Contribuciones a las Ciencias Sociales
Octubre 2011

EL ANEXIONISMO EN CUBA DURANTE LA DÉCADA FINAL DEL SIGLO XVIII Y TODO EL SIGLO XIX



José Angel Morejón Sardiñas (CV)
Estudiante de Filología Hispánica en la UCLV Cuba
jmorejon@uclv.edu.cu



RESUMEN

Este artículo es un acercamiento a las posturas reformistas dentro de la Isla durante la década final del siglo XVIII y todo el siglo XIX. La mirada en retrospectiva pretende demostrar la variedad de pensamiento en un rango de tiempo comprendido entre estos dos siglos.  Evidencia  la situación de Cuba a lo largo de la historia, bajo la mirada del anexionismo, visto como una solución a los problemas coloniales. Se destaca la labor ideológica de José Antonio Saco, así como las diferencias que convergen dentro de una misma línea de pensamiento, para concluir con la figura de José Martí y su acción por luchar en la unión de los cubanos en la emigración y la superación de resentimientos.

Palabras claves: Cuba, anexionismo, José Antonio Saco, José Martí, reformismo.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Morejón Sardiñas, J.A.: El Anexionismo en Cuba durante la década final del siglo XVIII y todo el siglo XIX, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/14/

El Anexionismo en Cuba durante la década final del siglo XVIII y todo el siglo XIX

