Contribuciones a las Ciencias Sociales
Diciembre 2007

 

ANÁLISIS CRÍTICO DE LA CULTURA. LAS 2 CELAYAS: LAS DESIGUALDADES DE LAS MUJERES
 

Ricardo Contreras Soto (CV)
Universidad de Guanajuato
Facultad de Ciencias Administrativas
Área de investigación


En la historia cultural de Celaya, otra de las desigualdades que hemos encontrado es en la cuestión con el género femenino, aún con los diversos matices de prácticas que hay entre clases predomina cierto patrón de comportamiento dividido por el género, que diferencia los roles sociales entre unos y otros, dentro de conjunto de coacciones sociales, roles asignados, prácticas limitadas, instituciones, discursos ideológicos y subordinaciones en las posiciones de las relaciones sociales existentes. Para esta argumentación retomo nuevamente a (Alberro 1988: 289) quien había detectado prácticas y relaciones diferenciadas en los géneros, desde la época de la colonia:

“Mientras los varones jóvenes actividades variadas (faenas agrícolas, viajes, negocios, juegos, participación en la vida cívica, deportes, etcétera), viendo así sus energías dedicadas a intereses diversos, las mozas, solteras, casadas o viudas viven recogidas según la tradición hispánica y tienen un campo de actividad muy limitado”.

En la sociedad se reconfigura históricamente “el rol femenino” en ciertas prácticas y espacios en las actividades agrícolas (principalmente las clases subalternas), así como en las domésticas:

Pues así bien, bien pus no, pero que nos salíamos a trabajar con nuestra familia al campo, las tierras desde la mañanita y yaaaaaaa hasta tarde nos recogíamos pa dentro y nos quedábamos en la casa ya, ya no salíamos aquí en la casa si. (Entrevista 55) (Clementina Doñatés García, 61 años, 3ro.de Primaria).



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Contreras Soto, R.: Análisis Crítico de la Cultura. Las 2 Celayas: Las desigualdades culturales de las mujeres, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2007. www.eumed.net/rev/cccss/0712/rcs2.htm



El espacio de la vida cotidiana es la casa familiar, es en donde se va dar el confinamiento de las mujeres:

“No pues de todo me acuerdo, pues aquí me tenían encerrada”. (Entrevista 71) (Antonia Valencia, 82 años, ama de casa).

Las familias vivían separadas en las casas, en cada casa bajo la autoridad del padre como jefe de familia y paradójicamente es la madre quien supervisa la formación (machista) de sus hijos:

“Pues mire señorita yo nunca tuve amigos mi mamá no nos dejaba salir de andar de callejeros, y pues mi familia pues eran muy buenas gentes mi madre, mis abuelos, mis tíos, eran muy buenas gentes vivíamos todos en una casa, teníamos cada quien su cuarto, pero era un solo patio éramos muy unidos”. (Entrevista 43) (Esperanza Molina Olvera, 69 años, Femenino, Primaria).

En algunas de las casas estaban diseñadas para tener espacios amplios como los patios a los que hace referencia el testimonio anterior, es en estos espacios donde se van a recrear los hijos y al mismo tiempo para evitar intromisiones ajenas.

“Pos que quieres que te diga pues nomás a misa nuestra casa, pues si por que no había libertad más antes, así que pos nomás a misa y vámonos”. (Aproximadamente 1937). (Entrevista 15) (Carmen Santana Macías, 78 años, campesina, Celaya).

Pocas oportunidades tenían el común de las mujeres de salir de sus casas, por ejemplo, en alguna actividad domestica como ir al mercado, la otra principal era ir al templo religioso, este adquiere una importancia porque va ser el espacio de resocialización y convivencia con otras personas, ir a misa le permite ver, observar y conocer a otras personas, de ahí en parte que adquiere su significancia. Las prácticas religiosas van a configurar las formas de pensar determinantes en las mujeres (por ejemplo: con el Jesús en la boca, es decir su constante referencia al mundo divino para adjetivar el mundo cotidiano). Las instituciones: iglesia, estado y familia en la comunidad determinan la “buena” de la “mala” mujer y valóralas dentro de estos márgenes interpretativos únicos.

“De aquí, pues que te diré las iglesias, mi papá nos llevaba al Carmen muy tempranito a misa a la primer misa, nos llevaba y nos traía, y yo nada más conocía las calles de mi casa al (templo del) Carmen y del Carmen a mi casa, yo mas calles no conocía”. (Entrevista 54) (Elvira Zarate, 71 años, Femenino, Primaria completa, Costurera).

