Lucicleide de Souza Barcelar (CV)
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Resumen
El presente estudio se ha propuesto investigar la dimensión emocional del conflicto interpersonal, así como su relación con la posición social que el individuo ocupa en el grupo y el comportamiento. Comprendemos que las emociones pueden originarse en una situación conflictiva interpersonal pero a la vez ejercen una notable influencia en el comportamiento del individuo y su prestigio en el grupo, teniendo en cuenta que las emociones están en la raíz de los conflictos e influencia todas las esferas del desarrollo social y humano. Para la concretización de este estudio, utilizamos la metodología bibliográfica, en que revisamos una vasta literatura.
Palabras clave: conflicto interpersonal, comportamiento emocional y dimensión emocional.
INTRODUCCIÓN
La conflictividad interpersonal, es tema de destaque en los medios de comunicación. A menudo se lee en los periódicos o se escucha en las telenoticias, casos de violencia, teniendo como implicados jóvenes con edades cada vez más tempranas.
Muchos de estos casos empiezan con un malentendido, o como lo entendemos como un pequeño conflicto interpersonal, que desborda y genera una situación tensa, llegando a menudo a actos de violencia. Normalmente estas situaciones suelen está relacionado a la falta de auto-control, ansiedad, agresividad, falta de empatía…Déficit de alguna dimensión de la competencia emocional.
Por otro lado, la posición social que el niño ocupa ha sido un tema de gran interés por parte de los científicos de las ciencias sociales y humanas, en que se busca averiguar la aceptación, o rechazo por parte de los iguales. En este sentido las técnicas sociométricas sirven para medir la posición del individuo en el grupo. Vemos que los niños populares, rechazados, ignorados, controvertidos o polémicos son niños que presentan unas destrezas emocionales que en el proceso de interacción con el grupo de iguales son valorados de forma positiva o negativa.
METODOLOGIA
Caracterizamos nuestra investigación bajo el enfoque cualitativo. Por este motivo, realizamos una revisión bibliográfica en que trabajamos los principales autores del tema en cuestión, con la finalidad de desarrollar un estudio exploratorio.
LA DIMENSIÓN EMOCIONAL DEL CONFLICTO INTERPERSONAL
Es frecuente que en un dado contexto, surjan conflictos interpersonales cargados de emociones. Sabemos que los sujetos implicados tienen sus propias percepciones y las asumen como si fueran únicas. Las emociones están en la raíz de los conflictos, Muldoon (1998: 30) afirma que cuando el individuo se deja llevar por la pasión, nuestros sentimientos más poderosos emergen a la superficie de las aguas emocionales: la cólera, la furia, la lujuria, el deseo, el amor ciego, el odio vivo. La pasión es la fuente de energía más primitiva de la existencia humana. No se atiene a las reglas de la razón y del auto-control. La pasión es apremiante, primaria, poderosa. La ansiamos hasta los tuétanos y, no obstante, nos resistimos a ella con toda nuestra voluntad.
Desde el ámbito emocional, las emociones pueden originarse en una situación conflictiva pero a la vez ejercen una notable influencia en el surgimiento, desarrollo y resolución de las mismas. Filley (1985: 24) considera en este sentido que “los sentimientos y las actitudes, al igual que las percepciones pueden crear conflictos en donde elementos racionales no sugerirían que deberían surgir; aunque los sentimientos y las actitudes también pueden evitar conflictos en donde se esperaría que los hubiera”.
Las conductas agresivas, como se acostumbra a denominar las actuaciones conflictivas, son provocadas por sentimientos de ira. Este es un sentimiento relacionado con el deseo insatisfecho, y procede de la frustración. Parece que el desarrollo de la capacidad de frustración es muy importante para el aprendizaje. Los que carecen de ella evitan cualquier situación nueva por que no la controlan y les provoca furia (Gómez Mayorga: 2004: 19).
Contra la ira, propone Goleman (1999) desarrollar la empatía. En la medida que comprendamos los sentimientos de los demás y su comportamiento, estaremos dispuestos a cambiar nuestra actitud y a controlar nuestros enfados (Gómez Mayorga: 2004: 20).