La situación de Cuba a lo largo de la historia ha contemplado una serie de tentativas por parte del gobierno de los Estados Unidos,  a su vez que   la posición de la clases superiores, para así definir  a la burguesía  nacional,  superpone todo un miedo arraigado al negro, que  bien pueden estar fundamentado  en las diversas sublevaciones producidas en el marco de la esclavitud en el ámbito local americano, así como las crueldades humanas a las que eran sometidos los negros en las plantaciones y en los empleos domésticos de las haciendas, todo esto determinado por el momento epocal de  tener  la férrea tutela de la metrópolis española mediante la cual muchos criollos se esperanzaban con una anexión para la solución de sus problemas.
Al centrarnos en esta línea del anexionismo debemos tener presente como a fines del siglo XVII e inicios del XIX, el criollo comienza a sentirse ya muy identificado con el suelo donde  vive y actuará  y  pensará  muy diferente al español,  al africano, al inglés y al franco haitiano. Comienza a hablar con voz propia, es así como en la década final del siglo XVIII hace su entrada en la escena histórica cubana un grupo de hombres de pensamiento y acción conocidos  como  «la generación del 92» aunque nacieron después de la toma de La Habana por los ingleses.  Pertenecían a familias criollas  poderosas, educadas dentro de las corrientes más avanzadas de su época, fundamentalmente en Europa. Se caracterizaron  por una cultura enciclopédica y una concepción socioeconómica propia. Correspondían a una  burguesía esclavista que controlaba la vida del país.  
Este es un grupo selecto con gran poder económico y político,  que se caracterizó por  un desarrollo económico plantacionista, por un pensamiento racionalista y sensualista que pone en primer plano el conocimiento de la naturaleza, la experimentación y la observación como métodos científicos, que tenían como lengua oficial el castellano, rompen  la unidad ideológica imperial generando un pensamiento autóctono que asumía la realidad colonial con un sentido transformador. Esta burguesía  adoptó, a partir, de 1790, diferentes posiciones políticas reformistas, independentista y anexionista.
Los liberales cubanos, en su mayoría grandes propietarios y terratenientes criollos, que esperaban ciertas reformas en el sistema colonial, vieron defraudadas sus esperanzas cuando en España los sectores progresistas y moderados que llegaron al poder en las décadas del 30 y 40 del siglo XIX, no modificaron significativamente este sistema  y mantuvieron todas las prerrogativas dadas al gobierno colonial. Ante este fracaso un amplio sector de los terratenientes criollos se agrupó en la tendencia anexionista, pero no fue solo esta tendencia la que influyó en la difícil situación colonial.  Inglaterra que había abolido la esclavitud en sus posiciones antillanas, proceso que culminó  en 1839, presionaba para que España hiciera lo mismo, los ingleses propagaban por toda la Isla criterios abolicionistas. Un papel importante en esta tarea lo jugó el cónsul inglés en Cuba, David Turnbull,  quien se dio a la tarea de incentivar el descontento existente entre algunos sectores.
Sucesivas sublevaciones esclavas estremecen La Habana y Matanzas, por lo que España envió como capitán general a Cuba, a uno de sus más altos oficiales el general Leopoldo O´ Donnell, quien descubre una nueva conspiración de gran envergadura en 1844 y desató una terrible represión contra los esclavos y las capas medias de color: negros y mulatos libres que  se conoció con el nombre de «Conspiración de la Escalera».
La ofensiva reformista de los años 30 terminó en un rotundo fracaso. España no accedió a ninguna de las demandas planteadas, y no sólo eso, privó a los cubanos el derecho que tuvieron todos los españoles de enviar sus diputados a las Cortes y descargó el peso de la represión contra los que clamaban por reformas. Las contradicciones entre la colonia y la Metrópoli se agravaban sensiblemente
El reformismo, como corriente asociada  a producir un cambio en el marco de la relación colonia – metrópoli, no dejó de existir; a pesar de los persistentes fracasos en los que se vio envuelto; entre sus representantes tenemos a  José Antonio Saco , también se destacaron José de la Luz y Caballero y Domingo del Monte (Domingo del Monte pertenecía a una familia de ricos hacendados, pero se destacó principalmente como escritor y como maestro de intelectuales cubanos. Contribuyó a la emancipación y al desarrollo literario del poeta negro Juan Francisco Manzano, y al auge de la cultura cubana. Enemigo de los regímenes despóticos, fue perseguido y tuvo que emigrar)
Es esta una nueva etapa de lucha, no les preocupa subrayar su hispanidad, su tono es diferente, vocean su cubanidad, encuentran una dura resistencia oficial, aumenta la agresividad entre españoles y cubanos debido al antecedente independentista, en la década del 20 al 30, además por la oposición de la burguesía al mantenimiento de la trata.
José Antonio Saco, director de la revista Bimestre Cubana, órgano oficial de la Sociedad Económica de Amigos del País, publicó un artículo en el que atacaba a la sociedad esclavista. El artículo titulado  «Análisis de una obra sobre el Brasil»,  donde expone los puntos básicos para sustituir la sociedad esclavista por la capitalista: eliminación inmediata de la trata: saben que por el momento la esclavitud sigue siendo necesaria en los ingenios, por eso son partidarios de mantener la esclavitud, no así la trata, pues esto va contra las perspectivas de la industria azucarera; extinción gradual de la esclavitud, teniendo en cuenta el interés de los propietarios y las necesidades del desarrollo azucarero; inmigración blanca; introducción del trabajo asalariado en sustitución del trabajo esclavo; creación del colonato en la agricultura cañera; concentración de la producción azucarera y de los capitales en busca de unidades productivas de mejor tecnología y mayor producción y productividad; intensificar el comercio con los EE.UU.; asimilación o autonomía; fin de las facultades omnímodas.
Este proyecto socioeconómico expuesto por Saco, puede considerarse su programa mínimo, pero justamente este era el que suscitaba la oposición esclavista y colonialista. En 1836 Saco fue electo Diputado a las Cortes Constituyentes, pero se acordó que España era solo el territorio peninsular e islas adyacentes, mientras que las provincias de ultramar quedaban excluidas de la jurisdicción constitucional y para estos territorios se dictarían leyes especiales.

