M. del Carmen Rodríguez Aguirre
Ricardo Contreras Soto (CV)
Universidad de Guanajuato
Facultad de Ciencias Administrativas
Área de investigación
“La definición clásica de cultura, formulada por Sir Edward Taylor dice así: “Cultura es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre, como miembros de una sociedad” (Horton, Paul. Chester Hunt).
Sobre la pregunta ¿Qué tanto le hablaban sus papás de cosas referentes a la cultura? (en Guanajuato), ver tabla.
Aclaramos que el objetivo de este artículo es explorar el tema de ¿que tanto hablaban los papás a los hijos de cosas referentes a la cultura?, con el fin de reflexionar un poco sobre esa realidad pasada y presente, para retomar la urgencia de la educación haciendo sobretodo un ejercicio de autocrítica, así como sugerir algunas innovaciones y fomentar ambientes más propicios para la difusión cultural en la familia.
1. Con lo cual se observa de acuerdo al gráfico que un 18.1% dice que sus papás si les hablaban mucho sobre cultura.
2. Mientras que aproximadamente el 44.4% dicen “poco”.
3. Por otra parte, el 36% señala que de niño sus padres no le hablaron de cultura “nada”.
4. Si se suma el poco con el nada, se tiene un 80.8% de personas que no han tenido relación con lo cultural vía sus padres.
Gráfica 1 Cuando era niño(a), ¿qué tanto le hablaban sus papás de cosas referentes a la cultura?
La primera afirmación de acuerdo al resultado de las respuestas es:
• Los padres en Guanajuato hablan (hablaron) poco de cultura con sus hijos.
• Es decir de otra manera, estamos reprobados los padres en la educación de nuestros hijos.
¿Por qué los progenitores no hablan de cultura con sus hijos?
¿De donde quieren formar al ciudadano, científico, músico, intelectual, profesionista, trabajador creativo, joven sano,…, que requiere nuestro país para resolver o aportar soluciones?
¿Qué estamos haciendo de nuestros hijos?
¿Cuál es la responsabilidad de los padres?
Se vale que nos quedemos cruzados de manos, repitiendo carencias, ausencias, deficiencias de nuestra formación y defender inconcientemente nuestra ignorancia.
No debemos seguir prolongando la ignorancia que nos ahoga, nos perjudica, nos deja mudos ante un universo que desconocemos: salud, formas de vida, materia, los otros países, derecho, la tecnología, nuestro cuerpo (aunque se escandalicen los puritanos, por la educación sexual). Toda la ignorancia tiene su costo económico, político, social.
¡Tenemos que hacer algo!
La relación de los padres e hijos, en muchas ocasiones es por falta de comunicación. Tenemos que buscar mejorar la comunicación con nuestros hijos. Que mejor compartiendo actividades culturales, que nos amplíen la visión de lo social y que nos reúna en términos de igualdad (por ejemplo: ser aprendiz los dos de dicha actividad cultural, sobre todo esto es muy importante cuando son adolescentes).
Entre otros de los motivos es la falta de tiempo, en la actualidad es muy probable que tanto el padre como la madre trabajen y esto lo realicen normalmente durante 8 horas, tomando en cuenta la cantidad de tiempo necesaria para transportarse de sus hogares a sus centros de trabajo, esto reportará una hora aproximadamente, lo que aumentará las horas de ausencia del niño(a) para con sus progenitores. No por haber salido a trabajar, quiere decir que las actividades domésticas no se tengan que ejecutar, sino por el contrario, necesitarán tiempo para llevarlas a cabo, lo que incrementa las horas de tarea de los padres, al realizar estas actividades, los padres como es normal tienen cansancio, querrán comer y cuando se tienen hijos en edad escolar, ayudar a la realización de tareas o revisión de estas, y lo más que querrán realizar la mayoría de los padres es disfrutar de un “merecido descanso”, esta es una de las situaciones que lleva a los progenitores a pretextar no poder hablar de cultura con sus hijos. Sin embargo esta no es la causa primordial, los motivos por los cuales los padres no hablan a sus hijos de cultura, es en parte los valores y creencias que ellos tienen (o que no tuvieron accesos, códigos, conocimiento sobre actividades culturales específicas).
