Leduan Ramírez Pérez
Profesor de Historia de Cuba
Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, Cuba
leduanr@uclv.edu.cu
RESUMEN
La preparación de la guerra independentista de 1895 tuvo en la figura de José Martí a un protagonista fundamental. Los cubanos encontraron en la palabra y la oratoria martiana las guías ideológicas para comprender la nueva contienda bélica que se preparaba y que era continuadora del proceso iniciado en 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, que había culminado sin el logro de los objetivos enarbolados por los revolucionarios que habían combatido en esa contienda. Ahora, se presenta un analista de esa lucha en la personalidad de Martí, que supo utilizar la oratoria, adaptada al contexto modernista que se experimentaba en América del cual este hombre era fundador, como un recurso ideológico de gran valor en la presentación de los nuevos objetivos de lucha: la independencia y el establecimiento de una república democrática, y también en la exposición de los problemas que era necesario erradicar de las conciencias cubanas para alcanzar dichas metas. La consulta de fuentes especializadas, unido al análisis de discursos pertinentes; permiten la presentación de una investigación que analiza la oratoria martiana como un arma ideológica de la Guerra de 1895.
Palabras claves: Oratoria, José Martí, arma ideológica, errores, guerra independentista, discurso, retórica
Con la llegada del año 1895 la Historia de Cuba descubría un renacer de su movimiento independentista. Iniciada la liberación en 1868 bajo la conducción de Carlos Manuel de Céspedes, para los criollos se convertía en una necesidad la separación de sus convicciones con la política despótica de España sobre la Isla.
El avance de la esclavitud como mecanismo de producción agroindustrial marcaría el atraso de nuestra economía y sentaría las bases para un mercado de dependencia con las potencias más adelantadas de la época, las que encontrarían en Cuba un territorio de incalculable valor para sus economías. En tal sentido, la política de concentración de capitales llevaría al traste a los hacendados cubanos que marcarían esos pasos de liberación nacional, y cuyo proceso duraría más de cien años en la historia cubana.
El proceso de emancipación integraría a numerosas personalidades de nuestra Isla. En todo este panorama y cuadros de presentación nacional de las distintas personalidades, un papel protagónico lo encontraremos en el que se convertiría en el Apóstol Nacional de Cuba. Numerosos críticos aseguran y avalan la presentación de la labor martiana en la primera Guerra (1868-1878). Sin embargo, la lucha de este hombre por la independencia nacional encontraría en el período de 1878 a 1895 su máximo auge, dando como conclusión el proceso de reconcentración de las fuerzas y las capacidades cubanas en la Guerra de 1895.
En nuestro trabajo realizaremos una valoración de la oratoria martiana como arma en la preparación y realización de la Guerra Necesaria.
Como pilar de esta etapa de lucha, la oratoria de Martí desempeñaría un papel esencial como arma estratégica en la concepción y gestación de la guerra. Aunque la palabra viva se convirtió en táctica ideológica fundamental, el peso de su verbo radicaba en la acción. A través de la oratoria, Martí estableció sus análisis y estrategias de integración, a la vez que persuadía y defendía todo el proceso revolucionario que había comenzado Céspedes en años anteriores.
El ejercicio oratorio fue, para el Héroe Nacional Cubano, un instrumento eficaz en la preparación de la lucha revolucionaria. La estancia en España, México, Guatemala y Venezuela, le permitió a Martí acercarse a notables disertantes en lengua hispana, y junto con la propia experiencia, arribar a consideraciones acerca de la retórica. En su trabajo Notas sobre la Oratoria, resume sus criterios en torno a los requerimientos de este difícil arte.
En la concepción de la oratoria, la estancia de Martí en la emigración resultaría fundamental para el transcurso posterior de la Revolución, puesto que ninguno de los jefes militares del 68 residentes en Estados Unidos tenía el don de la oratoria, ni la capacidad organizativa que Martí desplegaría entre los emigrados. Válidas resultan sus valoraciones sobre el tratamiento al problema social cubano y en especial el tema de la esclavitud, al calificar de ley indigna de perpetuación de la esclavitud, la llamada Ley del Patronato.