La burguesía no conoció las mejoras que ambicionaba, pero fue capaz de concretar, sus aspiraciones fundamentales, de vertebrar con éxito sus esfuerzos en una lucha pública y de movilizar activamente a favor suyas amplias zonas de opinión nativas. Fue capaz sobre todo, de realizar una crítica tan amplia como implacable y lúcida, sobre muchos errores y vicios de la dominación española. Despertó la conciencia colectiva de una ciudadanía y en su apreciación en la cuestión esclavista avanzó un trecho significativo que  adoptó una posición más radical ante el problema de la esclavitud. Fue idóneo abogar por un desarrollo económico basado en la introducción de nuevas técnicas y en la defensa de la unidad económica.
José Antonio Saco formará parte de ese torrente; al no admitir los cambios  por la vía violenta-revolucionaria;  justificará, que el problema cubano se resuelva, aunque la anexión llegará, en última instancia.
La doctrina del «Destino Manifiesto», expresión del expansionismo norteamericano, expuesta por el presidente de Estados Unidos, James Knox Polk, quien llegó a la presidencia en 1845, estuvo en concordancia con las aspiraciones de los terratenientes criollos.  La cadena de sublevaciones abolicionistas en una época en que los negros constituían el 58% de la población y donde los propietarios criollos que se identificaban con la idea anexionista, trataron de asegurarse el apoyo de otros sectores y en sus propagandas utilizaban con frecuencias frases como independencia y separación de la tiránica España, vieron que  la independencia era un paso previo a la anexión  por  la manifestada debilidad de España para resistir las presiones antiesclavistas de Inglaterra, impulsaron a muchos criollos acaudalados, acérrimos defensores de la esclavitud, a abogar por la anexión de Cuba a los Estados Unidos.
En los estados del sur norteamericano se mantenía este régimen, y si Cuba se integraba a ese país habría de constituir también, por hallarse al sur, un estado esclavista. Además, los anexionistas cubanos pensaban que el poderío de Estados Unidos era suficiente para proteger al régimen esclavista contra las pretensiones de Inglaterra, cosa que no podían esperar de España. Esta era la base fundamental del Anexionismo en los años 40.
Sin embargo, había anexionistas de otro tipo: los que veían al norte industrial de Estados Unidos en desarrollo, con un régimen de libertades democráticas, y pensaban que la anexión uniría la Isla al carro de la democracia política y el progreso económico-social. Ellos no podían esperar esto de la España expoliadora, atrasada y absolutista, y no tenían fe en que Cuba pudiera conquistar su independencia. De ahí este anexionismo ingenuo.
Los gobernantes norteamericanos alentaron siempre a los anexionistas cubanos. Desde 1805, Jefferson expresó sus intenciones de adueñarse de Cuba por razones estratégicas y en 1809 envió agentes confidenciales a la Isla para negociar con el Gobernador Someruelos. Lo mismo ocurrió con los mandatarios que le sucedieron. En abril de 1823, el Secretario de Estado de EE.UU., John Quincy Adams, enuncia su teoría de la fruta madura: «hay leyes de gravitación política, como las hay de gravitación física, y Cuba, separada de España, caerá necesariamente en el regazo de EE.UU., de la misma manera que una fruta madura desprendida del árbol tiene que caer obligatoriamente al suelo». En diciembre del mismo año se enuncia la Doctrina Monroe, América para los americanos, que tiene una relación directa con Cuba, Puerto Rico y otras colonias europeas. Pero en 1826, con motivo del Congreso de Panamá, el gobierno yanqui impide que las naciones hispanoamericanas se unan para apoyar la independencia de Cuba. Es que EE.UU. prefiere que la Isla siga siendo colonia de España antes de que caiga en manos de los ingleses o conquiste su independencia. Por eso expresa oficialmente su oposición a posibles acuerdos de España con Inglaterra —amenazando incluso con utilizar la fuerza para impedirlos— y desaprueba, también de manera oficial, la preparación de expediciones militares hacia Cuba desde territorio estadounidense.           
Debemos aclarar que la opción anexionista en sus diferentes vertientes dejaba fuera al hombre negro. El anexionismo no solo colocaba la búsqueda de la liberación política en el terreno más desfavorable al hipotecar los destinos del país sino que se paraba  raigalmente los destinos al dividir los habitantes de la Isla en dos clases diferentes de cubanos: los blancos y los negros.

