Javier Figueroa Ledón (CV) Expertos califican los primeros años republicanos de oscuros dentro del
aquelarre de luces y sombras en que vivió la prensa cubana. Los diarios
principales eran de un rancio conservadurismo político, mezclado con las
frivolidades y el mercantilismo occidentales. Pero
aún así, el siglo XX entra en la historia como una era llena de esperanzas.
A técnicas ya utilizadas como el fotograbado se unen el linotipo en 1900,
empleado en La Discusión. Más tarde El Mundo triplicó sus tiradas con una
rotativa de 50 caballos de fuerza que sacaba 48 mil ejemplares por hora. “Ya no
hay necesidad, por otra parte, de esperar a que las noticias extranjeras lleguen
a las redacciones a través del correo o de mensajeros que vienen en los barcos.
El nacimiento de las agencias cablegráficas resuelve ese problema, y las
empresas periodísticas más solventes incorporan ese servicio a las redacciones”
.
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Reinan la fotografía y el reportaje. Las cuatro páginas son insuficientes, ampliándose a 16 y más. “Unido al último grito de la modernidad ocurren ciertos cambios y modificaciones políticas como es la tan nombrada libertad de prensa y de expresión, proclamada en el artículo 25 de la Constitución de 1901 y punto de partida para el cambio del periódico de ideas al periódico de empresa, basado en el modelo de la teoría informativa liberal” .
Desde fines del siglo XIX, el periodismo con préstamos de la literatura había adquirido madurez. Junto al sensacionalismo importado del Norte, conformaban un conjunto atrayente que, además, vendía. Los grandes titulares, las páginas a color, los fotorreportajes y las tiras cómicas contribuían a la mercantilización. El Mundo, aparecido en 1901 y dirigido por Ramón Govín, introdujo en el país la crónica roja, los anuncios a color y las páginas a ocho columnas. Constituyó la primera empresa periodística de la nación. También por estos tiempos se dieron los primeros pasos en la fundación de un organismo periodístico nacional. El 13 de abril de 1904 nace la Asociación de Prensa de Cuba, con Alfredo Martín Morales como presidente y Manuel Márquez Sterling como segundo.
En el primer cuarto de siglo existían decenas de publicaciones circulando en el país. Pero solo reinaban cuatro grandes: El Mundo, La Discusión, La Lucha y el Diario de la Marina. Este último fue el más reaccionario en su tiempo. Especial regocijo manifestó por la Reconcentración y las muertes de Martí y Maceo. “Sus mensajes de bienestar y esperanzas para la patria, bajo la intervención militar norteamericana, y sus justificaciones en apoyo de la república neocolonial instalada a partir de 1902, indicaron prontamente que Diario de la Marina cambiaba solo de ropaje, no de alma…” .
Los cuatro gigantes de la prensa se alineaban en la reacción con sutiles variaciones de partido. Como medios burgueses, respondían a sus intereses y asumían una posición entreguista al punto de no reflejar las actividades revolucionarias. Y para colmo de males, con una estructura “a lo americano”: gran formato, sistema de reporteros y alianzas publicitarias con la radio.
Nuevas publicaciones fueron El Heraldo de Cuba, La Tarde, El Imparcial, El Triunfo y El Cubano Libre (el mismo de las guerras de independencia). Otras que salen a la luz por este tiempo representan la diversidad del periodismo cubano: Liborio, El Día, La Prensa, El Mercurio, El Cuarto Poder (creado por Ramón Vasconcelos) y Patria. Algunos, la minoría, de carácter revolucionario y crítico. Existían publicaciones independientes como los voceros religiosos El Debate, La Aurora y El Faro, o los de la raza china como Hoi Men Kong Po y Man Sen Yat Po.
La situación de la prensa fuera de la capital era realmente lamentable. A ello se sumaba la falta de recursos para emprender proyectos de publicaciones. Aun así, por esta época circulan entre otros El Camagüeyano, El Pensil de Santiago de Cuba e Iris de Pinar del Río.
