María Magdalena Suárez Milians
Susana Violeta Suárez Milians
yeli@fcsh.upr.edu.cu
Resumen
Expresó José Martí en cierta ocasión “…cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”. Si se realiza una valoración de este pensamiento se pueden determinar las características propias que con el decursar del tiempo se les han asignado a las mujeres, (tímida, quieta, culta, virtuosa, cariñosa, dulce) como resultado de la construcción social. Históricamente la participación de las mujeres en la sociedad se ha visto influenciada por una serie de normas que determinan su comportamiento en cada una de las esferas sociales: educación, salud, servicios, hogar, etc. asignándoles roles diferenciados que tienden a acentuar la dominación masculina y la subordinación femenina, la relegación social, doméstica, familiar de la mujer.
Hace más de 50 años Simona de Beauver dijo:” no se nace mujer”, es decir que la sociedad ha sido la que con el decursar del tiempo ha impuesto conductas y actitudes a mujeres y hombres de manera esquemática y dicotizante, siendo sin lugar a dudas el resultado de un proceso histórico, que se ha visto influenciado por factores económicos, sociales, ideológicos y culturales, surgidos a partir de las diferencias biológicas de los dos sexos.
Con la presente investigación nos proponemos realizar un análisis de cómo se ha manifestado la participación de la mujer en Cuba.
Palabras claves: género, participación, Cuba.
“Esparcir amor por la belleza es mejorar hombres.”
José Martí.
La participación ha sido definida de muy diversas formas desde la simple colaboración en la de los actores participan y aportan sin involucrarse en la toma de decisiones, hasta formas más extremas en las que se propone como meta la plena participación, sin especificación de los roles o responsabilidades. Estas distintas perspectivas comparten la visión de la participación como fenómeno, proceso u objetivo deseable para el ser humano, Gyarmeth (1987) define participación como la capacidad real y efectiva del individuo o de un grupo de tomar decisiones sobre asuntos que directa o indirectamente afecten su vida y sus actividades en la sociedad. En el caso de las mujeres su participación en la sociedad se ha visto influenciada por una deformación dada su condición de marginalidad y opresión a la que es sometida a nivel mundial. Si se realiza un análisis la situación de la mujer se encuentra en total desventaja con respecto a los hombres, existe mayor desnutrición en mujeres, mayor analfabetismo, la capacidad de leer y escribir es siempre más baja para mujeres que para hombres, así como las inscripciones en las escuelas, hay más chicos matriculados que chicas, y puede percibirse un status mayor de marginación de las mujeres con respecto a los hombres; a estos aspectos se les suman las barreras existentes con respecto al empleo, la sobrecarga doméstica y familiar, la violencia doméstica y sexual, así como el embarazo no deseado y temprano.
En Cuba, como en muchas otras regiones de América y del resto del mundo la mujer fue considerada con fines reproductivos y domésticos, no permitiéndoles la participación en diferentes esferas de la sociedad (dígase vida laboral, política económica etc). Desde las sublevaciones de esclavos en Cuba, en el régimen esclavista se pone de manifiesto la participación de la mujer ejemplo de ello tenemos nueve esclavas del ingenio Alcancía y doce del ingenio la Luisa más de la mitad de los veintiún esclavos sublevados en este último.
Dos de estas esclavas fueron azotadas y estuvieron en presidio, Aleja e Hilaria, lucumís o yorúbas ambas, de la dotación del ingenio La Luisa, del mismo grupo étnico, perteneciente al ingenio la Alcancía, murió en la cárcel de Bemba el 17 de mayo de 1843.
Múltiples insurrecciones se desataron en esta etapa, extendiéndose a las dotaciones de otros ingenios El Concepción, San Miguel. Y en todas estuvo la participación de la mujer, probando que también ellas reaccionaran consecuentemente contra la explotación en la lucha antiesclavista y conquistaron con ello el derecho a ser recordadas en la historia de esas luchas en Cuba.
Aquella división de la sociedad en una clase explotada y otra explotadora trajo como consecuencia la monogamia, que no solamente representó el fin del matriarcado, sino como garantía de la riqueza y la propiedad privada instituidas pasarían por línea paterna de padre a hijo.
