Yanni Moreira Rodríguez (CV)
Rider Cobas Floirian (CV)
yanni@imias.cug.co.cu
Resumen
Sabemos ya que el conocimiento es la asimilación espiritual de la realidad de manera objetivamente verdadera, que brota de la búsqueda de la exactitud entre la conciencia y la realidad que refleja.
La valoración es una interpretación subjetiva que se refiere al significado de las cosas o relaciones o aspectos de la realidad que nos circunda. Se diferencia del conocimiento de esas relaciones, cosas o aspectos por su carga de subjetividad, porque no es única y común a todas las personas, porque puede variar de una a otra persona. Ejemplo, mientras los conocimientos sobre computación o Química han de ser los mismos para los habitantes de uno u otro país, las motivaciones, los intereses, el apego, el significado, el fin con que se accede a tales conocimientos varían no solo de un país a otro, sino entre los habitantes de un mismo país incluso de los estudiantes de un mismo grupo.
¿Qué son los valores y qué papel desempeñan en la vida humana?, a esta pregunta clave responderemos en este trabajo.
Palabras clave: Conocer, Manipular, Valorar: Estimar, Transformar
DESARROLLO.
En las condiciones actuales de lucha ideológica la formación de valores adquiere un papel
determinante, ya que constituyen nexos mediadores entre la teoría y la práctica y muestran los niveles alcanzados o no por la conciencia social.
La agricultura requiere soluciones técnicas, gerenciales y organizativas, singulares y particulares en cada localidad, que deberán ser formuladas en el campo a ir a la práctica para solucionar los problemas de la agricultura y de los agricultores.
Por lo que el ingeniero agrónomo se dotará del dominio de la ciencia y de la tecnología agropecuaria y del conocimiento de los procesos de la producción y administración rural, para que esté en mejores condiciones de brindar efectivas y eficientes respuestas a las necesidades concretas de los agricultores. Esta formación tendría una fuerte orientación hacia la producción agropecuaria, al trabajo práctico en el campo y a la solución de los problemas concretos de los agricultores.
El programa de Ingeniería Agropecuaria se basa en la formación de un graduado que no esté limitado para el ejercicio profesional, preparado sólidamente en los principales campos de acción que se presentan en su hacer, capacitado para responder integralmente a los problemas de la producción agropecuaria, tomando en cuenta los aspectos tecnológicos, administrativos y sociológicos que en la misma interactúan.
En la actualidad, y dado que se reconoce la existencia de una crisis medioambiental, los profesionales de la agricultura están llamados a migrar hacia una agricultura con menos impacto negativo en los ecosistemas: agricultura sostenible, conservacionista, biológica y agroecológica. De ahí la necesidad de que la ideas y los valores del ingeniero agrónomo como profesional competente y comprometido con la producción de alimentos, debe contribuir al fortalecimiento de la racionalidad para lograr una participación activa de los ciudadanos, en la toma y ejecución de las decisiones, en la solución de problemas, y tener la capacidad y voluntad para asumir las exigencias que imponen las complejas decisiones de orden cultural, social y tecnológico, así como un conjunto de conocimientos y valores indispensables para entender los códigos de esta transformación.
Si convenimos en que el hombre realiza seis clases de actividades:
De todas estas actividades se denota la importancia de los valores para una rama tan importante como la agronomía que hoy dadas las condiciones actuales que vivimos exige de un personal preparado y capacitado para enfrentar los diferentes cambios del medio donde vive.
El agrónomo debe ser capas de conocer todos los fenómenos relacionado con el suelo y la naturaleza y ser capaz de transformar careadoramente todo su entorno en pos de acelerar el proceso productivo y así contribuir al desarrollo económico y social de su territorio; de ahí la importancia de que cada un de estos valores que se desarrollan en el estén estrechamente relacionados.
Se propicia el patriotismo, que se confirma y se asume en la medida que los individuos adquieren conciencia del significado de patria, a lo que contribuyen las necesidades y exigencias histórico-concretas en forma de compromiso que se explicitan en: sentimiento de cubanía, amor a la independencia; defensa de la justicia social, la unidad nacional y la causa del socialismo; conocimiento de los deberes y derechos sociales y disposición de su cumplimiento consciente; actitud positiva ante el trabajo, espíritu revolucionario, transformador, creativo y optimista; práctica consecuente del colectivismo, el internacionalismo, el latinoamericanismo y la disciplina social. Incluyen los componentes integrados de la dignidad humana, la intransigencia ante todo tipo de dominación extranjera y la solidaridad humana.