Las revistas también tienen sus momentos de gloria con El Fígaro, Bohemia, Revista de Avance, Revista Bimestre Cubana, Gráfica y Social (bajo la dirección literaria de Emilio Roig de Leuchsenring), con páginas llenas de crítica especializada, poesía y el mejor periodismo literario de ese tiempo acompañado con fotografías. En Carteles colaboraron figuras como Luis Gómez Wanguemert, Alejo Carpentier y Juan Bosch. En el resto del país sobresalieron Oriente Literario, de Santiago de Cuba; Brisas del Yayabo, de Sancti Spíritus; La Esquila de Santa Clara y Orto, de Manzanillo.
De las personalidades sobresalientes de esta época se distingue Manuel Márquez Sterling, verdadera cátedra de enseñanza. De su bolsillo fundó y sacó adelante El Heraldo de Cuba (1913) y La Nación (1906). Su artículo “Contra la injerencia extranjera, la virtud doméstica” acusa a Menocal de tener tibiezas con los yanquis. Como digno sobreviviente de las guerras quedaba Juan Gualberto Gómez. Cuando La Discusión apoya en 1903 la Enmienda Platt, deja su puesto de jefe de redacción y funda La República Cubana. Otros periodistas o personalidades que ejercieron la profesión fueron Arturo Carricarte, Napoleón Gálvez, Gastón Mora, Enrique José Varona y Manuel Sanguily. Pablo de la Torriente Brau hace sus primeros trabajos en 1920 en Nuevo Mundo y El Veterano, mientras que Rubén Martínez Villena colaboró con El Fígaro y El Heraldo de Cuba.
A pesar de contar con una constelación de figuras de nobles pensamientos, la prensa de los años ’20 no pudo evitar caer en el bando de la incertidumbre. La cubanía agonizaba tras los modernismos mercantiles importados del Norte.
Las Villas: tierra de publicaciones periódicas
El periodismo constituyó también una de las manifestaciones más evidentes del progreso regional, por forjarse como el vocero del sentir intelectual. “La prensa periódica resulta ser el vehículo fundamental de transmisión de la cultura literaria regional en las condiciones anómalas propiciadas por la dependencia económica y el subdesarrollo. A falta de una consecuente política editorial, la intelectualidad de provincias, mutilada en su reconocimiento público por la estulticia de la burguesía local, encontrará en el periodismo la forma más sistemática y coherente de expresión de sus inquietudes” .
Exceptuando las publicaciones de Santa Clara, las localidades donde la prensa tras la instauración de la República siguió su cauce o cobró vigor fueron Trinidad, Caibarién, Placetas, Cienfuegos y Camajuaní. En la villa de los ingenios salieron La Tarde (1902), La Antorcha (1903), La Verdad (1908) y La Prensa (1920). Allí, Jesús (Chucho) Quiñones dirigió por un tiempo El Tábano, fundado en 1911. En los años ’20, las publicaciones más importantes se llamaban La Noticia y Trinidad. La Villa Blanca contó con pilares políticos como El Moderado y El Deber, mientras que Placetas tenía a El Conservador y a otros como Iris y Papel Periódico, que homenajeaban con su título a populares diarios en la historia del país.
En la Perla del Sur, aparecieron a principios de siglo La Opinión (1900), El Comercio (1902) y la Revista Económica (1910). Camajuaní gozó de una profusión de revistas ilustradas. Entre las mejores publicaciones figuraban La Situación, La Vanguardia y La Tribuna. La lucha entre bandos parranderos alcanzó también la prensa con periódicos para cada barrio (El Chivo y El Sapo). Las otras localidades, aunque en menor medida, tuvieron publicaciones representativas: El Fénix (del siglo XIX) de Sancti Spíritus, Remedios Ilustrada (con colaboraciones de Federico Laredo Bru), Cuba Social en Vueltas, El Siglo XX de Yaguajay, La Alborada de Quemado de Güines, así como El Zulueteño y La Voz de Sagua.
Muy a tono con el espacio político-geográfico que ocupaban dentro de la Isla, predominan los periódicos de corte liberal: La Verdad (Caibarién, Camajuaní), El Liberal y Juventud Liberal (Trinidad), La Voz del Pueblo (Remedios) y El Pueblo (Yaguajay). Placetas contaba con El Liberal, La Voz del Pueblo, La Revista de las Villas y La Voz Popular. Ello demostró que la prensa villareña contribuyó con el resto de las manifestaciones culturales a trabajar por el progreso de la región sin cortar sus vínculos con su filiación ideológica.
