Elizabeth López Mir (CV)
elopez@fh.uho.edu.cu
Resumen: El presente trabajo aborda el tema del caudillismo –que en Cuba pasa a llamarse caciquismo durante la etapa republicana— desde una perspectiva historiográfica en el país. A través de tres textos se analiza la existencia de ese cacique político y su protagonismo en las esferas políticas, económicas y sociales de la etapa. Se muestra como algunos autores han visto que el proceso interviene en la formación de la burguesía en el país. Se tomaron tres obras por la escasez de textos que aborden el tema y por ser los principales que la han tratado, así por el objetivo de ver una evolución en la interpretación del fenómeno.
Palabras claves: cacique político, caudillo, caciquismo político, caudillismo,
historiografía.
En los tiempos actuales se aprecia un resurgir de las investigaciones históricas dentro de la historiografía cubana, referente a temas concernientes a los primeros años de la República , sobre todo en afán por entender algunos procesos políticos que en la misma ocurrieron. Uno de ellos es el caciquismo político sobrevenido como fenómeno que estableció a individuos en el gobierno –dígase desde nivel nacional hasta local— provenientes de la alta oficialidad del Ejército Libertador cubano ya licenciado.
Este proceso tiene como su antecedente al caudillismo, por ser los que lo integraban los futuros caciques republicanos, y como elemento beneficiario la paga como haberes de guerra recibida, permitiéndole convertirse en colonos o terratenientes, todo ello posibilitándole alcanzar una clientela política muy representativa.
Los caudillos nacieron como un prototipo político y social que regían el entorno donde vivían, nacidos del amparo de las guerras, de ahí deviene su función militar. En Latinoamérica el término caudillo se mantuvo luego del establecimiento de las repúblicas, utilizándose para nombrar a los líderes políticos que emergieron. En Cuba el caudillismo sería desplazado por una nueva tendencia política: el caciquismo y un vocablo distinto pasaría a ocupar el espacio dejado por los caudillos; los caciques. Más allá de ser los líderes políticos de la etapa republicana, serían los máximos representantes políticos e inversionistas económicos de una región determinada, con fuerte influencia y respaldo social.
En la recién iniciada República Neocolonial, muchos son los “terratenientes gobernadores y otras autoridades españolas, obispos y sacerdotes hispanos o hispanizantes que fueron sustituidos por alcaldes republicanos y altos funcionarios mambises, con la idea de que conducirían al país hacia el progreso.” Lo primero fue cierto, según lo han demostrado ya algunos autores que han investigado este período histórico, mas lo segundo, sin dudas fue incierto, dadas las nuevas realidades que se afrontaban bajo la dominación norteamericana.
Lo cierto es que el hecho se produjo y así lo han reflejado algunos historiadores dentro de la historiografía cubana, aunque en la actualidad se carece de un texto que se dedique por completo al tema en cuestión, estableciendo conceptos, análisis y resultados del mismo. Solo salvo excepciones de obligada consulta que lo han abordado, pero ligado a otras problemáticas. Sin embargo, son ineludibles los aportes que han hecho sobre el tema con acertados criterios, razonamientos y demostraciones, algunos historiadores del patio.
Para este recorrido historiográfico se han escogido a tres obras fundamentales; primeramente, el trabajo del Dr. Joel James Figarola: Cuba 1900-1928. La República dividida contra si misma, de la Editorial Arte y Literatura publicada en el año 1976; en segundo lugar del Dr. Jorge Ibarra Cuesta: Cuba 1898-1921. Partidos políticos y clases sociales, por la editorial Ciencias Sociales en 1992; y por último con motivo de ver abordado el proceso en una región determinada el trabajo del MS.C Armando Cuba de la Cruz: Holguín 1898-1920: de la Colonia a la República, por Ediciones Holguín en el 2006.
En esta incursión por la crítica de tres obras de la historiografía cubana que tratan en sus páginas la problemática del caciquismo político, es necesario comenzar con un orden cronológico, coincidiendo el mismo con el tiempo en que se abordó dicho tema, superándose unos a otros –en ocasiones sin saberlo— en el estudio de este, ya sea desde una óptica nacional o local.
Cuba 1900-1928. La República dividida contra si misma, del ya fallecido Joel James Figarola , brinda aspectos al lector, renovadores para la fecha en que fue publicada; 1976, adentrándonos a través de acontecimientos las temáticas que ilustran la Cuba republicana bajo dominio norteamericano.
