Damián Infante Guerra (CV)
gloriagm@ucp.sc.rimed.cu
Universidad de Oriente. Santiago de Cuba
Resumen:
La novela Vía Crucis de Emilio Bacardí es una obra que trata acerca del esplendor y caída de los hacendados cafetaleros, de reflexión sobre la vida de una familia de estos inmigrantes que finaliza con la incorporación de sus descendientes a La Guerra de los Diez Años.
Constituye una novela en la que se reviven acontecimientos que determinaron nuestro proceso de desarrollo como nación y presenta un trasfondo histórico que permite el acercamiento a una etapa gloriosa de la historia de Cuba.
Nos acercaremos a la obra de Bacardí bajo un enfoque histórico para desentrañar el aporte historiográfico que aporta el escritor, al hacer suya la lógica y la mentalidad prevaleciente de una época histórica en la cual vivió.
Bacardí presenta con su sensibilidad e imaginación la realidad del período de 1868-1878, enriquecida con el razonamiento lógico y la emoción que aportó su propia óptica de escritor y como testigo ocular del acontecimiento histórico que narra.
El describe la situación social y económica de Cuba durante el período revolucionario de 1868-1878 y muestra los infortunios de la sociedad cubana desde el grito de Yara hasta el Pacto del Zanjón, presentando la vida colonial en una sucesión de hechos y actores que discurren desde la esclavitud de los negros y los fusilamientos en las ciudades hasta personajes como el joven negro Juan y el joven blanco Delamour, símbolos de la confraternización social y racial durante La Guerra de los Diez Años.
El narrador, en este caso Bacardí, es contemporáneo del trasfondo histórico que expone en su obra y por ende brinda, aunque sea una novela histórica atada a las necesidades dramáticas de la trama que expone, un testimonio directo de lo que se vivió en aquella etapa de lucha independentista en la ciudad oriental.
En Vía Crucis se halla, adscrita a su condición de novela histórica, una investigación que Bacardí aporta magistralmente ayudado por su oficio de historiador y se exponen los hechos como ocurrieron o cómo pudieron haber sucedido.
Si bien el espacio entre realidad histórica y ficción es variable, la intencionalidad histórica es realzada porque es determinada por un conocimiento cabal de un proceso, vida o acontecimiento que el narrador destaca con dosis de ficcionalidad para mostrar una realidad que vivió y desea que queden huellas para generaciones futuras.
No resulta problema inquisidor, si el narrador asume la historia desde una perspectiva propia, porque el texto narratológico, al asumir una visión histórica y problematizar situaciones y personajes, demuestra lo relativo que puede ser el análisis ofrecido por documentos probatorios y criterios de prestigio historiográficos, ya que a pesar de su propósito ficcional, puede iluminar la atmósfera de una época con diferentes matices y humanizar personas que existieron o no, al prescindir de la reclamada objetividad de la ciencia histórica.
Vía Crucis se ofrece para brindar un caudal extraordinario de información para analizar móviles socio-económicos y criterios prevalecientes en el siglo XIX santiaguero, la decadencia de la caficultura en manos de los franceses emigrados de Saint-Domingue y permite la indagación sociológica de la célula básica de la sociedad que constituye la familia.
Vía Crucis tiene su origen en la historiografía y por tanto su valor estriba en el acercamiento a La Guerra Grande para desentrañar la lógica de aquella época, las concepciones políticas y patrióticas en un conjunto coherente y equilibrado engarzado a una ficción literaria que Bacardí creó para acercar al lector a ciertos problemas y actitudes de los cubanos que lucharon por una patria independiente.
1.-Emilio Bacardí Moreau. Reseña biográfica.
Santiago de Cuba es una ciudad que ha dado muy buenos hijos a la patria: patriotas, educadores, intelectuales, artistas, periodistas, historiadores, y entre ellos se encuentra sin dudas Emilio Bacardí Moreau.
Nacido el 5 de junio de 1844, era el hijo primogénito del matrimonio formado por Facundo Bacardí Massó y Luisa Victoria Moreau. Su madre era de ascendencia francesa, y su padre, catalán de origen. Facundo Bacardí Massó compró hacia el año 1862, un pequeño alambique primitivo, el cual se convirtió años después en la poderosa empresa Compañía Ron Bacardí,s.a.
Del matrimonio que formaron sus padres, nacieron cuatro varones y cuatro hembras, que a duras penas eran mantenidos por su padre. En 1852, la familia se trasladó a Barcelona, huyendo de la epidemia de cólera que azotaba a Santiago de Cuba. Allí, gracias a la ayuda de su padrino Daniel Acosta, Emilio realizó estudios pictóricos, a pesar de la oposición de sus padres.
De vuelta a su ciudad natal comenzó a estudiar en el Colegio San José, aunque no llegó a alcanzar estudios superiores. Su maestro fue Francisco Martínez Betancourt. Recibía las clases en horarios nocturnos, por tener que ayudar a su padre en la pequeña finca que había heredado Luisa Victoria, madre de Emilio.
Con la adquisición del pequeño alambique, comenzó a trabajar, entonces adolescente, pues tendría apenas unos 18 años de edad. Emilio y sus hermanos Facundo, José y Amalia fueron importantes accionistas de la poderosa compañía de ron que surgiera de este pequeño establecimiento.
Su primer matrimonio fue con María Lay, con quién tuvo cuatro hijos: Emilio, Facundo, Carmen y Caridad. María Lay murió en 1886, víctima de un agudo ataque de fiebre.