La discriminación de las mujeres concominante con la división de la sociedad en clases y con la aparición de la propiedad en la sociedad humana, que convirtieron a las mujeres un objeto, como las vasijas, los recipientes, los utensilios y el horno que ella misma había inventado.
La discriminación de la mujer, figura entre las herencias más antiguas de la humanidad.
Federico Engels dice el Origen de La Familia, la propiedad privada y el Estado que “La monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, y menos aun como formas más elevada del matrimonio, y que por el contrario, entra en escena bajo la forma de esclavizamiento de un sexo por el otro.
Agrega ¨ La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos ¨.
En el siglo XIX con el proceso nacional liberador se evidenció una activa participación de la mujer, como integrante fundamental de la sociedad cubana, quien hizo suyas las ansias liberadoras de la nación y desempeñó un rol trascendental en la batalla por la creación de la patria común. Es preciso señalar que en aquellos momentos, el trabajo femenino y la preparación de la mujer para asumirlo era una cuestión no aprobada a nivel social. Una tradición de siglos y el poco avance de la formación económico- social, destinaban al sector femenino a permanecer dentro del hogar, sin posibilidades de una adecuada realización personal. Por esta razón cuando la cubana comienza a desatar cadenas y sale de las condiciones en las que habitualmente se había desenvuelto su vida el choque con mundo circundante fue brutal, más aún si tenemos en cuenta que la mayor parte de los hombres se encontraban combatiendo. La mujer asumió con valentía la tarea de enfrentar el sostenimiento de los hijos y ancianos, y de participación en la lucha liberadora.
A partir del triunfo de la Revolución en 1959 se produjo un proceso de movilidad social ascendente, bajo parámetros de igualdad, elevación de la calidad de vida de la población y prohibición de toda forma de discriminación, con particular énfasis en la discriminación hacia las clases, las diferencias raciales y la mujer.
En los 30 años entre 1959 y 1989 del proyecto social cubano se redujo la mortalidad infantil desde 46,7 a 10,7 por mil nacidos vivos, y la escolaridad promedio alcanzó el 9 grado. Se estableció así un modelo de desarrollo equitativo en alto grado (Zimbalist, 1985) y se arraigó un profundo sentimiento de igualdad y autopercepción de dignidad, mediante el cual el pueblo identificó su identidad cubana con la defensa de la soberanía nacional.
En los años 60, a partir del triunfo revolucionario, se produjo el reajuste de la reincorporación laboral femenina, que dio lugar a un proceso de acumulación educacional. Un importante hecho fue la campaña de alfabetización masiva desarrollada en 1961, donde las mujeres fueron el 55% de los alfabetizadores y el 50% de los alfabetizados, y que logró la erradicación del analfabetismo en el país.
La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) creada en 1960, convocó cursos para domésticas y campesinas, que cumplieron el doble papel de instruir y convertir a las mujeres en activistas sociales en sus comunidades. De esta forma, a partir de los años 60 al 80 la ocupación femenina creció a una tasa anual del 8%, de tal forma que de cada 100 personas que se incorporaban al trabajo socialmente retribuido, 69 eran mujeres. (González, 1986). En los 20 años de mediados de los 60 a los 80, la fuerza laboral femenina se duplicó y la fecundidad se redujo a la mitad.
A partir de la década de los años 60 fueron aprobadas importantes leyes que favorecieron la participación social de las mujeres: Ley de Maternidad (1974), Código de la Familia (1975), Constitución de la República, proclamada mediante referendo en 1976 y perfeccionada por la Reforma Constitucional en 1992, Ley de Protección e Higiene del Trabajo (1977), Ley de Seguridad Social (1979), Código Penal (1979). Durante los años 80 se promulgaron: el Código del Trabajo y el Reglamento para la Política de Empleo.
Para los años 90 la participación laboral femenina era la del 39,7%. Por grupos ocupacionales eran el 58,1% de los técnicos, el 90:9% de los administrativos, el 63% de los trabajadores de servicios, el 19,7% de los obreros, y el 28,8% de los dirigentes.
Como conclusión podemos ver que se produjo un ascenso cuantitativo de la participación femenina en la fuerza de trabajo, pudiendo observarse que en las esferas de la educación y la salud, su participación llega a ser altamente calificada.
