Korstanje Maximiliano (CV)
La ideología es un sombrero, un traje que nos hace impermeables a la realidad,
nos ciega de tal manera que pensamos en nuestra realidad como la única, la
mejor, la posible. Todos -en alguna medida u otra- somos más o menos proclives a
la ideología. No obstante, en algún punto existe un grupo de políticos, en la
Argentina reciente que en los últimos años han recurrido a la ideología para
legitimar sus prácticas. Estos personajes aniquilan los buenos sentimientos o
intenciones que puedan tener otros políticos. La vanidad y el orgullo son la
perdición del equilibrio mental. El presente ensayo versa sobre un análisis de
los discursos de cierto grupo de políticos que apelan a conocimientos para dar
mayor veracidad a sus postulados. Un grupo al que he denominado, pseudo-intelectuales.
La política puede proveer una profesión loable siempre y cuando no se mezcle con
el campo de la Ciencia. Ésta última debe ser ajena a cualquier manipulación
ideológica.
A diferencia de los intelectuales que no buscan (o no deberían) un rédito
político sino la interpretar los hechos, los pseudo-intelectuales buscan por
medio de su verdad imponer, disuadir y ejercer poder sobre otros. Utilizan tesis
y teorías del campo de lo social para sus propios intereses. Mas detrás de
éstos, se esconde solo el egoísmo y la paranoia de quien domina. Si el
intelectual basa sus observaciones en un supuesto de objetividad, el pseudo-intelectual
busca confrontar para que su verdad sea la única condición posible. Para ello
vincula personas en vez de ideas. Por ejemplo, busca hechos conspirativos que
vinculen a varios de sus detractores con el fin de reforzar sus propias ideas.
En razón de tal acto, ellos consideran que las personas son más importantes que
sus ideas. Es como si en un Congreso alguien objetara una tesis de algún
profesor diciendo o aduciendo que esa persona tiene problemas con la bebida. Si
el intelectual sólo se dirime en el mundo de las ideas confrontando y batallando
con otros intelectuales por sus ideas, el pseudo-intelectual batalla con las
personas para imponer sus ideas. En consecuencia, nunca asume sus propias culpas
por su destino.
MKorstanje@milletrentacar.com.ar
En pocas palabras, su lógica bipolar es incapaz de conseguir el diálogo pues basa su realidad en una lucha mítica conflagratoria, por lo general anclada en el pasado, entre el bien y el mal. Bajo la lógica del amo y el esclavo, el pseudo intelectual busca en la victimización el instrumento perfecto para la sumisión, no permite la alteridad de hecho aunque se llena la boca de discursos multiculturales. Si el Intelectual acepta la crítica y busca el error como una forma de contratación de sus propios postulados (en la forma hegeliana clásica), el político pseudo-intelectual no acepta la disidencia pero se nutre de distinguidos términos, utilizan vocablos complicados, una excelente dicción para convencer, es retóricamente perfecto pero sus dichos son falacias carentes de significación. En este sentido, me viene a colación una frase que Platón le dedicó a Georgias. “Tú hablas bonito, tú recitas bonito, tu cantas bonito pero no haces nada justo ni bueno”. Cabe aclarar sin embargo que los pseudos-intelectuales distan bastante de ser sofistas.
Por lo general, dichos grupos recurren a la censura no de la manera clásica sino por sobre exposición. Si en el período de la “Edad Media” la censura se realizaba sobre el cuerpo y las obras de los intelectuales que pensaban diferente a la Iglesia Católica por medio de la imposición del castigo, en la actualidad, los pseudo-intelectuales se conforman con utilizar el debate como método de dispersión. La sobre-exposición de información a la cual todos o casi todos los ciudadanos modernos estamos expuestos, nos habla de una censura inversa por exceso de información. Si hoy tomamos Google o Internet y tapeamos el Nombre CARL MARX seguramente aparecerán 400 millones de registros sobre las obras de Marx. Ello seguramente ajustará nuestro universo cognitivo a los primeros diez y seguramente habremos olvidado los restantes 399.999.990 restantes. Los pseudo-intelectuales juegan con la sobre-exposición tornando el debate sobre temas que no son importantes para la sociedad. Desvían la crítica sólo a cuestiones de segunda o tercera categoría que lleva a sus adeptos hacia una embriagante falta de dicotomía.