El 12 de julio de 1887, Emilio Bacardí volvió a casarse, esta vez, con Elvira Cape. El matrimonio tuvo lugar en el poblado de Alto Songo.
Elvira Cape Lombard junto con tres hermanos, eran hijos del matrimonio que formaron Guillermo Cape Foutan, natural de Lourdes, Francia, y de la criolla Leocadia Concepción Lombard Premión. Elvira pertenecía a la burguesía de ascendencia francesa que llegó a Cuba después de la Revolución de Haití. Estudió junto con los hijos de los franceses “pudientes” de Santiago de Cuba, aprendió astronomía y bordado, y fue además amante de las artes. Tuvo con Emilio cuatro hijas: Marina, Lucia Victoria (Mimí), Adelaida y Amalia.
Falleció el 15 de junio de 1933 de un ataque cardíaco a los 71 años de edad. Elvira se convirtió en la compañera de lucha de Emilio durante toda su vida. (Ver anexo I y anexo II).
Bacardí colaboró activamente en las guerras independentistas de nuestro país. Fue víctima de destierros y encarcelamientos. Fue el primer Alcalde que tuvo Santiago de Cuba en el período republicano. Amó fervientemente la cultura y la acrecentó con sus gestiones desde su posición de alcalde. Desarrolló una magnífica vocación de escritor e historiador.
Una de las facetas descollantes de la multifacética personalidad de Emilio Bacardí la constituye su amor por el arte y la cultura, materializada en obras e iniciativas, algunas de las cuales contribuyeron a sentar las bases para el posterior desarrollo de importantes instituciones.
Dotado de profunda sensibilidad artística cultivada durante su niñez y desarrollada en las difíciles condiciones de su labor revolucionaria, más específicamente durante los destierros que sufrió, Bacardí supo ir ampliando su horizonte cultural acumulando experiencias del desarrollo alcanzado por otros pueblos que le permitieron posteriormente aplicarlas en el engrandecimiento de su ciudad natal desde su labor como político, es decir, como alcalde.
Durante su deportación a Sevilla, en la década de los años ochenta del siglo XIX, recibió clases en una Academia de Artes, pintó cuadros al óleo, acuarelas y modeló en barro. Algunas de sus obras fueron alabadas por su maestro.
En el álbum donde reflejó algunas de sus actividades patrióticas durante su segunda deportación, dejó constancia de sus aptitudes para el dibujo en los apuntes que hizo de algunos lugares como el Cuartel de Operaciones, la Punta del Frail, el Cementerio y la vista panorámica de Chafarinas. Además, amaba con vehemencia la historia, la literatura, el periodismo y la oratoria.
Emilio Bacardí Moreau murió a los 78 años de edad, el 28 de agosto de 1922, rodeado de sus familiares, amigos, y de su pueblo agradecido, en Cuabitas, en la cercanía de la capital oriental. Dejó a su ciudad y país, el recuerdo del acendrado amor que tuvo a su pueblo y madre tierra, el orgullo que tuvo de ser hijo de Cuba.
Al leer un fragmento de su testamento, redactado en 1902, y que se mantuvo intacto 20 años después, se puede admirar el reflejo de las cualidades de este fiel hijo de Santiago de Cuba. “[…] Si me cabe alguna pena por esta vida será por mi único pecado: haber amado hasta la exageración, a mi patria y a los que han sufrido […]”. 1
2.- Vía Crucis, acercamiento a una época.
Si bien Emilio Bacardí no luchó en nuestros campos de batalla durante el siglo XIX, si tuvo conocimiento de primera mano de todo lo concerniente a la revolución. Su novela Vía Crucis, sin embargo, no se convierte en una novela-documento, en razón al método adoptado por el autor.
Según criterios de Cira Romero en el prólogo a Vía Crucis, a pesar de que un solo hilo temático, La Guerra de los Diez Años, pretende unir las dos partes en que se divide la novela-Páginas de ayer(1910) y Magdalena(1914)- la épica de tantas facetas notables de esta lucha no resulta más que un telón de fondo para dar, en la primera parte, el desmoronamiento de la familia Delamour como consecuencia de la propia guerra; y la segunda, el fin trágico de Magdalena, única superviviente de esta familia.
Catalogada como novela histórica, hecho que a nuestro modo de ver permite destacar la ya reconocida faceta de Bacardi como historiador, trata de reconstruir hechos, la vida cotidiana, las costumbres. Es así como Bacardí logra engarzar la realidad con la recreación literaria, para la cual lo ayudó mucho el conocimiento y cercanía con los hechos, es decir, su gran nivel de información sobre La Guerra de 1868-1878 que es, en síntesis, el periodo al que se remonta la obra.
Consideramos que esta novela muestra con realismo los caracteres de los días que antecedieron a la Revolución de Yara y su desenvolvimiento. Por sus páginas se confunden el novelista y el historiador, pues la narración constituye un cuadro vivo de los sufrimientos, dolores y lágrimas que derramaron nuestros antecesores. Bacardí muestra en Vía Crucis lo que fue en todos sus libros y en su vida ejemplar: un gran cubano de un fervor patriótico extraordinario.
En esta novela se recoge la decadencia y crisis de la caficultura en manos de muchos de los franceses emigrados desde Saint-Domingue a Santiago de Cuba, y durante La Guerra de Independencia. Bacardí plasma en la trama, el distinto sentir de muchos franceses para con la esclavitud.