Estos valores interconectados con los éticos y culturales en el modelo del profesional conforman el sistema de valores ético-profesionales.
En la preparación del ingeniero agrónomo resulta medular su potenciación como ciudadano, a partir de los requerimientos de la moral profesional. Esta se define como un todo articulador de valores, principios y normas que dan respuesta a la necesidad social de producir alimentos que se convierte en el encargo de la sociedad de la Carrera de Agronomía. Esto se revela en un conjunto de funciones, reglamentaciones y valores específicos matizados por el carácter y contenido de la esfera científico-profesional que evidencian las particularidades del contexto socioagropecuario.
Podemos hablar de valores además en un doble sentido:
Aunque realmente los dos significados de los valores son dos modos de expresar la misma idea en formas diferentes, porque una de la necesidades fundamentales que tiene el hombre que satisfacer en la vida (acepción I) es precisamente, encontrar o crear un sentido u objetivo a su vida (acepción II), Torroella distingue dos acepciones del valor.
Más adelante se refiere a los dos conjuntos de factores determinantes de la formación y jerarquía de valores, que a nuestro modo de ver, se corresponden directamente con las dos acepciones del valor antes reseñadas:
Ambas acciones de los dos conjuntos de factores determinantes, unos los objetivos y otros subjetivos, se entremezclan, se refuerzan y contraponen, resultando de ello la conducta del sujeto, en pro o en contra de los valores.
Todo esto nos permite entrar en una definición del valor como el efecto y resultado de la interiorización de la realidad circundante, que se manifiesta de modo subjetivo como apreciación crítica o aceptativa de esa realidad traducida en motivaciones, intereses, conductas, actitudes y normas de conducta.
En tanto determinan la personalidad del individuo, los valores distinguen al hombre del animal, incluso por el modo de realizar aquellas actividades biológicas básicas elementales como comer, procrear, etc., en que los principios, las normas y las concepciones permean siempre la conducta humana ante la satisfacción de tales necesidades. Es gracias a esa calificación de la realidad, que se llama valoración, que las personas han de comer cuidando de evitar el chasquido de la lengua y el desagradable desorden con que lo hacen los cerdos, o conserva pudores y composturas cuando manifiesta la necesidad del sexo o realiza, en comparación con los perros o de cómo procedía el cavernícola.
Pero los valores elevan al hombre más allá del reino animal de modo que permiten la clasificación de los hombres entre sí, diferenciarlos unos de otros y caracterizarlos con rigor.
Pudiéramos ilustrar con algunas alusiones del pensamiento de Martí, quien escribió ideas muy bellas a este respecto, como cuando dijo que el mundo se divide en dos tipos de hombres: los que aman y construyen, y los que odian y destruyen.
"Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados (...)1
(...) Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarles a otros pueblos sus tierras, no son héroes, sino criminales (...)2
De este modo, Martí distingue sentimientos/valores como el amor y el odio, el decoro; el amor a la libertad que significan el decoro y el heroísmo, el odio a la esclavitud que significa la ambición de poder y el crimen.
¿Cómo ocurre el proceso de formación de valores en la persona?
Al considerar las influencias y acciones que ejercen sobre el sujeto los factores objetivos de las diversas áreas de vida que constituyen el modo de vida y que contribuyen a la formación y orientación de valores vemos que en el hombre recibe influencias de todas sus esferas (familiar, escolar, laboral, amical, social, institucional, comunitaria, cultural) y de la elaboración personal y respuestas que le da el sujeto a esas influencias se va formando en cada persona una concepción del mundo compuesta por un sistema de puntos de vista, de valoraciones y convicciones sobre la naturaleza, la sociedad, el hombre, la cultura y la propia vida, que se va convirtiendo (esa concepción del mundo) en el transcurso de los años, en el núcleo regulador de la personalidad y de la conducta.