En salud en 1991 de las 55 especialidades médicas que se ejercen en Cuba, la mujer predomina en 29, con el 70% de los oftalmólogos, microbiólogos y nutricionistas, y alrededor del 60% de los inmunólogos, neonatólogos, dermatólogos y psiquiatras. En la educación eran el 46% de los profesores del tercer nivel, el más alto de América Latina (Valdés, 1995).
En la última década del siglo pasado, (I990-2000); con la desaparición del bloque de países socialistas del este europeo, se aprueba por el gobierno de E.U la intensificación del bloqueo económico que ese país impone a Cuba desde el triunfo revolucionario. (Leyes Torricelly, 1992 y Helms Burton, 1995). Estas leyes penalizaban no sólo la relación de E.U. con Cuba, también actuaban sobre terceros países, en desafiante violación de los principios internacionales. En este período se aprecian severos obstáculos, y nuevos factores que complejizan el escenario social.
La crisis económica impactó al mercado laboral cubano, estableciendo nuevos rasgos como es el desplazamiento laboral que genera la doble circulación de moneda (peso cubano y dólar) hacia los empleos que acceden a esta última, por su mayor capacidad adquisitiva.
De acuerdo a la ley, la mujer cubana percibe idéntico salario al masculino por igual ubicación laboral, y la diferencia discriminatoria en cuanto a salarios sólo podría ubicarse en el acceso a puestos de dirección, ya que la presencia femenina en trabajos técnicos es mayoritaria, y se han roto prácticamente todos los frenos al trabajo femenino en ocupaciones típicamente masculinas, lo que determina la no existencia de una pirámide ocupacional por géneros.
Se señala que la participación femenina sigue siendo limitada en cuanto al acceso a los más altos niveles de dirección del país, y este no es un cambio que puede producirse a corto plazo, es esta esfera la más difícil de modificar. Lograr la inversión de la jerarquía que está establecida a nivel mundial, la mujer subordinada y el hombre actuando como jefe, transformar esta esfera, es uno de los mayores retos en cuanto a un empoderamiento progresivo (Díaz, E, 1995).
En la esfera educacional, además de garantizar la continuidad de los parámetros de alta calidad, universalidad y gratuidad, se evalúa de forma muy satisfactoria la equidad de género en todos los niveles de enseñanza.
En la educación-preescolar se ha compensado relativamente la disponibilidad insuficiente en los Círculos Infantiles (para mujeres trabajadoras), con el establecimiento de un programa comunitario informal, "Educa a tu hijo" que prepara a la familia desde el embarazo de la mujer, influye en la pareja desde la concientización de los beneficios de la lactancia materna y la paternidad responsable, y contribuye a incrementar la preparación psicológica y pedagógica familiar.
En la educación primaria, se aprecia el 99, 3 % de escolarización, el 99,1; la proporción de graduados que continúan estudios de 7mo. Grado es de 99,9% (UNICEF, 2000:60). Del total de matrículas en escuelas primarias el 49% son niñas. La calidad alcanzada en este nivel se ilustra con el resultado que alcanzó Cuba en el Primer Estudio Internacional Comparativo que realizó la UNESCO, en el que obtuvo 350 puntos de una calificación de 400, siendo el resultado promedio de 250.
La educación media incluye de 7 a 12 grados, clasificados en dos subniveles. En el curso 1999-2000, se alcanza un 95,2% de escolarización en los niños de 6 a 16 años de edad. En este nivel de enseñanza se instrumentaron acciones de Educación Sexual, que cobraron fuerza al iniciarse en 1996 el proyecto Educación Formal para conducta sexual Responsable, (MINED-FNUAP) que se ha extendido progresivamente. La efectividad del programa, vinculado a la acción de la salud comunitaria, se observa en la disminución de las bajas de deserción escolar por motivos de embarazo, en las 9 provincias donde se aplica (60% del 5 total del país) (UNICEF, 2000:67).
En el acceso a la educación del tercer nivel o superior, se evidencia el ascenso sostenido, de la participación femenina. De acuerdo a datos del Ministerio de Educación Superior, la participación femenina en la matrícula se incrementó desde el 39. 5 % en el curso 1976 77 hasta el 53. 4 % en el curso 1986 87. (Carám 2004) Y esta tendencia se mantiene aún bajo los efectos de la crisis económica, alcanzando en el curso 1998 99 el 60. 6 % de los matriculados en la educación superior.