Desde el punto de vista literario, plantea Cira Romero, que la novela logra transmitir intensidad en las descripciones de acontecimientos, que se derivan de la propia guerra, en los que el realismo es convincente. Coincidimos en este criterio, toda vez que ciertamente la novela muestra escenas verdaderamente conmovedoras que nos acercan a este hecho histórico concreto.
En términos generales, apunta Teresa Gutierrez Calzado en Perfiles de una imagen, cómo se enriquece la narración con una atmósfera de colorido y dinamismo, en ambientes como el de la Plaza del Mercado y del carnaval santiaguero, por ejemplo, que nos ilustran el período con elementos de la cultura popular santiaguera.
Bacardí no se despoja de su arraigo patriótico, latente en toda la obra, y acerca al lector a una etapa trascendental de la historia de Cuba. El valor de la creación literaria se pone de manifiesto, en haber rescatado ese pasaje de la vida del pueblo, como aporte a nuestra cultura nacional.
Referido al aspecto social, se presenta al pueblo enfrascado en la lucha por la independencia.
Protagoniza la obra la familia Delamour, de ascendencia francesa y poseedora de una hacienda cafetalera. Se describe la ruina económica y la muerte de los miembros de esta familia. Vía Crucis refleja ese decisivo hecho de la historia de Cuba: La Guerra de los Diez Años, en el marco de la ciudad de Santiago de Cuba y sus cercanías.
Se ponen en evidencia los reales infortunios de la sociedad cubana en la década de referencia, máxime cuando se establecen continuos paralelos entre las desdichas que vive la familia Delamour y las que vive la ciudad.
Este acontecimiento bélico y la implicación directa y casi masiva de la población en él es elemento de consideración en la obra, de ahí el nivel de detalles con el que se abordan los mecanismos de reclutamiento para la lucha, la cooperación y apoyo de muchos ciudadanos honestos, los encuentros combativos entre españoles y mambises, los fusilamientos en las ciudades por las fuerzas represivas del gobierno colonial, la repulsa del pueblo ante estos hechos, el sentimiento de venganza que enardecía a muchos en la lucha.
La referencia a sucesos reales dentro de este proceso, con la intervención en la trama de figuras históricas, contribuye a afianzar su verismo y a acercarnos al período.
La ciudad, ámbito socio-cultural, está marcada por matices económicos e histórico-sociales. Por un lado es de desolación, de angustia, provocada por la tragedia que implicó la guerra, que enlutó y llevó a la ruina a muchas familias: “Las cosas iban de mal en peor. El batallar en los campos había traído, como consecuencia natural, la escasez en la ciudad y la ruina de muchos hacendados. La familia Delamour había quedado totalmente arruinada y doblemente abandonada con la muerte de su jefe […]”2 . Por otro lado se significa cómo la guerra dio posibilidad para que las diferentes clases y sectores sociales se unieran por la causa de la independencia.
A pesar de la guerra, el ambiente festivo, las diversiones y la vida nocturna no se desdeñan. Las festividades populares del carnaval se mantienen y son aprovechadas, además, para expresar la repulsa hacia el gobierno, ya sea a través de cantos alegóricos al momento o para encubrir acciones revolucionarias. Ese detalle es significativo, pues en etapas posteriores de lucha, también los santiagueros utilizaron esta práctica.
La vida cotidiana tiene su espacio referativo, en el que cobra significación el valor que desde el punto de vista cultural tiene la familia como célula social básica.
En Vía Crucis aparecen familias de inmigrantes apegados a sus tradiciones y hábitos, familias criollas con sus rasgos heredados y asimilados.
En este sentido, la novela podemos decir que es reveladora de este ambiente peculiar que muestra la familia cubana del período de referencia y que nos enriquece el conocimiento general de las circunstancias en las que se desarrolla este período desde el ámbito histórico y también socio-cultural.
Aparecen en la novela algunos matices, comportamientos con patrones de costumbres, que se establecieron como el hecho de enviar a los hijos a estudiar en Francia; aprender a hablar francés como signo de refinamiento y cultura.
Esa influencia se manifiesta en diversos aspectos de la vida social y en ella se vincula toda la población, desde las familias criollas más nobles, hasta los sectores más humildes, incluyendo a los esclavos que copiaban los modales, manera de vestir y de bailar de sus amos.
Los personajes muestran la diversidad social de la población y se singulariza en la obra la mezcla racial y cultural de la sociedad santiaguera con preponderancia de la herencia cultural francesa. Es una obra, sin dudas, en la que se personifica al Santiago de Cuba que discurre durante La Guerra de los Diez Años.
Con esta novela podemos destacar al novelista de merecido valor nacional que fue Emilio Bacardí. Como escritor resulta imposible separar de esta cualidad el carácter historiográfico de su obra, en la que plasma la pasión que siente por la historia de su país.
Bacardi convierte la novela histórica en el instrumento para rescatar y conservar los mejores elementos de la identidad nacional. Resulta innegable que poseía una inclinación ideológica progresista, no avasallada por el carácter burgués que le proporcionaba su status social, y que pudo demostrar mediante la obra literaria.
No fue un escritor desentendido de su momento histórico. Como patriota tomó partido por la independencia y como creador lo expresó. Apoyado en su narrativa muestra las ideas dominantes en él, ya sea por una vía sutil donde se requieren lecturas profundas o mediante el uso de personajes muy particularizados, como medio de expresión de éstas.
