Contribuciones a las Ciencias Sociales
Septiembre 2011

EN TORNO A LA COSMOVISIÓN DE ANTONIO MACEO GRAJALES. FACTORES CONCURRENTES EN SU FORMACIÓN



Lídice Duany Destrade (CV)
Subdirectora. Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales
cmaceo@cultstgo.cult.cu;



RESUMEN

Antonio Maceo, su personalidad toda y en particular las concepciones sociales, políticas y morales que desarrolló  fueron resultado de su época y de los diferentes contextos históricos con los que compartió, las realidades sociales de Cuba y otras naciones del mundo, las relaciones familiares y de amigos, la masonería  y los periodos de preparación de luchas y las propias contienda bélica independentistas confluyeron en la formación de una cosmovisión del mundo que no está expuesta en  tratados filosóficos ni con un leguaje rebuscado, ampuloso, sino  se encuentra diluida en toda su papelería, y que son resultado de las valoraciones acerca de la sociedad que lo llevaron a adoptar una posición acorde con las exigencias históricas.

Palabras claves: Maceo, cosmovisión, formación, pensamiento socio político, concepciones morales



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Duany Destrade, L.: .: En torno a la cosmovisión de Antonio Maceo Grajales. Factores concurrentes en su formación, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, septiembre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/13/

Antonio de la Caridad Maceo Grajales, constituye una de las figuras más representativas del movimiento independentista cubano y americano, en tanto, representó los ideales más radicales que se sostuvieron en el movimiento revolucionario de los siglos XVIII y  XIX a nivel mundial. Por lo que su figura ha resultado de especial atracción en los tratamientos historiográficos, los que han estado caracterizados por una sobrevaloración de su ejecutoria militar en detrimento de su reconocimiento como hombre de pensamiento. Hecho que, afortunadamente hoy ha cambiado, y se articula un Maceo que si bien no podrá nunca dejar de ser el destacado militar, le reconoce un ideario socio político de relevancia.
Nacido y formado en medio de una sociedad  segregacionista concebida para diferenciar y aplastar a los hombres  y mujeres ante cualquier diferencia económica, social, racial, sexual y que favoreció la formación de  una conciencia política en los libres de color del siglo XIX, como consecuencia de un paulatino proceso de sedimentación de ideas. En el que la familia Maceo Grajales constituyó  paradigma, entre ellos Antonio, sobre el que intervinieron un conjunto de factores que incidieron en la formación y desarrollo de su personalidad y en especial las concepciones sociales y políticas que caracterizaron su  cosmovisión, y dentro de ellas la definición y consolidación de los principios, normas, valores y cualidades que componen su concepción moral individual, en un proceso continuo y complejo, en el que intervinieron  todos los recursos formativos de la sociedad. El niño, joven y después hombre fue asimilando las condiciones objetivas que,  en lo micro y macro social, interactuaban sobre él, impulsando no sólo su desarrollo fisiológico, sino espiritual, hasta construir esa estatura física y moral que constituyó el Titán de Bronce en su época, y que irradia hacia todas épocas y generaciones.
La familia resulta de especial influencia en la educación de los niños, en tanto primer grupo de referencia en donde se aprende  a concebir el mundo y se reciben las primeras orientaciones sobre lo que es bueno o malo y lo que se debe o no hacer; es el espacio donde no sólo se trasmites los valores que conforman el llamado “fondo de oro” de la humanidad, sino que  refleja, además, los cambios, transformaciones y conflictos sociales que caracterizan la época histórica, resultando “[…] una especie de termómetro social que reproduce y refleja en qué situación se encuentra la sociedad, […]”.  Por lo que de la educación familiar depende no sólo la transmisión de principios, normas, valores que  garanticen la convivencia social, sino que incide, además, en las valoraciones que sobre la sociedad y sus conflictos tenga el sujeto.
Antonio Maceo nació el 14 de junio de 1845 en una familia de hombres de color, que aunque libres y con una posición económica privilegiada en la sociedad santiaguera del siglo XIX, racista y discriminatoria, con un fuerte  desarrollo económico y cultural, pero con una corrupción social entronizada en todos los sectores sociales, donde solo una educación  familiar,  como la llevada a cabo por Marcos y Mariana, pudo contribuir a superar el futuro reservado para los libres de color, en particular para los vástagos de la familia.  Hecho que ha sido reconocido por quienes conocieron y/o  han escrito sobre el héroe santiaguero.
Sobre Marcos Maceo, el padre, se ha  obviado o minimizado su influencia en la formación del joven Antonio. Sin embargo, investigaciones históricas recientes contribuyen a valorar la incidencia de este campesino santiaguero en la formación de sus hijos, a los que les trasmitió la disciplina aprendida en sus días de militar como integrante de la compañía de ganaderos del Batallón de Infantería Provincial, así como el manejo del machete,  las armas de fuego y el dominio del caballo.
Liderados por el padre los jóvenes Maceo participan de las labores agrícolas y comerciales  propias del campesinado santiaguero, y junto a ellos una fuerza laboral de hombres libres, que gozaban de un tratamiento diferenciado. Entre  todos ellos, propietarios y trabajadores asalariados, las relaciones de producción son cordiales, fraternales, sin explotación de unos sobre otros, ni trato despiadado.
Esta feliz realidad con la que cohabitó Antonio, variaba completamente fuera del núcleo familiar.  Si en el campo disfrutaba del aire y la libertad, cuando realizaba los viajes a la cabecera departamental para vender los productos agrícolas o en las ineludibles relaciones que establece, conoció de las necesidades y sacrificios del campesino que no era dueño de la tierra y que  estaba obligado a pagar una renta al propietario, de lo injusto del sistema, de los maltratos y vejaciones a que eran sometidos los esclavos y la gente de color libre, de los desmedidos derechos otorgados a los peninsulares, en fin,  de todas las características propias del sistema colonialista.
De Mariana, la madre,  mucho se ha evaluado en la historiografía cubana; esta mujer supero el estigmatismo en que se enclaustraba a las féminas de la sociedad colonial, como reproductora, madre y ama de casa, y todos destacan su influencia en toda la familia, incluido su esposo. Mujer de carácter recio exigía de sus hijos  disciplina, pulcritud al vestir y actuar, obediencia, respeto, preocupación por el aseo personal, el orgullo, la honradez, y otros muchos valores que fue conformando en todos con una rígida educación; la entrada en casa debía ser antes de la diez de la noche y no toleraba amistades de dudosa conducta, “[…] era preciso ajustarse a las excelentes costumbres de la casa, vivir dentro de la legalidad y cumplir todos los compromisos. […]”
Las ideas de libertad también fueron compartidas entre padres e hijos. El padre trasmitió la ideología revolucionaria adquirida en la experiencia práctica durante  la tercera oportunidad en que se proclamó la Constitución  española en el Departamento Oriental, periodo en que como militar debió estar en el vértice de la efervescencia revolucionaria, que se vivió en el territorio oriental; y la madre,  con la canción de cuna que le cantaba, donde se reflejaban los sueños de libertad y justicia social de todos los que rechazaban el sistema colonialista, y que decía:

Si nace libre la hormiga,
 la bibijagua y el grillo
 sin cuestiones de bolsillo
 ni español que los persiga.
 Ninguna ley los obliga
 a ir a la escribanía
 a comprar la libertad,
 y yo con mi dignidad,
 ¿no seré libre algún día?

Por tanto, en la sociedad familiar de los Maceo  se erige con una conciencia social nueva, en la que se sostiene la idea de una sociedad donde el trabajo honrado, lleva al progreso individual y de la nación, y donde la igualdad, justicia social, la fortaleza, el honor, al disciplina, al amor a la familia, a la patria son valores que fueron asumidos por todos y cada uno de sus miembros, en especial el joven Antonio. Los mismos por los que asumieron la lucha armada, bajo el juramento ante la imagen de Jesús Cristo de luchar hasta vencer o morir por la soberanía nacional y sus posteriores conquistas.
En el caso de Antonio Maceo la instrucción institucionalizada no constituyó un elemento formativo de importancia. Sus padres, que eran analfabetos, no pudieron contribuir directamente en la enseñanza de sus hijos, pero se preocuparon y ocuparon porque  adquirieran los conocimientos propios de un nivel elemental de enseñanza;  el único reservado a los niños negros y que es propio del panorama de la educación oficial en Cuba colonial.
Aunque los que conocieron a Maceo lo consideraron un hombre culto, esta instrucción se debió a la capacidad de auto superación personal que le caracterizó,  y que lo llevaría a superar el destino manifiesto reservado para los de su raza y el largo y difícil  camino que va de la ignorancia a la vasta cultura. Si cuando joven fue  jugador, mujeriego, inculto, gago, emotivo,  estos defectos y vicios los fue superando; se alejó del juego y la fuma  y dominó todas sus emociones, emprendiendo  un camino de transformación en un hombre de sociedad de finos modales. A través de la lectura,  las conversaciones establecidas con personal ilustradas y la aprehensión de la realidad circundante fue cultivándose a sí mismo, durante cada una de las etapas de su vida.
Durante su juventud, la familia Maceo Grajales asume relaciones de amistad y parentesco con  personas de diferentes niveles culturales, entre ellos Francisco Fernández Rizo, José Tomás Chamorro,  Ascencio Asencio Ayllón, un maestro, un cura y un funcionario civil; hecho demostrativo de que  en la vida cotidiana las barreras estamentales se violaban,  y negros y blancos se unían debido  a la comunidad de intereses e ideales progresistas.  Y entre las que Antonio escuchaba  ideas liberadoras y, además, lo integraban a espacios de reflexión en que se consolidaba  el sentimiento patriótico, como es el caso de la masonería.
El Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), organización secreta fundada el 28 de marzo de 1862 por el Dr. Vicente Antonio de Castro, abrió sus puertas a todos los hombres sin hacer distinciones  sociales o raciales, y a la que se afiliaron, en su mayoría, jóvenes integrantes del ala más radical cubana que estaban ávidos de respuesta a sus inquietudes políticas y sociales,  encontrando en esta la tribuna abierta para la expresión de sus ideales patrióticos.   Y aunque esta organización se desintegró al mismo tiempo que el inicio de la Revolución de Yara, constituyó un camino formador de la conciencia nacionalista en los criollos despertando la conciencia patriótica cubana y trasmitiendo a sus afiliados una concepción filosófica racionalista que supera al escolasticismo tradicional,  y aboga por una libertad individual basada en destacar el papel de la razón y en una interpretación deísta del problema de Dios, el Supremo que concibe el universo, pero que otorga al hombre la capacidad de forjar su propio destino, con conciencia de sus acciones. Interpretación que permite un actuar moral en función de la justicia social y la superación de los intereses individuales bajo el lema,  libertad, igualdad y fraternidad, el mismo tríptico revolucionario de la Revolución Francesa.
A Cuba llega la influencia  del proceso de emancipación político y militar (1808-1826) que afectó a la casi totalidad de los territorios americanos gobernados por España, y que tuvo como resultado la separación de las regiones que   habían estado bajo el dominio colonial de los monarcas españoles desde finales del siglo XV y el acceso a la independencia de gran parte de los estados de Latinoamérica. Que a su vez son resultado de un conjunto de causas externas e internas, entre las que adquieren especial significación para todo el proceso  independentista americano  la Declaración de Independencia estadounidense, la Revolución haitiana y la Revolución Francesa, cuya influencia en la historia mundial es evidente, pues actuaron  como paradigma revolucionario.
