Rafaela Macías Reyes (CV) RESUMEN
En el presente trabajo se aborda el tratamiento teórico que en la literatura
científica se le da a la antropología, se hace referencia a las diversas ideas y
autores que han tomado parte en las valoraciones acerca de la validez e
importancia del tema, y se revela la necesidad de su estudio para la comprensión
de sus contribuciones teóricas.
El estudio de la antropología constituye una cuestión de vital interés, estudia
las disímiles formas de manifestación de los pueblos, modos de vida, creencias,
aptitudes, aprensión del mundo y una amplia gama de elementos que se concretan
en una determinada etapa histórica y en un espacio social. En su devenir se han
manifestados virajes que han expresado el desarrollo alcanzado por esa ciencia
en la búsqueda de de explicaciones a los fenómenos que tiene como protagonista
al hombre.
Palabras clave: antropología, rupturas epistemológicas, antropólogos, cultura,
hombre.
rafaela@ult.edu.cu
Marianne Marrero Sánchez
INTRODUCCIÓN
La humanidad en su devenir histórico, se ha caracterizado por sentar sus propias bases. Al establecer códigos y cánones particulares, se diferencian de otros hombres; por lo que, el acercamiento a cómo hombres y pueblos han resuelto arreglar sus vidas, es un modo de comprender, con mayor claridad, la propia condición humana.
Se resalta el interés por el estudio de las especificidades humanas y culturales a partir del siglo XIX. Los investigadores sociales, enfocaron su atención sobre el estudio de las distintas culturas y los métodos para estudiarlas, dentro del campo de la antropología, al mismo tiempo el contexto sociocultural asume un carácter connotativo, en él se gestan las condiciones para el surgimiento de la ciencia.
El advenimiento de la modernidad, implica una ruptura con el mundo clásico. En este último, las dimensiones claramente diferenciadas de público y privado constituían dos mundos diferentes entre los cuales el ser humano se movía, el discurrir humano tenía lugar. Por un lado estaba lo político, en donde el ser humano cobraba una dignidad que lo elevaba de la efímera cotidianidad del dominio privado constituido por la familia y la economía. En esta esfera privada, el ser humano era como un animal; en ella reinaba la ley de la selva, dándose así toda clase de desigualdades.
En el siglo XIX se produjo una larga serie de revoluciones políticas, que desencadenadas por la Revolución Francesa de 1789, constituyó el factor más inmediato de la aparición de la teoría sociológica y antropológica. La influencia de esas revoluciones en muchas sociedades fue inmensa y de ellas se derivaron muchos cambios positivos. Sin embargo, lo que atrajo la atención de muchos de los primeros teóricos no fueron las consecuencias positivas de esos cambios, sino sus efectos negativos.
En la configuración de la teoría antropológica, tan importante fue la revolución política como la revolución industrial, que se produjo en muchas sociedades orientales, principalmente durante el siglo XIX y principios del XX. La revolución industrial no constituye un único acontecimiento, sino muchos desarrollos interrelacionados que culminaron en la transformación del mundo occidental, que pasó de ser un sistema fundamentalmente agrícola a otro industrial.
Las condiciones creadas por la revolución de las ciencias sociales que devino durante el siglo XIX, posibilitaron la creciente complejidad y opacidad de la sociedad moderna, que era vivenciada por los modernos como una crisis de los lazos sociales y, en consecuencia, una urgente necesidad de encajar en sí misma y en un mundo que había ensanchado sus límites geográficos con el descubrimiento de nuevas tierras y pueblos.
La antropología en la literatura científica. Reflexiones.
Desde tiempos remotos, viajeros, historiadores y eruditos han estudiado y escrito sobre culturas de pueblos lejanos, motivados por actividades humanas y curiosidades que hoy se entienden como problemas y preocupaciones de la antropología.1Como se expone en la Biblioteca de Consulta Encarta 2005, el historiador griego Herodoto describió las culturas de varios pueblos del espacio geográfico conocido en su tiempo, interrogó a los informantes, observó y analizó sus formas de vida e informó sobre las diferencias existentes entre ellas. Mucho más tarde, el historiador romano Tácito, en su libro Germania, reseñó el carácter, las costumbres y la distribución geográfica de los pueblos germánicos.
Aunque los antiguos se interesaron por las costumbres de los hombres, fueron los viajes y las exploraciones a partir del siglo XV los que estimularon el estudio de la variabilidad humana. Con los nuevos descubrimientos geográficos, se despierta el interés hacia las sociedades que encuentran los exploradores.
Es con el descubrimiento del Nuevo Mundo cuando el hombre europeo, aquel que se consideraba centro del universo, descubre de improviso al “otro”, a hombres con un tipo físico y unas costumbres hasta entonces desconocidas. Este encuentro entre culturas distintas: el mundo cristiano y las culturas americanas, es el marco que propicia al hombre plantearse el problema de sí mismo, empieza a evidenciarse de este modo la diversidad cultural.