Por último, señalamos el hecho, de que Bacardí se convirtió a través de su obra, en un protagonista importante de su tiempo; debido a su imprescindible vinculación con el acontecer social y político de su entorno, pretendiendo explicar una “verdad” sin hacer una reproducción mimética de la historia.
Para ello fundió en la narración, el momento histórico de Santiago de Cuba con las tradiciones de sus habitantes, convirtiendo a la ciudad en el escenario principal, donde los personajes históricos y ficticios se entrelazan logrando una historia llamativa y convincente.
Vía Crucis es relevante para el estudio de la historia de nuestra localidad en la década gloriosa de 1868-1878, pues no sólo somos partícipes de los hechos que recrea, sino de todo un ambiente socio-cultural.
3.- La situación política, económica y social reflejada en la novela.
La novela Vía Crucis presenta toda una serie de matices económicos e histórico-sociales que se exponen a todo lo largo de la trama. Por un lado es de desolación, de angustia provocada por la tragedia bélica, muchas familias emigran huyendo de la escasez, la pobreza y la represión.
Bacardi destaca la cooperación y apoyo de muchos ciudadanos con la revolución, todo lo cual es realzado por referencias históricas verídicas que nos permiten acercarnos al período.
En este contexto bélico en el cual los santiagueros luchaban y apoyaban a la Revolución independentista y las autoridades españolas adoptaban disímiles medidas represivas, Bacardí nos acerca a la posición que adoptó la intelectualidad santiaguera y el clero católico:
Los sacerdotes hijos del país eran sospechados; los canónigos Lecanda y Garoz, en vez de predicar paz y concordia, estimulaban y hostigaban para la guerra […] Hacía poco que se habían ordenado los presbíteros cubanos Fuentes Betancourt y Arteaga; al primero se le vigilaba; el segundo fue encarcelado.3
De esta forma, se constata el hecho de que la revolución tuvo muchos simpatizantes entre la intelectualidad y parte del clero religioso de Santiago durante la década gloriosa. Muestra la desconfianza del gobierno colonial hacia los clérigos criollos, así fueran miembros de la poderosa institución católica, y las medidas drásticas tomadas contra aquellos que se insinuaban estar a favor de los ideales independentistas.
La sociedad santiaguera fue conmovida desde sus cimientos, si nos remitimos a la pirámide social del siglo XIX, y ninguna clase social se vio exenta de la aguda lucha socio-política y económica que desencadenó la guerra.
La situación de Santiago de Cuba que encontramos reflejada, es por tanto, la de una ciudad partícipe de la lucha que a nivel nacional se desarrollaba, rodeada por las fuerzas mambisas y el fuego revolucionario que hacía suyas las montañas que circundan la ciudad repercutió en todos los ámbitos sociales.
Bacardí aborda la ruina que se avalanzó sobre los hacendados orientales (los Delamour son un ejemplo) al estallido de la revolución y el hecho de que la ciudad recibió a gran cantidad de estos, los cuales huían de los campos de guerra. Gran parte de la población se arruinó debido a la destrucción que provocó la guerra, por tanto la economía, y dentro de ella el comercio, fue grandemente afectado. Las familias refugiadas en la ciudad vendían sus pertenencias para poder subsistir y esto no es más que reflejo de la miseria que aquejó a gran parte de la sociedad santiaguera durante los diez años de lucha.
Acercándonos a la situación en que Bacardí sumerge a uno de los personajes principales de la novela, Pablito Delamour, podemos cerciorarnos de que la ciudad estaba sumida en una crisis económica-social que afectaba a todos por igual, desde las clases altas, pasando por la media, hasta las más bajas de la sociedad; también, a su vez, percibimos como se manifiestan en este joven las ideas liberales que había adquirido en Europa y que trajo a su regreso a Cuba. “[…] Sus ideas eran otra causa de constante mortificación. Batallaban en él las opiniones desarrolladas en Europa; […] Alentóse a sí mismo combinando planes y forjando proyectos que el porvenir debía destruir por medio de los seres más íntimos de su corazón […]”. 4 En la conmoción económica y política de Santiago de Cuba en la década de referencia, las ideas políticas y la situación económica determinaban en no poco la conducta a seguir por los ciudadanos ante la guerra.
En el caso expuesto, el joven criollo, ya convencido de su pertenencia a una patria (a Cuba) deseaba luchar por la libertad de su tierra y a ello era impulsado por las ideas adquiridas en la Francia de la Revolución obrera de 1789; pero a su vez, se encontraba atado a su familia, temiendo por su suerte, debido a las penurias económicas que la aquejaban y sin embargo, era la misma pobreza la que lo alentaba a buscar una solución en los campos de guerra donde operaban las fuerzas mambisas.
Esto es un móvil que sin dudas impulsó a muchos santiagueros a integrarse a la Revolución de 1868. Mucho más se encuentra en la novela en lo referente a la situación general de la ciudad, y ésta como mejor se refleja es en las familias santiagueras del período. Acercándonos a ellas percibimos los modos de actuar, la medios para subsistir en una ciudad en guerra, las preocupaciones económicas y políticas, la simpatía hacia uno u otro bando contendiente.
Un caso de ello lo observamos reflejado en la familia de Don Antonio Abad, personaje que Bacardí describe como español acérrimo, autocrático y que mantenía a sus hijos bajo una educación rigurosa, orientándolos siempre hacia la fidelidad y pertenencia a España.
