Oxana Rodríguez Reyes (CV)
oreyes@ucp.ma.rimed.cu
Universidad de Ciencias Pedagógicas "Juan Marinello Vidaurreta"
RESUMEN
El ser humano desde que nace recibe influencias educativas tanto de la familia, la escuela como del medio social en que se desarrollo. Esta educación va a estar en función de las normas sociales de comportamientos, por lo que desde las primeras edades se va a iniciar una educación sexista, despersonalizada, discriminatoria, sobre la base de rígidos estereotipos sexuales que están en dependencia de lo que cada cultura considere como femenino o masculino. Estos patrones encierran e integran las expectativas de cada sociedad, cultura, región o grupo acerca de cómo debe comportarse el hombre y la mujer ante cada situación de la vida. Los mismos tienen un carácter normativo y valorativo, que rige las relaciones cotidianas entre los seres humanos.
Esta educación sexista va a iniciarse en el marco familiar donde de una forma conciente o inconciente se va a preparar a la niña y al niño a comportase acorde a lo que está establecido para su sexo. A la niña se va a motivar a jugar a las casitas, las muñecas, a ser maestra, se le exige que sea delicada, tierna. A los varones se les incita a jugar ser camioneros, pistoleros, bandoleros, se les exige a comportarse de forma ruda, fuerte. De esta forma los enseña a ejercitar los roles que tradicionalmente se han asignado para cada sexo.
Esta educación sexista también tiene su expresión en el contexto escolar tanto en el currículo formal como en el informal. El sexismo en la escuela se puede apreciar en el juego, en los libros de textos, en muchas ocasiones estos traen un mensaje sexista de corma encubierta, en el lenguaje, pues se utiliza el género gramatical masculino para abarcar a las personas de ambos sexos, en la forma de dirigirse al estudiando, se utiliza un tono de voz dulce y delicado para las niñas y un tono enérgico y fuerte para los varones.
De esta forma se educa a la mujer y al hombre para reproducir los injustos estereotipos sexuales, vivir en dos mundo totalmente opuestos y antagónicos, desarrollando entre ambos sexos relaciones de fuerza, poder, subordinación y discriminación.
Como consecuencia de esta educación sexista, las personas se vuelven más vulnerables a adquirir el VIH/SIDA. La educación sexista transmite toda una serie de valores culturalmente y socialmente establecidos de los que se espera del comportamiento de un hombre y de una mujer.
Los individuos de ambos sexos se sienten obligados a reproducir los comportamientos que pauta la sociedad en que viven, los cuales en muchas ocasiones son comportamientos riesgoso ante el contagio de el VIH/SIDA; a la mujer se le exige acceder a los deseos de los hombres y al hombre asumir el rol de experto en sexo y amores.
la educación de géneros con un carácter sexista, distorsionan la esencia de la sexualidad femenina y masculina, contraponen a los sexos sobre bases de fuerza, poder y discriminación, limitan la libertad de decisión, dan lugar a conflictos intrasubjetivos e intersubjetivos, tienen un efecto normativo-valorativo al reforzar toda conducta que reproduzca el modelo social y al sancionar las que se aparten de él, incrementando el riesgo de infección por ITS o el VIH/SIDA.
Palabras clave: Género, educación, sexismo, estereotipos, VIH-SIDA.
Los estereotipos de género, factor de riesgo para la infección del VIH-SIDA
El ser humano a partir que nace, recibe influencias educativas tanto de la familia, de la escuela como del medio social donde se desarrolla. Desde que se conoce el sexo que va a tener una niña o niño antes de nacer, se comienzan realizar los preparativos en espera de este nuevo ser, pero marcado por diferencias de color, juguetes, vestuario, forma de expresar sentimientos, expectativas educativas, que están en dependencia del sexo.