En la Isla durante esta época se desenvolvieron tres núcleos anexionistas. El más fuerte y poderoso era el de occidente, que se formó en  el Club de la Habana, y dirigieron sus objetivos en el mantenimiento de la esclavitud y de la propiedad contra las posibles acciones inglesas y frente al eventual movimiento popular que pusiese en peligro el orden social imperante. Entre sus figuras se destacan José L Alfonso, Miguel Aldama y Cristóbal Madan, dueños de grandes ingenios y numerosos esclavos: veían en la anexión hacia el sur de los Estados Unidos la preservación de sus  intereses y la salvaguarda de sus propiedades. Pensaban en la compra de Cuba a  España por E. U. A., tenían el dinero  suficiente  por lo que los propulsores del destino manifiesto reiniciaron sus esfuerzos en esa dirección, sobre esta medida Del  Monte manifiesta: «El pelele que estaba aquí de embajador, el general Saunders, patán campesino muy obtuso y aguanajado, si tuvo tal comisión fue como si no la tuviera porque  nadie le hizo caso y nunca la cosa pasó de simple conversación»  y en última instancia un programa militar, pero este podría lesionar sus intereses en la Isla.
Otra de las acciones en las que se vio inmerso el Club de la Habana, como parte del accionar anexionista fue el apoyo brindado  a  los jefes militares  sureños  que habían participado en le despojo del territorio de Texas a México.
La labor de los anexionistas quedó trunca cuando es nombrado a José L. Alfonso como  representante  en Londres de la Junta de Fomento de La Habana y elaboró un tratado en el que puntualizaba que Francia e Inglaterra garanticen  a España la tranquila posesión de Cuba hasta el fin del presente siglo, y que España otorgue inmediatamente a sus antillas de una constitución parecida a las de las colonias inglesas, que se destruya la trata de África, que España se comprometa a declarar  la abolición de la esclavitud en sus domino también a fin de este siglo y sin indemnización a los propietarios. Ahora, los anexionistas del Club de La Habana se manifestaban opuestos al anexionismo que pocos antes habían patrocinados.
El segundo núcleo anexionista en la Isla, lo constituían los grupos de Las Villas muy relacionados con el movimiento en la zona de Cienfuegos, Trinidad y Sancti Spíritus,    pero las acciones más resonantes de signo anexionista fueron las que realizó el general del ejército español Narciso López —nativo de Caracas, donde había peleado contra los patriotas venezolanos—, quien conspiró en la isla a partir de 1847 y preparó en Estados Unidos cuatro expediciones hacia Cuba. Su anexionismo era de factura esclavista. Organizó la llamada Conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, por lo que tuvo que huir de la isla caribeña.   López se ligó a militares y colonos norteamericanos, entre ellos al coronel John Anthony Quitman, gobernador del estado de Mississippi, que tenía vasta experiencia en estas lides, pues había participado en la invasión a México en 1847 y allí había sido gobernador militar. En aquel mismo año, el contacto entre grupos separatistas cubanos (el de Trinidad, dirigido por el propio López, y el aristocrático de La Habana y Camagüey, liderado por Salvador Cisneros Betancourt, fructificó en la organización de un Consejo Cubano en Nueva York. José Aniceto Iznaga Borrell, Gaspar Betancourt y Alonso Betancourt pasaron a Washington con el propósito de satisfacer el de entrevistarse con Polk. Para llegar a esto, solicitaron la intervención de Jefferson Davis, senador por el Estado de Mississippi, y William J. Brown, subsecretario de Comunicaciones. Se presentaron todos en la Casa Blanca el 23 de junio de 1848.  Desde aquella plataforma trataron de sensibilizar hacia la causa separatista a los medios políticos estadounidenses, proponiendo al presidente de los EE.UU. James Knox Polk la compra de Cuba por 130 millones de dólares, a la Corona de España, negociaciones que, al efectuarse directamente con el gobierno federal, podían significar el fin de la esclavitud lo que no convenía a los intereses que López representaba.
Narciso López, por su lado, se dedicó a preparar una expedición, a la apertura de suscripciones  a través de la familia Iznaga que financiaron la primera invasión de Cuba en 1849, a actividades de propaganda e incluso, junto a Teurbe Tolón, al diseño de una bandera, a la imagen y semejanza de la de Texas para su incorporación a la Unión como nueva estrella, y que luego se convertiría en la actual bandera cubana.
Las dos primeras expediciones organizadas por López se frustraron antes de salir (en 1848 y 1849), debido a la oposición del gobierno yanqui.  La tercera, integrada por más de seiscientos hombres, y planeada desde julio de 1849,  de lo cual sólo cinco eran cubanos tiene una particularidad pues en ella participaban algunos veteranos norteamericanos de la guerra contra México. Otros iban por la oferta de 1.000 dólares y 64 hectáreas de Cuba que se les habría hecho efectivo en caso de tener éxito. López ofreció el mando al político sudista Jefferson Davis, quien recomendó al coronel Robert E. Lee por 200.000 dólares. Lee rehusó ante la oposición del gobierno de Washington de romper el Tratado de Neutralidad con España de 1818 y consecuentemente, López decidió asumir personalmente la jefatura de la expedición,  desembarcó en las playas de Cárdenas, ciudad que fue tomada. Pero, faltos de apoyo popular, los expedicionarios regresaron a su punto de partida.
En su cuarta y última tentativa, López reunió a 400 hombres, la mayoría extranjeros, que desembarcaron en la provincia de Pinar del Río en agosto de 1851. Después de algunos encuentros victoriosos, fueron derrotados por las tropas españolas. El 12 de agosto de 1851 en una nueva expedición, con 400 mercenarios a bordo del Creole, contra las órdenes del gobierno federal, desembarcó nuevamente en la isla con la pretensión de establecer una república independiente y su posterior anexión a los EE.UU.
En el transcurso de aquella nueva tentativa cayó prisionero en Pinos de Rangel y fue ejecutado por traición, mediante garrote vil, en La Habana el 1 de septiembre de ese año. La derrota y muerte de muchos expedicionarios, procedentes de Nueva Orleans, provocó la destrucción del consulado español en aquella ciudad y el cambio de nombre de numerosos habitantes de dicha ciudad para ocultar su procedencia española. Varios miembros de la familia Iznaga, ante la posibilidad de ser acusada, se trasladó al estado de Mississippi, donde adquirió extensiones de terreno para el cultivo de algodón mediante esclavos.

