Ricardo Contreras Soto (CV)
Universidad de Guanajuato
Facultad de Ciencias Administrativas
Área de investigación
Desde la época de la colonia las diferencias sociales se matizan en la misma ciudad es el ejemplo del año 1777, en el espacio sagrado de lo religioso, nos cuentan el siguiente evento:
“Visita la región el investigador español Antonio de Ulloa, quien al llegar a Celaya observa que su vecindario ‘es bastante crecido, pero de gente humilde y de pocas conveniencias. Mucha parte se compone de indios: por esta causa la parroquia está dividida en dos iglesias, una para los españoles y otra para indios, aunque servidas por un mismo cura, con el auxilio de tres curas tenientes’. (AdU, 52-59)”. (Citado por José Antonio Martínez Álvarez suplemento viento armado, del Sol del Bajío 4-11-2007: 15).
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Contreras Soto, R.: Análisis Crítico de la Cultura. Las 2 Celayas: circuitos de clase.,
en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2007.
www.eumed.net/rev/cccss/0712/rcs1.htm
Los espacios públicos son abiertos y fueron diseñados con ideas de convivencia
civilita, en ellos también había demarcaciones no tanto por la estructura, sino
por la tradición de la diferenciación en las distancias sociales:
“Muy bonitas las tradiciones por decir los domingos se acostumbraba que las
personas se puede decir que acomodadas que tenían más centavitos que las
muchachas, los domingos y jueves daban la vuelta en lo que es el centro y uno de
pobre daba la vuelta en los portales, eso era la tradición de Celaya…”
(Entrevista 13) (Josefina García Palma, 69 años, femenino, 5º primaria, empleada
doméstica, Celaya, Gto.). “La Alameda, el jardín, los pobres daban la vuelta en el portal y los ricos en
el jardín, uno mismo se apartaba, uno daba la vuelta con su novio”.
(Aproximadamente 1946). (Entrevista 16) (Eva Montoya Hernández, 75 años, Celaya,
Gto.). “Y en el jardín la gente de la baja sociedad, los de segunda clase en el portal
daban toda la vuelta así las mujeres al contrario, ….” (Entrevista 57, José
González Valadez, 74 años, primaria, artesano y hojalatero).
“Si antes también íbamos al jardín a dar la vuelta en Celaya, se tenia la
costumbre de dar la vuelta en el jardín, por arriba las personas que tenían
dinero que eran ricas, y por los portales las dan las gentes que estaban más
pobrecitas y eso es todo”. (Entrevista 51) (Rubén Galván Miranda, 60 años,
masculino, contador publico). El jardín y la Alameda eran los espacios públicos por excelencia, donde la gente
de la ciudad socializaba: veía a la novia o al novio, a los amigos, a los
compañeros de trabajo fuera de el, a los vecinos en plan recreativo, las
familias paseaban. El espacio público era ese punto de encuentro común, sin
embargo el reconocimiento en ese espacio era selectivo, el circuito del paseo o
del recorrido estaba segmentado en clases sociales, los del centro (la plaza:
jardín) eran los ricos, los del recorrido de los portales eran las otras clases
subalternas. ¿Qué mecanismos utilizaban para mantener ese apartheid blando?, el
reconocimiento/desconocimiento dadas por la mueca, la burla, el gesto del
desprecio para edificar la frontera simbólica que separa a unos de otros. Las
familias de los ricos se auto reconocen son pocas, son de piel blanca en general
(herencia colonial), tienen apellidos extranjerizantes o conocidos distinguidos,
bien vestidos (como anteriormente ya lo señalamos), con capitales culturales que
los diferencian de los “incultos”, con un lenguaje y el manejo de él que los
posesiona con recursos en un mercado lingüístico de diferencias.
“Si, Celaya era una ciudad pequeña muy pequeña, tranquila muy amable su gente,
la mayoría se conocían, hacían grupos de personas y así algunas veces los hacían
por los estatus económicos que había, este los que tenían más dinero no se
juntaban con los que no tenían, pero aun así hablaban nada más”. (Entrevista 51)
(Rubén Galván Miranda, 60 años, masculino, contador publico).
El acto de encontrarse con las demás clases y disgregarse en un espacio
exclusivo enclasante dota de distinción social. Los domingos días de descanso,
después de misa, reuniéndose en un sistema de solidaridades (cívicas y
religiosas), pero distinguiéndose y diferenciándose en sistemas de
estratificación social (dice paradójicamente una canción popular: primero muerta
que sencilla). El desprecio de los ricos a los pobres a sido motivo de muchas
novelas, el desprecio de los pobres a los pobres es un fenómeno en parte de
encubierto por la auto discriminación ideológica y por dispositivos externos. El
desprecio entre los ricos como regla es cuidarse de no juntarse (como amigos,
como compañeros) con los pobres es una regla de oro, es una regla, que de vez en
cuando se rompe, pero que demuestra una autoafirmación de “dones de piedad”
condescendiente a reafirmar el estatus humano “noble” que los distingue.