Por tales motivos, la instauración de la oratoria en el trabajo político-ideológico constituye el mecanismo más eficaz para el estudio y el análisis de las problemáticas más apremiantes de la sociedad cubana en aquellos momentos, más cuando nuestra nación y nacionalidad estaban conformadas desde la primera guerra.
El Diccionario de la Real Academia en su vigésimo segunda edición define oratoria como el arte de hablar con elocuencia y la disciplina del género literario que se aplica en todos los procesos comunicativos hablados, tales como conferencias, charlas, sermones, exposiciones, narraciones y otros géneros.
En todos los procesos de la oralidad se aplica la oratoria y por lo general su fin es persuadir. Esta función la distingue de otras disciplinas; mientras la didáctica enseña y la poética deleita, la oratoria persuade. Convencer es hacer que las personas tomen decisiones y actúen a voluntad.
Existen varios tipos de oratoria o géneros, pero los que más desarrolla Martí son los géneros deliberativo o político y demostrativo. El primero se ocupa de acciones futuras y lo califica el juicio de una asamblea política que acepta lo que el orador propone como útil o provechoso y rechaza lo que propone como dañino o perjudicial. El género demostrativo o epidíctico se encarga de hechos pasados y se dirige a un público que no tiene capacidad para influir sobre los hechos, sino solo de asentir o disentir sobre la manera de presentarlos que tiene el orador, alabándolos o vituperándolos. Está centrado en lo bello y en su contrario, lo feo.
Para concebir la idea de que la oratoria martiana puede ser considerada un arma ideológica en la preparación del nuevo proceso independentista, partimos de la concepción general del término arma. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su versión digital, el sustantivo arma en la décima acepción es recogido como medio que sirve para conseguir algo, material o espiritual. Aplicando el proceso de metaforización a tal palabra observamos que el valor semántico de la misma se enriquece en la oratoria de Martí. Se intentaba obtener la independencia de Cuba como realidad práctica e ineludible, pero a la vez se procuraba crear una conciencia independentista que lograra la unión de todos los interesados en una sola dirección de pensamiento.
Los dos mecanismos de dirección en el uso específico de este arte, proponían la eliminación de los problemas que se habían presentado en la campaña anterior. Los discursos que emitió surgían de un serio análisis de las condiciones objetivas en las que se desarrollaron. Si por un lado intentaba establecer un criterio común en relación al tema de la independencia, por el otro; no se olvidaba del público al que se dirigía: intelectuales, diplomáticos o tabaqueros.
El reconocido mérito de José Martí como creador y revolucionario ha sido destacado por numerosas personalidades que han seguido su proyecto de liberación nacional. En cada discurso expresado, Martí construía las visiones de su pensamiento. En ellos se fusionaban la perdurabilidad estilística, las concepciones éticas junto a valoraciones ideológicas, que ofrecían una imagen integral del pensador auténtico y del luchador incansable.
No todos sus discursos se concretaron en un texto, pues fueron pronunciados en ocasiones circunstanciales que no hicieron posible su copia.
La oratoria de José Martí fue un medio necesario, una vía para exponer sus ideales, disponer los ánimos, enseñar el camino de la libertad y el honor. Su objetivo era aunar voluntades y elaborar un arsenal de ideas para los revolucionarios no solo cubanos, sino para los «americanos todos».
Al término de la Guerra Grande (1868-1898), comienza para Martí un período muy productivo en el estudio y análisis de la recién finalizada guerra. Estos años los pasó viajando constantemente y en cada viaje reforzaría la necesidad de la independencia. Especialmente en un país centraría su interés: Estados Unidos. La estancia en este país, donde se hallaban los grupos más nutridos de emigrados cubanos, no parece haber sido obra del azar para trabajar con eficacia en los preparativos de la nueva guerra libertadora en Cuba. Es así como sus ideas van alcanzando mayor madurez, profundidad y solidez en este contexto en que conoció las «entrañas» del monstruo, que ya latían y amenazaban el porvenir de Cuba y de toda América.
Durante la preparación de la guerra fue ofreciendo su visión acerca de los peligrosos despuntes imperialistas y de la expansión norteamericana. Eso le permitió asumir un nuevo grado de razonamiento antianexionista y desarrollar, ajustado a las evidencias de su época, la tradición cubana de lucha contra el anexionismo que lo conduce a una posición consecuentemente antiimperialista. Esa fue la razón por la que la guerra se hacía doblemente necesaria.