De las influencias objetivas descritas se forman, como si dijéramos los valores primarios o más inmediatos: del seno familiar, del grupo escolar o de amigos, del vecindario, por ejemplo, se aprenden y heredan a veces firme y arraigadamente para toda la vida buenas y malas costumbres a tono con las escala de valores que haga el individuo. Por eso para unos robar las cosas de los demás, engañar al prójimo, murmurar de él, utilizarlo, humillarlo, irrespetarlo, molestarlo, son actos moralmente justificados o muy normales, en tanto para otros es un verdadero sacrilegio. Como eje o corazón de la concepción del mundo de cada cual, se forma una jerarquía u orientación de valores, un orden de amores y de odios, de preferencias y rechazos, que imprime un rumbo, dirección o sentido a la vida del individuo.
A partir de estos “valores primarios”, se forman los valores superiores, se forman impulsados por las necesidades humanas espirituales (meta necesidades), y que Torroella relaciona del modo que sigue:
Los valores son un decisivo componente de la cultura. Los principios, las convicciones, los patrones de vida, el sentimiento interior de responsabilidad, del deber, de la ética y de la moralidad, que incluyen el concepto de valor, sirven, en todos los casos como el guardián perenne y seguro de las relaciones humanas cultas. Su rol se aprecia con singular evidencia en la actuación de las personas, en la cual aspectos como, el pundonor, la escrupulosidad, la sinceridad, la honestidad, la conciencia, y otros, garantizan hablando en un ámbito muy amplio, la existencia y la funcionalidad de la sociedad misma y distinguen una comunidad de otras, a un individuo de otros; el valor cualifica a la cultura por tanto a otros rasgos de este concepto desde el punto de vista ético-moral. La cultura es el más integral de los valores.
Moralidad y valor
Martí no escatimaba oportunidad para hacer referencia a este aspecto de la cultura, como cuando escribió: "El que la nación educa, si no aprende para vil, debe, en pago, contribuir a la educación de los demás"; "tengo ante mis ojos La Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso..."; "la pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra"; "un principio justo, desde el fondo de una cueva puede más que un ejército". Incluso en ocasiones enfatizaba tanto el valor que lo resaltaba marcada y enfáticamente: "cuando la mujer culta y virtuosa anima y aplaude y unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible".
Los progresos humanos en materia de cultura no pueden medirse sin tener en cuenta la elevación moral de los ciudadanos y su superación ética. Una época histórica y una civilización se distinguen de otra siempre por los valores que han atesorado en su cultura. Los lemas de "igualdad, libertad y fraternidad" propugnados por la Revolución francesa, aun con las limitaciones burguesas que tan sólo muy ulteriormente les fueron atribuidas, conmovieron al mundo e iniciaron una nueva era en la historia de la humanidad; todavía hoy se recuerdan los postulados de la ilustración en que la carga ética es la principal característica del discurso.
Hay otro componente de la cultura muy próximo al valor, que es la voluntad. Está referida a cualidades de las personas, como: el tesón, la entereza, el ahínco, la pasión, el entusiasmo, el ímpetu, el deseo, el ánimo, la decisión, la firmeza, y otros que reflejan siempre la fuerza, la energía con que se acometen las obras. Posee un vínculo efectivo con los valores, tanto que a veces suele entenderse la voluntad como un valor, pero mientras el valor caracteriza la legitimidad de lo que se hace y lo justifica ante el actuante, la voluntad acude a la dinámica, al ritmo y a la fortaleza de la acción, a la resolución para iniciarla y llevarla a término. Muchas veces existe la convicción de actuar de cierto modo o de realizar una obra, más cuando se la emprende y tropieza con dificultades de consideración, entonces aparece el desestímulo y el consiguiente abandono de lo iniciado; de modo que así se pueden diferenciar estas dos dimensiones.
