los medios, va contra el espíritu democrático en el que creo. Nos queda como espacio, educar a los jóvenes en una visión crítica de los medios, para discernir sus mensajes e irse formando un criterio (Morduchowicz, 2001).
Así las cosas, se le ha añadido a la escuela una responsabilidad más, concurrente con su responsabilidad formativa.
Pero en el tema que nos ocupa: la educación para la paz ¿cómo entra la escuela? Cabe preguntarse de inicio: ¿Se pude educar para la paz?
2. La educación para la paz en tiempos de guerra
Martin Luther King decía: “Los humanos hemos aprendido a nadar como los peces y a volar como los pájaros, pero todavía no hemos aprendido a vivir como hermanos” (Cfr. Rivera, 2012).
Se proponía como una de las misiones de la escuela el aprender a convivir (Delors, 1997), a la fecha, dado el incremento de los casos de violencia escolar, nos indican que no hemos aprendido mucho al respecto.
Pero ¿Cómo educar para la paz en estos tiempos? ¿Cómo preparo a una generación que no ha conocido desde su temprana infancia otro escenario que no sea el de la violencia? ¿Cómo preparo a mi hijo a comportarse como Gandhi si enfrente tiene compañeros que dejarían pálidos a los bárbaros del norte? ¿Podrá acaso sobrevivir hasta su juventud un infante formado a no meter las manos y poner la otra mejilla? ¿Deberíamos empezar a preparar a nuestros hijos en combate ninja o entrenamiento de marine?
No se va a combatir el fuego con fuego, ni echarle gasolina. Sin embargo, es evidente que se necesita una solución sistémica, una intervención a gran escala para éste complejo problema. No abogo por la violencia, pero no encuentro de primera mano un ejemplo concreto que pueda ayudar a la solución de éste asunto.
No ahondaré por el momento en cuestiones de diseño curricular, pero es evidente que si el camino para mejorar e intervenir pasa por la escuela, necesariamente lo tendrá que tocar.
Cabe preguntarse ¿a qué intereses responde el currículum? ¿A los de la sociedad? ¿A los que tienen los dueños de la agenda global? ¿A los partícipes del crimen?
Indudablemente, tiendo a creer que no tenemos siquiera claro, qué y cómo es lo que se debe educar, pero nuestra autoridad educativa decide por nosotros y lo hace bajo las premisas que nos manejan los organismos internacionales. Si la educación es transmisora de cultura y formadora de valores, por ahí puede empezar la intervención.
Llama la atención la ambivalencia y escasa seriedad con que se maneja lo educativo. Hace algunos diez años, al reformar el bachillerato se redujeron los contenidos de humanidades, en pro de la creación de una tecnocracia acrítica. Recientemente a fines de 2011 se llevó a efecto un Foro sobre el papel de las competencias filosóficas en la educación media superior (ANUIES, 2011), entonces en qué quedamos, ¿son necesarias o innecesarias dichas competencias?
Tristemente, 10 generaciones de jóvenes, algunos de ellos ya profesionistas, tienen una deficiente formación en disciplinas que los llevan a reflexionar sobre el hombre y su papel en el universo, en valores y su aplicación en la vida diaria. Si no se les educó debidamente en su casa, y no se les instruyó como debiera en competencias específicas en la escuela, ¿cómo pretender que se viva o al menos se hable de valores como el respeto?
Por ahí se escuchaba que a todo modo de producción, corresponde un modelo de educación, dicha frase se puede extender por analogía, comprometiéndonos a buscar cómo aplicar un modelo de educación que corresponda con el momento y situación actual que vivimos.
La violencia en las aulas no inició ahí, es reflejo de la violencia en la casa, en la sociedad, en los medios, en los videojuegos. Lo que se vive en las aulas se alimenta de toda la subcultura de violencia e impunidad que se vive en el mundo actual. Volvemos a vivir la ley de la selva, la ley del más fuerte, nos volvemos a sumir en la barbarie.
La violencia en casa puede tener muchos componentes: económicos, de salud, de baja tolerancia, de reproducción de modelos culturales que pretendemos desterrados, de poca formación y vocación a lo familiar, un sinnúmero de factores que la pueden generar.
Indudablemente que ante la complejidad del problema, debemos aceptar propuestas generadas en todos los ramos del saber: económicos, psicológicos, filosóficos, legales y religiosos, todos tienen algo que aportar, lo humano es muy complejo como para abordarlo solo desde el punto de vista civil, desconociendo la dimensión trascendente de la persona (Cfr. Basave, 1992).
A modo de conclusión, pautas para investigar cómo prevenir la violencia desde la escuela
El combate a las conductas indeseables y violentas en la sociedad debe ser una intervención a gran escala, en el sistema social. Debe convocarse a un foro de reflexión para prevenir y desterrar la violencia de las aulas y la sociedad.
Si la escuela reproduce cultura y transmite valores, se debe identificar plenamente cuáles son los valores ideales y compartidos para poder pretender construir un ideario a respetar. No es posible que las escuelas se vuelvan tanto o más violentas que la sociedad misma. Ahí debemos educar para la paz, dentro y fuera de sus ladrillos.
Otro aspecto a evaluar, es que el tema va más allá de los golpes físicos, cabe considerar la sevicia, crueldad mental o miedo grave, ya que a veces, sin conectar un solo golpe, se puede causar tanto o más daño, orillando a algún joven o señorita al suicidio.
Se debe revalorar la aplicación del modelo preventivo de Don Bosco, que si bien se concibió en otras épocas y circunstancias, considero que contiene factores que pueden ser fácilmente aplicables a la situación actual y desde la escuela. Educar con alegría y servicio, puede dejar en los jóvenes más huella que cualquier discurso.
Espero que estas líneas nos permitan aproximarnos al tema, y generen aportaciones para una discusión, de todas éstas ideas, se puede construir día con día, un mundo más armónico para vivir.
Referencias Bibliográficas
ANUIES (2011) Impulsan SEP, UNESCO y ANUIES competencias filosóficas para coadyuvar al crecimiento integral de los jóvenes. En Revista Confluencia Nº 182. México: ANUIES.
Basave Fernández, Agustín (1992) Filosofía del Hombre. Espasa-Calpe: México.
Delors (1997). La educación encierra un tesoro. Unesco: México.
Morduchowicz, Roxana (2001). Los medios de la comunicación y la educación: Un binomio posible. En la Revista Iberoamericana de Educación No. 26. Recuperada del web: http://www.rieoei.org/rie26a05.htm el 30 de Enero de 2012.
Rivera, Eduardo (2012). No podemos ser verdugos. En El Domingo, año 62 Nº 12 del 18 de Marzo de 2012. México: Ediciones Paulinas.