A edades muy tempranas se inicia una educación sexista, despersonalizada, discriminatoria, sobre la base de rígidos estereotipos sexuales que están en dependencia de lo que cada cultura considere como femenino o masculino. Estos patrones encierran e integran las expectativas de cada sociedad, cultura, región o grupo acerca de cómo debe comportarse el hombre y la mujer ante cada situación de la vida. Los mismos tienen un carácter normativo y valorativo, que rige las relaciones cotidianas entre los seres humanos.
“El modelo social genérico de sexualidad refuerza toda conducta que lo reproduzca y sanciona la que se aparte de él. Consecuentemente, en el proceso de socialización, se le enseña al niño y la niña, desde muy pequeños, a actuar conforme las expectativas del medio, y llega un momento en que ni él o ella ni el educador(ra) dudan que las referidas cualidades sexuales tengan un carácter natural, universal.”1
En los estudios de género de las ciencias sociales, se ha prestado mucha atención a aquellos fenómenos y situaciones relacionados fundamentalmente con las relaciones de poder, subordinación entre los sexos y con la condición de las mujeres como ser inferior, discriminado, que persiste como una actitud “natural", y que se ha revelado en su situación social, históricamente configurada en una serie de pautas erróneamente diferenciadoras de poder y discriminación entre la mujer y el hombre.
En relación al término de género son diversos los enfoques existentes unos lo consideran como una categoría social y otros lo reducen al plano biológico Sin embargo en la actualidad hay una inclinación por plantear que el género es la elaboración cultural de las diferencias entre los sexos, subrayando el papel social que el mismo presenta:
Delamont, S. plantea que el género se refiere “al carácter cualitativo e independiente de la posición de mujeres y hombres en la sociedad. Las relaciones entre ambos están constituidas en términos de las relaciones de poder y dominación. El concepto de género hace posible distinguir las diferencias sexuales fundadas biológicamente entre mujeres y hombres, de las diferencias determinadas culturalmente entre las funciones recibidas o adaptadas por mujeres y hombres respectivamente en una sociedad determinada”. 2
Beal, C. se refiere al género como “la categoría donde se agrupan todos los aspectos sociales y culturales de la femineidad / masculinidad, reservándose sexo para los componentes biológicos, anatómicos y para designar el intercambio sexual en sí mismo”. 3
González, A. y B. Castellanos señalan que el género es el “conjunto de rasgos, cualidades, modos de comportamientos que distinguen socialmente al hombre y la mujer, y que agrupa todas las manifestaciones biológicas, psicológicas y sociales designados por cada cultura como masculino y femenino”. 4
La categoría género es utilizada para destacar lo social, la elaboración cultural de las diferencias entre los sexos (o sea la conciencia social que se ha convertido en cultura espiritual), para establecer los proyectos educativos para el hombre y la mujer, sin embargo la categoría sexo es empleada para destacar las diferencias biológica entre varón y hembra, que le permiten realizar las funciones biológicas propias de su sexo.
“En el lenguaje corriente, la palabra “sexo” se usa con frecuencia para aludir al varón o la hembra (sexo biológico) o para referirse a una actividad física en la que interviene el aparato genital (hacer el acto sexual)”5
En cada contexto, época, región sociedad los géneros se expresan de forma diferente. Ellos son la manifestación social de aquello que como identidad de género y rol de género en su esencia psicológica, trascenderá siempre en la sociedad.
Desde edades muy tempranas los adultos les transmiten a las niñas y los niños toda una serie de valores, modelos, modos de comportamientos estereotipados sobre el comportamiento femenino y masculino que influyen negativamente en la construcción de la identidad de género.
La identidad de género es considerada como: “La unidad y persistencia de la propia individualidad como varón o mujer en grado mayor o menor en especial tal como se experimenta en la conciencia acerca de sí mismo y en la conducta.”6 Cuando esta identidad de género se construye bajo la transmisión de determinados rasgos y cualidades, estos se llegan a aceptar por un mecanismo de sugestión irreflexiva y finalmente se actúa en ese sentido de manera consciente o inconsciente ante los otros, reafirmando dichas características.