En la literatura, y en la historia aparecen pasajes realmente bellos que nos ofrecen lecciones de voluntad. Por sólo citar algunos, recordemos la hazaña de Maratón, quien poseído por el afán de llegar a la meta para llevar la información realizó un esfuerzo tan grande en la carrera que tras la información cayó muerto. En nuestra historia patria vibran de emoción nuestros corazones cuando recordamos a Maceo protestando y luchando solo en el oriente cubano, cuando todas las fuerzas mambisas habían capitulado, o la célebre respuesta del Mayor a la pregunta ¿Con qué cuenta Ud. Para hacer la guerra? ¡Con la vergüenza de los cubanos!; la de Almeida en Alegría de Pío: ¡Aquí no se rinde nadie!, ¡C... !; o la expresión de Fidel en Cinco Palmas: ¡Ahora sí ganamos la guerra!; y tantas otras que permean siempre la cultura de que se trate, la caracterizan e identifican entre otras.
Si el sello en la realización de las obras humanas viene dado por la intensidad con que son emprendidas, se puede decir, con entera libertad, que no hay cultura posible al margen de la vehemencia, del fuego y del arrojo (de la voluntad) con que los otros elementos constitutivos de la cultura se sostengan. No hay nada que decir, por ejemplo, de las personas ni de los pueblos que no tienen pasión, que no tienen firmeza, aún teniendo historia, como se ha puesto de manifiesto; esos pueblos y esas personas, renuncian a su historia y a su cultura. De aquí resulte tan recurrente la sentencia de Fidel en los términos de que “Los que olvidan su historia corren el riesgo de volver a vivirla”.
Los hábitos humanos tienen un vínculo directo con los valores para que la cultura sea efectiva, real, sólida. Incorporar a la esfera de los hábitos buenos modales, composturas adecuadas, adquirir buenas maneras de conducirse, es la garantía de que los valores estén presentes en todos los actos humanos en todas las circunstancias, momentos y lugares. Es la única forma de poder fiar en una actuación sin dobleces, con sinceridad y transparencia; de que aun en condiciones de soledad se continúe procediendo como si hubiese jueces presentes.
Este requisito de la cultura, consistente en la imbricación necesaria de hábitos y valores tiene particular importancia, en los casos de personas cuya función es realizar actividades de servicio al pueblo cuya preparación previa no es visible por los destinatarios, por lo que ellos no pueden juzgar acerca de los requerimientos en el proceso de preparación. Un ejemplo de ello está en los elaboradores de alimentos, quienes deben prepararlos teniendo en cuenta ciertas reglas de higiene y normas tecnológicas; ¿sería posible la actividad comercial gastronómica si no confiamos en que la conciencia de los que nos venden un refresco o nos sirven una cena han fregado bien el vaso y han protegido lo que vamos a ingerir de las moscas y los roedores?. Y si algún consumidor inconsciente esgrime aquí aquello de " lo que no mata engorda" y "ojo que no ve corazón que no siente", es la señal más palmaria de que no ha comenzado a remontar la cuesta de la civilización, de que permanece aún en el reino dominio animal, donde tan sólo en las fábulas más benévolas aparecen atisbos de eso que llamamos cultura. Por el contrario, si nuestro elaborador realiza un examen de conciencia en el sentido de si puede por hábito, a solas, sin el control de otros, cumplir con las normas requeridas, entonces tendría derecho a decir: "tengo ese valor, tengo ese hábito, tengo esa cultura".
Se comprende claramente el nexo existente entre la moralidad y el valor, cuando a cada paso en el tratamiento del segundo se acude y se menciona a la moralidad. ¿Tendrán alguna diferencia, o se identifican?
Sería erróneo identificarlos, si bien, están en interconexión estrecha, como se ha dicho y se advierte. Pero la moralidad se distingue porque es sancionada por la opinión pública, ella rige y actúa más bien por el constreñimiento que la sociedad, el colectivo impone aunque a diferencia del Derecho no aparecen sus preceptos en un código legal de obligatorio cumplimiento, sino que más bien, es la opinión pública quien lo sanciona. En el caso de la moralidad existe ese juez que se llama sociedad, los demás, que evalúan la conducta de las personas. Cuado se dice que una persona no tiene moral, ello significa que ha transgredido flagrantemente y conscientemente las normas sociales y que para nada le importa haberlo hecho o continuar haciéndolo.
La acción y la presencia de los valores se aprecia allí donde no hay jueces, allí donde la conciencia y la interioridad espiritual de la persona es su consejera y evaluadora.