El grupo  de Puerto Príncipe, que tenía  ramificaciones en oriente. Lo integraba un grupo de terratenientes que pretendía lograr para la isla un desarrollo capitalista. Nucleaba a liberales escépticos, opuestos al dominio de España, pero con escasa fe en las capacidades del pueblo cubano para lograr la independencia por sus propios medios. Convencidos de que la acción reformista dentro  de las estructuras españolas no era posible, consideraron que el modelo democrático-republicano y capitalista del norte de los Estados Unidos podía convenirles para lograr, como parte integrante, de dicho país, el desarrollo de la isla. Este grupo lo integraban algunos exiliados que habían formado parte del movimiento separatista de los anos 20 y del movimiento reformista de los años 30. Su figura mas destacada era Gaspar Betancourt Cisneros, más conocido por el seudónimo de El Lugareño, quién expresó la visión del grupo. El rebajamiento moral de los anexionistas que daba expresados en estas y otras manifestaciones de desprecio hacia su propio pueblo. En 1848, los anexionistas vinculados a El Lugareño, comenzaron a publicar el periódico La Verdad, que trataba de infundir en la población cubana las ideas anexionistas. En medio de esta  crisis de valores se alzó contra la anexión la voz de José A. Saco. Saliendo de su prolongado retiro político y oponiéndose a los sectores que ponían sus intereses económicos por encima de los intereses sociales y políticos de la patria. 
La exclusión de los derechos políticos a los que aspiraba la clase dominante criolla y la negativa, tanto por el gobierno colonial como por los terratenientes de tomar en cuenta los derechos de mulatos y negros libres y de los esclavos en momentos en que Inglaterra recrudecía su campaña contra el comercio de esclavos y los Estados Unidos promulgaba oficialmente su doctrina expansionista, propiciaron el auge de las tendencias abolicionista, independentista y acentúo la tendencia anexionista.  Los anexionistas camagüeyanos, por su parte no compartían los criterios en cuanto a la nueva opción reformistas diseñadas por Alfonso. Para ello estos cambios no solucionarían el problema de Cuba. Seguía viendo el modelo democrático-republicano norteño como  la mejor alternativa. Creían que con este fin debían iniciar la lucha interna. Su imagen de los Estados Unidos resultaba una idealización bien ajena a su realidad interna y a los objetivos políticos de aquel país. En 1851, los preparativos de un alzamiento en la región principeña eran evidentes. El 4 de julio, día de proclamación de la independencia de los Estados Unidos, fue la fecha seleccionada para el alzamiento por Joaquín de Agüero, abolicionista  muy querido y respetado en Puerto Príncipe. Detenido por las fuerzas españolas fue ejecutado el 12 de agosto en la sabana del arroyo de Méndez. Las mujeres camagüeyanas, en señal de luto decidieron cortarse los cabellos. También resultó fallido el alzamiento de Isidoro Armenteros en Trinidad, al igual que los intentos realizados en Vuelta Abajo en 1852. Las tendencias de anexión durante el siglo XIX cubano, no son, ni pueden ser coincidentes, en tanto las épocas en que se manifiestan, así lo demuestran; en el orden interno y por las relaciones internacionales que se establecen. El anexionismo manifiesto en la década del noventa de este siglo adquirirá otra connotación, que lo diferencia del anterior. Sobre el particular, refiriéndose a Narciso López, Fernando Portuondo expresaba que: «haber sido anexionista a mediados del siglo XIX no es un cargo, sino una forma de patriotismo, si no era por un móvil impuro…»
Que podría invadir a Cuba. Los anexionistas vinculados al lugareño comenzaron a  publicar el periódico La Verdad  que trataba de infundir en la población cubana que el falso valor de las ideas antinacionales y antipatrióticas  sobre la base de pretendidas libertades del régimen democrático-republicano de los Estados Unidos.