El hijo menor, Fernando, no comparte sus ideas y por el contrario se siente cubano, convirtiéndose de hecho en mambí. Veamos parte de la carta que deja al padre antes de marchar al campo insurrecto para acercarnos a las inquietudes que agitaron a muchas familias santiagueras del período:
[…] << Mi querido papá: Perdone si no tengo suficiente valor para seguir viviendo así; perdón, si se me acaban las fuerzas para hacer a mi familia el sacrificio de mi opinión: perdón>>
[…] << En la lucha permaneceré en la consoladora confianza de que, a mi vuelta-porque espero en Dios, papá, que volveré-, habré de encontrar en usted al cariñoso padre, en mi amantísima madre el mismo amor, y en mis hermanos, que no olvido y que hoy abandono por mi patria, a los seres queridos de mi corazón.
<< Entonces no será usted el español que recibe al cubano, sino el padre que recibe al hijo, para que, unidos por el espíritu y las ideas, vivamos dichosos hasta que Dios rompa los lazos que nos unen. >>
<< Adiós, querido papá […] de su hijo, arrebatado de su lado por una fé superior a sus fuerzas. 5
De hecho, con esta acotación podemos afirmar que la mayoría de los residentes en Santiago de Cuba apoyaron la causa independentista. La labor consecuente y abnegada de estos revolucionarios fue determinante para que la guerra de liberación en la década de 1868-1878 se sostuviera en cimientos populares, nutrida de la valiosa ayuda proveniente de la ciudad, ayuda eficaz que solventó la falta de recursos bélicos y dinero que detentó el campo mambí respecto a la emigración en el extranjero, principalmente la residente en los Estados Unidos, cuyo gobierno obstaculizaba todo apoyo hacia los revolucionarios independentistas cubanos.
4.-Correspondencia histórica entre los hechos históricos y los hechos narrados en Vía Crucis.
Vía Crucis es una novela histórica cuyo hilo temático central es La Guerra de los Diez Años en el marco de la ciudad de Santiago de Cuba y sus alrededores. Por tanto, se impone como necesidad mostrar cómo Bacardí trata este acontecimiento histórico en la obra. La novela expone este acontecimiento desde su inicio:
[…] El diez de octubre de 1868 dividió, partiéndola en dos, la historia de Cuba. Su pasado, la vieja historia, cayó en pedazos, arrastrando consigo las vejaciones encubiertas hasta entonces; y el porvenir, la nueva era, borró el estigma que pesaba sobre los habitantes de la Isla: la esclavitud.
<<La tierra de las grandes abominaciones>>, despertando de su letargo, se levantaba en armas. Como a impulso de una chispa eléctrica, comovióse la Isla, y al grito de <<! Cuba Libre!>>lanzáronse al campo ciudadanos pacíficos cuyas manos sólo habían conocido las armas del trabajo. El grito de Yara resonó en Santiago de Cuba fatídicamente, había sido campana funeral llamando a juicio, y los intereses alarmados, previendo los desastres, preparáronse a salvar del naufragio la mayor parte posible.
La guerra, desconocida por completo en esta tierra vírgen, recibióse por las masas con alegría infantil de niño en posesión de su primer juguete.6
Este argumento a favor de La Guerra de los Diez Años, escrito por Bacardí en esta obra, concuerda con la realidad histórica. Describe las consecuencias del comienzo del estallido revolucionario y hace suyos los votos a favor de la decisión de los cubanos planteando que el 10 de octubre de 1868 dividió la historia de Cuba en dos.
Hecho cierto ya que se dejaba atrás el sometimiento servil a un régimen colonial despótico e intransigente, cuyas raíces asfixiaban el desenvolvimiento político-económico de la Isla, limitaban el comercio, saqueaban el producto de las riquezas del país para el sostenimiento de una España endeudada y con grandes rezagos feudales y poco desarrollo industrial.
Los criollos, conscientes ya de saberse cubanos, hijos de la Isla y no de Madrid, se abrieron paso a una necesidad patriótica convertida en concepto de nacionalidad, para zafar los lazos que los unían a un régimen colonial. Se hizo prioritaria la independencia y con ella el cese de la esclavitud, objetivos que persiguieron los sublevados hasta el fin; quienes eran ciudadanos pacíficos, que tomaron las armas para dislocar los intereses metropolitanos, en una isla donde hasta entonces no se había conocido una guerra de gran magnitud.
Es por ello que Bacardí dice que la guerra” […] recibióse por las masas con alegría infantil […]”7 . El estallido revolucionario del Diez de Octubre impregnó un símbolo a nuestra historia nacional: la rebeldía probada de los cubanos a sangre y fuego.
La guerra y su rápida expansión son dadas con detalles en la novela:
[…] Los sucesos se desenvolvieron con rapidez vertiginosa, y de Maisí a Cabo Cruz, y de las Villas a Baracoa, turbóse la calma de los bosques seculares con endechas del Cubano Libre, con el himno nacional La Bayamesa, con el toque de rebato del guamo, con el silbar de las balas, con el humo de la pólvora; y la bandera gualda y roja halló su rival en la de la estrella solitaria asentada sobre las listas azules; y la comarca cubana las vio a ambas pasear sus colores, ya a los rayos del sol o ya flameando a las llamaradas de los incendios, cayendo o alzándose, victoriosa o rasgadas.8
Con estos párrafos Bacardí hace mención de diversos hechos acaecidos en la manigua tales como, el hecho de que en los primeros momentos no se contó con militares de experiencia en el campo insurrecto y no se previeron los horrores que podía significar una guerra sin cuartel por parte de España; además, de que desde el mismo inicio camagüeyanos y villareños por un lado, y orientales por el otro, no tuvieron mucha concordancia en diversos aspectos relativos a cómo conducir la guerra y se dieron a la tarea de dar a entender sus intereses regionales, lo cual Bacardí plantea cuando nos habla de las dos banderas del campo insurrecto.