La formación de la identidad de género por lo general está muy vinculada a los valores de nuestra cultura y la forma en que se apropian de estos valores. En una investigación realizada por la autora con estudiantes universitarios pudo constatar que las expresiones más frecuentes de las y los encuestados, acerca de su identidad de género además de plantear que son hombre o mujer por su sexo biológico, también enfatizan en que son hombres porque les gusta las mujeres, pueden tener varias parejas, son los que mandan tienen mayor libertad.
Las féminas consideran ser mujeres porque se manifiesta sensibles, amorosa, tierna, tienen la posibilidad de la maternidad, son bonitas y atractivas, les llaman la atención a los hombres. Como se puede apreciar han construido una identidad de género sobre la base de modelos culturales y sociales estereotipados al asociar la feminidad como con características totalmente tradicionales como: la sensibilidad, la ternura, ser coquetas, bonitas y la masculinidad con la fortaleza, libertad, la promiscuidad, son los que mandan, atribuyéndole así superioridad.
La identidad de género se descubre ante los demás, en la conducta, por medio del rol de género. “Los roles de género son las funciones o papeles asignados por la sociedad, constituyendo una manifestación pública de la identidad de género.” 7
El rol de género se conforma según el individuo interpreta, construye y expresa ante sí mismo y los otros el grado en que vivencia su identidad en atención a los modelos de conducta que para el hombre y la mujer dicta cada cultura. Dado que este rol del género está influenciado por la cultura, las pautas de lo masculino y lo femenino cambian varían de una sociedad a la otra y de una época a otra.
En el estudio realizado por autora con estudiantes universitarios se pudo corroborar sus criterios referidos a los desempeños de roles de su género en su medio social. Las valoraciones con relación a los roles de género tienen similitud al desarrollo de la identidad de género, le atribuyen al sexo femenino: la maternidad, la realización de labores domésticas, la belleza, la ternura y la delicadeza, que son maltratadas, lo consideran el sexo débil que debe aguantar sufrimientos, son ingenuas, pasivas, serenas, discriminadas y dominadas por los hombres.
Al sexo masculino lo relacionan con tener menos responsabilidades, mantener a la familia, ser promiscuos, poder fecundar, ser padre, realizar los trabajos fuertes, no sufrir dolores, ser los que dominan y dirigen, lo consideran el sexo fuerte, no ser tiernos, ser los que protegen a las mujeres. Estos roles de género identificados por los estudiantes están en concordancia con los roles estereotipados que ha designado la sociedad para cada sexo.
Generalmente estos modelos con que se educan originan diferencias entre los sexos, estableciéndose relaciones de poder, subordinación, discriminación que mediatizan las relaciones entre el hombre y la mujer y limitan a ambos sexos el desarrollo pleno de sus potencialidades personales y sociales, convirtiéndose en fuente de conflicto y trastornos en la vida sexual.
La educación de géneros con un carácter sexista confronta y monopoliza a los seres humanos, deformando los modelos socioculturales de hombre y mujer (género) que lejos de ser fuente de crecimiento y desarrollo pleno y responsable del individuo, se convierte en generadora de conflictos, angustias y en muchos casos, de trastornos que repercuten desfavorablemente en el desarrollo del individuo y en las relaciones interpersonales, fundamentalmente entre aquellas de sexos diferentes.
La educación de géneros con un carácter sexista, entendida como el “proceso que prepara a las futuras generaciones en función de patrones, normas, valores y proyecciones sociales atendiendo al sexo, y por lo general, opuestos, se conforman las diferencias supuestamente sexuales atribuidas al género, y que desencadenan en una contraposición entre ambos, a partir de relaciones de poder y de fuerza”.8
En la familia es donde el ser humano va a recibir sus primeras influencias educativas además de ser el primer agente de socialización de la sexualidad y donde se transmiten los modelos sexistas. En el marco familiar se prepara a las niñas y los niños desde muy pequeños a vivir en mundos totalmente opuestos y antagónicos.