En la oratoria encuentra Martí uno de los instrumentos más importantes a la hora de sembrar ideas entre las personas. Cintio Vitier anuncia en una entrevista realizada por el estudioso japonés Daisaku Ikeda que: …desde la adolescencia sintió Martí la vocación de luchar con la palabra por su patria. Tres vías halló para hacerlo: la oratoria, el periodismo y la comunicación verbal…
Como observamos en esta sentencia de ambos académicos, desde la adolescencia ya el joven Martí había comenzado su preocupación por el arte de la palabra en la consecución de la independencia de Cuba. En su visión del proceso emancipatorio encontraba real una de las frases más divulgadas en relación al poder que ejerce la palabra sobre las voluntades de los pueblos. El establecimiento de una relación entre la oratoria consecuente y su posición independentista no lo hacía obviar la relevancia que el llamado «Cuarto poder» ejerce en la sociedad. Más adelante, el escritor japonés señala:
… detrás de su elocuencia hay algo más que el mero poder de expresión o el inmenso caudal de sus conocimientos. Creo que, en cada una de sus estocadas verbales ardía su sentido excepcional de la justicia.
[…]
… El lenguaje incisivo de Martí, del que hacía gala en sus escritos o discursos, estaba respaldado en sus firmes convicciones y en su certero sentido de la justicia. Por eso las palabras daban en el blanco.
El primero de los recursos que manejamos en esta cuestión es lo relacionado a la concepción de la justicia que manejaba Martí en cada uno de sus discursos. No en balde, las bases y los estatutos del Partido Revolucionario Cubano creado en 1892 respondían a estos criterios. En ese documento se expresaba que los esfuerzos encaminados a lograr la independencia de Cuba y Puerto Rico no estaban dirigidos al pueblo español, sino a su sistema de gobierno y administración sobre la Isla. Aquí radica una de las principales cuestiones éticas en el pensamiento de la guerra cubana durante el siglo XIX.
Vitier señala con acierto algunas de las características más importantes en la oratoria martiana. Expresa que:
De su oratoria puede decirse que aunó la tradición clásica, especialmente ciceroniana, con la inspiración profética del Antiguo Testamento, todo ellos remozado por la sangre nueva de la expresión moderna. El resultado fueron discursos hirvientes y categóricos, poemáticos y conceptuales, fundadores de un nuevo proyecto revolucionario que iba más allá de la guerra «inevitable», «necesaria»: el proyecto de una «república moral», de una patria independiente y soberana, «con todos y para el bien de todos».
A partir de 1887, Martí empieza a reorganizar la emigración y a estructurar el movimiento revolucionario. Comienza a pronunciar los discursos por el 10 de Octubre, y con ellos se refuerza la idea patriótica de la importancia de aquel hecho, a la vez que promueve la necesidad de una nueva etapa de lucha que logre los objetivos trazados en aquella gesta truncada.
La preparación ideológica de la guerra a los emigrados cubanos estuvo a cargo de Martí mediante los discursos pronunciados entre 1887–1891. Estos años resultaron claves en la labor política desarrollada por Martí a favor de la unidad del exilio cubano y de las fuerzas que todavía quedaban en Cuba. El primero de ellos marca un despegue de la oratoria martiana en medio de la Guerra Chiquita. Nos interesaba el seguimiento que se le daba a la fecha del 10 de octubre en los años en que se produjeron esos discursos, por lo que decidimos incluirlos en nuestro corpus. En el caso de los dos discursos restantes, la premura y espacio temporal entre ambos nos proponía un análisis interesante en el tratamiento oratorio. La muestra seleccionada entonces, recoge los siguientes textos:
En la oratoria de Martí lo novedoso e intrincado del tema se traduce en una belleza de la forma, a la vez que se engalanan los recursos oratorios con la palabra fluida y dinámica de una prosa estremecedora.