Los escritos de Cristóbal Colón y otros conquistadores de la época, dan muestra del significado que tuvo para Europa el choque cultural que se produjo. Los viajeros, misioneros y soldados, facilitaron suficiente información antropológica, aunque en gran parte no era válida, pues se mezclaban relatos y descripciones poco rigurosas de las sociedades humanas encontradas. Además, veían a los pueblos con prejuicios culturales. En estos informes, los pueblos colonizados eran vistos como “exóticos” y “extraños”, eran clasificados como “primitivos” y “salvajes”, en oposición al carácter de “civilizados” que los europeos tenían para sí mismos.
De la misma manera, los datos obtenidos permitieron disponer de una base sobre la que ya podía sustentarse la nueva ciencia antropológica. Los contrastes observados entre las diversas culturas condicionaron la necesidad de desarrollar la antropología, la cual se iba convirtiendo en la ciencia de las semejanzas y las diferencias.
En la Antigüedad clásica existieron casos de relatos sobre costumbres e instituciones “extrañas”. En el siglo XVI el ensayista francés Montaigne se preocupó por los contrastes entre las costumbres en diferentes pueblos. Otros autores como Malebranche, Vico o Montesquieu, recogen en sus escritos las informaciones sobre pueblos “salvajes”, señalando la gran diversidad de costumbres existentes y utilizándolas para ilustrar sus especulaciones filosóficas acerca de la naturaleza de la sociedad.
Sin embargo, aun cuando hayan existido algunos acercamientos a la perspectiva antropológica, estas aproximaciones fueron discontinuas. Los primeros antropólogos eran aficionados con dotes naturales: médicos, abogados, naturalistas, hombres de negocio para quienes la antropología no era más que un entretenimiento. En sus estudios aplicaban el sentido común, los conocimientos alcanzados en sus respectivas profesiones y las exigencias científicas a las demandas de su época, a incrementar conocimientos sobre los pueblos “primitivos”. Se ocupaban de materias que los campos de estudio hasta entonces establecidos no analizaban.
Estos antropólogos eran considerados por las demás personas como excéntricos, debido a que se interesaban por cuestiones que para el resto no tenían el mínimo de importancia. “La antropología dirigía su atención a las naciones sin historia, a las historias sin acontecimientos notables, a las instituciones de carácter extraño y a los inventos primitivos, a las lenguas que nunca se escribieron”. (Kroeber; 1945: 27)
Eran los hombres que buscaban los antepasados más antiguos. Se interesaban en conocer cómo el hombre moderno llegó a ser como es hoy, buscando respuestas en la biología y la conducta humana. Sus resultados mostraron que los hombres de las diferentes regiones tenían más similitudes que diferencias con respecto a otras culturas. Hallaron semejanzas en las costumbres, las cuales podían ser comprendidas teniendo en cuenta los contactos históricos que se habían dado.
Empero, las narraciones en su mayoría no responden a una observación auténtica y se centran en resaltar los contrastes entre la vida “civilizada” y la que distingue a los bárbaros. O bien se dedican a enumerar una serie de culturas que presentan características diversas, sin profundizar en el significado de las mismas. Como expone el autor Isidoro Moreno, en su libro Cultura y modos de producción. Una visión de la antropología desde el materialismo histórico, en el siglo XVI no estaban aún presentes los requisitos para hacer fructificar la antropología:
Por una parte, los prejuicios religiosos, las ataduras a la Biblia, impedían cualquier intento amplio de plantear el origen del hombre de otra forma que no fuese la contenida en el génesis. De otra, el naciente capitalismo mercantil no estaba especialmente interesado en el desarrollo de un saber científico sobre las poblaciones que estaban siendo colonizadas. La total inexistencia de un clima evolucionista y la fase todavía muy inicial de desarrollo capitalista en que se encontraban los países europeos fueron las causas fundamentales de que el descubrimiento de la otredad humana no desembocase en el nacimiento de la antropología. (Moreno; 1978: 159)
Para los europeos de los siglos XVI y XVII, la historia de los “otros” pueblos se reducía a dónde ubicarlos teológicamente. Para los ilustrados del siglo XVIII, el problema se trasladaba a otorgarles un lugar en una escala histórica de la evolución de la humanidad. La importancia del siglo XVIII para la génesis de la antropología es básica. Los filósofos sociales de este siglo pusieron en el centro de su atención los temas capitales de la antropología contemporánea y trataron de solucionarlos, aunque sin éxito, formulando leyes que explicaran el curso de la historia humana y la evolución de las similitudes y diferencias socioculturales.