“Recuerdo todo, pero principalmente que existía un café llamado el cisne al cual
asistía la gente de una posición económica acomodada, y la armonía que había en
toda la sociedad, ya que era muy pequeña en comparación con la actualidad”.
(Entrevista 49) (José de Jesús Ávila Martínez, 57 años, maestro universitario).
¿Aspiraban algo mientras trabajaban?
Era mas que nada la necesidad, lo que pagaban era una miseria, si uno quería
vestir bien, había que trabajar mas,...” (Entrevista 95) (José Irene Almaguer,
73 años, Masculino, Celaya), (Carlos García Solórzano, 75 Años, Masculino, 4to
de Primaria) y (Raúl Guerrero Romero, 82 Años, Masculino, 2do de Primaria,
Celaya). Los espacios de consumo (restaurantes, tiendas, clubes, lugares para bailar,
lugares para vacacionar, lugares para estudiar, etcétera), todas ellas requieren
membresía y van a ser las fronteras de acceso “natural” entre los que tienen
dinero y los que no lo tienen. Estos espacios van secularizando la vida cultural
y social de la ciudad, en conjunto van haciéndose circuitos de presencia y
participación. Dos mundos en las mismas ciudades. Recorridos, estancias,
convivencias, espacios de resocialización. “Que se marcaban mucho las clases sociales y mucha gente no convivían con las
personas más pobres. Tampoco me gustaba que batallábamos más para tener algunos
servicios como la luz y pues no se tenían tantas facilidades como ahora”.
(Entrevista 48) (Guadalupe Rodríguez Patiño 81 años, mujer, comerciante).
No había pavimento solo en las zonas de gente con dinero. (Entrevista 64) (Maria
Elena Cruz Sánchez, 67 años, femenino, tercero de primaria, comerciante).
El lugar donde habitan o ejercen actividades los ricos tiene la mayoría de los
servicios públicos disponibles, agua, luz, teléfono, drenaje, pavimento, más
otros servicios del sector privado: bancos, tiendas, restaurantes, (a propósito,
la historia de vida de muchos negocios en Celaya es mantener a la “gente bonita”
y a los aspirantes de estas clases de manera cautiva, pero es la clientela más
difícil de mantener y más inestable [junto con sus comparsas], podríamos señalar
muchos negocios que han muerto efímeramente: restaurantes, gimnasios, plazas,
boliches, albercas, centros comerciales, discotecas, lugares de recreación,
etcétera). En contraste las colonias y barrios pobres carecen mucho de los
servicios básicos. “Mejor no, no sacamos temas pero lo que yo viví esto que les voy a contar, lo
viví y si había camiones, había dos camiones que entraban a Celaya, uno a
Cortazar que le decían el galgo, ese iba a Cortazar en otro camión, el que
pasaba otro a Villagran que le decían la escoba, eran los únicos camiones que
los que había, todos se trasportaban en carros en carros de mulas en burros, no
había medio de transporte todavía, yo cuando conocí Celaya no había unas señales
de la vía del tranvía, pues todavía alcance a ver los carros muy vagamente me
acuerdo, pero las calandrias donde se paseaban los adinerados como los abuelos
de Sarita Montoya, los Nieto, los viejos porque ya Don Ricardo Nieto ya eso, ya
es de poco acá, Don Antonio Nieto fue el primero que llega a poner cañaverales a
aquí al entorno de Villagran la Esperaza, es lo que yo me acuerdo”. (Entrevista
75) (Juana Hernández León, 64 años, Ama de casa, ninguno, La Palmita municipio
de Celaya). (Se calculó aproximadamente en 1949). No solamente eran los espacios, sino también los medios, las formas de
transportarse en esos espacios, en esos circuitos, los camiones como transporte
colectivo eran para las clases subalternas, las calandrias (en una época), los
automóviles (en otra) fueron privilegios sobre todo para las clases ricas.