Las ideas liberales sostenidas por los máximos dirigentes independentistas, como George Washington, el Marqués de Lafayette.  Francisco de Miranda, José de San Martín, Simón Bolívar, y otros, constituyeron fuente donde bebieron los cubanos para emprender su retrasado camino hacia la soberanía nacional.  El pensamiento filosófico cubano interpretó todo esta experiencia ideológica a partir del análisis de las condiciones y necesidades reales del país, elaborando un pensamiento autóctono que fue radicalizándose hasta definir el independentismo como la única solución laudable a nuestras parvedades sociales.
El conocimiento de Antonio se iluminó con las ideas ilustradas que amigos, conocidos y hermanos masones le fueron trasmitiendo, entre ellas el paradigma moral que desmitificado reconocía las virtudes humanas y la capacidad del hombre de superarse a través de la educación y las ciencias, y ofrecía un nuevo código moral enfocado en la búsqueda de soluciones propias a los acuciantes problemas sociales, sistematizado en un pensamiento ético que destacar las ataduras del escolasticismo, el papel de la educación y la cultura, las manifestaciones de una sociedad corrupta moralmente; y que apunta a la vía de solución más radical, entre todas las propuestas ideológicas que pugnan por sostenerse.
La opción independentista se define para la segunda da mitad del siglo XIX como la más efectiva para alcanzar  los intereses nacionales y sociales;  el 10 de octubre de 1868 los cubanos asumen la lucha armada y días después toda la  familia Maceo Grajales responde al llamado de alzamiento. Entre ellos Antonio, quién desde su incorporación inicia una rápida carrera de ascensos conferidos que dan muestra del reconocimiento que le hacen sus  oficiales superiores, a quienes les sorprenden  las  condiciones demostradas  por  el guerrero.
Fue la Guerra Grande escuela militar y política para el Titán de Bronce, durante todo este periodo en que estuvo sometido a duras pruebas físicas y morales, afrontó peligros y calamidades, sufrió la muerte de seres queridos y las miserias humanas, se  enriquecieron sus conocimientos militares y sus concepciones. En la medida en que transcurren los diez años de lucha va ascendiendo la postura política del héroe, escala del alferazgo al generalato y  sus prendas morales lo llevan a convertirse en el punto de referencia hacia donde todos los revolucionarios miran en momentos en que los ideales patrióticos corren peligro. El hombre que el 15 de marzo de 1878 protagonizó la Protesta de Baraguá, síntesis de la moral revolucionaria de su época, es para entonces, a juicio de Julio Sanguily “[…] el producto más completo y el fruto más sazonado de la Guerra Grande.”
Antonio Maceo asume la divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, bajo la percepción de que están relacionadas con  el bienestar para los más amplios sectores sociales, y son estos los ideales que sostienen sus aspiraciones de la República Democrática que anhela construir luego de alcanzada la independencia, para la que convoca una lucha inspirada por los grandes espíritus de Washington, Lafayette y Bolívar, libertadores de los pueblos oprimidos.  En 1876 articula por vez primera su concepción  ideopolítica arraigada en la Constitución de Guáimaro al aceptar “Esta República democrática, que ha sentado como bases principales la libertad, la igualdad y fraternidad, y que no conoce jerarquías.” Y que luego desarrolla y radicaliza durante los años de tregua fecunda.
En mayo de 1878 Maceo sale de Cuba luego de salvar el honor de todos los cubanos e inscribir en nuestra historia una de sus páginas más gloriosas, iniciando un periplo por diferentes países del continente americano, en un viaje de más de 17 años en el que, no desmayó su interés en la causa cubana y conoció de las realidades de los diferentes países por donde estuvo; participó y observó significativos acontecimientos, se relacionó con líderes políticos, empresarios, intelectuales y leyó obras de autores centroamericanos.  Conoció, además, sobre el radicalismo, el movimiento reformista centroamericano, el positivismo, el utilitarismo, y de las luchas políticas de su época, por lo que se convirtió  esta etapa en un  “laboratorio ideológico” para el héroe.
Maceo visitó varios países caribeños, Jamaica, Haití, Islas Turkas, Saint Tomas, naciones en las que el patriota, inmerso en proyectos revolucionarios, colisiona con dos posiciones, por un lado los liberales y progresistas que si le brindan su apoyo y, por el otro la de los conservadores e integristas que le obstaculizan su labor. Como la experiencia de Haití donde en un primer momento es apoyado por José Lamothe, miembro del Gobierno Provisorio haitiano, situación que cambia al asumir la presidencia  Lysius Salomón, quién por ser “[…] más monárquico que republicano.”, desde su llegada al poder no cesó en entorpecer su estancia en esa nación y su labor revolucionaria.