Es poco probable, sin embargo, que una persona transgresora de las normas morales de su sociedad con alevosía y conciencia de ello pueda catalogarse como propietaria de valores elevados. De modo que resulta también imposible tal vez separar rígidamente el valor de la moralidad, pero en cuanta convicción, sentido de la vida, criterio o parámetro para la tasación de la personalidad humana, el valor se halla en un ámbito más amplio y superior a la moralidad y la gobierna. Tanto es así, que una conducta moral o inmoral está siempre regida, correspondientemente, por una escala de valores que la ampara unívocamente; la justificación moral para ciertos actos inmorales hallan su auspicio en ciertas convicciones negativas o en carencias de elementos que dan un sentido positivo a la persona en cuestión, lo mismo que los sentimientos de remordimiento, de culpabilidad, de arrepentimiento, los cargos de conciencia, etc., son manifestaciones de valores en el individuo con arreglo a los cuales la persona misma se pondera ante una acto (inmoral) por ella cometido, y que no se aviene al sistema de valores de que es portador. Sólo así es reconocido el acto como un error, como una acción que contrasta con la interioridad de la persona, que le mortifica, deprime y le quita el sueño.
De manera que el sistema de valores de las personas rige su conducta moral, de tal modo que no raras veces se comporta el individuo tozudo de él armado, y trasgresor de ciertos patrones morales a los que ha venido obedeciendo sin la suficiente sedimentación en su sistema de valores. Hay autores, como el escritor rumano Panait Istrati, que en su obra Codine atribuyen a esa escala de valores alguna procedencia u origen misterioso no explicable racionalmente:
“Habrá podido venir al mundo sobre un montón de estiércol, vivir entre los golfos y permanecer iletrado toda la vida aquel (...) que en el crisol misterioso de las concepciones ha recibido los tesoros del pensamiento y de los sentimientos elevados, y siempre será un pensador y un foco de eminente existencia.
El destino de un hombre no es otra cosa que su propia personalidad, y se manifiesta desde la cuna” (P. 103).
Vale mencionar en este punto como ejemplo, el caso del capitán Sarriá quien negóse al asesinato de Fidel, sorprendido por las tropas bajo su mando tras el Asalto al Moncada alegando “las ideas no se matan”.
Los profundos valores que inspiraban al General Maceo hicieron abortar un plan urdido por algunos mambises para asesinar al General español Arsenio Martínez, pese a ser su más ferviente enemigo, con la convicción de que el adversario capaz de ajusticiar al enemigo en el campo de batalla no lo asesina por la espalda.
El sistema de valores de un pueblo de una comunidad, inspira los ideales, a las ideas. Es imposible que ideales válidos y trascendentales puedan erguirse sobre valores negativos o endebles. Juntos determinan las transformaciones sociales pertinentes en cada momento histórico. Conocido es de Martí la expresión de que “un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”, o “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”, que gala de que las convicciones legítimas.
Parece una regularidad de esas transformaciones el que comiencen por individuos aislados, tal y como lo entendía Martí:
(...)Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto (...) El corazón se llena de ternura al pensar en esos gigantescos fundadores. Esos son héroes, los que pelean hasta hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad.3
Los ideales adquieren tal nominación solo cuando tienen como pedestal semejante sistema potente de valores, pero no basta la legitimidad o la autenticidad de una idea para arrastre de por sí a las masas, que son la verdadera fuerza motriz, creadora de la historia, de las transformaciones sociales. Es preciso que esas ideas justas y tal vez de unos pocos se conviertan en ideas de pueblos, es entonces cuando adquieren el rango de ideales, de directrices motivacionales, guía e inspiradora de las masas, móviles de las transformaciones sociales.
El Dr. Carlos Rafael Rodríguez nos muestra “que los valores son atributos conformados históricamente, que el ser humano le otorga a sus productos sociales en función de su utilidad. Estos están determinados en última instancia por un prisma ideológico cultural que el momento histórico social impone”.
Resulta interesante, ya que nos destaca en la conformación de los valores dos momentos, lo histórico social y el ideológico, aquí profundiza en el análisis al ver al hombre en el desarrollo histórico social como ente transformador, que define su posición ideológica, sus intereses, y que en su quehacer va incorporando sentimientos valorativos que van respondiendo a sus intereses clasista, por lo que podría incorporar valores revolucionarios o por el contrario valores reaccionarios por lo que estoy de acuerdo con él.