El libro consta de 3 capítulos donde analiza los principales aspectos políticos de la Cuba republicana de los primeros veintiocho años: La formación de las tendencias políticas, Caudillismo y dependencia y El inicio del nuevo esfuerzo independentista son los nombres de los mismos.
En el primero establece cuatro instancias agrupadoras –así las define— para la formación de las tendencias políticas de la República Neocolonial, que perfilaron la construcción de los partidos y agrupaciones en la mencionada etapa, además pretende que el análisis de los hechos principales de esos años sugieran los principios rectores del comportamiento político de la sociedad cubana de entonces.
El segundo capítulo es en gran medida el tema central para el presente ensayo, por tratar lo que el denomina caudillismo y todos los argumentos referentes al mismo que nos ofrece.
Más allá de todas las certeras explicaciones que ilustra James en su obra, su mayor significación, vinculado a la temática que abordamos, radica en su tesis donde explica que en los primeros años republicanos existió un monopolio político ejercido por mambises. Tesis que muchos autores han cuestionado, a favor y en contra , pero este autor brinda evidencias que demuestran la existencia de este fenómeno.
Aunque James no utiliza el término cacique o caciquismo, los define como caudillo o caudillismo, quizás influenciado por las tendencias o vocablos de los investigadores de América Latina que así lo han definido. El caudillismo que trata James, es el mismo al que se hace referencia más tarde por Jorge Ibarra, Armando Cuba y otros autores, no es más que la presencia de antiguos altos oficiales del Ejército Libertador en el aparato político de la nación.
James expone que:
“el caudillismo –que tiene su validación en ese monopolio político— es una consecuencia de un dibujamiento de clases totalmente trastocado dentro de la sociedad cubana producto de la penetración imperialista (…) el monopolio político de los caudillos, consiente o inconscientemente, admite jugar el papel que al imperialismo le conviene que juegue: el de sostenedor burocrático de una superestructura que es garantía de su penetración económica.”
Sus palabras nos trasmiten la idea de que estos hombres fueron víctimas de la doble intención de la política norteamericana, funcionando como retrasmisores de sus decisiones, además de constituir una garantía para la economía por las nuevas inversiones que generarían.
Se adentra en entender este fenómeno, al establecer los principios que rigen ese monopolio político de los caudillos, entre los que figuran la “tendencia a alternar el control del poder” –este se refleja en las elecciones municipales— y la “tendencia a reducir el número de participantes en dicho monopolio para un usufructo más cabal del valor político consagrado” —se muestra en la continuidad del proceso de encontrar los candidatos hasta hallar al caudillo que responde a determinados intereses.—
Luego de explicar ese monopolio político, hace referencia a una definición que trasciende los límites antes señalados por la historiografía cubana, al mostrar al caudillismo como la “expresión degenerada del monopolio político del mambisado en general y del poder carismático en particular.” Es decir, orienta el estudio hacia la línea que posteriormente Ibarra retomará, y no es más que la de ver al prestigio y al carisma obtenido por el antiguo oficial mambí como un elemento determinante para su ejercicio de poder político.
Así, en la medida que trascurre el texto va analizando la problemática sobre la marcha de su objetivo propuesto, el de demostrar el dominio casi total de la alta oficialidad en los aspectos políticos de la República cubana que recién surgía. Ve además el caudillismo, en ocasiones como un elemento negativo, cuando dice que es “en cuanto a sus principios rectores, una consecuencia del abandono de la independencia. El gran combate del pueblo por su futuro se sustituía por la pequeña lucha entre caudillos.”
Para estudiar este fenómeno histórico, es ineludible el tratar el presente texto por los detallados análisis, que de forma, muy didáctica, nos brinda. Como muestra de lo anterior señala que los factores que conforman el caudillismo cubano son:
1- “La existencia de un valor político absoluto y por tanto de un monopolio político ejercido por los portadores de este valor absoluto.
2- Ausencia de una burguesía nacional y una clase obrera importante.
3- Inexistencia de grupos sociales capaces de significar opciones diferentes de gobierno e incapacidad estructural para crearlos.
4- Como resultado de la inmovilidad social, alejamiento e indiferencia del pueblo hacia la vida política.
5- Equilibrio entre los caudillos establecidos en virtud de los dos principios rectores.
6- La lealtad al jefe como lineamiento ético básico por parte de los subalternos.”
Al establecer estas pautas, nuevamente está dejando abierta la temática a nuevas investigaciones por parte de otros historiadores, lo cierto es que da por sentado factores determinantes para el proceso.
Es necesario dejar claro que, a diferencia de los otros dos textos que trataremos, este al abordar la presente problemática, no ve la incursión de los veteranos en actividades económicas y/o comerciales, solo lo manifiesta en el plano político.
