Contribuciones a las Ciencias Sociales
Octubre 2011

MAGIA, MITO Y REALIDAD DEL VEVER



Susana Carralero Rodríguez (CV)
Profesora de Historia del Arte
scarralero@ismm.edu.cu
Eglis Martín Astorga (CV)
Profesora de filosofía e Historia
emastorga@ismm.edu.cu
Yiselis Estupiñán Zayas (CV)
Profesora de Cultura Latinoamericana y del Caribe
Yestupinan@ismm.edu.cu
Instituto Superior Minero Metalúrgico



RESUMEN

El vodú, religión africana del antiguo Dahomey, llegó a Haití con los primeros grupos de esclavos víctimas de la colonización europea. Se caracteriza por un complejo culto de prácticas espirituales, con órdenes jerárquicamente determinados. Con el arribo al Caribe de los negros africanos también llega a estas tierras su religión. Estos hombres se vieron forzados a encubrir a sus dioses para que no fueran identificados por los colonizadores. Crearon así  un sistema de signos gráficos denominado vever. Este trabajo analiza el origen, los materiales, las funciones y los diversos elementos gráficos que aparecen en los vevers encontrados. Se realiza un estudio acerca de la significación de cada uno de los elementos del vever y recrea además como la pintura caribeña contemporánea ha asimilado el simbolismo de estos diseños.

Palabras clave: Vever, vodú, Haití, diseños gráficos, loa, imagen, símbolo, pintura haitiana.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Carralero Rodríguez, Martín Astorga y Estupiñán Zayas: Magia, mito y realidad del vever, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/14/

El vodú haitiano

El vodú llegó al Caribe con los primeros grupos de esclavos africanos víctimas de la colonización europea en la segunda mitad del siglo XVII procedente de Dahomey -lo que actualmente es la parte sur de Benín-.
Con el arribo al Caribe de los negros africanos también llegó a estas tierras su rica y amplia cultura con todas las peculiaridades. Una cultura que tuvo que mostrar fortaleza para lograr la supervivencia de elementos autóctonos. El hombre llegado a América a través de la trata hubo de adoptar nuevas formas de comportamiento en todos los aspectos de la vida.

La religión no se limitó a prácticas rituales convencionales, abarcó formas de conducta y prácticas cotidianas que constituyeron un código moral que ordenó la vida de sus adeptos, brindándoles la alternativa mística en los momentos de crisis, sirviendo de paliativo en los momentos de mayor dificultad; pero sobre todo, sirviendo de punto de unión y de fundamento de identidad (Martínez, 2008).

El africano adoptó patrones de conducta del gobernador: Se apropia de su lengua, de sus tradiciones, de su religión pero a su vez aportando lo que por siglos había conocido. Se logró así una autenticidad en las nuevas formas de relaciones típicamente americanas.

El africano fue el portador de una herencia cultural colectiva, elaborada en el curso histórico propio, después de siglos de existencia sobre las relaciones socioeconómicas que imponía su continente. Tras el choque disruptivo que implico la trata, esa herencia cultural retomó nuevos cursos de desarrollo sobre las nuevas bases económicas impuestas, las nuevas relaciones de producción surgidas en América y la función que le tocó desempeñar a las nuevas sociedades (León, 2001).

El movimiento de africanos traídos como esclavos provocó el sincretismo entre la religión legendaria que traían consolidada y las nuevas formas de creencias que encontraron en América. Por este motivo de habla de un vodú haitiano y no como una simple prolongación del vodú africano. El vodú en Haití está estrechamente vinculado con el proceso de formación étnica y con su historia social, religiosa y política.
La religión oficial en Haití es el catolicismo, pero la que practica la mayoría de la población, a la que le pide remedios para sus males y esperanzas para sobrevivir, es el vodú. La población de Haití mantiene una clara conciencia de sus ideologías ancestrales.

La naturaleza de la trata impidió el traslado de la estructura socioeconómica del africano. De aquí que ante la ausencia de una casta sacerdotal, el africano tuvo que recrear una conciencia religiosa sobre la base de lo que en su tierra concebía y practicaba (León, 2002).

