Ricardo Contreras Soto (CV)
Universidad de Guanajuato
Facultad de Ciencias Administrativas
Área de investigación
En la historia cultural, reconstruimos la experiencia cotidiana en el pasado que han tenido las personas en Celaya con la tecnología, las personas comparten lo vivido en este breve catálogo de anécdotas sorprendentes de ese encuentro inmediato, que tiene un trasfondo social histórico.
Trasfondo histórico
En los llamados ahora países industriales (centros) se encuentran los cambios vertiginosos de la tecnología y la ciencia, provocados anteriormente por transformaciones culturales de fondo, como son: el renacimiento; el fin del oscurantismo propiciado en parte por la reforma; el siglo de las luces con el enciclopedismo; la separación de la iglesia y el estado; la incorporación científicos en las cortes de los nobles; la creación de instituciones científicas articuladas al estado; las reformas a la educación y las rupturas con la educación religiosa; la revolución francesa; la integración e inversión de los capitales económicos y el apoyo estatal a la invención tecnológica, las revoluciones industriales, etcétera. La primera revolución industrial fue aproximadamente en el siglo XVII, destaca el uso de las maquinas de vapor, de las maquinas con engranes y poleas, así como en la segunda revolución industrial a finales del siglo XIX y principios del XX con el descubrimiento y aplicación de la luz eléctrica, el telégrafo, los motores de combustión interna, transformaron y trastocaron al mundo. Europa y Norte América ya habían apuntalado estos cambios culturales importantes en el orden político y económico dados por la ciencia y tecnología, para construir su plataforma de desarrollo.
Mientras que los países periféricos (como México) no se han recuperado socialmente del pasado colonial y de las desigualdades que se generaron en los periodos posteriores aún después de las independencias, sobre todo ante el fenómeno llamado “colonialismo interno”, un nuevo orden político, para una vieja forma de explotación económica social. Por ejemplo, después de la esclavitud y la encomienda se instaura el sistema de haciendas. A principios del siglo XX hay nuevamente levantamientos de los movimientos nacionalistas y revolucionarios en muchos países donde las demandas de justicia, democracia y las condiciones económicas no permitan desarrollarse social y culturalmente. Posteriormente al reacomodo del sistema mundial después de la segunda guerra mundial (a propósito, ni actualmente) las condiciones en los países periféricos no han cambiado en lo sustancial, las ausencias de transformaciones sociales y culturales importantes hacen un distanciamiento con la forma como se aprecia y se percibe los cambios tecnológicos y científicos en la vida cotidiana:
“La vida y la forma de vivirla es un ciclo al cual las generaciones nos adaptamos yendo de la mano con los avances tecnológicos, pero prácticamente son las mismas actitudes y actividades realizadas”. (Entrevista 49) (José de Jesús Ávila Martínez, 57 años, maestro universitario).
Vivimos con la tecnología, nos cayó en algún espacio al ser importada, la hemos interpretado desde nuestro desconocimiento, la reconocemos como objeto extraño, pero útil. Convivimos con ella, la usamos cada vez más, ha sido símbolo del progreso y modernidad desde la época porfiriana. Efectivamente la bola del agua fue un símbolo tecnológico en Celaya, inicio de un urbanismo masivo, a la intervención del estado en las soluciones sociales, su color plateado (asociado a los procesos de industrialización y del progreso, recuerdo que de chico me parecía una nave espacial), su magnitud, el centro del centro, esta mega construcción como objeto pasó a ser como monumento de identidad de la localidad, como un “objeto estético” curiosamente que a diferencia de una especie interpretación del dadaísmo (un tinaco como blasón de la ciudad), más similar a los objetos mágicos- religiosos de cierta apreciación con admiración o fascinación, pero con distancia real, al no tener contacto con la comprensión de la obra y su función, solo a evocar cierto beneficio milagroso o útil, asociada también al esnobismo de las clases dominantes de la época, pero, para no apropiarse, socializarse el conocimiento y replicarse en otros lugares que se necesite. Es un objeto extraño que adorna y sirve a la ciudad. Me recuerda a una película mexicana en donde en una comunidad remota levantaron un poste de luz como monumento al progreso.
“También tenemos la bola que hay dos en le mundo nada mas, una en Europa y otra aquí en Celaya, es obra de uno de los alemanes, está joya fue obsequiada o gestionada o permitida, patrocinada por el Presidente Porfirio Díaz y en 1910 se inauguro, hay una placa donde dice el costo y quien era el gobernador del Estado de Guanajuato, el día que se inauguro y todavía esta funcionando, a mi me gustaría que en esa obra se instalara un restaurante alrededor, seria una cosa muy bonita ya se ha oído hablar acerca de un proyecto, pero se me hace que es muy caro”. (Entrevista 53) (Pedro León, León. 65 años, masculino, Lic. En Administración y periodista).