Según palabras de Antonio Martínez Bello, quien a su vez las recoge del pensador Humberto Piñera Llera:
…El pensamiento de Martí, es sin duda, un pensamiento que emerge de lo real y vuelve a él indefectiblemente… Un pensamiento que se puede quedar no solo pensamiento, sino que se transforma en acción, y una acción que no es única y espontáneamente acción, sino que surge y actúa como la inevitable secuela del pensamiento. Si la acción dimanante del pensamiento (martiano) es la relación de la idea, su formulación práctica…
Las ansias de libertad de los cubanos y el espíritu de justicia y rebeldía ante la situación, vigorizan la palabra martiana. Para él la independencia partía de un análisis serio y preciso de todas las consecuencias y errores cometidos en el pasado, claro que no se nos presenta directamente un lenguaje acusatorio, puesto que se busca una concreción de las fuerzas posibles para encauzar la lucha. Más aún, encontramos una nueva arista de preocupación y de lucha ideológica en el pensamiento martiano. El crítico Miguel Limia David nos recuerda lo siguiente sobre esta faceta martiana:
La producción ideológica martiana descansa desde sus inicios en la constatación profundamente acertada del estado y condición de la contradicción principal colonia- metrópoli, ya configurada de la sociedad cubana colonial; y descubre en su desarrollo la que había de sustituirla históricamente: el imperialismo norteamericano-pueblo cubano.
Analicemos algunas de las concepciones martianas a través de uno de sus discursos más relevantes: «Las lecturas en Steck Hall», pronunciadas el 24 de enero de 1880.
Las lecturas radicales de Martí. Su presencia en Steck Hall
Mediante el análisis de las imágenes que integran el sentimiento patriótico en el plano particular del autor, se puede entender la causa de la expresión misma, la cual resulta a veces difícil deslindar a lo largo de la pieza, en esta imagen literaria que provoca el lenguaje, expresado especialmente en la sucesión de metáforas. Para este protagonista del Modernismo Latinoamericano, la palabra preciosista es la clave para lograr un discurso agradable, casi culto, pero que a la vez encendiera el deseo y avivara las ansias de liberación para Cuba.
Con palabras elocuentes, salidas de lo más hondo, se observa cómo se personifican las abstracciones, a través de una serie de elementos inanimados (sustantivos abstractos: silencio, honor, muerte) para presentar toda una realidad, para convencer al auditorio, se reitera la necesidad de unir, el reconocimiento a los Grandes y la alerta contra cualquier despotismo futuro de la república, demostración de la función apelativa del lenguaje, concepción y operación cardinal, pues implica la intención del hablante, en este caso el orador en persuadir al oyente para que adopte su punto de vista, razón clave en la oratoria, sobre todo en la revolucionaria.
Esta es la razón por la cual se comienza la lectura de este discurso con la siguiente frase: El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente. Y es que con la emoción y el respeto al unísono se nos integra un homenaje a la Patria sumisa y rebelde al mismo tiempo.
La oratoria se constituye en un sentimiento de rebeldía. Es el arma perfecta para desentumecer la memoria y recordar los sucesos impresionantes de nuestra gesta recién concluida. No solo debemos vincular la oratoria a la exaltación patriótica sino al llamado de la lucha.
… los cansados se fortalecen; las armas oxidadas salen de las hendiduras donde sus dueños prudentes las dejaron, en el olvido no, sino en reposo; las pasiones humanas producen, excitadas de nuevo, sus naturales resultados; en aquella década magnífica, llena de épicos arranques y necesarios extravíos, renace con sus héroes, con sus hombres desnudos, con sus mujeres admirables, con sus astutos campesinos, con sus sendas secretas, con sus expedicionarios valerosos. Ya las armas están probadas, y lo inútil se desecha y lo aprovechable se utiliza. Ya no se perderá el tiempo en ensayar: se empleará en vencer. Los hijos de los bosques saben ya el árbol que cura, el que alimenta y el que ampara…
En la consideración martiana el concepto de pueblo lo aviva en medio de la necesidad de elevar a la nación surgida en Guáimaro. En medio de todo su debate político, pueblo no es aquel que produce hombre crudos y egoístas junto a mujeres banales. La idea de la identidad se muestra en un Martí que reconoce a la tierra que es capaz de dar hombres generosos y mujeres puras. Ya esta iniciación se había producido en la idea que se observa en Abdala donde conocemos una alusión a la Patria.