Es el vodú es una religión politeísta compleja, animista, colorida, rica, controvertida, sincera.

Los loas en la religión vodú

Los loas son, en el vodú haitiano, seres místicos donde convergen características humanas y divinas que fungen como intermediarios entre el hombre y Bon Dieu principal personaje divino.
Bon Dieu es el Dios Creador, considerado por los practicantes como el centro y  principio del mundo, al cual no se puede acceder directamente sino a través de los loas, que rigen todas las cuestiones terrenales.
Cada loa es identificado con símbolos, sacrificios y ofrendas diferentes, así como cada uno de ellos tiene su toque de tambor específico y su ceremonia. Han sido sincretizados con dioses católicos aunque todos mantienen una identidad propia fuertemente marcada y definitoria. Los loas son los encargados de mantener el vínculo entre los voduístas y el gran señor al cual no se puede acceder de otra manera sino mediante el trance y la posesión. La importancia de los loas en esta religión es significativa, ocupan un lugar privilegiado no solo en el culto y sus prácticas religiosas sino en la vida toda del haitiano.
Los loas son muchos  y presentan características variadas. Entre los loas más significativos del vodú haitiano encontramos a Legba, uno de los más reclamados, Erzulie, diosa del amor, Kalfú guardián de los caminos,  Ayzán y Damballah.
El vodú vino asociado a un conjunto de prácticas y ceremonias religiosas de invocación y misticismo. El panteón amplio y diverso de loas, le ofreció al hombre practicante refugio para numerosas y diversas dificultades además  de permitirle la comunicación con el gran Señor. Se trata de una religión politeísta con órdenes jerárquicamente determinados. Sin embargo estos hombres se vieron forzados a encubrir a sus creencias y dioses para mantenerlos vivos, ya que las prácticas de estas ceremonias y la magia fueron sus armas de resistencia ante la brutal colonización, que le impuso además, nuevas formas de culto incluyendo dioses católicos. A pesar de esto sus dioses continuaron incólumes en sus concepciones religiosas.
El hombre practicante del vodú requirió una nueva manera de presentar a sus loas. Una manera que fuera inidentificable para el avasallador gobierno, un dios solo para sí mismo que pudiera adaptarse a las características culturales, geográficas y económicas de su condición de esclavos y que además pudiera cambiar constantemente de forma y lugar.

Desde el comienzo de su vida como esclavos, opusieron fuerte resistencia, no solo al régimen de trabajo forzado sino también al de valores y creencias que el blanco trataba de imponerles, destruyendo su patrimonio, negándole posibilidad de reconstruir su folclore, sus costumbres, su cultura (Martínez, 2008).

Una cruenta pelea tuvo que librar el esclavo para mantener su identidad. Para ello elaboró un complejo sistema de símbolos gráficos que denominó vever.

El vever

Los vevers o ve-vé son las representaciones gráficas simbólicas de los loas vodú. Fue la manera encontrada por los negros dahomeyanos, luego de su llegada a América, a raíz de la colonización española, de mantener vivos a sus dioses volcando en elementos gráficos, muy sintéticos, gran parte de su religión vodú. Su fin es la de llamar al loa y concentrar en él toda la energía.  
Los vevers son realizados con harina, de maíz o trigo, yeso o ceniza; elementos efímeros que imposibilitan su conservación, motivo por el cual cambian constantemente de formas y tamaños.

En la añoranza por su tierra y la búsqueda de sustitos materiales y espirituales, el negro se aferró a su cultura protectora, que le servía también de defensa, y se refugió en sus mitos y en sus dioses, auxiliado pro la magia y la religión (Martínez, 2008).

La mayor parte de las ceremonias del vudú  empiezan con el trazado de vevé, que se conforma a partir  de los símbolos de los espíritus que se desean invocar particularmente. El iniciado dibuja en el suelo esas imágenes familiares echando harina de maíz del mismo modo que un artista trabajando con su lápiz o su pincel forma las líneas de su figura. Los vevers son tantos como ceremonias se realicen, y las combinaciones entre sus elementos se multiplican. El trazado del vever oficializa la ceremonia de manera que deja de ser una simple reunión cuando el santo ya se haya presente en las líneas dibujadas. 