Las niñas y los niños observan a las personas de sus familias realizado las labores que tradicionalmente se han asignado para cada sexo, a las mujeres realizando los roles expresivos asistenciales y a los hombres desempeñando el rol de proveedor, asimilando así desde las primeras edades modelos de comportamiento totalmente diferentes para cada sexo.
Desde antes de nacer, una vez conocido el sexo se comienzan a elegir ropas y objetos que los identifique como hembra y varón, para la niña se escogen ropas preferentemente de color rosado, reforzando la imagen delicada y tierna y al varón la ropa azul identificando su fortaleza, rudeza. En la medida que crecen se les educa sobre la base de los patrones sexistas: a las niñas se encamina a que jueguen a la peluquería, a la escuelita, a ser mamá, sin embargo a los niños se les motiva a jugar a los camioneros, pistoleros, constructores. Incluso cuando las niñas y los niños juegan con juguetes o juegos considerados como no apropiados para su sexo, los regañan y hasta llegan al castigo.
A los niños se les exige que sean rudos, valientes, fuertes y prueba de esto es la expresión popular “los hombres no lloran”, es decir desde pequeños lo educan para que reprima sus más auténticos sentimientos y sensibilidades. La familia utiliza con ellos juegos rudos, a la hora de expresarle cariño lo hacen de una forma seca.
Sin embargo las niñas deben ser delicadas, tiernas, cariñosas. Tal es el caso que cuando una niña se manifiesta contrario a lo esperado, no falta la expresión “te van a decir marimacho”. La expresión de cariño a una niña se hace de forma delicada y tierna y los regaños son menos fuertes que a los varones.
La educación de la sexualidad también se hace con patrones diferentes a los niños se les incita para que tengan muchas novias, que sea un triunfador de la calle y de esta educación en la mayoría de los casos se encarga el padre. Sin embargo a la niña se le dice que son de su casa, “las niñas no juegan en la calle”, ten mucho cuidado con los varones.
De esta forma se prepara a las personas para el desempeño de los roles tradicionales, supeditando la formación de la personalidad a patrones y valores totalmente estereotipados.
En una investigación realizada por Miriam Rodríguez Ojeda cuando indagó sobre si les gusta ser niña o niño las respuestas fueron: Me gusta ser varón: “porque corremos más, somos fuertes, machos, derrocamos a los demás, nos podemos fajar, ayudamos a las hembras, defendemos a las niñas, jugamos a las bolas, al playstation y a los carros”. Me gusta ser niña: “porque somos más bonitas, buenas, tranquilas, jugamos a las muñecas, no me castigan, uso pelo largo, y saya”. Esto pone en evidencia la educación sexista que reciben los infantes en sus hogares.
La educación de género con carácter sexista no está enmarcada solamente al hogar traspasa sus barreras y continúa en la escuela. La escuela se convierte entonces en un reproductor del sexismo en la sociedad. La escuela por medio de un currículo oculto continúa perpetuando los estereotipos, de forma muchas veces encubierta.
El sexismo se reproduce y consolida en la escuela mediante varias vías en estrecho Inter-juego: la organización escolar y las prácticas pedagógicas, el lenguaje, el currículo y los libros de texto
El sexismo en la escuela se aprecia en el juego, ya que los niños(as) al entrar en la escuela han interiorizado la mayoría de los modelos de conducta discriminatorios. De ahí que en el juego los niños(as) reproducen espontáneamente los modelos de conducta aprendidos. Las niñas son peluqueras, enfermeras, mamás que cuidan de sus hijos, los niños son pistoleros, bandoleros, policías.
A pesar que los alumnos y alumnas de un mismo grado reciben el mismo contenido, las mismas explicaciones, realizan las mismas actividades, no podemos afirmar que reciban la misma enseñanza. Los libros de texto cultivan todo un código de símbolos sociales que refuerzan la ideología sexista, no explícita pero sí muy eficaz.
