Yoana Lázara Piedra Sarría (CV) La comprensión de procesos culturales es bien compleja, más aún, cuando tiene
fenómenos asociados que influyen de diversas formas en la sociedad. Para el
entendimiento de los mismos es imprescindible recurrir a la historia social de
las prácticas culturales.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, existe un reenfoque de los estudios
encaminados a estos aspectos, los cuales están matizados por rupturas desde el
punto de vista epistemológico, con las ya tradicionales líneas de pensamiento,
reajustando así elementos viejos y nuevos en torno a un esquema diferente de
premisas y temas.
Para ello debemos partir de la fuerte influencia que tuvo en Europa y luego en
América, la cuarta generación de los Annales, la cual luego de 1989, se
distancia del claro fruto de la Revolución Cultural de 1968: “la historia de las
mentalidades” y acoge en su lugar a una nueva historia social de las prácticas
culturales.
cinetunas@tunet.cult.cu
“Así, sustituyendo el inaprehensible término de “mentalidad” por el más preciso y riguroso concepto de "prácticas culturales", los autores de esta cuarta generación anna¬lista van a poder proponer una visión de los temas culturales en la cual se vuelve obligada la interconexión de esa cultura con su entorno social y material, a la vez que se abre su operacionalización para ser capaz de reflejar la diversidad, dentro de una misma sociedad, de las distintas expresiones culturales de las clases y de los grupos sociales que la constituyen.”(Aguirre Rojas, 1999)
Para entender la dinámica de los procesos culturales resultantes de los cambios que abre el siglo XX en la producción simbólica y la socialización es necesario saber que lo que presta sentido al registro de tales rupturas es el complejo engranaje entre pensamiento y realidad histórica, reflejada en las categorías sociales del pensamiento mismo, y la continua dialéctica entre conocimiento y poder.
Al tratarse de una historia social de las prácticas culturales, se está reivindicando nuevamente el carácter invariablemente social de la cultura; es decir, el hecho de que esas prácticas son siempre expresiones culturales de las propias realidades y fenómenos sociales, a las que se ligan y reproducen de manera compleja y medida. Lo que sugiere en la actualidad un reenfoque del término y comenzar entonces a hablar de prácticas socioculturales.
La definición de prácticas socioculturales que se asume es la elaborada por el Proyecto Luna a partir del estudio de la propuesta del Centro Juan Marinello y el CIPS “Modelo Teórico de la Identidad Cultural” entendiéndose por práctica sociocultural a:
“… toda la actividad cultural e identitaria que realiza el hombre como sujeto de la cultura y/o como sujeto de identidad, capaz de generar un sistema de relaciones significativas a cualquier nivel de resolución y en todos los niveles de interacción, conformando, reproduciendo, produciendo y modificando el contexto sociocultural tipificador de su comunidad ”
Debemos tener en cuenta que la cultura no es ni una práctica, ni solo la suma descriptiva de los hábitos y costumbres de una sociedad, sino que incluye además a todas las prácticas socioculturales, siendo la suma de sus interrelaciones. Esto se puede apreciar desde el punto de vista artístico, es decir con la visión de una determinada manifestación artística que puede llegar a ser una práctica sociocultural que revele inesperadas identidades y correspondencia con una región específica; no quiere esto decir que este sea el único modo de análisis.
Si hablamos del teatro como una práctica sociocultural tipificadora no se debe reducir la comprensión de esta manifestación artística solo como actividad o como representación ideal de la realidad, hay que remontarse al origen de esta expresión escénica, al sistema estructural y a los elementos mezclados en el proceso de interacción de las redes sociales en el cual se inserta dicha estructura, así como determinados elementos históricos que influyen en la asimilación de la práctica concreta en que se soporta la tradición teatral.
Los estudios teatrales históricamente han estado enfocados, en torno al origen del mismo y su desarrollo en diferentes etapas; al abordarlo como práctica sociocultural estamos decodificando la función social de sus significantes. Las aportaciones primordiales para entender los modos de comportamiento que se tejen en el conjunto de relaciones sociales donde se insertan las prácticas socioculturales asociadas a este fenómeno, descansa precisamente en la visión acerca de la función social de sus significantes.
Para la comprensión de los significantes de un sistema teatral es necesario hacer un análisis de la estructura que este asume y como se concreta en un contexto específico. La estructura del teatro cubano, se puede considerar establecida por los siguientes elementos:
Como una manifestación artística.
Como producto teatral.
Como agente sociocultural
Analíticamente, uno debe estudiar las relaciones entre estos patrones. El propósito del análisis es captar cómo las interacciones entre estos patrones y prácticas son vividas y experimentadas como un todo, en cualquier período determinado.
Si analizamos cada uno de los elementos podemos apreciar que:
Como una manifestación artística deben destacarse su historia, es decir los antecedentes de la manifestación y sus orígenes, sus características distintivas, su creatividad y expresión y las diferentes tendencias y proyecciones en todo el país.
Como producto teatral se puede apreciar la capacidad de expresar elementos tradicionales de los valores identitarios regionales y la demanda y satisfacción de este tipo de manifestación artística en función del tipo de público y locaciones.
Como agente sociocultural hay que tener en cuenta las instituciones relacionadas, los grupos teatrales con sus características, calidad, tipología, criterios de selección artístico y profesional, los distintos especialistas, técnicos y directivos, así como el público con su gusto estético, sus niveles de audiencia, su conocimiento, etc.
Si entonces comprendemos la cultura como “la totalidad de las significaciones, valores y normas poseídos por las personas en interacción, y la totalidad de los vehículos que objetivan, socializan y trasmiten estas significaciones.”(Muñoz, 19??) Hay que abordar entonces un rasgo fundamental de la misma y los aspectos más tradicionales de la escena cubana, la llamada escena "sociológica", la cual se desarrolla fundamentalmente a partir del teatro de la colonia, esta tiene una actitud básicamente explicativa del mundo-que en ocasiones resultaba directamente didáctica- y la prioridad que concedía a la función concientizadora -e incluso movilizadora- del teatro.
“Este paradigma sociológico que contribuyó a la configuración de una zona muy representativa de la creación escénica latinoamericana, estuvo obviamente asociado con una etapa de insurrección popular en el continente, con los años de esperanza en un triunfo revolucionario a plazo breve. Los avatares sufridos desde finales de los años sesentas por el movimiento revolucionario continental, surgido al calor del triunfo de la Revolución Cubana, acabó por imponer, como una evidencia, la necesidad de replantearnos los caminos posibles de la lucha revolucionaria y proveernos de explicaciones e interpretaciones de la realidad mucho más complejas” (Muguercia, 2008).
Hay que tener en cuenta que la significación social de un hecho se expresa desde la asimilación y desasimilación de códigos a través de los cuáles se interactúa en el sistema de relaciones de un determinado contexto. Así se constituyen prácticas socioculturales que comprenden costumbres, creencias modos de actuación y representaciones que se han estructurado basándose en prácticas del pasado funcionalmente utilitarias para interactuar en el presente. Esta significación se manifiesta en actuaciones concretas y/o como historia desde la memoria colectiva referida esta a aquellos elementos que se representan en el imaginario únicamente en formas simbólicas.
Por lo que las determinaciones contextuales, históricas, económicas, políticas y estructurales en el proceso de conformación y sedimentación de las prácticas tienen una gran relevancia, además de las ideológicas, en la determinación o naturaleza de las mismas
Analizado todo esto, entonces se pude afirmar que el teatro es una actividad cultural con rasgos identitarios que tipifican cada una de las etapas de desarrollo social a través del arte escénico en función de la representación y el sistema de significaciones e imbricaciones que realiza el hombre mismo como sujeto de la cultura y sujeto de identidad, desarrollado en función de los diferentes niveles de interacción: Individuo; Individuo – Grupo (teatral); Individuo- Sociedad, teniendo en cuenta para esto su funcionalidad en la cotidianidad y como algunas tendencias llegan a constituirse en tradición de hondo arraigo, generando lenguajes propios y por ello un terreno de fecundas trasmisiones y rupturas en algunas comunidades y etapas de desarrollo específico.
Esto se realiza sin dejar de explicar la significación que adquiere el teatro como práctica sociocultural las mismas en la comprensión de la vigencia del pasado en el presente, no como simple modificación, sino como conservación de los aspectos más significativos que se manifiestan, convertido de hecho en sistema de valores que expresan la conciencia colectiva que permea la esencia de la práctica. Por lo que si asumimos el teatro como una práctica sociocultural estamos reconociendo que se diferencia no solo por el contexto y las condiciones en que se desarrolla, sino por los valores asociados que la tipifican.
Este propio hecho, impide alejarlo del desarrollo sociocultural del ser humano. La acción del hombre sobre las tablas está muy ligado a los comportamientos del sujeto en su vida cotidiana. ¿No son acaso las herramientas del actor, útiles de cualquier persona en su quehacer diario? Si bien le son dadas al actor la concentración, la desinhibición, el poder comunicacional, la imaginación, el autocontrol, entre otras, como cualidades ineludibles para su desempeño teatral; el éxito de individuos en otras esferas de la sociedad, mucho depende del desarrollo de estas potencialidades.
A modo de conclusión, si analizamos el teatro como práctica sociocultural a través de algunos presupuestos de la teoría marxista podemos afirmar, que los valores sociales no son separables de los hechos, por lo que todo hecho o actividad cultural tiene un significado, una representación que se evidencia en el individuo y que permite conocer e interpretar el sistema cultural a nivel individual, y su relación con el contexto social; permitiendo analizar la cultura y sus distintas manifestaciones artísticas, en las diferentes aristas dentro de las relaciones sociales que establecen los hombres.
BIBLIOGRAFÍA
• Aguirre Rojas, C. A.(1999). Itinerarios de la historiografía del siglo XX-De los diferentes marxismos a los varios Annales. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.
• Delgado Tornés, Alisa N. (s.f.). La política cultural cubana.
• García Canclini, N.(1981). Las culturas populares en el capitalismo. La Habana:[s.e.]
• Leal, R.(1982). La selva oscura de los bufos a la neocolonia. Historia del teatro cubano de 1868- 1902. C. La Habana: Arte y Literatura.
• ________(2004). Breve historia del teatro cubano. La Habana: Félix Varela.
• _________(1968). Introducción a Cuba. El teatro.La Habana: Instituto del libro.
• Landaburo Castrillón, M. I. (200?). La política cultural de la Revolución cubana.
• Muñoz, T. (s.f.) Historia y crítica de las teorías sociológicas. Tomo II. Primera Parte.- La Habana: Félix Varela.
• Muguercia, M. (s.f.). Antropología y posmodernidad. Recuperado 15 de enero de 2008 de: http://dramateatro.fundacite.arg.gov.ve/ensayos/edicionp1/antropologia_posmodernidad.html.
• Piedra Sarría, Y. L. (2008). El teatro de 1959-1980 como una práctica sociocultural. Principales aportes a la identidad cultural cienfueguera. Cienfuegos: Tesis de Diploma.
|