Prensa en Santa Clara: una historia de rebeldía infinita
Nuestra prensa nació rebelde antes de abrir los ojos. Sus próceres y artistas llevaron adelante, a veces de forma clandestina, las revistas y periódicos. En todas las regiones que antaño pertenecían a Las Villas, ocurrió una tradición de combate contra la censura y la falta de recursos. Pero fue en la ciudad de Marta Abreu donde mayor representatividad alcanzó esta lucha.
Con la República, vendrían cambios para el periodismo cubano. Aumentaron vertiginosamente las tiradas porque había crecido también la demanda. Asimismo, con el tiempo, hasta el más modesto diario de provincia podía contar con los servicios de noticias internacionales. A los sobrevivientes de la colonia (El Triunfo, El Pueblo, La Prensa, El Tiempo) se sumaron los nacidos bajo el “liberalismo” de la República (La Mañana, La Provincia, El Pilongo).
Los diarios que nacieron después de 1902 y circulaban en Santa Clara alrededor de 1921 tenían ideas renovadoras para enfrentar la competencia, sin cambiar una histórica distinción de la prensa pilonga. “A pesar del saldo cultural elevado que estas publicaciones regionales de la época arroja, la mayoría de los periódicos y revistas tuvieron una vida efímera, salvo el periodismo de carácter oficial y finalidad comercial, que llegó a gozar, generalmente, de una mayor y más larga permanencia, como El Villareño y La Publicidad” .
Con los modernismos del nuevo siglo cobró fuerzas el periodismo especializado y dividido por clases e intereses. Los Rayos X era denominado el “Defensor de los intereses del comercio de Santa Clara”. En 1915, Ramón de la Paz crea el Heraldo de Las Villas. Salía los días laborales, contaba con notas oficiales, deportivas y artículos literarios que llevaron la firma de grandes como Onelio Jorge Cardoso. Villaclara Médica publicaba los últimos avances de la medicina, doctores célebres y biografías de patriotas con esa profesión. La vida religiosa de la ciudad se divulgaba con Cenit, mientras los jóvenes contaban con Bisulfuro Laureles y El Estudiante, las damas con revistas como Villaclara, y los niños con Ninfas. Como representantes de sus sociedades aparecían Liceo, El Ateneo y Renacimiento. Los integrantes de la raza de color, con una extraordinaria actividad por fomentar la cultura, tenían a Bella Unión y Gran Maceo.
Por supuesto, no podía faltar el factor político. Con la República, las publicaciones que defendían una forma específica de pensar no solo se beneficiaron con el fin de la censura colonial, sino también con las posibilidades de nuevas formas para acceder al gobierno. La lucha se dividió por partidos políticos o clases sociales. Más representados en ese sentido fueron los trabajadores sindicalizados de Santa Clara. Ellos contaron con El Obrero, Facciolo y Federación. Este último, dirigido por Julio Arturo Valdés, tenía una frecuencia semanal y en sus seis páginas propagaba artículos sobre las conquistas del movimiento obrero cubano.
Pero los diarios más reconocidos por sus enfrentamientos y su poder de movilización resultaron los que compitieron por el poder de ascender a la silla presidencial. “Las razones de la capitalidad volvieron a incidir en la más intensa circulación de publicaciones en Santa Clara, ya que como centro provincial de la vida política surgen empresas editoriales promovidas por los intereses de los grandes partidos de la época, el Conservador y el Liberal” .
En la ciudad de Marta Abreu, la balanza se inclinaba hacia la posición liberal: tuvieron dos presidentes solo en la primera mitad del siglo. Cuando ganaba un conservador la dirección del país, entonces la prensa enfilaba contra el gobierno o llamando a la lucha como en los levantamientos de 1906 y 1917. Durante 1921, en Santa Clara los diarios de esta línea se llamaban El Republicano y La Publicidad. Sus figuras predominantes eran los García Garófalo, los Vázquez Bello, el General Alemán y Francisco López Leiva. Esta prensa, a pesar del rol primordial que jugó varias veces en el destino del país, no contaba con el financiamiento de otras publicaciones.
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