En pocas ocasiones las lecturas e ilustraciones reflejan como papel protagónico a las mujeres, son muy pocos los ejemplos donde las mujeres son científicas, deportistas, militares, políticas o simplemente la heroína de una historia, por lo general son enfermeras, maestras, madres, peluqueras, es decir reproducen los estereotipos sociales.
Los textos de historia, dan la idea que la historia se ha hecho por los hombres, las mujeres están relegadas a planos secundarios, por lo general apoyando a los hombres, cuidando los heridos, cosiendo los uniformes, y las banderas.
En la comunicación que se establece tanto entre alumnos(as) y profesores, se obvia la existencia del género gramatical femenino y masculino. Desequilibrando así la equidad lingüística, cuando se utiliza una fórmula, común: el género gramatical masculino para referirse, a individuos de ambos sexos.
Las niñas tienen que habituarse a ocupar un lugar provisional en el idioma, el cual rápidamente le será relegado en cuanto aparezca en el discurso un individuo del sexo masculino.
Es común escuchar en las escuelas expresiones como las siguientes:
En el aula al repartir labores, las niñas son las que limpian, recogen, organizan, los varones sacan la basura, limpian las áreas verdes, cargan las mesas y las sillas., es decir se reparten las tareas teniendo en cuenta las labores tradicionales asignadas por la sociedad a cada sexo. De esta forma se refuerzan los roles tradicionales de lo que debe hacer el sexo femenino y el masculino.
Si se va a realizar alguna actividad por equipos generalmente los equipos se forman de niñas con niñas y niños con niños.
Siempre se espera que las niñas sean ordenadas, limpias, delicadas, inteligentes, preocupadas, estudiosas, curiosas, disciplinadas. De los varones todo lo contrario, que sean indisciplinados, desorganizados, despreocupados, que muestren poco interés por el estudio. En múltiples ocasiones cuando alguna alumna incurre en alguna indisciplina se les regaña de la siguiente forma: las niñas no se portan mal esos son los varones.
El tono de voz que se utiliza no es el mismo para las niñas que para los niños. Se dirigen a las niñas de una manera suave, delicada, tierna, cariñosa; sin embargo el tono utilizado con los niños es fuerte, enérgico, menos cariñoso cariñoso.
Las respuestas positivas, amables, cariñosas son dirigidas a las niñas, resaltando su inteligencia, capacidades, belleza; sin embargo las palabras utilizadas con los niños no gozan de la misma amabilidad, ni ternura. En ocasiones cuando se regaña a las niñas por hacer algo indebido se le expresaban lo siguiente “Las niñas no se portan mal, los que se portan mal son los niños”. Sin embargo al regañar a los niños no se establecen estas comparaciones.
En las actividades que se desarrollan en clases tiene mayor participación las niñas, al responder a preguntas, ir a la pizarra, leer en voz alta, al hacer actividades creativas, recitar. A los niños le daban mayor participación en Matemática y en Educación Laboral donde era necesario la fabricación de algún objeto.
En la investigación anteriormente referida de Miriam Rodríguez Ojeda cuando indagó en el profesorado acerca de las características esenciales que consideraban que deben predominar en el hombre y la mujer, para ser personas plenas, felices y realizadas se constata en las respuestas de los maestros lo siguiente:
En el hombre: “inteligencia, madurez, fuerza, sinceridad, saludable, estabilidad amorosa, tener éxito en las esferas de la vida.”
En la mujer: “ternura, belleza, iniciativa, sinceridad, familiaridad, madre.”
Las maestras respondieron lo siguiente:
En el hombre: “valiente, fuerte, trabajador, caballeroso, inteligente, tener una mujer, sincero.”