Contra la anexión se alzó la voz de de José Antonio Saco. La  tesis central  de su discurso sostuvo que Cuba, anexada a los Estados Unidos, perdería su  propia nacionalidad  y que si  bien era cierto que los cubanos no tenían patria al menos podían aspirar a tenerla. En una ocasión expresa debido a su condición de exiliado: «Quince años ha que suspiro por ella (Cuba), resignado estoy a no verla nunca más; pero menos me parece que la vería si tremolase sobre sus castillos y sus torres el pabellón americano. Yo creo que no inclinaría mi frene ante sus rutilantes  estrellas, porque si he podido soportar mi existencia siendo extranjero en  el extranjero, vivir en mi propia tierra sería para mí el terrible sacrificio»
Saco denunció que se estaba realizando la trata ilegal al amparo de los gobernadores españoles, polemizó con ideólogos del Integrismo, se opuso a la corriente anexionista y  no disimulaba que aludía a Cuba cuando hablaba sobre la patria. Uno de los gobernadores más despóticos que tuvo Cuba colonial, el general Miguel Tacón, lo desterró a Trinidad, ciudad del interior de la Isla, y después a España. Cuando en 1836 un motín obligó a la Reina de España a restablecer el régimen constitucional en ese país —no en Cuba—, y se dio a la Isla la posibilidad de elegir cuatro diputados a las Cortes, los cuatro elegidos eran cubanos y tres de ellos, conocidos reformistas. Uno de los delegados fue Saco, pero ante la derrota sufrida por los colonialistas, las Cortes se negaron a aceptar a los diputados cubanos.