La tecnología requería técnicos que la repararan, que les dieran mantenimiento, para que siguiera funcionando, como parte de la gran división técnica de trabajo a nivel internacional, los diseñadores se encontraban en los países centros, los operativos y técnicos en las periferias. Este es nuestro encuentro más próximo con la ciencia y la tecnología, que requería de cierto conocimiento, pero no de su cabalidad. Para ello requiere cuerpo de instituciones, de prácticas y culturas.
En el año 1917 antes de la revolución estaba ese tanque mi papa venia de México, mi papa separaba calderas, motores desde vapor, bombas de agua, trituradoras y aprendí todo eso en un mes no la pasábamos todo el día allí. (Entrevista 118)(Luís Bonilla Reyes, 90 Años, Masculino, 4º Año de Primaria, Mecánico, Celaya).
Cambios tecnológicos en la ciudad y en el hogar
El cambio tecnológico va transformando los diversos asentamientos, las ciudades, su urbanidad, empieza a modificarse en estos procesos, así lo cuentan:
“Pues que me platicaban, que pues era lo del campo, no había industrias grandes, no había que dijera pues si no que más obreros, que muchos iban a un molino que era donde los ocupaban, trabajan en luz y fuerza (compañía) que estaba en la plazuela y ya estaba la presidencia y la cárcel estaba ahí a un lado del templo de San Agustín”. (Entrevista 57, José González Valadez, 74 años, primaria, artesano y hojalatero).
“En aquel tiempo yo vivía allá por el barrio de San Miguel, ya después fue creciendo Celaya, fue uno creciendo, ya luego iba a dar la vuelta en el jardín y toda la cosa. Celaya iba creciendo también, Celaya no era más que el centro, de la vía para allá no había gente, de allá menos puros sembradíos, pero poco a poco con el tiempo pues todo fue cambiando, la gente fue creciendo, hubo más trabajo, no había más que ver. Ya unos más grande pues salía al jardín a dar la vuelta, y ni al jardín iba, se perdía uno. No había más que la fábrica de los Benson mexicanos, ya después empezaron a llegar, una allá otra acá, porque en aquel tiempo era 1925…Ya después en 1930 empezaron a llegar algunas industrias poco a poco ya fue haciéndose más grande, Celaya fue creciendo poco a poco”. (Entrevista 61) (Raymundo Avella Luna, 84 años, 2º de primaria, Originario de: Celaya).
Trasformaciones urbanas
A la vez que se iba transformando el paisaje urbano terrestre, también de cierta forma el cielo, los cables de la luz (muy posteriormente también del teléfono), empiezan a “decorar” las superficies. El encuentro con la tecnología es abrupto las formas de hacer los quehaceres cotidianos cambian, los objetos se sustituyen, las acciones de expansión requieren planeación, operación y control, la energía eléctrica entra a los hogares:
“Pero por el 1948, como por el 46, 47, hubo una gran algarabía allá por mi barrio Tierras Negras, por que creo que era don Jesús Ortiz el presidente municipal y comenzó a poner las instalaciones eléctricas para abastecer los hogares, cuando paso esto ahí en barrio, en la casa de Tierras Negras; que era la casa de mis antepasados, donde el campo de juego era el atrio del templo, porque la casa se comunicaba con el atrio del templo. Y mi bisabuelo y mi abuelo instalaron la luz eléctrica, había unos...que no eran medidores, le llamaban limitadores; eran unos botes prietos que ponían arriba en lo más alto, y ahí decían...les preguntaban: ¿cuántos watts necesita?, ¿cuántos focos?, pues ya hacían la suma y calibraban el limitador. Y si prendían otro foco ya no prendía y se apagaban todos; apagan el foco extra y ya prendían todos los demás, esa era la forma de cómo cobrar la luz o sea la energía. Pues ya había la luz eléctrica y la abuela seguía...le compraron una planchita eléctrica de las primeras rusticas, y ella seguía con su bracero de carbón, sus planchas de fierro y sus colchoncitos con que agarraba su plancha y con los que limpiaba para planchar los manteles del altar y todos los armamentos de la iglesia”. (Pedro Mendoza Álvarez, 76 años Mesa de trabajo 27 de septiembre).