No obstante, se resalta el valor de los cubanos, los que desde el principio obtuvieron victorias, a pesar de la inexperiencia e inferioridad militar frente a las tropas españolas, las que inevitablemente también infligieron derrotas a los revolucionarios, pero la decisión y el ímpetu mambí era inmenso y la lucha no se podía detener, contando ya los cubanos con una patria que defender y con la ayuda y apoyo que desde las ciudades se les daba.
Más adelante se hacen las siguientes reflexiones:
[…] El movimiento revolucionario, brotando al grito de << ¡Independencia! >> en los llanos en que el río Cauto, ancho y majestuoso va a perderse en las amargas ondas del mar, se extiende cuál lava ardiente, destruyendo y calcinando cuanto halla a su paso.
Vorágine absorvente de todas las ideas, llevó tras sí cuanto hombre importante era el orgullo de la sociedad cubana y cuanta espuma sobrenadaba en el maremágnum social, las ciencias, las industrias, las artes, acudieron con su valioso contingente; a ellas tocó crear y dirigir. El pillastre y el cuatrero, marchando a la vanguardia, determinaron con su movilidad y su atrevimiento la acción enérgica de la guerra en los primeros días, y el campesino y el esclavo, por su sobriedad y su resistencia, sosteniendo el movimiento iniciado, prolongaron la primera etapa que, comenzando en la Demajagua, debía concluir en el Zanjón.9
Bacardí ofrece un análisis respecto al devenir de la guerra y el carácter nacional de la lucha y la concordancia de clases sociales unidas en aras de un objetivo independentista.
Refiere cómo al inicio de la contienda, ésta estuvo dirigida por las clases cultas y pudientes de la sociedad cubana, en su mayoría compuesta de blancos, y cómo, con el transcurso de los años y la radicalización ideológica del ejército mambí, las clases más humildes se convirtieron en el pilar fundamental de la Revolución, y estaban constituidas en su gran mayoría por esclavos y campesinos pobres.
Respecto a los mecanismos principales de lucha utilizados por los mambises Bacardí menciona:
[…] A pesar de la idea concebida en los primeros momentos, de respeto y garantía al individuo y a la propiedad, el ejército cubano, fraccionado en grupos, continuó en su desarrollo, llevando cada partida los sentimientos encarnados en cada jefe; y el incendio, decretado como medida material sólo en caso imprescindible, se acrecentó con la devastación sin límites; a las ejecuciones impuestas por ceguedad de las autoridades españolas, pensando someter por el terror, siguieron las represalias de una guerra a muerte, cruel e implacable.
[…] bandas de revolucionarios […] (tenían) tres órdenes precisas e ineludibles: recoger armas y municiones, incorporar las negradas e incendiar los edificios.
[…] La tea, devorando las fincas de los adalides de la independencia y reduciendo a cenizas la secular Bayamo, por mano de sus propios hijos, marcaba el derrotero fatal [...] quitar recursos al enemigo, […] obligados a destruir las fincas […]. 10
Bacardí menciona además un medio peculiar por el cual se incorporaban los esclavos a la contienda:
[…] Atentos a la sorda arenga del emisario, negro también, escuchábanle serios o sonreían mostrando la blanca dentadura, y las mujeres palpitaban satisfechas. La halagadora palabra libertad, despertando sus instintos, les prometía campo de felicidad sin límites, y si para Juan y algún otro era indiferente la peroración, no así para la mayoría. La adhesión era completa, y daban ya su asentimiento moviendo la cabeza […].
La libertad era un principio, una ley a llevar a efecto por la Revolución, para todos los estratos sociales, para toda Cuba privada de ella.11
Del anterior argumento expuesto por Bacardí se desprende el hecho de que desde el mismo inicio de la insurrección en la jurisdicción de Cuba, la libertad era otorgada a todos los que ingresaban al campo insurrecto, tanto como a los que no lo hacían, y en especial se hacían participes de ella a los que más estaban privados de sus derechos, es decir, los negros esclavos.
No obstante, la eliminación de la esclavitud a veces no era muy bien comprendida por aquellos esclavos que durante años, o toda la vida, no habían conocido otra cosa que no fuera obedecer a sus amos
El decursar de la guerra es plasmado a lo largo de la novela, lo cual sirve para crear una idea de cómo fue la gesta gloriosa del 68 para Santiago de Cuba y para la parte de la isla alzada:” […] Llegábase al 1870, y la lucha comenzada en 1868 se sostenía encarnizada […] y no hubo día en que no se registrara un encuentro, y no hubo mes que no se señalara por los fusilamientos en las ciudades.”12
Describe cómo desde la ciudad se ayudaba a la insurrección, la situación en el campo de batalla y la ciudad, el actuar y pensar de cubanos revolucionarios y el comienzo del fin de la Guerra Grande:
[…] Gran número de partidarios de la santa causa cubana eran irreductibles, llevando grabado en el corazón el lema: ¡Independencia o muerte!, y en Oriente batallaban con denuedo y con fortuna los Maceo, Crombet, Moncada y García; pero a pesar de tales esfuerzos, y como en un incendio la llama llega presta a los cielos para extinguirse con la misma rapidez en sus propias ascuas, pronto dentro de poco habían de señalarse los primeros pasos de la decadencia de la guerra.
