Virginia María Baca Mateo (CV) Resumen:
No cabe lugar a dudas que el lenguaje constituye un hecho cultural en si mismo.
Prueba de ello es que en cada uno de los idiomas del mundo no solo basta con
saber expresar gramaticalmente o lingüísticamente una determinada oración, sino
que debemos tener en cuenta a la hora de expresarla otros aspectos, tales como
el estatus de las personas que intervienen en el proceso de comunicación, el
propósito de esa conversación en si misma, esto es, el resultado que deseamos
obtener del proceso comunicativo, las diferentes convenciones sociales, el papel
de cada uno de los participantes en el proceso comunicativo, etc. Todo ello
podríamos resumirlo como el contexto en si donde se desarrolla un determinado
proceso comunicativo. Los profesores de idiomas, cuando nos planteamos el
enseñarle una lengua a nuestros alumnos, no solo debemos de proveerlos con el
conocimiento gramatical o semántico para que sean capaces de expresar algo; si
queremos que el proceso comunicativo se lleve a cabo de una manera
satisfactoria, también debemos enseñarles los distintos factores culturales que
influyen en el proceso de comunicación. Por tanto, la importancia de la cultura
en el lenguaje es fundamental. El estudio de la misma, lo lleva a cabo una
disciplina llamada etnolingüística, definida en el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española como la “Disciplina que estudia las relaciones
entre la lengua y la cultura de uno o varios pueblos”.A lo largo de este
articulo, vamos a exponer los distintos enfoques y estudios que de esta
disciplina lingüística se han realizado. Palabras clave: etnolinguistica, lenguaje, cultura, antropologia, lingüística.
bacamateo@hotmail.com
Tal vez por el carácter reciente de esta disciplina, sea por lo que en algunos estudios o manuales a veces aparece algún problema terminológico en cuanto a su denominación. Así, es corriente encontrar el establecimiento de una sinonimia entre denominaciones como etnolingüística, lingüística antropológica, antropología lingüística, lingüística etnográfica, etnografía lingüística… Incluso uno de los pioneros de este campo, como es Dell Hymes llega a alternar como sinónimos los términos etnolingüística y sociolingüística. Muy especialmente en esta última identificación conviene separar ambos campos porque la sociolingüística se encarga del estudio de la variedad y variación del lenguaje en relación con la estructura social de una comunidad de hablantes; mientras que la etnolingüística estudia la variedad y variación del lenguaje en relación con la civilización y la cultura.
Ebneter considera que la etnolingüística “estudia la intersección del lenguaje, por una parte, y cultura, pensamiento, visión del mundo y conducta correspondiente a esa cultura, por otra”. Estamos por tanto, una vez más, ante una ciencia interdisciplinar que estudiará las relaciones entre el idioma y el grupo humano caracterizado por una comunidad cultural.
En el intento de buscar una definición y una delimitación de conceptos, Casado Velarde afirma que “en el estudio de la múltiple e íntima vinculación entre lenguaje y cultura, es importante distinguir si el punto de partida es el lenguaje o la cultura, es decir, si se trata de la interpretación cultural de una lengua o de la expresión idiomática de una cultura”. De ahí que establezca la distinción en el seno de la etnolingüística entre lingüística etnográfica (estudio de los hechos lingüísticos en cuanto determinados pos los saberes acerca de las cosas, es decir, en cuanto determinados por la cultura) y etnografía lingüística (estudio de la cultura, es decir, de los saberes acerca de las cosas, en cuanto manifestada por el lenguaje)
El hispanista argentino Germán Fernández Gizzetti en su artículo “La etnolingüística: del mundo del idioma al mundo de la cultura” considera que el precursor o padre de la etnolingüística es W. von Humboldt, especialmente por la contribución que supone su trabajo póstumo “Sobre la diversidad de estructura del lenguaje humano y su influencia en la evolución espiritual de la humanidad”.
El lenguaje como actividad libre del ser humano y también como producto de esa actividad constituye indudablemente un fenómeno cultural. Todo acto lingüístico es un acto creador que se funda en un saber. En cuanto acto creador, como advierte Casado Velarde, “el lenguaje posee todas las características de aquellas actividades creadoras del espíritu cuyo resultados no son materiales, o en que lo material no es determinante, y que se llaman, conjuntamente, cultura”.
En el mismo sentido, ya había dicho Coseriu en su libro “Principios de semántica estructural”, refiriéndose al lenguaje, que estamos “ante una forma de cultura, quizás la más universal de todas y, de todos modos, la primera que distingue inmediata y netamente al hombre de los demás seres de la naturaleza”. Esta idea, en realidad, ya había sido expresada mucho antes por Aristóteles en su “Política”.
Esta interpretación del lenguaje está además en pensadores como el italiano G. Vico y Humboldt. Vico, en su Principios de una ciencia nueva y Humboldt en su artículo antes mencionado, defienden que la actividad lingüística representa un objetivarse del sujeto, que al actuar da forma por si mismo a todo un cosmos.
Una idea importante en relación con esto es que el lenguaje, además de ser él mismo cultura, funda la comunidad sobre la cual se edifica toda la cultura humana, es decir, la lengua, o más concretamente la comunidad idiomática (lengua compartida por una comunidad) viene a ser condición previa para la cultura. Por tanto, donde quiera que encontremos obras culturales encontraremos como condición previa la lengua, es decir, la comunidad de los hablantes.
Como ya advirtió J.Dewey “la cultura y todo lo que supone la cultura como distintivo de la naturaleza es a la vez condición y producto del lenguaje. En la medida en que el lenguaje es el único medio para conservar y transmitir a las generaciones ulteriores las capacidades adquiridas y las informaciones y los hábitos adquiridos, resulta ser lo último”.
Una de las excepciones a la ideología positivista imperante en la lingüística de la primera mitad del siglo XX está representada por la corriente idealista que pone un especial énfasis en la relación entre los hechos idiomáticos y los hechos culturales.
El iniciador del idealismo lingüístico fue K.Vossler cuyo pensamiento está muy influenciado por W. von Humboldt y por el filósofo del arte B.Croce. Croce, en medio de un clima ideológico positivista, subrayó los aspectos individuales y creadores del lenguaje, postura que constituía el polo opuesto a los aspectos en los que, por la misma época, insistía la teoría de Saussure.
La deuda de Vossler con Humboldt reside en la idea de éste último acerca del carácter activo que posee el lenguaje y que considera que no es producto (ergon) sino actividad (energeia). Otro aspecto señalado por Humboldt y de gran importancia para Vossler y otros idealistas es el nexo entre el lenguaje y la peculiaridad del espíritu de un pueblo.
Vossler publica varias obras sobre teoría del lenguaje. Por ejemplo: Positivismo e idealismo en la ciencia del lenguaje (1904), Espíritu y cultura en el lenguaje (1925) y Cultura y lengua en Francia (1929). El centro del pensamiento de estas obras reside en la convicción de que el lenguaje no es una configuración acabada, autónoma y sujeta a leyes mecánicas, sino que es una actividad del ser humano. El lenguaje es creación y quien habla actúa en el fondo como un artista creador. Es cierto que al hablar/crear se atiene a las pautas lingüísticas existentes, pero aporta, al menos, algo de originalidad individual (de un estilo propio de habla) y esto es lo que interesa al lingüista vossleriano.
Esta idea será recogida más tarde por Coseriu en su obra “Sincronía, diacronía e historia”. El problema del cambio lingüístico, donde habla del carácter individual de las creaciones lingüísticas. Defiende Coseriu que todo cambio y toda creación lingüística se originan siempre en un acto lingüístico individual; no es una creación coral. La idea de las creaciones anónimas, colectivas e impersonales representa una metáfora romántica que se ha interpretado con frecuencia en el sentido propio y literal.
En realidad, sólo el individuo crea, aunque en cuanto creador puede expresar lo que el mismo Hegel llamaba “el espíritu de todo un pueblo”. Pero, en realidad, todas las innovaciones lingüísticas son necesariamente individuales. Es cierto también que las creaciones lingüísticas son con más frecuencia anónimas, pero no son ni impersonales ni colectivas.
Así es que puede decirse que la lengua es creación colectiva sólo en el sentido de que muchos individuos han volcado en ella sus creaciones individuales y no en el sentido de que alguna innovación pudiera surgir desde el comienzo como colectiva o general. De esta idea parte el que la estilística sea fundamental para esta escuela, puesto que, según ellos, todo medio de expresión antes de convertirse en convencional y general, primero ha sido reiteradamente y durante un tiempo, individual y estilístico.
Frente a las leyes mecanicistas que según los neogramáticos gobernaban el cambio lingüístico, Vossler afirma que “el contenido de la lingüística no es otro que el de mostrar el espíritu como la única causa eficiente de todas las formas lingüísticas”. Esta afirmación implica que hay que relacionar cada lengua particular en cada época de su historia con la cultura y la ideología de sus hablantes, una afirmación que es radicalmente opuesta a la que Saussure defiende al final de su Curso de Lingüística General: “la lingüística tiene por único y verdadero objeto la lengua considerada en sí misma y por sí misma”.
Vossler intenta llevar a la práctica este principio de interacción lenguaje-cultura en su Cultura y lengua en Francia, donde se pone de manifiesto que la concepción vossleriana está en sintonía no ya con su antecesor Humboldt, sino con ciertas posturas que más adelante adoptará una de las ramas americanas del estructuralismo, el estructuralismo antropológico de E.Sapir y B.L.Whorf ya que, en ambos casos, se defiende la relación de interacción entre lengua y cultura.
Entre los seguidores de Vossler hay que mencionar también a E.Lerch y L.Spitzer, el segundo de los cuales es uno de los grandes maestros de la estilística que prestó una especial atención, al igual que Vossler, a la literatura española. Además de estos seguidores, algunos lingüistas de formación saussuriana, como por ejemplo, el francés A.Meillet, toman algunas ideas de Vossler con respecto a esa relación (lenguaje-cultura).
En el ámbito hispánico la estilística ha tenido un fructífero desarrollo con dos figuras fundamentales de proyección internacional, como es el caso de Amado Alonso y Dámaso Alonso. Ambos dedicaron especial atención al estudio lingüístico de textos literarios. Además de ellos, está el caso especial de Menéndez Pidal que, desde luego, no puede considerarse un seguidor de Vossler ni de la estilística, pero en sus estudios sobre diacronía del español (historia española) no deja de lado la relación lengua-cultura.
Aunque por lo general los esfuerzos de los idealistas por aclarar la historia y las características de una lengua por medio de la historia de la cultura han sido valorados por la crítica como una iniciativa fructífera, esto no quiere decir que se esté de acuerdo con algunas aplicaciones concretas que se le han dado a la teoría idealista. Como dice Casado Velarde, se pueden rechazar explicaciones concretas y afirmar, en cambio, el principio general. El lingüista K.Baldinger en su trabajo “Lengua y cultura: su relación en la lingüística histórica” considera que la filosofía idealista ha sido criticada por todos sin ser negada por ninguno. Según él “Vossler se equivocó queriendo volver a llevarlo todo a la historia de la cultura y a la historia de las ideas, incluso el artículo partitivo francés y el empleo del subjuntivo, pero dejó sentada la estrecha relación existente entre la historia del pensamiento y la historia de la lengua en el sector del vocabulario de las ideas”.
Las críticas negativas al idealismo lingüístico se basan, por otra parte, en interpretaciones ideologizadas y desafortunadas que se han hecho de la relación que ellos establecieron entre lenguaje y carácter de una nación. Estas interpretaciones llegaron incluso a asignar cierta connivencia ideológica entre el grupo idealista alemán y el nacional socialismo (nazis). Naturalmente, esas supuestas connivencias quedan incluso desmentidas por la propia historia personal de estos lingüistas que con el triunfo de esa ideología política en Alemania sufrieron retiros adelantados o, incluso, el exilio.
En el Curso de Lingüística General, Saussure concluye con la siguiente frase: “la lingüística tiene por único y verdadero objeto la lengua considerada en sí misma y por sí misma”. De esta declaración de principios se deduce que las relaciones entre lenguaje y cultura no constituyen el tema central de la lingüística. Pero hay que tener en cuenta que en el mismo Curso el propio Saussure distinguió entre una lingüística externa y una lingüística interna.
La lingüística externa tendrá por objeto “todos los puntos en que la lingüística toca a la etnología, todas las relaciones que pueden existir entre la historia de una lengua y la de una raza o civilización, así como las relaciones entre la lengua y la historia política, la extensión geográfica de las lenguas, su fraccionamiento dialectal…”.
La lingüística interna se encarga del estudio de la lengua como “sistema que no conoce más que su orden propio y peculiar [ya que] de un modo general nunca es indispensable conocer las circunstancias en que una lengua se ha desarrollado”.
Ambas lingüísticas se conciben como claramente separadas y la lingüística interna ocupa el primer plano como ciencia del lenguaje en el Curso. También muy claramente, uno de sus discípulos, Ch.Bally (editor del Curso), sostiene que entre lenguaje y cultura no existe, en el fondo, ningún paralelismo. Pese a esta estricta delimitación entre lingüística externa e interna, es sintomático el hecho de que obras muy significativas del siglo XX sobre historia de la lengua no hayan tenido en cuenta esta tajante separación, como por ejemplo F.Brunot y su “Historia de la lengua francesa” y R.Menéndez Pidal y su “Orígenes del castellano” y R.Lapesa y su “Historia de la lengua española”.
F.Brunot incluso llega a afirmar “hoy veo con toda claridad que los diversos hechos de la vida de las lenguas, también los de su vida interior, se explican por la vida de los pueblos, de los grupos sociales, de los individuos”.
Por su parte, el lingüista W. von Wartburg en su obra “La fragmentación lingüística de la Romania” ha defendido por insistencia la estrecha relación que existe entre historia de la lengua e historia de la cultura, e incluso afirma que la estructura de una lengua “está íntimamente relacionada con la manera de ser global del pueblo que la usa”.
Del mismo parecer es Baldinger, para quien todo cambio de estructura lingüística “ha de ser considerado en su independencia del hombre. De esta manera, la historia de la lengua se convierte en historia de la cultura”.
Como advierte Coseriu:
“En principio, las lenguas hablan de las mismas cosas, pero no dicen lo mismo, tal posibilidad existe, y es incluso muy amplia pero no es absoluta. Si una lengua hace una distinción que otra lengua no hace, esta última puede hacer la misma distinción añadiendo determinaciones suplementarias”.
En relación con las palabras de Coseriu que acabamos de citar relativas a que “las lenguas hablan de las mismas cosas pero no dicen lo mismo” ha de tenerse en cuenta la diferencia básica entre significado, designación y sentido.
El significado hace alusión al contenido lingüístico y es propio de cada lengua, puesto que hace referencia a la relación de un signo con el resto de los signos del sistema lingüístico al que pertenece.
La designación hace referencia a la capacidad de nombrar la realidad, y esa capacidad es universal e independiente de las diferentes lenguas, es decir, todas las lenguas tienen la capacidad de designar la realidad, aunque cada lengua tenga una particular organización de sus significados, esto es, cada lengua tiene una peculiar estructuración léxica.
En cuanto al sentido, tiene un valor textual, es decir, es el valor de un término concreto en un texto concreto y en función de su contexto. Como hemos dicho, cada lengua tiene una peculiar estructuración léxica, es decir, tiene una particular organización de sus significados que corresponde a una diferente organización de la experiencia de lo real que tienen los hablantes de esas lenguas. Es decir, el léxico tiene una organización lingüística autónoma. Esto se advierte con más claridad en el ejercicio de la traducción y en las dificultades que ciertos términos presentan. Y es que los significados lingüísticos son la fijación y la objetivación del conocimiento intuitivo que el hombre tiene del mundo y de si mismo. Esto significa, como advierte Casado Velarde, que la constitución de los significados tiene un carácter histórico.
La formación de los significados lingüísticos aparece estrechamente vinculada a las necesidades, intereses, ámbito y cultura de cada comunidad y de su historia. Cada lengua histórica se encuentra ligada a un proceso de individualización, es decir, a un proceso de formación y caracterización como comunidad específica en el tiempo y en el espacio.
Puesto que los modos de distinguir y de conocer la realidad son diversos, las formas que presentan las distintas lenguas son también diversas. Cada lengua refleja el patrimonio cognoscitivo lingüístico de una comunidad. Al ser limitada la capacidad humana de conocer, la realidad es conocida en sus accidentes y en sus relaciones y por esos accidentes y esas relaciones nos guiamos para formar los significados lingüísticos que son las formas que damos a esas captaciones intuitivas de la realidad.
De esa imperfección del conocer y del carácter inagotable de la realidad se deriva la posibilidad de una formalización diversa y una mayor o menor penetración en los objetos de referencia. Esto es lo que explica las distintas configuraciones semánticas de las distintas lenguas, según acabamos de ver en los cuadros anteriormente expuestos.
En definitiva, como dice Gadamer, los significados lingüísticos no son fruto del pensamiento reflexivo, sino “manifestaciones de la inmediatez de nuestra contemplación del mundo y de nosotros mismos”. Así, por ejemplo, la explicación de Copernico y de Galileo acerca del cosmos no ha conseguido que dejemos de hablar del sol en los mismos términos que antes de estos sabios y seguimos diciendo el sol sale y el sol se pone.
BIBLIOGRAFIA:
- CASADO VELARDE, M (1991): Lenguaje y cultura: La etnolingüística. Madrid, Síntesis.
- COSERIU, E. (1991): El hombre y su lenguaje: estudios de teoría y metodología. Madrid, Gredos.
- COSERIU, E. (1986): Lecciones de Lingüística General. Madrid, Gredos.
- EBNETER, T. (1982): Lingüística Aplicad: Introducción. Madrid, Gredos.
- MALMBERG, B. (1973): La lengua y el hombre. Introducción a los problemas generales de la lingüística. Madrid, Istmo.
- ULMANN, S. (1978): Semántica. Introducción a la ciencia del significado. Madrid, Aguilar.
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