Es decir, procesos, acontecimientos de la vida social y las necesidades e intereses de la sociedad en su conjunto donde la conducta, idea, tendencia como resultado de la actividad humana, que hace que favorezca u obstaculice el desarrollo progresivo de esta; los valores subjetivos, es cuando esa significación social que constituyen los valores objetivos se reflejan en la conciencia individual y colectiva de los miembros de la sociedad, es cuando cada sujeto social conforma su propio sistema subjetivo de valores que puede corresponder en mayor o menor grado con los valores objetivos. Esto depende de los intereses particulares del sujeto, con los intereses de la sociedad, pero también están en dependencia de las influencias educativas; estas tienen función reguladora; los valores instituidos que son los valores que la sociedad organiza y funciona en un sistema de valores oficialmente instituidos.
Este parte de la ideología oficial de la política interna, externa, normas jurídicas, derecho, educación formal.
Por lo que la formación de valores incluye todas las esferas donde el individuo acciona, en las condiciones histórico concretas que vive hoy nuestro país resulta de vital importancia trabajar por su desarrollo y no por su destrucción, contrarrestar la crisis de algunos valores con el trabajo mancomunado de todos los factores que inciden en esta formación: la familia, la escuela, el colectivo estudiantil y laboral, las organizaciones sociales, la comunidad y los medios masivos de comunicación.
Conclusiones.
Bajo regios ideales de justicia social, de humanismo, de solidaridad, de libertad forjados a lo largo de nuestra historia y tomados de los valores y sentimientos más elevados de la humanidad ha triunfado, resistido y se ha repuesto nuestra revolución cubana, hemos sido capaces de poner a producir, todo pedazo de tierra sin cultivar y solo gracias al tesón el decoro y la interesa de los representantes de esta tan importante rama como es la agronomía. De esto se infiere que, no solo para las transformaciones sociales, sino también para su sostén frente a los embates del enemigo, son también útiles las ideas: Por eso, a la máxima martiana de que “hasta después de muertos somos útiles porque servimos de bandera”, o a palabras tan originales y orientadoras como: “hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se mira sobre sus cuerpos, y que no se teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra”, hoy agregamos lo de que “ideas claras conservan revoluciones”.
Bibliografías.
Referencias bibliográficas.
José Martí, Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo XII.p: 175
José Martí, Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo II. p: 92.
Ahora, bien quisiera destacar los análisis y aportes realizados por la Dra. Esther Baxter y Nancy Chacón que abordan los valores dándole una connotación educativa - formativa, valorando el papel que juega la escuela en la conformación de la personalidad de las nuevas generaciones.
La moral debe verse como función gnoseológica y sociológica, debe interpretarse y asumirse como concepción del mundo donde los individuos hagan suyos principios, valores y normas establecidos por la sociedad y lo más importante es que lo incorpore a su actuación.
Los valores son normas, ideales y principios de acción que constituyen un medio de orientación y regulación de la actividad humana como expresión del reflejo valorativo de la realidad.
Son normas o reglas de conducta expresada en la manera con que las personas gobiernan su vida y dirigen sus acciones, está muy vinculado al orden social.
Ahora bien la formación de valores es un proceso lento, objetivo y con una dinámica ascendente en él intervienen numerosos factores y condiciones como ya hemos expresado.
De esta forma la formación y transmisión de valores se convierte en un aspecto
imprescindible. En la actualidad se habla de Crisis de valores o pérdida de valores, estas proceden en momentos convulsos de rompimiento, ya sean positivos o negativos.
La Crisis del Socialismo y con ella la existencia de un mundo unipolar puso en crisis sin duda nuestro sistema de valores, trajo inseguridad, sentimiento de pérdidas de validez de aquello que se consideraba valioso y pudo cambiar de lugar la posición de los valores, otorgársele mayor prioridad a valores negativos para nuestra sociedad como el egoísmo, la deshonestidad, el individualismo, el consumismo incluso provocar la práctica de conductas distintas como la doble moral.
2 José Martí, Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo XII. p: 175
3 José Martí, Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Tomo II. p: 92