La patria para Martí se resume en las siguientes palabras: Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas. El sentimiento nacional cubano y la manifestación de una cultura con sabores y caracteres propios, habían ganado en el Apóstol un espacio de unificación intelectual, que se materializó en la Guerra de los Diez Años. Durante el período de Tregua Fecunda esta concepción de Patria, y que ella era Humanidad se agruparon en torno a la preparación de la nueva contienda. En su prédica, los líderes son el instrumento de la causa para concretar la acción. El verdadero protagonista es el pueblo. Esta es la idea que predominará en cada uno de sus discursos durante la etapa.
Sentimiento de rebeldía
En la pieza oratoria, con valor artístico en su proyección, revela el alcance auténtico de las necesidades esenciales de la sociedad cubana en la segunda mitad del siglo XIX. En cada discurso se perfilan las ideas y aspiraciones a través del tamiz emocional del orador, dándoles un sentido personalizado, individualizado; peculiaridad básica del lenguaje que caracteriza el estilo oratorio martiano.
Martí se encarga de transmitir la experiencia de la vida de los grandes patriotas cubanos, la intransigencia revolucionaria de hombres como Céspedes y Agramonte. A la misma vez, lanza el reto a las nuevas generaciones de cubanos exiliados, fomentando en ellos la responsabilidad de la suerte venidera que llevarán sobre sus hombros:
…!Pero vosotros, emigrados buenos, sufridores de hoy, triunfadores de mañana; vosotros que bautizáis a vuestros hijos con el nombre de nuestros héroes más queridos, de nuestros mártires, de nuestros inválidos, que habéis probado vuestra fe, donde sobre la prueba los amigos leales, en el abandono y en la desventura; que habéis preferido al labor modesta, llena de fuerza digna, al placer de levantar casas sobre cadáveres calientes, sin más cimiento que la palabra movediza de un adversario inepto y alevoso; vosotros que no creéis en la prosperidad de una tierra donde sobre la generación presente han caído desatadas las culpas de las generaciones anteriores,[…]¡
José Martí aglutina en la palabra toda una realidad en vísperas de la Guerra Necesaria, poniendo todas sus facultades, sensibilidad y los recursos figurados, como muestra de su singularidad estilística en función de la idea de liberación que comunica. Para la comprensión de la oratoria martiana es preciso entender la profunda dimensión que tenía Martí de los derechos de cada hombre a ser libre. Se expresa así en estas metáforas que dan la medida de la profundidad de su pensamiento. Hace gala de su estilo, fundiendo con maestría ejemplar la preocupación por la patria, y es así como manifiesta sus sentimientos libertarios y patrióticos, introduciéndolos, a manera de antítesis, de enumeraciones y contraposiciones paralelas que destacan y producen una valoración más efectiva sobre los oyentes.
Por otra parte en la arenga, para producir una idea más perceptible de la situación y comunicarla con el mayor ardor recurre a la metáfora «triste independencia», para significar así cómo los cubanos, contrarios a la independencia, se reafirmaron en sus posiciones tras el fracaso de la guerra. Otros, que incluso habían combatido contra España, perdieron la esperanza de sacudirse el yugo colonial y se encaminaron a buscar reformas que mejoraran la situación de Cuba, y a reclamar de España el cumplimiento de lo pactado en el Zanjón.
Al adentrarse en el pensamiento martiano la necesidad de acción se presenta en una unidad con la emoción. En una de sus piezas oratorias menos conocidas: «Oración de Tampa y Cayo Hueso» (1892) se encuentran las siguientes palabras:
Los pueblos, como los volcanes, se labran en la sombra, donde sólo ciertos ojos los ven; y en un día brotan hechos, coronados de fuego y con los flancos jadeantes, y arrastran a la cumbre a los disertos y apacibles de este mundo, que niegan lo que no desean y no saben del volcán hasta que no lo tienen encima. ¡Lo mejor es estar en las entrañas, y subir con él!
Las imágenes que se nos presentan en el fragmento anterior evocan la idea irruptora de la revolución como un proceso rápido pero que en la misma magnitud del volcán, eliminase toda aspereza contraria a sus designios. En la concepción de pueblo lo que importa es la esencia histórica que conforma cada nación. En esa referencia juega un papel importantísimo las realidades sociales ocultas, aumentadas en la medida de las injusticias gubernamentales. Estas circunstancias escondidas en el trasfondo de la Historia, son las que Martí logra ver y exponer a través de sus discursos.
En medio del trabajo agotador que su carrera diplomática le imponía, realizaba numerosas colaboraciones para los periódicos norteamericanos. La posición que establecía de la soberanía cubana se desataba en una elocuencia admirable en cada discurso pronunciado. En referencias de Vitier se afirma que normalmente Martí no elevaba el tono de voz y que su conversación se realizaba en un registro neutral, pero al abordar la tribuna, su verbo se encendía, siendo capaz de elaborar el discurso sin apenas mirar el papel escrito. Estremecía al auditorio por el contenido de sus palabras que cortaban la solemnidad como si imitase el tajo del machete en medio del combate.
La intensidad emocional es recibida por la emoción patriótica con que se presenta la realidad, de modo que desempeñan un papel importante los recursos empleados por el orador, es el caso. Martí evoca un pasado de valores equívocos, a la miseria moral, de quienes se creían cubanos y patriotas, enfrenta el vigor, la fe de un pueblo oprimido, no se puede permitir que lo indigno, lo indecoroso, lo ilícito llegue a Cuba, a los patriotas honorables, simbolizado, en esta ocasión, en una de las grandes figuras de la guerra de independencia, quien supo levantar el espíritu de la revolución en momentos oportunos, tangibles y necesarios.
Así encontramos en otra parte la siguiente expresión:
… Palpen unos con manos vacilante la senda áspera y larga, como esperando al hora del éxito para unirse al cortejo triunfal, Vuelvan otros los ojos con cansancio, del espectáculo de una lucha después del cual lamentarán, en la hora de peligro, --porque la libertad naciente ha de ofrecerlos, -- no haber encontrado a una revolución cuyo alcance y empuje no serán luego bastante poderosos a contrastar,-- porque es ley que no exceda la cosecha del monto y calidad de semilla; abandonen hoy con culpable tibieza lo que mañana, espantado tal vez de las consecuencias de su culpa, pretenderán asir en vano; afilen algunos con mano solícita, y alarguen al dueño, los aceros que han de clavarse en el pecho de los que mueren […] en defensa del bienestar y la libertad de aquellos que asesinan. […] Tenemos que pagar con nuestros dolores la criminal riqueza de nuestros abuelos.
La oratoria martiana se caracterizó por la fuerza de sus ideas y la belleza, casi lírica, de su expresión. En la conversación que Vitier sostuvo con Ikeda se puede apreciar el valor de laretórica en Martí.
Vitier observa:
… creo necesario destacar que lo decisivo en Martí no es sólo su pensamiento, no son únicamente sus ideas, sino lo que emana de su palabra y encarna en su conducta. El general Gómez testimonió: «era un mago: todo lo podía con la palabra». Diego Vicente Tejera, confirmado por Rubén Darío, aseguraba: «el que no oyó a Martí en la intimidad no se da cuenta de todo el poder de fascinación que cabe en la palabra humana». Un humilde hombre de pueblo hizo el elogio insuperable: « ¡No lo comprendíamos, pero estábamos dispuestos a morir por él!»
Otro discurso necesario en la comprensión de la oratoria martiana como instrumento de lucha fue Los Pinos Nuevos el 27 de noviembre de 1891, en conmemoración al aniversario de los estudiantes de medicina asesinados en 1871.
Este es un llamado a la unidad de todos: veteranos y novatos, blancos y negros, ricos y pobres, españoles y criollos; y una exhortación a la guerra necesaria —que debería subsanar los errores que llevaron al traste la anterior contienda— y para construir una república con todos y para el bien de todos:
¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas! A la guerra de arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad, que vendría floja y sin probabilidad de vencer, si no le diese su pujanza aquel amor inteligente y fuerte del derecho por donde las almas más ansiosas de él recogen de la sepultura el pabellón que dejaron caer, cansados del primer esfuerzo, los menos necesitados de justicia. Su derecho de hombres es lo que buscan los cubanos en su independencia; y la independencia se ha de buscar con alma entera de hombre [...] ¡Ahora a formar filas! ¡Con esperar, allá en lo hondo del alma, no se fundan pueblos! [...]
Para Martí la palabra constituye un mecanismo eficaz en la toma de conciencia, es producto de un proceso de fraguado en el calor de la historia. Es una interpretación de la vida y de la conciencia cubana, de generación a generación.
Para el héroe no existe mayor sufrimiento que el de la tierra irredenta, no es posible comprender a cabalidad esta situación si no se reflexiona en la realidad de la misma.
Los pueblos viven de la levadura heroica. El mucho heroísmo ha de sanear el mucho crimen. Donde se fue muy vil, se ha de ser muy grande. Por lo invisible de la vida corren magníficas leyes. Para sacudir al mundo, con el horror extremo de la inhumanidad y la codicia que agobian a su patria, murieron, con la poesía de la niñez y el candor de la inocencia, a manos de la inhumanidad y la codicia.
Pero mayor resonancia en la palabra hablada de Martí será su discurso Con todos y para el bien de todos, donde se sintetizan y concentran todas las enseñanzas y razonamientos martianos acerca de la nueva concepción de Republica que se predefinía en el pensamiento del apóstol.
Mucho más allá de las tranquilas y exaltadas frases demagógicas de cualquier orador popular, la sintaxis de Martí recorre registros solemnes que mueven al respecto y a la admiración de los que allí se encontraban presentes.
Bello el gesto de comenzar una de sus piezas oratorias más trascendentales con el homenaje a Patria y su exaltación a los lugares cumbres del patriotismo latinoamericano.
Cubanos: Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean…
No estamos en presencia de una evocación simplista. El llamado al respeto sobrecoge y encierra una admiración sin límites hacia la tierra patria. Pero la modestia de Martí supera esas fronteras cuando expresa que su presencia en el podio tan solo es la llamada de la tierra rebelde e insumisa que no se acostumbra a la servidumbre, ni a que se pisoteen sus derechos que como nación pretende obtener.
Ese derecho se resume en su frase: «yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre». Miremos al hombre que busca sembrar ese pensamiento digno en el corazón de un pueblo que sueña con una libertad palpable.
El Maestro aportó a la actividad revolucionaria cubana de fines del XIX una ideología y organización política adecuada a las exigencias de la época, por lo que constituyó, decisivamente al desarrollo en el seno del pueblo, de un elevado grado de autoconciencia. Con su obra práctica, propagandística, luchó por transformar la calidad de la actividad política anticolonial de la Revolución.
Martí en el propio discurso plantea lo siguiente:
…De todos los cubanos ¡Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra, ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, qué si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza! ¡Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen! ¡Cómo que unos brazos divinos que no vemos nos aprietan a todos sobre un pecho en que todavía corre la sangre y se oye todavía sollozar el corazón! ¡Créese allá en nuestra patria, para darnos luego trabajo de piedad, créese, donde el dueño corrompido pudre cuanto mira, un alma cubana nueva, erizada y hostil, un alma hosca, distinta de aquella alma casera y magnánima de nuestros padres o hija natural de la miseria que ve triunfar al vicio impune, y de la cultura inútil, que sólo halla empleo en la contemplación sorda de sí misma! ¡Acá, dónde vigilamos por los ausentes, dónde reponemos la casa que allá se nos cae encima, donde creamos lo que ha de reemplazar a lo que allí se nos destruye, acá no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón que esta palabra inefable y ardiente de cubano!
[…]
Muy mal conoce nuestra patria, la conoce muy mal, quien no sepa que hay en ella, como alma de lo presente y garantía de lo futuro, una enérgica suma de aquella libertad original que cría el hombre en sí, del jugo de la tierra y de las penas que ve, y de su idea propia y de su naturaleza altiva. Con esta libertad real y pujante, que sólo puede pecar por la falta de la cultura que es fácil poner en ella, han de contar más los políticos de carne y hueso que con esa libertad de aficionados que aprenden en los catecismos de Francia o de Inglaterra, los políticos de papel. Hombres somos y no vamos a querer gobiernos de tijeras y figurines sino trabajo de nuestras cabezas, sacado del molde de nuestro país.
Miramos por encima de esa realidad presentada en ambos fragmentos. La concepción de la Patria parte de un estudio componente de todas las piezas integrantes del proceso revolucionario. En juego está un país y una nación que ya no resisten el peso del yugo colonial, como expresara Céspedes años atrás que Cuba ya no solo era por derecho libre, sino que no podía volver a ser esclava. Este es el pensamiento martiano que mueve a un pueblo en el fortalecimiento de la conciencia nacional.
Como hemos observado, la oratoria martiana nunca se puede desligar del fuerte vínculo con la influencia modernista de la que fue fundador el Maestro. En cada uno de sus escritos encontramos al hombre capaz de conmover a la nación y a los exiliados, pero sin perder nunca la posibilidad de la palabra fluida y preciosista. En una de las referencias anteriores podemos encontrar la extensión de sus parlamentos, muchas veces sin un signo que interrumpiera la oración. Si pudiéramos establecer esa separación forzosa del discurso la idea principal se quedaría trunca en su totalidad.
El Modernismo para Martí fue una manera para vincular la creación literaria con el pensamiento revolucionario. No podemos señalar que haya sido de manera arbitraria el uso de estas influencias, pues si estudiamos la obra escrita del Apóstol encontraremos que en cada línea se aprecia el perfecto dominio del idioma, junto a la metaforización de los parlamentos, aun cuando el texto no lo requiriese, como ocurre con Vindicación de Cuba. La palabra es un mecanismo para contrarrestar toda idea contraria a la causa independentista o cubana.
La política y la poesía eran dos realidades que partían de una fuente común: la Patria. En la unión de ambas se nos presenta ese parentesco profundo entre la belleza y la justicia, que en otro momento del presente trabajo hemos tocado. Esta unión es la más trascendente lección de poética revolucionaria que nos lega la obra martiana. En la oratoria se aprecia el poder de conmover y convencer al público en la misma profundidad que logramos imaginar nuestra realidad desde una postura diferente, desde lo nuevo interior y no desde la visión extranjera. En los discursos de Martí se encuentran fundidas las tendencias estéticas y éticas del pensamiento latinoamericano. El Modernismo que se aprecia en Martí trasciende el panorama estilístico para convertirse en una concepción vital, el hombre nuevo se produce diferente al carácter explotador de las sociedades consumistas.
La palabra sirvió al Maestro para configurar la conciencia nacional en función del nuevo proceso independentista que se preparaba desde los Estados Unidos. Durante la etapa de la Tregua Fecunda se dieron algunos intentos independentistas, pero la poca previsión y la rapidez con la que se iniciaron los llevaron al fracaso. Los discursos estuvieron encaminados a la emigración cubana residente en el exterior como principal contribuyente a la causa. Este es uno de los objetivos esenciales en la ratificación de la nacionalidad cubana que todos ellos poseían. La guerra se haría en Cuba pero se mantendría desde sus importantes contribuciones.
El pensamiento martiano basaba su poder oratorio en correspondencia a un pensamiento nacional-liberador que estuviera integrado por las fuerzas más populares integrando un frente muy amplio de carácter democrático, inculcando en las masas el proyecto de realización. Este mecanismo debía responder a una transparencia que fuera la imagen del pueblo, y democrática, de ahí el nombre del discurso anterior. Y a esto podemos resumir que producto de esta esencia concretar nuestro papel en la política internacional como nación libre, respetada y admirada por todos los pueblos.
La exploración realizada a algunos de los discursos más importantes de José Martí ha permitido la reflexión sobre los significados de la acción desarrollada por Martí al estudiar las causas del fracaso de la Guerra Grande y organizar las condiciones para la nueva etapa de lucha por la liberación nacional.
A través de los discursos encontramos que se expresan los objetivos esenciales del nuevo proyecto emancipador: la libertad y la instauración de una República democrática.
La labor oratoria de Martí permitió incluir su retórica como arma ideológica fundamental en la planificación y ejecución de la Guerra Necesaria, al lograr coordinar y presentar a las futuras fuerzas motrices de la Revolución el proyecto de lucha y el proyecto de nación que se pensaba.
La importancia de la oratoria martiana supera los límites de la variante política y se inserta en la literatura latinoamericana como expresión de un Modernismo, donde en lugar de separarse de la realidad, se acerca cada vez más a ella.
BIBLIOGRAFÍA
Aguirre, Sergio (1974): Eco de Caminos, Editorial Félix Varela, La Habana, 2007. ISBN 978-959-07-0678-3
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