En  Saint Thomas también se enfrenta a la posición entreguista del gobierno nativo que obedece  a la presión  ejercida por España; y le horroriza ver  como diariamente,   desde los presidios, salían a la calle cargados de hierro los hombres y las mujeres. Defectos del sistema colonial que le reviven las amargas experiencias de su vida en Cuba y consolidan sus ideas anticolonialismo y antiesclavismo, las que comienza a explicitarse en su epistolario en este periodo cuando evalúa “[…] la vejaminosa esclavitud […] que hace sus nidos en la más cruel opresión.”
Al estudiar la manera de hacer política en estas naciones, se consolidó su formación en tanto representante de los ideales independentistas y antiesclavistas, pero, además se enriqueció su visión en cuanto a la organización revolucionaria,  que se vio afectada por la política divisionista a que fue sometida y los desaciertos que franquearon todos los intentos de regresar a Cuba. Hechos que lo llevaron a reafirmar la idea de que solo la unidad real de todos los cubanos, garantizaría el triunfo e  incorporar a sus concepciones la idea de no violentar una revolución sin contar con todos los elementos que debían concurrir  a ella, los objetivos y los subjetivos.
Durante su estancia en Centro América valoró la situación política de las repúblicas en las que vivió, con la seguridad de que no era un  analista político, pero apoyándose en lo que había observado e intercambiado reconoce en las Repúblicas de Centro América el progreso social y político, económico y administrativo, las empresas ferrocarrileras, mineras y de agricultura, los caminos, carreteras y obras públicas, y el fondo  de moralidad en los gobernantes.
Lo cautivó la nueva forma de organización social, política y económica de las Repúblicas. Después de observar y en algunos casos,  participar como ente activo en proyectos económicos y  políticos, su mirada de futuro está en este tipo de organización social, alejada del colonialismo,  el esclavismo y los flagelos sociales que caracterizaban a las sociedades coloniales, y próxima al capitalismo premonopolista.
Honduras y Costa Rica son otras naciones contribuyentes en la formación de la concepción sociopolítica de Maceo. Honduras le capturó su atención y actividad, en la que llamó  “la Virgen de Centro América”, en este país el General santiaguero realiza una amplia vida política, ocupando administrativos y militares, interviniendo activamente en la crisis política que se produce en el país. Sucesos todos que le aseguran una visión más amplia sobre la organización republicana.
 En Costa Rica conjuntamente con la organización agrícola de La Mansión, está inmerso en una labor ideológica en función de ganar adeptos a la causa independentista cubana, y establece intercambio con destacadas figuras políticas del continente, que afiliados al liberalismo, promovían el progreso material y la ilustración. Este país, al igual que el resto de Hispanoamérica, está inmerso en una época confusa y contradictoria, caracterizada por “[…] la industrialización incipiente con el contrapunteo de la urbanización y la migración rural, el auge del capitalismo financiero y la lucha de clases, la politización creciente de la vida, el positivismo filosófico, el laicismo de la moral, el retorno a cierta espiritualidad y el culto del esoterismo […]”.
Aún cuando no hay  ningún documento que recoja la opinión sobre la lucha política entre clericales y liberales y sobre los aciertos y desaciertos de la Reforma Liberal en Centroamérica estas experiencias lo llevaron a consolidar sus concepciones sociopolíticas, especialmente  aquellas que ya había incorporado a su ideario como que los conflictos sociales le confirmaron sus ideas de lo nefasto de la anarquía política, de lo improcedente de las dictaduras y su apego a la construcción de una república democrática, posible sólo después de lograda la independencia nacional;  y la necesaria solidaridad entre las naciones del área en franca diferencia con el injerencismo de unos países en los asuntos internos de otros.
La campaña liberal, de la que conoce Maceo y  que se expandió por Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Costa Rica, involucró personalidades políticas de la región, de amplia visión que promovieron la solidaridad militante, desatancándose entre ellos el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el ecuatoriano Eloy Alfaro, el costarricense Ricardo Jiménez Oreamuno, el venezolano Felipe Larrazábal, el hondureño Ramón Rosas, entre otros.
La concepción que compartían con algunos jefes revolucionarios, entre ellos Antonio Maceo, José Martí y Máximo Gómez, de la validez de la unificación de 5 países en una República única - y que “Bolívar se propuso a fuerza de sacrificios […]” - no se consolidó nunca; pero fueron aspiraciones que llevaron a reafirmar la importancia  de la solidaridad entre los países del área para emprender y ganar difíciles batallas. Dilucidando la importancia de la solidaridad, posible exclusivamente en los marcos de  una República Democrática independiente y gobernada por hombres que respondiesen a los interés nacionales, pues solo entre los países libres se desarrolla un nuevo sentimiento, el de hermandad entre los pueblos, que comienza a manifestarse con la ayuda material y humana a las naciones que aún no han logrado la libertad.