En su cuerpo de anexos el autor brinda un listado de Generales (Mayores Generales, Generales de División y Generales de Brigada) que estuvieron al frente del aparato político ilustrando los cargos referentes que los mismos ocuparon, demostrando su tesis del monopolio político, ya que los representa con sus respectivos cargos.
Por su parte, Cuba 1898-1921. Partidos políticos y clases sociales, del Dr. Jorge Ibarra Cuesta salió a la luz en 1992 convirtiéndose en una obra renovadora para entender los procesos políticos y sociales que se generaron en los primeros veinte años de la República cubana. Consta de tres partes o capítulos: La dominación neocolonial norteamericana, Los desajustes estructurales de clase de la sociedad neocolonial y la Evolución ideológica de las dirigencias y los partidos políticos.
En la primera parte hace referencia a los mecanismos utilizados por Estados Unidos, tanto políticos como económicos, que según el autor, obstaculizan la formación de una burguesía doméstica. Mecanismos establecidos por el nuevo gobierno interventor en aras de dominar la economía cubana.
En la segunda parte, aborda de manera muy innovadora, cinco desajustes estructurales que van a impedir el libre desarrollo de las contradicciones de clases. Ibarra plantea que “la historia de Cuba republicana hasta 1930 es, en gran parte, la historia de esos desajustes y desfases de las estructuras sociales bajo la presión deformante de las relaciones neocoloniales.”
Dentro de estos cinco elementos vemos que hace referencia al problema del caciquismo como una manera de demostrar la existencia de una burguesía dependiente, a partir del papel que desempeñarán las dirigencias políticas nacionales en la reestructuración de la economía y de la sociedad, papel que le debió corresponder a la burguesía insular. Además menciona las relaciones de caciquismo en cuanto a la carencia de una conciencia de clase existente en el proletariado rural que va a estar atado a los enclaves de poder político rural de esa burguesía dependiente que se va constituyendo.
Vemos que el caciquismo, en una primera instancia, lo analiza como el factor que determinó la existencia de una burguesía dependiente a las relaciones neocoloniales existentes y que carecía de una conciencia económica.
“La reconstrucción parcial de la burguesía como clase con una conciencia económica-corporativa de sus intereses sería, en parte, producto de la gestión político-administrativa de las dirigencias políticas del 95, al propiciar la formación de un capital burocrático y vincularse a las actividades económicas de la burguesía dependiente y del capital financiero. (…) En otras palabras, al enriquecerse y favorecer el enriquecimiento de algunos sectores empresariales burgueses, por medio de negocios estatales ilegales y desfalcos, las dirigencias políticas no tenían, como objetivo, ensanchar la base de la burguesía cubana o reconstituirla parcialmente como una clase con una conciencia económico-corporativa de sus intereses, sino, simplemente, hacerse de dinero.”
Además, Ibarra se refiere a la paga de los haberes de los veteranos de la Guerra Necesaria de 1895, como un factor que propició el inicio de actividades económicas en las ciudades o el cultivo de la tierra en el campo, convirtiéndose estos hombres en un sector de la burguesía agraria cubana. Aunque hay que mencionar que este pago, salido del empréstito solicitado en 1903 a la casa Speyer and Co., de más de 35 millones de dólares, tenía por su parte la intensión dada por las dirigencias norteamericanas de que el capital financiero norteamericano fuera la vía principal para el desarrollo económico de Cuba.
A decir de Ibarra, “esta `sustitución´ de la clase burguesa por la `clase política´ no se producirá, sino que esta dejará de representar a las clases de las que originalmente procedían, las clases medias, urbanas y rural, para integrarse a la burguesía agraria o convertirse en capital burocrático, con lo que ensanchará la base de la burguesía doméstica.”
Más adelante y en este mismo punto, el historiador, da por sentado las cuatro vías por las cuales en esos años, en Cuba, se reconstituirá la burguesía, estableciendo uno de sus más geniales análisis y dando por sentado el lugar que ocupan las relaciones de caciquismo. Como la tercera vía subraya:
“Conversión de altos oficiales del Ejército libertador y políticos en grandes colonos (luego de la paga del Ejército Libertador numerosos oficiales se hicieron grandes colonos, también era política de las plantaciones imperialistas y de muchos hacendados, cubanos y españoles, entregar, en virtud de un acto de gracia, colonias de cañas para su cultivo a los dirigentes políticos más destacados de la región.)”
Cierto es que el estudio propuesto por Jorge Ibarra, sobrepasa la obra de James, aunque no restándole valor a la misma, por el contrario, le imprime más al adoptar suyos criterios establecidos por este. Lo aventaja al plantear que la burguesía se reconstituye y deja por sentado su existencia, sin embargo, el primero en sus acertados factores de la existencia del caudillismo, en su punto 2 deja reflejado que no existía una burguesía nacional y por ello el proceso del caciquismo –caudillismo para él— se llevó a cabo. El logro de Ibarra es demostrar que parcialmente esa burguesía se va estableciendo, dada por los propios caudillos que hace referencia Joel James y que también él asume en su trabajo.
Así, ya sea con el dinero obtenido como pago por sus haberes de guerra, o con motivo de realzar su gloria, los caudillos del 95, en su gran mayoría, se convirtieron en caciques. Fueron muchos los casos de generales, coroneles y dirigentes políticos que están al frente, por esos años, fundamentalmente para el período de 1914-1920, de empresas azucareras, sociedades y/o compañías norteamericanas.
En la tercera parte del libro que es motivo de este estudio, el historiador examina en el plano ideológico, la evolución de las dirigencias y de los partidos políticos, haciendo un recorrido por los períodos presidenciales, desde el establecimiento de la República hasta 1921. La limitante, muy soslayada, radica en que todo el proceso es visto desde el occidente del país, no analiza la región central ni mucho menos la oriental, aunque estudios posteriores de este autor han reflejado investigaciones en la región central, fundamentalmente en la provincia de las Villas.
En este capítulo dedicado en su mayoría al plano político, Ibarra se dedica esencialmente a analizar la forma en que se manifestarán las distintas clases y partidos, así como las coyunturas que determinarán sus actitudes llevándolas a tomar distintas posiciones.
De esa forma, a lo largo del texto Ibarra nos adentra en una lectura extraordinaria y colmada de evidencias. Con respecto a la temática del caciquismo político, su hipótesis de la conversión de altos oficiales del Ejército Libertador cubano en grandes colonos, lo ilustra de manera significativa en los anexos.
En el apéndice C del libro y dejando por sentado el hecho en la zona oriental del país –aunque sin llegar a observaciones durante el cuerpo del trabajo—, y sí para estudios futuros, se encuentra una relación de las principales actividades que se dedicaron después de la Guerra de Independencia algunos de sus jefes en la región oriental; estableciendo una relación de 84 altos oficiales, resultado de una investigación inédita de Raúl Ibarra que el Dr. Jorge Ibarra toma para sí.
De igual forma en el apéndice F establece una relación de altos oficiales que se convirtieron en grandes colonos, esta vez nos pone a conocimiento un listado de 96 hombres de todo el país.
De esta manera, este texto se nos convierte en el antecedente más directo de la teoría de la existencia del caciquismo político en Cuba, por la profundidad de sus argumentos. A decir de su sinopsis, este libro conforma un conjunto de hipótesis históricos-sociológicas fundamentadas en el análisis de las relaciones neocoloniales en cuba durante las dos primeras décadas del siglo XX, así como su incidencia en la estructura de las clases sociales y repercusión en la evolución ideológica y práctica política de los partidos de la época.
Continuando nuestro recorrido historiográfico, Holguín 1898-1920: de la Colonia a la República, del MS.C Armando Cuba de la Cruz , del año 2006, obtuvo el Premio de la Ciudad de Holguín en investigación histórica otorgado cada año a investigadores del patio que promueven esta materia.
Enmarcada en el escenario holguinero, este trabajo, analiza aspectos de la política, la economía y la sociedad del territorio en sus primeros veinte años de República Neocolonial. Consta de tres capítulos que transitan desde la ocupación norteamericana de 1899 hasta 1921, haciendo hincapié en la problemática ideológica para la formación de esa República.
Pero, lo meritorio de su obra, más de allá de los certeros temas y datos que aporta, es la incursión por los orígenes del caciquismo político en una determinada localidad o región, algo significativo y centro de análisis para el presente ensayo. Sin embargo, al igual que Ibarra, aborda el tema desde la óptica de ser parte de la reconstitución de la burguesía, algo sumamente acertado, pero no se adentra en el proceso en si –por supuesto, no es su objetivo hacerlo— solo demostrar su existencia.