En la Biblioteca de Consulta Encarta 2005, se hace referencia a que los estudiosos de la Ilustración francesa, como Anne Robert, Jacques Turgot y Jean Antoine Condorcet, comenzaron a elaborar teorías sobre la evolución y el desarrollo de la civilización humana desde sus albores. Estos planteamientos antropológicos y filosóficos, no se correspondían con el relato bíblico de la creación, y con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no occidentales habían caído en desgracia divina y, por ello, habían degenerado hacia una situación denominada peyorativamente `primitiva´.
Como plantea Isabel Monal, en su artículo La antropología y la filosofía, publicado en la Revista Catauro Año 3/ No. 5 / 2002: “Empezar a plantear cuestiones alrededor del hombre como tal implica una relación con todo este pensamiento del siglo XVIII que también está muy interesado en el hombre como centro de muchas de sus consideraciones y problemáticas”. (Monal; 2002: 21) Además, la reacción romántica contra el movimiento ilustrado – que tuvo su centro en Alemania – fue el contexto en el que filósofos como Herder y, posteriormente, Wilhelm Dilthey, escribieron sus obras. En ellas es posible constatar el origen de conceptos centrales en el desarrollo posterior de la antropología.
No fue sino a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, momento en que la modernidad provocaba cambios en Europa y se realizan los primeros intentos de estudiar el comportamiento humano, cuando empezó a desarrollarse la antropología científica. A la par que se producen transformaciones motivadas por la modernidad, también se dan cambios en las ciencias del hombre, la cultura y la sociedad.
Con respecto a la influencia de toda la etapa precedente en el desarrollo de la antropología, el autor Alain Basail Rodríguez, 2 en el libro Antropología Social. Selección de lecturas, plantea: “El origen de la antropología científica se trenzó fuertemente con el período anterior y, sobre todo, con el pensamiento de la Ilustración a quien adeudó su concepción evolucionista de las diferencias y semejanzas socioculturales a partir de leyes sobre el curso de la vida humana”. (Basail; 2005: 19)
Los descubrimientos geográficos que tienen lugar en esta época, ocasionan cambios en la sociedad moderna, surgen disímiles interrogantes provocadas por estos hallazgos y la sociedad precisa dar respuesta a la nueva realidad circundante. Empero, la filosofía ya no es suficiente para explicar las particularidades del contexto. Ello demanda que surjan otros campos de conocimiento dirigidos al estudio de nuevas áreas, exigencia que impulsa la aparición de disciplinas especializadas que conforman las Ciencias Sociales modernas.
Los relatos propiciados por los viajeros, comerciantes, oficiales, servirán de base para el surgimiento del área nombrada entonces: Antropología. Al cristalizar como proyecto científico (o al comenzar a dar los primeros pasos en este sentido), se planteó como propósito constituirse en ciencia del hombre y explicar su historia. Centrándose, además, en el estudio de un tema que aunque ya era tratado por otras disciplinas, no había sido definido con precisión: la cultura.
La historia de la disciplina evidencia que desde sus inicios se dedicó al estudio de la cultura “de los otros”, al hombre de otras culturas, examinando las diferencias entre sistemas culturales de los más diversos. “El pensamiento antropológico nace del encuentro de varias corrientes de pensamiento, con el descubrimiento del “otro” y su aceptación como otro y a la vez semejante”. (Moreno; 1978: 32)
Como ya se ha expuesto, desde su surgimiento la antropología definió como su objeto de estudio a las “gentes primitivas” o, en otras palabras, las pequeñas comunidades nativas. “El estudio de los pueblos primitivos nos permite vernos mejor a nosotros mismos. La antropología pone ante el hombre un gran espejo y le deja que se vea a sí mismo en su infinita variedad”. (Kluckhohn; 1952: 125)
Las formulaciones sobre el estudio de estas llamadas culturas “primitivas”, emergen de una situación histórica determinada: el colonialismo. La antropología respondía a los intereses de Occidente, lo que indica que todas aquellas personas que recolectaban información sobre las culturas que comenzaban a ser exploradas, debían dar a conocer sus observaciones a la dominación colonial.
La antropología nace ligada a los movimientos colonialistas, a las intenciones colonialistas, a las guerras colonialistas y a la explotación. Una de sus primeras funciones es justificar la “inferioridad” con diversas “argumentaciones” que justifiquen el colonialismo y a las guerras de conquistas y de explotación y de sumisión de todos estos pueblos. (Monal; 2002: 21)
Un hecho importante en el nacimiento de la antropología como una disciplina institucionalizada es que la mayor parte de sus primeros autores fueron biólogos (como Herbert Spencer), o bien juristas de formación (como Bachoffen, Morgan, McLennan). Estas vocaciones académicas influyeron en la construcción del objeto antropológico de la época y en la definición de dos temas cruciales para la antropología a lo largo de su historia: la naturaleza del cambio social en el tiempo y del derecho (analizado bajo la forma del parentesco) y los mecanismos de herencia.
La antropología es un estudio con ramificaciones en las ciencias biológicas, físicas y sociales e incluso en las humanidades. Debido a su amplitud, a la variedad de sus métodos y a su posición intermedia, es seguro que despeñará un papel central en la integración de las ciencias que se ocupan del hombre. Sin embargo, una ciencia comprensiva del hombre tiene que abarcar habilidades, intereses y conocimientos adicionales. Ciertos aspectos de la psicología, la medicina y la biología, la economía, la sociología y la geografía humana tienen que fundirse con la antropología en una ciencia general que asimismo tendrá que abarcar los instrumentos que significan los métodos históricos y estadísticos y sacar datos de la historia y las otras disciplinas humanistas. (Kluckhohn; 1952: 120)
La antropología en estos inicios se caracteriza por su carácter ideológico, romántico y precientífico, expresándose un interés por lo exótico y raro. Como se expone en la Enciclopedia Océano No. 8:
Los eruditos de este período fueron definiendo la antropología como la ciencia que se ocupa principalmente de los pueblos ágrafos (pueblos que no conocen la escritura) y de las múltiples tradiciones culturales no europeas, así como de los pueblos prehistóricos. Su principal objetivo era descubrir las leyes psicológicas implícitas que determinan la historia humana. (Océano: 2019)
La actividad de los antropólogos se centró en describir las nuevas culturas atendiendo a diversos aspectos: culturales, sociales y naturales. Al restringirse el objeto de observación solo a las sociedades de interés para el colonialismo, resultó difícil el estudio también de culturas desarrolladas y es que como planteó Angel Palerm, citado por el autor Isidoro Moreno, la antropología debe ser considerada como: “la ciencia de la evolución del hombre, de la sociedad y de la cultura. Tal ciencia y tales objetivos requieren el estudio de todos los pueblos, primitivos o avanzados, en todos los momentos de su historia considerada como un proceso de desarrollo”. (Moreno; 1978: 160)
En la segunda mitad del siglo XIX, nuevos movimientos en el campo del pensamiento como el desarrollo de la teoría evolucionista de Charles Darwin y sucesos históricos como la Revolución industrial, contribuirán al desarrollo de la antropología como disciplina científica, es el momento en que se produce una ruptura con el anterior pensamiento precientífico. Tiene lugar un cambio que consiste en el paso de la reflexión sobre el hombre y la sociedad de un nivel ideológico (interpretación deformada de la realidad) a otro científico (explicación objetiva, no deformada de esta).
Es a mediados del siglo XIX que se funda el nuevo programa de la antropología, el cual se fortalece a finales del siglo y primeras décadas del XX. Ante la necesidad de clasificar a los pueblos descubiertos e influenciada por la Teoría de Evolución de las Especies de Darwin, toma como su principal teoría al evolucionismo.3
Entre los autores que publican sus obras refiriéndose al progreso de las culturas humanas, se destacan Edward Burnett Taylor, Lewis Henry Morgan y James Frazer. Sus investigaciones obtenían información de bibliotecas, informes de viajeros, documentos históricos y fuentes indirectas. Sin embargo, en poco tiempo comienzan a realizar sus estudios en los lugares donde sucedían los acontecimientos.
Se comienza a emplear el método comparativo, que asumía un proceso evolutivo desde el primitivismo hasta la modernidad; calificando a las sociedades no europeas como “vestigios” de la evolución que reflejaban el pasado europeo. Tomando como base los métodos de las ciencias naturales y la teoría de la evolución a través de la selección natural, se propuso el estudio científico de la humanidad concebida como un todo.
A estos primeros años de la antropología como ciencia se les conoce como los de la antropología clásica. Se establece como fin de la práctica antropológica: desarrollar una etnología que sea científica, teórica, desarrollista y comparativista. El método comparativo permitirá el contraste de datos provenientes de una segunda fuente de información, como archivos, libros de viajeros o datos de oficiales. Se trata de una antropología que iguala la naturaleza con la cultura y se distingue por ser evolutiva. Los antropólogos describen al otro tomando como base la cultura occidental, a partir de sus propios objetos y costumbres.
Como los primeros acercamientos de la antropología institucional acostumbraban a extender los conceptos europeos para comprender a la diversidad cultural de otras regiones no europeas, se tendió a clasificar a los pueblos por un supuesto grado de menor o mayor progreso. De ahí en que estos primeros tiempos de indagación, productos de la cultura material de naciones ‘civilizadas’, fueron exhibidos en los museos dedicados al arte, junto a obras europeas; mientras que sus similares de las culturas nativas, se mostraban en los museos de historia natural.
Las culturas de esos pueblos, que no eran considerados civilizados a juicio de los europeos, se trataron como objetos. Sus culturas se conocían sin acceder directamente a ellas, observándolas desde lo externo, contempladas como un arsenal de artefactos exóticos.
Como todas las corrientes de pensamiento, la antropología se relaciona directamente con el contexto social en el que se produce. De esta manera se puede entender la divergencia entre las varias escuelas de la antropología, que se fueron consolidando durante los últimos años del siglo XIX y la mitad del siglo XX.
El siglo XIX fue el contexto histórico donde las ciencias naturales alcanzaron un gran desarrollo. El evolucionismo decimonono tuvo como exponentes más significativos a Spencer, Morgan y Tylor. Las ideas de progreso, la búsqueda de leyes evolutivas y el afán de explicar la naturaleza humana, caracterizaron a este pensamiento. Pretendieron construir una ciencia positiva, objetiva y universal siguiendo el método comparativo. Sus presupuestos teóricos fueron: la unidad síquica de la humanidad, la unidad histórica y la unidad de la cultura. Sus limitaciones fundamentales fueron el etnocentrismo y la explicación de las diferencias culturales.
El difusionismo, por su parte, (Leo Frobenius, Guillermo Schmidt, Elliot-Smith) explicaba la difusión de pautas culturales en base al principio de la transmisión de esos rasgos desde un punto y hacia su entorno. Su empeño principal fue reconstruir las líneas en las cuales los diferentes rasgos culturales se habían difundido.
El relativismo cultural o el particularismo histórico, como también se le conoce, fue un movimiento que dominó toda la primera mitad del siglo XX en los Estados Unidos de América. En base a la estrategia definida por Franz Boas (su fundador) se constituyó un programa que evitó la síntesis teórica, rechazó las generalizaciones y reconstrucciones en abstracto y postuló la necesidad de la observación directa y la recolección sistemática de datos empíricos como paso para sustentar construcciones teóricas. Se defiende la idea de que todas las culturas son particulares y comparables; no hay culturas inferiores y superiores.
Estos aspectos fueron desarrollados por discípulos de Boas: Kroeber, Lowie, Benedict, Linton, Mead. Estos siguieron interesados por el principio de integración cultural de la personalidad en la cultura, la interrelación de fenómenos culturales (desde la perspectiva de la psicología y la lingüística) y por cómo los diferentes contextos espacio – temporales daban sentido a las culturas.
La escuela funcionalista se consolida en Inglaterra alrededor de 1920. Este intento pretendió convertir a la antropología en una disciplina científica, a fin de establecer un corte con la antropología conjetural decimonónica. La llamada revolución funcionalista fue la que inició el camino de la antropología científica, dentro del marco y el auge del imperialismo británico, a través de sus creadores: Malinowski y sus discípulos: E.E. Evans-Pritchard, Hilda Kuper, Radcliffe – Braown, entre otros. Pretendieron “conocer” a las sociedades nativas, saber cómo “funcionaban”. La cultura se constituye como un todo funcional, integrado y coherente, que no se opone a la naturaleza, sino que la continúa. Son centrales los conceptos de función, institución y cambio cultural.
Por su parte, el estructuralismo constituyó una verdadera revolución en las Ciencias Sociales y Humanísticas. Su representante más destacado fue C. Levi-Strauss. El concepto de estructura es entendido como pauta o configuración teórica constituida por principios universalmente válidos. Sus definiciones de mito y de cultura, como proceso de comunicación y sistema de signos compartidos, son trascendentales.
Las teorías del marxismo habían sido excluidas de las principales corrientes antropológicas. Sin embargo, en el contexto de los años 60 del siglo pasado, Marx cobró actualidad y, sobre todo, sus principios de la historicidad, su concepción del sujeto y su teoría del cambio social.
A partir de los años 60 la antropología presentó un complejo desarrollo que acentuó su carácter multiparadigmático. La nueva “antropología de lo cercano” tomó como dirección central lo simbólico y la significación (antropología simbólica, fenomenológica, interpretativa y postmoderna), conocidas como tendencias contemporáneas, donde se destacan Victor Turner y Clifford Geertz.
El neoevolucionismo es una tendencia dirigida hacia enfoques ecologistas, biologicistas, materialistas o psicologistas del desarrollo de la humanidad. Bajo la influencia de Leslie White, se lanzó un esfuerzo general para volver a examinar las obras de los evolucionistas del siglo XIX como Lewis Henry Morgan, par corregir sus errores etnográficos e identificar su contribución positiva al desarrollo de una ciencia de la cultura. White fue pionero al postular que la dirección global de la evolución cultural estaba determinada, en buena medida, por las cantidades de energía que podían ser captadas y puestas en funcionamiento per cápita por año.
La antropología, como proceso de pensamiento, tuvo en su desarrollo momentos cruciales, conocidos como las rupturas epistemológicas. La primera ruptura epistemológica dentro de la antropología clásica se dio a finales del siglo XIX, determinada por un redimensionamiento técnico, que posibilitó comparar las fuentes de segunda mano que habían sido empleadas por los primeros antropólogos con las observaciones personales del autor.
A partir de este momento se define como nuevo método el trabajo de campo para generar conocimientos. Se inaugura así una técnica necesaria para la ciencia, para que a partir de esta práctica emerjan los datos que se precisan en las investigaciones. La antropología fue la primera ciencia social en usar este método y valorar la importancia de convivir con el otro, para poder dar respuesta a las interrogantes que se plantean en este momento.
Fue el antropólogo Bronislaw Malinowski quien sistematizó los elementos metodológicos sobre el trabajo de campo, para romper con la práctica museográfica. Esta primera ruptura protagonizada por él, evidenció la necesidad de la antropología de separarse del evolucionismo y el difusionismo, 4 para diferenciarse totalmente de las ciencias naturales, lo que exigía que los datos culturales ocuparan el centro de atención de la ciencia.
La segunda gran ruptura que condujo a la antropología a convertirse en una ciencia autónoma, la protagonizó esta vez Marcel Mauss, en 1925, quien propuso reconstruir la naturaleza social de los hechos en relación con la sociedad a la que pertenecen, y comprenderlas teniendo en cuenta sus usos sociales. Esta propuesta trajo cambios para la ciencia, al conducir la mirada hacia los sistemas más profundos.
Cuando a comienzos del siglo XX se empezó a hacer trabajo de campo intensivo, se abrió una nueva época en la historia de la antropología. Entre 1900 y 1950, aproximadamente, los estudios llevados a cabo estaban orientados a registrar los estilos de vida de las culturas no occidentales, antes de que algunas de estas experimentaran la influencia de los procesos de modernización y occidentalización. “La ciencia antropológica para llegar a ser una verdadera ciencia del hombre, no puede dejar fuera de su ámbito a ningún tipo de cultura, actual o desaparecida”. (Moreno; 1978: 160)
Luego de las ideas de Malinowski y Mauss, el antropólogo se da a la tarea en su estudio de recomponer el todo social y caracterizar más a fondo las sociedades, distinguiendo la integridad de sus componentes, ya sean instituciones, representaciones. Las llamadas sociedades “primitivas” comienzan a ser entendidas como originales en vez de considerarlas como complejas.
Entre los elementos que definen el modelo de percepción de la antropología clásica se encuentran que: “la antropología es entendida como sistema delimitado y autosuficiente que otorga a los sistemas culturales una casi total autonomía, obviando complejas relaciones entre estos y la realidad social”, además, se incorpora “la norma del utilitarismo social, a partir de que la concepción clásica estima que los valores expresados en cualquier cultura, han de entenderse y de juzgarse solamente de acuerdo a la forma en que los miembros de una cultura ven las cosas que dan vida a las mismas”. (Basail; 2005: 26)
En los años 60 del siglo XX, tuvo lugar una profunda crisis social. Ante estas circunstancias se inicia una recomposición de las ciencias sociales que incluyó a la antropología, en la cual se presenta una crisis de sus compromisos y de ideología. En el marco del fin de la situación colonial, del estallido de lo social en la sociedad occidental y los procesos de liberación en el Tercer Mundo, se producen sucesos como la “muerte del exotismo”, se cuestiona el verdadero quehacer de los antropólogos y sus compromisos con el colonialismo.
Esta situación que discute la veracidad de la antropología, obliga a la ciencia a buscar nuevas respuestas y enriquecer su programa. “Entonces, la pertinencia del programa antropológico no gira sobre el tema de la colonización o del gobierno científico como antes, sino sobre la cuestión vital del desarrollo social y humano. Entorno a este lugar común se ha reconstituido la antropología hoy”. (Basail; 2005:8).
A partir de esta redefinición del objeto de estudio de la antropología y de las preocupaciones que habían sido de su interés, y dando respuesta a las crisis de las sociedades contemporáneas, se inician nuevas temáticas de investigación. A ello se unió el desarrollo de las antropologías nacionales comprometidas con las realidades culturales de sus pueblos y con sus aspiraciones de desarrollo.
El modelo de la antropología clásica terminó de construirse en la década de los años 70 del siglo XX. Sus últimos seguidores se dieron a la tarea de revisar los logros científicos de esta etapa y ello determinó su ruptura definitiva con este modelo, motivado también por el hecho de los cambios que se habían sucedido, los que le planteaban nuevos retos a la ciencia antropológica.
En esta etapa de desarrollo de la ciencia, tuvo lugar la tercera ruptura epistemológica, en 1968, propiciada por Clifford Geertz, con la cual se inicia una antropología interpretativa. La actividad del antropólogo se distingue por un mayor análisis de las prácticas, las interpreta como si las leyese, examina más fondo los resultados del estudio. La antropología pretende distanciarse como ciencia positiva y acentuarse como una disciplina que valora más los hechos, los acontecimientos.
Actualmente la antropología va mucho más allá del mero estudio de los pueblos preindustriales. Su objeto abarca el origen y desarrollo de la diversidad humana, así como los modos de comportamiento social a través del tiempo y el espacio, es decir, el proceso bio – social de la existencia humana. Analiza al hombre en el marco de la sociedad a la que pertenece como hacedor de cultura y, al mismo tiempo, como producto de la misma.
En la Biblioteca de Consulta Encarta 2005, se define a la antropología como “el estudio de los seres humanos desde una perspectiva biológica, social y humanista”. Al igual que esta fuente de información, la Enciclopedia Océano plantea que la antropología combina las dos divisiones de la ciencia: las ciencias físicas y biológicas y las ciencias humanísticas o sociales, por lo que se divide en dos campos: la antropología física, que trata de la evolución biológica y la adaptación fisiológica de los seres humanos, y la antropología social y cultural, que se ocupa de las formas en que las personas viven en sociedad, es decir, las formas de evolución de su lengua, cultura y costumbres.
La antropología ha tenido distintos enfoques, y por lo tanto, nombres diferentes. En Estados Unidos se le denomina antropología cultural, considerando como área de estudio a la cultura, en Inglaterra antropología social, tomando como objeto de estudio las estructuras sociales y la sociedad y en Francia etnología, teniendo como referencia la raza.
En el artículo “El hombre y la cultura”, síntesis del libro con igual nombre, de la antropóloga Ruth Benedict, 5 recogido en el año 2004 esta expone que: “El objeto de la antropología es atender el modo en que las culturas cambian y se diferencian, las formas a través de las cuales se expresan y la manera en que las costumbres de los pueblos accionan en las vidas de los individuos que los componen” (Benedict; 2004: 1)
Los antropólogos han ido redefiniendo su objeto de estudio y perfeccionando su modus operandi para convertir a la ciencia en empírica: del trabajo con fuentes secundarias a la producción de datos a partir del trabajo de campo. Además, se han planteado las siguientes preguntas: ¿quiénes y cómo somos?, ¿por qué somos como somos, tan raros y distintos a tanta gente?, ¿qué es la condición humana?
La antropología constituye una poderosa herramienta que permite comprender las semejanzas y diferencias entre las sociedades diversas, que no por diferentes son inferiores. Es una disciplina que analiza todas las sociedades, sean antiguas, modernas, simples y complejas, ofreciendo una perspectiva transcultural única, comparando constantemente las costumbres de una con las de otra.
En su libro Introducción a la antropología (ver en http://html.rincondelvago.com/antropologia_6.html) Marvin Harris plantea:
“la antropología es el estudio de la humanidad, de los pueblos antiguos y modernos y de sus estilos de vida (…) Lo que diferencia a la antropología de las otras ciencias es su carácter global y comparativo. Otras ramas del saber abordan únicamente un segmento concreto de nuestro desarrollo cultural y lógico. Los hallazgos de la antropología en cambio, no se basan jamás en el estudio de una sola población, raza, tribu, clase, nación, tiempo o lugar. Los antropólogos insisten, ante todo, en que se contrasten las conclusiones extraídas del estudio de un grupo humano o de una determinada civilización con datos provenientes de otros grupos o civilizaciones.”
El antropólogo Claude Lévi – Strauss,6 señala que la primera ambición de la antropología es alcanzar la objetividad, inculcar el gesto por ella y enseñar los métodos para lograrla. El tipo de objetividad al que aspira la antropología no se trata únicamente de trascender los valores propios de la sociedad o grupo al que pertenece el observador, sino más bien de trascender sus ‘métodos de pensamiento’, de alcanzar una formulación válida para todos los observadores posibles.
Esta búsqueda de una objetividad total únicamente puede desenvolverse en un nivel en el que los fenómenos conservan una significación humana y siguen siendo comprensibles – intelectual y sentimentalmente – para una conciencia individual.
La segunda ambición de la antropología es la totalidad. En la vida social, la antropología ve un sistema cuyas partes se hayan todas orgánicamente ligadas entre sí; reconoce que para profundizar el conocimiento de ciertos tipos de fenómenos, es indispensable descomponer un conjunto. La tercera originalidad de la investigación antropológica es la significación.