En1895 e inmerso en la Guerra Necesaria el héroe ya tiene formada sus concepciones sociales, políticas y morales, pero no descansa en cultivarse, a través de los medios a su alcance y cuando el tiempo se lo permitía entre una acción combativa y otra, Maceo continúa con sus lecturas y conversaciones con la oficialidad que le acompañaba. Miró Argenter, quién le acompañó durante la invasión de Oriente a Occidente como integrante de su Estado Mayor afirma “Él deseaba leer constantemente la prensa de España y la de la Isla, y tenía predilección por la Lucha, y el Heraldo; este último, por las publicaciones sobre la campaña de Cuba que firmara Reparaz, de quién Maceo decía que era un escritor conceptuoso.  Término que nos lleva a apuntar como Maceo prefería leer aquello que le aportaba conocimientos, valoraciones perspicaces y sutiles  sobre lo que estaba  sucediendo, ofreciendo una visión no tergiversada y realista sobre los hechos.
Consciente de que sólo el conocimiento podía permitirle una valoración objetiva de los sucesos y con ello servirle mejor a Cuba, ante la campaña anexionista que se desarrolla entre los cubanos, Maceo estuvo pendiente de la situación internacional  referente al tema de la aprobación de la beligerancia de Cuba. En medio de la campaña a favor a la anexión el Titán expone su concepción antiimperialista, basada en la que alerta sobre la amenaza de los Estados Unidos y la necesidad de lograr la independencia con el esfuerzo de los cubanos todos.
Ya evaluados los elementos formativos de la personalidad de Antonio Maceo y del conjunto de concepciones que conforman su pensamiento estamos exponer las ideas centrales que sustenta la cosmovisión del pensador.
Acorde con los presupuestos filosóficos que trasmitió el GOCA  entre la juventud cubana y que se reflejan en los primeros grados de su liturgia, Maceo asume una concepción  filosófica racionalista, antiescolástica y deísta, que se contiene en el lema Razón, Dios y Derecho; sobre  la que se construye todo  su sistema cosmovisivo y su proyección política: anticolonialista, independentista, republicana, democrática y de economía liberal. La que responde a las ideas ilustradas que se desarrollan en Cuba en el siglo XIX  opuestas al escolasticismo y  al acatamiento a la autoridad, de las Sagradas Escrituras, la Iglesia y los Santos Padres, prerrogativas sostenidas por los arraigos del obscurantismos. Las que surgen  solo  cultivando el espíritu  con las luces de la educación, de la ciencia y de la virtud. ; liberando el espíritu preñado de prejuicios, para dar paso a un pensamiento reflexivo, posible solo por una conciencia ilustrada  y el juicio sereno de la razón. El esclavismo, el escolasticismo y el colonialismo anulaban la libertad individual, que solo era posible en un espíritu emancipado del oscurantismo y de la esclavitud de las pasiones.
Son contadas las referencias que en su epistolario hace Antonio Maceo a Dios,  en las que emergen su concepción deísta de la existencia de ese Ser Supremo, quién no es la figura omnipotente y omnipresente de los explotadores,  con la que justifican el privilegio de unos sobre otros y la propiedad esclavista, sino el creador del mundo, que ofrece la libertad individual de quienes son seres pensante capaces de decidir su destino.  Maceo veía en Dios la existencia del bien, la justica, el que acompaña a los hombres en la construcción de una vida más digna y justa para la mayoría. Interpretación que está en correspondencia con la principal inquietud épocal, que no fue la relación entre el pensar y  el ser, sino entre la escolástica y la ciencia en el plano filosófico.
 Y que se refleja en lo social a partir de la contradicción entre colonia -metrópoli; problemática que resuelve el General santiaguero asumiendo la ideología más revolucionaria y radical: el independentismo y a la lucha armada como la única vía posible para  solucionar los acuciantes males sociales que producto del colonialismo y el régimen social esclavista afectaban a la nación cubana. Por eso se levanta en  armas para lograr la soberanía de una Nación  y la abolición de un sistema de explotación de las colonias que hace ineficaces la iniciativa  y la laboriosidad de sus habitantes y esteriliza todas las iniciativas
La independencia nacional es asumida por Maceo como necesidad histórica que además de la soberanía  nacional y la abolición de la esclavitud, resolvería la inmoralidad propia del sistema esclavista; que  ya se hacía insostenible  y había llegado a tal extremo de degradación, que solo una sociedad nueva, soberana garantizaría que el pueblo de Cuba  entrase  en el  mundo moderno, civilizado. Por tanto la guerra de Maceo, antes que nada, tenía un fuerte basamento moral. Por eso afirmó que