Además, en el acceso al Tercer Nivel de enseñanza, se observa la presencia mayoritaria de mujeres graduadas en la casi totalidad de las ramas de las ciencias (en 7 de las 9 ramas es superior al 50%). En Ciencias Sociales y Humanísticas, Ciencias Médicas y Ciencias Pedagógicas, son el 70%.
La presencia femenina continua hegemónica: con el 60% del total de los graduados de la Educación Superior. Resultan significativas las tendencias al cambio que caracterizan el sistema educacional, las que han podido preservarse de los efectos desfavorables de la crisis.
En cuanto a la salud reproductiva, los niveles de fecundidad se redujeron de 4, 7 hijos por mujer en los años 50 a 1, 5 en 1992. Esto se debió a la generalización del acceso y el uso gratuito y seguro de la interrupción de embarazos, y a un programa integrado de planificación familiar que significó la mayor supervivencia infantil, y la posibilidad de que cada mujer pudiese elegir el número y espaciamiento de los hijos deseados. La mortalidad infantil descendió de 46,7 por mil nacidos vivos en 1969, a 10,2 en 1992, 6,4 en 1999 y 5, 8 en 2004.
De este modo, a pesar de la crisis se mantienen las condiciones básicas de la salud reproductiva y el contexto de salud satisfactoria.
Puede plantearse que el acceso al sistema de salud proporciona a la mujer cubana las bases para una participación social más equitativa, y las posibilidades para apropiarse de su cuerpo y decidir sobre el ejercicio de la reproducción y la maternidad. Las cifras que avalan este cambio son conocidas en el mundo. En los indicadores que UNICEF estableció como metas para el año 2000, Cuba sobrecumplió la mayoría antes de la fecha señalada. (UNICEF, 2000).
Un informe de la Asociación Americana por la Salud Mundial reporta algunas de las arbitrariedades que el bloqueo impone a la salud cubana, afectando parcialmente programas tan avanzados como la detección temprana del cáncer de mamas, que fue concentrado temporalmente a mujeres en grupos de riesgo, (edad, antecedentes familiares, etc) por carecer de materiales para su extensión masiva. (World Health, 1997).
Los rasgos más tradicionales que predominan en la situación social de la mujer cubana, (y los principales obstáculos a su empoderamiento) son dos: la continuidad de la sobrecarga doméstica y familiar sobre la mujer; y su poco acceso a los niveles de dirección de mayor jerarquía. En el país se ha tratado de ir solucionando estas problemáticas, un ejemplo puede ser los spot de la televisión, “Para la Vida", de UNICEF y el Ministerio de Educación cubano. La FMC ha trabajado mucho en este terreno para lograr una mayor felicidad de ambos géneros.
De esta forma podemos llegar a la conclusión que en Cuba a partir del triunfo de la Revolución se desarrolló y posibilitó un ascendente papel protagónico femenino construyendo una sólida plataforma para su participación social basado en el acceso al empleo y las oportunidades de calificación, la garantía en su salud reproductiva, y las políticas sociales dirigidas a la equidad y la promoción de valores éticos y solidarios.
Conclusiones:
El género ha sido definido como una construcción social, resultado de un proceso histórico, influido por factores económicos, sociales, ideológicos, culturales, surgido a partir de las diferencias biológicas de los sexos, pero no identificable a ellas. En Cuba a partir del triunfo de la Revolución cubana se ha podido observar un importante cambio en cuanto a la participación de la mujer. Como elementos positivos que han contribuido a esto se pueden apreciar la creación de La Federación de Mujeres cubanas (FMC) organización femenina fue creada en 1960, la campaña de alfabetización en 1961 abarcó en su 50 % a mujeres, y fue ejecutada por un 50 % de mujeres muy jóvenes, la impartición de cursos especializados que contribuyeron a la ruptura del papel tradicional social femenino.
Como principales deficiencias que expresan la desigualdad de género en el país se pudieron determinar: que aún prevalecen los roles tradicionales de mujeres y hombres en la familia y el hogar, así como que a pesar a pesar de los progresos, se puede ver un insuficiente acceso femenino a los cargos de dirección del máximo nivel.
Bibliografía