En décadas recientes, los antropólogos y antropólogas han estudiado subculturas dentro de las sociedades más industrializadas, con una metodología determinada. Como resultado de su experiencia intercultural, han desarrollado investigaciones que permiten comprender los fenómenos culturales de otras culturas y la propia. Por ello, el conocimiento antropológico se diferencia de aquellas ideas y teorías basadas en nociones etnocentristas y posibilita a través de la investigación, comprender los orígenes de la desigualdad social.
La disciplina antropológica estudia al hombre desde diversos aspectos: la etnia a que pertenece, la lengua como medio de comunicación, nacional, dialecto, lengua criolla o jerga y uno bien importante, su cultura. Las tres están interrelacionadas y al mismo tiempo cruzadas. Lo anterior explica el por qué la antropología como ciencia se preocupa por todo lo humano, analizando situaciones, condiciones, modos de vida de una comunidad, tradiciones socioculturales; además de la relación establecida entre las personas. Todas ellas reflejan la realidad a pesquisar por parte de quien ejecute el estudio.
Como plantea Alain Basail Rodríguez, en su artículo Un acercamiento al objeto de estudio de la antropología, publicado en la Revista Catauro Año 3/ No. 5 / 2002: “La antropología tiene que cumplir el rol de dilucidar las inquietudes y las respuestas de múltiples actores sociales que viven en una sociedad determinada”. (Basail; 2002: 17)
La antropología, al estudiar la humanidad y las sociedades en la realización de sus actividades, la cultura, religión, nacionalidad y su organización, debe descubrir, analizar y explicar tanto las similitudes como las diferencias entre los grupos humanos, ya sea en el pasado, presente y en cualquier lugar del mundo. “…la antropología es una ciencia que tiene muchos que decir en la sociedad contemporánea, una ciencia que puede construir nuevas búsquedas que amplíen y profundicen la producción científica en temas y campos poco explorados”. (Basail; 2005: 7)
Consideraciones finales
El acercamiento realizado a la historia de la antropología como ciencia, ha revelado que desde su surgimiento, su estudio se ha centrado en el ser humano, analizando diversas particularidades que lo distinguen dentro de determinada sociedad, ya sea desde la arista biológica, lingüística, de la producción material o el conjunto de sus actividades. Ella ha estado relacionada con el análisis de las costumbres, prácticas, creencias, lengua, símbolos, significados que comparten los hombres dentro de su comunidad, buscando una mayor comprensión de las diferentes regiones y las similitudes o diferencias con respecto a otras.
Consecuentemente, la práctica antropológica siempre ha girado entorno al tema de la cultura, como concepto clave en el desarrollo de su discurso. También en su devenir como ciencia fueron surgiendo escuelas, corrientes, que se dieron a la tarea de plantear concepciones, ideas y de sistematizar información acerca de la cultura como categoría central de la investigación antropológica. Todo ello evidencia que para analizar, comprender y dominar con mayor profundidad el concepto de cultura, es fundamental el conocimiento del desarrollo de la antropología como ciencia y partir de sus planteamientos, pensadores y teóricos para un estudio completo de esta temática.
BIBLIOGRAFÍA
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http://www.diproredinter.com.ar/antropologia/defi.html
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http://www.liceus.com/cgi-bin/aco/ant/0101.asp
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NOTAS
1. Antropología (del griego άνθρωπος: anthropos, "ser humano", y λογος: logos, "conocimiento"), es la ciencia que estudia al ser humano de forma holística, incluyendo lo aspectos biológicos y socio – culturales.
2. Doctor en Sociología. Se ha especializado en estudios culturales y sociología histórica. Es coordinador del libro Antropología Social. Selección de lecturas, donde se compilan materiales representativos de la historia de los asuntos atendidos por la antropología y los más significativos autores que han contribuido a su desarrollo. En este texto es autor de varios artículos, en los que aborda detalladamente las cuestiones esenciales relativas al desarrollo de la ciencia antropológica, información sistematizada que facilita al lector un conocimiento amplio de la historia de la ciencia y comprender la importancia de su estudio.
3. Dentro del evolucionismo social, uno de los rasgos otorgados a los pueblos primitivos e inferiores era la ausencia de historia.
4. El difusionismo perseguía el mismo objetivo del evolucionismo de descubrir las leyes que rigen el cambio histórico.
5. Teórica norteamericana que trabajó la relación de la configuración cultural con la conducta habitual. La mejor exposición de sus puntos de vista se puede encontrar en su Patterns of Culture (1934). Aquí define la antropología como la disciplina que estudia las diferencias entre las tradiciones culturales.
6. Ver “Fines de la Antropología”, en Antropología estructural.
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