En el referido acápite Los orígenes del caciquismo político en Holguín, luego de ilustrar lo deteriorado que quedó el territorio después de la guerra, da por sentado que “la recomposición de las clases medias y la transformación de los caudillos militares de Oriente en caciques políticos regionales, se vio favorecida por los desniveles económicos de esta región acentuados por la guerra, la estructura de la población y la situación social evaluada.” Observamos un análisis un tanto más avanzado, al plantear que las nuevas transformaciones que se comenzaban a dar en el plano político, estarían dadas, en su mayoría, por la devastación sufrida después de la guerra que propiciaba la inversión de capital, a efectuarse por los nuevos colonos y/o terratenientes que surgirían, haciendo suya la idea de la conversión de altos oficiales en colonos.
Más adelante da por sentado que “el cacique político de la región holguinera, parece configurarse, esencialmente, mediante la formula del carisma y el prestigio del oficial del Ejército Libertador, el cual pasa a ocupar cargos electivos o como profesional, se convierte en colono u ocupa puestos administrativos de relativa importancia.” Plantea como un elemento distintivo el carisma que había ganado para el pueblo el oficial en la guerra, ayudándolo en desempeñar su papel como futuro político, además de propiciarle una clientela política que lo siguiera.
Este autor, además de dar los argumentos anteriores, hace suya la tesis de que los caciques se vieron favorecidos por la paga recibida como haberes de guerra.
“Estos pagos, el del licenciamiento del Ejército Libertador y las pensiones a los veteranos, hicieron posible la inversión de estos en el comercio y en tierras, que les prometieron convertirse en comerciantes, terratenientes o accionistas medios, ocupaciones que simultaneaban o alternaban con las de contratistas, profesionales o políticos, labores de desmonte y construcción de centrales azucareros.”
Muchos son los criterios acertados que marcan a esta obra, pero como todas tiene limitantes, al menos para el tema a tratar. El autor pone de ejemplo, confeccionado en una tabla, la liquidación de los haberes del segundo cuerpo del Ejército Libertador; a través de una relación detallada de los haberes que alcanzan desde los generales hasta los oficiales del mencionado cuerpo de ejército. Muy preciso ilustra el total de haberes así como el promedio alcanzado, sin embargo no incluye, para efectuar datos más precisos, las clases y soldados, que aunque no se circunscriben dentro del rango de los altos oficiales, si se deben tener en cuenta para mostrar cifras precisas. Desliz que no dependió del autor, sino de la fuente con la cual se trabajó, ya que la misma solo tenía la mencionada liquidación para esos rangos de oficialidad.
Lo anteriormente dicho, no afecta en nada los razonamientos que hace suyos el autor, quien muy acertadamente plantea que:
“los caudillos políticos regionales desempeñaron el papel de retrasmisores de las decisiones de las dirigencias nacionales de los partidos respectivos. Nunca llegó a formarse una tendencia radical al margen de las determinaciones nacionales ni de las divisiones, rupturas o alianzas electorales temporales de la época (…) El caciquismo local, por tanto, huérfano de figuras y programas nacionales, transitó por los cauces impuestos desde arriba. Las clientelas siguieron esa misma ruta, lo mismo que en los procesos electorales que en los conflictos civiles del período.”
Aunque es un texto que no se propone fundamentalmente a tratar el proceso del caciquismo en sí, dedica algunas de sus páginas al tema, muy acertadamente, ya que fue el fenómeno que a lo largo del país, caracterizó los primeros veinte años de la vigésima centuria.
De igual manera que sus anteriores colegas, como parte de los anexos, ofrece una lista de 28 oficiales que desempeñaron cargos políticos y/o se convirtieron en terratenientes, colonos o comerciantes en el territorio holguinero.
A decir de su autor, la investigación fue motivada por “la inexistencia de estudios que abordaran la etapa con una visión sistematizadora y crítica que permitiera establecer las tendencias de la política holguinera.” Lo cierto es que la historiografía cubana carece de obras que aborden un determinado período histórico transitando por aristas pocos tratadas, como lo han hecho, con gran análisis, cautela e inteligencia estos autores, y son muy pocos los casos que se dedican a tratar un proceso en si, en toda su magnitud y profundidad como lo es el caciquismo político.
BIBLIOGRAFÍA
- Cuba de la Cruz, Armando: Holguín 1898-1920: de la Colonia a la República, Ediciones Holguín, Holguín, 2006, pp. 159
- Ibarra Cuesta, Jorge: Cuba 1898-1921. Partidos políticos y clases sociales, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1992, pp. 478
- James Figarola, Joel: Cuba 1900-1928. La República dividida contra si misma, Editorial Arte y Literatura, la Habana, 1976, pp. 339
- Venegas Delgado, Hernán: La región en Cuba, provincias, regiones y localidades, Editorial Félix Varela, La Habana, 2007, pp. 279
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