POSICIÓN SOCIAL Y COMPORTAMIENTO EMOCIONAL
La posición social que el niño ocupa ha sido un tema de diversos estudios, en que se busca averiguar la aceptación, o rechazo por los iguales. En este sentido las técnicas sociométricas sirven para medir la aceptación o no aceptación de los niños por parte de sus iguales.
Las técnicas sociométricas producen cuatro categorías diferentes de aceptación social: niños populares, los cuales consiguen muchos votos positivos; niños rechazados, los cuales resultan activamente antipáticos; niños polémicos, los cuales consiguen un gran número de votos positivos y negativos; y niños ignorados, los cuales raramente son elegidos, positivamente o negativamente Berk (1999).
En este sentido, a continuación recogemos los principales grupos sociométricos y sus características, basado en el trabajo de Asher y Parker (1987) citado en Jiménez Hernández (2000):
Como podemos percibir los niños aceptados presentan buenas habilidades emocionales, tienen una buena conducta pro-social y establecen buenas relaciones interpersonales. Mientras que los niños rechazados suelen presentar más bien escasas estas habilidades, tienen más bien una conducta ante social, no respetan las normas y los esquemas sociales y eso refleja en la dificultad de relacionarse con los demás.
En este sentido, el rechazo sociométrico, según se ha puesto de manifiesto en una considerable cantidad de trabajos, se presenta conforme Jiménez Hernández (2000: 44) como uno de los marcadores más importantes de inadaptación social indicando un elevado riesgo de dificultades escolares y de un amplio rango de problemas de salud mental. De este modo, los niños abiertamente agresivos puede que a los diez u once años ya se les describan como antisociales. Pronto se les comienzan a considerar una amenaza en la clase y en el colegio. Son niños que son soportados en el colegio esperando pacientemente hasta que lo abandonan.
Los niños rechazados en general, manifiestan un comportamiento socialmente negativo, que podemos categorizar desde dos grupos:
-Niños rechazados-agresivos: Muestran severos problemas de conducta, alto niveles de conflictividad, hostilidad y comportamiento hiper-activo, distraído e impulsivo. Además tienen deficiencias en diversas habilidades socio-cognitvas, aspectos apuntados por Crick & Ladd (1993), Decovic & Gerris (1994).
-Niños rechazados-introvertidos: Son pasivos y socialmente difíciles. Se mantienen solos, mantienen expectativas negativas por cómo los tratarán los iguales, y están muy preocupados sobre ser despreciados y atacados (Bierman, Smoot & Aumiller: 1993), (Rabiner, Keane & Mackinnon-Lewis: 1993) y (Stewart & Rubin: 1995).
Podemos concluir que los niños populares, rechazados, ignorados, controvertidos o polémicos son niños que presentan unas destrezas emocionales que en el proceso de interacción con el grupo de iguales son valorados de forma positiva o negativa.
Castro (2005: 11) investigaciones recientes sugieren que la adaptación emocional-social de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía deben ser estimulados en diversas oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez.
Unos de los aspectos más importantes a tener en cuenta en los niños y que contribuye al desarrollo cognitivo y social y el grado de efectividad con que actuamos luego como adultos, es el de las relaciones entre iguales. Hartup (1992) estableció que <<[...] el mejor indicador en la niñez de la adaptación en la vida adulta, no son las notas escolares, ni el comportamiento en clase, sino la capacidad con la que este niño se relaciona con otros niños. Los niños que generalmente no son aceptados por otros niños, que son identificados como agresivos o destructores, que son incapaces de sostener una relación estrecha con otros niños y de ubicarse en la cultura a la que pertenecen sus demás compañeros corren serios riesgos.>>
Estos riesgos pueden ser: salud mental disminuida, abandono escolar, bajo rendimiento, dificultades escolares de diversos tipos y posteriormente historial laboral limitado. Ya que el desarrollo social del niño comienza al nacer y luego durante la etapa preescolar avanza rápidamente, es muy importante que los programas de educación para la niñez, incluyan oportunidades para el juego social espontáneo ya que a través del juego simbólico los niños pequeños se desarrollan en lo social e intelectual.
Según Jiménez (2000) es bastante probable que el comportamiento social de los niños altamente emocionales, que fácilmente se emocionan en exceso, sea poco competente en situaciones conflictivas o provocadoras de emociones negativas como la ira o la ansiedad. En este sentido la autorregulación es una dimensión de la competencia emocional definida como la habilidad para manejar las propias acciones, pensamientos y sentimientos de un modo flexible y adaptativo a través de una variedad de contextos, tanto sociales como físicos Saarni (1997).
Jiménez (2000: 62) comenta que un niño o niña se sobre exciten emocionalmente en una situación social depende de al menos, dos factores:
Autores como Jiménez (2000), Díaz-Aguado (2002), Gómez Mayorga (2004) entre otros…
Coinciden en señalar que el déficit de las competencias emocionales está en la base de todos los conflictos. Los conflictos se originan en una fuerte emotividad, irritabilidad, cólera, la falta de capacidad para regular estas emociones, comprender los sentimientos y punto de vista del otro, auto-controlar la conducta, etc.
Entendiendo que las emociones están en la raíz de los conflictos, Torrego (2000: 37) preconiza que <<las situaciones en las que dos o más personas entran en oposición o desacuerdo porque sus posiciones, intereses, necesidades, deseos o valores son incompatibles, o son percibidos como incompatibles, donde juegan un papel muy importante las emociones y los sentimientos, y donde la relación entre las partes en conflicto puede salir robustecida o deteriorada en función de cómo sea el proceso de resolución de conflictos>>.
Como consecuencia de estas emociones tan poderosas el ser humano se torna débil, y muchas veces huye toda su capacidad de razonar frente a situaciones tan complejas, generando conflictos. Entonces es cuando necesitamos más que nunca manejar bien nuestras competencias emocionales.
Unas buenas competencias emocionales se refieren a comprender los propios sentimientos y emociones, empatía, autorregulación, expresión emocional, etc. Lo que atenúa el conflicto. En este sentido, según Jiménez (2000) el manejo del estrés, de la ansiedad y de las situaciones que induce a enfado o ira son capacidades que los niños deben de poseer para funcionar eficazmente en sociedad. Para solucionar con éxito los problemas interpersonales que surgen en las situaciones que provocan estas emociones, los niños deben ser capaces de regular y moderar sus respuestas emocionales. Si no es así, puede que el niño poseyendo las habilidades de toma de decisión y de comportamiento para funcionar adecuadamente en situaciones “frías”, falle en situaciones emocionalmente “calientes” por falta del suficiente auto-control emocional. Incluso, diversos estudios sitúan el bullying como una manifestación de las malas relaciones interpersonales entre los alumnos en el aula, aspecto que hace referencia a la falta de empatía, auto-control, habilidad social, dimensiones relacionadas con la competencia emocional (Díaz-Aguado, 2002).
CONCLUSIONES
De todo lo expuesto, comprendemos que no se debe dejar de llevar en consideración la dimensión emocional del conflicto interpersonal ya que entendemos que todos los aspectos están relacionados y al mismo tiempo ínter ligado por esta dimensión.
Con todo, Sala (2002) comenta que tanto el origen de las conductas agresivas como en el de sus “antídotos” encontramos como elemento común las emociones. Es por ello que atender al desarrollo emocional es la mejor prevención primaria antes de que se produzcan problemas de agresividad, conductas antisociales o multitud de trastornos emocionales. Puesto que durante el conflicto se ponen en juego la existencia de estas competencias emocionales (comprender los propios sentimientos y emociones, empatía, autorregulación, expresión emocional, etc…).
Para finalizar, comprendemos que el conflicto interpersonal constituye una situación excelente para desarrollar las competencias emocionales de forma significativa para quien los vive. De esta forma es una oportunidad para la socialización de las emociones, lo que refleja en un mejor desempeño del comportamiento emocional y por consecuencia una mejora en la posición social del individuo en el grupo.
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