Antes para referirse a los ricos por ejemplo en los juegos de fútbol, les decían
los “rotos” (en la barriada), esta palabra era una especie de abreviatura del
mote que anteriormente les decían: los “curros” de la Alameda. (Juan Franco
Saldaña, 65 años, técnico, del barrio de Santiago). Es curioso, antes de que se secularizara demasiado la vida cultural en Celaya
los ricos tenían que jugar con los pobres en ciertos deportes, como en el fútbol
soccer (me recuerda que en Argentina se enfrentan el equipo de los ricos y el
equipo del pueblo desde hace antaño, así como en México se decía que el América
era el equipo de los ricos), las diferencias marcadas también se contrarrestan
en las resistencias culturales en las denominaciones, por ejemplo “curros” más
asociadas a los españoles, la cierta semejanza homófona también estigmatizaba
las personalidades de estas clases. En alguna litografía de Posadas recuerdo que
a ciertos ricos también les llamaban “chulos” por el refinamiento exquisito de
su educación. “Bueno, había familias de mucho dinero y había familias que no tenía nada, las
familias de mucho dinero tenían mucho abolengo, tenían muchos años aquí, los
Nieto, los Chaurand, los Suárez, eran los dueños de las tiendas grandes, casi
todos tenían sus granjas sus ranchos, ya para eso eran gente grande de mucho
tiempo aquí”. (Entrevista 59) (Doctor Carlos García Ruiz, residente de Celaya
desde 1954). Las clases eran familias que fueron diferenciándose en su trayectoria económica,
a la par de su distinción cultural: abolengo, su historia permanece en la
memoria colectiva, como una historia interpretada desde la carencia sobre los
excesos de la opulencia. La historia de las desigualdades alimentada en el
imaginario colectivo mitifica a los sujetos de la clase dominante. Mientras que
la desigualdad real, realmente los hunde como sociedad, no se puede sustentar
una sociedad con excesos y desigualdades abusivas. “Es muy difícil encontrar algo que no me gustaba de Celaya, algo que no me
gustaba era ver a la gente en las calles pidiendo limosna, eso es algo que no me
gustaba, aunque siento que no era cosa de Celaya, esta gente normalmente venia
de las afueras, a la mejor hasta de otras ciudades, es muy difícil encontrar
cosas que no me gustan de Celaya”. (Entrevista 119) (José Antonio Acato Zúñiga,
67 años, Masculino, Ingeniero Industrial, originario del D.F.)
La pobreza no fue exportada, es generada, después de tiempo de diferenciación
polarizada que aleja a los civilitas, esto es inadmisible en términos
socioculturales, ha degenerado y agudizado las formas de vida social, son muchos
y si seguimos así van a ser más antagónicos los contrastes.
“Pues eran sencillos, verdad, claro que siempre destacaban los ricos y eso, pero
todas las demás familias a las que yo pertenecía pues era muy tranquilas, buenas
gentes, casi todos nos conocíamos y nos ayudábamos”. (Entrevista 120) (Jesús
Navarro Martínez, 63 Años, Masculino, Primaria, Varios Trabajos, Celaya)
Aún cuando existían las diferencias y las estratificaciones de clase, existía
(existe) formas de solidaridad de las clases subalternas. Alguna vez se planteó
como contraste esta visión del imaginario social en el cine: entre “Nosotros los
pobres…” donde actuó Pedro Infante y los Olvidados de Luís Buñuel, el debate era
¿qué es la clase pobre?: si era un sistema de solidaridades o por el contrario
la “ley de la selva” donde todo mundo abusa de todos y “al perro flaco se le
suben las pulgas”, ejemplos hay de los dos casos, sin embargo actualmente hay
una reflexión en diversos ámbitos de investigación que podría detonar el
desarrollo, es el capital social: confianza, cooperación, apoyo, solidaridad,
colaboración. En esto se podría potenciar la vida.
La diversidad cultural coexistió (pero no en términos de igualdad y similitud),
aún en la casa del dios cristiano donde supuestamente todos los hombres son
iguales ante sus ojos, no fue así. La arquitectura de las diferencias demarcadas
en las parroquias dadas por los espacios exclusivos y los masivos, ya señalados
los circuitos desde las puertas y los lugares reservados, esta distancia en ese
espacio marca dos mundos: los recién convertidos a la religión (indios) y los
españoles, (por cierto en la época había un debate sobre el estatuto humano que
tenía el indígena: si era más hombre o más animal), la discriminación nunca ha
sido solo una idea, es un conjunto de prácticas en las relaciones sociales que
se instituyen y objetivan en las estructuras arquitectónicas. Desde la colonia,
la hacienda, hasta los VIP en la actualidad, señalan las diferencias del
ejercicio del poder materializadas en los espacios públicos y privados: el
balcón, la puerta, la puerta de la servidumbre (ahora llamada de servicios), el
palco, plateas, gayola, luneta general, la entrada principal, acceso
restringido, la cadenita del derecho de admisión, etcétera.
|