 […] si Cuba debe cumplir alguna misión en la vida, si ha de girar en el concierto de los pueblos cultos, si fines en el destino humanizador de nuestro pueblo, no es ciertamente unido a España como lo podrá efectuar. Razones históricas muy dentro de la esfera económica de la metrópoli, como de la colonia […] dificultad cuanto estuviera en el ánimo de los hombres de Estado resolver, razones  fundamentales de moralidad, de justicia y de la libertad, niegan la posible consideración del ideal que alimenta el corazón de todo cubano, con el desapoderado interés de Gobierno español. Ved, pues, por qué, entre otras razones, pienso que no hay más salvación que la independencia absoluta de Cuba, no como fin último sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna […]

La independencia sería el primer paso para emprender un radical cambio social con la instauración de una sociedad  basada en la liberación  del hombre y su desarrollo multilateral, alejado de las ataduras escolásticas y  al lado de la  virtud y las ciencias.
Su visión no es sólo la de la urgente necesidad histórica de eliminar el colonialismo, sino de evitar cualquier otro tipo de dominación de una nación sobre Cuba. Síntesis de su concepción antinjerencista y antimperialista en el destino de la nación a los cubanos, es claro cuando afirma “No se trata de sustituir a los españoles en la administración de Cuba, y dentro de esto, del monopolio de un elemento sobre los demás; muévenos la idea de hacer de nuestro pueblo  dueño de su  destino, poniéndole en posesión de los medios propios de cumplir con su misión como sujeto superior de la Historia […]”
Maceo descubre los conflictos sociales que se establecen en la sociedad colonial cubana, consecuencia directa de la colonización española y la esclavitud, aspecto que  expone en carta la general haitiano José Lamothe sobre la realizad cubana, la misma que reconoce para Haití y para todas las colonias, es decir, las que caracterizan el sistema social esclavista:

Allí, aún los mismos hijos de los dominadores nacidos en el país no pueden disfrutar de las pocos libertades que gozan sus padres en la metrópoli; allí, la mayor parte de la población compuesta de hombres de nuestras raza, se ve privada de todos los derechos políticos y civiles y sujetas a las más estúpidas preocupaciones y allí, en fin, 350 mil hombre yacen aún en la más dura servidumbre y nacen y mueren bajo le férreo yugo de la esclavitud.”

Se detienen a evaluar la contradicción cardinal entre “[…]  los cerca de medio millón de hombres que son propiedad exclusiva de uno cuantos hombres  que tiene sobre ellos derecho de vida y muerte, que pueden  comprarlos y venderlos […]”. Las otras, entre  negros y blancos, entre cubanos y españoles son reconocidas, y pasan a ser analizadas años más tarde con más detenimiento, cuando ya la esclavitud ha sido  eliminada completamente.
Para 1890, mientras Maceo visita la ciudad de La Habana, Cuba está libre de la esclavitud, pero todavía colonia y sumida en un las desigualdades que impone la metrópoli española  son otras las inquietudes del Titán. Se han agudizado las desigualdades entre españoles y criollos, “La miseria y languidez del semblante cubano demuestra la diferencia que existe entre el natural y el extranjero dominador.”
El que se autodefine como “obrero de la libertad”, acude a la lucha armada, consciente de que era la única forma de resolver los conflictos  sociales, representados en los diversos intereses de las clases sociales que actuaban en el escenario histórico cubano dieciochesco, y que garantizaba la postura de una u otra en la Revolución.
Al juicio del Titán en la sociedad colonial cubana los hombres se agrupan según el lugar que ocupan en la sociedad: los propietarios, con recursos económicos y favorecidos de todos los privilegios,  que integran “las primeras clases sociales”, y los que, al contrario, sufrían todas las privaciones posibles, formaban parte de las sumisas “capas inferiores”. Y otro grupo, los que  integran las clases intermedias. Reconoce acertadamente que todas ellas asumirían posiciones diferentes, de acuerdo a sus intereses:

[…] para asuntos de revolución dentro de las primeras clases sociales, no encontrará más que  desalientos y disgustos, pretensiones y acusadores; siendo lo contrario  entre las inocentes y sumisas capas inferiores, pues allí no se lucha con las pretensiones de las medianas ni con las exigencias de la primera, que por lo general quiere resolverlo todo al capricho de su conveniencia  por supuesto pretextando motivos de alto orden y consecuencias. Preparados los últimos  o sea el pueblo, los primeros y segundos vendrán a formar parte en primera línea, cuando estalló una revolución fuerte y poderosa, pues es la gente de más cultura y conocimientos; […]