Se ha mostrado en más de una ocasión en  la figura de Saco, ( reflexiones, la certeza del pensamiento anti-anexionista, pero con sus matices anexionistas, al no resolverse el problema fundamental que para los hombres de aquella época se presentó; el cambio, salida o solución del problema de la Isla de Cuba, en relación a la dependencia española) que desde el exilio enjuició el principal propósito que tenía la anexión de Cuba, por  los Estados Unidos, por lo  que la polémica en relación a la figura de este hombre, sin dudas ha traspasado con creces al tiempo de su existencia, sigue siendo para los historiadores de constante consulta, objeto de investigación, su pensamiento, así como la influencia que dejó en el proceso de formación de la nacionalidad  cubana. En su existencia, Saco (1797-1879) se opuso siempre a cualquier intento de cambio por la vía violenta.  En su trabajo,  «Ideas sobre la incorporación de Cuba  en los Estados Unidos», dado a conocer en París el 1ero de noviembre de 1848, se exponen las principales opciones para la Isla de Cuba ante una alternativa anexionista; partiendo de sus peculiaridades internas, su interacción con los Estados Unidos, las relaciones y contradicciones europeas, situación interna de España, e incluso la propia situación interna de los Estados Unidos, para llegar a la conclusión de la imposibilidad de la anexión.
Ciertamente aboga porque no se produzca la anexión pues llevaría a la pérdida de la nacionalidad cubana,  según su opinión. En este importante documento expresa: «...yo quisiera que, si Cuba se separase, por cualquier evento, del tronco a que pertenece, siempre quedase para los cubanos y no para  una  raza extranjera», y señala, más adelante, lo que ha constituido su  «carta de presentación» para todos los estudiosos e investigadores: «....pero yo desearía que fuera Cuba cubana y no anglo-americana» , analizado, hasta aquí de acuerdo a las expresiones literales del documento, se llega a la conclusión de que José Antonio Saco es un anti- anexionista convencido.  Se adelantó a otros al expresar: Bulle en muchas cabezas norteamericanas el pensamiento de apoderarse de todas las regiones septentrionales en América, hasta el Istmo de Panamá»; fenómenos, que José Martí a finales del siglo XIX, se encargaría de analizar y desentrañar; que pone a prueba hasta donde había calado el pensamiento de Saco sobre los Estados Unidos, por ejemplo en la nota de introducción y la carta «Vindicación de Cuba» expone Martí:  «Cuando un pueblo cercano a otro puede verse en ocasión, por el extremo de su angustia política o por fatalidad económica, de desear unir su suerte a la nación vecina, debe saber lo que la nación vecina piensa de él, debe preguntarse si es respetado o despreciado por aquellos a quienes pudiera pensar en unirse, debe meditar si le conviene favorecer la idea de la unión, caso de que resulte que su vecino lo desprecia.»
La historia americana de finales de ese siglo, demostraría lo acertado de las aseveraciones que ya entonces tenía Saco. La anexión, para él, parte de un grupo de condiciones que deben estar dadas; como alternativa, admite, tal posibilidad, ante el mayor peligro por el que puede pasar el orden esclavista  existente; en su pensamiento, la violencia, asociada a la eliminación de la esclavitud en Cuba, está absolutamente desterrada, defenderá este principio hasta los últimos días de su existencia, por ello planteará que,  «El patriotismo, el puro e ilustrado patriotismo debe consistir en Cuba, no en desear imposibles, ni en precipitar al país en una revolución prematura, sino en sufrir con resignación y grandeza de ánimo los ultrajes de la fortuna, procurando siempre enderezar a buena parte los destinos de nuestra patria»; al iniciarse la contienda independentista el 10 de Octubre de 1868, no figurará como adicto a la causa, aún siendo convocado por  varias figuras que ella participan. Su principal contradicción estriba en oponerse a la anexión, tener un pensamiento reformista y admitir la anexión como alternativa:  «Si Cuba contase hoy con cuatro o cinco millones de blancos, con cuanto gusto no la vería yo pasar a los brazos de nuestros vecinos» la salida de la esclavitud, asociada a una fuerte inmigración blanca, capaz de contrarrestar la población negra es el nudo principal de su dilema, en ello siempre puso todas sus esperanzas e intelecto, para convencer a la aristocracia criolla plantacioncita.

Existe, al estar atrapado, por ausencias de reformas  en la Isla, a las cuales España no cede, la  contradicción  nacionalidad-anexión, la cual resuelve (como alternativa) a favor de la segunda: «...debo decir francamente, que a pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría, formando parte de aquellos Estados, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana». Es precisamente la salida pacífica- no independentista -, del problema, aunque se pierda lo que más ha defendido, la nacionalidad cubana.

Como acertadamente expresó la anexión, significaría la absorbición, lo demuestra, pero se resigna: «Mas, a pesar de todo, si por algún  acontecimiento extraordinario, la anexión de que he hablado, pudiera efectuarse hoy, yo ahogaría  mis sentimientos dentro  del pecho, y votaría por la  anexión».
Dentro de esa línea de pensamiento y de acción se inserta asimismo, y desde su adolescencia, José Martí, quien además de luchar por reunir a los cubanos de la emigración y superar resentimientos, errores y rencores, en pos de la unidad, debió igualmente luchar, pero en la segunda mitad del siglo XIX frente a otras corrientes anexionistas que favorecían la adición del país a los Estados Unidos, en correlato con intereses económicos y políticos de la oligarquía criolla e hispana, ante el descalabro de España en la Isla, en correspondencia con los proyectos imperiales que emergían en Norteamérica, luego de veinte años de haber concluido la guerra civil, dentro del diseño hegemónico.
Numerosas serían las batallas protagonizadas por Martí, desde la prensa y la oratoria, como en las conferencias celebradas en Washington, antecedentes históricos del posterior panamericanismo del siglo XX, para concientizar a la opinión pública entre los cubanos, en América latina y en los propios Estados Unidos.
Un incidente dio espacio al Apóstol para exponer sus ideas, a favor de la independencia y dar un no rotundo al anexionismo, como sucedió ante la agresión de la prensa norteamericana, despectiva sobre las virtudes del pueblo cubano, como lo expuso Martí en la carta que envió al director del periódico The Evening Post, de Nueva York, editada el 25 de marzo de 1889, seis años antes de que un día como ese, firmara junto al Generalísimo Máximo Gómez, el programa de la Revolución, conocido como Manifiesto de Montecristi.
Ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter.
Así refutaba el Héroe cubano el texto infamante divulgado, el 16 de marzo de 1889 en el diario The Manufacturer, de Filadelfia, órgano de prensa del Partido Republicano que entonces, como ahora, se encontraba en el gobierno de los Estados Unidos, y que se había publicado bajo el título del artículo: ¿Queremos a Cuba?, en el que se exponían una serie de valoraciones negativas sobre los cubanos, ante la posible compra de la Isla por aquel país.
Unos días después, el 21 de marzo, y en el diario The Evening Post, de Nueva York, se comentaban favorablemente aquellas tesis, a las que se opuso Martí, y que se conocen, en su refutación histórica, como Vindicación de Cuba.
No somos los cubanos ese pueblo de vagabundos míseros o pigmeos inmorales que a The Manufacturerle place escribir; ni el país de inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio, que, junto con los demás pueblos de la América española, suelen pintar viajeros soberbios y escritores

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