En la mujer: “hacer una familia, ser madre, los sentimientos, la dulzura, la delicadeza, ser preocupada, ser amorosa.”10
El sexismo dentro de la escuela no es más que el reflejo de los propios patrones sexistas que tienen las maestras y los maestros y que de una forma consciente o inconsciente, van a reforzarle a sus alumnos y alumnas, dentro del proceso docente educativo que desarrollan en las escuelas
Como consecuencia de esta educación sexista, las personas se vuelven más vulnerables a adquirir alguna el VIH/SIDA. La educación sexista transmite toda una serie de valores culturalmente y socialmente establecidos de los que se espera del comportamiento de un hombre y de una mujer.
Cuando la educación está basada en modelos estereotipados, lo que se aspira para una niña es que sea obediente, aseada, cariñosa, respetuosa, recatada, bien preparada para dirigir con eficiencia el hogar, cumpliendo con el destino de madre y esposa, desempeñando roles asistenciales. Se desempeña en el mundo de la ternura y de la ayuda, volcado hacia la intimidad, la vida privada y la realización de la familia.
Debido a esta educación sexista el sexo femenino se vuelve vulnerable a ser infectado por el VIH/SIDA. Desde el punto de vista biológico las mujeres son más susceptibles que los hombres a infectarse debido al tiempo que el semen permanece dentro de su vagina; las mujeres jóvenes son incluso más sensibles debido a que sus órganos genitales están aún en proceso de maduración y los desgarramientos de sus tejidos ofrecen un fácil acceso a la infección.
Las jóvenes enfrentan más altos riesgos sociales cuando tienen relaciones sexuales porque tienden a predominar las relaciones sexuales con hombres de más edad, lo que incrementan las posibilidades de que sus compañeros sexuales ya estén infectados.
Muchas mujeres tienen acceso limitado a información y herramientas de salud sexual, recursos económicos y educación. Esto las hace extremadamente vulnerables a la infección del VIH. A niñas y adolescentes en los hogares debido a prejuicios y tabúes, se les ofrece poca información acerca de cómo protegerse, de negociar prácticas sexuales menos riesgosas, desconocen las diferentes vías de transmisión del VIH/SIDA, cómo negarse a tener relaciones sexuales cuando su novio o grupo de amiga y amigos la presionan, por lo que no son suficientes los conocimientos que tienen para protegerse a sí mismas contra las infecciones y tienen poca percepción del riesgo de ser infectadas.
Muchas mujeres no reconocen que el comportamiento sexual de sus parejas también las hace correr riesgos. La educación sexista es generadora de sentimientos de culpa, inferioridad y minusvalía por lo que muchas mujeres muestran cierta permisividad hacia las infidelidades de su esposo, porque además socialmente nunca ha sido censurado que un hombre tenga varias parejas.
Tradicionalmente de la mujer se ha esperado que sea subordinada al hombre, que acate sus mandatos, lo cual repercute negativamente en el momento de tomar alguna decisión sobre el uso del condón, negarse a tener relaciones sexuales cuando no las desean. Una mujer educada bajo pautas sexistas difícilmente haya desarrollado una autoestima positiva y tiene limitada su capacidad de decisión.
La dependencia de las mujeres a los hombres, se ha esperado que sea en todos los planos, incluyendo en el económico, lo cual ha convertido a las mujeres en las pobres más pobres del mundo. Esta pobreza hace que muchas mujeres asuman comportamientos de alto riesgo para manejar su situación económica. Por ejemplo, muchas mujeres y niñas participan en "transacciones sexuales", cambiando sexo por comida, ropa o matrículas escolares. Por lo general, hacen esto para sobrevivir o "salir adelante", no solo porque sus opciones actuales son limitadas, sino también porque no se pueden imaginar que es posible una vida mejor.
Sin embargo los niños son educados para que sean inteligentes, fuertes, amantes a los deportes y juegos rudos; que crezcan seguros e independientes, decididos en el amor y la sexualidad, acumulando conquistas femeninas en la misma medida que trofeos deportivos. Se le educa para que desarrollen roles instrumentales y se desempeñen en el mundo de la competencia y de los logros, abierto hacia fuera, hacia la vida pública y la realización social.