Ello no significa que la imagen símbolo remita al mundo exterior, se trata siempre de la expresión que funcionaba en el sistema mágico religioso por experiencia y tradición. Como culto anicónico, la imagen-símbolo convivió como misterio común y fue indecodificable para el blanco (Wood, 1990).

Resulta difícil para un desconocedor de la religión vodú desentrañar el significado de cada uno de los elementos gráficos de los vevers, ya que cada punto, línea o trazo tiene un equivalente dentro del ceremonial y la religión.

Cada vever está dedicado a un loa, ser sobrenatural con características divinas,  y cada loa ha recibido en homenaje gran cantidad de estas metáforas sígnicas trazadas por el houngan o sacerdote vodú. Los diseños de cada representación reflejan también las intenciones y habilidad creativa del Houngan y las especificidades del loa convocado.
Al igual que en el ritual, en el vever todo se desarrolla alrededor del peristilo del hundfort, gran poste hincado en la tierra de manera vertical que en el vever queda tazado por la línea central del dibujo. Todos los elementos restantes quedan distribuidos equilibradamente a ambos lados. Esta línea representa al sol por eso en ocasiones corta un circulo celestial y por lo general es atravesada por otra línea horizontal metáfora de la tierra donde ha sido colocado el poste central. Este círculo tiene diversas lecturas según el vever en el que es representado.

La línea vertical divide al vever en dos partes, si no siempre idénticas, si en la mayoría de los casos con una equilibrio casi total. Esta compensación la analizan de diversas maneras estudiosos del vodú aunque la mayoría coinciden en que esta simetría revela el equilibrio entre la tierra y el cielo, la armonía entre el Bon Dieu y los practicantes

La mitad del dibujo simboliza el emblema del loa como si estuviera reflejado en el espejo cósmico que separa el mundo visible del invisible; la otra mitad simboliza la continuación del emblema a través del espejo, alcanzando el mundo invisible. Pero en tanto que el dibujo sea perfectamente simétrico, éste no puede generar poder porque las dos fuerzas opuestas se mantienen equilibradas (Gersi, 1994).

En el caso de Kalfú, loa conocido como el guardián de los caminos el círculo representa el punto de confluencia entre las calzadas o las vias en un sentido más amplio. Sin embargo en el caso del vever de los tambores y Ogán las circunferencias imitan la tela tensada.

En el caso de los vevers dedicados a Damballah, identificado con la serpiente, el círculo indica la serpiente enrollada sobre sí misma. Este animal va a adoptar formas mucho más claras en otros vevers.
Este trazado de líneas que se cortan verticales y horizontales forma una cruz es un elemento repetido en los vevers.

Muchas de estas formulas de gestos tienen una función gráfica, de orientación o señalamiento de puntos, a veces coincidentes con los puntos cardinales como se hace al presentar (…) las ofrendas sobre los trazos simbólicos (veve) que se realizan para las ceremonias vodú (León, 2001).

Otros autores relacionan la línea horizontal del vever como la materia y la vertical con el alma o el poder supremo a invocar.
Estas cruces además evocan la muerte y el punto de confluencia entre lo terrenal y lo idílico. La cruz es un elemento preponderante dentro de la religión voduísta por lo que resulta obvio que sea a la vez un elemento una y otra vez repetido dentro del vever.

Los ghedes exigían sacrificios y ofrendas constantemente. Se trata del dios de la muerte o los muertos: Los vuduista invocan a los ghedes para deshacerse de sus enemigos lo que justifica la forma de tumba o sarcófago de muchos de sus vevers. Sobre los altares concedidos a los ghedes siempre se coloca una cruz de madera, con atuendos plateados,  elementos que se imitan en el vever y que al igual que la cruz significan el encuentro de la vida y la muerte
Es importante señalar que el vodú es una religión ofidiólatra, es decir, adoraban a la serpiente, animal que de manera natural o metamorfoseado se dibuja en muchos vever. La culebra representa para los vuduistas el gran fuego sagrado que poco a poco, ha ido desapareciendo del vodú conservándose entre otras cosas en vevers dedicados a Grand Bois, ubicado por algunos en lugar del espíritu más importante del panteón vuduista y comparado muchas veces con la culebra por su particular forma de desplazarse.

Damballah es el dios de la fertilidad. Su símbolo es la serpiente. El que es poseído por ella se arrastrará, de ahí que se represente en el vever una serpiente frente a otra.
Ayida Wedo es su mujer también convertida en serpiente, representan ambos las energías del cielo; el arco iris es su símbolo, y como esposa de Damballah Ayda Wedo comparte su función como protector y donante cósmicos de la bendición. Wedo significa su asociación (junto con Damballah) con el culto de la serpiente de Whydah o puede ser simplemente una parte del nombre del Arco iris-Deity de Nago, Audowido.

En los vevers para Damballah y Aida Wedo al tratarse de una combinación de dos loas similares y con objetivos idénticos en un mismo diseño la simetría es casi total.
Los vevers en forma de corazón han sido dedicado tradicionalmente a Maitresse Erzuly o Ezili, diosa femenina muy venerada dentro del culto animista. Recordemos que Erzuly es una diosa muy femenina y excesivamente presumida y vanidosa. Utiliza un corazón como escudo.

Este corazón es en ocasiones atravesado por una flecha, una espada o una lanza. ¿Acaso no es ella la representación del placer carnal que puede ser herida o herir al amor?

Los trazos de los vevers se repiten constantemente de una representación a otra, solo cambia su distribución, tamaño o preponderancia dentro de la nueva estructura simbólica. Otros elementos aparecen con menos frecuencia como representaciones simples de ramas, elementos florales o el ciervo blanco, animal sacrificable para los loas.

Erzulie se relaciona también con la Serpiente-Diosa Ezi-Aku, según la adoraban en Nigeria. Ella tiene una forma acuática, la Sirene, que se puede relacionar con sus manifestaciones anteriores de la serpiente y por eso es conocida también con el nombre de La Sirene o See Erzulie. Las líneas onduladas evocan las olas del mar.

Estos vevers mantienen un ritmo constante en sus trazos, un equilibrio perfecto y simetría analizada, imágenes de segura confección y premeditada belleza que pasan de sencillas líneas a complejas formas simbólicas, pero que en todos los casos emana un lirismo mítico y mágico.

Ayizán es también una diosa. Diva del comercio y esposa del gran Legba. Pero no es bella y seductora como Erzulie, los voduístas la han definido longeva. Puede metamorfosearse en culebra. Como la mayor de las diosas del panteón tiene derechos y potestades. Se le atribuye la palma real y su fuerza espanta a los malos espíritus.  
Legba es sin lugar a dudas y reconocidos por todos los estudiosos del vodú como el señor de los caminos, guardián de las cruces y de las puertas. Es una de las figuras más importante dentro del panteón vodú.

En Haití es dueño del portalón místico que separa los hombres de los espíritus; Legba es también el guardián de las puertas y de las empalizadas (o cercas) que rodean las casas. (…) es también el dueño de las rutas y los caminos. En este avatar se le llama Dueño de las encrucijadas, lugares propicios para los espíritus malignos y para las artes de magia (León, 2001).

 Es lógico entonces que los vevers formados en su concepción por una cruz recuerden inmediatamente a este loa divino.

A Legba se le representa como un anciano achacoso y harapiento que camina auxiliado por una  muleta. Este atributo se identifica con gran facilidad en el vevers. Otro dato curioso de Legba, identificable también en el vever, es que se trata de un dios Fálico.

Pero este Lega desarrolla una fuerza terrible que se muestra en la brutalidad de los gestos del poseso tirándose al suelo y debatiéndose frenéticamente o permaneciendo inerte como fulminado por el rayo (Metraux, 1958).

El símbolo por excelencia de Legba es la cruz. La línea horizontal representa la tierra, la vertical une la tierra con el cielo. Diversas son las cruces que aparecen en los vevers de Legba.

Las cruces presentes en vevers para Legba aparecen en la mayoría de los vevers del vodú. Pero en Legba nos recuerda además la indecisión ante dos o mas caminos. Este loa tiene especial significado en Haití como guardián de las encrucijadas y de las entradas. El vodú al radicarse en América absorbió elementos del catolicismo. Es en la actualidad el resultado de un sincretismo de creencias. Esto es otro punto de unión. Además de lo que para el vodú mismo es la cruz.
Además de todos los elementos vistos que aparecen reiterados en los vevers como  la serpiente, los corazones, las muletas, las cruces aparecen ciertas representaciones, estrellas de ocho puntas, V entrelazadas y triángulos.

Las V enlazadas (resaltadas en el vever para Aizan) simulan la alianza de los sexos. El triángulo simboliza la coalición de los loas radá, petró y congo. Es también la unión mística de Erzuly diosa del amor con Dambá en presencia del gran Legba.

Las banderas son también elementos importantes dentro del ritual. Cada santuario cuanta con banderas estandartes que representan la comunidad o grupo voduísta de fieles de una secta. Telas exquisitamente trabajadas y vistosas. En un inicio las banderas servían de adorno al culto sagrado. Estas enseñas podían bordarse, o incrustarse con lentejuelas o siluetas de santos. Y en ocasiones eran decoradas con vevers. De igual manera los vevers representaron banderolas en su grafía.

La componente simbólica del vevers, distingue, en peso y valor las partes de su estructura solo a partir del profundo conocimiento del significado de los signos que la integran. De modo que en ello interviene la experiencia sensorial y el conocimiento del objeto en su sistema de relaciones. Para un sujeto no identificado con la situación visual y la orientación espacial, la lectura del texto será más lineal e imprecisa (Wood, 1990).

La pintura haitiana tras la imagen símbolo

La pintura haitiana, como manifestación de las artes plásticas, ha estado notablemente influenciada por la  religión vodú, en algunos casos encontramos obras con grandes influencias del vodú y en otros obras vodú por excelencia. Muchos artistas plásticos haitianos practicaban el vodú e incluso varios ejercieron como hougan al tiempo que desarrollaban su creación pictórica. Es el caso de las creadas por el artista plástico y además sacerdote Héctor Hipolitte uno de los más reconocidos pintores haitianos. Hippolitte creo toda una galería de personajes del panteón vodú Bon Dieu, Damballah, Erzulie, Ogou además de obras como Rey Congua y Escenas de un sacrificio vodú.
La religiosidad perenne en el hombre haitiano trasciende el plano psicológico e inunda su creatividad. De ahí que la creación pictórica se ve involucrada en esta manifestación como extensión de si misma, y como parte de toda la religiosidad que envuelve al haitiano.
La mística religiosa ha sido un complemento insuperable que penetra la intimidad de la obra de los pintores haitianos. El vodú no es un hecho sino que es parte de la vida y cotidianidad de sus practicantes.
La pintura haitiana está caracterizada por el uso de colores puros, grandes contrastes fondo-figura, nulidad de perspectiva, centralidad en el lienzo de los elementos representados, que es a la vez un elemento esencial de la ceremonia y ritos de la religión vodú. Un ritmo impregnado de fantasía como toques de tambor y la disconformidad de tamaños son otros de los elementos que se aprecian en esta manifestación.  
Esta pintura ha sido catalogada de primitiva o naif por el modo en que se trabajan los elementos en las obras: desproporcionalidad en los tamaños y planimetría de las figuras. En ellas prevalece además la tradición de una  cultura para muchos desconocida.

Los elementos plásticos y visuales cobran un gran significado en esta religión rica de colores, de ornamentación, desde los movimientos danzarios, teatrales en los ritos, hasta el colorido de la ropa y de las banderas imprescindibles en las ceremonias y de la naturaleza, lugar donde se realizan la mayoría de los ritos y que queda plasmada luego en los lienzos de los artistas.
Un arte por siglos renegado y despreciado, permaneció, durante la dominación colonial bajo el estigma de inferior y subestimado, catalogado como exótico y carente de valores estéticos hoy es parte del legado de Haití al Caribe y al mundo.
Los elementos gráficos de los vevers han influenciado la visualidad plástica contemporánea de Haití. La plástica contribuye además a enriquecer una tradición pictórica y auxiliaron a la formación de códigos de la pintura.
El vever ha sido un elemento reiterado dentro de la plástica vodú.
Muchos vevers, por su gran apariencia decorativa fueron representados en objetos artesanales. Otros artistas realizaron verdaderos estudios y la representación del vever Estos elementos han influenciado la visualidad plástica contemporánea. La pictografía contribuyó a una tradición pictórica y a la formación de códigos de la pintura actual haitiana.
Estos vevers han sido trasladados a nuevos conceptos y aparecen implícita o explícitamente en la pintura haitiana la cual ha sido un elemento importante para la descodificación de estas imágenes importantes para transmitir el vodú a nuevos receptores de la plástica y de la cultura.
La imagen símbolo ha constituido un código de relaciones de poderes, fuerza, magia, devoción a través de diseños esencialmente lineales y bidimensionales.

La pintura haitiana recrea de manera evidente la religiosidad del pueblo y las tradiciones del vodú. Va mucho más allá de lo que podemos ver. Si en muchas de las obras plásticas el vever sirvió como inspiración para recrearlo en las obras, en otras forma parte de la concepción formal de la pieza quedando al resguardo de colores y formas.
Muchos artistas haitianos han sido influenciados por los vevers del vodú como Gabriel Bien-Aimé, en la pieza Aizán de 1993, cincelada con martillo y buril sobre láminas de barriles de petróleo.

No se trata de que la pintura haitiana contribuyera a la consagración del vodú. El vodú tiene todos los elementos para perdurar y uno de ellos son las manifestaciones artísticas. La pintura refleja estas tradiciones, la memoria colectiva del pueblo haitiano y la muestra al mundo en su sincretismo sin omitir detalles y exhibiéndola en todo su esplendor.
Los vevers no han quedado para el mundo solo como signos gráficos sino que son parte de la historia de Haití y su pueblo, de su espiritualidad, sus creencias y su vida. No solo han llenado su religión de elementos simbólicos y ornamentales sino que trascienden la frontera de un templo y de una creencia y llegan a nosotros escondiendo celosos un misteriosos y fascinante mundo ferozmente renegado y condenado a la clandestinidad. El vever se transforma pero continúa vivo. Vive en la música, en la danza, en la línea, en el color, en las artes todas, en el ámbito caribeño contemporáneo que ha sabido resguardar su identidad, su religión, su misticismo, su credibilidad, el simbolismo y ha sabido interpretar y transfigurarse en nuevos conceptos dentro de su propio culto y asumirlos como suyos, ofreciéndole al Caribe un estado permanente de poesía.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FANON, F.1965: Los condenados de la Tierra. Ediciones Venceremos. La Habana.
FRANCO, J. 1980: Ensayos sobre el Caribe. Editorial Ciencias Sociales. La Habana.
GERSI, D.1994: Vudú, magia y brujería. Sabidurías de lo invisible, Editorial América Ibérica. Madrid.
JAMES, J. El vodú en Cuba. Ediciones CEDEL, Casa del Caribe. Santiago de Cuba.
LEÓN, A. 2001: Tras las huellas de las civilizaciones negras en América. Fundación Fernando Ortiz, Ciudad de la Habana.
MARTÍNEZ, L. 2008: Africanos en América. Ciencias Sociales, Ciudad de la Habana. MÉTRAUX, A.1958: Le vaudou Haitien. Gallimard.París.
ORTIZ, Fernando 1987: Los negros esclavos. Editorial Ciencias Sociale. La Habana.
WOOD, Y.1990. “Lo visual en un sistema mágico religioso: el vodú”. En De la plástica Cubana y Caribeña. La Habana.
YONKER, D. 1989: “Las tres caras de Erzulie”. Revista del Caribe. No.15. Santiago de Cuba.