Los objetos y los consumos son acercamientos con la tecnología, los consumos estratificados por las posibilidades económicas, se acercan más rápido al conocimiento parcial de la tecnología los ricos, junto a la formación de su capital cultural escolar, así como a las formas de vida, la tecnología su uso, su aplicación, status y valoración se hace ideológica, es un objeto de consumo, requiere el capitalismo parcial innovación:
“Pos mas sencillas que ahora cual cine, cual Mc Donald, yo me acuerdo que mi papá compro un radio la pila estaba mas grande, que el radio era una novedad el tener radio, ya el que tenia televisión, ¡no hombre! El que tenia coche era rico nosotros teníamos bicicleta era lo normal”. (Entrevista 9) (José Cruz Martínez, 61 años, Masculino, secundaria, Dependencia Federal, Madero, originario de Celaya).
La ciencia como magia
Las cuestiones tecnológicas son para muchas personas incomprensibles (desde sus saberes y límites), por ejemplo, la transmisión de voces (y posteriormente de imágenes) desde la lejanía. Esta interpretación va a estar presente: la tecnología como objeto mágico, como un referente subyacente de nuestra ignorancia, pero que el objeto fetichistamente funciona o sirve, para quien aprueba sus beneficios y cree en ellos, la burla como mecanismo de descrédito, entre los que creen en ella y los que aún no lo pueden interpretar lo que sucede:
“Un día se le ocurre a mi hermano el mayor...que todavía vive, fue a comprar un radio que en aquel tiempo los radios...estamos hablando del 45, 47; ya estaba la tienda del Cerrojo y comenzaban a vender muchas cosas ahí, era una miscelánea, y la gran novedad era que vendían unos radiezotes así como sinfonolas westin house. Este con el muebles de madera muy bonitos así grandotes, entonces duramos casi un año, los hermanos, los primos juntando de a dos centavos, de a tres, nos daban de domingo tres centavos y cinco al mas grande. Y fuimos ahorrando, no me acuerdo con exactitud la cantidad, pero me dijo mi hermano ¡ya completamos para el radio!, uyyyy era una algarabía tremenda, y pues ya le pusimos la mula al carro, y ahí vamos varios arriba del carro a comprar el radio, y paramos nuestro carro ahí afuera del Cerrojo, nuestro carro de mulas, y pues ahí hizo la gracia la mula; la gracia de siempre y dejo su recuerdo, y pues ya que hacíamos. Salimos todos los empleados y los chiquillos cargando el radio para subirlo al carro, era un cajón enorme, no era...bueno las cajas, los empaques de ahora son modernos y muy sofisticados, pero ahí era pura madera, cartón y hasta trapos como colchonetas, no se cuantos trapos traía ahí metidos para proteger el radio. Y ahí vamos con el carro de mulas, casi todas las calles eran empedradas, le dio vuelta la mula salimos a la calle que da al costado del templo del Carmen y agarramos todo Manuel Doblado hasta entrar a insurgentes, el pavimento nomás estaba hasta Insurgentes, por que Aldama ya estaba empedrada y allá en la calle de los Dos Ríos que se llamaba; hoy Manuel Doblado, de ahí para allá era empedrado, como la calle Insurgentes ya era todo empedrado y de terracería. Y pues ahí íbamos controlando la mula para que no se golpeara el radio. Una gran algarabía ese día, llegamos y le quitaron ahí una mesa a mi abuela, y ella muy enojada que su mesa. Pusieron el radio y quedaba un radiezote tremendo, y así pasaron dos, tres días y al cuarto día, tercer día llego por la tarde...partiando (trabajando) la tarde decía mi abuelo. Llegó mi abuelo y mi bisabuelo de trabajar las tierras, todavía de las que ya les había platicado, y pregunto a mi abuela y bisabuela: ¿bueno y los muchachos dónde están?, allá en el atrio no hay nadie, entramos por la puerta de la iglesia y no hay nadie, pues no se dice, yo nada mas vi que alguien salió del cuarto grande. Pues todos estábamos escuchando el radio, la XEW que con 250 watts se escuchaba hasta acá, y para eso se tenia que ponerle un fierro clavado en el suelo, echarle agua y no se cuantas cosas más. Entonces pues llego el abuelo y el bisabuelo, y el bisabuelo se metió, agarro y dijo: no hay nadie, están todos, apilados, el abuelo si entro y dijo: y eso que, que, no pues es un radio; y ya al hermano mas grande como le habían dado un instructivo, nos había explicado que eran las “ondas hercianas”, como se escuchaba la música, la voz y todo; llegó el abuelo y todos espantados porque oíamos allá afuera que andaba bravo buscándonos, y decíamos: ahora nos va agarrar a cuerazos. Se metió y dijo: ¿esto qué es?, no pues es un radio abuelito ya le explico mi hermano el grande, y estaban dando la hora; me acuerdo muy bien estaban dando la hora, las 7 cincuenta y tantos, algo así. A mí no me hacen pendejo ahí esta un cabrón hablando adentro. Y exactamente como ahorita nosotros nos reímos, duro casi tres semanas que nos habla a nadie de coraje. (Pedro Mendoza Álvarez, 76 años Mesa de trabajo 27 de septiembre).
La anécdota anterior nos arrebata la carcajada, la risa social muestra aún inseguridad en la comprensión del evento, pero afirma la complicidad en el descrédito, se dan cosas que aún no entendemos, mucho menos dominamos. La ciencia y la tecnología como magia para el vulgo, se justifica así misma en un conjunto de campos exclusivos para los nuevos chamanes - científicos, todo esto distanciados de muchos procesos sociales en la periferias: desde la concepción, a la formulación e instrumentación de ideas ¿Cómo se generan esos conocimientos con ciertas bases racionales y empíricas?, la gente común ve a esta nueva magia, en otro lugar distante, le basta con creer por ser ciencia (paradójico), algunos con ciertos conocimientos la aceptan, aunque saben que es un producto social y no divino. la mayoría excluidos (por no tener la formación y los espacios de práctica) y autoexcluidos (por conformarse al no buscar) se confinan como ciudadanos de segunda, al no manejar los códigos de esos saberes, los dan por hecho y gravitan enajenados de lo que sucede. Ya Eco señalaba el efecto de magia de la ciencia, en el consumo distante y ajeno de las personas desconocedoras (2007: 125) señala: “La magia ignora la larga cadena de las causas y los efectos y, sobre todo, no se preocupa de establecer, probando una y otra vez, si existe una relación repetible entre causa y efecto. De ahí la fascinación que ejerce…”. Por todo ello, considero primeramente que la ciencia y la técnica son procesos culturales que se deben generar e instituir.
“No pues en ese tiempo nada más oía una estación de Irapuato. Después eh aquí en la XNC de Celaya salía un programa que se llamaba “Va mi gallo pa ti” (serenata para ti), era lo único con lo que se entretenía la gente”. (Entrevista 70) (Hilario González García, 80 años).
Las estaciones de radio y posteriormente la televisión empiezan a ser medios de comunicación regional y nacional, sus alcances son también políticos, por muchas cuestiones: por sus orientaciones, por sus ordenamientos, por sus articulaciones, pero se parte de lo común (cultura popular), para después transitar en breve tiempo a la industria cultural. En los actos de la vida cotidiana, muy difícilmente se percibe la magnitud e importancia de los procesos sociales. El ciudadano se hace consumidor.
“Pues por ejemplo también te quiero platicar de alguna cosa que había ahí en más antes que se hacían fiestas en las vecindades, antes se hacían con sonido con unos tocadiscos de discos que eran grandes como de 30 centímetros de diámetro y que tocaban en una rockola, pues antigüita un tocadiscos y así decían va haber baile en tal parte, y ya llegaban con sus discos de esos grandotes, y a bailar bailes de esos antiguo de pasos dobles, danzón, chachachá, todo eso …” (Entrevista 51) (Rubén Galván Miranda, 60 años, masculino, contador publico).
Sin embargo, las productoras (cuando no es un esquema de monopolio), permiten la presencia de ciertas diversidades del gusto, expresiones de una nación, de una lengua, regiones, principalmente, subsisten en los espacios de la cultura popular, expresiones culturales, que se reducen posteriormente a expresiones estilísticas de los productos culturales, el efecto es que de alguna forma los músicos locales (cada vez son más pocos, y más interpretes que creadores), la replica, la reproducciones culturales de sentido suenan y hacen soñar a una sociedad que se masifica en objetos y costumbres. La diversidad cultural solo son estilos. Los ciudadanos se transforman cada vez más en consumidores distantes y pasivos (diría Fromm). ¿La ciencia podrá explicar esos comportamientos?, ¿La ciencia podrá sospechar de los efectos de las tecnologías?
Cambios en el consumo
Los productos se difunden, se innovan, se diversifican, poco a poco se van sustituyendo unos de otros, la lejía por el jabón; los grupos de música en vivo por la música del tocadiscos, la plancha de carbón por la eléctrica, la estufa de leña o de petróleo por la de gas, el refrigerador por formas de preparar las conservas, los carro de mulas por los automóviles. Las prácticas también se transforman: de salir a las calles por la tarde en el “tiempo de descanso” a encerrarse a escuchar la radio y ver la televisión, se van renovando las relaciones sociales. Las industrias sustituyen a los talleres, los artesanos se adscriben como obreros en las fábricas, algunos campesinos se vuelven también obreros urbanitas. A continuación una secuencia de fallos y malentendidos sobre diferentes formas de consumos y de nuevos productos:
“Luego, mi tía trabajaba también lavando ajeno, mi abuelita, pero mi tía les trabajaba a unas personas que se apellidaban Cocha que vivían por la calle de Guadalupe, una ocasión fíjate que bonito ahí conocí la gelatina, en esa casa me llevo mi tía que en paz descansé, se llamaba Inés, me llevo, y entonces la señorita muy amable, era una señorita también que no se había casado ya grande, y tenia a su papá que me acuerdo que lo tenia ya en silla de ruedas en el solecito en esa ocasión que le llevo mi tía la ropa, y que me llevo, rápido fue a su refrigerador, o no se si era su refrigerador o su cocina, y me trajo una gelatinita, chiquita, fíjate que yo no me la quería comer, porque no sabia que cosa era, la gelatina, y no sabia de que estaba hecha, ni nada, me acuerdo que era color de rosita, entonces, mi tía me decía cométela, y le decía, no tía yo hasta llegando a la casa, y llegando a la casa fíjate, hasta que mi papá la vio y dijo es una gelatina, si hija cométela y a todos los demás les di una probadita o sea que no se hizo de nada mi gelatina, estaba chiquita, verdad, y mi abuelita trabajaba también lavándole a esas señoritas Molina, que vivían por Allende, cerca del jardín de San Agustín, y las señoritas, una ocasión me acuerdo que cuando mi abuelita les llevaba la ropa limpia, le deban la maleta de la ropa sucia, para la siguiente semana, esa ocasión me acuerdo que le dieron, sin decirle que cosa era, le dieron una bolsita con un polvito de color rosa, y entonces me dijo mi abuelita, mira ahora hasta me dieron jabón, pero no se usaba jabón de polvo en ese tiempo, pero mi abuelita pensó que era jabón, porque el jabón lo vendían en una fabrica de jabón que era de Don Carlos que vivía por ahí por la calzada de Guillermo Prieto, no se si todavía este esa fabriquita de jabón, iba uno y pedía mi abuelita, por ejemplo un kilo de jabón, y sacaban unos pedazotes de jabón así que se partían con un cuchillo, le pesaban el kilo y las personas le daban su cubeta para la lejía, la lejía era lo que les servia, como si fuera cloro ahora. Entonces, esas señoritas le dieron una bolsita, y dijo mi abuelita, hay mira ahora se pusieron modernas ya hasta me dieron una bolsita de jabón, bueno como todavía estábamos en la escuela, estábamos chiquillas, al otro día me fui con mi abuelita allá a la sequia a lavar y estaba yo, abuelita yo te ayudo, yo te ayudo, para usar el jabón nuevo, tenia yo la tentación del polvito color de rosa, entonces dice mi abuelita, no, no vamos a usarlo hoy, si abuelita yo te lavo una servilleta, y mi abuelita me dio una servilleta, para que se la lavara, entonces yo con los dientes rompí la bolsa y le eche el polvo ese color de rosa a una servilleta y se empezó así a aglobar el polvito ese, así se puso gelatinoso pues era una gelatina la que le habían regalado, y no le dijeron que era gelatina, y pensábamos que era jabón, y pues resulta que ya mi abuelita tuvo que lavar la servilleta con otra cosa, verdad, porque vio que era gelatina y no era jabón, verdad y de esa forma fue que nos dimos cuenta que el polvito era la gelatina. (Entrevista 121) (Teresa Reynoso Ruiz, 66 años, Normal Superior, Maestra de Primaria).
El asombro es similar a la novela de García Márquez 100 años de soledad, cuando las personas ven el hielo por primera vez en Macondo, así la gelatina apareció, la consistencia, su sabor aún no familiarizado por la niña, la inseguridad con la que se come, su impresión ante la cosa que después se conoce como refrigerador, la substancia rosa que parecía ser una especie de detergente (agentes químicos) y que resultó que no era eso, era una gelatina que terminó manchando la ropa que se quería lavar, esta historia de accidentes y contrasentidos muestra en diferentes episodios los encuentros y desencuentros con la tecnología (y la ciencia) en un país periférico.
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