[…] El movimiento auxiliar de la insurrección se había organizado en la ciudad casi por propia cuenta. Cada cual prestaba su apoyo sin consulta y sin jefe obligado, y cada barrio, y cada calle, y cada casa, eran nidos de conspiraciones más o menos felices, más o menos desgraciadas, y, al mismo tiempo, centros de recolección de remisión al campo de medicinas, de ropas, de municiones, de armas, […] Las ejecuciones militares eran periódicas, […] Todo fusilado era llorado en cada hogar, y cada ejecución venía a aumentar el número de las víctimas del martirologio mambí.13
A través de un análisis minucioso de uno de los personajes que Bacardí recrea en la novela, podemos deducir cómo los santiagueros ayudaban a la causa independentista, este es el caso del negro Chimbí, ejemplo de confraternización del negro y el blanco en la causa independentista y espía revolucionario en la ciudad:
[…] Esta confianza, estos servicios y su indiscutible honradez, dieron a Chimbí una total inmunidad, que le facilitaba el prestar muy buenos servicios a la causa separatista. […] era de sentimientos insurrectos más o menos vehementes […] Se acomodaba a escuchar y callar, y tomando nota en su memoria, para lo que pudiera hacerle falta más tarde, llevaba y traía a centros particulares las noticias adquiridas […]14
La desesperación convertida en política de terror de las autoridades coloniales españolas, para ahogar en sangre la revolución independentista, es un hecho de incuestionable veracidad histórica acaecido en la década de 1868-1878. La mayor parte del país estaba levantado en armas contra España y la brutalidad que trajo consigo la guerra no dejó de hacer sentir sus métodos radicales en uno y otro bando contendiente.
En el caso de la novela es posible percibir cómo pudo haber sido el trato o la suerte de muchos de los insurrectos mambises atrapados por las autoridades españolas con un ejemplo de “escarmiento” a una familia santiaguera revolucionaria:
[…] El viejo Anaya, de más de setenta años de edad, había sido traído a la población, con sus hijos, porque fueron encontrados trabajando en una estancia en el puerto de Bayamo. Venía con ellos también Honobono Pérez, su hijo político.
Vivían en paz, sin que los insurrectos les molestaran. ¡Terrible crimen! A no dudar, pensarían y sentirían como los alzados en armas, y de ahí la consideración que éstos les guardaban. Fue esto delito suficiente, imperdonable. Una guerrilla les trajo a pie a marchas forzadas. El consejo de guerra verbal, convocado a toda prisa, había fallado inmediatamente. La sentencia siempre estaba de antemano escrita en la mente de los jueces antes de saber del reo, y declarados culpables, de la cárcel pública, sin alimento, sin respiro, sin darles tiempo ni para pensar, fueron llevados a las tapias del Rastro Municipal, arrojados de rodillas y ejecutados brevemente, fusilados por la espalda por traidores a la Patria. 15
A su vez, podemos cerciorarnos en este caso, recreado por Bacardí en la familia del “viejo Anaya”, cómo eran sepultados los cuerpos de las víctimas de la represalia colonialista española. Este método de enterramiento que leeremos en la acotación fue ampliamente utilizado por las fuerzas hispanas para ocultar la identidad de los revolucionarios capturados:
[…] El cadáver yace boca arriba, y muestra la boca y los ojos entreabiertos y los brazos cruzados sobre el vientre, sujetos los puños por las manillas de hierro con que salió de la prisión […] -¡Arriba!-manda imperiosamente el celador y llevada la caja a la fosa abierta, toman impulso los cargadores y la vuelcan dentro, y se escucha el golpe del cuerpo que rueda a lo hondo, boca abajo, mostrando rota la cabeza por detrás, esparcidos los sesos, sin hueso occipital, volado por las balas que rompieron la existencia de aquel hombre fusilado por insurrecto.
[…] Los trabajadores tornan a su obra, y tres cajas más son traídas y volcadas en la misma sepultura, y quedan cadáveres sobre cadáveres, con las mismas esposas, y unidos, como en último y eternal abrazo, el padre y sus tres hijos, confundidos en un mismo lecho, carne junto a carne, huesos apretados por el peso de los de más arriba, y mezclada la sangre, tal como se confundieron al caer a la brutal descarga.16
En la obra se encuentra, a su vez, la representación clara del soldado cubano, el mambisado aguerrido que luchó con desigualdad física y material contra el número aplastante y los recursos materiales del colonialismo español, y que tuvo el mayor mérito de la guerra, ya que como plantea el Doctor Ramiro Guerra: “[…] ¿qué podrá decir la historia del insurrecto cubano, que durante años luchó uno contra más de diez enemigos, falto de armas, de municiones, de vestuario, de medios de subsistencia, de atención médica y de hospitales; […] sin paga,[…]”17 .