Dentro de los valores de la pareja, estos han cambiado, sobre todo en las mujeres en donde anteriormente el valor más importante era estar en familia y dedicarse totalmente a la educación de sus hijos, ahora las esposas trabajan porque la situación económica así lo exige, pero es como parte del valor que se ha acuñado de la “realización de la mujer”, sobre todo en aquellas que han logrado tener estudios a nivel medio superior o superior y no se diga aún más, estudios de posgrado, puesto que varios estudios concluyen que “las mujeres que trabajan están mas satisfechas con su vida que las amas de casa” (Horton), sin embargo ya existen casos de mujeres que no logran escalar en su trabajo y más que realización, puede ser frustración.
Este valor del trabajo y satisfacción disminuye el tiempo dedicado a la familia.
Otra de las realidades es que los padres tampoco están inmersos en situaciones de cultura, les puede parecer aburrido escuchar la novena sinfonía de Beethoven y por tanto, no pueden transmitir a sus hijos lo que no tienen. De pintura o de otro tipo de arte la mayoría de las personas conocen poco por lo tanto, es poco lo que pueden transmitir a sus hijos. Lo más cerca que se encuentran de una actividad cultural puede que sea el cine, que en muchas clases sociales no tienen acceso debido a su alto costo y el cine comercial es patético (como arte, como representación de lo real) por lo general.
Siendo el valor hacia el estudio, lo que en algunas clases sociales, se ha enaltecido más, con la finalidad de que al estudiar a niveles superiores o cuando menos medio superior, se otorgará un status diferente, al muchacho lo que en la expectativa de la familia y del propio afectado redundará en mejor posición económica y social (aunque reconocemos también la existencia de profesionistas analfabetas funcionales).
Otras actividades que las familias llevan a cabo son específicos de cada grupo familiar, como pueden ser valores deportivos, lo que lleva a la familia a que los fines de semana vaya a nadar, jugar fútbol o básquetbol o un paseo en bicicleta, este valor puede ir relacionado con valores vitales como el cuidar la alimentación,(el ejercicio es también un valor para la preservación de la vida y fomentar la convivencia sana), realizando en sus casas comidas como dietas blandas o comidas sin grasa, o bien equilibradas que tiendan a la preservación de la vida.
Otros valores pueden ser primordiales en las familias, como que los hijos adquieran seguridad y confianza en si mismos, y vayan teniendo independencia en algunas de sus decisiones.
En fin pueden ser diferentes los valores que se quieran tener en las familias, sin embargo el transmitir valores culturales no se encuentra generalmente en ellas.
En México con carencia de estadísticas o de organización de estas, no se conocen muchos ejercicios familiares, pero en Estados Unidos, investigaciones han obtenido datos que el leer no es uno de los valores que tienen los norteamericanos, una inferencia que se podría tener o hipótesis si ustedes le quiere llamar así es que la mayoría de también tenemos esas ausencias.
El gusto por la cultura debe ser refrendado o reforzado en la escuela y por actividades públicas gratuitas del gobierno, por los límites económicos de las familias de mexicanos, ante la poca oportunidad de conocer diversas prácticas culturales.
La cuestión fundamental a resolver es:
¿Realmente tienen los padres motivación para alentar en la cultura a sus vástagos (y a ellos)?
¿Los que conocen de cultura tiene intención contra viento y marea de ayudar a promover acciones culturales que mejoren nuestra forma de entender y sentir la vida?
¿Al gobierno le quedará claro lo que es inversión social en las actividades culturales?
En fin esperamos que esto haya sido un momento de reflexión y ver, los que somos padres, si nuestros valores son los de fomentar cultura y después transmitirla a nuestros hijos y a nuestra sociedad.
Busquemos la oportunidad de cambiar.
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