La autoridad de los padres se imponía en las decisiones para poder visitar los espacios públicos, para instaurar normas, violencias simbólicas y físicas de prevención y corrección de conductas, las hijas se vuelven sus rehenes, quienes tenían que ir acompañadas (custodiadas) de un miembro de la familia cuando “corrían peligro”. El arbitrio cultural era recompensado en poder cuando fueran ellos padres y madres respectivamente, una autoridad que en el nombre de la rectitud se edificaba.

“Tenia uno que pedir permiso para salir a la calle y más las mujeres tenia que salir con chaparon”. (Entrevista 43) (Esperanza Molina Olvera, 69 años, Femenino, Primaria, ama de casa, Celaya).

“Los papás eran muy estrictos, te traían bien cortito muy checadito, un ejemplo cuando íbamos a echar reja porque así se le decía cuando ibas a ver a las muchachas, ya en la actualidad ya es bien diferente, desde chavitos (niños) ya tienen su novia y se la presentan a la familia”. (Entrevista 105) (Francisco Mandujano, 60 Años, Masculino, Panadero, Paletero, Pintor, Rotulista).

En el fondo gravitaba una malla de representaciones que van a predominar el entramado cultural, sobre todo el imaginario colectivo, como relato (de las personas, mujeres, familia) donde el miedo de que su hija tuviera relaciones sexuales con hombres que no aprobaran los padres y que no fuera por la vía del matrimonio, al no hacerlo de esta manera permitida, era “burlada y deshonrada” por ellos, la trama de la vida se valoraba maldición, tragedia y pecado al ser madre soltera, curiosamente ese confinamiento en el hogar propiciaba la idealización del amor en los actos de liberación del hogar (deseos latentes de mirar constantemente por la ventana [afuera] para ver llegar a su príncipe azul y liberarla del yugo familiar, para que habitara otro hogar / celda posteriormente), en algunos casos se tornaba en profecía cumplida ese miedo, convocaba irremediablemente a la trama de la tragedia. El matrimonio y la reproducción era el fin de la mujer.

“Pos ya ni me acuerdo, como una historia, pues en si yo se me un montón, pero te voy a tener todo el día aquí, mira el que se casa debe de respetar a su esposa, y la mujer que se casa debe de respetar a su esposo, atenderlo, coserlo, remendarlo, sus pantalones, sus calzones, sus camisas, almidonárselas, pero que no peleen, hoy a penas se casan y ya quieren divorciarse, la mujer de antes aguantaba, criaba a sus animalitos, para que cuando el llegara tuviera sus calditos, un puerco que mataran todo, pero ahora ve lo que te estas comiendo ahora, pues ya no te comes unos bistés buenos, solamente que tu críes a los animales, pues en aquel entonces todo era fresco el animal, que mates debe de colgarse para que escurra toda la sangre, pa que se escurra bien, para que no se desperdicie nada la coses con tomillo y mejorana, o el chivito, para que un caldo sepa sabroso, debes de criar tu al pollo, lavarle las tripitas bien, el guajolote ya vez, pues eso es todo hijo”. (Entrevista 84) (Maria Lorenza Remedios Gomes León, 65 años, Femenino, Trabajadora Doméstica, Celaya).

En la reproducción cultural se daba en un contrato de supuesto respeto, donde la obligación del mantenimiento económico (por parte del hombre) y la atención en una cadena de servicios personales (por parte de la mujer), pudieran mantener los roles o papales de la institución familiar, el núcleo duro de la sociedad.

“La costura, en la escuela o en mi casa. Por lo que acabo de decir, que no nos dejaban seguir estudiando y se volvió mi pasatiempo”. (Entrevista 38) (Cristina Martínez Carrillo, 62 años, Femenino, 6to. de primaria).

Las restricciones sociales establecidas a las mujeres en cuanto a los límites de su formación, preparación o de participación laboral, confinándolas a las tareas de mantenimiento (lavar, planchar, barrer, etcétera), generaban por otro lado, el discurso de sus desventajas dadas por sus imposibilidades, atrofias, desconocimientos, inconsistencias, inexperiencias e imprácticas que permitían argumentar su debilidad de manera “natural”, es decir su lugar subordinado con cierta familiaridad, de acuerdo a sus habitus que la circunscribía en las tareas a realizar de acuerdo a sus capacidades demostradas - asignadas.