Bacardí refiere el aspecto e indumentaria de estos hombres, a través de la cual se puede constatar la escasez de todo género de los miembros de las tropas insurrectas, y en su descripción revela el ingenio de estos hombres que portaron armas arrebatadas al enemigo y otras transformadas a útiles para poder luchar contra las fuerzas enemigas bien pertrechadas:
Siete hombres, de distintos colores, aguardaban agrupados bajo una guásima frondosa. Dos de ellos iban descalzos; los demás llevaban los pies aprisionados en alfalacas de pellejo sin curtir. Armados de fusiles Remington estaban casi todos, y algún armamento de esa clase tenía el cañón rebajado. Apenas conservaban vainas los machetes; varios de aquellos hombres ostentaban revólver al cinto, de un calibre exagerado; y cada cual cargaba a las espaldas el consabido jolongo: la mochila mambisa.18
A continuación se extraen fragmentos de dos párrafos en los que se describe un ataque mambí a un convoy español. En ellos se puede indagar acerca del objetivo de los insurrectos al desarticular pequeñas unidades españolas, que era no más que arrebatar las provisiones que sustentaran la lucha:
[…] Las dos carretillas están allí arrojadas; las cabalgaduras han sido arrebatadas por los asaltantes, […] la carga de harina, esparcida en largo trayecto, indica que los sacos han sido abiertos y arrastrados para vaciarlos rápidamente y llevarse con presteza los envases; […] Los insurrectos, en emboscada detrás de piedras y arbustos, habían disparado sobre el pequeño convoy, y tras la descarga se había consumado la brutal acometida al machete, cuál era su práctica de combate, para arrebatar vidas, si las había aún en alguno, y arrancar las ropas y el calzado de los muertos que yacían tendidos en el camino. […] luego se había impuesto la huida con el botín, más precipitadamente aún para escapar a la persecución, con la misma presteza con que se había dado la acometida, y la cual persecución sería hecha por las columnas volantes, ya del Cobre o ya de Santiago.19
La historia de Santiago de Cuba durante La Guerra de los Diez Años, a pesar de la falta de una intención que nos muestre su decursar cronológicamente año por año, puede ser estudiada a través de Vía Crucis.
A pesar de que la mencionada obra solo muestra esta historia con una intención generalizadora de los hechos, la repercusión social y económica en la ciudad de la gesta del 68 es evidente en la trama desarrollada por Bacardí.
En ella es posible hallar esa sociedad santiaguera del siglo XIX que sustentó una guerra independentista y su heterogeneidad clasista, étnica, cultural y de intereses políticos y móviles económicos.
El análisis de la novela muestra que en esta se hallan las medidas de escarmiento puestas en práctica por las autoridades coloniales, los reclutamientos dentro y fuera de la ciudad para engrosar las fuerzas mambisas, referencias a acontecimientos históricos relevantes de La Guerra de los Diez Años, el movimiento de apoyo a la revolución desde la ciudad y la confraternización de diferentes clases sociales en pro de la independencia.
Este análisis reviste importancia, porque orienta hacia la percepción de la sociedad santiaguera durante la etapa histórica de referencia y para un estudio histórico de nuestra localidad, como meta principal que muestre particularidades, trascendencia y demuestre el relevante papel histórico de la ciudad de Santiago de Cuba desde el inicio de la toma de conciencia nacional y rebeldía revolucionaria de los cubanos.
Respecto a La Guerra de los Diez Años puede decirse que fue la manifestación elocuente de la madurez del ideal independentista en la naciente burguesía de hacendados criollos y los sectores humildes de la sociedad.
El pueblo cubano en su conjunto adoptó una personalidad política que España tuvo que aceptar durante y después del Pacto del Zanjón y abandonó las tendencias anexionistas anteriores a la guerra. Por ende, la gesta gloriosa del 68 es la máxima muestra de la definitiva creación y consolidación de la nacionalidad cubana, aportando la alta tradición patriótica de los cubanos y abriendo el camino con su término para que los hábiles y aguerridos jefes y oficiales provenientes de las filas del pueblo y sus clases humildes continuaran una lucha por la independencia y soberanía de la Isla que volvería a brotar en la llamada Guerra Chiquita y estallaría en la Guerra del 95, que aunque frustrada por los intereses norteamericanos, sería reivindicada el 1 de enero de 1959 por los nuevos mambises del siglo XX.
Conclusiones
El análisis de la novela permitió comprobar que en la misma se evidencia una voluntad referativa de lo autóctono, de lo histórico, del tema nacional. Esta investigación ha demostrado el valor historiográfico que posee la novela Vía Crucis, ya que el análisis de La Guerra de los Diez Años en la obra ha confirmado los diversos mecanismos de lucha mambises y colonialistas con sus consiguientes medidas de represalias y reclutamiento de hombres y parque bélico para un contexto de guerra de liberación nacional. A partir de este estudio se demuestra que Vía Crucis es una valiosa fuente historiográfica que permite analizar y valorar La Guerra de los Diez Años con gran integralidad.
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1 Colectivo de autores. Santiago de Cuba, ciudad bravía y fragua de héroes. Santiago de Cuba. Editorial Oriente, 1989. p.164.
2 Bacardí Moreau, Emilio: Vía Crucis. p. 132
3 Ibid.p.p.120-121-122.
4 Ibid. p.137
5 Ibid.p.281.
6 Ibid. p.100.
7 Idem.
8 Idem.
9 Ibid. p.104.
10 Ibid. p.p.104-107
11 Bacardí Moreau, Emilio.op.cit.p.p.102-103.
12 Ibid. p.171.
13 Ibid. p.p.242-243.
14 Ibid.p.p.243-244-245.
15 Ibid. p.254.
16 Ibid. p.252.
17 Guerra, Ramiro. Guerra de los Diez Años. p.334
18 Bacardí Moreau, Emilio. Op.cit. p. 273
19 Ibid. p.291.