Por lo demás, acusan y acusan sin culpa, consideranse privilegiados con el don divino de poder terminar una tarea que ha quedado inconclusa. Consideran a sus críticos lacayos del poder imperial, o de una aristocracia fabricada que sirve a sus estrategias políticas. Crean enemigos externos y chivos expiatorios con el fin de no perder poder y para ello se sirven de la teoría de los sistemas, de la división internacional del trabajo, de la teoría de la dependencia o de la tesis del desarrollo y de cuanto material simbólico esté a su disposición con un fin funcional. Tratan de verse o sacarse fotos con personalidades exitosas que de alguna manera u otra han triunfado en la música, el deporte y el arte en el exterior, apelan por lo general a lo emotivo de la religión o el nacionalismo, mas en el fondo descreen de ambos. Incluso, en ocasiones, estos nefastos personajes acumulan poder gracias a la entrega de jóvenes románticos y políticos bienintencionados. El pseudos-intelectual puede tomar diferentes formas, la de un político, un empresario, un periodista o incluso un religioso.
El mensaje es claro a grandes rasgos, “la lucha es incesante contra enemigos ocultos, y poderosos quienes en complicidad con Imperios extranjeros se han adueñado de la opinión pública, han vendido el Patrimonio nacional, la pureza de nuestra mujeres, el futuro de nuestros hijos”. Los pseudo-intelectuales no entienden de negociación como así tampoco de puntos intermedios, para ellos es todo o nada; la gloria o la destrucción total. Hace muchos años pregunte a uno de mis maestros, ¿Cómo darme cuenta si estoy frente a una dictadura?, él (pacientemente) me respondió, cuando veas a un grupo acusar con el dedo a otro, enjuiciarlos y condenarlos a todos, estarás en presencia de un gobierno autoritario. En Latinoamérica durante las décadas del 70 al 80 se sucedieron una serie de golpes de Estados que culminaron con miles de disidentes desaparecidos. Esta parte oscura de la historia argentina es innegable. Desde el punto de vista de los acusados de perpetrar crímenes de lesa humanidad se puede observar desparpajo, falta de arrepentimiento y un supuesto discurso tendiente a legitimar lo hecho. Según estas personas, los crímenes se justificarían debido a una supuesta guerra civil entre dos grupos, uno de los cuales se ocultaba en el seno de la sociedad, era en términos castrenses clásicos invisible en el campo de batalla. Claro que según los códigos de Guerra y los estatutos castrenses, los prisioneros deben recibir un trato humano. Esta parte parece quedar en el olvido. Es como si el presente, la cuestión de fondo que se está realmente discutiendo cuando se enjuicia a un “criminal de guerra” se desdibuje por los motivos que llevaron a ese criminal a asesinar a un prisionero. Lo triste parece ser que por el otro lado tampoco parece haber mucha cordura. Una de las características de la justicia humana no está asociada a que el acusado siempre sea condenado, sino precisamente a que el proceso sea falible, es decir que de 10 acusados 2 puedan salir absueltos. Caso contrario estaríamos en frente de una casería de brujas. Una de las cuestiones más paradójicas de la historia, es ver como las víctimas se transforman en victimarios. Precisamente, en el odio de todo lo que el enemigo representa, implícitamente terminan reforzando su espíritu. Casi en forma idéntica a una posesión. El espíritu del victimario pasa de dominador a dominado con mucha facilidad. Si bien cambian los actores, en el fondo, el cáncer es el mismo.
En definitiva, el futuro de la Argentina gobernada por los “pseudo-intelectuales” parece incierto. Es menester de la filosofía contribuir de forma crítica a desenmascarar a quienes en función de sus propios egoísmos apelan al bienestar común. Algunos haciendo parodia de las desgracias de sus hermanos otros oponiéndose incesar a todos los proyectos del ejecutivo, con un alto riesgo de dañar la gobernabilidad del país y las instituciones democráticas. Después de todo, los grandes dictadores han subido al poder denunciando no sólo aquello que estaba mal en su época sino también pregonando la unidad y la paz (algunos de ellos por vía democrática). Como denunciara hace años A. Schopenhauer, el político tiene cierta propensión a manipular los frutos de la ciencia a su favor, y en efecto, el intelectual muestra también cierta tendencia a verse fascinado por el poder. La presente intenta ser un granito de reflexión crítica en medio de tanto sinsentido, sinsentido tanto de un lado como del otro. Creo que me quedo por un instante con una frase de uno sabio que ha iluminado el pensamiento de todos los filósofos sin importar el tiempo. Estando frente a Poncio Pilatos, se le pregunto a Cristo por sus tendencias políticas y religiosas. El carpintero de Nazaret inmediatamente respondió “Dad a Dios lo que es de Dios y Dad al César lo que es del César”. Creo, en lo personal, que aún no hemos comprendido bien ese mensaje.
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