“Pues lo que mas me gustaba hacer de muy chica brincar a la reata y jugar canicas por que por que no había otros pasatiempos los juguetes que antes nos distraían los juguetes que entonces habían, pues no se comparan todo era hecho por carpinteros la reata sobre todo a los encantados, a la víbora de la mar, eso era lo que me gustaba como juegos de la infancia y posteriormente como ama de casa dedicarme a mis hijos, antes raras veces trabajaban las mujeres fuera de su casa”. (Entrevista 103) (Amelia Gasca Yánez, 77 Años, Femenino, Primer Año de Comercio, Venta de telas, Celaya).

La interrupción brutal de actividades significativas y lúdicas, hace un canto triste, melancólico que remota al recuerdo (como vida vivida, no como vida mantenida y restringida), de vez en cuando busca la expresión latente en el espacio de permitido:

“Lo que mas me gusta es el baile la música, siempre me a gustado, me gusta practicarlo, cuando tengo fiestecitas aprovecho la ocasión, y hasta a veces cuando tengo humor en mi casa, me gusta porque el corazón lo siente la alegría”. (Entrevista 13) (Josefina García Palma, 69 años, femenino, 5º primaria, empleada doméstica, Celaya, Gto.)

“Sra. María: mis amigos, todavía conservo algunos, tuve muchos amigos, muchas amigas, de joven me gustaba mucho la pachanga, me gustaba, este irme de pachanga, anteriormente no eran discos, anteriormente eran tardeadas, empezaban a las cuatro de la tarde y yo tenía que llegar a las nueve de la noche, pero cosas muy limpias porque eran, éramos muy sanos, o sea si a caso la única, ora sí que la única cosa mala para mi, era que te fumaras un cigarro, o que te tomaras una cuba, y las entradas, eran de que si una señorita llegaba con una rosa en la mano entraba gratis a la tardeada, pero eran fiestas muy sanas, porque ahora que les dices a que hora vas a llegar, tres cuatro de la mañana y eso es temprano, anteriormente no, se hacían en él están de la feria, se hacían en él están de los electricistas, pero eran tardeadas y pues no éramos así como ahorita, respetábamos a los papas, que nos decían a las 9 de la noche, (muchacho haciendo ruidos) a las nueve de la noche ahí estábamos, no sé si era miedo o respeto pero ahí estábamos”. (Entrevista 42) (María Carmen Vargas Navarrete, Celaya)

La sexualidad era el tema tabú que alimenta el imaginario de las relaciones cotidianas en la cultura en las groserías, en los chistes, el chisme, el recuento de vidas, la crónica del pueblo, etcétera, el blanco móvil eran las mujeres (más objeto que sujeto), en el entramado simbólico se califica a las mujeres por su desenlace en esta suerte: casada – soltera; casada – madre soltera; mujer de buenas costumbres – puta; puta barata, puta insaciable, ninfomanía, puta perdida, perdida, abandonada. Por eso las restricciones moralinas circulan en el trabajo, en la escuela, en la iglesia en los espacios públicos. La sanción, el estigma, el repudio, el rechazo, son los mecanismos de censura:

“Mira pues me acuerdo que cuando estaba chica que ya pasaron quien sabe cuantos años estando yo en la primaria fuimos a un evento que se iba a ser un evento cívico que se iba a hacer en el puente Eduardo Tresguerras después del evento cayó un aguacero pero terrible y no había en que venirnos veníamos a pie todas mojadas he yo venia como con otras 3 o 4 amigas entonces paso un tío de una de las muchachas, ¡(dijo) súbanse! pero nos encontramos ya rumbo regreso a la escuela, nos encontramos a una maestra y a otras de nuestras compañeras que iban a pie todas empapadas, y nos vieron pasar en la camioneta entonces al día siguiente casi nos expulsaban de la escuela, por nada mas fíjate por haber aceptado un aventón de unos desconocidos, hasta que tuvimos que comprobar que era el un pariente de uno de una de las muchachas que nos invito a subirnos a la camioneta, así que si no ha sido por que se identifico ese pariente, fíjate nada mas nos hubieran expulsado”. (Entrevista 103) (Amelia Gasca Yánez, 77 Años, Femenino, Primer Año de Comercio, Venta de telas, Celaya)

“Pues el hecho de ver a una mujer con zapatos claros y vestido un poco corto ya decían que era una mujer pública”. (Entrevista 83) (Abraham Tovar Jesús, 93 Años, Masculino, Artesano, Celaya).

La balanza de la historia cultural apunta a rupturas con los discursos ideológicos que encierran a las personas y a la imaginación en condiciones de subordinación, para desarrollarse en reivindicaciones de otro sentido. Para no eternizar los roles desiguales, ni ahistorizar la cuestión femenina.

 


Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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