La primera clase social integrada por criollos que con una posición económica elevada, tenían aspiraciones como clase a la el sistema le aplastaba sus máximas pretensiones políticas, pero más temía a un revolución con aspiraciones de ideales radicales.  Si en 1868 patriotas dueños de  rico patrimonio, letrados. Ilustres, se desprendieron de sus bienes materiales e iniciaron la lucha nacional, era ejemplo de ello, para la década del ´90 el movimiento independentista se había radicalizado y esta clase permanecería indiferente. Solo la sacaría de este estado cuando la Revolución emprendida demostrara su pujanza y seguridad en el triunfo, solo así abrazarían la bandera de la independencia y saldrían de la rémora.
Los de la clase media, también se sumarian en a revolución, pues aún con recursos económicos, el gobierno metropolitano  cercenaba las aspiraciones de desarrollo de todos los que no resumiesen todas las particularidades que ponderaba la sociedad esclavista.
La existencia de un gran grupo de hombres y mujeres que ocupaban el nivel más bajo de la sociedad, los desposeídos, los más oprimidos  y sin recursos económicos, esos que son el pueblo encabezaría el proyecto revolucionario y en sus   aspiraciones se contemplaban los intereses de la mayoría. A ellos, apunta Maceo,  se le debía de poner en posición de los medios propios  para que cumpliesen su misión como “sujeto superior de la Historia”; evaluando, entonces, el papel de las masas en las construcciones sociales. Reconociendo en ellos al pueblo, a los sumidos en la más profunda abyección y miseria, los llamados a promover  una “revolución regeneradora”, y a los que debía estar destinada una fuerte campaña ideológica para  extraer de esa masa inerme y sumisa la crema de lo bueno que  en toda sociedad existe.
El término de “revolución regeneradora”,  sintetiza la concepción de progreso social de Maceo. Al reconocer la inmoralidad del sistema colonial  y la necesidad de su transformación, no por  interés de un individuo o de un grupo de hombres, sino  por las exigencias sociales de una época que ya a nivel mundial había dejado atrás tan odioso régimen con sus nefastas manifestaciones, viste el traje de guerrero , pues “[…] en el último cuarto del siglo XIX en que aún no se vive según Razón y Derecho en los pueblos que como Cuba continúan bajo el régimen del inmoral  y odioso derecho de conquista. No ya la Doctrina Democrática, la Filosofía de la Historia, basada en la razón humana, autoriza la fuerza cuando el Derecho es pisoteado […]”
Al evaluar la relación individuo - sociedad, Maceo expone no sólo el papel decisivo que tienen las condiciones materiales en la forma de pensar y actuar de los sujetos, sino como descubre la relación de interdependencia que se establece entre ellas, pues a la vez que el hombre piensa como vive, puede y de hecho lo hace, cambiar, transformar  e incidir en el medio circundante. Afirmando que “[…] el triunfo de un ideal  depende en gran parte de la conformidad de las ideas definidas en la conciencia pública transformada con las condiciones  en que vivimos, o sea, con el medio histórico que nos rodea […]”.
El papel determinante  de las condiciones históricas objetivas es señalado por Maceo cuando al criticar la política nauseabunda española de asesinar a los líderes independentistas  afirma “[…] ha descendido nuevamente, y a favor de la traición, de la mezquina idea del exterminio del individuo, como si con su  muerte se arrancara la idea infiltrada en el corazón y la conciencia de una sociedad: ante tendría lugar el hecho de que, exterminados los cubanos, la idea de independencia, haría insurrectos a los peninsulares.”
La experiencia de la guerra del 68  y los desaciertos que caracterizaron los varios intentos de iniciar una nueva guerra durante los años de exilio, llevaron a Maceo a apuntar la  necesidad de no violentar una revolución donde no  concurriesen  todas las condiciones  que necesarias para garantizar el fin propuesto, sintetizadas en tres premisas “[…] unidad de acción, organización y dinero […]”. Recursos que no debían ser ilusorios, pues solo ellos  una vez iniciada la revolución  asegurarían alcanzar los objetivos; por eso prestó especial atención a la organización del movimiento revolucionario en el exilio y a preparar a los cubanos dentro del país, los que deben sentir la necesidad de la guerra.
La independencia es el primer paso para la construcción de una sociedad superior, para instauración de una República  Democrática, llegando a tener una  Maceo concepción sobre el futuro estado nacional, que no desarrolla pero de la que si tiene las  ideas cardinales.
 Está República Democrática debía organizarse atendiendo a nuestras necesidades y con el concurso de todas las fuerzas nacionales, eliminar las discriminaciones,  garantizar el desarrollo multilateral de todos los individuos, asegurar la igualdad, la justicia y la fraternidad. Es decir, un estado donde se lograse la  integración nacional y todos los atributos que dignificasen la esencia humana. Para ello comprendió  que las formas de estructura del futuro estado nacional  debían de  responder en las necesidades propias, y no  extrapolarla de afuera, es decir, debía de ser  constituido por cubanos y para los cubanos.
Aunque en la papelería maceista no se destaca una propuesta orgánica de organización social, ni demostró admiración por ningún sistema social, la experiencia de su estancia por diferentes países de América, lo llevó a no considerar como acertadas un gobierno extranjero ni dictatorial. Y bajo una fuerte incidencia fisiócrata apunta sobre el papel de los campesinos en la sociedad futura, en que la tierra como la fuente de riqueza, por lo que  abogaba por el reparto de tierra y el libre cambio. En fin, por una sociedad capitalista pre monopolista.
En resumen la concepción que del mundo que tuvo Antonio Maceo es resultado no de  la acumulación de conocimientos adquiridos por la lectura o la instrucción, sino por la  interpretación que de las circunstancias en que vivió realiza, sumergido en  la búsqueda de la independencia de Cuba.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA