Reinaldo Castillo Carballo (CV)
reynaldocc@uclv.edu.cu
Leynier Chacón Estrada (CV)
leynw@uclv.edu.cu
Centro Universitario Municipal de Sagua la Grande
RESUMEN:
Este trabajo aborda, desde una perspectiva materialista un análisis de las variadas clasificaciones que históricamente ha recibido el pensamiento de José Martí acerca de su filiación a diversas escuelas o doctrinas filosóficas, así como una valoración de las influencias socioculturales que condicionaron su religiosidad.
INTRODUCCIÓN
La vida y la obra de José Martí han sido objeto de estudio por parte de varias generaciones de investigadores durante más de un siglo. La vigencia y universalidad de su pensamiento y su práctica revolucionaria, por su profundo espíritu humanista y desalineador se han convertido en un referente de trascendencia para todos los tiempos en la lucha de hombres y pueblos, contra los poderes o fuerzas hostiles a la dignificación plena de la actividad humana en su legitima y hoy revitalizada aspiración de edificar un mundo mejor posible.
Históricamente la reflexión en torno a las doctrinas del Maestro acerca de la política, la ética, la creación literaria y el pensamiento estético han ocupado importantes espacios en diversas esferas de las Ciencias Sociales y de la cultura en general. Los múltiples y variados enfoques e interpretaciones realizados sobre su ideario abarcan prácticamente todas las formas de la conciencia social, dando lugar a una amplia y heterogénea producción literaria, condicionada en ultima instancia por las perspectivas, intereses o filiaciones clasistas, ideológicas, filosóficas o culturales de los investigadores. Existe sin embargo, una vertiente del pensamiento Martí ano que resulta particularmente polémica en el debate académico; se trata del estudio, interpretación o clasificación de la religiosidad Martí ana.
DESARROLLO
Necesariamente, cualquier aproximación objetiva al estudio de la religiosidad o el laicismo del Maestro debe partir,- a nuestro juicio,- de las causas y circunstancias histórico- concretas y culturales que condicionan su pensamiento filosófico y su practica a través de una periodizacion que facilite la comprensión de la dialéctica presente en el proceso de evolución y radicalización de su ideario y de su obra. Aunque en ese sentido se han realizado múltiples estudios, los resultados se estas investigaciones son, en general contradictorios.
En un minucioso estudio realizado recientemente por el investigador Dictinio Díaz, refiriéndose a las clasificaciones históricamente aplicadas al pensamiento filosófico martiano expone:
´´ se han emitido casi todas – por no ser absolutos- las respuestas posibles y existe un espectro tal de opiniones que van desde argumentar que fue un filósofo sin más, o un filósofo sin Filosofía, u otras que lo niegan rotundamente. En cuanto a su adscripción a una u otra corriente o escuela filosófica, la clasificación se mueve desde ubicarlo como deísta o fideista, pasando por todas las formas posibles de idealismo hasta materialista científico-cultural o materialista en ciernes” (1).
A nuestro juicio esto sucede porque Martí no fue un filósofo en el sentido convencional de la palabra, no desarrolló sistemas teóricamente fundamentados sobre temas filosóficos tradicionales, ni creó una escuela o corriente de pensamiento. Aunque expuso reflexiones filosóficas sobre problemas ontológicos, gnoseológicos y axiológicos, no lo hizo utilizando la terminología filosófica tradicional ni se adscribió de manera particular a ninguna escuela o tendencia de manera sistemática. No obstante, si consideramos que las doctrinas Martí anas están condicionadas por la interpretación magistral de la realidad de su época, por el análisis de las causas históricas de esa realidad y por su estrecha vinculación con las circunstancias, intereses, necesidades, aspiraciones políticas y socioculturales contenidos en su proyecto de emancipación humana, entonces, podemos asegurar que Martí es un paradigma de la Filosofía latinoamericana. Al respecto, suscribimos el criterio de Antonio Martínez Bello cuando expresó: “ muchas de sus frases consagradas constituyen preceptos que tienen rigor de vigencia en la conciencia de los cubanos y hasta diríamos que en muchos de los hombres de América y del mundo. Por consiguiente, esos puntos de vista, por su consecuente vibración ética y su profunda racionalidad y humanismo, asumen irrecusable jerarquía filosófica”.
Sus Juicios Filosóficos, no constituyen un referente exclusivo para evaluar la complejidad de su pensamiento sobre este campo del saber. Su ideario relacionado con temas filosóficos está diseminado prácticamente en toda su extensa obra literaria. No obstante, el hecho de haberse licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza en 1874 y haber impartido clases de Historia de la Filosofía en la Escuela Normal de Guatemala entre 1877 y 1878, mas las referencias contenidas en sus obras sobre temas filosóficos clásicos, permiten asegurar que El Maestro fue un conocedor de esta ciencia, y que, si su producción literaria en este campo es limitada, se debe en gran medida, a que Martí le confiere máxima prioridad en su vida, su tiempo, su pensamiento y su práctica a la misión suprema que se impuso; el proyecto emancipador cubano y latinoamericano.
Por otra parte, ha existido una marcada tendencia por parte de los investigadores a clasificar de manera absoluta el pensamiento filosófico Martí ano, de una manera tan categórica que se cae con frecuencia en un lamentable reduccionismo al ignorar la formidable universalidad de un ideario que, por su extensión, profundidad y alcance, rebasa el estrecho marco de un concepto o una categoría. El pensamiento filosófico Martí ano, aunque tiene necesariamente las inevitables influencias ideológicas, políticas, filosóficas y socioculturales cubanas y universales, con las cuales hay elementos de ruptura y continuidad, es en esencia tan original y creativo, que a nuestro criterio, cualquier intento de enmarcarlo en una categórica clasificación sin un estudio definitivo, aún por realizar, sería como recortar las alas a un ave para ajustarla a las dimensiones de su jaula.
En los estudios realizados sobre el pensamiento filosófico de José Martí, en sentido general, la inmensa mayoría de los investigadores considera que ante el problema fundamental de la filosofía en su sentido ontológico, el Maestro se identifica con el Idealismo, pero al determinar el tipo de Idealismo presente en sus doctrinas, nuevamente surge un espectro de variantes tan amplias como contradictorias.
Antes del triunfo de la Revolución una parte de los estudiosos del pensamiento Martí ano utilizó su adscripción al Idealismo filosófico con el deliberado propósito de minimizar su pensamiento revolucionario, tergiversar su proyección ideológica y resaltar la espiritualidad, la ética y el humanismo presentes en su ideario para presentar desde posiciones fideístas, irracionalistas y espiritualistas un Martí santificado, conciliador, utópico y romántico. Parafraseando a Marinello: “... los voceros letrados del régimen entreguista nos dieron un Martí iluso y seráfico, el Apóstol de Cuba, el Santo de América (...)”. El Idealismo filosófico de Martí fue clasificado como: hegeliano, subjetivo, ecléctico, místico, romántico, Kantiano, dualista antropológico, espiritualista, positivista y estoico. En el período pseudo republicano, los representantes más radicales de la intelectualidad cubana de izquierda asumen el rescate y revaloración del pensamiento revolucionario del maestro, destacándose en este empeño Julio Antonio Mella, Juan Marinello, Blas Roca, José Antonio Portuondo, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier, Emilio Roig de Leuschering, Julio Le Riverend, entre otros.
Con el triunfo de la Revolución en 1959 y la radicalización del proceso, los voceros de la contrarrevolución manipulan y vulgarizan la herencia ideológica Martí ana, esgrimiendo su Idealismo como fundamento de contradicción irreconciliable con la ideología materialista del proceso revolucionario cubano y deformando su pensamiento democrático-revolucionario y antimperialista así como cualquier expresión de afinidad de las doctrinas del Maestro con la Revolución. El pensamiento filosófico de Martí fue “interpretado” frecuentemente a partir del análisis metafísico de citas descontextualizadas en correspondencia con intereses políticos o ideológicos, manipulando y vulgarizado sus doctrinas para fundamentar las filiaciones clasistas o espirituales de los investigadores en detrimento de la objetividad científica.
Es a partir del triunfo revolucionario de 1959 cuando se inicia una nueva etapa de estudio, rescate y masiva divulgación del legado revolucionario del Héroe Nacional, se editan sus obras completas, se crean programas e instituciones como el Centro de Estudios Martí anos, así como otros espacios y publicaciones que han generado una profusa y diversa producción literaria e importantes aportes a la investigación y difusión del ideario Martí ano en general. Sobre el tema que nos ocupa, son autores de obligada referencia Armando Hart., Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier, Mirta Aguirre, Luis Toledo Sande, Antonio Martínez Bello, Pablo Guadarrama y muchos otros destacados investigadores cuya enumeración es imposible en el reducido marco de este trabajo. No obstante, para que se tenga una idea aproximada de la divergencia de criterios que genera el estudio y clasificación del pensamiento filosófico Martí ano, aun a partir de investigaciones rigurosas y documentadas, y utilizando como referencia el mencionado trabajo de Dioctinio Díaz, ofrecemos una breve panorámica sobre las tendencias o escuelas de pensamiento filosófico predominantes en Martí, según la perspectiva de un grupo de autores, antes y después de 1959.
AUTORES CLASIFICACION (antes de1959).
Ángel Cesar Pinto Hegeliano, Idealista,
Subjetivo, Ecléctico
Carlos González Palacios Místico.
Juan Marinello Místico.
Juan Marinello Romántico.
Medardo Vitier Kantiano, Dualista, Espiritualista.
Sergio Aguirre Espiritualista.
Jiménez Gruñón Romántico, Positivista.
Miguel Jorrín Estoico, Trascendentalista.
Antonio Martínez Bello Tendencia al Materialismo
AUTORES CLASIFICACIÓN.(después de 1959)
Carlos R. Rodríguez Idealista.
Noel Salomón Espiritualismo religioso.
Idealista Liberal.
Idealista Practico.
Dualista.
AUTORES CLASIFICACIÓN.(después de 1959)
Adalberto Ronda Idealista Objetivo
A.Martínez Bello Evolución al Materialismo.
Oleg Ternovoi Materialista por tendencia y fundamento
Gaspar Jorge García Galló Materialismo Histórico (económico-político).
Juan Mier Febles Marxista-leninista.
Felipe Sánchez Linarez Marxista-leninista.
En los numerosos estudios realizados sobre las principales influencias recibidas por Martí de la cultura política y filosófica, tanto cubana como universal, también se aprecia un amplio espectro de opiniones que incluyen pensadores o corrientes de pensamiento tan diversas como: Platón, Plotino, Spinoza, Darwin, Krause, el hinduismo, el misticismo, el cristianismo ortodoxo, el positivismo, el estoicismo y la filosofía cubana del siglo XIX.
Determinar en qué medida influyeron estas u otras escuelas de pensamiento en la espiritualidad Martí ana es una compleja e inconclusa tarea. La asunción crítica de los postulados revolucionarios contenidos en las corrientes filosóficas, políticas y sociales procedentes de la ilustración y la modernidad europeas basados en la racionalidad científica, el culto a la libertad y a la dignidad humana, así como los valores redentores de profundo contenido ético de la más ortodoxa tradición cultural cristiana, dejaron su impronta en la formación y desarrollo del humanismo Martí ano. En la articulación de su pensamiento debieron ejercer temprana influencia el mensaje moral y pedagógico de compromiso con la libertad, la verdad y la justicia contenidos en la filosofía cubana del siglo XIX, representadas por Félix Varela, José de la luz y Caballero y trasmitida por Rafael María de Mendive. La tradición de luchas por la independencia del pueblo cubano, como parte de la epopeya libertaria de la América Latina y Caribeña, cuyo máximo exponente sería Simón Bolívar, su capacidad para la valoración dialéctica de los acontecimientos y procesos históricos de la época, su contacto directo con las realidades de nuestros pueblos y la experiencia de la propia práctica política revolucionaria derivada de su total entrega a la causa de la redención humana, son elementos que, unidos a características peculiares de su personalidad, como una irreductible voluntad creadora, su talento extraordinario, sus dotes para la unidad, la organización y la acción, su vocación de sacrificio y su excepcional sensibilidad, lo convierten en uno de los hombres de más sólida y universal cultura de su época, y en uno de los más profundos pensadores revolucionarios del siglo XIX americano. Determinar las escuelas de pensamiento filosófico, social o cultural que ejercieron una influencia determinante sobre la innovadora espiritualidad de un hombre tan multifacético como Martí, y la clasificación convencional de su pensamiento, continuarán constituyendo motivos de investigación y debate. A propósito de este tema Armando Hart, En su trabajo” José Martí, nuestra América y el equilibrio del mundo”, escribió:
“Lo original en Martí está en que asumió el inmenso saber universal, lo volcó hacia la acción política y educativa a favor de la justicia y lo expresó en las más bellas formas de literatura. De esta forma asumió y proyectó las ideas más revolucionarias de su tiempo”. (3)
El propio Martí, evidencia su rechazo a circunscribir sus ideas a los límites fijados por las corrientes de pensamiento político, social o filosófico cuando dijo:
“Adoro la sencillez, pero no la que proviene de limitar mis ideas a este .o aquel círculo o escuela, sino (...) la decir lo que veo, siento o medito con el menor número de palabras poderosas, posibles, gráficas, enérgicas y armoniosas.” (XXII, 101). (El subrayado es nuestro).
Rebasaría las pretensiones de estos apuntes la realización de un estudio integral sobre todas las implicaciones de la religiosidad Martí ana. Las raíces, perspectivas y tendencias de su espiritualidad están condicionadas en gran medida por una concepción del mundo mediatizada tanto por su práctica revolucionaria, como por la asimilación de las corrientes filosóficas y culturales que mayor influencia ejercieron en la formación y maduración de su pensamiento, cuestión en la que, como hemos apuntado, no existe hasta el momento un criterio definitivo. Por tal motivo, nos limitaremos a exponer algunas observaciones sobre la religiosidad Martí ana con el único propósito de contribuir, desde nuestra perspectiva materialista, a la promoción del estudio y debate de tan controvertido tema.
Es evidente en la vasta obra literaria Martí ana que, si bien hay que admitir que el maestro no sistematizó un pensamiento teológico, no es menos cierto que no le resultaron ajenas las cuestiones fundamentales que ocupan la atención de la Teología. En su medio familiar y escolar, la tradición cristiana ejerce indudable influencia en la formación de su personalidad, en la articulación de su concepción del mundo y mantendrá una activa presencia en sus relaciones sociales y culturales, como un componente predominante de la conciencia social de la época histórica concreta en que desarrolló su vida y su obra.
En su amplia producción literaria se reiteran múltiples reflexiones relacionadas con Dios, la religión natural, la supervivencia del alma, la creación, el carácter redentor del sacrificio, lo divino en el hombre, los pecados, la relación entre la materia y el espíritu, la lucha del bien contra el mal, el papel social de la religión, las funciones de la iglesia, etc.
No obstante, el tratamiento ofrecido por Martí a estas cuestiones cardinales de la Teología, se aparta del enfoque tradicional y le confiere a su manera de interpretar la religión, como a toda su obra, un enfoque tan original y renovador, que nos conduce a admitir la idea de que, aunque la religiosidad es consustancial a la cosmovisión del Maestro, es al mismo tiempo, una religiosidad peculiar.
Su concepto de la virtud, el deber y el bien, sus ideas sobre la moral, su lucha en defensa de valores relacionados con la belleza, el amor, la verdad, la solidaridad humana y la justicia, entre otros, no tienen el mismo significado social contemplativo de sumiso acatamiento acrítico y resignado propio del discurso de las jerarquías de las religiones tradicionales. En Martí esos valores, de profundas dimensiones ético-sociales, son abiertos al juicio crítico, receptivos al saber científico y a la acción emancipadora, comprometida con una ideología y una práctica militante dirigida a la búsqueda de la libertad, concebida no en sentido abstracto, sino como “..Conciencia y superación de la necesidad, de la opresión, de la explotación económica y social...”, como realización de libertades reales y concretas por cuya conquista, se justifica la acción revolucionaria.
Aunque es evidente la admiración que despiertan en Martí los altos valores del cristianismo original, a nuestro juicio, no mostró predilección por el sistema doctrinal de ninguna religión en particular. Fue, al decir de Fernando Ortiz “un religioso sin religión” (4). El maestro apreciaba el contenido ético preconizado por las religiones universales y el valor simbólico de la figura de Cristo,”el hombre de mayor idealidad del universo” (5) para la defensa de la virtud, la libertad y la dignidad de los hombres. Para Martí la condición de cristiano exigía la “observancia, rígida de la moral, _ mejoramiento mío, ansia por el mejoramiento de todos, vida por el bien, mi sangre por la sangre de los demás: _he aquí la única religión, igual en todos los climas, igual en todas las sociedades, igual e innata en todos los corazones”. (6)
El Maestro también expresó admiración por Buda, pero no como una deidad adorable, sino como un hombre histórico,”un príncipe bueno,” un profeta que se puso del lado de los humildes y cuyas lecciones como fuentes de inspiración y esperanza se inscriben en una filosofía que Martí considera “generosa, conciliadora, serena, justa, tolerante, amorosa”. (7).
Martí también destacó el sentido redentor inspirado por el Islam y Mahoma para los pueblos árabes cuando en 1882, escribió: “...está ardiendo, visible en unos puntos y latente en otros, una gran rebelión religiosa en las comarcas árabes del África, que hacen de la fe en la religión de Mahoma la bandera de su independencia de los invasores europeos.”(8)
En Martí la creencia religiosa como expresión de la espiritualidad humana, es manifestación poética de sensibilidad, de virtud, de sueños de justicia y esperanzas, de armonía natural, de necesidad de comprensión, de aspiraciones de realización y bienestar. El Maestro concibe la Fe religiosa como poesía del alma, no como dogma rígido que limite el infinito poderío de la razón humana. Sobre este particular escribió:
“La religión, falsa siempre como dogma a la luz de un alto juicio, es eternamente verdadera como poesía: ¿qué son en suma los dogmas religiosos, sino la infancia de las verdades naturales? (...) son gérmenes inefables de incertidumbre, cautivan tan dulcemente a las almas poéticas, que no se bajan de buen grado al estudio concreto de lo cierto.” (9).
Pero Martí asume la religión como un fenómeno histórico concreto, que cumple una función social condicionada por los intereses que defiende, deslindando magistralmente la Fe religiosa honrada y digna y su potencial redentor ante las injusticias sociales, de la imposición del dogma y del poder y los intereses enmascarados tras la religión, en detrimento del saber científico y de la libertad. Al respecto expresó:
“A las poesías del alma nadie podrá cortar las alas, y siempre habrá ese magnífico desasosiego, y esa mirada ansiosa hacia las nubes. Pero lo que quiera permanecer ha de conciliarse con el espíritu de libertad, o darse por muerto. Cuanto abata o reduzca al hombre, será abatido.” (10).
Aunque el pensamiento religioso Martí ano está diseminado en su amplia obra poética, periodística, epistolar y literaria en general, desde obras tan tempranas como El presidio político en Cuba de 1871, cuando apenas contaba 18 años de edad, es en el período comprendido entre los años 1886 y 1887, cuando a nuestro criterio, su pensamiento evidencia un nivel de madurez y radicalización en ascenso, tanto en lo político social, como en lo filosófico. Su contacto con la sociedad y el proletariado norteamericano, su comprensión de los elementos negativos del sistema político liberal, la asunción crítica y creadora de las influencias socio culturales y los progresos científicos de la época, el acertado análisis e interpretación de los problemas económicos y sociales del capitalismo industrial en auge, ejercieron una gradual y progresiva influencia en la radicalización de su ideología y su práctica revolucionaria y en la transición de su interpretación del liberalismo al democratismo antimperialista. En ese período escribe importantes crónicas de análisis y denuncias de las deformaciones, corrupción, limitaciones y tendencias de la sociedad norteamericana, entre otras; New York en Junio, Un drama terrible, El cisma de los católicos y la Excomunión del padre McGlynn, las dos últimas de obligada referencia para el estudio y comprensión de la evolución del ideario Martí ano con respecto a la religión.
En El cisma de los católicos en New York, realiza una severa crítica al sistema social norteamericano en su totalidad, se pronuncia a favor de la unidad política de todas las fuerzas progresistas, defiende la idea de la separación de los asuntos religiosos y políticos, así como la emancipación social de los religiosos con respecto a la Iglesia. Su posición anticlerical se expresa en pronunciamientos como el siguiente:
“Se siente que el catolicismo no tiene en sí propio poder degradante, como pudiera creerse en vista de tanto como degrada y esclaviza; sino que lo degradante en el catolicismo es el abuso que hacen de su autoridad los jerarcas de la iglesia, y la confusión en que mezclan a sabiendas los consejos maliciosos de sus intereses y los mandatos sencillos de la fe” (11)
En las dos crónicas dedicadas al sacerdote católico irlandés Edgard Mcglynn, escritas los días 16 de enero y 20 de julio de 1887, Martí se solidariza con la digna actitud asumida por el honrado religioso excomulgado por el alto clero, no por cuestiones de carácter teológico, sino por su lucha a favor de los humildes, su valiente denuncia de la inmoral alianza de las jerarquías cristianas con diversos intereses económicos dominantes en el espectro político de la sociedad norteamericana y el sentido popular y revolucionario de su conducta cívica, incompatible con la política demagógica de los jerarcas de la iglesia, que en función de la conservación de sus muy terrenales intereses económicos y políticos y en detrimento de la más elemental ética, asumen una actitud autoritaria, degradante y abusiva en correspondencia con las exigencias de los pactos ideológicos establecidos con los círculos de poder. El radicalismo anticlerical de Martí, ante estas circunstancias se expresa, entre otros, en múltiples pronunciamientos de denuncia como el siguiente:
“¿Conque intenta arruinar y degrada a los que ofenden su política autoritaria, y siguen mansamente lo que enseñó el dulcísimo Jesús? ¿Conque no se puede ser hombre y católico? ¡Véase como se puede, según nos lo enseñan estos nuevos pescadores! ¡Oh Jesús! ¿Dónde hubieras estado en esta lucha? ¿Acompañando al Canadá al ladrón rico, o en la casita pobre en que el padre McGlynn espera y sufre? (12).
Pero, a pesar de estos pronunciamientos de condena al alto clero, y por extensión a las jerarquías de las religiones institucionalizadas, Martí no pierde de vista que los valores éticos de la religión como forma de la conciencia social, cuando defiende los intereses de los humildes, cumple una función social redentora ante la opresión y la injusticia, en correspondencia con los postulados humanistas del cristianismo original y establece esa diferenciación con ideas como estas:
“!Y son como siempre los humildes, los descalzos, los desamparados, los pescadores, los que se juntan frente a la iniquidad hombro a hombro, y echan a volar, con sus alas de plata encendida, el Evangelio! ¡La verdad se revela mejor a los pobres y a los que padecen! ¡Un pedazo de pan y un vaso de agua no engañan nunca!”(13).
Aunque desde su primera deportación a España, de 1871 a 1874, Martí denuncia el uso oportunista de la fe por parte de la jerarquía católica en alianza con la metrópoli española, como instrumento histórico de dominación para conservar sus riquezas y privilegios, lo que le hizo afirmar:”El cristianismo ha muerto a manos del catolicismo”(14), también establece la diferencia entre los intereses de la religión institucionalizada y los valores universales del cristianismo cuando escribió:”los olvidos de la caridad cristiana a que, para afirmar un poder que han comprometido, se han abandonado los hijos extraviados del gran Cristo, no deben inculparse a la religión de Jesús, toda grandeza, pureza y verdad de amor. El fundador de la familia no es responsable de los delitos que cometen los hijos de sus hijos”. (15)
Es evidente en la religiosidad Martí ana, la distinción que establece entre las religiones corruptibles y lo que él llamó religión natural, entendida como expresión innata de amor militante al prójimo. Sobre su interpretación religión natural escribió en sus Cuadernos de apuntes:”Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior; aunque no hubiera ninguna religión todo hombre sería capaz de inventar una, porque todo hombre la siente (...) La religión es la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso está entrañado en el ser humano” (16).
Martí también precisa que ante las deformaciones morales y la conducta denigrante de una jerarquía mas preocupada por la defensa de sus privilegios económicos y políticos, que por el cumplimiento de sus funciones espirituales, se levanta la integridad moral de los religiosos honestos, comprometidos con intereses sociales que representan la emancipación y el rescate de los valores humanistas del cristianismo vulgarizados por los jerarcas de la iglesia. Al respecto escribió:
“La libertad está frente a la iglesia. No combaten la iglesia sus enemigos, sino sus mejores hijos.”(17).
Sobre estos trabajos periodísticos Martí anos, el reconocido investigador Luís Toledo Sande, en su ponencia titulada: Contra los cegadores de la luz, realiza un documentado estudio de gran valor teórico-metodológico para el conocimiento e interpretación de la religiosidad Martí ana. Refiriéndose a los juicios críticos emitidos por Martí en las crónicas mencionadas expone:
“Tales conceptos ético sociales implican también meditaciones de orientación transformadora hasta en el campo de los criterios teológicos. McGlynn, para quien “antes que la misma ley revelada está la ley natural de la conciencia”, sostiene que “la teología moral católica enseña que el que sigue a su conciencia, aún cuando sea errando, obedece la voluntad de Dios”. No hay que confundir, desde luego, las ideas del “teólogo honrado” que fue McGlynn a juicio de Martí, con las propias de este. Pero el luchador por la libertad de nuestra América, político de pupila, voz y actos radicales, no menospreciaba lo beneficioso que para nuestros pueblos podía ser el hecho de que las concepciones católicas tradicionales, o traicionales, que tampoco han faltado en la historia, fueran vencidas por ideas renovadoras (...). No se trata, por supuesto, de que el esclarecido anticlerical que fue Martí hiciera suyas nuevas formas de teología, aunque no ha de olvidarse que –según las evidencias- nunca abandonó su personal, singular religiosidad, asentada, fundamentalmente, sobre un espiritualismo de raíz y dimensiones éticas y abierto a la práctica liberadora y al saber científico. En ningún sentido se redujo al ámbito de las estrecheses que limitaron el pensamiento de otros muchos. Su victoria se originó en una insobornable vocación de luchador”. (18)
Aunque Martí fue un cuestionador de las concepciones eclesiásticas sobre las divinidades, no deben interpretarse sus juicios críticos como una total negación de la idea de Dios. El maestro cree en la existencia de la divinidad, pero el Dios Martí ano es totalmente diferente de la versión oportunistamente preconizada por la jerarquía católica, denunciada por Martí como:” Ese Dios que regatea, que vende la salvación, que lo hace todo a cambio de dinero, que manda la gente al infierno si no le pagan, y si le pagan los manda al cielo, ese Dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero”. (19)
El marcado sentido ético de la idea Martí ana sobre la divinidad se expresa en la vinculación que establece entre la existencia de Dios y el bien. En una obra tan temprana como El presidio político en Cuba, expresó: “Dios existe (...) en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios”. (20)
En el maestro se aprecia una estrecha relación de su creencia en Dios con el patriotismo cuando afirmó: “El Martí rio por la patria es Dios mismo, como el bien, como las ideas de espontánea generosidad universales”. (21)
Martí asume una posición panteísta al identificar a Dios con la naturaleza. Al respecto dijo: “Dios está en toda la naturaleza, escapa al puño humano”. (22) El Dios Martí ano, diluido en el universo, está tan profundamente relacionado con sus ideales humanistas, políticos y morales que lo concibe, no en un sentido litúrgico, sino como expresión paradigmática de valores vinculados con el bien, la virtud, la libertad y la patria. En 1894 suscribió la frase: “siento por mi patria más que por Dios” (23). Su Dios no es adorable por su condición supranatural, sino por su fundamentación ética. En ese sentido negó por falsa la concepción de la divinidad propugnada tradicionalmente por los jerarcas de la religión católica, y propuso su personal juicio sobre el verdadero Dios cuando escribió: “...nos han enseñado a creer en un Dios que no es verdadero.-El verdadero impone el trabajo como medio de llegar al reposo, la investigación como medio de llegar a la verdad, la honradez como medio de llegar a la pureza”. (24)
Martí también escribió múltiples reflexiones caracterizadas por su peculiar originalidad, sentido crítico y renovador acerca de la razón, la fe, el espíritu, el alma, la experiencia, la sobrevida, la providencia, así como otras vertientes de su ideario, cuyo análisis –aún panorámico-, rebasa los marcos de este trabajo. Su personal y revolucionaria interpretación de la religión, su lucha contra el anquilosamiento colonial del clero, sus críticas al fanatismo o a cualquier tipo de fundamentalismo, su objetividad científica y enfoque dialéctico en torno al análisis del devenir histórico y el progreso, su concepción de las masas populares como sujeto de la historia, la cultura y la revolución, sus cuestionamientos y denuncias del uso de los dogmas religiosos en detrimento de la emancipación y la realización integral del hombre, a lo cual se agrega la disminución evidente de referencias religiosas en los escritos correspondientes a los últimos años de su vida, consagrados totalmente a la organización de la revolución, ha motivado que algunos honestos y reconocidos estudiosos de su pensamiento, sostengan que la religiosidad del maestro sufrió una gradual y progresiva evolución del idealismo religioso hacia posiciones materialistas irreligiosas y ateas.
Al respecto, en su valiosa obra Ideas filosóficas de José Martí, Antonio Martínez Bello, al analizar desde una perspectiva materialista la evolución del pensamiento idealista Martí ano hacia posiciones radicales y revolucionarias afines al materialismo dialéctico expresa: “...de modo parecido a como rechazó el fideísmo, también discrepó de la religión”(25). Más adelante agrega: “...y al disentir de la religión, y en tal sentido de la religiosidad, dió de lado a un aspecto señero está decir que no pocos han correlacionado el espiritualismo y la mística expresamente rechazada por el maestro, como hemos escrito, así como las conocidas charlatanerías de los llamados “milagros espiritistas” y otras supercherías.”(26)
En otro momento de su análisis, fundamentando la irreligiosidad Martí ana expone: “...en su vida la creencia religiosa, si la llegó a tener, dejó de tener vigencia relevante en su pensamiento. No tuvo que acudir a ella en los momentos difíciles, no la invocó para poder vencer al enemigo, se hizo innecesaria por así decirlo. En todo caso Dios no fue un poder supremo y creador sino que se diluyó en la naturaleza, y dejó de ser Dios”. (27)
En esa misma dirección se pronuncia J. I. Jiménez Grullón cuando escribe:”...manifestándose hostil a cuanto tradicionalmente se ha considerado como religión, vislumbró la posibilidad de una religión nueva, basada en el culto de la libertad y de la naturaleza. Es claro que esto no es religión.”(28)
El investigador Oleg Ternovói, interpreta el anticlericalismo Martí ano como antirreligioso y cataloga al maestro como “un admirable modelo de propaganda ateísta”. (29)
Aunque consideramos dignas del mayor reconocimiento y respeto las ideas fundamentadas por sus autores a partir de rigurosas investigaciones, y es ajeno a nuestro propósito el irreverente cuestionamiento de sus autorizadas interpretaciones de la doctrina Martí ana, existen, no obstante, generalizaciones, a nuestro juicio tan absolutas, que requieren de algunos comentarios. Si bien es cierto que el maestro discrepó del uso tradicional de la religión institucionalizada y de la religiosidad como instrumento reaccionario de enajenación en función de intereses y privilegios económicos y políticos del alto clero en su alianza con las clases dominantes, que criticó el oscurantismo y la ignorancia asociadas al fanatismo religioso, que abogó por una educación científica y laica, no es menos cierto que también se identificó con los valores, el humanismo y las virtudes éticas de los sentimientos religiosos al servicio de los humildes y la libertad. El particular anticlericalismo y su radical antiescolastisismo, sus críticas al animismo, al fideísmo, al misticismo, al espiritismo, así como otras formas de creencias religiosas, no significa que su pensamiento estuviera desprovisto de una religiosidad que pudiéramos considerar peculiar, particular, personal, o simplemente Martí ana. El hecho de que los materialistas critiquemos las inconsecuencias y limitaciones presentes en el materialismo ingenuo, mecanicista, utópico o vulgar, no deben interpretarse como renuncia a nuestra condición de materialistas.
Por otra parte, también admitimos que Martí vislumbró la posibilidad de una religión nueva basada en el culto de la libertad y de la naturaleza, pero su concepción de la religión natural es,-a nuestro juicio,- precisamente, un elemento distintivo de su religiosidad. El culto a la libertad es una constante en toda la obra del maestro, porque la lucha por la redención humana fue el fundamento de su vida, de su pensamiento y de su práctica. Consideramos que su ideología revolucionaria y desalineadora no es incompatible con su religiosidad, por el contrario; la califica.
El culto a la naturaleza es también un elemento recurrente en toda la obra literaria Martí ana y su religiosidad no es la excepción. Martí concibe la existencia de Dios identificándolo con el universo, diluyéndolo en la naturaleza, asumiendo en ese sentido una posición panteísta. Si no consideramos al panteísmo como religión, entonces, además de Martí, tendríamos que aceptar que John Toland y Giordano Bruno, entre otros, tampoco fueron religiosos.
No existen evidencias documentales que demuestren que el maestro fuera practicante activo de ninguna religión en particular, no obstante, en su extensa obra literaria, aparecen múltiples referencias y meditaciones que demuestran su identificación y compromiso con valores y sentimientos universalmente reconocidos como religiosos. Es cierto que la religión natural de Martí, de profunda vocación humanista, ética, militante y solidaria con la causa de los humildes y de la libertad, puede considerarse en el siglo XIX, una religión de vocación social, revolucionaria, desalienadora, progresista y comprometida, donde los fundamentos humanistas de la tradición cristiana se ponen al servicio de las causas más justas y de los intereses, aspiraciones y necesidades de la emancipación humana. Si esto no es religión, entonces, -salvando la distancia del condicionamiento histórico-, la Teología de la Liberación, tampoco lo sería.
Con relación al ateísmo Martí ano propuesto por Oleg Ternovói, suscribo íntegramente un fragmento de la esclarecedora refutación de Luís Toledo Sande al respecto:” Este autor confunde las declaraciones de Martí contra las divinidades eclesiásticas, con la negación total de la idea de una divinidad. De esa forma Martí aparece como un antirreligioso en general y un ateo en general. Su obra anticlerical es llamada antirreligiosa por Ternovói, quien la define como “un admirable modelo de propaganda ateísta”, en relación “con las concepciones antirreligiosas del propio Martí”. Por supuesto, las mismas ideas de Martí hacen a Ternovói decir que el autor de “Hombre de campo” “no fue un ateo consecuente” ( ). Lo que sucede, sencillamente, es que no fue un ateo. Incluso nombró Dios a su idea de la divinidad. Es útil, además, recordar que en su discurso citado Carlos Rafael Rodríguez habló de “una religiosidad evidente” en Martí, a quien calificó de “anticlerical, cuyas posiciones fueron todas contra el curato”. Esta opinión coincide de alguna forma con una de Fernando Ortiz, para el cual, como para nosotros, “Martí fue un religioso sin religión”. (30)
Siempre será una ardua tarea intentar afiliar las doctrinas Martí anas a corrientes o escuelas tradicionales del pensamiento, sin asumir el riesgo del reduccionismo o el juicio especulativo de nuestra propia subjetividad. No se puede enmurallar la espiritualidad sui géneris del maestro en el estrecho marco de un concepto clásico, porque el pensamiento Martí ano es clásico por derecho propio.
En su trabajo Forma y pensamiento en la obra Martí ana, Roberto Fernández Retamar dice al respecto: “Cabe, ya con el fin de estas palabras a la vista, preguntarse a qué pensamiento es dable afiliar el de Martí. Hace un siglo que se está intentando responder esa pregunta, y creo que al intento le queda todavía mucho por andar”. (31) Más adelante agrega: “La información de Martí le permitió contemplar, señalando simpatías y diferencias (para usar vocablos que acuñó Alfonso Reyes), muchos orbes de pensamiento. Y en todos los casos, incluso cuando las simpatías fueron muy grandes, Martí fue fiel a sus circunstancias y conservó su rostro propio, que con frecuencia ha sido presentado como heterodoxo. En la cuestión religiosa, es obvio que Marcelino le hubiera dado sitio a este anticlerical en su juvenil, erudita y peleadora Historia. ¿Pero no se lo hubiese dado también a un sacerdote como Teilhard de Chardin, algunas de cuyas esperanzadoras ideas conjuré que Martí habría aceptado complacido?” (32)
CONCLUSIONES
Como se puede apreciar, sobre la cuestión religiosa, como en la filosófica, existe una gran diversidad de enfoques y criterios alrededor de la interpretación del pensamiento Martí ano. Evidentemente, no está lejos de la verdad Fernández Retamar cuando sugiere: "Algunas de las cosas que Martí dijo quizás no las comprendamos aún del todo" (33). Inevitablemente, cada estudioso de la vida y la obra del maestro continuará interpretándolo a partir de una perspectiva condicionada por la ineludible influencia cultural de su filiación filosófica, ideológica o política, pero sobre la base de los distanciamientos y aproximaciones de esa necesaria diversidad, se abrirá paso el conocimiento objetivo, capaz de diferenciar lo aparencial de lo esencial en la comprensión del pensamiento del más universal de todos los cubanos, que en
"Historiar es juzgar, y es fuerza para historiar estar por encima de los hombres, y no soldadear de un lado de la batalla. El que puede ser reo, no ha de ser juez. El que es falible, no ha de dar fallo. El que milita ardientemente en un bando político, o en un bando filosófico, escribirá su libro de Historia con la tinta del bando. Mas la verdad, como el sol, ilumina la tierra a través de las nubes. Y con las mismas manos que escribe el error, va escribiendo la verdad. La pluma, arrebatada por un poder que no conoce, va rompiendo las nubes que alza. Y a despecho de sí mismo y de sus pasiones, la verdad quedará dicha, porque reposa en el fondo de los actos humanos, como la felicidad en el fondo de la muerte..." (34).
El reto a enfrentar radica, -en nuestra opinión-, no en interpretar en esta expresión Martí ana una aparente y contemplativa neutralidad filosófica o política que sabemos no existe, al enfrentar el análisis de procesos o personajes históricos. El reto consiste en soldadear, - como él lo hizo-, del lado de la verdad, escribiendo la historia con la tinta de su militancia sin renunciar a los principios del historicismo y la objetividad científica. "Yo soy juez de otros, y otros serán jueces míos" (xxll, 323). Debemos asumir el desafío de eludir la pretensión de interpretar a Martí ajustándolo a ultranza a los esquemas de nuestra espiritualidad, cuando, por el contrario, lo que se impone es nuestra aproximación al estudio objetivo del ideario y la obra del héroe en su medio y en su tiempo, sin perder de vista el análisis de las causas, circunstancias histórico concretas y factores e influencias que condicionaron la evolución de su pensamiento. En ese sentido, Martí es, una vez más, el ejemplo a seguir si asumimos como válida la autorizada opinión del reconocido investigador Cintio Vitier cuando afirma: "En el centro del legado Martí ano hay un principio metodológico: la atención y valoración desprejuiciada, ajena a todo sectarismo, de las circunstancias reales de cada persona y de cada momento histórico". (35)
En las actuales circunstancias históricas que vive la humanidad, ante la apremiante necesidad de enfrentar los complejos problemas de la contemporaneidad desde la perspectiva de los pobres de la tierra, a partir de la unidad activa y conciente de los hombres de buena voluntad, independientemente de su condición de ateos o creyentes o de su filiación filosófica o espiritual, en el empeño de transformar la insostenible realidad hacia la conquista de la justicia y el humanismo en un mundo mejor posible, las doctrinas del maestro siguen constituyendo un obligado referente para la más noble de las causas; la redención humana. La vigencia y universalidad del pensamiento y la práctica Martí ana se sintetiza magistralmente en la siguiente reflexión de Armando Hart:
"José Martí adquiere una renovada vigencia, porque él representa la cúspide de un legado cultural político, social y filosófico orientado hacia los intereses de los pobres de la tierra y de la humanidad y constituye obligado punto de referencia para enfrentar los problemas actuales que deben ser examinados por todos aquellos preocupados por el futuro de la humanidad.(36).
BIBLIOGRAFÍA:
1.- Dictinio Díaz: “En los estudios sobre Filosofía en Martí, ¿ha predominado la duda o la certeza?”. Filosofía y Sociedad. Editorial Félix Varela. La Habana, 2002, t. 1, pp. 301-302.
2.- Antonio Martínez Bello: “Ideas filosóficas de José Martí. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1989, p. 20.
3.- Armando Hart Dávalos: “José Martí, nuestra América y el equilibrio del mundo”. Revista Bohemia, 24 de enero 2003, año 95, n.2, La Habana, p.5.
4.- Fernando Ortiz: “La fama póstuma de José Martí”, prólogo a: Marco Pitchon: “José Martí y la comprensión humana”. Talleres de P. Fernández. La Habana, 1957, p. 23.
5.- José Martín: “Cuaderno de apuntes”, OC. t. 21, p. 344
6.- José Martí: Cuaderno de apuntes. O. C. t. 21, p.18.
7.- Ídem, p. 260.
8.- José Martí: “Sección constante”. O. C. t. 23, pp. 248-249.
9.- José Martí: “El cisma de los católicos en Nueva York”. O. C. t. 11, pp.139-140.
10.- Ídem, p. 145.
11.- Ídem, p. 139.
12.- Ídem, pp. 144-145.
13.- Ídem, p. 139.
14.- José Martí: “Francisco de Paula Vigil”, OC. t. 6 p. 313.
15.- José Martí: “Hay en el hombre...”OC. t. 19, p. 392.
16-Ídem, p. 392.
17.- José Martí: “La excomunión del padre McGlynn” OC. t.11, p. 205.
18.-Luís Toledo Sande: “Contra los cegadores de la luz”, Anuario Martí ano n. 11, 1988, La Habana, p. 193.
19.-José Martí: “El hombre de campo”, OC. t. 19, p. 383.
20.- José Martí: “El presidio político en Cuba”, OC. t. 1, p. 45.
21.- Ídem, p. 61.
22.- José Martí: fragmentos, OC. t.22, p.160.
23.- José Martí: “De un rincón de Cuba”, OC. t. 1, p. 419.
24.- José Martí: “Juicios filosóficos”, OC. t. 19, p. 363.
25.- Antonio Martínez Bello: “Ideas filosóficas de José martí”, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989, p. 34.
26.- Ídem, p. 34.
27.- Ídem, p.34.
28.- J. I. Jiménez Grullón: “La filosofía de José Martí”, Edición de la UCLV, 1960, p. 210.
29.- Oleg Ternovoi: “Pensar en servir a la humanidad”, José Martí, Anuario Martí ano n. 6, La Habana, pp. 55-57.
30.- Luís Toledo Sande: “Ideología y práctica en José Martí”, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1982, pp. 183-183.
31.-Roberto Fernández Retamar: “Nuestra América, Cien años y otros acercamientos a Martí”, Editorial SI-MAR S. A. La Habana, 1995, p.184.
32.- Ídem, p. 185.
33.- Ídem, p. 186.
34.- José Martí: “Los ancianos”, OC. t. 14, pp. 399-400.
35.- Cintio Vitier: “Observaciones a una ponencia”, Anuario Martí ano n.11, La Habana, 1998, p. 223´.
36.- Armando Hart Dávalos:” José Martí, nuestra América y el equilibrio del mundo”. Revista Bohemia, 24 de enero 2003, año 95, n. 2, p. 5.