Ante estas expectativas educativas el sexo masculino se vuelve vulnerable ante el VIH/SIDA. A los niños siempre se les está preguntado por sus novias y cuando crecen y son adolescentes reciben presiones para que prueben su masculinidad.
Debido a que deben transmitir una imagen de ser un experto en sexo y amores, profundamente erotizado y con derecho a todo tipo de experiencias heterosexuales pre-maritales y extramaritales en los hombres no es sancionado, el cambio frecuente de pareja y es permitido que mantengan varias parejas a la vez.
Esta educación sexista, los hace desarrollar relaciones de poder, subordinación y discriminación con la mujer, por lo que en muchas ocasiones las presionan para tener relaciones sexuales, se sienten con el derecho de ser ello los que deciden el uso de condón, que en la mayoría de las ocasiones, por el sentimiento de prepotencia y superioridad con el que se les educa desarrollan sentimientos de invencibilidad que les hace pensar que no van a ser infectados, y no lo emplean.
Desde pequeños los niños observan a las personas del sexo masculino que los rodea, ingerir bebidas alcohólicas e interiorizan esto como una forma más de demostrar su masculinidad, su hombría y cuando crecen lo convierten en una práctica para su vida. El consumo de bebidas alcohólicas también contribuye a que una persona sea infectada ya que incrementan los comportamientos sexuales riesgosos.
En la investigación realizada por la autora con estudiantes universitarios pudo constatar con relación a su conducta sexual lo siguiente:
Al analizar las respuestas ofrecidas con respecto a sus experiencias en su vida de relación se puede observar que el 100% declara haber iniciado las relaciones sexuales coitales, se aprecia que los varones han sido los que las iniciaron primero. De los que hablaron tener relaciones coitales, solo el 18,5% de las muchachas y el 20,7% de los muchachos reconocen haber utilizado algún anticonceptivo en su primera relación, siendo muy bajo el % que lo utilizó. El 67,4% de las estudiantes y el 48,5% de los estudiantes plantean que utilizan algún anticonceptivo en la actualidad.
Una parte considerable de la muestra refiere tener una pareja sexual, el 53,7% de las muchachas y el 64,6% de los muchachos, propio de esta etapa donde se mantienen por períodos más prolongados una misma pareja.
Sin embargo es llamativo que el 54,9% de las féminas y el 81,3 % de los varones manifiesta que ha tenido o mantiene alguna otra relación además de su pareja habitual, lo cual pudiera indicar la presencia de conductas sexuales de riesgo.
En lo relacionado a exigir el condón en las relaciones coitales el 36,3% de las encuestadas y el 42,2% de los encuestados reconocen que lo exigen, evidenciándose que existe poca percepción del riesgo ante las infecciones de transmisión sexual.
Estos resultados obtenidos, son una evidencia de cómo la educación sexista hace que las personas desarrollen conductas sexuales riesgosas, pues esta educación impide que las personas se preparen para vivir su sexualidad con responsabilidad, incrementando el riesgo de infección por el VIH/SIDA
La educación sexistas prepara a las mujeres y a los hombres para vivir en dos mundos diferentes el del hombre va a ser el mundo de la permisividad y el de las mujeres donde todo es prohibido. Esto va a condicionar que en relación con los estereotipos, los prejuicios, los valores sobre lo masculino y lo femenino con que se hayan educado, las personas definan un comportamiento sexual que en la mayoría de los casos es riesgoso.
Por lo antes expuesto se puede apreciar que la educación de géneros con un carácter sexista, distorsionan la esencia de la sexualidad femenina y masculina, contraponen a los sexos sobre bases de fuerza, poder y discriminación, limitan la libertad de decisión, dan lugar a conflictos intrasubjetivos e intersubjetivos, tienen un efecto normativo-valorativo al reforzar toda conducta que reproduzca el modelo social y al sancionar las que se aparten de él, incrementando el riesgo de infección por el VIH/SIDA.
NOTAS
Bibliografía